Actas de las III Jornadas de Investigación en Ciencias Sociales, CIFFyH, UNCba. 2002 Desigualdad social y cultura material en contextos arqueológicos. El caso del Valle de Ambato, Catamarca Andrés Laguens RESUMEN Se plantea el estudio de la desigualdad social en contextos arqueológicos desde una perspectiva que la asocia con procesos de diferenciación y de heterogeneidad creciente en diversas esferas humanas, tanto materiales como inmateriales, habitualmente englobados bajo el concepto de complejización social en arqueología. Una cuestión fundamental que interesa resolver en términos de registro arqueológico, y en referencia a estos procesos de diferenciación, es analizar cuáles son los componentes o factores intervinientes y cómo son y van cambiando sus interrelaciones En particular para Ambato, nos preocupa saber cómo fue dicho proceso en entre los siglos VI y X d.C., cómo incidió en las formas de vida de la gente y cómo fue manejado por las personas desde distintas posiciones sociales, en la vida y la muerte. En este marco nuestro trabajo ha apuntado a reconstruir, desde la cultura material y distintas vías de análisis, aquellos procesos sociales, económicos y simbólicos que dieron como resultado esta nueva configuración social. Analizamos para ello la dimensión espacial de las prácticas sociales y el acceso diferenciado a la cultura material, la tecnología y la explotación del ambiente, así como su cambio a través del tiempo. Como resultado hemos visto - en términos comparativos con las formas de organización previas - que conjuntamente con el surgimiento de la desigualdad social se registra un rápido aumento no sólo en la cantidad y variedad de componentes sino que los mismos pasan a presentarse como nuevos factores intervinientes en el mantenimiento y continuidad de una estructura novedosa de mayor heterogeneidad y diferenciación. Nos preguntamos entonces sobre el carácter revolucionario o no de estos cambios y cómo la cultura material participó en Ambato en esas configuraciones inéditas para su época y región, que pasaron a constituirse como nuevos universos sociales, materiales e ideacionales que, en definitiva, resultaron en redes objetivas de relaciones entre las personas muy diferentes a las previamente conocidas, con otra dinámica y estructura, siendo la de la desigualdad social una entre ellas. Introducción Noroeste Argentino. Catamarca. Valle de Ambato. Siglo VII d.C. Una nueva forma de vida, distinta a la conocida con anterioridad, ha alcanzado a todos los ámbitos sociales y es configurada como una organización en torno a la diversificación de los roles sociales, el mantenimiento de desigualdades económicas y políticas, la intensificación del uso y explotación del ambiente, junto con un aumento en la diversidad de la cultura material y en la cantidad de habitantes, concentrados en varias aldeas. Era una organización contrastante con la forma de vida previa, donde existía un acceso y distribución de recursos materiales y sociales más equilibrado, con menor variabilidad material y disponibilidad de recursos económicos, con menor cantidad de gente en distribuida en poblados más pequeños. En este escenario, una cuestión fundamental a resolver en términos de registro arqueológico y en referencia a este proceso de cambio, diferenciación y complejización social se centra en torno a dos preguntas claves: ¿cuáles fueron los componentes o factores intervinientes? y ¿cómo eran y fueron cambiando sus interrelaciones? En particular, nos preocupa saber cómo fue dicho proceso, cómo incidió en las formas de vida de la gente y cómo fue manejado por las personas desde distintas posiciones sociales, en la vida y la muerte. En este marco nuestro trabajo ha apuntado a reconstruir, desde la cultura material y distintas vías de análisis, aquellos procesos sociales, económicos y simbólicos que dieron como resultado esta nueva configuración social no igualitaria.
