¿Cuánto vale la vida de las mujeres invisibles? Un

La escena es ajena a Sierra Leona, Liberia o Guinea, los paí- ses más .... te su rechazo al uso de la fuerza pa- ... calada bélica de las milicias armadas.
2MB Größe 8 Downloads 124 vistas
2

|

enfoques

| Domingo 28 De septiembre De 2014

planetario

El peso del amor es un problema para el gobierno de París natHalie Kantt

PARA LA NACION

PARIS.– Vanessa y Michel, Mica y Néstor, Tiffany y Robert, y Hassan y Samira vienen de rincones del mundo muy diversos, pero tienen algo en común: todos pasaron por el Pont des Arts y sellaron su amor con un candado. Se prometieron la eternidad, colgaron el candado –con forma de corazón, de plástico rosa o el clásico de metal dorado– y lanzaron juntos la llave al Sena, como indica la “tradición”. Esta costumbre romántica, que habría nacido en 2006 en el puente Milvio, en Roma, a partir de la publicación del libro (y posterior película) Ho Voglia di Te, de Federico Moccia –que vendió más de dos millones de

ejemplares–, se convirtió en un problema para la municipalidad de París. Las rejas del costado del puente se desploman por el peso y los paneles, que llegan a pesar hasta 500 kilos, cuatro veces más que el límite admitido, se tienen que cambiar todo el tiempo. La municipalidad multiplica las medidas para disuadir a los enamorados. A través de una campaña de comunicación, incita a los turistas a inmortalizar su amor con una selfie que luego postean en las redes sociales con el hashtag #lovewithoutlocks. En algunas partes ya empezaron a reemplazar las rejas por paneles de vidrio. A ver si funciona. Parejas de turistas enamorados no es lo que falta en esta ciudad. ß

Las mujeres ganan espacio en las listas de candidatos en Uruguay nelson fernández

CORRESPONSAL EN URUGUAy

MONTEVIDEO.– Hasta último momento, los partidos políticos en Uruguay trabajaron en el armado de sus listas de candidatos al Senado y Diputados, de forma tal de contemplar la nueva ley de cuota por género, que obliga a intercalar al menos una mujer entre dos hombres en cada hoja de votación. El plazo para presentar listas a las elecciones legislativas que se harán dentro de cuatro domingos venció el martes pasado a medianoche. Las mujeres llegaron al Palacio Legislativo uruguayo en el verano de 1943, pero siempre fueron minoría en el total de la Asamblea General. De hecho, Uruguay ocupa uno de los

últimos lugares en América latina en la tabla de participación de mujeres en el Poder Legislativo, con 11% del total de bancas. La Corte Electoral ahora revisa lista por lista para comprobar si fue respetado el requisito de dos a uno para intercalar candidatos según el género. En tanto, la abogada Michelle Suárez podría ser la primera transexual en llegar al Senado. Eso porque es la tercera suplente del primer senador del Partido Comunista, y hay acuerdo político para que, cuando el tema a tratar en el recinto esté vinculado a la diversidad sexual, el titular y sus suplentes dejen la banca a Michelle para que ingrese en la sala a exponer y votar. ß

