Celebrar la misericordia y el perdón de Dios

Celebrar la misericordia y el perdón de Dios. En el Evangelio para el 21 de noviembre del 2017, Jesús encuentra a Zaqueo, un rico recaudador de impuestos,.
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Celebrar la misericordia y el perdón de Dios En el Evangelio para el 21 de noviembre del 2017, Jesús encuentra a Zaqueo, un rico recaudador de impuestos, y le dice que quiere ir a casa de Zaqueo. Zaqueo recibe rápidamente al Señor. En este momento, empieza su arrepentimiento. En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. (Lc 19, 1-10)



En toda relación llega un momento en que algo va mal y una persona o un grupo hiere u ofende al otro y la relación se daña. Ya se trate de una relación personal entre familiares o amigos, o una relación más estructurada entre un individuo y un grupo u

organización, se requiere algún proceso de curación o reparación para restaurar la relación. A veces se necesita apenas una disculpa —“Lo siento”—, pero en algunos casos se requiere un acto o gesto más significativo para demostrar buena voluntad o intento de compensar la acción dañina. El Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación (como se le llama en el Catecismo de la Iglesia Católica) es uno de los medios por los que nuestra relación con Jesucristo y la Iglesia es curada, restaurada y en última instancia fortalecida. El sacramento es conocido por varios nombres: el libro litúrgico que contiene el ritual se llama Ritual de la Penitencia, pero se lo conoce comúnmente como “Confesión”, “Penitencia” o “Reconciliación”. Esos nombres diferentes centran la atención en los diversos elementos del sacramento: confesar el pecado, hacer penitencia, reconciliar al pecador. Algunos de esos elementos requieren el trabajo y esfuerzo del penitente (el que se confesa), pero el acto principal de perdonar y reconciliar pertenece solamente a Dios. Hay cuatro acciones principales en la celebración del Sacramento de la Reconciliación, todas los cuales contribuyen de alguna manera a la curación que se produce: confesión del pecado, expresión de contrición o pesar por el pecado, hacer penitencia (“satisfacción”) que expresa el deseo de evitar el pecado, y absolución del pecado. Esencialmente hay dos “movimientos” en el Sacramento: nuestro movimiento hacia Dios, y el de Dios hacia nosotros. El encuentro de Jesús con Zaqueo (véase Lc 19:110) demuestra el doble movimiento en obra en el Sacramento de la Reconciliación. Se necesita la voluntad de ambas partes para reconciliar con el fin de lograr la curación, y cuando se celebra el Sacramento de la Reconciliación, el pecador hace un movimiento hacia

Jesucristo, y el Señor mismo hace un movimiento para acoger, abrazar y perdonar al pecador. Zaqueo sabía quién era: “jefe de publicanos y rico”. Los publicanos hacían su dinero tomando su parte de los impuestos que cobraban, así que eran particularmente despreciados porque su trabajo era motivado a menudo por el beneficio personal. Zaqueo debe de haber sido bueno en lo que hacía, porque san Lucas nos dice que era un hombre rico. Zaqueo se subió al árbol, pues, como nos dice san Lucas, quería “ver a Jesús”. Al hacer eso, sabía que también Jesús lo vería, y de esa manera da un paso adelante. Jesús entonces entra en la vida de Zaqueo, y el proceso de curación y conversión se manifiesta en la intención de Zaqueo de hacer restitución. Para ser claros, Zaqueo no inicia necesariamente el proceso, pero su movimiento es en sí mismo una respuesta a alguna indicación de la invitación y gracia de Dios. . . . El proceso de buscar, recibir y celebrar la misericordia y el perdón de Dios debe ser fuente de

alegría. Es difícil admitir las propias faltas, y a veces incluso más difícil pedir perdón. Sin embargo, el papa Francisco nos recuerda que no tiene que ser algo que temer, porque el Señor siempre está listo y anhelante de otorgar su amor curador: “[C]uando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: ‘Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores’. ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia”. (Evangelii Gaudium, no. 3)

Este artículo es un extracto de “El Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación: El perdón en cuatro sencillos pasos,” y fue publicado por primera vez en www.USCCB.org como un parte del Domingo Catequético de 2014. El artículo completo está disponsible en bit.ly/2yXM96S. Copyright © 2014, United States Conference of Catholic Bishops, Washington, DC. Reservados todos los derechos. Se autoriza la reproducción de esta obra, sin adaptaciones, para uso no comercial. Las citas de la Sagrada Escritura han sido tomadas de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizadas con permiso. Todos los derechos reservados.

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