¿Creés que soy linda? Decime lo que ves aunque me duela

16 ago. 2014 - comprado la golosina que dijimos que no íbamos a comprar así no hay berrinches, forcejeos ni caras lar- gas. Claro, ellos se van encantados ...
2MB Größe 9 Downloads 28 vistas
4

|

SÁBADO

| Sábado 16 de agoSto de 2014

Psicología

¿Creés que soy linda? Decime lo que ves aunque me duela En plena era del narcisismo digital, YouTube multiplica videos de adolescentes que imploran el juicio de Internet sobre su aspecto físico Douglas Quenquaaug THE NEw YORK TIMES

NUEVA YORK.– Sammie, una tímida adolescente de 13 años de Nueva Jersey, salió de la ducha y se puso una remera gris. Se dejó el pelo mojado y decidió no maquillarse. En silencio, para no despertar a su familia, se paró frente a la cámara y empezó a hablar, casi en susurros. “Los chicos de mi escuela y del campamento dicen que soy la persona más fea que vieron en sus vidas – murmuró–. Hasta podría ser la persona más fea de toda la historia. Sean honestos y díganme si soy tan fea o no. Puedo soportarlo, pero por favor no sean crueles.” Sammie tituló el video “¿Soy fea o linda?”, y al igual que miles de otras chicas que hicieron videos similares, lo subió inmediatamente a YouTube. Varios meses después, tras 72.000 visitas y 2000 comentarios al video, Sammie sigue igual de insegura sobre su aspecto físico, según dijo en una entrevista telefónica en diciembre pasado. Pero sí aprendió mucho sobre la crueldad del mundo. “Ya no quiero ver ese video –dijo–. Me hace mal. Hay gente que me dice que me mate, y realmente te hunde enterarte de que hay personas así dando vueltas por el mundo.” Lo que Sammie quería era tener un poco más de claridad sobre el tema: “Hay mucha gente que me dice que soy linda, y mucha otra gente que me dice lo contrario. Así que se me ocurrió averiguar qué tenían que decir todos los demás”, explica hoy. Los padres y amigos de chicas adolescentes se han enfrentado desde siempre con la misma pregunta: “¿Te parece que soy linda?”. Pero para una generación que creció con YouTube y los teléfonos inteligentes, esa pregunta va dirigida cada vez más hacia cualquiera que navegue por Internet. Actualmente, uno puede pasarse horas mirando breves videoclips de chicas inseguras, y hasta de algunos chicos, que imploran el juicio de Internet sobre su aspecto físico. A diferencia de los entornos cerrados en sí mismos como Facebook o Instagram, y de los servicios de mensajería interpersonales como Snapchat, el sitio abierto YouTube es el preferido por las jóvenes que quieren saber la opinión de lo que para ellas es “el resto del mundo”. “Sean honestos”, suelen postear. “Me la banco.” Y no sorprende que los resultados puedan ser devastadores, en especial,

apretar el botón correcto o apagar el geolocalizador no significa que puedan entender el aprendizaje social o cómo piensa el sexo opuesto o sus coetáneos o incluso gente más grande –plantea Uhls–. Cuando se muestran de esa manera, no entienden que se están abriendo al conjunto de la sociedad. Ya no es el seguro entorno familiar al que están acostumbrados.”

