Capítulo II Los hogares en las evaluaciones cualitativas: Cinco años

rios de campo redactados in situ y sistematizada en fichas temáticas una vez ..... No sobra decir tampoco que en los valles de Hermosillo y del Yaqui opera uno ...
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Capítulo II Los hogares en las evaluaciones cualitativas: Cinco años de investigación Mercedes González de la Rocha

INTRODUCCIÓN En este capítulo se ofrece una síntesis de los cambios observados en los grupos domésticos según las evaluaciones etnográficas del Programa Oportunidades conducidas a partir del año 2001 para, con ello, arribar a conclusiones sólidas respecto de los procesos familiares y las transformaciones en las economías domésticas a lo largo de distintos periodos de exposición al Programa.1 Oportunidades, tal y como lo conocemos hoy en día, no es el mismo que fue en sus inicios (ver Introducción en este mismo volumen). Entre el Programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA) de 1997 y el Programa Oportunidades del año 2006 hay diferencias de las cuales el nombre es la menos importante. El Programa ha crecido y ha incorporado gradualmente a un número mayor de familias; operó primero únicamente en localidades rurales para posteriormente hacerlo en pequeñas ciudades y en localidades propiamente urbanas. El mecanismo de selección de bene1

Esta síntesis no incluye los estudios realizados en 1999 y 2000 sino que inicia con la evaluación del 2001. Hay dos razones para ello: por un lado, las evaluaciones realizadas del 2001 al 2005 conforman un conjunto homogéneo, con el mismo sello conceptual del que se apartan las dos primeras. Por el otro, las evaluaciones de 1999 y 2000 no se basaron en estudios de caso de familias con temas y calidad comparables a los de años posteriores. El énfasis en las evaluaciones de 1999 y 2000 estuvo en el nivel comunitario. El lector puede tener acceso a los reportes de todas las evaluaciones cualitativas a través del portal electrónico de Oportunidades (http://www.oportunidades.gob.mx, vínculo a la Evaluación Externa).

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ficiarios ha cambiado. El Programa Oportunidades ha diseñado y puesto en práctica nuevos componentes. Ha ido progresivamente aumentando el número de becarios no sólo en los niveles educativos de primaria y secundaria sino que, a partir de 2001, ofrece becas a estudiantes del nivel medio superior (bachillerato) y el número de becarios en este nivel también se ha incrementado a lo largo de los procesos de expansión del Programa. Las evaluaciones cualitativas de cada año, aunque siempre realizadas con el objetivo central de conocer el impacto de Oportunidades en la organización social y en la economía de los hogares, tuvieron objetivos específicos que en parte responden a la evolución misma del Programa. Ello obligó a diseñar estrategias metodológicas que respondieran a las necesidades de cada estudio. Toda síntesis es necesariamente incompleta. En esta se decidió dar prioridad a los elementos de las propuestas de investigación y los hallazgos que tienen que ver con los procesos familiares a lo largo del periodo de exposición al Programa. Las características de las localidades son tomadas en cuenta en tanto es ahí donde los miembros de los grupos domésticos estudiados encuentran o no opciones laborales o productivas para la obtención de ingresos (monetarios y en especie). Sin embargo, el lector no encontrará descripciones detalladas de los pueblos, las rancherías y las pequeñas ciudades en donde las investigaciones se llevaron a cabo. Los interesados en un análisis más amplio y necesariamente más profundo sobre todos y cada uno de los temas que se cubrieron en las distintas evaluaciones pueden acudir a los informes de las mismas.2 Las evaluaciones cualitativas son un conjunto perfectamente distinguible de otras evaluaciones, realizadas desde otras perspectivas, intereses y disciplinas. ¿Qué significa “lo cualitativo” en las evaluaciones realizadas por nuestro equipo de antropólogos?

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Escobar y González de la Rocha, 2002a; 2002b; 2005a; 2005b; Escobar, González de la Rocha y Cortés, 2005.

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Las investigaciones cualitativas que aquí nos conciernen –como la mayor parte de los estudios producidos por el gremio de antropólogos sociales– están caracterizadas por dos tipos de intereses y “capacidades”: la comprensión de procesos sociales y la profundización en el conocimiento de las instituciones y las relaciones que se entablan entre ellas, dando lugar a situaciones y procesos sociales distintos y heterogéneos. Por ello, lejos de adoptar un enfoque estático que dé lugar a miradas y análisis sincrónicos, los estudios realizados para evaluar los impactos del Programa Oportunidades se basaron en un método que posibilita el análisis diacrónico, y la profundización del conocimiento de los procesos y las instituciones. Entre los primeros se privilegió el análisis de los procesos familiares, el cambio económico del entorno de los grupos domésticos y las transformaciones de la política social en México. Entre los segundos, se privilegió el análisis de la relación entre las familias, los mercados laborales y el Estado, a través de la operación del Programa Oportunidades. La metodología cualitativa permite abordar los significados y las acciones de los individuos y la manera en la que éstos son generados o modificados. Da lugar a la explicación de los fenómenos de estudio a la luz de factores y procesos sociales. No delimita a priori los posibles hallazgos sino que contrasta las hipótesis construidas y moldeadas por la teoría con la realidad observada. En el proceso de confrontación entre la teoría y la evidencia empírica, el método etnográfico admite la sorpresa; es decir, toma en cuenta realidades que no se habían contemplado en el diseño de la investigación y permite que la novedad modifique los planteamientos originales si ello es preciso (González de la Rocha y Villagómez, 2006). Por último, el método etnográfico favorece la confrontación cara a cara y sumerge a los investigadores en los ritmos y vidas cotidianas de la población estudiada. Ello conduce a un conocimiento certero y cercano de las problemáticas sociales, en este caso, las realidades y consecuencias de la instrumentación y el desarrollo del

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Programa Oportunidades en la economía política de la sobrevivencia de las familias pobres mexicanas.3 La posición adoptada por los directores de las evaluaciones cualitativas respecto del alcance o generalización de sus hallazgos partió de la modestia, a través del reconocimiento de la supuesta limitada capacidad de generalización de los hallazgos obtenidos a través del método etnográfico, en el estudio del 2001, a la confianza –en años posteriores– en los resultados de investigaciones cuasi-experimentales como las realizadas para estas evaluaciones.4 Esa nueva posición se refleja en el planteamiento metodológico de la evaluación del 2002, apenas un año después de la humildad expresada en 2001: la investigación cualitativa depende de una conceptualización general de los fenómenos bajo estudio y, por lo tanto, está enraizada en la teoría. Sus resultados son de índole general en tanto se expresan por medio de conceptos y relaciones entre conceptos. Es parte de un proceso que va del conocimiento particular al general, encuentra nuevas razones para volver a lo particular y ello lleva, a su vez, a nuevas formulaciones generales. Lo anterior quiere decir que las evaluaciones etnográficas del Programa Oportunidades buscan hechos generales y, para ello, cumplen con dos condiciones. Por un lado, los estudios de caso se hacen con instrumentos conceptuales de índole general. En este caso, el enfoque de la vulnerabilidad y los recursos de los hogares. Este enfoque, por otro lado, permite incorporar 3

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Con el término “economía política de la sobrevivencia” se alude a que la sobrevivencia de los individuos no es un asunto individual ni meramente privado. Por el contrario, la sobrevivencia depende y está moldeada por las relaciones sociales –económicas y políticas, intra y extra domésticas– que los individuos entablan con actores e instituciones de la sociedad y al interior de los grupos domésticos de los que forman parte. Fernando Cortés tuvo una influencia crucial en este proceso. Las largas y pausadas conversaciones con él sostenidas, en su papel de miembro del Comité Asesor de las evaluaciones cualitativas de impacto del Programa Oportunidades, abordaron el tema de la generalización de los hallazgos etnográficos como uno de los ejes principales de interlocución. Lo que inició como una conversación que mediaba entre la comunicación amistosa y la colaboración profesional desembocó en la reflexión vertida en el libro Método científico y política social: a propósito de las evaluaciones cualitativas del Programa Oportunidades (Cortés, Escobar y González de la Rocha, 2006).

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tipos de caso diferentes para comprender las variaciones posibles y postular relaciones de carácter más general, cuya comprensión sea de utilidad para quienes, en el Programa, buscan optimizar los resultados del mismo en hogares y poblaciones diferentes. Todas las evaluaciones cualitativas se basaron en información de primera mano recopilada a través de instrumentos construidos por el equipo de investigadores (probados en estudios piloto) en el curso del trabajo de campo realizado en las localidades seleccionadas, incluidas las de tratamiento y las de control (aquéllas en donde el Programa no operaba pero relativamente semejantes a las primeras). Además, siempre se procuró contar con información sobre las características y las formas de organización social de hogares incorporados y de otros semejantes a los primeros, pero no incorporados al Programa. Los miembros del equipo nunca fueron considerados ni actuaron como encuestadores (lo que implica llegar a la vivienda de la familia en cuestión, realizar las preguntas de un cuestionario y dar por terminada la labor en el curso de unas horas). Por el contrario, los investigadores de campo fueron cuidadosamente entrenados en los objetivos de cada investigación (lo que se buscaba conocer más allá de las preguntas de un instrumento de recopilación de datos) y en el método etnográfico. De esa manera, el trabajo de campo fue desarrollado en tiempos mucho más reducidos que los tradicionalmente realizados por los antropólogos pero de acuerdo con los cánones y las normas dictados por el oficio: construcción del rapport (o establecimiento de relaciones de confianza con los sujetos de estudio), ubicación de informantes clave, entrevistas abiertas y semiestructuradas a los mismos (en este caso, un conjunto predefinido de “actores cruciales”: autoridades municipales, enlaces municipales, maestros, responsables –médicos y enfermeras– del centro de salud, promotoras) y elaboración de estudios de caso de familias incorporadas y no incorporadas al Programa. El objetivo del estudio de caso es comprender la interacción de las instituciones sociales, económicas y culturales en la conducta y la racionalidad de un sujeto o una unidad de análisis (para los fines de estos estudios, el grupo doméstico u hogar). Además, se realizaron grupos de enfoque con madres y padres de fa-

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milias beneficiarias y no, y con estudiantes (becarios y no becarios) de distintos niveles educativos. La técnica por excelencia fue siempre la observación participante a través de la cual el investigador puede acceder a espacios públicos y privados –facilitado por la estancia directa con las familias– y obtener, a través de la observación, materiales que difícilmente surgen de una entrevista. Asimismo, se realizaron entrevistas semi-estructuradas (con la finalidad de cubrir temas con la ayuda de guiones especialmente diseñados) e informales y abiertas a distintos miembros de los grupos domésticos. Para esto se insistió en que los investigadores de campo se hospedaran con familias en estudio, o que convivieran intensamente con ellas. Los temas a cubrir en las entrevistas, con algunas variantes propias de los objetivos de cada evaluación, formaban un amplio abanico y el material recopilado debía ser rico en descripciones sobre el proceso de incorporación, el nivel de vida, la organización familiar, el gasto y consumo de alimentos, ropa y calzado, la calidad de la vivienda y los cambios realizados a ésta, el equipamiento urbano (servicios públicos), las redes sociales, el acceso a la salud y educación, el consumo de servicios privados y las percepciones sobre la situación de la familia en el presente etnográfico, durante su periodo de exposición al Programa y sus expectativas hacia el futuro. La información recopilada fue vertida en la primera evaluación en diarios de campo redactados in situ y sistematizada en fichas temáticas una vez terminado el trabajo de campo. En las siguientes evaluaciones se decidió que las fichas temáticas se redactaran directamente en formato electrónico al tiempo que se escribía el diario de campo.

LOS GRUPOS DOMÉSTICOS SEMI-URBANOS Objetivos y estrategia metodológica. Los objetivos de la evaluación realizada en el año 2001 se dividen en dos tipos. Por un lado, interesaba conocer aspectos relacionados con los procesos ope-

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rativos de selección e incorporación al Programa (aún llamado PROGRESA en ese tiempo)5 y, por el otro, los relativos a la organización de los grupos domésticos y la existencia de distintas capacidades individuales y familiares para acceder a recursos de distinto tipo: económicos y sociales, materiales y no materiales. La evaluación realizada en 2001 es la única –entre las que aquí se revisan– que no propone el análisis del impacto del Programa en la organización y economía de los grupos familiares incorporados. Los hogares beneficiarios, aunque ya seleccionados por el Programa, no empezaban aún a recibir los apoyos monetarios y era imposible pensar en términos de impacto al momento de la investigación. Más bien, y debido a que se planteó desde su diseño como un diagnóstico basal seguido de una futura evaluación de impacto (a través de un seguimiento al universo estudiado, mismo que se llevó a cabo un año después), el objetivo del estudio de los hogares fue conocer las formas de organización interna de las familias antes de recibir los apoyos del PROGRESA y ahondar en las características de las localidades en términos de sus mercados laborales, su infraestructura y los servicios con los que cuentan. De esta forma, según consta en el informe de esta evaluación: “El seguimiento de estos casos en fases posteriores de exposición al PROGRESA nos permitirá conocer los cambios en su organización y en algunas manifestaciones de su bienestar o pobreza (tipo de alimentación, cambios en la vivienda, percepción de su propia salud y su capacidad de organizar el gasto y su consumo.” (González de la Rocha y Escobar, 2002a: 6). 5

Este método, a diferencia del empleado en la selección de las familias rurales, se basa en el levantamiento de una nueva encuesta (ENCASURB) en las áreas geo-estadísticas básicas con más concentración de familias pobres y en barrios adicionales en los que las autoridades locales consideraran caracterizados por la presencia de familias pobres (no en un censo realizado en toda la localidad). Los detalles de este nuevo método de selección, su pertinencia para la captación de la pobreza en las áreas semi-urbanas y el efecto que los distintos grados de participación de las autoridades locales tiene en la calidad de la selección de la población beneficiaria pueden encontrarse en el reporte de la evaluación (Escobar y González de la Rocha, 2002a). En el 2002, se tomó la decisión de dejar totalmente de lado el tema de la selección de los beneficiarios porque en ese año no hubo un proceso de selección adicional en las localidades del estudio.

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Conocer y documentar los cambios (respecto de lo encontrado en 2001, en el mismo universo de estudio) en los hábitos alimenticios, en las dietas y prácticas de cuidado de la salud y en la escolaridad de los niños y jóvenes de las familias beneficiarias fue uno de los principales propósitos de la evaluación realizada en el año 2002. Esta investigación fue efectivamente diseñada como un seguimiento al estudio del año anterior, de tal manera que el objetivo central fue analizar los cambios que se habían gestado en las familias beneficiarias a un año de estar recibiendo los apoyos del Programa. ¿Cuáles son los usos que los beneficiarios dan a las transferencias en efectivo? ¿Qué tipo de cambios se observan en los patrones de consumo, respecto de lo observado anteriormente, cuando aún las transferencias no llegaban a los presupuestos familiares? ¿Existen factores comunitarios, de organización doméstica y tipo de hogar, y de organización del Programa que inciden en el mayor o menor impacto del mismo sobre sus áreas objetivo? Los objetivos y las preguntas de estas dos evaluaciones determinaron los temas de estudio. En ambos casos, tanto en 2001 como en 2002, resultó necesario conocer la estructura y funcionamiento del mercado de trabajo y de la producción agropecuaria de cada comunidad con la finalidad de averiguar el uso de la fuerza de trabajo y las formas de inserción en el empleo. Particular interés cobró el funcionamiento y la organización de los grupos domésticos, tanto en la situación inicial como a un año de la recepción de las transferencias del Programa. Igualmente, se propuso el estudio de la disponibilidad, el acceso y el uso de los servicios de salud y educación. Las particularidades metodológicas de las evaluaciones fueron dictadas por los objetivos particulares de las mismas. La Evaluación Cualitativa Basal del PROGRESA Semi-Urbano, realizada en 2001, requirió una cuidadosa selección de las localidades a través de la construcción de una matriz de tipos, dando lugar a la diversidad en función del tamaño de las localidades, variables demográficas básicas (mortalidad, fecundidad, migración); presencia de población indígena; porcentaje de población analfabeta y sector económico preponderante (agricultura vs. manufactura). La matriz de tipos,

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construida por Escobar, permitió incluir una amplia diversidad de situaciones en las cuales el Programa incorpora a nuevos beneficiarios en contextos semi-urbanos y da la posibilidad de obtener resultados más confiables que el típico estudio etnográfico de comunidad.6 El trabajo de campo del estudio basal se realizó inmediatamente después del proceso de entrevista, selección e incorporación al Programa, cuando los hogares no habían recibido aún las transferencias monetarias. Éste había sido un evento extremadamente importante en las comunidades, y el conjunto de la población hervía con comentarios e historias sobre los incluidos, los excluidos, los no entrevistados, la participación de las autoridades locales, etc. El tema de la selección de beneficiarios adquirió gran relevancia y absorbió una buena parte del trabajo de los investigadores de campo, lo cual quedó reflejado en el diagnóstico basal 2001 (Escobar y González de la Rocha 2002a). El trabajo realizado en 2002 completa el de 2001, es decir, la información basal de los hogares y las comunidades en 2001 sólo adquiere sentido al ser contrastada con la del seguimiento de 2002, porque sólo en éste sería posible observar los cambios acaecidos de manera directa, no retrospectiva. Debido a que la evaluación del 2002 se basó en un seguimiento al mismo universo estudiado el año anterior no hubo grandes diferencias en la estrategia metodológica. Las localidades serían las mismas del estudio basal por lo que no fue necesario realizar un nuevo proceso de selección. Sin embargo, de las siete comunidades de tratamiento estudiadas en 2001, una (Amatlán, Nayarit) no había sido finalmente incorporada por lo que el total de comu6

Las localidades elegidas fueron Amatlán, Nayarit; Arteaga, Michoacán; Ayotlán, Jalisco; Basconcobe, Sonora; Ebano, San Luis Potosí; Hostotipaquillo, Jalisco; Tatahuicapan, Veracruz; El Sauzal, Baja California y La Ventosa, Oaxaca. Las últimas dos fueron elegidas como de control, puesto que el Programa no operaba en dichas localidades. Las otras localidades habían sido incorporadas al Programa en septiembre del 2001. Además, se realizó trabajo de campo en comunidades rurales del municipio Dr. Arroyo (Nuevo León) y del municipio Tamazunchale (San Luis Potosí) para indagar sobre los usos reales del suplemento alimenticio y confirmar o desechar rumores existentes sobre prácticas de desperdicio.

