CARTAS AL HIJO

Carl Gustav Jung dijo: «La enfermedad es el esfuerzo que hace la natu- ... La teoría de Jung dice que existe «la sombra»: un lugar donde el individuo ...
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Cartas al hijo

Juan Sklar

JUAN SKLAR

CARTAS AL HIJO

Cartas al hijo solo se va a vender por preventa. De acá y hasta que entremos a imprenta, el libro va a estar disponible a $300 pesos. El método de pago es por transferencia o depósito bancario. El libro va a estar terminado para el otoño 2018. Como en todo financiamiento colectivo, si no juntamos la guita para hacer el libro, los que habían comprado van a recibir cada centavo que habían puesto. Reservá tu ejemplar: [email protected]

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Lo natural En los últimos años hubo un resurgimiento de «lo natural»: comida natural, medicina natural, partos naturales… Detrás de esto hay una idea equivocada de lo que es la naturaleza y eso tiene un impacto negativo en nuestras vidas. El primer gran error (asumiendo que hay ignorancia y no una descarada manipulación de los hechos) es creer que la naturaleza se comporta de modo moral y que todo el comportamiento fiel a lo natural es bueno. Sin embargo, entre los animales hay asesinatos. Los chimpancés (Pan troglodytes), por ejemplo, asesinan a otros chimpancés. Y no lo hacen para comer, sino por razones territoriales1. Hasta no hace mucho, porque la divulgación de los estudios sobre los chimpancés es reciente, se creía que estos monos solo asesinaban cuando eran influenciados por el humano. Venían algunos hombres, invadían el territorio, los monos se volvían locos y mataban a otros monos. Pero la verdad es que los chimpancés simplemente asesinan a otros chimpancés para asegurar su territorio, haya o no influencia humana. En la naturaleza también hay violaciones. La de los patos (Anas platyrhynchos), por ejemplo. Como es una especie en general monógama, los machos que no consiguen compañera para aparearse intentan hacerlo con 1 Michael L. Wilson y otros, «Lethal aggression in Pan is better explained by adaptive strategies than human impacts», 18 de setiembre de 2014. Nature, n.º 513.

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alguna hembra que sí tiene pareja. Llegado el caso, pueden incluso violar en grupo alguna hembra indefensa. Hay registros visuales de estos ataques donde el macho que sí tiene el consentimiento de la hembra trata de defenderla, y él también recibe agresiones.

La segunda idea equivocada es que la naturaleza es algo armónico, o que está «a favor de la vida».

En la naturaleza hay también incesto. Aquí no es necesario ni siquiera poner ejemplos de animales salvajes. Cualquiera que tenga perros o gatos ha visto sexo entre hermanos o entre alguno de los padres con su cría. Esto no tiene nada que ver con la influencia humana: la salamandra moteada (Ambystoma maculatum), como muchas otras especies no domésticas, tiende a la reproducción incestuosa. Para seguir con los ejemplos de la «bondad natural», los pingüinos adelaida (Pygoscelis adeliae) tienen un altísimo número de casos de necrofilia. Estos casos, lejos de ser anormales, abundan en todo el reino animal. Los animales no tienen moral y si la tuvieran jamás podríamos decir que son «buenos». La naturaleza está llena de comportamientos que los humanos condenamos, castigamos y perseguimos. La falacia de considerar a la naturaleza como intrínsecamente buena o moralmente modélica se ha usado durante siglos para atacar a la homosexualidad. Lo increíble es que en vez de rechazar de plano ese argumento y descartar a la naturaleza como ente a imitar, haya intelectuales que buscan ejemplos de homosexualidad en ella. En 2006, el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oslo organizó una exposición donde se mostraban especies animales en las que los machos tenían sexo con machos y las hembras tenían sexo con hembras, ya sea por penetración o por frotación. Un caso particularmente florido es el de los macacos japoneses (Macaca fuscata) cuyas hembras se suben unas a otras y se frotan las vulvas. Estos ejemplos, aunque interesantes, no resuelven la cuestión. La respuesta a la pregunta por la moralidad de nuestras elecciones sexuales no está en la naturaleza porque, como dijimos antes, la naturaleza no es ejemplo de comportamiento moral. 38

