Consecuencias de una cacería

Salvador es traductor y trabaja en una editorial ... Salvador Zevi es un personaje que tiene relación directa ... lente fondo sesentista a esta historia de hoy con ...
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Espectáculos

Página 4/Sección 4/LA NACION

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Jueves 17 de mayo de 2007

Consecuencias de una cacería Buena

✩✩✩ Zodíaco (Zodiac, EE.UU./2007, color; hablada en inglés). Dirección: David Fincher. Con Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo, Robert Downey Jr., Anthony Edwards, Brian Cox, Elias Koteas, Chloë Sevigny, Dermot Mulroney. Guión: James Vanderbilt, sobre los libros Zodiac y Zodiac Unmasked, de Robert Graysmith. Fotografía: Harris Savides. Música: David Shire. Edición: Angus Wall. Presentada por Warner. 158 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.

Como en Seven, su film más celebrado, David Fincher apunta aquí a un asesino serial, el ignoto Zodíaco, que aterrorizó a la bahía de San Francisco a fines de los sesenta y principios de los setenta. Pero el rumbo que toma esta vez es bien diferente: la atención está puesta menos en la recreación de los crímenes que en la escrupulosa descripción de los efectos que la obstinada cacería genera en quienes investigan los hechos, periodistas y policías cuyas vidas se verán alteradas para siempre tras años de obsesiva persecución. Con similar tenacidad, Fincher busca que su narración traduzca lo más auténticamente posible el nervio y la tensión de una pesquisa policial abordándola desde diversos ángulos: desde el minucioso seguimiento de cada acción del asesino y de cada pista que los detectives creen encontrar hasta el auxilio de una tecnología que va cambiando con el correr del tiempo o los obstáculos que entorpecen la investigación, muchos de los cuales provienen de la falta de coordinación entre dependencias y jurisdicciones.

Obsesiones El audaz homicida (la historia es real) irrumpió en la escena pública seis meses después de concretar su primer asesinato. El 1º de agosto de 1969, tres cartas suyas e idénticas fueron recibidas en el San Francisco Chronicle, el San Francisco Examiner y el Vallejo-Time Herald. Contenían detalles que sólo la policía y el autor podían conocer acerca de la matanza de una joven pareja en un camino poco

NILSON FILMS

Alejandro Awada en su primer protagónico, como Salvador Zevi

Curiosa historia de amor y tormento Buena WARNER

Jake Gyllenhaal como el dibujante novato del San Francisco Chronicle Robert Graysmith

transitado y del sanguinario homicidio, tiempo después, de una muchacha cuyo novio logró sobrevivir al feroz ataque. Sumaba a su desafiante envío un complejo criptograma que quizá contendría su nombre y una clara amenaza: si la carta no era publicada en esos diarios habría nuevas muertes. Era sólo el comienzo del perverso juego del gato y el ratón con el cual el psicópata mantuvo en vilo a civiles y uniformados y siguió presente en los medios hasta avanzados los setenta, a pesar de que la última muerte que se le adjudicó (él solía atribuirse algunas ajenas) se registró antes del fin de la década. Fincher abre el film magistralmente con un par de escenas de fuerte impacto. La vibración se prolonga en los minutos siguientes, que han de alternar las acciones policiales y la

intimidad de la redacción del Chronicle, donde trabajan dos de los cuatro personajes principales: el dibujante novato para quien cualquier enigma es un desafío (Jake Gyllenhaal) y el cronista policial que se hace cargo del caso (Robert Downey Jr). Cada uno a su tiempo, tanto ellos dos como los policías asignados a la investigación (Mark Ruffalo y, en menor medida, Anthony Edwards) asumirán el reto del Zodíaco como una causa personal. Su fortuna es diversa, pero al primero le cabe la de haber volcado su experiencia en los dos libros sobre los que se basa el film.