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nidades en las que el Programa estaba operando se redujo a seis. Además, se tomó la decisión de no regresar a las comunidades “de control” (o “testigo”) porque ambas fueron incorporadas al Programa en el curso de tiempo entre una y otra evaluación (de 2001 a 2002) y, por lo tanto, habían perdido su cualidad analítica. Estos cambios dejaron seis comunidades para el seguimiento realizado en 2002: Arteaga (Michoacán), Basconcobe (Sonora), Ebano (San Luis Potosí), Hostotipaquillo (Jalisco), La Ribera, Ayotlán (Jalisco) y Tatahuicapan de Juárez (Veracruz). El grupo de control se restringió entonces a hogares no incorporados en comparación con los incorporados. Se hizo hincapié en el estudio de los procesos gestados a lo largo del periodo de exposición al Programa. Interesaba conocer los cambios en las localidades del estudio, a un año de haber sido estudiadas e incorporadas al Programa, tanto en términos de los mercados de trabajo, la emigración, las condiciones para la producción agropecuaria y, en general, todos aquellos cambios exógenos a los grupos domésticos que fueran relevantes para entender los procesos familiares en el curso del primer año de exposición de estas familias al Programa. Aunque los guiones de entrevista eran sustancialmente los mismos, éstos se ampliaron y detallaron para lograr obtener los materiales necesarios para evaluar las modificaciones en distintos ámbitos de la vida familiar: el empleo y la capacidad de movilizar la fuerza de trabajo, la conciliación entre las presiones domésticas, laborales y los compromisos adquiridos con el Programa en forma de corresponsabilidades que están en manos de las mujeres, los patrones de consumo y de asistencia escolar, las prácticas del cuidado a la salud, el tipo de relación existente entre los prestadores de servicios y los beneficiarios y los espacios de autonomía femenina en el uso de las transferencias del Programa. Se incrementó el número de estudios de caso de hogares por comunidad, de cuatro a seis, y, dado que era pertinente averiguar las diferencias entre los procesos de cambio de familias incorporadas y no incorporadas al Programa, se continuó con la práctica de evaluaciones anteriores de incluir tanto hogares beneficiarios como no incorporados. Debido al incremento en el número de estudios de caso, nece-

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sariamente hubo algunos que no habían sido estudiados en el 2001. Se hizo un esfuerzo riguroso para, en esos casos, obtener información retrospectiva a 2001 sobre el estado de la vivienda, la composición del hogar, las ocupaciones de los miembros, los ingresos y las áreas objetivo del Programa (salud, educación y alimentación) para, de ahí, ser capaces de aquilatar los cambios. En general, y con base en la experiencia de otros estudios de seguimiento a un mismo universo (González de la Rocha 1991, 1994) se puede decir que la investigación del año 2002, con el mismo universo de familias y localidades que fueron estudiados en 2001, fue sumamente exitosa: se logró reentrevistar a la mayoría de los sujetos (mujeres beneficiarias y no beneficiarias, sus maridos y sus hijos, además de los actores cruciales en la operación del Programa –promotoras, enlaces municipales, médicos, maestros, etc.). Dado que las necesidades habían aumentado (tanto en términos del número de estudios de caso como en los temas que cada estudio de caso tenía que cubrir), hubo la necesidad de alargar las temporadas de trabajo de campo. La información que había sido recopilada un año antes estuvo disponible en forma de fichas temáticas electrónicas para que los investigadores pudieran consultarla en el curso del trabajo de campo. Esto resultó una herramienta técnica muy útil para verificar datos y contrastar, sobre terreno, lo que se sabía de cada familia un año antes y lo que se estaba observando en 2002. En lugar de diarios de campo tradicionales, como hasta entonces se habían redactado, los investigadores tuvieron la tarea de capturar la información directamente en fichas temáticas electrónicas con el fin de economizar el tiempo que anteriormente se empleaba en trabajo de gabinete al término del trabajo de campo. De esa forma, los investigadores finalizaron el trabajo de campo con un producto casi listo para el análisis: fichas electrónicas que correspondían a lo observado en 2001 y en 2002 sobre cada uno de los temas de interés, hogar por hogar. Como en años anteriores, el equipo de investigadores de dividió en subgrupos de dos, hombre y mujer, y en cuatro de las seis localidades estudiadas en 2002 uno de los dos investigadores era el mismo que el año

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anterior. Ello permitió, por un lado, afianzar la relación de confianza con las familias del estudio y, por el otro, acortar sustancialmente los días destinados a la construcción del rapport del segundo investigador. Resultados Los hallazgos son de dos distintos tipos. El análisis de la información recopilada en 2001 arroja resultados que tienen que ver con los componentes del Programa, por un lado, y con los aspectos que moldean las economías domésticas y los niveles de bienestar/vulnerabilidad de los grupos domésticos, por el otro. La atención en esta síntesis se centra en los hogares. En el estudio de seguimiento del 2002 se privilegió el análisis de los cambios gestados al interior de los hogares a lo largo del primer año de exposición al Programa. Los recursos domésticos y familiares. La precariedad de las economías locales es un rasgo que caracteriza a estas localidades y el marco en el que operan los mecanismos sociales y familiares de sobrevivencia. En algunos casos se ha gestado un proceso de deterioro de las actividades productivas acompañado de la nostalgia de un pasado venturoso con una gran empresa (como PEMEX en Ebano) como motor del dinamismo que se fue al cerrar esa fuente de trabajo. Y a pesar de la naturaleza semi-urbana de estas localidades, el eje económico local sigue siendo la agricultura. Sin embargo, ésta se encuentra en graves problemas de financiamiento, producción y comercialización. Observamos que la escasez del empleo o su existencia en ciertas épocas del año es el común denominador de las economías locales. La situación de pobreza que es producto de estas circunstancias lleva a las familias a recurrir al ingreso, aunque magro, que varios de sus miembros (niños, adolescentes y adultos) logran obtener de su participación en los mercados laborales, o bien a través de la emigración a otros estados del país o hacia EUA. Muchas mujeres, además de desempeñar roles de esposas, madres y amas de casa, son trabajadoras asalariadas: “Frente al deterioro de las economías

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de estas localidades semi-urbanas y las dificultades crecientes de los hombres de encontrar empleos bien remunerados, el trabajo de las mujeres se ha vuelto indispensable para la sobrevivencia familiar” (Escobar y González de la Rocha, 2002a: 25). Y aunque las actividades remuneradas que las mujeres realizan les generan muy escasos ingresos (trabajo doméstico, empleadas en tiendas o maquiladoras, vendedoras y/o productoras de alimentos, vendedoras de artículos de belleza, elaboración y venta de artículos diversos), sus contribuciones a las economías domésticas son muchas veces indispensables para la sobrevivencia familiar. De hecho, y dado que por asistir a las asambleas del Programa o por cumplir con las citas médicas pierden el salario del día, muchas prefieren atender el trabajo que asistir a sus obligaciones recién adquiridas con PROGRESA. Otras, sin embargo, asumen los costos7 y cumplen con las corresponsabilidades a cambio de los beneficios que ven en esas prácticas. Una mujer entrevistada lo expresó claramente: “vale la pena si mi hija va a tener atención médica”. En estas pequeñas ciudades hay muchos más hogares encabezados por mujeres que en las comunidades rurales, sea porque hay un índice más alto de madres solteras, abandonadas o viudas o porque hay mayor migración temporal o permanente de sus parejas. Estas observaciones nos llevaron a plantear que las mujeres (incluidas las promotoras del Programa) corren los riesgos de la sobrecarga de trabajo y responsabilidades, especialmente si se consideran las faenas que los médicos y maestros les exigen por ser beneficiarias del PROGRESA (que, aunque no forman parte de las reglas de 7

Por lo general, el costo es la pérdida de un día de salario (en el caso de las mujeres que realizan actividades remuneradas). Pero el estudio documentó otro tipo de castigos: en Ebano, por ejemplo, una mujer fue “arrestada” durante 12 horas por no haber cumplido con sus obligaciones. Cabe aclarar que el PROGRESA no llevó a cabo este “arresto”, sino los encargados de la clínica quienes, precisamente por la escasa información que manejan sobre los derechos y obligaciones de cada uno de los actores que participan en el Programa, tienen iniciativas que no corresponden a las reglas de operación del mismo. Recomendamos atender el conflicto que existe entre el ámbito laboral de las mujeres y el de las corresponsabilidades para evitar perjuicios para las mujeres trabajadoras.

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operación del Programa, se suman a las tareas que las beneficiarias tienen que realizar) y las corresponsabilidades con las que deben cumplir para mantenerse dentro del mismo. Dada la existencia de distintos arreglos familiares (en términos de estructura, composición, jefatura y organización) se concluyó que aunque las mujeres que habitan en localidades semi-urbanas enfrentan condiciones difíciles para conciliar las presiones cruzadas que devienen del trabajo remunerado, el doméstico y los deberes con el PROGRESA, existen distintos escenarios domésticos con distintas capacidades de “conciliación”. Por ejemplo, en los grupos domésticos en los que hay más de una mujer adulta hay más márgenes y recursos humanos (femeninos) para atender las crecientes responsabilidades de las mujeres.8 Las nociones folk respecto del desperdicio de las papillas o suplementos alimenticios no encontraron eco en la evidencia recopilada. Por el contrario, se observó que las madres hacen un uso razonable de la papilla (lo peor que pueden hacer es repartirlo entre todos los hijos) cuando ésta les es distribuida. A algunos niños no les gusta el suplemento, por exceso de azúcar o porque están cansados de un solo sabor, pero la papilla es valorada por la población y por el personal de las clínicas. Cambios en la vulnerabilidad de los hogares. Se privilegió el análisis de los recursos domésticos que, según el enfoque de los activos y la vulnerabilidad, son cruciales para el bienestar de los grupos domésticos (fuerza de trabajo, vivienda, capital humano, organización 8

Con base en el diagnóstico basal de 2001 recomendamos a PROGRESA buscar la colaboración entre este Programa y otros, especialmente productivos, para involucrar a los miembros de las familias en una más dinámica generación de empleos para la obtención de recursos propios con la finalidad de evitar la emigración de, por lo menos, las familias seleccionadas. Además, señalamos la necesidad de identificar a las titulares que realizan actividades de generación de ingresos para, en lo posible, exentarlas de algunas de las corresponsabilidades, o bien buscar las formas en las que éstas puedan cumplirse más flexiblemente.

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doméstica y relaciones de ayuda mutua o intercambio social). En algunos rubros el impacto del Programa debe ser directo (capital humano, por ejemplo), mientras que en otros encontramos un impacto indirecto. a) Trabajo. Es un hecho que, con pequeños vaivenes, la generación de nuevos empleos formales se ha estancado en casi todo el país. Los pueblos o localidades semi-urbanas en donde se realizó la investigación son, con la excepción de Basconcobe (Sonora), lugares en los que las oportunidades de empleo escaseaban incluso desde antes del año 2001, cuando se realizó el estudio basal. La ausencia de demanda de trabajadores es evidente y tal vez la única excepción digna de mención es la apertura de una trasnacional de la construcción en Taquín, San Luis Potosí, que ha dado empleo a aproximadamente sesenta hombres de Ebano con salarios superiores a los acostumbrados. Sin embargo, incluso esa fuente de empleo duraría apenas unos meses, mientras se terminaba de construir una planta termoeléctrica. Lo encontrado en 2002 no da elementos para el optimismo. El panorama general de las localidades estudiadas no mejoró en el lapso de tiempo estudiado y esto disminuye los impactos positivos del Programa. La producción agrícola no es suficiente ni para el consumo familiar más allá de unos cuantos meses después de la cosecha. La subocupación intensiva de mujeres, jóvenes y niños, junto con el desempleo masculino, no ha disminuido y la capacidad de las mujeres de dedicar tiempo y esfuerzo a las corresponsabilidades, o de los niños y jóvenes a la escuela, no fue mejor en 2002. Esto se suma a la permanencia de los bajos ingresos y a un sentimiento general de angustia e incertidumbre sobre el futuro ante la necesidad de resolver los problemas económicos día a día que es parte esencial de la vulnerabilidad. Aunque un poco menos de la tercera parte de los adultos ha modificado en alguna medida la forma en que obtiene ingresos, esta modificación ni es significativa en términos de una mejoría o deterioro

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sustantivos, ni parece expresar una reorientación de las estrategias individuales o domésticas a partir de la incorporación al Programa. El principal cambio que vale la pena mencionar es uno ligeramente positivo. Posiblemente por la emigración a Estados Unidos, los salarios adultos de la construcción y el jornal agrícola mejoraron ligeramente, pero la construcción se debilitó en el curso de los doce meses entre un estudio y otro a causa del estancamiento económico. A pesar de ello, la construcción es la fuente de empleo que ofrece salarios diarios más altos a la población masculina estudiada en las dos evaluaciones. Las mujeres de localidades como Arteaga, Ébano, Basconcobe y Tatahuicapan están dedicando más días hábiles a la agricultura. Aunque es una labor extenuante, significa un recurso para los momentos en que existe demanda en este sector. Pero no es una posibilidad abierta siempre ni a todos, puesto que es estacional y depende de las condiciones climáticas y de mercado. En el curso del seguimiento observamos a múltiples hombres y mujeres salir a trabajar a los campos y ser devueltos a los puntos de contratación porque había disminuido el precio del producto y no costeaba pizcarlo. Otro cambio digno de mención es el de la disminución sistemática del ingreso derivado del cultivo y los jornales de la marigüana. Mientras que los pobladores de al menos dos localidades hablaban de este trabajo y de los ingresos que del mismo derivaban abiertamente en el 2001, es claro que para el 2002 habían disminuido. Ello acarreó un impacto en términos de mayor pobreza aunque también disminuyó la oferta de drogas en esos pueblos. Por otra parte, se detectó una incompatibilidad creciente entre los trabajos masculinos y femeninos y los sistemas de revisión, pláticas y consultas requeridos por el Programa Oportunidades. La implementación de los sistemas de “ficha y espera” en la mayor parte de las clínicas significa que los hombres adultos y las muchas mujeres que trabajan pierden un día laboral. Para las mujeres la carga es aún mayor pues

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mientras que las revisiones médicas de hombres adultos son muy poco frecuentes, las mujeres tienen que llevar a todos sus hijos y asistir ellas mismas a sus revisiones y a las pláticas. Ellas tienen que dedicar mucho tiempo a las corresponsabilidades del Programa y al trabajo doméstico en proporción directa al número de hijos e inversa a sus edades, y significa un costo real del que tanto hombres como mujeres se quejan. En algunos lugares las clínicas han puesto en práctica sistemas flexibles que permiten que las mujeres dediquen menos tiempo a esas actividades, pero en otras (la mayoría) los médicos son intolerantes y no permiten ningún margen de flexibilidad en las citas. En síntesis, los trabajos de hombres y mujeres no sufrieron modificaciones de 2001 a 2002, ni en las formas de empleo ni en los salarios, y no es posible afirmar que hay una disminución de la vulnerabilidad a través de una mejor movilización del recurso trabajo, a partir de la incorporación al Programa. El impacto del Programa en el trabajo infantil debería percibirse con mayor claridad. Es decir, el Programa no debe generar grandes cambios en los patrones de trabajo de hombres y mujeres adultos, pero sí en el de los niños y jóvenes, en quienes debería disminuir el empleo remunerado para dedicar más tiempo a la escuela. Y dado que en este estudio sí encontramos mayor asistencia escolar, debería haber disminuido el tiempo que los niños y jóvenes dedican al trabajo remunerado. El trabajo de los niños y jóvenes tiene varios significados y sentidos en las familias entrevistadas. Es, por un lado, un inicio necesario al mundo adulto. En segundo lugar, el trabajo ayuda a evitar los problemas de la “vagancia”: drogadicción y pandillerismo. En tercer lugar, el trabajo de los niños significa un ahorro para los padres, que depende de los acuerdos a que se llegue al interior de la familia. Los niños y jóvenes usan una parte de sus ingresos en la escuela (lonches y golosinas) y en ocasiones los padres los responsabilizan de darles dinero a sus hermanos menores para que ellos también