Dentro de estos problemas, y desde una perspectiva técnica-metodológica que parte del registro material dejado por las prácticas sociales pasadas, el tema de la desigualdad social surge como un eje en torno al cual es posible analizar desde la arqueología la concurrrencia de varias dimensiones, tales como la escala espacial de dichas prácticas, el acceso diferenciado a la cultura material, la tecnología y la explotación del ambiente, así como su cambio a través del tiempo, con el fin de evaluar continuidades, cambios y rupturas en los factores intervinientes. Desigualdad social, como categoría analítica, habitualmente va atado en arqueología al concepto de complejidad social, en tanto se la supone una consecuencia de procesos evolutivos de heterogeneidad y diferenciación creciente en diversas esferas humanas, materiales e inmateriales, que particularmente en el ámbito de lo social resultan en un organización de tipo estratificada. El acceso diferenciado a los recursos materiales y sociales dentro de una sociedad será una de sus características definitorias (McGuire 1983, McIntosh 1999, Paynter y McGuire 1991), junto con nuevas relaciones de poder en el sostenimiento de la asimetría estructural así generada. El análisis arqueológico nos permite analizar simultáneamente a la desigualdad en dos dimensiones: una vertical o diacrónica, en tanto nos preguntamos acerca de cómo esta sociedad llegó a la desigualdad o la estratificación, y una dimensión horizontal o sincrónica estructural, en cuanto nos preguntamos cómo era esa organización estratificada y cómo se sustentaba y reproducía. En los dos casos, nos interesa poder descubrir cuáles son los factores intervinientes y cuál es su peso o importancia relativa, para luego analizar su accionar e interacción en ambas dimensiones. Nos preguntamos cómo participa la cultura material en este proceso y cómo son las configuraciones resultantes, qué roles diferentes van adquiriendo y cuáles son seleccionandos en el proceso, cómo son conservadas luego estas configuraciones, y las múltiples interacciones en las que participan, desde acentuar la diferencias, bien enmascararlas, estructurarlas, hasta ser fuente de diferenciación, reflejo pasivo o aun medio activo de negociación y poder. Particularmente en la dimensión temporal, se espera que el surgimiento de la desigualdad esté asociado a un incremento de la heterogeneidad y de los factores intervinientes en la diferenciación. En esta misma dimensión diacrónica, nos preguntamos a su vez acerca del proceso histórico de cambio, sus continuidades y rupturas hacia la nueva configuración social. En lo referente a la dimensión estructural, nos preguntamos cómo se organizaban el control y los derechos sobre de los recursos, tanto en términos de acceso y restricción como de su distribución, y cómo la gente manipularía los objetos materiales en estas relaciones de poder asimétricas. A continuación haremos un breve recuento del estado de conocimiento actual sobre la arqueología del Valle de Ambato en el período bajo análisis, para luego centrarnos en aquellos elementos que hemos considerado como variables claves en el surgimiento y mantenimiento de la desigualdad y preguntarnos finalmente acerca de ciertos aspectos particulares de esta clase de procesos de cambio. Estado de avance Durante los últimos cinco años nos hemos planteado como un problema importante a estudiar el tema de la desigualdad social, su origen, desarrollo e institucionalización, y para ello se han llevado a cabo trabajos de excavación y diversos análisis que apuntan a satisfacer esta meta de estudio, sumados a varios años de trabajos previos en la zona realizados por el mismo equipo, interrumpidos por la última dictadura militar (Heredia 1998; Pérez y Heredia 1987, Assandri et al. 1991). Este estudio toma a la cultura de la Aguada en particular como caso clave de análisis, en tanto aparece hasta ahora como una de las primeras manifestaciones del Noroeste argentino donde dichos procesos alcanzaron un desarrollo significativo y duradero, abarcando varios ámbitos geográficos, cada uno con modalidades propias, y estableciendo asimismo nexos más allá de estos ámbitos regionales. Podemos resumir el estado de avance a partir de aspectos referidos a cultura material, economía, ideología y sociedad en cuatro puntos principales: 1. En el Valle de Ambato se registra el surgimiento de una sociedad internamente diferenciada, a partir del siglo III y que perdura hasta el siglo X de nuestra era, caracterizado por la presencia hegemónica de la cultura arqueológica Aguada en toda la región (incluyendo centro y sur de Catamarca, La Rioja y quizás norte de San Juan). 2. Junto con estos eventos de diferenciación social, se detecta un incremento de la población y, entre otros indicadores materiales, el proceso se concreta en la construcción