Detallismo abrumador Quien busque sobredosis de violencia y suspenso podrá salir algo decepcionado: Fincher destina una media hora a los crímenes y el

resto de los 158 minutos, a exponer la marcha de la investigación y el modo en que ésta afecta la vida de los personajes volcados hasta la obsesión al desentrañamiento del caso, lo que a ratos apasiona y a ratos abruma. Son cazadores que de algún modo terminan siendo víctimas de su presa. Además del brillo de su lenguaje visual y del rédito que obtiene de su notable elenco, Fincher exhibe otras virtudes, como la de exponer con claridad una trama compleja. Aunque su deliberado detallismo torne al relato abigarrado y genere algún bache en la acción. Varios incidentes pudieron haberse suprimido sin alterar el resultado final, que es, de todos modos, más que satisfactorio.

Fernando López

Un relato sin méritos para llegar al público Mala

✩ ¿Infidelidad? (Argentina-España/2007). Dirección y guión: Miguel Oscar Menassa. Con Antonia San Juan, Miguel Oscar Menassa, Luis Miguel Seguí, Adrián Castaño y otros. Fotografía: Rafa Roche. Música: Indios Grises. Presentada por Grupo Cero y Cinenormal. Hablada en español. Duración: 82 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años, con reservas.

Desde varios puntos de vista, el psicoanálisis transita por la pantalla grande a través de diversas facetas que abarcan un amplio espectro en el que queda en descubierto una serie de problemas tanto de intensidad dramática como en clave de comedia. Miguel Oscar Menassa, un psicoanalista argentino atraído por la poesía y por la pintura que está radicado desde 1976 en España, sumó a sus ambiciones estéticas la realización de varios cortometrajes y debutó en el largo con ¿Infidelidad?, una propuesta que basada en un guión que también le pertenece,

reunió a una serie de personajes en torno de varias situaciones que pretenden hablar de la infidelidad, del odio, de los celos y de amistades siempre dispuestas a mentir para salir indemnes de las traiciones sentimentales. Todos ellos tienen en común que engañan a sus parejas, pero cada uno de ellos lo hacen de una manera distinta. En este juego amatorio intervienen dos psicoanalistas, una escritora, un profesor, un librero, una mujer madura deprimida, un jardinero y otros prototipos que recorren un camino de enredos entre frondosos diálogos, monótonas escenas y una comicidad que nunca logra la más mínima sonrisa. El realizador intentó con su ópera prima poner sobre el tapete al psicoanálisis y demostrar que, a través de él, pueden darse las situaciones más alocadas y absurdas cuando ese grupo humano va desovillando sus problematizadas vidas. Como idea, posiblemente hubiese podido interesar a través de los sufridos elementos que cada uno de esos personajes soportan sobre sus hombros, pero

GRUPO CERO/CINE NORMAL

Una serie de personajes mal encarnados en sus intérpretes

ni como director ni como guionista Menassa supo imponerse para que su temática lograse el necesario nivel para hacer reflexionar y lograr un pasatiempo estilo vodevil. Hay en ¿Infidelidad? un largo camino de errores. Los largos y estrambóticos parlamentos, algunas escenas en las que priman el sexo sobre la naturalidad que exigía el relato y una pretensión exagerada se unen para convertir al film en un relato que bien pronto pierde su interés en medio de ese maremagnum de seres dispuestos a lograr una nueva forma de vida. Pero si la dirección y el guión adolecen de todos los errores posi-

bles –desde una fotografía mediocre hasta una cámara que reitera planos y se fija en los protagonistas con tanto aburrimiento como desinterés–, no menos elemental es el trabajo de los intérpretes, de los que bien vale omitir sus nombres. ¿Infidelidad?, pues, queda como una de esas películas realizadas por un grupo de amigos para su propia diversión. Ello sería plausible si el film no llegase a las pantallas comerciales y se evitara que el público tropezara con esos relatos que nunca debieron salir de la cabeza de sus productores.

Adolfo C. Martínez

✩✩✩ El traductor (Argentina/2005). Dirección: Oliverio Torre. Guión: Oliverio Torre, basado en la novela homónima de Salvador Benesdra. Fotografía; Miguel Miño. Música: Pablo Memi, Eduardo Pivo. Con Alejandro Awada, Jacqueline Aranda, Paulo Brunetti, Olga Nanni, Flavio Bagdadi, Luis Méndez, Luis Brunstein. Presentada por Nilsson Films. Hablada en español. Duración: 90 minutos. Calificación: para mayores de 16 años.

