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FELIPE DE ASÍS Su camino de Fe, Cruz y Sol

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©2010, Gonzalo Cruzat González ©De esta edición: 2010, Aguilar Chilena de Ediciones S.A. Dr. Aníbal Ariztía 1444, Providencia, Santiago de Chile

ISBN: 978-956-239-739-1 Inscripción Nº 188.750 Impreso en Chile/Printed in Chile Primera edición: febrero 2010

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.

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ÍNDICE

Prefacio ..........................................................................

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Primera parte: Felipe crece en la fe...............................

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Segunda parte: Felipe carga su cruz ..............................

33

Tercera parte: Felipe iluminado por el sol .................... 173 Epílogo........................................................................... 297

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«Como al mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y Jesús gritó muy fuerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y, al decir estas palabras, expiró». LUCAS 23, 44-46

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PREFACIO

Tantas veces mi hijo Felipe me había pedido que le leyera respecto de la muerte de su Señor. Y cada vez que lo hacía, una lágrima corría por su mejilla. Ahora había llegado la hora de su propia muerte, dejaba este mundo siendo aún un niño, con sus cortos once años. Todas mis certezas se habían desvanecido en un segundo y un gran misterio envolvía la muerte de mi amado Felipito. Era el día viernes 3 de abril del año 2009 y una gran tristeza inundaba al Hospital de la Universidad Católica de Chile. Felipe había luchado durante catorce semanas a la espera de un trasplante de corazón. Y aunque el que necesitaba nunca llegó, removió los corazones de todo un país. Ese día la televisión y radio repetían con urgencia y profunda tristeza: –Murió Felipe Cruzat, murió Felipe de Chile. Nadie se esperaba esa muerte tan imprevista de nuestro hijo, Felipe estaba saliendo adelante con un corazón artificial implantado dos semanas antes, los médicos se mostraban optimistas y ese día estaba especialmente bien su condición de salud. Recuerdo el impacto de su muerte en tantas personas anónimas, la profunda tristeza de esas madres que veían reflejados a sus propios hijos en Felipe y el desconsuelo de tantos niños que habían pedido incansablemente al cielo por la recuperación de su nuevo amigo. Tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta lucha, todo nos parecía sin sentido a los ojos de esta limitada condición humana. Su vida fue hermosa y plena, caracterizada por la alegría permanente y confianza infinita en Dios, que sin duda sería una maravillosa historia para compartir. Pero lo que me llevó a escribir este libro no es esa pequeña y gran vida que tuvo mi hijo, sino las circunstancias misteriosas de su muerte. Felipe siempre nos sorprendió por su espiritualidad y cercanía a Dios, pues desde muy pequeño leía todas las noches la 11

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FELIPE DE ASÍS

Biblia por iniciativa propia, lo que le permitió con los años alcanzar esa sabiduría y pureza de corazón que como padres tanto nos impresionaba. Pero fue durante el año 2008 cuando esa faceta espiritual de nuestro hijo comenzó a tomar una dimensión imprevista, asociada a la dilatación de su corazón. En su mirada podía percibir que presentía que la muerte le llegaría todavía siendo un niño, pero él no tenía miedo, se mantenía alegre y agradecido de la vida. Yo lo animaba a que lograríamos trasplantarle su corazón, pero él guardaba un profundo silencio e irradiaba una hermosa paz. Un día llegó corriendo a mi dormitorio, estaba extremadamente feliz, sus ojos emitían un brillo especial y una pureza que me sobrecogió. Entonces me dijo: –Papá, Jesús me va a dar un cuerpo nuevo, un cuerpo que no se enferma. No es un cuerpo de ángel, sino uno humano que no se enferma. Esas palabras tan misteriosas para mí las guardé en lo más profundo de mi ser y preferí no preguntarle mayores detalles, pues sabía que hablaba de su muerte. La insuficiencia cardíaca de Felipe avanzó a gran velocidad, pero pudo con enorme esfuerzo terminar ese año escolar. No obstante, en el mes de diciembre su salud se resintió y su nuevo hogar comenzó a ser el hospital. El día domingo 11 de enero de 2009, de forma imprevista, Felipe se descompensó y los médicos pensaron que nuestro hijo moriría en unas horas. Antes de perder la conciencia, Felipe le dijo a Ignacia: –Mamá, ten fuerza, mucha fuerza; pero acá se hará la voluntad de Dios, no la nuestra. Pero nuestro hijo no murió esa noche y comenzó una larga lucha por concretar el trasplante de corazón. En esa interminable espera de un donante, para mí se hacía cada vez más evidente la presencia de Dios en torno a Felipe, pero no lo comentaba abiertamente, sino sólo a Ignacia, mi mujer. En ese período se fueron multiplicando hechos misteriosos, uno de los cuales me llevó a una reliquia franciscana que muchas personas la consideran milagrosa. Se trataba de 12