cultural del espacio, a través de una complejización del patrón residencial, la aparición de la monumentalidad en las edificaciones, la construcción de obras de infraestructura, acompañada de una mayor densidad y variedad de sitios domésticos y públicos. 3. En dicho proceso, la cultura material adquiere nuevas dimensiones simbólicas, en función de una ideología dominante, cuyo alcance no se limita al Valle de Ambato y la región de influencia Aguada, sino que trasciende sus fronteras y se integra regionalmente en un ámbito geográfico extenso de los Andes del Sur, incluyendo vinculaciones con regiones como el oasis de San Pedro de Atacama y el altiplano boliviano. 4. Esta nuevas dimensiones sociales y materiales, a la vez que formaron un nuevo conjunto de recursos - basado en relaciones políticas, activado y manipulado en la ideología implicaron nuevas prácticas y estrategias sociales. Como mencionamos en otro lado (Laguens 2001), en trabajos previos hemos tratado de determinar en términos concretos si era posible considerar a Aguada como una organización social de tipo no igualitaria, teniendo en cuenta otras variables y otras metodologías de análisis más pertinentes a dicha problemática (Assandri y Laguens 1999, Laguens y Juez 1999, Marconetto 2000), pues encontrábamos que históricamente la caracterización de Aguada como una sociedad compleja - y por transición, diferenciada fue siempre una inferencia que estuvo basada fuertemente en la calidad de su producción artesanal, principalmente la cerámica, que impacta por una gran riqueza y complejidad iconográfica en el estilo decorativo. El supuesto es que tal maestría artesanal sólo sería alcanzable dados ciertos grados de complejidad social, que por definición suponen la división del trabajo en especialidad, ya sea de dedicación parcial o completa. Este supuesto, sustentado entonces a partir de lo tecnológico y estilístico, ha sido luego punto de partida para proyectar por extensión hacia otros aspectos materiales una idea de organización compleja, que puede variar tanto desde lo referente a las prácticas funerarias, la organización política, la economía o la arquitectura, hasta otras producciones materiales que, en definitiva, realimentaron circularmente una caracterización - que si bien muy probablemente fuera acertada - resultaba altamente intuida. Lo llamativo de esto es que, pese a estar implicada una organización compleja con desigualdades inherentes en la sociedad, Aguada usualmente ha sido tomada como un todo homogéno, con una visión normativa de la cultura, donde es difícil percibir las diferencias, donde la diferenciación social no esa tema de estudio - en tanto ya es algo sabido dada su "complejidad" - y donde se describe y caracteriza a la sociedad en torno a categorías fijas y tipológicas, válidas para todo miembro de dicha sociedad (cf. González 1998), dentro de las cuales la complejidad funciona como otro elemento descriptivo más en el momento de caracterizar una cultura, tal como las formas cerámicas, el sistema de asentamiento o la cronología. Por cierto que no negamos la existencia de "complejidad" en Aguada sino que, simplemente, es un concepto muy amplio, de un extenso espectro de variabilidad, y que requiere de mayor precisión a la hora de intentar profundizar otros aspectos del cambio social. Mayor precisión, en cuanto aceptamos que si bien la complejidad puede conceptualizarse como una variable continua, y donde sería particularmente ingenuo intentar establecer gradaciones, al menos pueden establecerse parámetros de comparación en base a diversas unidades descriptivas (por