La 2 puente aéreo

La política de la frustración ante los ojos del mundo Martín Rodríguez Yebra

—CORRESPONSAL EN ESPAñA—

s

MADRID

i de verdad algún integrante de Estado Islámico (EI) decidió amenazar a Cristina Kirchner tal vez en estos momentos esté sufriendo una reprimenda de sus superiores. Nadie como ella en su desfile por los salones del poder en Nueva york se acercó tanto a trivializar las atrocidades de los fundamentalistas que horrorizan al mundo y hasta se encargó de hurgar en los agravios que pudieron empujarlos a su política de la muerte. Le reprochó, por ejemplo, a Estados Unidos haber difundido las imágenes de Barack Obama viendo por televisión el operativo militar de captura y ejecución de Osama ben Laden en 2011: se preguntó si mostrar algo así no lleva a que otros quieran “transmitir otras cosas”, en alusión a las decapitaciones ventiladas por EI en Internet. Es evidente que la Presidenta no tuvo la voluntad de justificar al jihadismo, pero su intervención en el debate más acuciante del momento para la comunidad internacional dejó desorientadas a las cancillerías que hace tiempo buscan un rumbo lógico en la política exterior argentina. Cristina argumentó profusamente su rechazo al uso de la fuerza para combatir al terrorismo islámico, pero atribuyó a su “amistad” con el papa Francisco las amenazas que denuncia haber recibido por parte del EI. Es decir que la tendrían en la mira por estar vinculada a un líder religioso que respaldó los bombardeos norteamericanos al territorio invadido por los extremistas. Su firme alegato contra las guerras encaja dificultosamente con el fervor con que semanas atrás recibió a su aliado Vladimir Putin en plena escalada bélica de las milicias armadas por Rusia en el Este de Ucrania. En gran medida la postura presidencial quedó teñida por la frustración que le habrá despertado la escasa empatía que encontró entre las grandes potencias con la causa nacional contra los fondos buitre. Lo que intentó fue vincular las urgencias locales con las que obsesionan a buena parte del resto del mundo; una operación dialéctica delicada, al menos si se quiere evitar el riesgo de parecer insensible a las grandes tragedias humanas. “No sólo son terroristas los que ponen bombas”, les enrostró Cristina a sus colegas en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ese encuentro anual al que ya no la acompañan para aplaudirla las víctimas de los atentados contra la AMIA y la embajada de Israel. Puso especial énfasis en condenar el “terrorismo financiero” cometido por aquellos que “desestabilizan la economía de un país desde el pecado de la especulación”. Resulta sintomático del momento que vive la diplomacia argentina desde la crisis de la deuda que horas antes de dar ese discurso Cristina Kirchner hubiera recibido con honores de estadista a George Soros. Nada menos que un empresario que saltó a la fama mundial hace 22 años por provocar la quiebra del Banco de Inglaterra con un ataque masivo a la libra esterlina que le permitió ganar 1000 millones de dólares de la noche a la mañana. Más que otra contradicción puede haber sido un reflejo de la habitual tolerancia del kirchnerismo con los “pecados” –por usar sus palabras– cuando se los hacen a otros. A medida que se acerca a su ocaso, el Gobierno ya no cultiva los aliados que quiere sino los que puede. ß

g Un conjuro contra el miedo Por Pedro B. Rey | Foto Luc Gnago/Reuters abidjan, 25 de septiembre de 2014. Parecería que, entre serios y jocosos, los alumnos esperan uno de los consabidos actos escolares, esos donde, sea en la latitud que sea, revisten niños en atuendos pintorescos y colaciones autóctonas. La ronda es amplia, y también el prolijo patio de tierra alisada se muestra a la expectativa de lo que vendrá. El protagonista principal de la representación ya se encuentra, sin embargo, ocupando el lugar que le compete. No es un actor ni un instrumento percusivo, sino una suerte de altar higiénico: un depósito de agua que echa el líquido en tres lavatorios plásticos que, a su vez, conectan con baldes repletos de desinfectante. Muy pronto se mostrará allí a los

HuMor

chicos cómo limpiarse con cuidado extremo para no correr riesgos de contagio. El fantasma que recorre el oeste de África produce, y con razón, miedo: se llama ébola. La escena es ajena a Sierra Leona, Liberia o Guinea, los países más afectados por la epidemia. Registra en verdad una mañana escolar en la francófona Costa de Marfil, donde, a pesar de un rápido sellado de fronteras, la paranoia del contagio es palpable en cada gesto. Ese mismo jueves, pero a miles de kilómetros de la escuela Anono de Abidjan, donde fue tomada la fotografía, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, anunció que la fiebre hemorrágica se sigue expandiendo y mata más de 200 personas por día. Una catástrofe

de futuro incierto contra la que el resto de la humanidad reacciona parsimoniosa, como si fuera un mal ajeno, distante, endémico de un rincón pobre del planeta. Mientras se busca que los países no queden aislados de contactos aéreos y marítimos, lo que complicaría la ayuda humanitaria, proliferan las campañas preventivas, incluidos murales donde –sin eufemismos– se insta a no hacer las necesidades en la vía pública. En comparación, a los chicos de la escuela marfileña se les evitó la brutalidad de esos dibujos. Tendrán la suerte de poder trastocar el recuerdo. Si todo sale bien, evocarán aquel acto como el día en que, más que vivir en peligro, tuvieron al agua como estrella. ß

desde el MarGen

¿Cuánto vale la vida de las mujeres invisibles? Fernanda Sández

—PARA LA NACION—

joe Heller/ estados Unidos La respuesta bélica de Obama, ganador del Nobel de la Paz en 2009. “ISIS estuvo aquí.”

patrick Chappatte/ suiza Triunfo del NO en el referéndum independentista escocés. –¡Volví!

