CONCEPTOS GENERALES EN ORIENTACIÓN VOCACIONAL Sergio ...

Epistemología crítica: Ana María Fernández, en su libro El Campo Grupal. Notas para una genealogía, organiza el concepto de transdisciplina a partir del libro ...
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CONCEPTOS GENERALES EN ORIENTACIÓN VOCACIONAL Sergio Rascovan 2006 Introducción A partir de esta clase empezamos a transitar un itinerario común en el que esperamos aportar conceptos, recursos, experiencias, inquietudes que nos ayuden a avanzar en la comprensión de un campo de problemáticas humanas muy particular al que, genéricamente, se conoce como vocacional. Del mismo modo nos interesa también aportar en dirección de la optimización de las intervenciones que venimos realizando. Por eso decimos que a lo largo de este curso iremos recorriendo los tópicos que consideramos centrales en los discursos y en las prácticas de la orientación vocacional en la actualidad. Consideramos necesario partir de las líneas que fueron configurando la matriz de origen de la orientación vocacional: el discurso psicotécnico. Desde allí intentaremos caracterizar la crítica que, principalmente desde el psicoanálisis (al menos en Argentina), se hizo a esta práctica y que inauguró la denominada modalidad o estrategia clínica. Lo que vamos a intentar puntualizar a lo largo del curso es que ambas maneras de concebir y operar en orientación vocacional, esto es, la psicotécnica y la clínica, comparten -en sus evidentes diferencias- cierto molde conceptual hegemónico, que consiste en recortar la problemática en aspectos estrictamente individuales, y también en considerar el contexto como una escenografía donde se despliega un problema y no como un contexto que se hace texto, en tanto una dimensión constitutiva. Adherimos precisamente al paradigma crítico y es el que proponemos como superador de los criterios reduccionistas de los modelos precedentes. El mismo se basa en considerar lo vocacional como un campo de problemáticas atravesadas por variables de distinto orden, irreductibles a lo psicológico, lo social, lo económico, etc. La idea será pensar lo vocacional como un nudo, como una encrucijada donde las diferentes variables que lo componen se entrecruzan configurando una trama inextricable. Lo central será pensar y operar con los problemas vocacionales articulando permanentemente lo singular con lo colectivo. Explicitar lo conceptual, lo teórico está al servicio de esclarecer y de optimizar las intervenciones. Como diría Cornelius Castoriadis , se trata de "pensar lo que hacemos y saber lo que pensamos". Así nos planteamos distinguir los sectores en los que se puede intervenir (salud, educación, trabajo) con el propósito de identificar sus cualidades específicas y proveer de herramientas para el diseño de programas. Es decir, nos proponemos identificar lo común y lo diferente que tiene la intervención de orientación vocacional en cada campo, en cada sector o institución social. A su vez al establecer las cualidades específicas desde una perspectiva conceptual, nos proponemos proveer de recursos prácticos para cada tipo de intervención (psicológica, pedagógica y social), y para diferentes niveles de abordaje (individual, grupal, institucional y comunitario). Principales conceptos ¿Qué es la vocación? La palabra vocación proviene etimológicamente del latín vocatio, que significa “llamado”. Indica la acción de llamar y, derivadamente, el hecho de ser llamado. También se puede tomar el vocablo vocare, que significa llamado interno. De manera que desde su etimología la palabra vocación abre a dos acepciones posibles: 1. Como un llamado que alguien hace desde el exterior, desde afuera de un sujeto.