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gasten en la escuela. También pueden comprar con sus ingresos su propia ropa y calzado o compran su propia comida cuando pasan el día entero trabajando. Por último, desde luego, el trabajo infantil puede significar un ingreso adicional para el hogar. Muchos padres manejan el argumento de que la situación económica está “mala” o “triste” y que, por lo tanto, los niños tienen que ayudar a la familia. Un hallazgo central del seguimiento es que, aunque la permanencia en la escuela y la asistencia escolar mejoraron sustancialmente de 2001 a 2002, el trabajo infantil (incluimos en éste el trabajo hasta los 14 años) no parece haber disminuido. Más bien, lo que el estudio encontró fue una intensificación de la jornada de los niños y de múltiples pequeñas negociaciones en el hogar y en la escuela. Los directores de escuelas y profesores pueden ser flexibles en la hora de entrada o salida de la escuela cuando saben que los niños y/o jóvenes trabajan además de estudiar. Por otra parte, aunque el trabajo que los niños y niñas y jóvenes de ambos sexos no sea remunerado, cuando éste se realiza en casa a través de su participación en las labores domésticas (especialmente en el caso de las niñas y jovencitas), existen incompatibilidades entre las demandas escolares y las que provienen del ámbito familiar. La negociación, no carente de conflictos y de intereses contrapuestos, lleva muchas veces a las madres a dejar de exigir la ayuda con la que sus hijas contribuían o siguen contribuyendo en menor medida en los quehaceres del hogar. La mayor parte de las ocupaciones de los niños son informales (boleros, vendedores ambulantes de nopales, pan y otros productos) de fácil saturación y los ingresos que de ellas obtienen son muy bajos. El único caso en que el seguimiento reporta con claridad que ha habido una caída en el trabajo infantil es Basconcobe. En 2001 ya se había observado el mayor compromiso de las familias con la educación. También es el pueblo con más altos ingresos de los seis que se re-estudiaron en 2002. La gente ofrece varias explicaciones: que la

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economía ha decaído y que ya no hay trabajos para los niños. Empero, el estudio documentó que algunos niños sí trabajan, aunque en menor medida que en otras localidades, como vendedores de pan algunas tardes y los fines de semana. Sólo una pequeña parte ha tenido la experiencia, como cerillo en el supermercado local. Efectivamente, ésta es la única localidad en donde no parece existir un mercado para la fuerza de trabajo infantil, excepto como cerillos (empacadores).9 Tres factores interrelacionados explican esta situación: 1) Que los ingresos por trabajador (adulto) son más altos en Basconcobe que en otras áreas del país; 2) que no hay un mercado de trabajo agrícola infantil ni actividades agrícolas o extractivas de subsistencia (toda la agricultura es comercial); y 3) que las escuelas son tajantes en su rechazo a la inasistencia escolar por trabajo remunerado.10 El hallazgo principal mencionado en este apartado debe matizarse. Aunque no percibimos una disminución sustancial del trabajo infantil, los tres actores involucrados (escuela, familia y los propios niños), a partir del Programa Oportunidades, han entrado en negociaciones que, en la mayoría de los casos, les permiten cumplir mejor y asistir más a la escuela al mismo tiempo que hacen trabajos sustanciales en sus hogares y fuera de ellos. Es decir, se percibe una adecuación de los trabajos de los niños a la permanencia escolar. Este cambio es pequeño, pero puede ser acumulativo.

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No sobra decir tampoco que en los valles de Hermosillo y del Yaqui opera uno de los pocos sindicatos de trabajadores agrícolas en México que no permite el trabajo infantil y que fuerza a los patrones a pagar todas las prestaciones de ley. El estudio plantea la necesidad de hacer un seguimiento de más largo plazo en Basconcobe y cualquier otra localidad de la muestra (por ejemplo, la más opuesta, La Rivera), para observar los cambios en la escolaridad. Se puede pensar en que el cambio en la escolaridad será más rápido en Basconcobe. Sería igualmente interesante analizar el rendimiento escolar ya que Basconcobe difiere de las demás localidades por el notable compromiso de padres y madres con las actividades escolares.

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b) Vivienda. Fueron tres los aspectos de la vivienda analizados en este estudio: calidad de la construcción (fragilidad versus solidez de los materiales, así como factores que hacen más fácil o difícil la vida en ella), seguridad de la tenencia, y servicios con que cuenta la misma. En general, encontramos que el impacto del Programa Oportunidades en estos aspectos es indirecto. Hay tres factores fundamentales que han incidido en las mejoras observadas en los tres componentes de la vivienda a lo largo de estos doce meses. El primero está constituido por las remesas de miembros de la familia que han trabajado en los Estados Unidos. El segundo es la intervención del municipio, que a su vez está ligado con Programas federales (VIVAH) y con movimientos ciudadanos de los habitantes de los barrios y su propio trabajo. El tercero es el Programa Oportunidades. El impacto de los dos primeros es directo, mientras que el impacto de Oportunidades es indirecto, a través de variaciones en el destino de los ingresos que han sido posibles gracias a las transferencias del Programa. Sobresale la ausencia de los ingresos “normales” devengados en la localidad, ya sean estacionales o constantes, como factor de mejoría de la vivienda. En todo caso, la incapacidad de estos ingresos de incidir en la vivienda se manifiesta en el deterioro relativamente paulatino de la calidad de la misma, sobre todo cuando está construida con materiales perecederos o de vida corta, tales como recortes de madera o láminas galvanizadas de desecho de otras construcciones. En otras palabras, los empleos y los ingresos derivados de fuentes locales no bastan para que los hogares estudiados construyan su patrimonio paulatinamente. En el amplio conjunto de hogares estudiados, que incluye hogares con y sin Programa Oportunidades, el principal factor que ha permitido hacer mejoras a las viviendas durante este año es el dinero que proviene de los Estados Unidos. Una parte de estas casas son las que ahora

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sobresalen en sus colonias por su construcción de tabique o block. Pero muchas otras han hecho mejoras parciales: herrería, cuartos adicionales, muros laterales de protección de los predios. El problema, sin embargo, es que las remesas son variables, más aún que los empleos normalmente inseguros de los familiares en Estados Unidos. El segundo factor es mucho más complejo de explicar, porque consiste a veces en acciones unilaterales, no solicitadas, de las autoridades, y en otras es parte de un proceso más o menos llano o tortuoso por el cual los habitantes de estas barriadas tramitan y reciben apoyos de construcción. Estos apoyos son una bendición cuando llegan pero en algunos casos ha habido corrupción o poca transparencia en su manejo. Los servicios públicos (agua y electricidad) se acercan a las barriadas más atrasadas. Muchos hogares ahora tienen un mayor acceso al servicio de agua. Aunque ésta escasee (normalmente sólo fluye el líquido durante unas horas al día o a la semana), las familias se benefician mucho al no acarrear agua desde alguna toma distante. Todavía hay mangueras informales, tubos rotos que surten de agua gris a las colonias y almacenamiento precario en cubetas y tambos industriales usados. Pero hay una mejoría paulatina. La regularización es otro aspecto de las mejoras. Ha habido procesos de regularización en dos de las barriadas, y en otras hay casos individuales en proceso. La regularización cambia la moral de una colonia, aunque hace aflorar muchas dudas causadas por el accidentado historial de los predios. Sin embargo, donde el proceso de regularización ha culminado satisfactoriamente, los habitantes (dueños de los predios) tienen mucha más seguridad para invertir tanto en la propia vivienda como en la urbanización y el acceso a los servicios. Aunque los costos de la regularización son bajos, algunas personas entrevistadas piensan que no van a poder pagar o han aportado apenas una parte simbólica del total. Para evitar la “sucesión social” (proceso en el que los más pobres, que no pueden pagar el proceso,

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venden y abandonan sus predios, y otros menos pobres compran terrenos baratos total o casi totalmente regularizados y urbanizados) el Programa Oportunidades podría ayudar a estas personas a vincularse con otros Programas para financiar el proceso. Parece que algo así está sucediendo, pero a las familias les falta aún mucho por pagar. Pero la electricidad es extremadamente costosa (recibos de 500 pesos en viviendas de uno o dos cuartos y muy pocos focos) y hay quienes prefieren no tener este servicio por miedo a no poderlo pagar. En algunos casos se observó el uso de acumuladores y baterías, o incluso velas, en lugar del servicio de luz eléctrica. Al hacer a un lado en el análisis a los hogares que reciben remesas, encontramos que en más de la mitad de los hogares beneficiarios del Programa Oportunidades hay mejoras apreciables (construcción de un nuevo cuarto, reemplazo de materiales: láminas con agujeros por nuevas, construcción o avance de muros, letrinas, instalación de tomas de agua). Entre las familias no beneficiarias estos procesos son menos aparentes y son muchas menos familias las que han mejorado sus viviendas. Los miembros de algunos hogares beneficiarios, a través de su incorporación a Oportunidades, han recibido apoyo de los enlaces municipales para acceder a Programas de vivienda o para contar con cierta comprensión para el pago de la regularización. Se puede afirmar, entonces, que los hogares beneficiarios han derivado algunas ventajas tanto de las transferencias como de las relaciones con autoridades, lo que podría ser un impacto inesperado del Programa en términos de capital social. En otras palabras, el Programa puede poner en marcha, en algunos casos, un nuevo tipo de relación entre las autoridades locales y los hogares identificados como pobres por procedimientos técnicos, más que por razones políticas o por ser tradicionalmente reconocidos como pobres. Sin embargo, no se debe pensar que los hogares beneficiarios están solucionando rápida y drásticamente sus problemas de vivien-

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da. La mayor parte aún es extremadamente deficiente en casi todos los sentidos (González de la Rocha y otros, 2002). Pero hay mejorías constatadas en la mayor parte de los hogares, y una mejoría un poco mayor entre los hogares con Oportunidades. c) Capital humano: educación. En el estudio de 2001 se observó que la principal limitación para la permanencia en la escuela era la económica porque la educación pública tiene costos directos e indirectos que muchas familias no pueden cubrir (uniformes, materiales educativos, transporte, comida que se consume en la escuela, más los costos de oportunidad –ingresos y ayuda doméstica– que van aumentando con la edad del sujeto). En algunos casos, la percepción de que estudiar la secundaria es imposible se impone a los hijos desde temprana edad y la continuidad escolar es fuente de tensiones domésticas. 11 En los hogares que estudiamos en 2001 una parte significativa de las propias familias planteaba barreras internas a la continuidad escolar. Aquí se manifiesta desde luego la clara diferencia entre hombres y mujeres, pero hay otras múltiples. Sin incluir las económicas ya mencionadas (destino de la fuerza de trabajo de niños y jóvenes a actividades que generan ingresos), había múltiples casos en los cuales los padres parecían buscar disminuir su propia carga doméstica con el trabajo de sus hijas, o su propia contribución al hogar con los ingresos de los hijos pero encontramos, en general, que la asistencia escolar de niños y niñas y adolescentes de ambos sexos es relativamente permanente hasta la secundaria. A partir de ahí decrece

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Los jóvenes de ambos sexos que habitan en localidades rurales y semi-urbanas, pero particularmente las mujeres que desean seguir estudiando más allá de la primaria, enfrentan barreras sociales y económicas que limitan seriamente sus planes. La negociación de estas jóvenes con sus padres, para obtener “el permiso” es un componente esencial del proceso (Zavala, 2006).

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porque se incorporan al mercado laboral o emigran y porque las mujeres, además, pueden iniciar su ciclo reproductivo o establecen uniones conyugales a edades tempranas.12 Para el estudio de 2002 se esperaba un alto grado de permanencia escolar y el regreso a la escuela de jóvenes que habían interrumpido su educación formal en los hogares incorporados al Programa. Efectivamente, se encontró que los hijos de las familias con Oportunidades han permanecido en la escuela en mayor medida que los que no tienen el Programa. Además, muchos pasaron de primaria a secundaria a pesar de los mayores costos monetarios y de oportunidad. La investigación de 2002 da elementos para afirmar que el éxito del Programa Oportunidades es más rápido en las localidades semiurbanas que en las rurales porque los costos y el tiempo de transporte a la escuela son mucho menores. Además, hay una clara conciencia de que una vez obtenida la beca el joven sólo puede mantenerla si permanece en la escuela. La importancia económica de las becas de secundaria, de mayor monto que las de primaria, no es deleznable. Muchas de las familias incorporadas con hijos en secundaria han podido saldar deudas con la ayuda de las transferencias. Por otra parte, se encontró que los muchachos desayunan mucho mejor que antes en gran medida como resultado de la insistencia y trabajo invertido de las madres quienes hacen lo posible por que sus hijos coman mejor: hacen licuados con la papilla para todos los hijos, les mandan tacos o lonches al recreo o les dan dinero para tortas u otros productos que venden en la escuela. Es evidente, pues, que los jóvenes obtienen más calorías que antes de la incorporación al Programa. En opinión 12

Además de los obstáculos individuales y familiares a la educación, encontramos también obstáculos impuestos por las instituciones, las escuelas, relacionados con la poca y deficiente información que los maestros manejan respecto del PROGRESA-Oportunidades y sobre las obligaciones de cada uno de los actores participantes. Este problema de información también fue detectado entre el personal de las clínicas.

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de los sujetos entrevistados (jóvenes, niños, madres, etc.) la beca y el monto destinado a útiles escolares no alcanza para cubrir las cuotas y los costos de los que ya hemos hablado. Sin embargo, la ayuda es significativa y el hecho es que el monto, sumado a la corresponsabilidad, está inclinando la balanza a favor de una mayor escolaridad.13 Sin embargo, no encontramos re-ingreso escolar por parte de los jóvenes que habían abandonado la escuela. Son tres las razones: 1) emigración, algunos por razones económicas urgentes en los últimos doce meses; 2) embarazo o inicio de uniones conyugales (en el caso de las mujeres); y 3) varios de estos jóvenes –de entre 13 y 16 años– ya eran proveedores económicos en sus hogares y el regreso a la escuela no es una opción viable. Encontramos limitaciones propias de las instituciones y normas escolares y del sistema burocrático del gobierno federal. Las edades tope de inscripción para ciertos grados, los requisitos de certificación de nacimientos y de estudios previos y otros factores que se vinculan con los anteriores (como la reprobación o la no calificación causada por la falta de pago de cuotas), interactúan de manera negativa con la mala situación económica, el escaso manejo de las instituciones públicas, y la dificultad de obtener certificaciones, para asegurar la continuidad de la carrera escolar de los jóvenes. Pero queda claro que las familias pobres están haciendo grandes esfuerzos para que sus hijos estudien, y una pequeña parte de los adultos jefes de hogar ha ingresado a cursos para adultos de distintos tipos (alfabetización, cultora de belleza, entre otros). Un resultado que surge de los estudios de caso y de los grupos de 13

Sin embargo, se sugirió al Programa repensar los montos de las becas de distintos niveles educativos puesto que si la necesidad doméstica de los ingresos de los hijos persiste es posible que convenga aumentar el monto de las becas de la educación media para reforzar los incentivos de permanecer en la escuela y trabajar menos. También es necesario apoyar a los jóvenes que desean regresar a la escuela y no lo pueden hacer por falta de documentos.

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enfoque, es que el Programa elevó las metas y expectativas educativas de padres e hijos. Esto no garantiza que se cumplan las nuevas y más ambiciosas, pero este cambio ya sucedió en muchos hogares. d) Capital humano: salud. La salud, tal como sucedió en anteriores evaluaciones, resultó ser el aspecto más complejo del Programa. No contamos con mediciones biométricas, ni se ha realizado un estudio a fondo de la percepción de malestares por parte de los beneficiarios. Sin embargo, hay varios hallazgos importantes. En primer lugar, hay saturación en muchas de las unidades de salud, y los responsables han respondido a ella con medidas muy variadas. Algunas (no traer a revisión a jóvenes y adultos sanos y anotarles asistencia) pueden no ser graves. Otras (el sistema de fichas con doble asistencia –ir por la ficha y volver a la revisión– por parte de los beneficiarios) sí son contrarias a la permanencia en el Programa, y restan tiempo para otras labores a los beneficiarios. Las clínicas carecen de mecanismos que adecuen el cumplimiento de las corresponsabilidades a las obligaciones laborales de los beneficiarios.14 La percepción que tienen los beneficiarios del sub-abasto de medicamentos mejoró ligeramente del estudio basal al seguimiento. Este es un logro significativo, aunque falta mucho por mejorar, puesto que los miembros de muchos hogares, especialmente aquellos con enfermos crónicos, tienen que destinar parte de sus ingresos a la compra de medicamentos en farmacias particulares. A veces, ello lleva a contraer deudas de difícil cancelación. Por esa razón, las familias optan por usar hierbas y remedios caseros y pos-

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Por ello, es necesario que se estudie un mejor sistema de citas para revisión y consulta y que, en la medida de lo posible, estas revisiones se hagan en las tardes, en las noches, o en días menos hábiles (sábados y domingos).