ejemplo, cantidad de partes intervinientes, heterogeneidad de sus componentes, diversidad, riqueza, etc.). Si queríamos estudiar un proceso social, cuyo resultado fue un estado de cosas que podemos caracterizar como una organización de bases socialmente no igualitarias, no podíamos partir de un supuesto: era necesario primero optar por el establecimiento de los alcances de la complejidad, luego determinar si dicha sociedad era compleja o no y, si así lo era, con qué criterio y cómo podríamos caracterizar la complejidad de su organización y materialidad. En el estado de avance actual de nuestros trabajos, junto con otros avances recientes en el conocimiento de Aguada en diferentes zonas o sitios (por ejemplo, Kriscautzky 2000a, 2000b, Kriscautzky y Togo 2000, Gambier 2000, González 1998, Gordillo 1996, Kusch y Gordillo 1987, Callegari et al. 2000, Manasse 2000, Sempé 1998, entre otros) podemos hablar con cierto respaldo que Aguada, particularmente en Ambato, fue al menos una sociedad con una organización que marcaba y mantenía diferencias entre sus componentes, más heterogénea que otras que la antecedieron en el mismo lugar, en la cual la intensificación de la economía, la diversificación de los roles sociales y una desigualdad relativa mayor entre las personas configuraron otras tramas de relaciones entre las personas, las cosas y la naturaleza. En otra lado (Laguens 2001) nos hemos preguntado ya sobre el carácter revolucionario o no de estos cambios y cómo la cultura material participó en Ambato en esas configuraciones inéditas para su época y
región, que pasaron a constituirse como nuevos universos sociales, materiales e ideacionales que, en definitiva, resultaron en redes objetivas de relaciones entre las personas muy diferentes a las previamente conocidas, con otra dinámica y estructura, siendo la de la desigualdad social una entre ellas. Esta cuestión surge del hecho que las características del registro arqueológico que permiten sostener este escenario de desigualdad en Ambato, irrumpen bajo modalidades completamente desarrolladas, maduras, como si en un breve tiempo se hubiera producido una ruptura en la continuidad en los modos en que se venían haciendo ciertas cosas y se hubieran producido una serie de cambios profundos, algunos totalmente inéditos y otros como re-elaboraciones de tradiciones previas, que aseguran la continuidad y la génesis local de estos cambios. Todos ellos se manifiestan de diversa forma y en distinto grado en múltiples aspectos del registro, a tal punto que podemos sostener que esta nueva forma de organización, debió ser establecida exitosamente en un lapso breve y no a través de un proceso de incorporación paulatina o reemplazo de ciertos elementos por otros, como se venía creyendo (González 1998: 260, ver también Bonnin y Laguens 1997, Laguens 2001). El problema Con este panorama actual, dijimos que una cuestión fundamental que nos interesa resolver en términos de registro arqueológico, y en referencia a estos procesos de diferenciación, es analizar cuáles son los componentes o factores intervinientes y cómo son y van cambiando sus interrelaciones. Como punto de partida, centralizamos el estudio de la problemática de la diferenciación social en cinco campos específicos, que consideramos a priori como estrechamente vinculados con el cambio social, mutuamente entrelazados y, a su vez, susceptibles de análisis desde el registro arqueológico. Estos campos son: el espacio construido, la economía, la tecnología, las personas y la ideología, abarcando cada uno de ellos diversos componentes. En cuanto al espacio, trabajamos en dos escalas: una mayor que comprende el valle como espacio de asentamiento, y otra menor que se reduce a unidades constructivas individuales. En el primer caso, podemos decir que hay una sectorización del espacio en términos de las características ecológicas y el tipo de uso del suelo asociado a las mismas, que se va escalonando desde el fondo del valle hacia las cumbres de los cerros de las dos cadenas montañosas que lo delimitan: en la parte baja, un sector de asentamiento de ubicación central, donde se concentra la mayor cantidad de unidades de vivienda y sitios públicos ceremoniales; alrededor de éste, un sector