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2. Como un llamado interno, una voz interior que impulsa al sujeto hacia determinados “lugares”, actividades, ocupaciones. Por influencia del discurso religioso, la palabra vocación connota una forma duradera de vida, o un estado de vida al que el ser humano está llamado. Con el tiempo se extendió a otras actividades humanas más allá de lo religioso y se lo asoció a vocación profesional. A lo largo de la historia -y todavía en el presente- hubo ciertas profesiones que tuvieron -y tienen- una fuerte asociación entre profesión y vocación. Las más extendidas tienen que ver con la “vocación docente”, la “vocación médica”, la “vocación artística”, habitualmente vinculadas con la idea de entrega y sacrificio. Es así que cotidianamente el término “vocación” es utilizado como predisposición, tendencia, “deseo de”, o inclinación hacia una tarea o actividad. Si la vocación -tal como expresa el diccionario- es la inspiración con que Dios llama a algún estado, podremos afirmar que cada persona tiene, desde el nacimiento su vocación preestablecida. Pero esta aptitud con la cual cada individuo nacería, es un don de Dios. Es decir, se trataría la vocación como una expresión de la revelación divina. La noción de vocación como algo dado (desde el nacimiento) y que puede encontrarse en el interior del individuo está muy ligada a la idea que tuvo origen en las sociedades modernas, a partir del desarrollo del conocimiento científico: la vocación como algo hereditario, genético. En ambos casos -revelación divina o constitución genética- la vocación es algo oculto y la misión del individuo sería vivir para descubrirla. Dicho de otra manera, la vocación nos invitaría a intentar descubrir para qué fuimos hechos cada uno de nosotros. Esta manera de ver la problemática vocacional, en la actualidad, se hace casi insostenible. La relación de la vocación con el momento histórico en el que un sujeto vive es insoslayable. ¿Quién podría haber dicho tener, en el siglo XIX, una vocación en “educación virtual”? Por citar sólo un ejemplo que nos involucra a todos quienes estamos compartiendo esta experiencia. Por eso decimos que la vocación se construye a lo largo de la vida. Y esa construcción tiene que ver con determinadas inclinaciones y potencialidades de la persona; con el conjunto de experiencias que va desarrollando en su vida social. La vocación se construye a partir de los diversos vínculos que las personas establecen con los variados “objetos” (personas, actividades, lugares, experiencias) de la realidad social. Si la vocación es entendida como un llamado interno, innato, que guía hacia una única actividad determinada (carrera-ocupación), entonces se podría afirmar que la vocación no existe. Así entendida, no habría vocación Si en cambio no hay una relación necesaria entre el sujeto y el objeto, si el sujeto no está “atado” a un solo objeto, entonces se abre la dimensión de la libertad, y, con ella, la posibilidad de elegir. Por lo tanto, la vocación, más que revelación, es búsqueda como ejercicio de la libertad. La vocación no es (si se la toma como proceso acabado), es un ser siendo como proceso de creación. Concebida en este sentido, como algo que se va construyendo a lo largo de la vida, “algo” que se mantiene pero que también cambia, la vocación sí existe, y todos podemos tenerla. Pero... ¿qué es la vocación? La vocación es un entramado complejo entre los deseos del sujeto, por un lado; y las posibilidades y ofertas del mundo sociocultural, por otro.

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La trama que se va tejiendo tiene que ver con los vínculos que las personas establecen con los “objetos” de la realidad social. A su vez, el hecho de que una persona se vincule más o mejor con determinadas personas, lugares, actividades o cosas, está íntimamente relacionado con el mecanismo psicológico de la identificación . La vocación como categoría conceptual propia de la Modernidad expresa una certeza, un absoluto que en la vida subjetiva podría hallarse, como venimos diciendo, vía revelación y/o hallazgo o, por el contrario, a través de un proceso de construcción más o menos racional a lo largo de la vida. Ambas perspectivas, en sus innegables diferencias, se encuadran en el mismo paradigma: lineal, certero y absoluto para pensar y operar en torno a la vocación. Sería como pensar del siguiente modo: “Si hay vocación, se la puede descubrir o se la puede construir”. Este razonamiento, sin duda moderno, se sostiene en la consideración de la vocación como verdad. Así concebida, la vocación aparece como portadora de una impronta de origen que la liga a un llamado interno, innato en un caso, o a una construcción asociada con el conjunto de experiencias desarrolladas en la vida social. Vocación que, de esta manera, se nutre de diversos vínculos que los sujetos establecen con variados objetos (otros sujetos, actividades, lugares, experiencias) de la realidad social. Tanto desde una perspectiva como de la otra, la vocación es la que parece guiar al sujeto hacia una única actividad determinada (carrera-ocupación). Y la orientación vocacional desde esta concepción, sería la práctica psicológica que le asegure al sujeto descubrirla -en un caso- y/o encontrarla -en el otro-. Para nosotros, en cambio, la vocación más que revelación o construcción de algo seguro, categórico será búsqueda. En este sentido, la metáfora del horizonte1 es la que mejor representa la dinámica de la vocación como proceso incesante y, en cierta medida, imposible: Caminando hasta encontrarlo, allí donde (no) está y seguir siendo, buscando, viviendo. El horizonte siempre presente, observable y escurridizo, en tanto producción imaginaria, le sirve al sujeto para movilizarse ("caminante no hay camino, se hace camino al andar..."), para activarlo, para ponerlo en marcha. La paradoja del horizonte al igual que la vocación es que, al mismo tiempo, son y no son. Repetimos, insistimos: la vocación no es (si se la toma como proceso acabado), es un ser siendo como proceso abierto, indefinido, contingente. Entendida de este modo, como algo que se va construyendo -deconstruyendo - reconstruyendo a lo largo de la vida, como algo que se mantiene, pero que al mismo tiempo cambia, la vocación sí existe, y podemos desarrollarla, enriquecerla, reorganizarla. La vocación, como búsqueda de un horizonte y como proceso de construcción - deconstrucción reconstrucción de la subjetividad ligada al hacer, quedará necesariamente implicada en los procesos relativos al deseo y el goce2, con la herida narcisística que inevitablemente producirá en la teoría y en la práctica de la orientación vocacional.