sobre el frágil ego de las más jóvenes. “Sí, la verdad que sos horrible. Ahora andá a llorarle a alguien a quien le importe”, comentó un varón sobre el video de una chica. “Fea, al principio creí que eras un chico”, le escribió una mujer a una chica que no parece tener más de 12 años. Y, sin embargo, los videos se multiplican. Una búsqueda en YouTube con las palabras “Am I Pretty?” (¿Soy linda?) arroja más de 23.000 resultados. Algunos de los videos se remontan a 2009, aunque, al parecer, la mayoría son de los últimos dos años. Y día a día suben más videos, y bajan otros. Últimamente, este fenómeno ha hecho surgir incluso sátiras, burlas, la “justicia digital por mano propia” y hasta una obra de arte performático. No sean crueles Los videos siguen un mismo modelo: hablar a cámara, mostrar la cara, tal vez compartir algunas fotos, explicar el dilema de cada cual (“Mis amigos me dicen que soy linda, pero, sin embargo, no me parece que sea linda”, dice una de las chicas), y luego pedirles a los visitantes que compartan su opinión sincera en los comentarios. Algunas les piden a quienes miren que no sean crueles. “Si soy fea, pongan Sos fea, pero con buena onda, por favor. Si son crueles, me voy a poner mal, triste y esas cosas”, dice una chica llamada Brianna mientras muestra su cara con el ceño fruncido (“creo que sos linda, pero un poco rara”, le respondió alguien en un comentario.) Aunque los sitios web de “Sexy o no” existen desde que existe Internet, la apropiación que han hecho de ese formato las chicas preadolescentes ha movilizado reacciones más profundas en algunos observadores del fenómeno. Para algunos, los videos son el vergonzoso resultado de la acentuada crisis del narcisismo norteamericano. “Es el fruto sistémico de una cultura joven obsesionada con lo superficial”, escribió un periodista de opinión en The New York Post. Otros se inclinan por considerar a esas chicas víctimas. Esos videos “son una nueva forma de automutilación, como hacerse cortes en el cuerpo o los desórdenes alimenticios”, dijo un psiquiatra, en diálogo con la agencia AP. En 2012, el blog de interés femenino Jezebel se preguntaba: “¿Qué hay que hacer para que YouTube lo declare ilegal?”. “Básicamente, estamos forzando a las chicas a participar de su propio autoabuso, y después las culpamos

La actriz Louise Orwin realizó una performance basada en su experiencia con estos videos por eso”, escribió un periodista del Huffington Post. Según los psicólogos, no es casualidad que prácticamente todos los videos sean de chicas de entre 13 y 15 años. Cuando los preadolescentes entran en la escuela secundaria, empiezan a abandonar el capullo protector de sus familias y amigos de la infancia, y empiezan a medirse según los estándares de la sociedad. Es la etapa que el psicólogo Erik Eirkson

llama “identidad versus confusión”, durante la cual los chicos no entienden cómo hacer que su identidad en ciernes pueda encajar en un cuadro social más amplio. YouTube parece haberles brindado a los adolescentes una herramienta para lidiar con un problema eterno. “Desde el punto de vista del desarrollo, es normal buscar validación afuera, y empezar a pensar sobre la imagen de uno mismo y sobre có-

nyt

mo definirse a sí mismo a esa edad”, explicó Yalda T. Uhls, psiquiatra e investigadora del Centro de Medios Digitales Infantiles, de la ciudad de Los Ángeles. “Antes solían consultar con sus amigos, pero ahora también tienen esta nueva herramienta.” Como bien sabe cualquier padre de un chico o chica preadolescente, hay una gran diferencia entre subir un video a YouTube y entender las consecuencias de hacerlo. “Que sepan

Algo de protección Ahora bien; si algunas de estas chicas están subiendo estos videos como una especie de ataque preventivo contra el bullying, diciendo cosas feas de sí mismas antes de que lo hagan otros, lo cierto es que, por lo menos, algunos las defienden. Como si fueran una especie de hermanas mayores, varias videoblogueras han respondido con sus propios videos, explicándoles a las chicas las razones de por qué deben dejar de esperar la validación de gente desconocida, o incluso abochornando a quienes comentan para insultarlas. Otras se toman los videos con humor, y se muestran planteándole la pregunta de si son lindas a su teléfono celular. Louise Orwin, una ácida performer londinense, creó e interpretó la performance “Pretty Ugly” (juego de palabras que puede traducirse alternativamente como “linda fea” o “bastante fea”), basada en su propia experiencia de realizar videos tipo “¿Soy linda?”, pero desde personajes inventados. “Lo que descubrí es que los comentarios que más me afectaban no eran los del estilo «Mejor matate», sino los del tipo «Tenés los ojos demasiado juntos», y esas cosas –contó Orwin, de 27 años, en una entrevista telefónica–. Realmente me costaba digerirlos, así que no quiero ni pensar el efecto de esos mensajes si tuviese 10 años menos.” A Sammie, la experiencia la afectó del mismo modo. “Quedé bastante deprimida”, aseguró. Sin embargo, hasta hace poco, se negaba a bajar el video de la web, porque para ella bajarlo era como una admisión de su fealdad. Hace un par de meses, el video desapareció de Internet, pocas semanas después de que su padre se enteró de su existencia. Antes de que se bajara el video, Sammie dijo que estaba pensando en filmar una secuela, pero esta vez, con maquillaje. “Así la gente puede ver cómo me veo durante el día –concluyó Sammie–. Además, ahora soy un poco más grande.”ß Traducción de Jaime Arrambide