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la sangre de Fray Andresito, un humilde fraile español que murió con fama de santidad en la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile hace 156 años. Sangre que nunca coaguló y permanece inexplicablemente líquida en un tubo de vidrio. Desde el momento en que esa reliquia franciscana visitó a Felipe sentí que había una misteriosa conexión entre Fray Andresito y nuestro hijo, aunque para mí era algo totalmente irracional. Unas semanas después, nuestro hijo nos dijo que el fraile lo visitaba en el hospital cuando nosotros no estábamos, lo que nos puso los pelos de punta. Algo inexplicable estaba sucediendo, lo cual se hizo más evidente cuando el sacerdote Francisco Salgado nos dijo: –Felipe es realmente un hermano franciscano. Esas palabras fueron para mí la confirmación de algo que presentía, aunque no tenía ninguna lógica, pues mi hijo era sólo un niño. El caso de Felipe tomó gran connotación pública y se hizo conocido como el niño que requería de un trasplante urgente de corazón para seguir viviendo. Pero los hechos misteriosos permanecían ocultos en su círculo más cercano. El día en que murió Felipe se intensificaron los misterios, y fue uno de ellos el que me llevó a tomar la decisión de publicar este libro. Ese día, el sacerdote franciscano Francisco Salgado llegó al hospital nuevamente con la sangre de Fray Andresito. Felipe estaba aún inconsciente, pero recuperándose lentamente con su corazón artificial recientemente implantado. Podíamos esperar con tranquilidad a que hubiese un donante de corazón. Antes de entrar a ver a Felipe tuvimos una conversación que nunca olvidaré con el padre Francisco, quien nos dijo: –Gonzalo e Ignacia, los hermanos franciscanos de la Recoleta hemos llegado a la conclusión de que Felipe es un enviado de Dios. Luego, habló de la posibilidad de la muerte de Felipe una vez cumplida su misión. A las tres horas Felipe estaba muerto: un violento e inesperado derrame inundó de sangre sus pulmones. Sus médicos estaban ahí, por lo que intervinieron de inmediato, pero no pudieron salvarle la vida. 13

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FELIPE DE ASÍS

En el momento en que Felipe murió tuve la certeza espiritual de que Dios lo había llamado a su presencia y que Jesús había cumplido en él la promesa de un «cuerpo nuevo». Una sensación muy especial recorría mi cuerpo y sentía que la misión de Felipe había sido traer un «mensaje» celestial. Le pedí a Dios que me revelara el contenido de ese mensaje que supuestamente había traído mi hijo Felipe. Si lo encontraba, mi compromiso era hacerlo público a través de un libro. A medida que escribía este libro, el mensaje se fue misteriosamente revelando y cada vez estaba más impactado de lo que me parecía que era su contenido. Se trataba de un mensaje universal, dirigido al mundo entero. Por momentos requerí de mucho valor para seguir adelante, pues sabía que mi interpretación de los hechos generaría gran resistencia en algunas personas. Finalmente, llegué a la convicción de que Felipe es una señal de los tiempos, que nos muestra la cercanía de una gran intervención de Dios sobre este mundo. Su mensaje pareciera decir que como humanidad estamos construyendo con arrogancia un mundo sin Dios y caminamos peligrosamente hacia la autodestrucción. Pero no debemos tener miedo, pues cuando todo parezca perdido, Dios nos inundará de paz, amor y esperanza eterna. A lo largo del libro voy relatando los hechos tal cual ocurrieron, para que cada lector saque sus propias conclusiones. Yo llegué a las mías y no digo que sean la verdad, sólo es mi interpretación, que me dejó en paz después de la muerte de mi hijo. Si a alguien ofendo con mis interpretaciones de los hechos, le pido de antemano disculpas, pues está lejos de mi intención el polemizar. De hecho, por momentos pensé no publicar este libro por lo delicado de su contenido, pero quise ser fiel a la promesa que hice a Dios al momento de la muerte de Felipe. Espero que esta lectura los haga meditar respecto de los misterios de Dios y les permita detenerse por un momento en esta agitada vida moderna. 14

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PRIMERA PARTE FELIPE CRECE EN LA FE