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Rascovan, S. (1992). La metáfora del horizonte.

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Estos conceptos, deseo y goce tienen su impronta en el psicoanálisis lacaniano. 3

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Vocación y elección Las actividades, las ocupaciones, los trabajos, los empleos son medios para desplegar lo que podríamos llamar genéricamente deseo vocacional , en tanto fuerza, energía que nos inclina sobre determinados objetos, y no sobre otros. Muchas veces se confunde la vocación con una profesión u ocupación. Sostener esto significaría pensar de una manera muy mecánica el fenómeno, como si fuese una relación de tipo causal. La fórmula -para los que piensan así- podría ser: “A una vocación, una ocupación”. En realidad, afirmar que una persona tiene vocación para una única carrera, ocupación, profesión sería casi un disparate. Sí, se podría reconocer la inclinación o preferencia por determinado tipo de actividades. Lo que sobreviene a una preferencia es siempre un tema de elección, que conlleva la toma de decisión. ¿Lo tomo o lo dejo? En última instancia, nos pueden gustar varias o muchas cosas en la vida, pero el tema no es sólo de gusto, de preferencia, sino de elección. Lo que es seguro, es que no todas las cosas que nos gusten, podremos hacerlas simultáneamente. Por eso es que la vocación lleva aparejada la elección, y la elección es un proceso y en última instancia un acto, el de elegir algo. En el preciso instante en que se toma la decisión de elegir algo, se deja afuera todo el universo de alternativas relacionadas con aquello elegido. Cuando uno elige, sobrevienen muchos interrogantes. Pero en una elección es determinante la actitud de quien elige. La capacidad para tolerar las cosas que se dejan afuera. El compromiso es fundamental. Esperar motivarme o salir a buscar el interés en aquello que elegí. ¿Acaso la curiosidad no hace que uno se pueda entusiasmar por diferentes temas de la realidad? Acerca de los problemas vocacionales Los problemas humanos en general y los vocacionales en particular se han complejizado en los últimos años, y su abordaje requiere abandonar la ilusión de una teoría completa explicativa de los diferentes objetos de estudio y adoptar una posición que reconozca la transversalidad del conocimiento y recurra a los diferentes saberes, a modo de una “caja de herramientas” en la que cada instrumental se utiliza en función de las necesidades que los diferentes problemas del campo generan. Lo vocacional es un campo (y no un objeto) en la medida que su existencia supone un entrecruzamiento de distintas variables intervinientes: sociales, políticas, económicas, culturales, psicológicas. Analizar la complejidad de este campo implica respetar las diferentes variables que lo constituyen, recurriendo a los saberes específicos de las diversas disciplinas. Se trata de adoptar un pensamiento plural, que no invalide las especificidades disciplinares (asociadas a la idea de objeto), muy por el contrario, se nutre de ellas, con el propósito de trabajar en red a través de una epistemología crítica. Desde una perspectiva social, la elección de qué hacer, en términos de ocupación, está estrechamente relacionada con el contexto social, económico, político, cultural. El contexto es determinante de las formas particulares que adquiere la organización del trabajo y del aparato productivo en cada sociedad, en cada momento histórico (objetividad de primer orden según Pierre Bourdieu ). Desde una perspectiva subjetiva, lo vocacional -tal como nos enseña el psicoanálisis- está estrechamente vinculado con la dialéctica del deseo. La búsqueda de “objetos vocacionales” básicamente, trabajo y/o estudio- es incesante y, a su vez, contingente. No hay un objeto necesario para un sujeto. El proceso de búsqueda de objetos que satisfagan el deseo es, por lo tanto, interminable y desde luego, concomitante de la propia constitución subjetiva. 4