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tergar la visita a la clínica o tolerar la enfermedad.15 La ambigüedad en la implementación de cobros por revisiones a beneficiarios se ha disipado. Las revisiones a beneficiarios sanos no se cobran. Hay que seguir insistiendo en este punto pero se observa que se está cumpliendo ya con este requisito del Programa. Los Programas de planificación familiar y de detección de cáncer cérvico uterino están logrando un mayor impacto, y la mayoría de las clínicas ha excedido sus metas en este último rubro. El mecanismo de retroalimentación (la llegada a las mujeres del resultado del análisis) ha mejorado, aunque sigue habiendo diferencias entre distintas unidades de salud. La única unidad de servicio donde encontramos que la cantidad de personal, equipo y medicamentos debería bastar para ofrecer un mucho mejor servicio es el hospital de Arteaga, Michoacán. En los dos casos en que había quejas por la mala actitud o las adicciones de los médicos no se habían resuelto (Arteaga y Hostotipaquillo). Un hallazgo sustantivo referente a la nutrición es que la cantidad de niños y jóvenes becarios que desayunan en sus casas ha aumentado notablemente. Creemos que esto se debe en parte a que hay más dinero en sus hogares, pero también a que los padres no quieren que los hijos pierdan las becas por enfermedad o porque su cansancio los lleve a faltar. Recuérdese además que en la evaluación 2001 encontramos que muchos escolares debían dedicar horas a ir y volver de la escuela. En cualquier caso, es un impacto positivo del Programa. Los mecanismos de desayunos escolares funcionan con muy diferentes organizaciones y niveles de eficiencia, y con frecuencia no benefician a los más pobres.

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Encontramos que las clínicas del IMSS-Solidaridad ofrecen mejor atención y seguimiento a los enfermos porque cuentan con médicos de base, mientras que en las de la SSA los médicos son pasantes que permanecen muy poco tiempo en las comunidades.

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e) Relaciones domésticas. No se percibieron, en el corto plazo de esta evaluación, impactos positivos sustanciales en la organización doméstica. Aunque este no es un objetivo del Programa hay, sin embargo, indicios de que en un plazo mayor las transferencias y corresponsabilidades de beneficiarias, vocales y promotoras coadyuvarán para que ganen autonomía y autoridad en sus hogares, aunque es muy posible que esto produzca conflictos. No hay una tendencia clara sino una combinación de rasgos que hacen de las relaciones domésticas un espacio de claro-oscuros. Por un lado, se observaron separaciones conyugales, abandonos familiares por parte de algunos hombres, y disminución de aportaciones que éstos hacían hace un año al presupuesto hogareño. Por otro lado, permanecen los conflictos y confrontaciones de intereses que caracterizan la vida doméstico-familiar, al igual que las diferencias marcadas de género y edad en los procesos de toma de decisiones. Sin embargo, hay indicios de que las mujeres están aprendiendo a defender los ingresos del Programa para destinarlos a la compra de mejores alimentos y de ropa y zapatos para sus hijos. Esta incipiente generación de autonomía y autoridad femeninas es, por supuesto, un elemento positivo que se puede traducir en el mayor bienestar de los niños y jóvenes (y posiblemente del suyo propio), como lo sugiere la literatura (Kabeer, 1998; González de la Rocha, 1999b; Chant con Craske, 2003). Creemos también que a medida que el Programa se consolida y el conocimiento y aceptación del mismo por parte de los usuarios aumenta, se está gestando una Cultura Oportunidades que lleva a la aceptación y mayor respeto masculinos de las formas de operación, lo cual implica un cierto ensanchamiento de la autonomía femenina en la administración de los recursos. f) Relaciones sociales extra-domésticas. Hemos observado la constitución de grupos informales de mujeres, alrededor de las tareas direc-

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tamente ligadas al Programa, en donde hay muestras de solidaridad y colaboración a su interior. Aunque no podemos asegurar que las relaciones sociales que componen estos grupos no existieran anteriormente, el hecho de que estos grupos giren alrededor de las responsabilidades de la titularidad del Programa nos hace plantear, con cierto grado de confianza, que la gestación o consolidación de estos grupos están relacionados con la operación de Oportunidades. Las relaciones de parentesco, vecinaje, amistad y compadrazgo incluyen en estas localidades a individuos y familias beneficiarios y no beneficiarios, y pudimos constatar el flujo de bienes y servicios entre unos y otros, independientemente de su participación o no en el Programa. Es decir, no encontramos evidencias contundentes sobre conflictos –al interior de las localidades– entre beneficiarios y no beneficiarios. Hay, sin duda, desconcierto e incomodidad cuando a juicio de los habitantes de las localidades se han cometido errores de inclusión/exclusión y nadie se atreve a señalar dichos errores en las asambleas comunitarias de incorporación (en teoría para corregir el padrón levantado en cada comunidad) porque la gente teme que dichos señalamientos produzcan problemas entre las familias. El desconcierto y la incomodidad no han derivado hasta ahora en relaciones poco armónicas, o más conflictivas que en el pasado. Además de la evidencia del surgimiento de los grupúsculos de mujeres titulares del Programa, podemos suponer que a medida que se gesten mejoras en los otros indicadores de vulnerabilidad (mayores y mejores trabajos, mayor capital humano, mejores viviendas, etc.), la capacidad para relacionarse socialmente de estas familias se verá incrementada. Sin embargo, si las diferencias en los niveles de bienestar entre las familias beneficiarias y no beneficiarias se incrementan, podemos suponer la existencia de mayor distanciamiento y/o de mayor conflicto entre ellas. Por último, es importante plantear que el monto de las transferencias de Oportunidades no basta para explicar el conjunto de

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cambios aquí observados. En otras palabras, las transferencias no alcanzan para comprar uniformes y zapatos, mejorar la alimentación, cubrir las cuotas escolares, las consultas y las medicinas y mejorar la vivienda. Sin embargo, la participación en el Programa incentiva notablemente a las familias a dedicar una parte mayor de sus ingresos a estas áreas prioritarias del gasto que pueden disminuir la vulnerabilidad y la pobreza. La investigación realizada en 2002 concluyó que debido a que el recurso más importante de estas familias es el trabajo, los impactos que Oportunidades pueda tener en las otras dimensiones de la vulnerabilidad tendrán pocas posibilidades de éxito a mediano y largo plazo en tanto no existan las condiciones para convertir este recurso en un activo generador de bienestar. A pesar de los indicadores cualitativos que reducen la vulnerabilidad, creemos que la vulnerabilidad y la pobreza de estos hogares no serán erradicadas por el solo Programa Oportunidades. Para esto hace falta, una vez más, aumentar los ingresos provenientes del trabajo de cada perceptor, que ahora están fuertemente limitados por la precariedad de las economías locales y la ausencia de opciones.

LOS GRUPOS DOMÉSTICOS URBANOS Objetivos y estrategia metodológica La evaluación cualitativa del año 2003 se propuso averiguar el impacto de la operación del Programa en la economía y la organización de los hogares urbanos y, en virtud de que en las ciudades hay un mayor número de hogares de jefatura femenina y de mujeres que realizan trabajo asalariado, conocer si el cumplimiento de las corresponsabilidades implica mayor sacrificio –tiempo y esfuerzo– para los grupos domésticos que reúnen esas características (jefatura femenina, empleo femenino asalariado). Como parte de este objetivo, la

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evaluación 2003 planteó la necesidad de explorar las particularidades urbanas respecto de la participación de las mujeres en el empleo y sus consecuencias en el cumplimiento de las corresponsabilidades. La especificidad de esta investigación fue resaltada por los directores de la misma al afirmar que “...este estudio no es una réplica exacta de las evaluaciones anteriores. Si bien persisten elementos básicos de las evaluaciones del Programa Oportunidades realizadas anteriormente, en particular en lo que se refiere al marco analítico conceptual, hay particularidades del medio urbano que tienen impacto en el bienestar de las familias...” (Escobar y González de la Rocha 2005a: 307). La irregularidad de la tenencia de la vivienda y la precariedad de la misma, la auto-urbanización y las mayores distancias urbanas, son parte de dichas particularidades urbanas. Además, interesaba tomar en cuenta que en las ciudades existe una más amplia diversidad de opciones laborales, informalización del empleo, aumento de la presencia de mujeres en los mercados laborales y mayor inseguridad y violencia (según las percepciones de los habitantes de los barrios citadinos), fenómenos que han sido señalados por los estudiosos sobre fenómenos urbanos (Escobar, 1986; De la Peña y otros, 1990; García, Muñoz y Oliveira, 1982; González de la Rocha, 1986; Gabayet y otros, 1986; García y Oliveira, 1994; Feijoó, 2001; Wainerman, 2003). Resulta necesario advertir que los grupos domésticos estudiados en 2003 contaban con sólo de seis a diez meses de exposición al Programa cuando esta evaluación fue realizada, por lo que no se esperaban impactos claramente observables. Desde el diseño de la investigación se planteó el análisis de los primeros impactos en los hogares en términos de los objetivos del Programa (mejorar la educación, salud y alimentación de las familias beneficiarias). La investigación realizada en 2003, la primera en evaluar la operación del Programa en áreas propiamente urbanas (no ya los pueblos grandes estudiados en 2001 y 2002), significó para el equipo de evaluación un reto logístico y metodológico. Como es sabido, a los antropólogos tradicionales les resulta más familiar hacer trabajo de campo en una comunidad rural que en una urbe, dadas las complejidades y las dimensiones de esta última.

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Aunque los objetivos de investigación no implicaron el diseño de una nueva estrategia,16 los instrumentos de recolección de información fueron adecuados a la realidad urbana, con especial énfasis en la posible mayor presencia femenina en los mercados de trabajo, la diversidad de ocupaciones remuneradas y las mayores distancias entre la casa, el trabajo, la escuela y la clínica. En evaluaciones pasadas se había observado que las mujeres que trabajan a cambio de un salario o en la generación de ingresos en el autoempleo tienen muchas más dificultades para cumplir con las corresponsabilidades. Por ello, nos pareció oportuno y necesario averiguar si las condiciones de vida de las mujeres urbanas son más o menos propicias para dicho cumplimiento. La metodología de este estudio se basa en una selección analítica no aleatoria de casos de hogares en localidades elegidas de la muestra de evaluación de la ENCELURB 2002 (encuesta de evaluación de los hogares en zonas urbanas, diseñada por el Grupo Asesor de Evaluación del Programa Oportunidades y aplicada por el Instituto Nacional de Salud Pública). Se seleccionaron seis localidades en diversas regiones y estados del país por la incidencia de pobreza que se encontró en cada una de ellas. Estas localidades urbanas comprenden la más pobre (Las Granjas) y la menos pobre (La Isleta) de las incluidas en dicha encuesta. Las demás se distribuyen en distintos puntos del continuum de pobreza. Aunque sólo fueron seis localidades, entre ellas se cubre toda la varianza de incidencia y profundidad de la pobreza de la muestra estadística de evaluación. Las seis localidades urbanas de este estudio fueron: 1) Las Granjas, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; 2) Coacotla, en Cosoleacaque, Veracruz; 3) La Venta, en Acapulco, Guerrero; 4) Asunción Castellanos, en Villahermosa, Tabasco; 5) el Albergue Cañero México, en Ahome, Sinaloa; y 6) La Isleta, en Tampico, Tamaulipas.

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Para evaluar el proceso de selección por módulos, o la llamada autofocalización, tuvimos que incluir preguntas específicas sobre la incorporación a través de los módulos.

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Algunas de estas localidades resultaron ser más rurales que urbanas y otras reúnen las características propias de las barriadas citadinas. Todas ellas, incluso las de apariencia más rural, son barrios de ciudades, o pueblos aledaños a urbes de entre 50,000 y un millón de habitantes (según la información de 2002). De la base de datos de la ENCELURB se seleccionaron seis hogares (tres beneficiarios y tres no beneficiarios), con seis sustitutos, distribuidos en tres distintos niveles de pobreza, o 36 hogares en total. La localización de estos hogares fue no sólo complicada sino mucho menos exitosa que en otras experiencias de investigación debido a mudanzas durante los pasados ocho o diez meses y a que hubo menos disposición por parte de los sujetos de estudio a cooperar con los investigadores (rechazos), problema notablemente menor cuando los hogares se seleccionan por medio de la técnica de la bola de nieve entre un conjunto mucho más amplio de posibles casos (usada en estudios anteriores). Ante el problema de no encontrar a los hogares seleccionados y el adicional de los rechazos, rápidamente se produjo un agotamiento de los hogares (titulares y suplentes) de la muestra analítica. Los investigadores se vieron forzados a sustituir los casos perdidos con otros, buscando semejanzas respecto de las características sociodemográficas de los hogares y el estatus de los mismos dentro del Programa Oportunidades. Dado que en este caso no se realizó un estudio basal, el análisis de impacto se realizó a través de técnicas retrospectivas en los hogares beneficiarios y por medio de comparaciones entre hogares pobres incorporados y no incorporados. El análisis retrospectivo es sin duda mucho menos certero y confiable que el método basado en un estudio basal sucedido por un seguimiento. Efectivamente, encontramos mayores obstáculos para detectar los cambios ante las dificultades de los informantes de reconstruir con precisión el estado de sus ingresos, egresos, activos y deudas a un año de distancia. Fue complicado averiguar las diferencias entre las economías domésticas antes de las transferencias del Programa y relacionar los cambios familiares con el Programa o con variaciones en la inserción laboral, los rendimientos variables de las actividades por cuenta propia, u otros factores. Por lo tanto,

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el diseño de esta investigación lleva a la necesidad de mayor cautela en la definición de los impactos.

RESULTADOS Género e incorporación a Oportunidades. Encontramos que la población femenina hace uso de algunas estrategias para asegurar su incorporación al Programa. En evaluaciones anteriores se observó que algunas familias escondieron sus bienes domésticos o incluso mintieron sobre sus ingresos familiares, con tal de ser elegidas como beneficiarias. En la investigación realizada en 2003 resultó particularmente interesante observar el manejo –por parte de las mujeres mismas– de la figura femenina pasiva y dependiente y su auto-victimización, ante el Estado, como mujeres “abandonadas” por sus maridos. Como lo afirma Bibars para las mujeres de su estudio en El Cairo (2001: 100), “En su relación con los programas sociales del Estado y la burocracia que representa al gobierno, algunas de estas mujeres aprendieron a usar el sistema…. para su propia ventaja”, en este caso, la manipulación de los estereotipos construidos socialmente respecto de la anomalía atribuida a la jefatura femenina (Chant, 1997) y las desventajas de ella derivadas (dependencia económica, recrudecimiento de la pobreza, la desconfianza hacia las mujeres jefas, etc.). En este estudio encontramos que algunas mujeres hicieron creer al personal del Programa que el marido las había abandonado (sin ser cierto) y que, por ello, requerían de los apoyos de Oportunidades. Observamos casos de supuesta jefatura femenina (según los datos proporcionados por el Programa) en los que el varón (marido de la mujer titular) no sólo residía en el hogar en el momento de la investigación sino que nunca había partido. La confianza entablada entre los investigadores de campo de la evaluación y los sujetos de estudio permitió averiguar que estas mujeres se habían declarado “abandonadas” como una estrategia para enfatizar su vulnerabilidad y dependencia de los apoyos del gobierno.

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Aunque el método de autofocalización por módulos tiene ventajas respecto de otros métodos de selección,17 el proceso implicó, para muchas mujeres, dificultades operativas (como reunir la información y la documentación completa) que les consumieron más de un día. Estas dificultades llegan a generar situaciones que podríamos llamar de auto-exclusión. Es decir, hay quienes, a pesar de que se enteraron de la existencia de los módulos y de su finalidad, no acudieron a solicitar los apoyos del Programa. Estos son casos especialmente de mujeres que no tuvieron el tiempo o las condiciones para acudir al módulo, sobre todo mujeres con una carga doméstica pesada, con hijos pequeños y redes de apoyo debilitadas (no contar con alguien que cuide a los niños mientras ellas acuden al módulo) y mujeres trabajadoras que no pudieron faltar al empleo (por el costo de perder uno o varios días de salario): “Los estudios de caso de hogares no beneficiarios muestran que el tiempo necesario para dedicar al proceso de incorporación desalentó a muchos, especialmente en los casos de hogares de jefatura femenina (sin cónyuge). Se trata de casos que hemos denominado de ‘auto-exclusión’, que muestran elementos de un problema que debe corregirse” (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 296). Estos hallazgos, y las recomendaciones que como evaluadores realizamos al Programa, llevaron a Oportunidades a implementar mejoras en el mecanismo de incorporación urbana en el año 2004. Prácticas de cuidado de la salud. En los 6 u ocho meses de exposición al Programa, algunas clínicas habían detectado a los niños desnutridos y ya se les estaba tratando, se daba seguimiento a los pacientes mayores y enfermos crónicos y éstos recibían al menos un porcentaje de los medicamentos requeridos (aunque no su totalidad) y, según

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La mayoría de los habitantes de estas zonas urbanas tuvo conocimiento sobre el Programa, los módulos y los requerimientos para ser incorporados. Los resultados sobre los componentes del Programa, incluidos los métodos distintos de incorporación, pueden consultarse en los reportes de las evaluaciones cualitativas que aparecen en el portal electrónico mencionado anteriormente.

