Publicación mensual de FLACSO
Nueva época, No. 8, septiembre del 2001 / 1
Publicación mensual de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales/FLACSO-Guatemala. Nueva época, No. 8, septiembre del 2001
PARA
ENTENDER
TOTONICAPÁN:
PODER LOCAL Y ALCALDÍA INDÍGENA Stener Ekern*
PRESENTACIÓN
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l 13 de septiembre de este año, FLACSO-Guatemala, con la participación de las facultades de ciencia política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y Rafael Landívar, así como del Centro Pluricultural para la Democracia del Movimiento Tzuk Kim-Pop realizó el foro público: Institucionalidad maya y crisis nacional: el Estado de sitio en Totonicapán.
Dicho foro trató, entre otros temas, de los acontecimientos sociales que llevaron al gobierno central a promulgar el Acuerdo Gubernativo 3-2001 por el que se decretó el estado de sitio y que cobró vigencia en todo el departamento a partir de la fecha de su promulgación. Se discutió además de la legalidad o ilegalidad de este Acuerdo y de sus repercusiones dentro de la comunidad maya de Totonicapán.
El foro resultó enriquecido con la participación de los representantes indígenas, que expusieron desde una óptica propia el desarrollo del proceso que antecedió a la imposición del estado de sitio y a los actos de violencia que se sucedieron con ocasión del «paro empresarial» del 1 de agosto en aquel departamento. Una de las conclusiones importantes fue que la visión que tienen los ladinos del poder y la lucha política, dista mucho de las de los pueblos mayas. En el estudio que se incluye en este diálogo su autor, el Dr. Stener Ekern, aporta valiosos conocimientos sobre el concepto del poder local y los procesos de formación de identidad y pertenencia entre los mayas guatemaltecos, específicamente de las comunidades de Totonicapán, y contribuye así a la comprensión de los acontecimientos que se produjeron aquel 1 de agosto.
* Antropólogo noruego, profesor de la maestría en antropología social de la Universidad de Oslo-Universidad de San Carlos de Guatemala e investigador asociado de FLACSO-Guatemala. Las opiniones expresadas en este suplemento son de la exclusiva responsabilidad de su autor.
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ara los aproximadamente 1,900 ciudadanos que en su conjunto forman el gobierno indígena o maya de las comunidades de Totonicapán, los meses de noviembre y diciembre son los más cargados del año. La razón es el traspaso del poder de la alcaldía auxiliar de las autoridades salientes a las entrantes. Popularmente, la alcaldía auxiliar es conocida como la “corporación” o la “autoridad” de la comunidad o “cantón”, y constituye un conjunto de cargos que van desde alguacil, guardabosque y alcalde auxiliar hasta los representantes de los distintos comités de desarrollo del lugar. El año que dura el cargo es concebido como un servicio o “sacrificio” (k’axk’ol) por el bien común, y es obligatorio para todos los “hijos de la comunidad”. Además de la elección, el traspaso consiste en una serie de eventos trascendentales cuando los salientes pasan las “consignas” (descripciones verbales de las tareas en forma de normas u ordenanzas) a los entrantes, y juntos revisan los bienes de la comunidad (infraestructura y archivos) e inspeccionan las fronteras (linderos) con el mundo exterior. Son ocasiones caracterizadas por un ambiente alegre y solemne a la vez, como una especie de fiesta patria. En este artículo analizo la forma actual de la antigua institución conocida como alcaldía indígena o jerarquía maya. Durante los últimos 25 años, Totonicapán ha experimentado grandes cambios. Sin em-
es una publicación de FLACSO-Guatemala y de elPeriódico.
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bargo, sigue siendo la autoridad de sus comunidades, lo que en mi opinión muestra una flexibilidad organizativa impresionante. En la mayoría de los casos, el Consejo Comunal es un gobierno local no confesional que goza de gran legitimidad y que es capaz de movilizar los recursos de la comunidad como ninguna otra instancia. A menudo integra toda la gama de iniciativas sociales y de desarrollo –ONG, comités de padres, etc.– en su estructura. Es un ejemplo a ponderar para el Estado guatemalteco y las ONG locales, nacionales e internacionales que tanto desean desarrollar las áreas mayas. Mis argumentos se basan en comparaciones hechas entre las corporaciones totonicapenses y las más conocidas alcaldías indígenas de Chichicastenango y Sololá. La diferencia principal entre Totonicapán y estas últimas, es que en Totonicapán la alcaldía indígena es desde hace largo tiempo una institución secular, mientras que en Chichicastenango los líderes (los principales) también son líderes religiosos, por ser a la vez cofrades. Si se considera la cofradía como la carrera religiosa, y la municipalidad indígena como la carrera cívica del otrora gobierno jerárquico maya, Chichicastenango todavía tiene una alcaldía indígena no reformada y Sololá se encuentra en una fase de transición. Parece ser que un proceso de secularización o diversificación religiosa de las comunidades totonicapenses ha sembrado las bases para una organización política capaz de representar, y por ende, reintegrar una comunidad cada vez más especializada. Otro factor de igual importancia para explicar la fuerza y la flexibilidad de la alcaldía indígena de Totonicapán es la persistente oposición entre “los hijos de la comunidad” y “los políticos de la república”; o sea, entre indígenas y ladinos. En Totonicapán, la palabra “política” es aplicada sólo cuando la gente se refiere al campo nacional, y es un término despectivo. La militancia en un partido político es mal visto en la asamblea cantonal. En contraste, la política que se desarrolla en el nivel cantonal no es concebida como tal, sino como “nuestra ley” o costumbre. Es el orden de las cosas. Gran parte de la identidad indígena k’iche’ o maya en Totonicapán reside justamente en la construcción de este orden de cosas. Para la gente, mantener la autoridad local es mantener su propia identidad, y ello implica posicionarse con relación a las autoridades ajenas (q’atb’al tzij) de la república y del mundo exterior. Paradójicamente, sin la presión de los partidos políticos, las agencias del Estado y las ONG, tal vez no hubiera existido tanta urgencia para reconstruir y, por ende, reformar la alcaldía indígena. En antropología, estas hipótesis sobre la continua reproducción de una comunidad a través de cambios y continuidades en sus representaciones políticas y metafóricas, se inscribe en la investigación de las relaciones entre identidad, persona y grupo social.
