ciencia cirugía estética - Anabel Herrera

residentes en la futura colonia británica. Adiós a imposibles ... Por la misma época, los inmigrantes irlandeses se so- ... ciedad Española de Cirugía Plástica,.
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cirugía estética

A golpe de bisturí

La cirugía aplicada a la belleza ha alcanzado cotas asombrosas, y hoy incluso hay adictos al retoque. Pero la precisión actual ha requerido milenios. anabel herrera, periodista

C

ésar es un triunfador. Joven, guapo, rico, seguro de sí mis­ mo y siempre rodeado de mu­ jeres. El día que se enamora de Sofía sufre un accidente de co­ che provocado por una de sus antiguas amantes. Sobrevive, pero con el rostro desfigurado. La cirugía que le practican resulta un éxito, aunque no le devuelve su autoestima. Decide ocultarse tras una máscara especialmente diseñada para él. Alejandro Amenábar aborda así, en Abre los ojos (1997), la superficialidad de una sociedad que equipara la identidad con la apariencia física. Claramente, el as­ pecto nos importa más de lo que nos gus­ taría admitir. Nos lo inculcan ya en los cuentos de infancia, en los que la bruja es vieja y fea y el príncipe o la princesa, jó­ venes y bellos. Y lo arrastramos al crecer en el campo personal y el laboral. ¿Cómo se explica que los candidatos más atrac­ tivos consigan trabajo con mayor fre­ cuencia que otros quizá más competen­ tes pero físicamente menos agraciados?

Sin espejos mágicos

El culto a la belleza no es algo nuevo. La diferencia estriba en que hoy existe un amplio abanico de técnicas que aplicar a innumerables partes del cuerpo huma­

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no. La cirugía plástica trata las anomalías congénitas y las derivadas de accidentes y enfermedades. La estética se ocupa de las naturales (un pecho “demasiado pe­ queño”... ) y los signos de envejecimien­ to (arrugas, flacidez en los brazos...). La búsqueda de medios para conservarse bello tiene sus propias arrugas. Ya en el Egipto faraónico los cirujanos se preocupaban por los resultados estéticos de sus intervenciones. El papiro quirúrgi­ co de Edwin Smith (c 1600 a. C.) detalla cómo se suturaban heridas faciales con tendones de animales o se recolocaba una nariz fracturada con ayuda de “dos tapones de lino saturados con grasa”, que se insertaban en los orificios nasales. Otro papiro, el de Ebers (c 1550 a. C.), describe una dermoabrasión, alisado de arrugas y cicatrices, con piedra pómez. En la Roma del siglo i, Plinio el Viejo ha­ blaba de una rudimentaria liposucción como “cura heroica de la obesidad” del hijo del cónsul Lucio Apronio. Seis siglos después, el médico bizantino Pablo de Egina ideó un sistema para extraer los pechos a los hombres que presentaban ginecomastia, agrandamiento patológi­ co de las glándulas mamarias. Los casos se suceden hasta la Edad Me­ dia, cuando la cirugía estética se con­

vierte en una práctica castigada incluso con la muerte. No en vano, la Iglesia ca­ tólica consideraba que la belleza arras­ traba a los hombres a los brazos del de­ monio. No es hasta finales del siglo xv y a lo largo del siguiente, época en que varias epidemias de sífilis arrasaron Eu­ ropa, cuando se desarrollan las técnicas de la llamada chirurgia decoratoria.

El estigma de la nariz

La sífilis, una enfermedad importada del Nuevo Continente, no solo causó estra­ gos entre la población. También avergon­ zaba a quienes la padecían, al deformar­ les la nariz. Un gran número de afectados buscó en la chirurgia decoratoria un re­ medio para pasar desapercibidos en la sociedad. Gaspare Tagliacozzi, profesor de Cirugía en la Universidad de Bolonia,

advirtió la relación ya entonces entre el hecho de tener una nariz deforme, o in­ cluso de haberla perdido, con la infelici­ dad. “Una persona sin nariz está aboca­ da a ser infeliz”, afirmó. En su tratado De curtorum chirurgia per insitionem (1597)

complicaciones o por dolor, y no pocos especialistas sufrieron ataques por par­ te de operados que habían quedado aún más desfigurados. Peor suerte corrió Ta­ gliacozzi: fue perseguido y mandado ejecutar por la Inquisición italiana.

en el siglo xvi ser cirujano era una profesión de riesgo. muchos eran atacados por pacientes documentó e ilustró por vez primera una intervención para reparar una nariz per­ dida a causa de un golpe o de la sífilis. Su método, basado en injertos de colga­ jos de piel procedentes de la parte inte­ rior del brazo, perduró durante siglos. Por entonces la cirugía era una profe­ sión de riesgo. Muchos de los pacientes morían durante la intervención, por

La rinoplastia (reparación de nariz) co­ braría auge en la India, a raíz de la cos­ tumbre en este país de cortar la nariz a ladrones, desertores y mujeres adúlteras. A finales del siglo xviii, Occidente tuvo conocimiento de las distintas técnicas ri­ noplásticas que allí se aplicaban gracias a las descripciones de cirujanos ingleses residentes en la futura colonia británica.