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los médicos, las infecciones intestinales, las respiratorias y el dengue habían disminuido a partir de las campañas de salud, las pláticas y las faenas comunitarias (limpieza de los barrios, eliminación de agua estancada en charcos y cacharros). Ya que frecuentemente no les dan las medicinas requeridas, tienen que acudir a las farmacias particulares y comprar los medicamentos. Impacto en educación. En el campo de la educación encontramos mejoras sustantivas en los hogares beneficiarios frente a los no beneficiarios en dos sentidos: 1) prolongación de la carrera escolar y 2) mejoría en la asistencia a la escuela y cumplimiento de las obligaciones marcadas por las escuelas (económicas y académicas), pero no encontramos evidencias de reanudación de carreras escolares interrumpidas. Efectivamente, como en otras evaluaciones, se observó que las expectativas escolares están aumentando (incluso al nivel universitario, según se constató en uno o dos participantes de cada grupo focal formado por entre ocho y diez participantes). Sin embargo, se detectó que el grado de satisfacción con los servicios educativos, aunque diverso, es más bien bajo. Las madres, los padres y los estudiantes mismos están muy a disgusto con varios elementos: la calidad del trato y de la enseñanza, las ausencias repetidas de los maestros, la muy baja calidad de la infraestructura escolar y el equipo (por lo que tienen que dar cuotas frecuentemente). Y aunque los maestros opinan que la asistencia y la capacidad de atención de los alumnos han aumentado con la operación del Programa Oportunidades, además del incremento del interés en la educación tanto por parte de los alumnos como de sus padres, encontramos que los padres de familia y los estudiantes mismos afirman que la asistencia ininterrumpida se procuraba desde antes de la operación del Programa y, por otra parte, los padres (varones) siguen mostrándose escépticos (o realistas) hacia la continuación escolar de sus hijos debido a que los jóvenes deben trabajar para generar ingresos y hay ocupaciones que no son compatibles con los horarios y exigencias escolares. Las madres, por el contrario, están cada vez más interesadas en que sus hijos continúen sus carreras educativas y, con ello, tengan mejores oportunidades de

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vida en el futuro. En esta investigación descubrimos tres factores que actúan en contra de la continuidad escolar: 1) el costo de oportunidad de los estudios (que puede decrecer en los casos en los que los jóvenes consiguen empleos de horario flexible que les permita combinar ambas actividades); 2) los costos directos e indirectos de la educación (uniformes, materiales, renta de computadoras, fotocopias, transporte y almuerzos –que aumentan en el nivel secundaria– y cuotas escolares que se incrementaron en varios de los establecimientos escolares estudiados); y 3) la oferta educativa: la falta de espacios y equipo en las escuelas secundarias que limita el ingreso y, por lo tanto, el ser aceptado como becario del Programa. Además de estos factores encontramos que muchas escuelas niegan calificaciones y certificados a los alumnos que no han cubierto cuotas (mismas que, como ya se mencionó, aumentaron significativamente de un año escolar al siguiente), lo que se traduce en obstáculos para que los jóvenes continúen en otros niveles o años educativos u obtengan un empleo. Asimismo, los costos indirectos pueden ser efectivamente muy altos. Hemos calculado que el transporte a la escuela, por ejemplo, absorbe hasta el 80 por ciento de la beca Oportunidades en los primeros años de secundaria, puesto que las escuelas secundarias existen en un menor número que las primarias y suelen estar más alejadas de las viviendas. Todo lo anterior no obsta, sin embargo, para dejar en claro que: “Prolongar la carrera escolar y mejorar la asistencia y el desempeño (cumplimiento de las obligaciones académicas, no necesariamente en mejoría de calificaciones) como consecuencia de las transferencias de Oportunidades, es un hallazgo general de esta evaluación” (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 321). Primeros impactos en los hogares urbanos. Los hallazgos sobre el impacto del Programa en la economía y la organización de los hogares beneficiarios versan sobre los cambios observados en distintos ámbitos del uso de recursos domésticos: los ingresos de los hoga-

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res, la vivienda, las relaciones domésticas y las redes de apoyo. En este caso no se analizaron los cambios en el uso de la fuerza de trabajo al mismo nivel de profundidad que en el estudio anterior (basal y seguimiento en localidades semi-urbanas) porque esta fue una investigación de los primeros impactos en donde, consideramos, no caben las transformaciones en los mercados laborales, visibles sólo en plazos más largos. La primera conclusión, a la luz del análisis de los primeros impactos del Programa, es que la incursión del Programa Oportunidades en estas áreas urbanas es oportuna y necesaria. Los hogares estudiados requieren de los apoyos en virtud de que la escasez de sus ingresos y de que están forzados a adquirir la casi totalidad de los bienes de consumo en el mercado (debido a que el auto abasto es mucho más limitado en las ciudades). Por otro lado, las grandes distancias entre las viviendas y los centros de trabajo y de servicios aumentan significativamente los gastos en transporte, gasto que merma los ingresos destinados a otros rubros del consumo. Las transferencias del Programa Oportunidades han incrementado el nivel absoluto de los ingresos de los hogares. Ello se traduce en el aumento y el mejoramiento del gasto en necesidades esenciales, como la compra de alimentos y la educación. Y dado que las pláticas que forman parte de las corresponsabilidades del Programa han insistido en la importancia de no desviar el dinero hacia otros fines, hay una clara actitud de las mujeres titulares de destinar las transferencias a dichas necesidades esenciales. Por lo tanto, y a manera de reflexión general nutrida por análisis pormenorizados del cambio en los recursos de los grupos domésticos, se puede afirmar que el aumento del ingreso de los hogares (y el cuidado de las titulares en el uso de las transferencias) debe necesariamente disminuir la vulnerabilidad de los grupos domésticos, tanto en el corto plazo (mejor alimentación que aumenta las posibilidades de gozar de salud y capacidad de estudiar) como en el largo (una vida más saludable y mejores ingresos potenciales). El contar con un ingreso seguro, a través de las transferencias del Programa, reduce significativamente las variaciones bruscas en los presupuestos domésticos.

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Ello, a su vez, posibilita la planeación de los gastos y las inversiones en activos domésticos, ayuda a prescindir del fiado o a pagar las deudas puntualmente (mejora las condiciones de compra) y posibilita destinar parte de los ingresos a mejorar las condiciones de la vivienda. La base de este proceso de disminución de la vulnerabilidad es la seguridad del ingreso, misma que, sin embargo, tiene algunos aspectos no tan positivos. Entre otros, se hace referencia aquí a los abusos de los comerciantes que saben cuándo llegan las transferencias a las manos de las titulares, momentos en los que aumentan los precios de sus productos. Cambios en la vivienda. Las familias de estas localidades urbanas habitan en viviendas muy precarias, la mayoría en zonas no regularizadas y en pleno proceso de auto-urbanización (auto-construcción de las viviendas, gestión de los servicios y pago de instalaciones). En casi todos los casos de hogares beneficiarios se observaron mejoras a la vivienda: desde los pagos requeridos para la regularización de la tenencia, la sustitución de materiales de desecho por materiales más firmes, la construcción de muros y techos, hasta los pagos para la dotación de servicios. Estas mejoras se han dado en mayor medida en los hogares beneficiarios, al compararlos con los no beneficiarios. Un aspecto muy relevante es que, en las localidades del estudio de este año, la emigración a los Estados Unidos no es un fenómeno tan importante como en otros contextos (estudiados previamente), por lo que es posible que la incorporación a Oportunidades sea el principal factor detrás del progreso en términos de vivienda. Los autores de la evaluación quisimos insistir en que el uso de recursos en procesos de mejoramiento de la vivienda no implica el desvío de los objetivos del Programa sino, más bien, es el producto de la ampliación del abanico de recursos domésticos que el Programa Oportunidades ha permitido. Sin embargo, los cambios observados no quieren decir que los grupos domésticos estudiados hayan solucionado sus problemas de precariedad de infraestructura y vivienda, puesto que la fragilidad de las casas, la inseguridad

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de los barrios y las viviendas y la falta de servicios públicos son problemas reales y cotidianos. Ciclo doméstico. Encontramos, como otra de las conclusiones importantes, que el ciclo doméstico sigue siendo relevante para entender y explicar las variaciones en la vulnerabilidad y el bienestar de los grupos domésticos (González de la Rocha, 1986; 1994). Así, los grupos domésticos jóvenes (en la etapa de expansión) enfrentan tensiones y presiones económicas más severas que los hogares más consolidados. Esta afirmación es válida para la realidad analizada en esta investigación. Los grupos domésticos consolidados viven en condiciones más favorables porque cuentan con un mayor número de miembros que generan ingresos y que participan en la realización de las tareas domésticas (con lo que se libera a las mujeres –madres, esposas– para el trabajo asalariado). Igualmente, se confirma el contraste entre los hogares nucleares y extensos encontrado en otras investigaciones (González de la Rocha, 1994), al estar los segundos caracterizados por más flexibilidad y por dar lugar a arreglos que permiten el trabajo femenino remunerado y, en general, la co-existencia de varios generadores de ingresos (generalmente son hogares de mayor tamaño, un número más elevado de trabajadores e ingresos más altos que los nucleares). Nuevos arreglos domésticos. Encontramos, como un hallazgo interesante y novedoso, un importante número de hogares reconstituidos que a primera vista podrían ser considerados nucleares pero que en realidad son el producto de segundas o terceras uniones de los cónyuges. Estos hogares son normalmente conformados por una pareja y los hijos que la mujer tuvo en uniones anteriores. Es común encontrar ciertas actitudes de negligencia del esposo de la madre (mujer titular del Programa) hacia la escolaridad de los niños y jóvenes, de quienes no es el padre biológico. Es importante mencionar, también, que el estudio del 2003 realizado en localidades urbanas develó, como un hallazgo más sobre

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estructuras familiares, la notable presencia de miembros de la tercera edad en los grupos domésticos extensos y en etapa de dispersión del ciclo doméstico. Estos sujetos de edad avanzada, si bien procuran colaborar con el trabajo doméstico –especialmente en el caso de las mujeres, son dependientes económicos y fuente de fuertes gastos en cuidados a la salud (consultas médicas y medicamentos). Control femenino de las transferencias. Como producto de la insistencia de las pláticas del Programa en el “buen” uso de las transferencias (en la satisfacción de necesidades básicas), de la presión y el control sociales que se han generado en las localidades sobre el mismo tema pero también por convicción propia, las mujeres titulares aplican sus criterios de administración de los recursos provenientes del Programa con menos interferencias de otros miembros del hogar. Ello no significa, sin embargo, mayor autonomía “a secas”. Lo observado indica que ha aumentado la capacidad femenina de hacer lo que creen que es mejor para su familia, no para ellas mismas. En esta investigación no se encontró ningún testimonio, ni directo ni indirecto, de violencia entre los géneros, al nivel doméstico, por el control de las transferencias. El alcoholismo de algunos hombres, que sin duda existe, no impacta el destino de las transferencias (como fue observado, por el mismo equipo de investigación, en las zonas rurales en 1999). Es posible afirmar, incluso, que en estas localidades urbanas hay una mayor aceptación de Oportunidades y sus condiciones de operación (transferencias que llegan a las manos de las mujeres titulares) por parte de los hombres. Relaciones sociales extra-domésticas. Aunque no se realizó un estudio detallado y técnicamente sofisticado sobre redes sociales, se recopilaron abundantes evidencias sobre su operación en las localidades de esta evaluación. Los autores, sin embargo, quisimos advertir que el concepto de capital social –aunque útil en su concepción original (Bourdieu, 1984) para explicar la reproducción del privilegio de elite o de

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clase– no resulta tan adecuado para analizar las relaciones sociales de los pobres (véanse los trabajos sobre aislamiento y redes sociales de González de la Rocha, 2005a; González de la Rocha y Villagómez, 2005). Respecto de las relaciones sociales y el impacto de Oportunidades en la vida social vale la pena hacer dos aclaraciones importantes. En primer lugar, que el Programa Oportunidades, al incorporar nuevas zonas y comunidades, de hecho interviene en un contexto social en el que hay divisiones y distinciones y donde algunos hogares tienen grandes dificultades para permanecer en redes sociales de cooperación. Es decir, no llega a un escenario de cooperación abierta ni igualitaria. En segundo lugar, mientras que en otras investigaciones hemos encontrado roces entre beneficiarios y no beneficiarios (la categoría familias con Progresa se convertía en una distinción comunitaria de privilegio), estas diferencias son mucho menos marcadas en las localidades urbanas ahora estudiadas, quizás porque se trata de poblaciones mayores. Pero en todas las comunidades urbanas de este estudio sí se observa la creación de una diferencia en conductas, definida por las faenas comunitarias requeridas a las titulares por los médicos y maestros (no por el Programa Oportunidades); se trata de obligaciones diferenciadas que eximen en los hechos a las no beneficiarias. Dicho de otra forma, se trata de distinciones que marcan, por una parte, privilegios en las beneficiarias (la recepción de apoyos y transferencias) y, por la otra, privilegios en las no beneficiarias (la no participación en las faenas de trabajo comunitario). También, el Programa crea grupos de mujeres unidas entre sí: las beneficiarias que realizan actividades en común y tienen experiencias también comunes (González de la Rocha, 2005a). Además, la mayor seguridad económica que les da el Programa, permite mayor participación de estas mujeres y los miembros de sus hogares en redes de cooperación que pueden o no tener relación con el Programa. El análisis realizado en estas localidades urbanas arribó a la siguiente conclusión: “En nuestra opinión, el Programa sí altera las formas y redes de cooperación entre mujeres y al interior de hogares y comunidades, pero este impacto, salvo una medición detallada, dista de mermar esta capacidad de interacción y.... puede tener un saldo neto general

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positivo, siempre y cuando las familias incorporadas sean efectivamente las más pobres” (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 328). Cumplimiento de corresponsabilidades. El cumplimiento de las corresponsabilidades, como se sabe, incluye la asistencia cotidiana de los niños y jóvenes a la escuela, de todos los miembros del hogar a las revisiones médicas y de las mujeres titulares a las pláticas de salud. Sin embargo, múltiples actores locales influyen en la definición de otras tareas (las faenas) que, aunque no forman propiamente parte de las corresponsabilidades –éstas sí definidas por el Programa–, son vistas por las titulares como parte del conjunto de obligaciones con las que tienen que cumplir. Maestros, vocales, y médicos son quienes organizan las faenas colectivas de trabajo (formadas por equipos de mujeres titulares) muchas veces bajo la amenaza de sacar a las titulares que no cumplan con ellas. Las corresponsabilidades y las faenas recaen casi siempre en las mujeres, quienes tienen una carga significativa como madres, amas de casa, trabajadoras y titulares del Programa. Se confirmó la hipótesis del mayor costo del cumplimiento de las corresponsabilidades en los contextos urbanos. Según la información recopilada, las corresponsabilidades son poco compatibles con las rutinas cotidianas de las mujeres urbanas quienes tienen que enfrentar mayores distancias entre la casa, el empleo, la escuela y la clínica a la que acuden para pláticas y revisiones. No es raro que algunas corresponsabilidades se traslapen con otras actividades femeninas y que produzcan tensiones (los horarios de las clínicas no ayudan a que las mujeres cumplan con su papel de proveedoras o co-proveedoras económicas y, a la vez, con la corresponsabilidad de llevar a los niños a revisiones médicas). Así, se encontró que:

Es tal la presión de las corresponsabilidades sobre las mujeres que encontramos un caso en el que ella ha optado por renunciar a su empleo porque piensa que será imposible combinar sus cargas domésticas, sus labores como trabajadora a cambio de un ingreso y sus

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corresponsabilidades como titular del Programa Oportunidades. Como el ingreso que logra obtener esta mujer es un ingrediente crucial de su economía familiar, lo que ha hecho es buscar ocupaciones más flexibles y compatibles como la venta callejera de diversos artículos (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 315).