Desde la aparición de la vida terrestre, en cinco ocasiones se produjeron extinciones masivas de especies, ninguna de las cuales tuvo nada que ver con el ser humano. En todas ellas desaparecieron más del 75 % de las especies que poblaban nuestro planeta. Una, la de la extinción de los períodos Pérmico y Triásico, se llevó el 96 % de las especies. La naturaleza no tiene voluntad, y si la tiene, es abiertamente asesina. La idea de «equilibrio natural» está equivocada. La naturaleza está en constante movimiento, solo que se transforma muy lentamente y por eso nos da la impresión de estabilidad. En el universo observable, por lo menos por lo que hemos podido captar con nuestros telescopios, ya se han registrado más de 3.600 exoplanetas (es decir, planetas que no pertenecen al sistema solar). En ninguno hemos encontrado vida o indicios de ella. Solo en nuestra galaxia se estima que hay entre 100 y 400 billones de estrellas y tampoco hemos visto ninguna manifestación de la vida. El universo no tiene un plan y si lo tiene, no parece estar muy interesado en que haya vida. Los movimientos ecologistas dicen: «¡Salvemos al planeta!». Pero el planeta no necesita que lo salven. Lo que hay que salvar, en todo caso, son las condiciones para que los humanos vivan en él. De cualquier modo, al planeta y al Universo les da exactamente lo mismo. De juntar las dos ideas anteriores (la naturaleza como un ser moral y la naturaleza como fuerza a favor de la vida) nace otra tercera idea, mucho más peligrosa: la idea de que la naturaleza, toda ella, es sanadora. Carl Gustav Jung dijo: «La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para curar al hombre». Esta cita tomada teóricamente y de modo aislado puede parecer irrelevante. Pero es el núcleo teórico del cual se han colgado muchas de las teorías modernas de la «medicina natural». La teoría de Jung dice que existe «la sombra»: un lugar donde el individuo 39

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coloca lo reprimido, lo no vivido, aquello de lo que no nos hacemos cargo. Y sostiene que es tu sombra lo que te enferma. Cuando uno no incorpora los elementos de la sombra, esta reaparece en forma de cáncer, resfríos, HIV, etc. A partir de este concepto se han desarrollado teorías como la bioneurodecodificación, o libros como La enfermedad como camino.

La segunda pregunta que se nos plantea es –y aquí es cuando toda esta argumentación atraviesa la paternidad–, ¿por qué se enferman los niños? Los niños tampoco reprimen ni tienen sombra (¡¿cómo podría tenerla un bebé recién nacido?!). Sin embargo, hay patologías incluso antes de nacer. La explicación en este caso es que el bebé está manifestando una falencia espiritual de una vida pasada. Como esta creencia (la metempsícosis) es un poco más descabellada (o por lo menos impopular en Occidente) los defensores de la curación espiritual llegan a explicar la enfermedad del niño argumentando (si cabe tal cosa) que son los padres, con su sombra, los que los enferman.

Muchas de las ideas de estas teorías hoy se cuelan en el imaginario popular. Por un lado, que la enfermedad es algo espiritual: es tu sombra la que te enferma y te vas a curar cuando te hagas cargo de ella. El capítulo sobre el cáncer de La enfermedad como camino dice: No hay que vencer al cáncer. Solo hay que comprenderlo para poder comprendernos a nosotros mismos. ¡Pero los seres humanos siempre tratan de romper el espejo cuando no les gusta su cara! Los seres humanos tienen cáncer porque son cáncer2.

Esta visión de la enfermedad como un mensajero del yo profundo puede resultar muy seductora. Por un lado, devuelve cierta confianza en el orden cósmico: «Esto no me está pasando porque sí, hay una razón oculta detrás de mi dolencia y mi trabajo es descubrirla». Pero más importante, da una falsa sensación de seguridad frente a la aleatoriedad de la vida: «Si hago introspección, si me sano espiritualmente, no voy a enfermar». El lugar que antes ocupaba Dios, castigando o enviando al sujeto al cielo o al infierno, ahora lo ocupa el cuerpo. Es él quien manifiesta si una persona está o no en sintonía con el orden cósmico.