de tierras agrícolas, en los piedemontes y faldeos, con construcciones hidraúlicas y agrícolas, junto con algunos asentamientos dispersos; en otro piso altitudinal, un sector de pastoreo, en el norte y cumbres de los cerros, con puestos temporarios. En el sector central, se registra la mayor densidad de ocupación del espacio, con las unidades de vivienda nucleadas en por lo menos tres grupos que conforman aldeas (Assandri 2000, Assandri y Laguens 1999), repitiéndose en cada una de ellas una jerarquización interna del espacio y de las clases de vivienda en función del tamaño, la distancia entre sí y la distancia al río principal. Cuanto mayor es el tamaño de los asentamientos, menor su cantidad y están más cerca del río principal. A su vez, la distancia entre los sitios es directamente proporcional a su tamaño: los sitios pequeños están más algomerados, muy cercanos entre sí, mientras que los mayores aparecen aislados o muy separados de otros, como formando amplias áreas de exclusión. Assandri, en esta mismas jornadas, desarrolla con mayor detalle este tema en términos de desigualdad, pero nos interesa destacar aquí cómo el espacio, más allá de la zonación natural que puede establecer ciertas pautas de uso, es construido como un paisaje diferenciado y jerarquizado. A su vez, teniendo en cuenta las clases de tamaño de los sitios y la cantidad de cada uno de ellos, al estimar las diferencias absolutas en términos de superficie, queda claro que menos gente tenía más derecho a mucho más espacio que la mayoría: el 59 % de la tierra ocupada se distribuye sólo entre 9 asentamientos, mientras el 41 % restante se divide entre 73 casas. (Assandri trata esto con mayor detalle en estas jornadas). En una escala espacial más pequeña, cuando se analiza cada una de las clases de unidades de vivienda y los sitios ceremoniales, si bien se diferencian por las grandes disparidades en el tamaño del espacio construido (desde pocas decenas de metros cuadrados en los sitios de vivienda chicos, a varios cientos o miles de metros cuadrados en sitios residenciales grandes y construccions públicas, como los complejos de plazas y pirámides), todos comparten las mismas técnicas constructivas y exactamente la misma orientación solar, mirando al Este con una desviación de 4 grados, compartiendo todos una misma cosmovisión, sin distinción entre las personas. La diferencia está marcada en la manera en que esas mismas técnicas
constructivas fueron combinadas en morfologías diferenciadas y jerarquizadas por la complejidad del diseño arquitectónico y el emplazamiento en el paisaje. Caro, en estas jornadas, desarrolla con mayor profundidad detalles de este ámbito del espacio, pero destacamos un aspecto que se va a volver a repetir en otros bienes materiales que participan en una doble articulación con respecto a su rol diferenciador: por un lado, hay una distribución homogénea, potencialmente no restringida, de ciertos recursos materiales (como las técnicas de construcción), que son compartidos por todas las personas, en una aparente igualdad; sin embargo, el mismo recurso en otra configuración o combinación, inclusive con la misma función, es convertido en un marcador de diferencias. Algo similar sucede con la tecnología cerámica y, en menor grado, con los animales. En el caso de la alfarería, la cerámica de estilo Aguada, con su alto grado de inversión artesanal, su producción especializada - a lo que nos referiremos más adelante - (Laguens y Juez 1999, Fabra en estas jornadas), su alta calidad y su complicada carga simbólica, podría ser interpretada como un bien de prestigio, de circulación restringida en grupos de mayor jerarquía. De hecho, su fabricación indudablemente estaba en manos de alfareros especializados, distintos del grupo de los consumidores, seguramente con una dedicación de tiempo significativa en su manufactura. Sin embargo, su distribución y uso no estaba restringido a un sector en particular de la sociedad sino que, por el contrario, aparece tanto en los asentamientos pequeños como en los grandes sitios residenciales y ceremoniales. Nuevamente nos encontramos frente a un recurso homogeneizante, que actúa desdibujando las diferencias entre las personas. Sin embargo, si