Efectivamente, observamos un conjunto de estrategias femeninas tanto para cumplir con las corresponsabilidades que el Programa exige como para justificar el incumplimiento. Entre las primeras encontramos, como se aclara en la cita anterior, cambiar de empleos o dejar de acudir al trabajo aún cuando ello implique dejar de percibir el ingreso. Entre las segundas encontramos que, dado que los maridos tienden a incumplir con las citas médicas, muchas mujeres argumentan ante el Programa que el marido abandonó el hogar (aunque eso no haya sido cierto) para evitar el costo del incumplimiento de corresponsabilidades. Otras mujeres, la mayoría, acuden ellas mismas a sacar las fichas de revisión médica para sus maridos con el fin de que ellos pierdan menos tiempo en su trabajo. Otras más le piden a cualquier varón conocido y disponible que asista a la cita médica en el lugar del marido, o alegan que el marido emigró: “A veces el marido muerto, que abandonó a su esposa o que acaba de migrar a Estados Unidos aparece, finalmente, y ofrece disculpas por llegar tarde” (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 325). Afirmar que el cumplimiento de las corresponsabilidades añade presiones a la vida de las mujeres (especialmente de las que trabajan a cambio de un ingreso y tienen cargas domésticas muy pesadas) no equivale a satanizar las tareas que el Programa exige a cambio de los apoyos. De hecho, en las distintas evaluaciones realizadas hemos constatado que, efectivamente, las corresponsabilidades pueden ser vistas como el instrumento por medio del cual se ha logrado alargar la trayectoria escolar de los niños y jóvenes de ambos sexos, mejorar las condiciones de higiene de la vivienda, aumentar el consumo de ciertos productos alimenticios, así como obtener atención médica periódica. Como fue mencionado en párrafos anteriores, las “pláticas” han influido en la ampliación del margen de decisión femenina sobre el uso

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de las transferencias. También hemos encontrado que, para algunas mujeres, el cumplimiento de ciertas corresponsabilidades –como la asistencia a las pláticas de salud– es una actividad lúdica que aprovechan para salir del hogar y conversar con otras mujeres. Es decir, la corresponsabilidad de los beneficiarios está también vinculada a la construcción de procesos de ciudadanía que permiten a los miembros de las familias participar en las acciones que contribuyen a superar la situación de pobreza como sujetos activos, y no pasivos, en este proceso. En síntesis, la evaluación realizada en 2003 encontró que el procedimiento para incorporar un nuevo tipo de población –los pobres urbanos– ha sido más exitoso que el empleado por el Programa y estudiado por la evaluación 2001-2002 en comunidades semi-urbanas. Las titulares conocen sus beneficios y las corresponsabilidades de manera adecuada, aunque existe poca claridad respecto de las faenas. Además, se encontró que las titulares reciben sus transferencias sin mermas (aunque al principio hubo reducciones por errores de registro en el cumplimiento de corresponsabilidades por falta de capacitación al personal de las escuelas y los centros de salud). Han aumentado los ingresos domésticos y el gasto en necesidades esenciales. Por ello, la vulnerabilidad ha disminuido tanto en términos de la existencia de más recursos (en dinero pero también en acceso a servicios básicos de salud y educación) como por la mayor seguridad, previsibilidad y constancia de los ingresos (transferencias). Ello ha permitido planear más eficazmente los gastos, pagar deudas o dejar de depender del fiado. También ha permitido que las familias mejoren la calidad de sus viviendas. Por último, ha aumentado la autonomía femenina en la administración de los ingresos. Pese a lo anterior, existen incompatibilidades entre las corresponsabilidades (entre sí), entre éstas y el mundo del trabajo (particularmente el femenino pero también el de los hombres) y entre éstas y las actividades reproductivas en manos femeninas. La evidencia apoyó la hipótesis sobre las mayores dificultades de los hogares de jefatura femenina, como escenarios domésticos de incompatibilidades más marcadas: el empleo de las mujeres, sus

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cargas domésticas y la ausencia de un jefe varón o de otra persona que pueda sustituir a la titular en las labores domésticas o en las corresponsabilidades.18

LOS GRUPOS DOMÉSTICOS RURALES Objetivos y estrategia metodológica. En la evaluación del año 2004 interesaba conocer la instrumentación de nuevos esquemas del Programa: el Esquema Diferenciado de Apoyos (conocido como EDA) y la Plataforma de Jóvenes con Oportunidades recientemente puestos en operación.19 Era necesario sacar a la luz las ca18

La evaluación de 2003 planteó las siguientes recomendaciones: la ampliación de la capacidad de atención en las clínicas y en las escuelas; el control de cobros y cuotas en éstas y, sobre todo, el mejoramiento urgente de la calidad de los servicios. Es necesario, asimismo, mejorar los sistemas de citas en las clínicas y la provisión de medicamentos pero, sobre todo, se afirmó que “...los beneficiarios y la población en general no pueden estar sujetos a sistemas que implican perder un día de trabajo” (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 330). Por ello, se planteó como urgente extender los horarios de revisiones y pláticas o bien fijar un día a la semana con un horario especial que permita a hombres y mujeres trabajadores asistir a ellas. Otras medidas necesarias incluyen la cooperación entre el Programa Oportunidades y los municipios para diseñar y poner en práctica acciones que redunden en el beneficio de los habitantes urbanos. Por ejemplo, se podría pensar en un sistema de descuentos en el precio del transporte urbano para el caso de los estudiantes; la existencia de tiendas y cooperativas escolares que apoyen realmente a los estudiantes y a sus familias con precios controlados tanto en los útiles como en los uniformes escolares y el calzado. Sin estas acciones, las transferencias del Programa Oportunidades rinden muy poco ante un mercado voraz que vende productos muy caros aunque de muy baja calidad (los uniformes y los zapatos se rompen muy pronto) y los costos del transporte a las escuelas absorben proporciones de las becas educativas que deberían ser inadmisibles.

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Los detalles de la evaluación de estos componentes pueden ser consultados en el reporte de la Evaluación cualitativa de mediano plazo del Programa Oportunidades en zonas rurales (Escobar y González de la Rocha, 2005b). El diseño del EDA y los criterios para transferir a grupos domésticos a dicho esquema no se basaron en resultados de las evaluaciones cualitativas. Sin embargo, el estudio realizado en el año 2005 (ver más adelante) por el CIESAS Occidente y El Colegio de México (Escobar, González de la Rocha y Cortés, 2005) fue la base para, de acuerdo con los factores de vulnerabilidad por dicho estudio detectados, tomar la decisión de no transferir al EDA a los hogares conformados por adultos mayores.

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racterísticas específicas de los hogares en el EDA para formular hipótesis sobre los factores relevantes a la vulnerabilidad y los componentes del desarrollo sustentable de los hogares que han estado integrados al apoyo de Oportunidades. Por lo tanto, una pregunta crucial en esta investigación, que posteriormente (2005) adquiriría mayor centralidad, fue: ¿cuáles deben ser los criterios para “graduar” a los hogares de Oportunidades? A pesar de la relevancia de la pregunta, este ejercicio de evaluación se limitó a explorar las características de los hogares transitados al EDA y algunas de las consecuencias de dicho tránsito a través del análisis de un muy reducido número de estudios de caso. Se trata de una aproximación a la pregunta con la finalidad de construir hipótesis de trabajo que, un año después, formarían el núcleo de interés de otra investigación (ver infra). La exploración del Esquema Diferenciado de Apoyo remite a una reflexión seria y detallada de la vulnerabilidad. Al respecto, los autores de la evaluación planteamos lo siguiente: Nuestras evaluaciones anteriores señalaron que Oportunidades reducía la vulnerabilidad de los hogares, lo que puede dar a entender que, después de una exposición de determinado tiempo al Programa, los hogares pueden dejar de necesitarlo. Pero conviene revisar las razones por las cuales se reducía la vulnerabilidad. En primer lugar, el Programa aseguraba un sobre ingreso modesto pero seguro que reduce la gravedad de los peores momentos de escasez de estos hogares. En segundo lugar, en los hogares beneficiarios se tendía a acumular más activos que en los no beneficiarios. Por último, el impacto del Programa en educación y salud, en nuestra opinión, podía tener un impacto en la reducción de enfermedades y en el mejor desempeño laboral, todo lo cual conduce al mismo efecto. Sin embargo, en esas evaluaciones no se exploró lo que sucedería si se disminuían las transferencias a esos hogares de vulnerabilidad reducida (Escobar y González de la Rocha, 2005b: 307).

La investigación realizada en 2004 fue una oportunidad de regresar a las comunidades rurales (algunas de las cuales habían sido estudiadas en evaluaciones anteriores a 2001) con la finalidad de conocer el impacto del

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Programa Oportunidades en los grupos domésticos y localidades llamados “de primera fase”, es decir, incorporados al Programa en 1997. Se trataba de averiguar si el mediano plazo –mayor tiempo de exposición al Programa– daba lugar a cambios más evidentes (avances en educación, salud y alimentación de las familias beneficiarias) que el corto plazo considerado en las evaluaciones anteriores. Efectivamente, los hogares estudiados en el año 2004 recibían los apoyos del Programa hacía casi siete años y era necesario investigar tanto los procesos de cambio al interior de las familias como los efectos que el Programa podría ya estar produciendo en las capacidades de los jóvenes, tanto hombres como mujeres becados a lo largo de ese lapso de tiempo, de inserción en los mercados de trabajo. Por primera vez en la historia de las evaluaciones del Programa Oportunidades era posible indagar si la mayor escolarización (posibilitada por las becas del Programa) se reflejaba en la obtención de mejores empleos (más estables, con salarios más altos y al menos algunas prestaciones). El estudio, por lo tanto, se propuso averiguar si las ocupaciones de los jóvenes, hombres y mujeres pertenecientes a las primeras cohortes de becarios (por ejemplo, aquéllos incorporados al Programa –en 1997– cuando cursaban el sexto de primaria y que en 2004 podían haber terminado su bachillerato) eran iguales o distintas a las de sus padres o a las de jóvenes no escolarizados y que nunca recibieron los apoyos del Programa. Esta fue, entonces, la primera evaluación que exploró los impactos de Oportunidades en la segunda generación (la población objetivo de mayor interés para un Programa de desarrollo humano) por lo que, desde nuestro punto de vista, tiene una especial importancia. La combinación de estos objetivos en un solo estudio acarreó problemas metodológicos dignos de resaltar: dificultó un diseño de corte cuasi-experimental debido a que las variables independientes ligadas con el Programa estaban cambiando con rapidez. Los nuevos esquemas (incluidos los procesos que habían llevado a dar de baja a algunos hogares) podían cambiar las expectativas de las familias que permanecen en el Programa y, por lo mismo, alterar sus conductas. La exploración del EDA y de la PJO implicó cambios

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metodológicos tanto en la cantidad y el énfasis de los temas a explorar como en la selección de las comunidades de estudio. Al mismo tiempo, esta investigación se diseñó previendo que, dados los procesos de densificación de beneficiarios que habían tenido lugar desde 1997 a 2004 en las comunidades rurales, no habría hogares pobres no incorporados al Programa, lo que implicaría un desafío para la evaluación de los logros de los hogares pobres incluidos. Efectivamente, se presentaron dificultades para mantener el apareamiento de hogares pobres beneficiarios y no beneficiarios lo que obstaculizó el diseño cuasi-experimental que en las anteriores evaluaciones se había logrado a través de la detección de hogares en condiciones semejantes de pobreza dentro y fuera del Programa. Todas las localidades de estudio de 2004 habían sido objeto de una encuesta de recertificación y de por lo menos una densificación. En conjunto, esos procesos redujeron notablemente la cantidad de hogares que pueden considerarse como errores de exclusión, es decir, pobres no incorporados. Lo anterior forzó al equipo a comparar hogares no cabalmente comparables, excepto en una localidad (Cuechod, en donde sí se encontraron hogares pobres no incorporados) por lo que los autores advierten que los resultados del análisis de impacto que separa procesos detectados en hogares beneficiarios y no beneficiarios deben leerse con precaución. Se seleccionaron seis comunidades de estados distintos, con características de marginación, étnicas y de base económica diferentes. Cuatro fueron elegidas del conjunto estudiado por el mismo equipo de investigación en 1999 y 2000. Las localidades seleccionadas van de la extrema pobreza, más alta marginación y muy alta proporción de monolingüismo en lengua indígena hasta una comunidad con ingresos varias veces superiores, medianamente marginada, donde se habla castellano como lengua nativa y con niveles de escolaridad cercanos al promedio nacional. Por lo tanto, en esas cuatro comunidades se realizó, de hecho, un seguimiento y no únicamente un estudio retrospectivo de los cambios. Las otras dos comunidades se seleccionaron de una base de datos del Programa Oportunidades que señalaba los casos y

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las fechas en las que se habían trasladado hogares al Esquema Diferenciado de Apoyos o bien los jóvenes habían accedido a la Plataforma de Jóvenes con Oportunidades. La localidad con más casos de EDA resultó ser una de las más prósperas estudiadas en toda la historia de las evaluaciones cualitativas del Programa y con los ingresos domésticos más elevados dentro del conjunto de hogares. Sobra decir que la selección de comunidades fue moldeada por la necesidad de explorar la puesta en práctica del EDA y los otros nuevos esquemas (PJO y el cambio de la figura de la promotora por los Comités). Las comunidades de estudio debían tener, por un lado, hogares de permanencia continua en el Programa (con casi siete años de exposición al mismo), hogares dados de baja, hogares pobres nunca incorporados al Programa y, por último, hogares que habían transitado al EDA. Muy pocas comunidades reunían esas características. Es decir, las cuatro categorías de hogares difícilmente coexistían, por lo que se obtuvo una muestra que en conjunto tiene todas esas categorías pero no en cada comunidad. Los instrumentos de recopilación de información se probaron en una comunidad de primera fase del estado de Coahuila en donde se daban todas las posibles situaciones de hogares y los nuevos componentes del Programa y el trabajo de campo se realizó en las siguientes comunidades: Costa Azul (Angostura, Sinaloa); Cuechod (San Antonio, San Luis Potosí); Emiliano Zapata (Tenabo, Campeche); El Capricho (Ometepec, Guerrero); La Coruña (Fco. I. Madero, Coahuila); y Xonocuautla (Tlatlauquitepec, Puebla). Las cuatro primeras habían sido estudiadas en el año 2000 y las dos últimas son comunidades con hogares en el EDA, la PJO, y dados de baja. El número de temas a cubrir en el trabajo de campo aumentó considerablemente respecto de la evaluación realizada en 2003. Tal parecía que cada año había que trabajar más para obtener mayor cantidad y calidad de información. Por ello, la duración de la estancia en las comunidades se extendió de los 17 días de la evaluación del 2003 a 23 días, en grupos de dos investigadores de campo por comunidad (46 días mujer/hombre). Además de todos los instrumentos y técnicas de recolección de información empleados en

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evaluaciones anteriores, en ésta se agregó una cédula de historia de vida para recopilar las trayectorias migratorias, familiares, escolares y ocupacionales de los jefes del hogar y de los jóvenes mayores de 15 años para el periodo 1996– 2004 con la finalidad de averiguar las diferencias entre los individuos incorporados “permanentes” y otros, nunca incorporados, transitados al EDA o dados de baja. En total, se recopilaron 131 trayectorias. Otra técnica novedosa (respecto de los estudios anteriores) fue la entrevista estructurada a un líder o persona influyente de la comunidad (distinta de las relacionadas con el Programa) con el fin de conocer apreciaciones externas sobre el sentido y la importancia del Programa Oportunidades en la comunidad). Se reemplazó uno de los tres grupos focales, el de niños y adolescentes, por otro con jóvenes entre 17 y 20 años) para conocer sus experiencias como (ex)becarios o no becarios, sus procesos de incorporación al empleo, su conocimiento y uso de la PJO, y posiciones y experiencias en uniones conyugales. En vez de una entrevista a la promotora (figura que dejó de existir para dar lugar a los Comités) se entrevistó a las tres vocales de dichos comités. Los diarios de campo se escribieron directamente en computadoras portátiles y con ellos se redactaron estudios de caso de hogares y fichas temáticas electrónicas de cada tema e inciso previsto. La acumulación de material (aproximadamente 800 fichas en promedio por localidad) llevó a que el periodo post-campo, dedicado a la limpieza de la información, a la redacción de estudios de caso completos e informes de comunidad se extendiera a 12 semanas. Resultados Cambios en el consumo y en la vivienda. El impacto del Programa Oportunidades en el bienestar de las familias beneficiarias es en unos campos directo y en otros indirecto. El estudio privilegió el análisis del impacto en el consumo y la vivienda. Se encontró que los hogares rurales siguen descansando en el auto-provisionamiento para una parte, aunque muy pequeña, de su consumo (frutos de huerto, algo de maíz para el

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consumo familiar, verduras recolectadas del campo). Llama la atención que las prácticas de auto-provisionamiento son muy limitadas y que el gasto de los hogares rurales es sobre todo monetario. Los principales hallazgos en este campo son los siguientes: a) la alimentación es un rubro del consumo que, aunque privilegiado, es flexible y moldeable. Está sujeto a sustituciones para liberar recursos para otros fines, como son los gastos percibidos como no modificables ni postergables (pago de servicios y gastos en escolaridad); b) las transferencias de Oportunidades llegan regularmente a los presupuestos domésticos y han permitido ampliar el poder de compra de los beneficiarios a través de dos vías fundamentales: la liberación de parte del presupuesto doméstico para diversos gastos (compras a crédito, pago de servicios) y la ampliación del margen de las capacidades de endeudamiento, especialmente a través del sistema de fiado. Con ello, el consumo cotidiano de alimentos, ropa y calzado se ha facilitado por la certidumbre de contar con ingresos regulares que han convertido a las mujeres en sujetos de crédito. En suma, los factores de aumento y la ampliación del consumo son la ampliación de los ingresos, la regularidad de los mismos y la re-dinamización de la economía de deuda. Oportunidades ha operado directamente en estos cambios. Hay evidencias de que el Programa Oportunidades ha logrado postergar la entrada definitiva de muchos jóvenes al trabajo productivo y prolongar su periodo de exposición a la escuela (ver infra). Pero los gastos relacionados con la asistencia a la escuela compiten con otras áreas del consumo (alimentación y cuidados a la salud) y se llega en algunos casos al punto en el que estos servicios y el consumo alimenticio tienen que ser severamente restringidos con tal de cumplir con los gastos en educación. “Los conocidos trueques de los pobres no desaparecen sino que se trasladan a otros niveles, con tal de cumplir con el compromiso o corresponsabilidad con el Programa” (Escobar y González de la Rocha, 2005b: 277). Pero hay escenarios domésticos tan precarios (como los de El Capricho) en los que a pesar de contar con becas educativas muchos jóvenes han salido de la escuela para dedicarse