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Los problemas vocacionales, asociados con el qué hacer, en términos de itinerario vital en el área laboral y educativa, están hoy fuertemente atravesados por la incertidumbre en relación al futuro, la fragmentación y marginación social, la desocupación y la precarización laboral, la desesperanza y desesperación. Estas características de la época actual están asociadas a la llamada metamorfosis de la cuestión social, cuyo eje central es el derrumbe de la denominada sociedad salarial como ordenamiento clásico de las sociedades capitalistas. A partir de este nuevo escenario de la vida social agravado en los países subdesarrollados, o periféricos por las crisis económica, pero también política, lleva a preguntarnos cómo inciden estos fenómenos sociales en la producción de subjetividad, básicamente con relación a las maneras que los seres humanos tienen de construir sus itinerarios de vida en las diferentes formas del hacer, aquello que podríamos denominar genéricamente como itinerario vocacional. Los itinerarios vocacionales en las sociedades modernas se organizaron centralmente alrededor del trabajo, como sostén para la vida económica, pero también, y básicamente, como fuente de derecho, de modo que la escasez o disminución del trabajo genera cambios en las formas de organizar la vida humana. En el contexto histórico actual, me inclino por pensar lo vocacional como incluido en un campo mayor, la Salud Mental, aunque no exclusivamente. Podría, también incluirse en otros campos mayores como son Educación y Trabajo. Adjetivar ciertos problemas humanos como vocacionales supone, entonces, la articulación de tres categorías conceptuales: subjetividad, educación y trabajo. Pensar lo vocacional desde la perspectiva de la Salud Mental Comunitaria (SMC) implica un cambio de paradigma. Se trata de revisar l os tradicionales modelos de abordaje en orientación vocacional que, por lo menos en Argentina, privilegiaron la comprensión de los problemas vocacionales en el ámbito del sujeto individual. Por lo mismo, las respuestas que se han dado fueron a través de una intervención personalizada del llamado “consultante” (para diferenciarlo del paciente, por un lado, y del alumno, por otro), individuo al que se lo diagnosticaba aplicando diversos recursos. El diagnóstico podía elaborarse desde dos posiciones diferentes, aunque igualadas en la supremacía de lo individual: la modalidad clínica y actuarial. Recordemos que en su libro La orientación Vocacional. Una estrategia clínica, Rodolfo Bohoslavsky distingue la modalidad actuarial (con una fuerte influencia de la psicología experimental, considerada una práctica muy vinculada a la selección y orientación profesional, al servicio de la medición de aptitudes, intereses, rasgos de personalidad, etc.) de la modalidad clínica que, bajo la influencia del psicoanálisis, inició una nueva etapa caracterizada por la preocupación en torno al sujeto que elige. Tal como afirma el autor, esta nueva modalidad de intervención implicó el pasaje del “cuánto puntaje tiene y qué elige” a “quién es y cómo elige”. Su principal aporte fue la recuperación del sujeto en el proceso de orientación. El consultante fue entendido como sujeto hacedor y protagonista de su propia historia- y no, como objeto de medición. Los dispositivos de orientación vocacional fundados en ambas modalidades (clínica y actuarial) reforzaban las comprensiones naturales de lo vocacional, excluyendo a la vida socio-comunitaria y a la cultura del análisis de la problemática y, por ende, de las acciones prácticas. Las formaciones universitarias de grado en el país han sido subsidiarias de este modelo de intervención, al propender a la producción de un profesional “especialista” en alguna área aislable de la vida. Los problemas vocacionales, concebidos como vicisitudes existenciales, son parte del campo de la salud mental comunitaria (aunque no necesariamente formen parte del sistema de salud), no pueden comprenderse desde la sola referencia a los individuos aislados, tampoco en la abstracción de una causalidad social.