“UNIFICANDO
CRITERIOS...”
La práctica que hoy día define una entidad política ante los ojos del mundo es el sistema electoral, o sea, las reglas que se aplican para elegir a sus líderes. La democracia es definida como un sistema donde los ciudadanos (miembros de la misma entidad) tienen el mismo voto. Además de un enfoque que garantizará la igualdad en el proceso de
Publicación mensual de FLACSO selección, es importante puntualizar que en una democracia exitosa, los ciudadanos tienen confianza en esta manera de establecer una autoridad. Esta fe le da al sistema su legitimidad. En la sociedad tradicional maya –y en muchos otros lugares– no es tanto la igualdad entre votos lo que produce la legitimidad, sino el mérito de los candidatos. Se supone que la tarea de gobernar es una función social que sólo puede ser ejercida por un grupo selecto de gente experimentada, normalmente los hombres ancianos. Un factor importante en la construcción de la legitimidad de la democracia, es la distribución igualitaria de información acerca de las decisiones del mismo gobierno. El voto libre es el voto depositado por el individuo que se siente capaz de decidir el futuro de la comunidad, y que está informado y consciente de las alternativas presentadas en el momento de la elección. En las comunidades mayas, cada vez menos personas aceptan que la información sea un asunto manejado discrecionalmente por los ancianos. En Totonicapán, las prácticas electorales varían bastante de un cantón a otro. Para fines analíticos podemos ordenar los 48 cantones en tres grupos. En el primer grupo la organización se asemeja mucho al sistema democrático. Lo que pasa en la asamblea general de los habitantes del cantón es decisivo. Las autoridades salientes llaman a una asamblea electoral donde participa la mitad o más de la población, no sólo como representantes de sus familias, sino como individuos o “concantonales”. No hay partidos. Es tarea de los salientes preparar dos listas alternativas o una selección de dos candidatos para los cargos más importantes. Adicionalmente, la asamblea puede proponer otros nombres. Luego cada quien emite su voto, marcando un papelito y depositándolo en la urna. El que más votos gana sale electo como alcalde auxiliar, mientras que el número dos ocupa el segundo cargo en jerarquía. Aquí es necesario aclarar que en la mayoría de los casos, el problema no es la competencia entre candidatos ambiciosos, sino es identificar gente con voluntad de servir. Ser alcalde auxiliar es un sacrificio. A corto plazo los alcaldes pierden económicamente debido a la gran cantidad de trabajo gratuito (unas 35 horas semanales) y además, el alcalde corre el riesgo de salir impopular por la necesidad de mediar entre las distintas familias y/o parajes de la comunidad. La difícil posición del alcalde, como enlace entre la municipalidad y el Estado, por un lado, y mediador entre los distintos intereses locales, por el otro, convierten su trabajo en un asunto delicado. A veces se llega al extremo de asignar los cargos a fuerza, como “castigo”. Sin embar-
Nueva época, No. 8, septiembre del 2001 / 3 go, para comprender el proceso de selección también es necesario tener presente la etiqueta k’iche’ que prescribe humildad en este tipo de situaciones. Es mal visto mostrar ambición personal, sería “falta de respeto” trabajar “sólo por intereses personales”. El segundo grupo incluye los cantones más conservadores o tradicionales, donde la elección es más controlada, tanto por un grupo de ancianos o principales que supervisa la búsqueda de nuevos candidatos, como por la vigencia de normas que detallan las carreras cívicas de los hombres del cantón. Idealmente, todos los hombres casados y mayores de edad (26 años) son elegibles. Cada tres o cuatro años tienen que servir en algún cargo, comenzando desde abajo y subiendo hasta la máxima posición que es la del alcalde auxiliar (aunque luego el mismo alcalde puede pasar a formar parte del grupo de principales). La tarea de la asamblea es más bien ratificar la selección de los principales. Estos dos tipos de prácticas electorales en realidad forman un eje continuo que en cierto sentido va desde la tradición hasta la modernidad. Pero no se trata de un desarrollo unilineal. En primer lugar es importante darse cuenta de que cada año, probablemente un 25 % de los cantones no es capaz de nombrar a sus autoridades. No encuentran gente, la gente no viene a las asambleas, hay demasiado conflicto interno, o el alcalde recién electo es simplemente incapaz. En algunos cantones la corporación parece estar moribunda, principalmente, dicen, por falta de interés entre los jóvenes. La referencia al desinterés de los jóvenes apunta hacia la tensión que frecuentemente existe entre jóvenes y ancianos, y sus distintas expectativas y concepciones de cómo debe ser el orden de las cosas y el gobierno cantonal. El tercer grupo lo integran los cantones donde el conjunto de cargos de la alcaldía auxiliar han pasado a formar parte de una asociación de desarrollo comunal. Mientras que los consejos más exitosos del primer grupo se caracterizan por haber logrado integrar las presidencias de los distintos nuevos comités del cantón entre los cargos de la corporación, en el grupo tres el proceso de acomodación de las fuerzas de modernización ha impulsado otro modelo donde el alcalde auxiliar y su corporación funcionan como un brazo de la presidencia de la asociación comunal de desarrollo, un brazo encargado de las relaciones con la municipalidad.