Cualquier padre que tuvo a un hijo enfermo entiende el dolor y la desesperación de esos momentos. Y el que no lo vivió puede empatizar: es algo a lo que le tenemos un miedo profundo. Las visiones espirituales de la enfermedad no solo no sirven para curar, sino que generan una culpa intensa en el enfermo y en sus seres queridos. Estas construcciones de la sanación espiritual son, en realidad, teorías de la muerte. Es decir, no están realmente pensadas para extender la vida humana (eso lo hace bastante bien la medicina occidental alopática) sino para aceptar la enfermedad y, llegado el caso, aceptar la muerte. El capítulo sobre el HIV-SIDA de La enfermedad como camino dice: El SIDA es la fase terminal de un amor que ha descendido a la sombra. El SIDA derriba en el cuerpo las barreras del Yo y hace experimentar en el cuerpo el miedo al amor que fuera rehuido en el plano psíquico.

Esta teoría empieza a tambalear frente a algunos interrogantes. El primero es: ¿Por qué se enferman los animales? Desprovistos de conciencia, no pueden apartarse del orden natural. No son cáncer para el planeta y sin embargo tienen tumores. Los animales no tienen filtro entre sus impulsos y sus acciones. Simplemente los ejecutan. ¿Cómo desarrollan una sombra, un área de vivencias negadas que los pueda enfermar?

El lector de estos libros busca maneras de curarse, pero en el fondo está leyendo un tratado filosófico sobre la muerte. Las teorías de la «enferme-

Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke (2015), La enfermedad como camino: un método para el descubrimiento profundo de las enfermedades, pág. 288. Barcelona: Debolsillo.

3 Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke (2015), La enfermedad como camino: un método para el descubrimiento profundo de las enfermedades, pág. 302. Barcelona: Debolsillo.

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La muerte no es sino la forma de expresión corporal del amor ya que realiza la entrega total. La muerte no es sino el principio de una transformación, el comienzo de una metamorfosis3.

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dad espiritual» y la «sanación natural» se venden en estantes de autoayuda como teorías para curarse. La enfermedad como camino (múltiple bestseller mundial) incluso viene con un práctico índice donde conecta cada tipo de enfermedad con un tipo diferente de patología psíquica.

ecografías, hemogramas, cuagulogramas, monitoreos fetales y toda la lista de estudios preventivos durante un embarazo. La idea de que un parto natural no tiene riesgos es una noción a la que hemos llegado gracias a la intervención de la medicina moderna.

La pregunta más difícil de manejar por estas teorías es la siguiente: si fuera el espíritu quién nos enferma, ¿por qué las sociedades occidentales contemporáneas, con personas alienadas, solitarias, absorbidas por las redes sociales, egocéntricas y consumistas, tienen una expectativa de vida más alta que las sociedades tradicionales, muchísimo más conectadas con el mundo del espíritu? En los últimos doscientos años hemos pasado de vivir 30 a 75 años en promedio4. Hemos bajado la mortandad infantil de 35 % a 3 %. De cada 100 mujeres que daban a luz, una moría. Hoy solo mueren 50 cada 100.000 (el 0,05 %). Es decir, una baja del 95 % en la mortandad materna. Nada de esto se logró por una mejora en el espíritu, ni por una conciencia ampliada, ni por incorporar la sombra a nuestras vidas.

Sin embargo, es importante reconocer que el resurgimiento de la medicina natural y su reciente popularidad le deben mucho a los excesos y violencias de la medicina occidental. La idea de la espiritualidad como máxima fuerza sanadora es una respuesta errada a problemas reales: la hipermedicalización, el marketing farmacológico, la violencia obstétrica, el maltrato a los pacientes. Es innegable que estamos consumiendo más antibióticos de lo que deberíamos. Es innegable que estamos consumiendo más medicación psiquiátrica de la que necesitamos. Es innegable que existe violencia obstétrica. La OMS sugiere que los nacimientos por cesárea deberían rondar el 15 % del total de los partos. En Argentina tenemos 40 % de cesáreas en el ámbito público y casi 80 % en el privado. Pero la respuesta no es el parto domiciliario, ni un parto sin médicos, prácticas que ponen en riesgo innecesario al binomio madre-hijo. La respuesta a los excesos, violencias y errores de la medicina contemporánea no es una vuelta a lo natural, sino un cambio honesto y científico por dentro las prácticas médicas modernas.