Adiós a imposibles

La aparición de la anestesia, en 1844, y de la antisepsia, en 1867, supuso un pun­ to de inflexión en la historia de la ciru­ gía estética, al favorecer las operacio­ nes por deseo, más que por necesidad. Así ocurrió con los mutilados de la Pri­ mera Guerra Mundial. Hasta entonces, los cirujanos se habían dedicado única­ mente a reconstruir partes del cuerpo acribilladas y deformadas. Ahora tam­ bién tenían en cuenta los criterios esté­ ticos para minimizar las graves secuelas psicológicas de los soldados. El número de heridos de guerra era tan elevado que los cirujanos debían improvisar nuevas técnicas en plena operación. Aquellos profesionales dieron a la ciru­ gía un impulso sin precedentes. Pronto se abrieron centros especializados en

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Retoques a la carta

Origen de algunas de las técnicas de la cirugía plástica moderna

Europa y Estados Unidos, donde trabaja­ ron los artífices de gran número de las técnicas que empleamos hoy en día. Es el caso de Hippolyte Morestin, director del hospital parisino Val-de-Grâce, el primer centro de cirugía bucal y maxilo­ facial de todo el mundo. Morestin ensa­ yó allí el injerto de cartílago como tra­ tamiento de deformaciones en rostros.

La cámara implacable

Cabello El trasplante capilar moderno se remon­ ta a 1939, cuando el dermatólogo Shoji Okuda explicó cómo extraía de la nuca pequeñas secciones de piel con pelo y las implantaba en las áreas calvas. Orejas El alemán Johann Friedrich Dieffenbach fue el primero en describir una cirugía correctiva de orejas prominentes, en 1845. Tras retirar piel retroauricular (tras el pabellón de la oreja) desplaza­ ba el pabellón auditivo hacia atrás. Párpados En 1906, Charles Conrad Miller describió la primera blefaroplastia, o intervención de párpado, por cuestiones estéticas mediante la extirpación de piel. Nariz Hasta 1904 las ri­noplastias dejaban ci­ catrices visibles. Ese año, el alemán Ja­ cques Joseph logró evitarlo realizando solo incisiones internas en la nariz. Pómulos Los pómulos hundidos empezaron a tersarse en 1912 gracias al alemán Jac­ ques Joseph, que al principio dejaba una pequeña cicatriz tras la oreja. Labios En 1791, el francés François Chopart realizó la primera reconstrucción de un labio con piel extraída de la frente.

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Estiramiento facial En 1901, el alemán Eugen Holländer practicó la primera ritidectomía (esti­ ramiento facial) extrayendo pequeñas cantidades de piel en el nacimiento del cuero cabelludo y tras la oreja. Dos dé­ cadas después, ya se inyectaba grasa subcutánea para disimular los surcos. Papada En 1919, Raymond Passot desarrolló una técnica mediante incisión para eliminar papada que se mantuvo intacta hasta los años setenta, cuando se perfecciona­ ron los procedimientos para extraer te­ jidos. En los ochenta, la terapia con estrógenos comenzó a ganar terreno. Pechos La primera mamoplastia de reducción la realizó Hans Schaller en 1561 sin tener en cuenta ninguna consideración estéti­ ca: amputó por completo dos pechos. Barriga En 1899, Howard A. Kelly lideró con éxi­ to la primera operación “quitabarriga” (apronectomía abdominal) destinada a reducir la obesidad. Eliminó casi siete ki­ los de grasa a una mujer que pesaba 120. Glúteos, abdomen y muslos Hasta 1977 las técnicas para reafirmar y tersar glúteos, abdomen y muslos deja­ ban cicatrices visibles. Ese año Yves-Gé­ rard Illouz acabó con ellas extrayendo la grasa con cánulas de punta redondeada.