©Stener Ekern
Es difícil y tal vez imposible explicar esta diferencia. En los años ochenta, por decreto presidencial y como parte de la guerra total del general Ríos Montt, las auxiliaturas del país fueron transformadas en “comités de desa-
4 / Publicación mensual de FLACSO rrollo”. Posiblemente el nombre quedó en algunos lugares cuando el país volvió a la constitucionalidad en 1986. Otro factor deriva del hecho que, por lo general, las asociaciones cantonales de este grupo también funcionan como los dueños del bosque comunal del cantón, bosques que en otros casos o pertenecen a un grupo reducido conocido como “parcialidad” (linaje), o está parcelado entre distintas familias particulares. Sin embargo, también existen cantones en el primer grupo con bosque comunal. De esta manera, los factores decisivos parecen ser el liderazgo de algunos individuos fuertes y el uso estratégico del concepto de desarrollo por líderes que quieren “sacar su cantón adelante”. Para tal fin, fue necesario romper el poder de los principales, pero a la vez mantener el control sobre el patrimonio del cantón. En algunos casos la plataforma de estas personas era un comité de desarrollo, y en otros la parcialidad o la corporación auxiliar. Proyectando una imagen de desarrollo –pero bajo control interno– estos líderes lograron combinar la ambición de los jóvenes con la legitimidad de la tradición y crear nuevas formas de gobierno. Cada sábado por la mañana, todos los alcaldes auxiliares se reúnen en el segundo piso de la casa de “Los 48 cantones” en el centro del pueblo de Totonicapán. Durante el año 2000, unos 30 de los 421 alcaldes asistieron regularmente. Cada noviembre las corporaciones entrantes se reúnen con las salientes, formando una asamblea general donde los nuevos eligen una junta directiva con presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y vocales. La elección es democrática, o sea, quien reciba más votos es el nuevo presidente, mientras que el segundo, automáticamente, es vicepresidente, etc. Los procedimientos se asemejan a las elecciones en los cantones más modernos: todos los alcaldes de todos los cantones se presentan ante la asamblea, relatan sus carreras en las corporaciones de sus cantones de origen y otras cosas relevantes. Cada cantón tiene un voto, y durante una pausa cada delegación cantonal se reúne por separado y se pone de acuerdo sobre el uso de su voto. En 1999, por primera vez salió electa una persona con preparación académica, hecho que se repitió en las elecciones de noviembre de 2000. Mientras que antes todos ascendían la escala de cargos por méritos internos, hoy la participación en las actividades de desarrollo y otras experiencias similares son cada vez más apreciadas. Antes, la preparación escolar era un punto negativo, porque quienes salían de la comunidad para educarse ya no eran de “nosotros”, y por lo general los mismos educados se sintieron ajenos a una organización que para ellos parecía cosa del pasado. De todas maneras, en la propia elección, el punto importante es el intercambio de “criterios” en cada delegación y el consenso que surge. En las asambleas cantonales, la discusión es generalizada entre todos los participantes. Los argumentos se centran en la capacidad personal y consideraciones sobre turnos y “descansos” (luego que alguien sirve en un cargo se merece un descanso de por lo menos tres años). La discusión o “unificación de criterios” para llegar a un consenso es la parte del proceso electoral que genera más satisfacción emocional entre los participantes. “Esto es democracia”, aseguran.
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En realidad no son 48, sino 42 o menos, según la forma de contar. La cifra de 48 es más bien simbólica.