analizamos el discurso del contenido iconográfico de este estilo, es claro que uno de los mensajes apunta a las diferencias entre las personas, señalando permanentemente la jerarquía y la diferenciación (por ejemplo, jefes o señores sentados – símbolo de status en el mundo andino - sacerdotes o shamanes, sacrificadores, vasos retratos), así como hay una narración alrededor de la violencia, la muerte y de lo salvaje, aspectos estos últimos del mundo quizás solamente manejables por gente especializada en el ritual o con prestigio y/o poder (Haber, Laguens y Bonnin 2000) Mencionamos antes que algo similar sucedía con los animales, donde el consumo de recursos faunísticos denota un juego similar entre la aparente igualdad y la equiprobabilidad de acceso al recurso, frente a los derechos efectivos de uso y consumo, diferenciados de acuerdo a la posición social. En general, los animales consumidos pertenecen en su gran mayoría al género Lama (llama o guanaco), los que aparecen en toda clase de sitios, aparentemente sin una restricción en el acceso. No obstante, cuando se analiza las partes alimentarias consumidas o el contexto de uso de los animales en cada clase de sitio, el panorama no es tan igualitario. En cuanto a su uso como recurso alimenticio, el estudio de las pautas de consumo a través de la variedad de piezas anatómicas denota una distribución diferencial en función del contenido de carne: en los sitios chicos, posibles residencia del común de la gente, los restos corresponden primariamente a los extremos de las patas o a huesos con poca carne; mientras que en los sitios residenciales mayores, se trata de mejores cortes, con abundante masa muscular, de buen rinde. En este mismo tipo de sitio jerárquico, hemos encontrado que los animales juegan un rol adicional, en cuanto participan en contextos ceremoniales o rituales, asociados a eventos fundacionales de las estructuras, hallándose esqueletos completos de camélidos neonatos como ofrendas previas a la construcción de muros o, en un caso particular, de un horno para la función de metales, un objeto usualmente de alto valor. Justamente, la presencia de este horno de fundición en un sitio de jerarquía, nos remonta a otro tema asociado a la desigualdad y es el de la existencia de diferenciaciones sociales basada en el trabajo de la gente. Esto se registra tanto en lo concerniente a la tecnología metalúrgica como a la alfarera, que a su vez refleja el manejo y los derechos de acceso a los recursos naturales. En lo referido a la metalurgia, el hallazgo de un horno de fundición de cobre en un recinto especial dentro del sitio residencial grande, Piedras Blancas (más detalles en Caro y en Marconetto, en estas jornadas), marca la presencia de una actividad especializada asociada a, y quizás controlada por, los residentes en esta clase de sitio, posiblemente gente de mayor status o rango social. Como demuestra Marconetto (en estas jornadas), esta práctica artesanal implicó el control de los recursos forestales, que dejaron de ser consumidos de forma generalizada para ser seleccionados para uso preponderante en la fabricación de bienes de metal. Otro trabajo que denota una división de las personas en cuanto a su ocupación especializada es la tecnología cerámica. En este caso, nos encontramos ante una organización de la producción que se basa en pautas muy acotadas de fabricación, formas, tamaños y decoración, las que requirieron de una dedicación significativa de tiempo y una serie de conocimientos específicos, que sólo pudieron haber sido hechos por alfareros especializados, como analiza Fabra en estas jornadas. Es interesante el hallazgo en uno de los sitios de tamaño menor, conocido como Martínez 1, restos que denotan que se trataba de una vivienda de artesanos alfareros (Assandri 1991), lo que hace pensar que esta producción especializada se realizaba en ámbitos de grupos de poca jerarquía social, mayoritarios numéricamente si tenemos en cuanta la cantidad de esta clase de sitios (Assandri 2000 y en estas jornadas). Luego, como vimos más arriba, la