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a trabajar antes de terminar la secundaria. A diferencia de las evaluaciones pasadas, en las que encontramos una tendencia generalizada a invertir en la vivienda a raíz de la incorporación al Programa Oportunidades, en este estudio encontramos comunidades y casos de hogares en los que hay notables mejoras en la vivienda y otros donde las condiciones de la vivienda siguen siendo las mismas desde hace casi siete años. Además, en los casos en los que sí ha habido inversión en la vivienda, dichas inversiones están relacionadas o se dan en combinación con otros factores, en donde los apoyos de Oportunidades son sólo uno de ellos: trabajo femenino asalariado, estrategias femeninas de negociación en el uso de los ingresos masculinos, empleos masculinos seguros, regulares, y con acceso a crédito de FONACOT, acceso a patrimonio familiar, acceso a fondos de agencias de desarrollo para la vivienda, remesas, regalos de los hijos (sobre todo muebles y aparatos electrodomésticos) y, finalmente, la existencia en el hogar de hombres adultos constructores de la vivienda. Los factores que inhiben el proceso de mejoramiento de la vivienda son la jefatura femenina (las mujeres jefas enfrentan muchas más dificultades para tener acceso y mejorar la vivienda), precariedad de los servicios (particularmente la falta de agua) y el ciclo doméstico (la etapa más propicia al mejoramiento de la vivienda es la de equilibrio o consolidación). Los empleos de los ex becarios y cambios en educación. ¿Son los empleos de los ex becarios de mejor calidad que los de los sujetos que nunca recibieron los apoyos educativos del Programa? Es aún muy pronto, creemos, para una evaluación más certera que de respuestas satisfactorias. Actualmente hay algunas evidencias de jóvenes que han terminado la educación media superior y se han incorporado recientemente a empleos del sector terciario (en ciber-cafés o almacenes de comercio), pero sus ingresos no son sustancialmente más altos que los de otros jóvenes, sin escolaridad, que realizan trabajos manuales. Por otro lado, existen casos muy desalentadores: un licenciado en agronomía, que aunque no fue becario de Oportunidades, forma parte de la realidad social con la que se contrastan los esfuerzos

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familiares e individuales (en Campeche), que se desempeña como jornalero agrícola y gana 500 pesos a la semana, menos que lo que gana su suegro quien no sabe ni leer ni escribir. Los jóvenes egresados del bachillerato que ya contaron con becas de Oportunidades apenas comienzan sus carreras laborales por lo que el impacto se manifestará más claramente en el futuro. Queda claro que la incorporación y permanencia en Oportunidades tienen un impacto muy significativo en la continuidad y el mayor logro escolar.20 Las becas han sido clave pare extender la escolaridad de los jóvenes especialmente para aquellos que cursan la educación media superior.21 Sin embargo, la mayoría de los informantes señala que los apoyos por sí mismos no bastan para garantizar el término de la secundaria o el bachillerato. El análisis de trayectorias de vida mostró que el hecho de ser becario tiene una influencia significativa en la permanencia escolar, pero que la presencia de ambos padres en el hogar y sus niveles educativos son influencias mayores en la continuidad escolar. Ambas variables están poco sujetas a la influencia de la política social pero es un hecho que los miembros de los hogares (padres, madres y en algunos casos hermanos mayores) hacen esfuerzos notables para mantener a los niños y jóvenes en la escuela, tanto en los hogares 20

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Lo contrario también fue documentado en campo: encontramos algunos casos de estudiantes que dejaron la escuela por falta de recursos como resultado de la baja del Programa (tal es el caso de los hogares pobres dados de baja, frecuentemente por incumplimiento de corresponsabilidades o por conflictos entre las titulares y otros actores del Programa como, por ejemplo, los conflictos entre una enfermera y algunas beneficiarias que se observaron en una clínica de salud). Hay cierto consenso sobre la relativa facilidad con la que las familias procuran la asistencia de los niños y jóvenes a la escuela primaria y secundaria, sobre todo porque la mayoría de las localidades rurales cuentan con planteles de estos niveles educativos. La educación media superior implica, en casi todos los casos estudiados, el traslado a las cabeceras municipales u otros poblados, lo que aumenta significativamente los costos. Hay diferencias y matices comunitarios: la opción del bachillerato, en localidades menos pobres, se juzga como algo que siempre ha sido posible (aunque con obvias dificultades). En las más pobres (como Cuechod), los informantes señalan que, sin Oportunidades, los jóvenes no terminarían la secundaria, y en algunos casos ni la primaria. En algunas comunidades el Programa es imprescindible para prolongar la carrera educativa; en otras toma la forma de un aliciente que se suma a otros, por lo que podemos afirmar que Oportunidades ha disminuido la brecha –en logros escolares- entre estados y comunidades ricos y pobres.

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beneficiarios como en los nunca incorporados. El aumento del alumnado en el nivel de educación media superior es sorprendente. En algunos planteles el incremento es de 100 por ciento en dos años (tanto en los colegios de bachilleres, preparatorias y escuelas técnicas). Creemos que Oportunidades ha contribuido en este aumento de manera significativa puesto que, en este nivel educativo, incluso en los pueblos menos pobres la beca de Oportunidades es imprescindible y sin ella sólo acudiría una pequeña parte de los jóvenes que hoy están en los planteles.22 El paso a la secundaria era difícil en el año 2000, dados sus costos directos (cuotas escolares) e indirectos (costo de materiales, de transporte y gastos en comida durante la jornada escolar). Además, si consideramos los costos de oportunidad (a esa edad los jóvenes ya pueden conseguir empleos que pagan casi tanto como los empleos para adultos no calificados) y los costos de tiempo, podemos aquilatar el sacrificio que implica el envío de los hijos a la escuela. Y, sin embargo, en 2004 encontramos un efecto notable, que se puede atribuir, sin duda, al Programa Oportunidades y al esfuerzo de los padres para lograr alargar las trayectorias escolares de los hijos. El análisis de trayectorias de vida mostró que el paso a la secundaria ocurre en más del setenta por ciento de los egresados de primaria, a pesar de los costos mencionados, que no han descendido y a pesar, también, de que cuando hay transporte a otras comunidades de por medio, la beca cubre sólo la mitad de los mismos. Sin embargo, aún hay un porcentaje importante (aproximadamente el treinta por ciento) que no pasa de la prima22

Los costos son bastante más altos que en secundaria, especialmente los costos indirectos. A pesar de que el monto de las becas de este nivel es mayor, la asistencia al bachillerato de cualquier tipo exige un gasto neto mayor de la familia para completar la beca: las distancias a estos planteles son mayores que a las secundarias y muchas veces se tiene que pagar alojamiento en casas de huéspedes o residencias estudiantiles. Se calcula que el costo del transporte es de 30 pesos diarios en promedio, por lo que muchos acuden a aventones o al pago a un vecino que cuente con vehículo (opción más económica que los sistemas formales de transporte). Además de estos gastos, los alumnos de preparatoria tienen que gastar en la renta de computadoras y en materiales didácticos más costosos.

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ria a la secundaria. En general, las percepciones que la gente ha construido sobre las tele secundarias son negativas y, a todas luces, prefieren el sistema de las secundarias tradicionales. Con todo y los avances en materia educativa (la cobertura al nivel primaria ha alcanzado casi el cien por ciento; 97 por ciento en la generación de los hijos mayores de 15 años según el análisis de trayectorias siguen existiendo escenarios domésticos en los que los hijos no terminan la primaria. Se trata de hogares particularmente pobres, algunos de ellos monoparentales o con miembros enfermos crónicos o alcohólicos. También hay casos en los que esos niños tienen algún problema físico. Sea la que sea la causa, es necesario desarrollar un Programa focalizado de atención a esos casos para tratar de revertir las desventajas. En suma, se puede concluir que hay un impacto acumulativo en el campo educativo de los hijos de las familias con Oportunidades. A pesar del aumento de los costos, lo observado en 2004 es sustancialmente mejor que lo observado en 1999 y 2000, en cuatro de las comunidades del estudio. En aquella época, el tránsito de primaria a secundaria era un evento raro. Hoy es mayoritario. Aún considerando estos avances, la mayor parte de los jóvenes en edad de acudir a una escuela de nivel medio superior no estudia. Pero un hallazgo importante es el del efecto de demostración en el resto de la población –entre las familias que no han sido incorporadas al Programa– en el interés en la educación de los hijos. Cambios en los cuidados a la salud. En el campo de la salud observamos que las mujeres titulares del Programa Oportunidades, bajo la dirección del médico, la enfermera o las vocales, han realizado actividades colectivas sustanciales de limpieza e higienización de las comunidades (saneamiento de aguas estancadas, obras de drenaje, tratamiento de basura) que han redundado en la reducción de enfermedades respiratorias e intestinales. Sin embargo, se observa que las titulares están cansadas de estas labores. En algunos casos, la baja del Programa es vista por las mujeres con

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alivio, y es probable que algunas de estas bajas se deban al incumplimiento de las tareas por la carga que representan. Por ello, una vez más, recomendamos que el incumplimiento de las faenas colectivas no fuera causa real (aunque no formal bajo las Reglas de Operación del Programa) de baja de Oportunidades, que se dispensase a las mujeres jefas de hogar (hogares de jefatura femenina de jure o de facto) de estas tareas y que se procurase incorporar a los hombres en las corresponsabilidades. Estas recomendaciones dieron lugar, poco después, a cambios en las Reglas de Operación. Otros hallazgos relacionados con la salud son los siguientes. Los niños y jóvenes van mejor alimentados a la escuela, se enferman menos y se mantienen más despiertos y alertas durante la jornada escolar (según la opinión de los maestros y las madres). El uso del suplemento ha mejorado (lo que contrasta con los reportes de los médicos en 2000 y 2001 sobre la mala distribución y el desperdicio del mismo). Los niños que dejan atrás la desnutrición están menos vulnerables a las enfermedades infecciosas y de otro tipo. Además, el examen de detección de cáncer cérvico-uterino cubre ahora a la población beneficiaria de muchas de las comunidades de estudio, y los tiempos de respuesta han descendido. En algunos poblados, sin embargo, persisten los problemas encontrados en otras evaluaciones: lentitud de respuesta y extravío o confusión de las muestras. Un hallazgo no tan positivo lo representan los múltiples casos de enfermos crónicos (alta presión y diabetes, principalmente). El análisis de las consecuencias de estos enfermos crónicos en el bienestar colectivo de los grupos domésticos muestra que la enfermedad crónica es un factor de mayor vulnerabilidad porque se traduce en mayores gastos en consultas y medicamentos y porque resta posibilidades de generación de ingresos, tanto del enfermo como de quien lo cuida. Aunque la disponibilidad y distribución de medicamentos ha mejorado respecto de lo encontrado en evaluaciones anteriores, no es del cien por ciento. Cambios en la jefatura del hogar. A lo largo de siete años los hogares experimentan cambios importantes. Pue-

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de cambiar su tamaño, así como la estructura y la composición. Uno de los cambios importantes que se documentaron en este estudio es la transición de la jefatura masculina a la femenina debido a, en algunos casos, emigración de los maridos (a Estados Unidos o a otras partes de la República Mexicana) en busca de mejores empleos o, en otros, a separaciones y rupturas de las uniones. Las separaciones son de dos tipos: por decisión/abandono masculino o por decisión de las mujeres. En los casos en los que los hombres fungían en los hogares como proveedores principales, el abandono resulta en mayor escasez, más agudas restricciones de consumo y, en general, un sentimiento de fracaso por parte de las mujeres. Cuando la separación es producto de la decisión de la mujer la situación es distinta. Normalmente, en estos casos el hombre no era un buen proveedor y, en la inmensa mayoría de ellos, era además violento y alcohólico. Aunque este fenómeno no está directamente ligado a Oportunidades, podemos suponer que las mujeres que viven en uniones violentas o poco gratificantes pueden decidir abandonar al marido cuando tienen la certeza de un ingreso seguro. Esto no equivale a afirmar que el Programa ha fomentado el rompimiento de las uniones, afirmación que podría tener connotaciones negativas para la política social. Al contrario, equivale a decir que los ingresos regulares en manos de las mujeres han fomentado las capacidades de decisión de las mismas, lo que connota aspectos muy positivos. Cuando el tránsito a la jefatura femenina es el producto de decisiones femeninas, las condiciones que se crean son más conducentes al bienestar de las mujeres y de sus hijos: hay un mayor control de los ingresos, se privilegian ciertas áreas de consumo (educación y alimentación) y se crean ambientes domésticos más relajados y relativamente armoniosos. En todo caso, los apoyos de Oportunidades son extremadamente importantes para los hogares de jefatura femenina (aunque pueden requerirlo menos los hogares de emigrados a los Estados Unidos que fungen, con remesas regulares, como proveedores efectivos).

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Tensiones entre corresponsabilidades y trabajo femenino. De nuevo, aparecieron las tensiones entre las corresponsabilidades y el trabajo remunerado de las mujeres.23 Las mujeres titulares de estas comunidades tienen que realizar todo un conjunto de actividades incompatibles entre sí: son proveedoras o co-proveedoras imprescindibles, deben cumplir con las corresponsabilidades, con obligaciones comunitarias y son, en ocasiones, migrantes laborales que dejan a sus hijos al cuidado de sus maridos o, la mayor parte de las veces, con sus propias madres. Sin embargo, encontramos que las mujeres están dispuestas a continuar en esa situación en aras del sueño del mejor futuro para sus hijos. Hay casos en los que la incompatibilidad entre tantas presiones cruzadas (Jelin y Feijoo, 1981) lleva al incumplimiento de las corresponsabilidades, lo que en algunos casos ha derivado en la baja del Programa. Factores de vulnerabilidad de los hogares. En primer lugar, encontramos que las capacidades de los hogares para construir condiciones favorables para el bienestar están en gran medida moldeadas por las ocupaciones de sus miembros. Estas, según el análisis de trayectorias y el análisis a profundidad de los estudios de caso, se han mantenido estables (el análisis de trayectorias de vida indica que han ascendido sólo un punto en una escala de 99). Hay dos razones para explicar este incipiente impacto, especialmente entre los jóvenes: por un lado, los apoyos al nivel bachillerato habían iniciado apenas hacía dos años y, por el otro, la situación del empleo sigue siendo muy adversa. La producción agropecuaria, además, presenta un horizonte poco prometedor. En varias de las comunidades es23

Uno de los hogares dados de baja, en Cuechod, caracterizado por condiciones de aguda pobreza y por la intensa y cotidiana participación de la mujer-esposa en el trabajo remunerado, no pudo concluir los trámites para ser incorporada al Programa. Su esposo estaba enfermo y ella tuvo que ir a trabajar a Monterrey en la maquila. Durante su ausencia el marido no pudo recibir el apoyo y lo perdieron. Sus intentos por rectificar la situación no han fructificado. Mientras tanto, ella sigue trabajando, ahora como jornalera, el marido sigue enfermo, la hija mayor de cinco años falta con frecuencia al preescolar porque su mamá se la lleva al campo. La mujer trabajadora hace lo que puede para sacar a la familia adelante.

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tudiadas se han reducido los cultivos de subsistencia y la gran mayoría de los beneficiarios no incursiona en cultivos comerciales por falta de recursos, información de mercado y capacitación. Cuando lo han hecho, esta carencia ha derivado en rotundos fracasos. Al respecto, la evaluación de 2004 asienta lo siguiente: Durante muchos años, los científicos sociales hemos observado que los campesinos obtenían pérdidas netas de su explotación agrícola. Hoy, esas pérdidas son tan obvias que ellos mismos están reduciendo al máximo posible su esfuerzo y sus gastos en [la misma]. En otras palabras, el principal subsidio a la producción campesina pobre ha sido el propio campesino, y lo está retirando... Esto es importante porque si, al mismo tiempo en que los programas sociales penetran en las comunidades más pobres del país, la situación de sus habitantes empeora en términos de su propia capacidad de producir bienestar en ingresos, la dependencia de las transferencias públicas será irreversible (Escobar y González de la Rocha, 2005b: 302).