¿C

uánto vale una mujer? Esta pregunta –que a menudo eriza el sensible pelo de las que han hecho del feminismo un clon del machismo, pero con mejor prensa– tal vez sea clave para entender mucho de un mundo obediente a las particularidades del mercado. De la oferta y la demanda, del precio y del valor. De lo que vale mucho. y de lo que no vale nada. El martes pasado se conmemoró un nuevo Día Internacional de Lucha contra la Explotación Sexual y la Trata de Mujeres y Niños. y en una de esas ironías siniestras, la fecha –elegida en recuerdo de la primera ley en el mundo destinada a combatirla, una norma argentina sancionada en septiembre de 1913 y conocida como Ley Palacios– coincidió con varias noticias policiales que tuvieron por protagonistas a mujeres, adolescentes y niñas. Hubo desaparecidas. Hubo golpeadas. Hubo asesinadas. y la clásica letanía a cargo de los familiares de turno, rezando esa oración pagana que dice así: “Hoy le tocó a X, y a ella nadie nos la va a devolver. Por eso pedimos justi-

cia, para que no haya ninguna X más”. En la Argentina, hay una X cada 30 horas, según informa la ONG La Casa del Encuentro. Fueron 295 en 2013. “De haber sido hinchas de Boca, o de River, esto sería un verdadero escándalo. Pero como son mujeres, no pasa nada”, dice lúcidamente una feminista de la vieja escuela. Vidas que valen nada. Pero, según comenta la periodista Fernanda Ballati en Vivir para juzgarlos –una investigación sobre la trata en la Argentina y en el mundo–, en otros contextos esas mismas vidas valen, y mucho: “Las ganancias que produce la explotación sexual es de aproximadamente 100.000 dólares por año por cada víctima mujer, mientras que un niño forzado a la prostitución genera una renta promedio de 160.000 euros, de acuerdo con un informe de la Oficina Europea de Policía”. ¿Cuánto vale una mujer, entonces? ¿Cuántas de esas cosas que “no podemos entender cómo pasan” –secuestros, “desapariciones” con y sin nombre propio, la riada de muertas– resultan más comprensibles con estas cifras a mano? Pero esa multitud de ausentes son eso: ausencia. La clase de alarmas que nadie escucha. ¿Cuánto vale una mujer, entonces? Depende. A Laura Elías, ex esposa del político José Ottavis, dirigente de La

Cámpora y quien denunció ante la Justicia haber sido atacada por una patota, se lo dejaron escrito en las paredes de su casa: “Matar a una puta y a una hormiga sale nada. Cerrá la boca”. Otras veces, la vida de una mujer vale tan poco que hasta dejarla respirar se vuelve gasto. Así lo entendió José Sánchez el día que decidió degollar a Graciela Leiva, su mujer. Pero como el tribunal concluyó que Leiva le era infiel, esquivó la condena a perpetua. Que la mujer, entendida como “propiedad” de su marido, hubiese andado devaluándose por allí en secretos entreveros, hizo de su asesinato algo más liviano. y, de su vida, algo muchísimo menos importante. y no lo dice el criminal; lo dice el Estado. En el caso de Paola y Martina, la mujer que fue apuñalada y tirada junto a su beba a un desagüe, el precio también fue una bicoca: 700 pesos. Eso era lo que esperaba de su ex pareja, en concepto de alimentos. Terminó en una boca de tormenta. En esas ochenta horas de ausencia, hubo dos muertas más. ¿Cuánto vale una mujer, entonces? Lo que susurran, a coro, las alarmas que nadie escucha, esa cara magullada y la trágica sirena de las alcantarillas: nada. Un precio que, cada treinta horas, una muerta flamante se acerca a recordarnos. ß