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Los problemas vocacionales se ubican justamente en la relación entre individuo y sociedad, y esta manera de pensar pone inmediatamente a la comunidad en el centro del problema. La aceptación de este nuevo campo para el abordaje de los problemas vocacionales modifica casi todos los criterios anteriores: se requiere de un tipo de conocimientos que permita integrar y articular diferentes áreas en que la tradición académica organizó el saber (antropología, psicología, psicoanálisis, sociología, economía, pedagogía). Esta diferenciación y especialización en la organización de conocimientos, y en las especialidades a que da lugar, ha mostrado ser fuente de dificultades para un tipo de acciones de salud que requiere comprender el problema en la complejidad de la vida social y comunitaria, contextualizar los enfoques y los objetivos, y programar acciones con la participación de sectores, instituciones y organismos comunitarios. Eso lleva a que la formación profesional, fuertemente ligada a la comprensión parcializada de la problemática vocacional de individuos aislados, se constituya en una presión importante para dar a la atención en orientación vocacional un sesgo asistencialista, basado en la atención de consultorio (aún cuando se atienda en ámbitos no hospitalarios, los valores de la atención permanecen ligados a los del consultorio profesional). Elección de carrera, una elección vocacional Todavía está presente la elección de carrera como paradigmática de las problemáticas vocacionales. Sin embargo, no desconocemos que todavía hoy existe una fuerte demanda social para que, desde la orientación vocacional, se den respuestas a la problemática de elección de carrera. Elegir un estudio de nivel superior es una experiencia trascendente en la vida de una persona, porque con esa decisión comienza a proyectarse -tal vez como nunca antes- el futuro. De manera que la elección de carrera va articulando tres dimensiones: estudio, trabajo , y en un sentido más amplio, el tipo o estilo de vida que se llevará en la adultez. Indudablemente, elegir una carrera hoy, no es igual que hace algunos años, por diversos motivos, de los cuales dos son los que sobresalen: 1) La oferta de posibilidades de estudio ha aumentado considerablemente. En los últimos 10 años se incrementó a casi el doble la cantidad de instituciones y de carreras. La variedad -en cantidad y calidad- de “objetos” de estudio hace de la oferta un verdadero “mercado” académico. La complejidad que caracteriza al “mundo” de los estudios superiores en la actualidad provoca que cada vez sea más difícil conocer esta realidad que se presenta de manera caótica a todos los jóvenes a la hora de tomar decisiones. 2) Los cambios en el mundo del trabajo y su impacto en el desempleo, y la exclusión social. Las actividades laborales son mucho más cambiantes, producto del impacto de las nuevas tecnologías informatizadas. La carrera que un joven elige a los dieciocho años sufrirá muchos cambios, y los trayectos profesionales tendrán un recorrido muy sinuoso, con muchas alternativas. Por eso, más allá de elegir una carrera, habrá que estar preparado para adaptarse a los cambios. En algún sentido, cada persona irá construyendo su propia carrera profesional, a partir de sus estudios, sus trabajos, sus experiencias de vida. Elegir es, pues, un proceso y a la vez un acto. Es un proceso en tanto está íntimamente vinculado con la historia personal de un sujeto; con un conjunto muy variado de experiencias, anécdotas, objetos, personas y situaciones de vida. El proceso de “construcción” de la decisión acerca de qué, cómo, cuándo, dónde elegir una carrera se va armando y desarmando a lo largo de la historia personal, fundamentalmente a partir del contacto con personas que nos rodean, muy especialmente los padres, amigos, y los “modelos” o personas significativas.