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LOS
CARGOS Y LAS TAREAS
También la composición de los consejos varía mucho de un cantón a otro. Hay consejos con 55 y 80 cargos, pero la cifra común oscila entre ocho y 20. Lógicamente, las cifras grandes indican buena integración entre las distintas organizaciones del cantón, ya sea a través de una corporación grande o de una asociación de desarrollo. Probablemente, también indican el grado de modernización mientras más escuelas construyen, más comités de padres hay y más integrantes participan en el consejo comunal. En los cantones más fragmentados, si mucho, son capaces de nombrar un alcalde. El consejo típico se integra por uno o dos alcaldes auxiliares, un secretario, dos alguaciles, de dos a ocho guardabosques, un representante y dos delegados de los baños comunales, de uno a cuatro fontaneros, de uno a cuatro escolares, varios representantes de los comités de padres, un custodio, un pregonero y varios representantes de los distintos comités de desarrollo del lugar. La tendencia actual es que el alcalde auxiliar es una especie de jefe, y el consejo un equipo de trabajo; todos se autodenominan internamente “complementos”. El orden jerárquico entre los cargos, que formalmente se mantiene (y que varía un poco de un cantón a otro), significa cada vez menos. El secretario del consejo es responsable de llevar las actas de las reuniones y otros eventos. Frecuentemente tienen distintos libros para distintos trabajos: asambleas, trabajos comunales (faenas), conflictos familiares y relaciones exteriores. Posiblemente una mayoría de los cantones conserva libros que datan de 1950 e incluso de 1920, pero es muy raro que estos textos sirvan como referente informativo. Durante la reunión el secretario siempre hace un resumen, luego se da lectura y al final todos dan fe. La finalidad es dejar constancia de lo que se arregló verbalmente. Aunque probablemente la mayoría de los hombres saben leer y escribir, Totonicapán es todavía una sociedad verbal. Los libros y los archivos son equiparables a las muchas placas con los nombres de los integrantes del comité ejecutivo que adornan cualquier obra de infraestructura. Sin embargo, cada vez más los jóvenes basan su trabajo en información escrita, y es interesante observar cómo actualmente tres de los cantones más “fuertes” están poniendo en escrito su reglamento interno con carácter constitutivo. Los alguaciles eran los policías o ejecutores de las órdenes del alcalde, y siguen siendo sus asistentes para, por ejemplo, cuando se necesita buscar a personas particulares. Los alguaciles también tienen una organización a nivel municipal que organiza turnos para custodiar los archivos de la alcaldía indígena de Totonicapán. Cada turno tiene su propia junta directiva. También los representantes y delegados a los baños comunales se reúnen a nivel municipal para elegir una junta directiva que organiza la operación de los mismos. Los fontaneros son responsables del mantenimiento de los sistemas de agua potable que se han construido con gran esfuerzo voluntario y donaciones exteriores durante las últimas décadas. Los custodios guardan el cementerio (que con frecuencia es compartido por varios cantones) y el pregonero llama a la gente para las asambleas con su tambor o megáfono. Los escolares son una especie de conserjes o ayudantes
Publicación mensual de FLACSO de los directores de las escuelas del cantón. Los comités de padres son responsables de la distribución de la “galleta escolar” y otros apoyos a los niños; también ayudan a las autoridades del Ministerio de Educación en la inscripción de los alumnos. Es importante darse cuenta de que hasta los años 70, todavía el sistema educativo nacional era bastante mal visto en las comunidades k’iche’s de Totonicapán, y abundan los relatos de cómo la gente escondía a sus hijos cuando venían los inspectores del gobierno. Las responsabilidades del Consejo abarcan tareas administrativas, jurídicas y de desarrollo; la política local en su sentido más amplio. Además de servir un cargo unas cuantas veces durante su vida, para la familia k’iche’ de Totonicapán es obligatorio participar en las muchas faenas que el Consejo ordena para mantener la infraestructura del cantón. También usan el principio de trabajo comunal para construir nuevas obras, sean éstas caminos, aulas escolares o tanques lavaderos. Frecuentemente hay que pagar cuotas para financiar obras grandes. A quien no paga frecuentemente, se le amenaza con corte de agua. Esta práctica ha ocasionado varios conflictos con los organismos de gobierno y de “los derechos humanos”, es decir, MINUGUA y la Procuraduría de los Derechos Humanos. Mientras que los últimos se preocupan por lo que según sus textos son violaciones tanto del derecho al agua como al debido proceso, el Consejo ve la necesidad de defender su autonomía frente a la autoridad ajena y de lo que mucha gente considera como protección del delincuente. La tarea que tal vez le quita más tiempo al alcalde es su papel como “padre” de los “hijos de la comunidad”, es decir, su función como una especie de juez de primera instancia. En casos de conflictos entre esposos, entre padres e hijos, entre vecinos, sobre linderos, etc., todos solicitan la presencia del alcalde. El alcalde escucha, llama a testigos, solicita la opinión de sus colegas o de los principales y trata de mediar. Si logran un compromiso, las partes firman una acta en los libros de la comunidad. Si no se logra, las partes buscan el “apoyo” de un abogado u otra instancia o autoridad en el pueblo. Antes esta autoridad era la alcaldía indígena, es decir, el despacho del regidor cuarto o “juzgado indígena”. En 1986 se suprimió la función judicial de la municipalidad y la trasladaron a los tribunales corrientes. No obstante, existe todavía una fuerte tendencia a evitar el uso de la policía y los tribunales, ya que no confían ni en su eficacia ni en su imparcialidad.
LOS
BOSQUES COMUNALES Y SU DEFENSA
Los conflictos más serios y de más larga duración son tal vez los que se relacionan con el bosque. En realidad, es imposible discutir la organización política de Totonicapán sin hacer referencia a sus grandes bosques. El hecho de que Totonicapán posea una de las más grandes extensiones de bosques coníferos de Centroamérica es una fuente de orgullo para muchos jóvenes, las y los activistas de ONGS y del movimiento maya. Esto demuestra la superioridad de los indígenas para administrar y conservar los recursos naturales. Para la gente común, antes que todo, el bosque es una fuente de agua, madera y leña, cuyo uso es regulado por las organizaciones tradicionales. En la mira del mundo exterior, sin embargo, se trata de un recurso subutilizado.