Los movimientos antivacunas, los que se oponen al uso de antibióticos, aquellos que luchan por el parto domiciliario, todos de una u otra manera, sostienen una idea falsa de lo que es la naturaleza. Lo irónico es que tienen esa visión de lo natural porque la tecnología cambió al mundo. La naturaleza dejó de ser algo amenazante gracias a la ciencia. La influencia de la tecnología médica en nuestra visión del mundo es tan profunda que ha logrado que olvidemos que la vida natural era una lotería de muerte constante. Esto es particularmente llamativo en la discusión sobre el parto domiciliario. La mayoría de los niños nacen sin problema. Eso no quiere decir que no haya riesgos. Placenta previa, eclampsia, diabetes e hipertensión gestacional, sangrado e infección posparto, embolias, macrosomía, colestasis, oligohidramnios, y la lista sigue. No es lo más frecuente, pero puede suceder. El parto medicalizado en un hospital está preparado para minimizar el riesgo ante las eventualidades. Es la misma razón por la cual se hacen 4

Los datos son de Argentina, tomando las referencias 1859, 2010. Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censo.

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La mayoría de las personas tienden a pensar sus opiniones como una posición intermedia, sabia y moderada, entre dos puntos extremos de los que hay que alejarse. Esto no es más que la versión intuitiva y moderna de lo que Aristóteles en su Ética llama «el justo medio». La manera entonces de colocar a tu postura en el justo medio es buscar interlocutores que ocupen el lugar de extremos repudiables. Un otro real o imaginario que coloque a tu postura en el lugar de la moderación. Las posiciones naturalistas de la medicina son minoritarias en la sociedad pero tienen un valor innegable: se han erigido como un nuevo extremo (equivocado) que ha logrado cambiar el centro aristotélico de la discusión. Los excesos, el desdén y la violencia de los médicos solo se han visibilizado desde la aparición de la crítica desmedida por parte del discurso naturalista. 43

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Mi propia posición al respecto está mediada por la aparición de los desvaríos naturalistas. ¿Me hubiera tomado alguna vez el trabajo de revisar las prácticas médicas, su efectividad y sus falencias, si no hubieran aparecido los antivacunas y los apóstoles del parto domiciliario? El llamado a lo natural, aunque errado y desmedido como propuesta real, tiene una utilidad indiscutible: ha puesto sobre la mesa la necesidad de discutir los excesos del enfoque industrial en la medicina. Nunca es del modo en que ellos lo plantean o lo desean, pero son siempre los exagerados los que cambian el mundo.

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Querido hijo: Viniste al mundo por cesárea, una técnica médica que recién se volvió segura alrededor del 1900. Tu mamá y yo estamos vivos gracias a avances técnicos y farmacológicos del siglo xx. Si fuera por la naturaleza, ya estaríamos muertos y vos ni siquiera hubieras nacido. Si no fuera por la ciencia médica tus abuelos, tus bisabuelos y la mayoría de la gente que te rodea también estaría muerta. Sin embargo, hay quienes hoy en día quieren volver a lo natural. La vida en la naturaleza era corta, dolorosa e impredecible. A nosotros nos gusta el campo, el aire libre, los árboles y las caminatas. Pero que no te engañen. Eso no es naturaleza, es cultura verde. A la gente le gusta creer en la naturaleza como algo sabio, bueno, saludable y tranquilo. Pero era un lugar áspero, en el que vivíamos pocos años y pasábamos el día eludiendo la muerte. Tu mamá y yo no creemos en la naturaleza sabia, creemos en la humanidad y en su capacidad para cuidarse a sí misma.

Te quiere, Juan, tu padre

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