Las estrellas de Hollywood fueron las pri­ meras en beneficiarse de los conocimien­ tos obtenidos durante la Gran Guerra. El primerísimo plano, popularizado en los años veinte del siglo pasado, revelaba sin piedad cualquier imperfección en la ca­ ra de actores y actrices. De ahí que Greta Garbo se enderezara los dientes, Marle­ ne Dietrich se operase la nariz y Rita Hay­ worth se alzara un par de centímetros la línea de nacimiento del cabello. La ciru­ gía estética también abrió horizontes a quienes deseaban cambiar de sexo. En 1920, los médicos berlineses Ludwig Le­ vy-Lenz y Felix Abraham transformaron por completo unos genitales masculinos en unos de aspecto femenino. La Segunda Guerra Mundial desenca­ denó otra revolución. Los cirujanos del frente aprendieron a coser las heridas sin dejar apenas cicatrices. Además, con­ taron con nuevas drogas para combatir las infecciones, como la penicilina (des­ cubierta por Alexander Fleming en 1928) y la sulfamida (introducida en la medicina en los años treinta por el mé­ dico alemán Gerhard Domagk). Al término de la guerra cambió el perfil de los pacientes de cirugía. La mujer era ahora su principal “consumidora”, y los deseos que más veces formuló fueron un aumento de pecho y una reducción de la grasa corporal. Para satisfacer el prime­ ro, en los cincuenta empezaron a reali­ zarse implantes de silicona mediante inyecciones subcutáneas. En cuanto al segundo, tuvieron que pasar dos déca­ das para la puesta en marcha de procedi­ mientos que permitieran recuperar el contorno juvenil sin dejar huellas visi­ bles en el cuerpo. Entre ellos, la liposuc­ ción, una operación que consiste en suc­ cionar los depósitos de grasa, localizada en zonas como los glúteos y el abdomen, con ayuda de una cánula o jeringa.

¿seremos todos iguales? por supervivencia Alterar el cuerpo para simular ser de otra etnia empezó a ser una realidad a finales del siglo xix, en el EE UU posterior a la guerra de Secesión (1861-65). Allí los africanos se hallaban en un contexto tan asfixiante que los de piel más clara se adelgazaban los labios y se reconstruían la nariz en un intento de escapar de la esclavitud. Por la misma época, los inmigrantes irlandeses se sometían a operaciones para convertir su nariz chata en una “norteamericana”. la belleza como producto En la actualidad, la globalización ha uniformizado el ideal de belleza en todo el mundo. En Brasil, el número de operaciones de aumento de pecho ha crecido de forma vertiginosa. En China no son pocas las mujeres que se someten a dolorosos procedimientos de alargamiento de piernas (entre 8 y 10 cm). Tanto allí como en Japón y otros países asiáticos aún se practica la centenaria técnica del “párpado doble” para occidentalizar los ojos. En el país del sol naciente también es popular aumentar el tamaño de la nariz mediante un injerto óseo. A la dcha., la modelo vietnamita Van Doll ante una imagen de la brasileña Gisele Bündchen.

En busca de la belleza interior

La cirugía estética ha dejado de ser una opción exclusiva de ricos y famosos para convertirse en un fenómeno masivo. Las técnicas cada vez más avanzadas, los me­

lejos por las cirugías de párpados (7.262), nariz (5.701) y abdomen (4.352). No obstante, no son pocas las voces que alertan de los peligros de convertir la cirugía estética en un bien de consumo

el primer plano impulsó a actrices como marlene dietrich a pasar por el quirófano jores resultados, la ausencia de dolor y la reducción de cicatrices animan cada vez a más gente a pasar por el quirófano. En España, unas cien mil personas optaron por esta fórmula en 2009, según la So­ ciedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE). En el ranking de las intervenciones más de­ mandadas se halla la liposucción (con 20.069 operaciones), seguida de cerca por el aumento de mamas (18.516) y de

más y de generar expectativas desmesu­ radas, al pregonar que todo es posible a la hora de engañar al proceso natural de envejecimiento. La preocupación anor­ mal por la apariencia física puede de­ sencadenar lo que en psiquiatría se co­ noce como trastorno dismórfico corporal. Quienes lo padecen demandan trata­ mientos excesivamente agresivos y acos­ tumbran a estar insatisfechos con los re­ sultados obtenidos tras la intervención.

Los defensores de la cirugía sostienen que no hay nada malo en cambiar el as­ pecto exterior para armonizarlo con el interior si eso conlleva una mayor con­ fianza y sensación de bienestar. Resulta curioso que fuera un cirujano plástico, el estadounidense Maxwell Maltz, quien, en los sesenta, propusiera una serie de ejercicios mentales para transformar el concepto que uno tiene de sí mismo sin necesidad de pasar por el quirófano.

Para saber más ENSAYO

Angelika (Ed.). Cirugía estética. Köln: Taschen GmbH, 2005. TASCHEN,

INTERNET

Sociedad Española de Cirugía Plástica Re­ paradora y Estética (SECPRE). www.secpre.org

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