Nueva época, No. 8, septiembre del 2001 / 5 Por lo general, el aprovechamiento del bosque es regulado por los residentes de los cantones, asociados en “parcialidades” o linajes.2 Aparte del gran bosque que cubre los altos entre Totonicapán, Chichicastenango y Sololá (María Tecún), que es considerado propiedad de todos los cantones en su conjunto, pero que hoy, de hecho, es administrado por los cantones situados al pie de la cumbre de María Tecún, existen unos 20 bosques pequeños que pertenecen a aproximadamente 16 distintas parcialidades, a una asociación comunal, o están conformados por parcelas familiares. En un extenso tratado sobre la situación jurídica del bosque (Tiú y García, 1998) se argumenta que el bosque pertenece al “pueblo k’iche’ de Totonicapán”, y que el legítimo representante de esa entidad es la alcaldía indígena de Totonicapán. Por su lado, la municipalidad insiste en ser la representante legítima de todos los totonicapenses. Sin embargo, desde la creación de la municipalidad como división administrativa del Estado en el siglo XIX hasta los años 1980, la misma municipalidad delegó la administración del bosque precisamente en la alcaldía indígena, a través del despacho del regidor cuarto (Barrios, 1998). Durante esa década la alcaldía indígena sufrió una gran transformación, siendo hoy su situación muy complicada. Durante la época colonial, la protección o defensa de las partes del bosque que se encontraban más cercanas al pueblo, probablemente fue delegada a los respectivos cantones.3 Este arreglo puede ser el origen de las parcialidades que conocemos hoy, ya que ahora funcionan más como asociaciones de propietarios que como un clan o grupo político. A partir de las reformas liberales y la privatización de los ejidos en los años de 1870, varias de las parcialidades se han transformado en bosques comunales para incluir a todos los habitantes del cantón, mientras que en otros casos se ha privatizado el bosque en forma de parcelas familiares. Para defender el gran bosque de las tierras altas, las autoridades indígenas de la época organizaron una entidad particular conocida como “Las 5 parcialidades”, en alusión a una división tradicional cuatripartita del territorio totonicapense, contándose al pueblo como la quinta parcialidad. Fue esta organización la que compró la Hacienda Argüeta en 1886, venta que vino a ocasionar repetidos conflictos con Sololá. Hoy “Las 5 parcialidades” tienen un perfil bajo y poca gente en Totonicapán sabe de su existencia. Sin embargo, desempeña un papel importante en las políticas que giran alrededor del bosque. La organización “padre” de “Las 5 parcialidades” es “Los 48 Cantones” que hoy, de hecho, es sinónimo de la asamblea de los alcaldes auxiliares y su junta directiva. “Los 48 cantones” es, sin dudarlo mucho, el órgano más representativo del pueblo k’iche’ a nivel municipal; y por lo tanto, constituye el eje de la alcaldía indígena. No obstante, antes de 1988, “Los 48 cantones” estaban conformados por los principales de los distintos cantones. Sus líderes, que siempre vinieron de las cuatro zonas del pueblo, nombraron el cuarto regidor mediante un arreglo con 2 Es común suponer que en su origen los cantones eran patriclanes (ver Carmack, 1966). Otra perspectiva fructífera es imaginarse los cantones como “casas” (ver Gillespie, 2000). 3 Este párrafo se basa en conversaciones con la junta directiva de “Las 5 parcialidades”, visitas a varios cantones y parcialidades particulares, y una nota sobre la tenencia de la tierra en Totonicapán por Gustavo Palma (1998).
6 / Publicación mensual de FLACSO los partidos políticos. El regidor cuarto tenía su despacho en la casa de “Los 48 cantones” y funcionó como juzgado indígena, comisionado del bosque y enlace entre los indígenas y la municipalidad, hasta que en 1985 los partidos políticos rompieron el Acuerdo y nombraron sus propios candidatos para regidor cuarto (Barrios, 1998:120).