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El proceso de elegir es la acumulación de experiencias, pensamientos y sentimientos que una persona tiene en relación a determinados objetos, en este caso el estudio. Este proceso supone un tiempo en el que se va elaborando una decisión, a veces de manera consciente; otras, no tanto. Elegir es también un acto ya que implica la toma de decisión en un momento y lugar determinados. Es decir, se puede ir pensando y “madurando” la decisión. Uno puede tomarse su tiempo si así lo necesita -y si se lo permiten-, pero en el área del estudio hay una fecha preestablecida para formalizar la inscripción a la universidad o al instituto terciario y, si no se lo respeta, uno puede quedar afuera, al menos por ese año. Hay, por lo tanto un acto, aquel que materializa la elección. Es recomendable que en la elección de una carrera se tenga en cuenta los tres aspectos centrales que están en juego en el campo vocacional: el sujeto que elige, las ofertas de estudio, el contexto social-histórico-cultural. Para poder clarificar los aspectos implicados en la elección de una carrera, existen al menos dos acciones que se pueden llevar a cabo y son: - Conocer la oferta de “objetos”, tanto en el ámbito de estudio como de trabajo. - Conocer-se un poco más. Es decir, indagar o explorar algunos aspectos personales, del presente y de su historia. Los sujetos sociales pueden realizar ambos procesos individualmente (lo que no excluye compartirlo en grupo). Sin embargo, cuando se hace difícil resolverlo de manera autónoma se puede pedir ayuda. Precisamente es allí cuando se habilita la inclusión de un profesional de la orientación vocacional. Profundizaciones: Identificación: La identificación es el proceso por el cual un sujeto adquiere rasgos de otro/s sujeto/s, para luego asumirlos como propios. El proceso de identificación es la operatoria psíquica por la cual el yo establece relaciones con los otros, hace lazo. Epistemología crítica: Ana María Fernández, en su libro El Campo Grupal. Notas para una genealogía, organiza el concepto de transdisciplina a partir del libro de J. M. Benoist, La interdisciplinariedad en las ciencias sociales. Fernández afirma que los criterios transdisciplinarios se sustentan a partir de una elucidación crítica de las totalidades, buscando nuevas formas de articular lo uno y lo múltiple. En su propuesta de contactos locales y no globales, focalizan un “thema” en su singularidad problemática y éste es atravesado por diferentes saberes disciplinarios; sin embargo, no pretenden unificarlos en una unidad globalizante. Por lo tanto, más que una búsqueda de universales, indaga matrices generativas, problemas en relación a los cuales los atravesamientos disciplinarios puedan dar cuenta de las múltiples implicancias del tema en cuestión. Esto hace posible elucidar tanto las convergencias como las divergencias disciplinarias en relación al mismo. (El Campo Grupal. Notas para una genealogía. Pág. 139) Objetividad de primer orden según Pierre Bourdieu: “El universo social tiene como peculiaridad que las estructuras que lo conforman llevan, por decirlo así, una doble vida. Existen dos veces, la primera en la objetividad del primer orden, establecido por la distribución de los recursos materiales y de los modos de apropiación de los bienes y valores socialmente escasos (especies de capital). La segunda en la objetividad de segundo orden, bajo la forma de clasificación, de esquemas mentales y corporales que fungen como matriz simbólica de las actividades prácticas, conductas, pensamientos, sentimientos y juicios de agentes sociales. Una ciencia de la sociedad debe necesariamente, proceder de una doble lectura o, para ser más precisos, echar mano de un 7

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juego de lentes bifocales analíticos que permitan acumular las virtudes epistémicas de cada una de estas lecturas.” ( Respuestas. Por una antropología reflexiva de Pierre Bourdieu. Introducción de L. J. D. Wacquant). Cuestión social: Robert Castel afirma que la cuestión social es una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un desafío que interroga, pone de nuevo en cuestión la capacidad de una sociedad (lo que en términos políticos se denomina nación) para existir como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia. Esta cuestión se bautizó por primera vez explícitamente como tal en la década de 1830. Era la cuestión del pauperismo. Un momento esencial, en que apareció un divorcio casi total entre orden jurídico-político fundado sobre el reconocimiento de los derechos del ciudadano, y un orden económico que suponía miseria y desmoralización masivas. Este hiato entre organización política y el sistema económico permitió señalar, por primera vez con claridad, el lugar de lo “social”: debía desplegarse en el espacio intermedio, restaurar o establecer vínculos que no obedecían a una lógica estrictamente económica ni a una jurisdicción estrictamente política. (La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Paidós, 1997, p. 20).

Bibliografía Bohoslavsky, R. (1983). La orientación Vocacional. Una estrategia clínica. Buenos Aires, Nueva Visión. Bourdieu, P. (1995). Respuestas. Por una antropología reflexiva. Introducción de L.J.D. Wacquant. México, Grijalbo. Castel, R. (1997). Metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Buenos Aires, Paidós. Castoriadis, C. (1993). La institución imaginaria de la sociedad. Tomo I. Buenos Aires, Tusquets. Fernández, A. M. (1989). El Campo Grupal. Notas para una genealogía. Buenos Aires, Nueva Visión. Foucault, M. (1992). La microfísica del poder. Madrid, La Piqueta. Lopez Bonelli, A. (2004). La orientación vocacional como proceso. Buenos Aires, El Ateneo. Neffa, J. C. (2000). “Actividad, trabajo y empleo. Algunas reflexiones sobre un tema en debate”. En: Gavilán, Mirta. Revista Internacional Orientación y sociedad. La Plata, Universidad Nacional de la Plata. Rascovan, S. (2000). Los jóvenes y el futuro ¿Y después de la escuela... qué? Buenos Aires, Psicoteca Editorial. Rascovan, S. (comp.) (1998). Orientación Vocacional. Aportes para la formación de orientadores. Buenos Aires, Novedades Educativas.

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