escenas urbanas Martín Felipe/AFV

Cierre el miércoles pasado de la muestra de arte Ipanema de Oskar Metsavaht: Adriana Delgado, Javier Aparicio, Vanesa Gervasini, Tomás Powell y María Lanusse

pequeños grandes temas Maritchu Seitún

Ayudarlos a lidiar con la negativa paterna

E

s nuestra tarea de padres acompañar a nuestros hijos con empatía, límites y duelo, así, todo junto y en el mismo paquete. Porque podemos ponernos en el lugar de nuestro hijo, caminar cinco leguas en sus zapatos y a partir de allí comprender infinitos deseos,

pensamientos, sentimientos, sueños o pedidos, pero inevitablemente accederemos sólo a algunos de ellos, e incluso muchas veces con ciertas restricciones. Cuando la empatía con nuestros chicos no está acompañada por límites, rápidamente se convierte en

un laissez faire que no los prepara para enfrentar los contratiempos que se les van a presentar (cuando no estén cerca nuestro y no podamos allanar sus dificultades). Como no podemos evitar que sufran o se frustren, ni podemos garantizar que estén contentos o que sean felices, es importante que se fortalezcan y tengan recursos cuando les lleguen problemas y dificultades. El duelo, tercer paso inseparable de los dos anteriores, implica comprenderlos y acompañarlos en el dolor por aquello que desean… ¡y no pueden tener! (o no deben, no les hace bien, no es correcto, no es el momento, daña a otros, etcétera). Y no estoy hablando de grandes dolores como una muerte o una gran desilusión, sino de los pequeños dolores de cada día, cuando no pueden remolonear

un rato más en la cama, o no es su turno para la PlayStation, o tienen que dejar de jugar para ir a hacer la tarea, o la amiga no puede venir a casa, o se acabaron sus galletitas favoritas. Es una lección muy dura que debemos aprender como padres, porque ¡es tanto más sencillo comprender y decir que sí! Por ejemplo, salir del centro comercial habiendo comprado la golosina que dijimos que no íbamos a comprar así no hay berrinches, forcejeos ni caras largas. Claro, ellos se van encantados a casa, pero esto resulta en “pan para hoy, hambre para mañana”. La empatía fortalece a los chicos que, de a poco y de nuestra mano, aprenden a confiar en lo que su mundo interno les dice y así sostienen, defienden y pelean por aquello en lo que creen. Pero si esa comprensión de los adultos no

va acompañada de reglas de convivencia claras, de enseñanzas de conductas éticas, de pautas de vida saludable, de normas de seguridad, de adecuado acompañamiento para tolerar frustraciones, esperas y esfuerzos, el fortalecimiento no puede consolidarse. Por eso no siempre podremos permitirle a un hijo hacer las cosas tal como anhela, sueña, desea, pide, pretende o exige… Como dice una historia que me llegó por mail: los padres somos como la cáscara de huevo que se resiste al picoteo del pollito, sólo cuando su pico tiene fuerza suficiente para romperla, el pollito está listo para salir al mundo. Los chicos se fortalecen picoteando contra el “no” de sus padres y de otros adultos. Desde: “Quiero un caramelo ya”, pasando por “No te vayas a trabajar”, llegando muchos años más tarde a “Ne-

cesito tu auto para salir con mi novia”. Muchas veces diremos que sí, pero muchas otras responderemos “Sí, pero no ahora”, “Esta vez no se puede”, “¡Qué lindo sería!”, “Cómo cuesta aceptar que…”, o sea: no. No tiene por qué ser arbitrario o injusto (cosa que nos acercaría a los padres autoritarios), pero tampoco tenemos que dar explicaciones hasta el hartazgo (como hacen los permisivos para convencerlos de que ese “no” es bueno para ellos). Los chicos se benefician con una explicación corta que informa de nuestras buenas razones para decir que “no”, con nuestro acompañamiento del dolor que les produjo nuestra negativa, y también con el hecho de que toleremos sin ofensas ni venganzas su frustración ante esa respuesta negativa.ß La autora es psicóloga y psicoterapeuta