LA
CAÍDA DE LOS PRINCIPALES
Antes de 1988 el alcalde auxiliar era llamado “empírico” y su principal función era mantener la relación entre la comunidad y la municipalidad. Comparado con la actual alcaldía auxiliar, el gobierno de los principales probablemente fue más tradicional y aristócrata. La base de su autoridad era en parte la religión tradicional, ya que eran los garantes del orden, y en parte su relación con el Estado. La causa inmediata de su caída fue el hecho de que algunos de sus líderes estaban involucrados en la tala ilegal. Por el desprestigio que sufrieron, las comunidades simplemente cesaron de nombrar nuevos principales. Aunque hubo mucho conflicto en 1988 (el que llegó al climax con un cateo de la casa de los principales y el posterior proceso judicial contra los mismos y el alcalde municipal), mis investigaciones indican que este giro en la política k’iche’ totonicapense también se debió a un cansancio generalizado con el gobierno de los principales. En varios cantones ya habían sustituido a los principales por los alcaldes auxiliares. El drama de 1988 sirvió como pretexto para acelerar este proceso. La nueva generación quería más desarrollo y menos conservadurismo. A través de su relación con el alcalde municipal, los alcaldes auxiliares tenían mejor acceso a fondos para el desarrollo, y el mismo alcalde municipal, probablemente apoyó a los alcaldes para romper el poder de los principales. Otro factor fue la colaboración entre los principales y los comisionados militares, que durante la guerra civil originó un gobierno local cada vez más autoritario, lo que también se dio a nivel cantonal. De este modo vemos que para comprender el cambio de principales a alcaldes auxiliares hay que tomar en cuenta no sólo los procesos internos, sino también las relaciones entre la corporación auxiliar y el Estado guatemalteco. En cualquier parte del mundo, la municipalidad tendrá un carácter doble, siendo a la vez expresión política de la población local y una división y dependencia del Estado. Esta situación es muy evidente en Guatemala, con su historia de colonización e imposición de una administración estatal ajena. Como Lina Barrios demuestra en sus libros sobre la alcaldía indígena (1998), el país llegó a tener una especie de gobierno doble. La historia de la alcaldía indígena también es la historia de la resistencia de los mayas y los intentos de los ladinos por construir una estructura política unificada y desarrollista. El presente Código Municipal guatemalteco y los anteriores no hacen ninguna mención de la existencia de una tradición de autogobierno local o maya. Únicamente se refieren al alcalde auxiliar como el “delegado del gobierno municipal en la comunidad... quien contará con alguaciles que igualmente se designen [por el alcalde electo]” (Art. 65-67 del código vigente). El alcalde auxiliar rinde informes al alcalde municipal, y en Totonicapán, es además responsable de registrar defunciones, nacimientos y llevar esta información al registro civil. De esta manera, oficial y legalmente, el alcalde auxiliar no es sino el auxiliar de la figura que popular-
Nueva época, No. 8, septiembre del 2001 mente se conoce como el “alcalde electo”. En el pensamiento k’iche’ de Totonicapán, este último es el funcionario que reside en la municipalidad por un período de cuatro años, luego que su partido político haya ganado una mayoría simple de los votos en las últimas elecciones. La elección municipal es bastante diferente de las elecciones cantonales. Como mecanismo de selección de líderes tiene poca legitimidad. La gente cataloga las elecciones como “política” o “cosa de los partidos”. Con estos calificativos mantienen la frontera entre el gobierno local y la autoridad ajena. La votación por un partido es una manera de negociar algún apoyo, una lámina o una estufa mejorada. A través del juego político a nivel nacional los partidos deciden el uso de los fondos estatales que sean de interés para los pobres, y además distribuyen empleos estatales a los activistas de sus campañas. Todo ello le da a la política nacional una lógica muy diferente a la de la política cantonal k’iche’. En la primera, los hijos de la comunidad se convierten en la clientela de los políticos que más ofrecen. La gente no tiene mayor idea de las divisiones ideológicas y personales de la política nacional y, sin embargo, estos conflictos no tienen mucho sentido en la realidad comunitaria. El Estado participa en la construcción de la identidad k’iche’ como una fuerza ajena y, si no siempre negativa, por lo menos como una entidad que obedece intereses desconocidos.
LA
LUCHA POR EL BOSQUE Y EL ASCENSO DE
ULEW CHE’ JA’
Durante el año 2000, la relación entre la junta directiva de los alcaldes auxiliares y el alcalde municipal fue tensa. Aunque muchos de los alcaldes mantenían relaciones de trabajo con el alcalde, a nivel institucional casi no hubo intercambio. En Guatemala, semanalmente es común que los alcaldes auxiliares se reúnan con los alcaldes municipales para cruzar información, pero esto no sucede en Totonicapán desde que los alcaldes auxiliares vinieron a apropiarse de la alcaldía indígena. Las rivalidades entre el alcalde electo y el presidente de los auxiliares durante el 2000 no alivió la situación. Significativamente, la disputa tal vez más peligrosa se desenvolvió alrededor del control sobre el bosque comunal. Durante la primera parte de la década de los 90, antes de la consolidación de la organización de los alcaldes, en una situación de