producción era distribuda indistintamente tanto entre el común de la gente como entre los grupos de mayor jerarquía, minoritarios numéricamente en funcion de la cantidad de sitios residenciales mayores. Consideraciones finales Estamos viendo, en síntesis, que en Ambato la cultura material participaba en la definición, mantenimiento y reproducción de desigualdades de una manera ambigua, en tanto mientras aparentemente igualaba, marcaba diferencias; mientras aparentemente era compartida sin distinciones, como si no hubiera restricciones en su acceso, a la vez era elitista; en definitiva, aparentaba homogeneizar, enmascarando y manteniendo las desigualdades. Al inicio de este trabajo nos planteábamos como uno de los objetivos a cumplir, determinar cuáles eran los factores claves en este proceso histórico de diferenciación social y cómo era su interacción. De este panorama ambiguo por parte de muchos de los componentes materiales inervinientes, sin duda lo que hasta ahora surge como un diferenciador clave entre las personas es todo aquello referido al espacio, tanto físico como construido. En términos de espacio físico, son muy sugerentes las diferencias absolutas observadas entre las distintas clases de sitio en cuanto a su tamaño y relación inversa con respecto a su cantidad. No nos atrevemos a hablar desde la arqueología en términos de "propiedad" con respecto a esta evidente desigualdad, aunque sí podríamos decir que el acceso diferencial a la tierra era un contundente diferenciador entre las personas. A esta diferencia en el derecho a la tierra, debemos adosarle el uso de la arquitectura para marcar y enfatizar aún más las diferencias. Como vimos más arriba, si bien toda la arquitectura comparte los mismos recursos constructivos, sin diferencias de jerarquías entre los sitios - como señala Caro en estas jornadas el manejo de volúmenes, de diferencias de alturas y desniveles, de tamaños de muros, de espacios vacíos y tamaños de recintos, junto con la mayor inversión en acabado y adorno de frisos revestidos y pintados en los sitios de mayor tamaño, fueron recursos materiales utilizados para acentuar aún más la desigualdad, ya denotada de por sí en el tamaño de las instalaciones. Si vemos la importancia del espacio y el mundo construido en la vigencia de la desigualdad, es muy interesante asociarla con otro aspecto que hemos señalado con anterioridad cuando analizamos el cambio desde las formas de vida previas a la desigualdad hacia su instauración definitiva en Aguada (Haber, Laguens y Bonnin 2000). Allí nos referíamos que en cierto momento se produce un crecimiento en la delimitación de los espacios domésticos, que es proyectada también a los espacios públicos (los montículos sin límites son convertidos en plazas y pirámides), como si la idea de "casa" marcara una diferencia neta con las organizaciones previas. Es como si la casa, y su delimitación en tanto contenedora de las unidades sociales y en tanto espacio de lo doméstico, de lo cultural frente a lo natural, espacio de lo cotidiano, de la producción y la reproducción social, contrastara con lo anterior a la desigualdad, donde el eje de la vida era el montículo - quizás unifamiliar - donde todo aquello aparece más desdibujado, difícil de discernir en el registro arqueológico en cuanto a su domesticidad, su rol ritual o su función de basural. Es claro que el surgimiento y vigencia de la desigualdad social, conjuntamente con los cambios materiales, fue asociado a un cambio de perspectiva o de la posición de la gente en el mundo y - sobre todo y obviamente - de las personas entre sí, donde unas pocas lograron adquirir de manera irreversible derechos permanentes por sobre las otras, en nuevas en redes objetivas de relaciones entre las personas, totalmente diferentes a otras previamente conocidas. Bibliografía Assandri, S. B. 1991 Primeros resultados de la excavación en el sitio Martínez 1 (Catamarca, Argentina). Publicaciones 46: 53-86. CIFFyH, U. N. Córdoba, Argentina. 1999 Procesos de Complejización Social y Organización Espacial en el Valle de Ambato, Catamarca. Tesis de Maestría en Arqueología Social. Universidad Internacional de Andalucía, España. m.s. Assandri, S. y A. Laguens 1999 Asentamientos aldeanos Aguada en el Valle de Ambato. Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Córdoba. En prensa.
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