Salvador es traductor y trabaja en una editorial supuestamente progre. Es un tipo muy particular, extrovertido, caracterizado por sus ciclotimias. Asegura ser de izquierda, y se lo ve como escondiendo un pasado militante, en el que estuvo convencido de que las utopías eran posibles, finalmente curtido de espanto porque muchos de su generación habían, de golpe, aceptado las reglas del capitalismo salvaje como si nada. Vive en un departamento antiguo, sin ninguna decoración más que una mesa llena de libros, una computadora y una cama. Es la cúpula de una vieja esquina en la que se refugia con sus fantasmas, planea su día a día. En una de esas tardes de bar y fernet conoce a una chica bonita, pero no mucho. Es una provinciana a medias brasileña, adventista activa, más o menos convencida de lo que predica, y a la hora del sexo incapaz de sentir placer alguno. A él, mezcla de personajes de Arlt, Marechal y Cortázar, aquella frigidez le inspira transgresiones; a ella, la locura y violencia de ese hombre, en principio contenida, finalmente manifiesta, la seduce. Los dos se quieren, de una manera infrecuente, más allá de sus propias miserias, y hasta pueden ser felices en ese subsuelo donde nada es como debería ser. Por esa cualidad –o debilidad–, su relación deviene más interesante: son seres torturados que alcanzan una meta que, es curioso, los hace felices. Salvador Zevi es un personaje que tiene relación directa con Salvador Benesdra, autor de la extensísima novela El traductor, la única que escribió aprovechando los tiempos muertos durante su trabajo como redactor de política internacional en Página/12, donde fue víctima de un despido masivo en 1995. Un año después de aquel percance Benesdra se quitó la vida arrojándose al vacío

desde el balcón de su departamento. Su novela-legado quedó como una pequeña gran obra sólo conocida por unos pocos privilegiados.

La esencia del original El Salvador de la versión cinematográfica del debutante Oliverio Torre tiene algo esencial de aquel Ricardo del relato de Benesdra: su tremenda desilusión por los ideales, por la fidelidad a los valores, por la vida misma. Es poco menos que un extranjero de la vida que le tocó, un personaje salido de la filosofía existencialista con la que comulgaron muchos jóvenes intelectuales de la década del 60. Salvador –igual que el auténtico Benesdra– lleva una pesada mochila en la que carga un pasado que no quiere recordar del todo y un presente que busca esquivarle, aunque no puede. Es oportuno que observe una y otra vez la calle desde lo alto de aquella cúpula que muchos le envidian: observa el asfalto, la vereda donde el auténtico Salvador le dijo adiós al mundo que lo había traicionado y a su propia locura. Por algo el viejo adagio popular iguala traductor con traidor: Salvador termina incluso traicionándose en busca de un algo que lo satisfaga. Está solo, y no sabe realmente qué es lo que espera. Torre no adapta el relato sino abreva en la esencia de su protagonista y construye una historia simple, cruel, y hasta sórdida, porteña, que apuesta, sin excesos, por un personaje marcado por un gran enigma que lo hace interesarse y desinteresarse al mismo tiempo de todo lo que lo rodea. Alejandro Awada (en su primer papel protagonista en cine) demuestra ser un actor dúctil, capaz de abordar la comedia popular (por TV), o personajes comprometidos, como el que compuso en El aura, y éste, que no necesita declamar para expresar sus angustias. La música cumple un papel importante. Su cruza entre jazz y tango apiazzollado resulta un excelente fondo sesentista a esta historia de hoy con mucho del ayer que dio como resultado este presente cargado de contradicciones. El traductor deviene así, más allá de sus altibajos, la propuesta de un cineasta con idea del cine, en tiempos que la producción local sigue en busca de un sello para sus temas, una singular forma de contar historias y un público que se identifique con ellas.

Claudio D. Minghetti