vacío del poder, en Totonicapán surgió una nueva organización indígena a nivel municipal que vino a llamarse Ulew Che’ Ja’ (tierra árbol agua en k’iche’). Por un lado, es una asociación de todos los comités de agua de los cantones (en el 2000, tal vez la mitad de los comités estaban asociados), un poco al estilo de las asociaciones de los alguaciles y de los guardianes de los baños; sin embargo, también es una ONG, con un secretariado permanente y apoyo económico del exterior. Su “padre” o creador fue “Las 5 parcialidades”, apoyado por la cooperación externa, principalmente Green Peace y un programa suizo (Helvetas Pro Bosque); el motivo era guardar el bosque en la ausencia de los principales. El principal enfoque del trabajo de Ulew Che’ Ja’ ha sido la protección de las fuentes de agua. Sin embargo, en una situación que refleja extensa deforestación y mucha corrupción, defender el agua
Publicación mensual de FLACSO equivale a defender el bosque. En 1998, el bosque fue declarado parque municipal con el apoyo de Ulew Che’ Ja’, “Las 5 parcialidades”, los alcaldes auxiliares y los alguaciles, más las entidades estatales responsables del desarrollo forestal y algunos programas internacionales de desarrollo. Al año siguiente las mismas formaron una nueva instancia municipal llamada el Consejo Consultivo, con el propósito de apoyar la municipalidad para proteger el parque municipal. El apoyo de Green Peace le dio a Ulew Che’ Ja’ un perfil verde, y rápidamente la nueva organización se volvió el niño querido de la cooperación externa. A diferencia de las otras organizaciones indígenas, Ulew Che’ Ja’ manejaba mucho dinero y muchos contactos ajenos a la sociedad k’iche’. Además, en su afán por defender el agua, frecuentemente adoptó la práctica de sancionar la tala ilegal con multas y trabajos forzados de reforestación, actuando al lado de la organización tradicional cantonal. Igual que las demás organizaciones, Ulew Che’ Ja’ se reunía en la casa de “Los 48 cantones”, pero era considerado algo distinto. Sin embargo, el aspecto del trabajo de Ulew Che’Ja’ que más llama la atención es la gran distancia entre la lógica administrativa impuesta por la cooperación internacional –profesionalismo en la planificación y la contabilidad– y la lógica comunal k’iche’ que prescribe una organización de cargos temporales, planificación personal y verbal (transferencia de consignas), mucho trabajo voluntario y poca circulación de fondos. Los miembros de la junta directiva y la asamblea de Ulew Che’ Ja’ no sabían de que manera controlar el flujo de proyectos y su propio secretariado. El 10 de septiembre de 2000 se publicó en Prensa Libre una nota con la información de que Ulew Che’ Ja’, la municipalidad y el Fondo de Inversión Social (FIS) –el fondo de desarrollo más grande del Estado guatemalteco– habían acordado unir fuerzas en un plan para “controlar la deforestación y efectuar proyectos de tipo económico”. La noticia estalló como una bomba en las demás organizaciones. Nadie les había consultado y en el plan se hizo caso omiso del Consejo Consultivo. En la asamblea general de Ulew Che’ Ja’ se informó que el FIS proveería fondos para proyectos presentados por los comités de agua. La noticia de la intervención directa de una agencia estatal en el bosque también provocó el constante temor que tienen los k’iche’s totonicapenses de que el Estado les quite el bosque, por ejemplo, al declararlo parque nacional. Al mismo tiempo circularon rumores, cada vez más seguidos, sobre casos de corrupción en la directiva y el secretariado de Ulew Che’ Ja’. Además, a ningún totonicapense se le escapa el hecho de que el alcalde municipal y el director del FIS son hermanos; este último es, además, una figura importante en el partido de gobierno. Por un lado, un totonicapense en el gobierno quiere decir más fondos para Totonicapán y nadie está en contra de ello; por el otro, todos saben que la intervención de los políticos fomenta la corrupción. La respuesta de los alcaldes fue ordenar a todos los comités de agua retirar a sus representantes de Ulew Che’ Ja’. Sin embargo, pocos comités acataron la orden porque temían perder los proyectos prometidos por el FIS. Luego, los alcaldes decidieron pedir que cada asamblea cantonal eligiera un nuevo “delegado al bosque” para reforzar al Consejo Consultivo. Un donante internacional presentó una denuncia judicial contra Ulew Che’ Ja’ por estafa y falsificación. La municipalidad no hizo nada, pero poco a poco el alcalde dio a conocer que la nota de Prensa Libre estaba tergiversada. Todo esto pasó sin que hubiera ninguna reunión institucional entre los principales actores.
Nueva época, No. 8, septiembre del 2001 / 7 En Totonicapán no hay medios informativos locales. Tampoco existe algún espacio donde los actores políticos y sociales puedan reunirse para cruzar información. De esta manera, a nivel municipal, simplemente no existe ningún debate público sobre los asuntos municipales. La discusión permanente sobre la comunidad y sus gobernantes a nivel cantonal es sustituida por un coro de rumores sobre los “intereses personales” de actores fundamentalmente desconocidos. Además, los actores de los niveles municipales y nacionales son (casi por definición) ladinos que “no tienen respeto”. Si la caída de los principales se debió a un alcalde ladino corrupto que manipuló a los indígenas, ahora el mismo cuento se repitió con Ulew Che’ Ja’ (con un ladino en el secretariado y presidentes pagados con viajes y dinero del exterior) y el FIS.
CONCLUSIÓN: EL
PODER DE LOS
ALCALDES AUXILIARES
La confrontación a distancia entre los alcaldes auxiliares y la municipalidad, y el crecimiento y la desgracia de Ulew Che’ Ja’, ilustran con bastante claridad la importancia del bosque y la persistencia de la frontera étnica entre las dos alcaldías de Totonicapán. No obstante, también muestra su interdependencia. La municipalidad no puede desarrollar los recursos del municipio sin la cooperación de la alcaldía indígena. Pero tampoco la alcaldía indígena puede desarrollar los cantones o la comunidad k’iche’ sin cooperar con el Estado y sin introducir nuevas técnicas organizativas-políticas provenientes de ese ámbito. La posición de la alcaldía indígena, a medio camino entre Estado y comunidad, va a producir una tensión interna, pero ofrece un espacio para una instancia mediadora permanente, siempre y cuando la institución sea capaz de armonizar las necesidades de ambos polos del eje cultural. Su poder propio es la capacidad de convocatoria. Por ejemplo, en 1999 se movilizaron contra el IUSI4, y así probablemente contribuyeron de manera significativa a la derrota de ese nuevo impuesto sobre la propiedad. Durante el año 2000, en dos ocasiones los alcaldes lograron invitar a miembros del gobierno para hablar ante su junta de gabinete. En la primera ocasión, un secretario de la presidencia habló sobre el pacto fiscal, y en la segunda vino otro para presenciar la publicación de un libro sobre su propia institución y hablar sobre la descentralización del Estado. El libro referido se llama Alcaldes comunales de Totonicapán (Tzaquitzal, Ixchíu y Tíu, 2000). Fue comisionado por la junta directiva de los alcaldes de 1998 y presenta la historia, el trabajo y la situación jurídica de la alcaldía indígena de Totonicapán. En el año 2000 sirvió como material de base para una serie de reuniones regionales con todas las corporaciones. Con el apoyo logístico de una ONG, la junta directiva de ese año visitó casi todos los cantones para presidir un debate sobre el futuro de la institución. En sus discursos, los miembros de la junta siempre resaltaron la necesidad de incluir a los jóvenes, los profesionales y las mujeres para aumentar la atracción de la institución. Argumentaron que esos cambios no significarían una ruptura con la herencia k’iche’, ya que la esencia de “nosotros” reside
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Impuesto Único Sobre Inmuebles.
8 / Publicación mensual de FLACSO precisamente en una organización ancestral que ha logrado cambiar a través de los siglos (y no tanto en el traje o alguna ceremonia religiosa). Las reuniones regionales se dirigieron contra las debilidades internas del Consejo Comunal de Totonicapán en una época en que los jóvenes son cada vez más miembros de una sociedad nacional con un Estado cada vez más integrado. Al aceptar la escuela nacional guatemalteca, la sociedad k’iche’ de Totonicapán opta por esta vía. El problema es que la homogeneización resultante equivale a ladinización. La generación joven, que conoce la escuela, se percata de esta limitación cuando da su apoyo a los proyectos de educación bilingüe; sin embargo, la mayoría de los padres está en contra. Para ellos el k’iche’ sigue siendo una “cosa interna”, y la escuela nada más un vehículo para aprender a manejarse en la sociedad ladina. No es percibida como un instrumento de educación. La producción de “respeto”, o la identidad k’iche’, sigue siendo la responsabilidad de los padres y la comunidad. Otro campo donde las tensiones entre las demandas locales por mantener la identidad choca con la necesidad de más unificación es el desarrollo. Para el “concantonal” común y corriente, “desarrollo”, antes que todo, significa más bienestar social en forma de mejores servicios sociales y económicos. Sin duda, el suministro de agua potable a un 90% y más de las casas en los cantones es un triunfo de las faenas y la solidaridad comunitaria. Por otro lado, dada la cantidad de faenas y cargos ad honorem para mantener unos 120 sistemas independientes de tubería, los totonicapenses posiblemente tienen el agua más cara del país. Los programas de desarrollo del Estado y de los donantes de la cooperación internacional se percatan de esta problemática, pero
Nueva época, No. 8, septiembre del 2001 son contados los alcaldes auxiliares que tienen la visión regional correspondiente. La observación de las particularidades de cada cantón nos hizo reflexionar más de una vez que, en realidad, Totonicapán no es una municipalidad, sino 48 pequeñas repúblicas. Para ser “hijo de la comunidad” hay que participar en las faenas, aceptar los cargos y respetar el consenso –en fin, someterse a la moralidad k’iche’. La fuerza que construye la identidad también construye la cantonalización. En la medida que el Estado aumenta su presencia –suprimiendo el juzgado indígena, introduciendo la escuela y financiando el desarrollo a través de los partidos políticos, las autoridades mayas han ido perdiendo su poder. El último bastión es el bosque comunal. La rivalidad con la municipalidad electa sobre su utilización provocó la caída de los principales, pero también fue instrumento en la reconstrucción de una autoridad conjunta. Primero surgió Ulew Che’ Ja’, sin embargo, su carácter de ONG le restó la legitimidad necesaria. Solamente los alcaldes han podido aprovechar el poder que emana de la moralidad local. Sus éxitos muestran la manera en que han logrado llenar el espacio mediador entre el cantón y la municipalidad, proporcionándole a la alcaldía indígena cambios adecuados en un ritmo también adecuado. Los alcaldes aceptan –y representan– la introducción del desarrollo, la educación y la democracia. Ahora su gran reto es introducir más cambios sin perder la legitimidad. Para hacer frente al Estado y al mundo de la cooperación al desarrollo necesitan tecnificarse y establecer un mecanismo de transferencia de la memoria institucional que rompe con algunas limitaciones, por ejemplo, la rotación anual de los cargos y los procedimientos orales y personales. Ello será casi imposible sin una especie de “apertura k’iche’”, construyendo a la vez una comunidad pan-cantonal k’iche’ o maya.