Recordemos que no se pretendía arribar a conclusiones definitivas sobre el momento y los criterios precisos para “graduar” a los hogares del Programa, sino a hipótesis sobre los factores asociados a la vulnerabilidad y los elementos de desarrollo sustentable de los hogares que han estado en calidad de beneficiarios en Oportunidades. En este sentido, es oportuno afirmar que los resultados indican la necesidad de tomar en cuenta la diversidad de entornos socioeconómicos y, por lo tanto, la de adoptar criterios distintos por región, comunidad y tipos de hogares para decidir qué casos deben transitar al EDA y cuáles no. Pero existen posibles aspectos comunes de la candidatura para la graduación, varios de ellos ligados al ciclo doméstico y a los cambios de estructura del hogar: a) reducción del número de dependientes; b) aumento de los ingresos por hogar (tanto por efecto del ciclo doméstico como de la existencia de opciones laborales); c) que el hogar haya salido de la etapa de expansión del ciclo doméstico; d) ingreso de varios miembros del grupo doméstico al mercado laboral (que anteriormente eran demasiado jóvenes para ello); e) hogares

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extensos en donde coexisten varios miembros generadores de ingresos y baja relación de dependencia; y f) aumento de los ingresos del hogar debido a la incursión de sus miembros en mejores empleos, aunque ello no sea el resultado de cambios en la relación de dependencia. Todo ello sugiere que las transferencias de Oportunidades son más importantes en la etapa de expansión y en la de dispersión avanzada del ciclo doméstico, y no tanto en la de consolidación. Sin embargo, existen contextos en los que el supuesto equilibrio de algunos hogares consolidados es sumamente precario (véase el capítulo de Paloma Paredes en este mismo volumen). Por último, los factores asociados al aumento de la vulnerabilidad de los hogares son, de acuerdo con el análisis realizado y en primer lugar, la escasez de empleos locales y la precariedad de los existentes. Ante ello, los individuos emigran o se conforman con las opciones precarias y mal pagadas que pueden encontrar localmente. El ciclo doméstico construye capacidades diferenciales de generación de ingresos. En segundo lugar, la enfermedad. Llama la atención la enorme cantidad de hombres incapacitados para el trabajo por enfermedad, algunos de ellos viejos pero otros relativamente jóvenes que no cumplen con el papel de proveedores económicos por carecer de buena salud. La enfermedad merma los ingresos familiares (gastos en salud). “En estos escenarios domésticos, el apoyo de Oportunidades no se suma al ingreso masculino sino que, en muchos casos, el inicio del flujo de apoyos del Programa coincide con que los hombres enfermos dejan de trabajar y de aportar” (Escobar y González de la Rocha, 2005: 283). En tercer lugar, las economías domésticas feminizadas. Ello no sería un factor de vulnerabilidad si los ingresos femeninos fueran más elevados y regulares, pero los salarios de las mujeres son muy bajos, irregulares, dependen del número de prendas confeccionadas o del monto de alimentos preparados que venden, y tienen nulas prestaciones. El trabajo remunerado y los ingresos de las mujeres son muy importantes para la economía de sus hogares, pero el hecho de que en muchos casos es el único sostén del grupo doméstico, su exclusividad, es un factor de vulnerabilidad. Por último, la vivienda precaria que no propicia su uso como recurso en la generación de

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ingresos monetarios y no monetarios e implica más tiempo de las mujeres en la realización de las tareas domésticas. En cambio, entre los factores que encontramos asociados a la disminución de la vulnerabilidad están, en primer lugar, la diversificación de las fuentes de ingresos domésticos que descansa en la participación de varios miembros del grupo doméstico en distintos nichos de las estructuras de empleo (incluso como migrantes a Estados Unidos). En segundo lugar, el trabajo femenino cuando coexiste con la participación masculina en los procesos de generación de ingresos. Por último, las viviendas sólidas, seguras y con servicios básicos aumentan las capacidades familiares a través de mejores condiciones para el estudio, el trabajo productivo y el reposo. Los grupos domésticos en donde confluyen estos factores son escenarios mucho más capaces de afrontar riesgos. Ciclo doméstico, opciones laborales y vulnerabilidad. El análisis del 2004 puso en evidencia la importancia del ciclo doméstico y de la estructura del hogar para la vulnerabilidad y la fragilidad de la sustentabilidad del bienestar de los grupos domésticos que viven en condiciones de pobreza. El ciclo doméstico es un factor determinante del bienestar, lo inhibe y facilita, y produce fluctuaciones entre momentos de mayor y menor seguridad económica. Muchos hogares incorporados al Programa en 1997 han experimentado en los últimos años el tránsito a la etapa de consolidación del ciclo, caracterizada por menos presiones económicas y por más miembros capaces de generar ingresos. Sin embargo, nada impide que, con el paso del tiempo, los hogares en el EDA que alguna vez gozaron de mayor seguridad en su paso por el Programa Oportunidades vuelvan a caer en la pobreza cuando nuevos cambios en la estructura familiar y el ciclo doméstico inviertan la dirección de la evolución económica del grupo doméstico. Es decir, a un momento de la historia familiar en el que pueden existir varios miembros que generan ingresos, como resultado de nuevas entradas al mercado laboral, le sucede otro en el que los miembros pueden salir y dejar de

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percibir ingresos. Por lo tanto, la evaluación del nivel de vida de los hogares en la recertificación debe abordar el problema de la temporalidad y la dinámica doméstica más allá del corto plazo. Las diferencias en la estructura del hogar o los arreglos domésticos (que también varían a lo largo del ciclo) ayudan a explicar los vaivenes en el bienestar de los hogares. “Las posibilidades que Oportunidades tiene de transformar las condiciones de pobreza parecen adquirir un papel secundario ante los factores dominantes del ciclo doméstico y la estructura familiar” (Escobar y González de la Rocha, 2005b: 290). Sin embargo, las decisiones de quién ingresa al Programa o quién sale del mismo no pueden tomarse tan sólo con el ciclo doméstico como herramienta. Se debe tomar en cuenta que existen arreglos domésticos que modifican la evolución “tradicional” del hogar (expansión-consolidación-dispersión) y presentan un reto tanto analítico como de política social. Un ejemplo de dichos arreglos domésticos es el de los hogares dona, fenómeno observado en otras evaluaciones pero que se apareció con mayor claridad en la realizada en 2004, formados por abuelos y nietos en donde las abuelas juegan un papel crucial en el cuidado y socialización de la nueva generación, los hijos de emigrantes nacionales e internacionales. ¿Cómo clasificar a estos hogares? ¿Son hogares en expansión, en dispersión? Los hogares dona reúnen elementos de ambas etapas del ciclo doméstico y son ejemplos claros de que no se puede asociar la edad de las mujeres viejas como un indicador del fin de sus tareas en la reproducción social. De hecho, estos grupos domésticos combinan las dificultades económicas de ambas etapas del ciclo por lo que los apoyos de Oportunidades les resultan muy necesarios. Uno de los hallazgos más importantes de este estudio, entonces, es el que se resume en la siguiente frase: “...la presencia de niños que no generan ingresos pero sí son causa de gastos es un factor asociado a mayor vulnerabilidad lo que, aunado a la presencia de viejos, hace de la situación de estos hogares una especialmente propicia para la acumulación de desventajas” (Escobar y González de la Rocha, 2005b: 281). Es un hecho que los grupos domésticos que transitaron al EDA tie-

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nen niveles de ingresos superiores a la mayoría de los hogares beneficiarios. Empero, los dos factores principales asociados con los ingresos más altos son, por un lado, la reducción de la relación o tasa de dependencia (trabajadores/consumidores debido al aumento de los generadores de ingresos y/o la salida de miembros que no participaban como tales) y, por el otro, el aumento de los ingresos del hogar como resultado de la obtención de mejores empleos por parte de los jefes y jefas. Ambos factores pueden coincidir o no. Lo relevante aquí es que los hogares que mejoraron sus niveles de bienestar, “por ciclo”, lo hicieron por dejar atrás la fase de expansión y entrar de lleno a la de equilibrio que se caracteriza por el ingreso de los hijos mayores al mercado de trabajo. Los hogares que transitan por la etapa de dispersión, que ocurre cuando los hijos mayores que ya aportaban ingresos al hogar forman nuevas familias, pueden caer de nuevo en la pobreza dependiendo del número de miembros no hábiles, del número y tipo de los activos y del estado de salud de los miembros envejecidos y, por lo tanto, pueden volver a ser candidatos a los apoyos del Programa. Por otro lado, el cambio positivo que experimentaron los hogares que aumentaron sus ingresos debido a cambios en las ocupaciones (mejores empleos) se explica por factores que dependen del entorno laboral-económico y que, por lo tanto, están fuera del alcance del Programa Oportunidades. En todos los casos estudiados que presentaron aumento de los ingresos por estas razones los actores del cambio fueron los jefes y jefas de hogar y, además, al considerar las condiciones de los mercados de trabajo, la evaluación prevé un horizonte sombrío respecto de los alcances del Programa en el impacto del capital humano que busca robustecer en las posibilidades laborales: “Sin empleos adecuados en la región o comunidad, el aumento del capital humano de los jóvenes... no puede llevar a grandes mejoras de ingresos. El marco local, regional y hasta nacional del mercado laboral está fuera del alcance de la esfera de incidencia del Programa” (Escobar y González de la Rocha, 2005b: 290). Basados en todo lo anterior, podemos caracterizar los hogares con desventajas acumuladas. Estos son los que tienen un número reducido de tra-

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bajadores y, por lo tanto, no pueden diversificar sus fuentes de ingresos. Frecuentemente las economías domésticas han pasado por procesos de feminización. No sólo tienen una elevada relación de dependencia sino que, además, hay una presencia alta de niños y viejos, algunos de ellos enfermos crónicos. Son hogares que pasan por la etapa de expansión, por la de dispersión avanzada, o reúnen las desventajas de ambas (los hogares dona). En estos hogares es común encontrar jóvenes y niños que no han cursado la primaria a pesar de la cobertura casi universal de este nivel. Como si todo lo anterior no bastara, encontramos que estos son los hogares con mayores problemas de incorporación al Programa Oportunidades o de mantenerse en el mismo. Es necesario que el Programa preste atención especializada a estos hogares y que diseñe y aplique una estrategia que permita incorporarlos y mantenerlos como beneficiarios.

HOGARES TRANSITADOS AL ESQUEMA DIFERENCIADO DE APOYOS Objetivos y estrategia metodológica La evaluación del 2005 fue la más compleja y una de las más importantes. El propósito central de esta evaluación fue valorar el Esquema Diferenciado de Apoyos o el mecanismo instrumentado por el propio Programa Oportunidades para dar un tratamiento distinto a los grupos domésticos cuyo bienestar ha superado el umbral de elegibilidad. Estos hogares, cuyas condiciones socioeconómicas sobrepasan dicho umbral, forman parte –a partir de la puesta en práctica del nuevo esquema– de una categoría distinta (son en teoría menos pobres) y, por lo tanto, los apoyos que reciben no necesaria24

Para una explicación del EDA consultar la introducción (en este volumen). La dirección de esta evaluación dejó de estar sólo en las manos de Escobar y de quien esto escribe y se convirtió en una dirigida también por Fernando Cortés. Mientras que las evaluaciones anteriores tuvieron una sola sede, el CIESAS Occidente, ésta incluyó también a El Colegio de México.

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mente son menores pero sí distintos (ya no gozan del apoyo alimentario ni de las becas de nivel de primaria).24 A los análisis etnográficos se les sumaron las ponderaciones estadísticas para dar cumplimiento a los siguientes objetivos: 1) determinar cuántos y qué tipo de hogares pueden dejar de recibir transferencias o recibir transferencias reducidas del Programa Oportunidades sin caer de nuevo en la pobreza; 2) conocer los cambios que se generan al interior de los grupos domésticos cuando éstos dejan de recibir las transferencias económicas del Programa; 3) averiguar el grado de exactitud con el que el Programa puede transferir hogares a etapas distintas del Programa (con transferencias reducidas) o separarlos del mismo, y 4) indagar si el nivel de ingresos de los grupos domésticos transferidos al EDA –por encima del umbral de pobreza– se sostiene en el tiempo. En virtud de que esta síntesis privilegia las evaluaciones cualitativas, se incluyen únicamente las actividades y los resultados del equipo de antropólogos del CIESAS sobre los procesos y factores de vulnerabilidad y se dejan fuera las aportaciones del equipo de socio-demógrafos del COLMEX.25 La importancia de esta investigación es doble. Por un lado, permitió conocer de cerca los aspectos operativos del mecanismo “de graduación”, diseñado por el Programa para reducir las transferencias monetarias a familias que mostraban mejoras sustanciales en sus economías domésticas y, por el otro, permitió una profundización conceptual sobre la vulnerabilidad, los factores que se encuentran asociados a ésta y los procesos que desembocan en el aumento o disminución de la misma. Las evaluaciones anteriores habían observado efectos importantes del Programa Oportunidades que parecían logros en sí mismos y en el corto

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Los lectores interesados en los aspectos metodológicos y en los resultados del análisis estadístico para la estimación de ingresos en términos de las líneas de pobreza del Comité para la Medición de la Pobreza y la estimación del número de hogares transferidos al EDA que caen en la pobreza en distintos escenarios, puede consultar el reporte de investigación (Escobar, González de la Rocha y Cortés, 2005).

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plazo. Es decir, dichos estudios documentaron que el ingreso de los hogares mejoraba por efecto de las transferencias del Programa. La vulnerabilidad parecía abatirse por la estabilidad de las transferencias (ingresos regulares) y el mejor acceso a los servicios de salud y educación. Era razonable suponer que las transferencias y los apoyos repercutían en una mayor satisfacción de las necesidades básicas de los hogares, procesos que fueron documentados en las evaluaciones anteriores a la del 2005. Las titulares reportaban que podían alimentar mejor a sus hijos y que éstos iban mejor calzados y vestidos a la escuela. Dichos estudios habían mostrado prácticas de mejoramiento de las viviendas (construcción de letrinas, sustitución de materiales endebles por otros más sólidos, ampliación de la vivienda) y la mayor participación en procesos de regularización de la vivienda por parte de las familias incorporadas al Programa (en mayor medida que las no incorporadas). Sin embargo, esos impactos habían sido estudiados en tanto los hogares permanecían en el Programa y poco o nada se había reflexionado sobre si los cambios observados en el seno de las familias eran sostenibles en el caso de que las transferencias fueran retiradas del hogar.26 La pregunta central de la evaluación realizada en 2005, por lo tanto, es si la disminución o el retiro de las transferencias –la modificación del estatus de las familias en un Programa de transferencias condicionadas o la salida del mismo– regresa a las familias a situaciones de vulnerabilidad. La reducción de transferencias ¿produce un proceso de adelgazamiento del portafolio de recursos domésticos y aumentan los riesgos ante la adversidad? De esta pregunta central se desprenden otras igualmente relevantes: ¿qué tipo de estrategias domésticas se desatan ante este proceso? Los efectos que la reducción de transferencias produce ¿son homogéneos a todos los grupos domésticos que transitan a esta situación? O ¿hay tipos de grupos domésticos que sortean con mayor y menor éxito los efectos de la disminución de recursos? 26

Recordemos que la evaluación del año 2004 planteó el estudio del EDA como una exploración del tema para la formulación de hipótesis de trabajo.

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Como hipótesis, se planteó que las respuestas domésticas ante el EDA pueden incluir la intensificación en el uso de la fuerza de trabajo; que la intensificación y la diversificación de la fuerza de trabajo ayuda a disminuir la vulnerabilidad de los hogares ente un evento como el EDA (reducción de ingresos) y que la vivienda, cuando sus condiciones de infraestructura lo permiten, puede ser utilizada en la producción de bienes y servicios para el consumo y para la venta y, en ese sentido, es un factor que disminuye la vulnerabilidad, lo mismo que contar con salud, escolaridad, relaciones domésticas relativamente armónicas y acceso a redes de ayuda y solidaridad. Esta investigación debía llevar a la formulación de factores de vulnerabilidad y a la construcción de distintos escenarios domésticos con capacidades diferentes para enfrentar la reducción de recursos (transferencias), entendida como un cambio en las estructuras de oportunidades o el entorno socioeconómico y político de los hogares. Nos propusimos conocer los factores y procesos asociados a la reducción de capacidades familiares para responder a y reponerse de la disminución de sus ingresos domésticos (vía transferencias) y aquellos asociados a situaciones sostenidas y sostenibles de menor vulnerabilidad. El análisis de las respuestas domésticas ante estos procesos (cambios en la movilización de los recursos domésticos existentes) fue planteado como una vía pertinente e idónea para una mayor comprensión de la vulnerabilidad. Dado que la vulnerabilidad está relacionada con la posesión cambiante de recursos (y ésta afecta las capacidades de respuesta y adaptación), el estudio planteó que el tránsito al EDA adelgaza el portafolio de recursos domésticos y aumenta los riesgos ante la adversidad. Consideramos que la transferencia de hogares al EDA o su baja del Programa constituyen cambios en el entorno socioeconómico o en la estructura de oportunidades de acceso al bienestar proporcionado por el Estado, con consecuencias claras en el monto y tipo de recursos al interior del grupo doméstico. La evaluación cualitativa del Esquema Diferenciado de Apoyos 2005 se basó en una metodología de investigación compleja que incluyó la colabo-

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ración interdisciplinaria en la definición de instrumentos, tipos de estudio de caso y lógicas del trabajo cualitativo. Al mismo tiempo, se incorporaron elementos en el análisis estadístico que provienen de resultados etnográficos para precisar las mediciones y mejorar la metodología para la estimación de ingresos. Esta evaluación se realizó a lo largo de varias fases: 1) una primera fase estadística destinada a aportar una visión independiente de la precisión de la decisión del tránsito de hogares al EDA (en términos de las líneas de pobreza del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza); 2) una primera fase cualitativa cuyos resultados sirven para conocer qué tan acertado es el método estadístico independiente de predicción de ingresos; 3) una segunda fase estadística para estimar el número de hogares transferidos al EDA que caen en la pobreza en distintos escenarios; 4) una segunda fase cualitativa destinada al análisis de procesos para detectar cambios en el bienestar de los hogares; 5) una tercera fase cuantitativa en la que se estimaron los ingresos para evaluar los errores de clasificación de los hogares en el EDA; y 6) una cuarta fase cuantitativa para la estimación del número de hogares que caerían en la pobreza o se empobrecerían aún más en caso de tránsito al EDA. De todas estas fases, la que para fines de esta síntesis se rescata es la del inciso cuatro o la segunda fase cualitativa. La intención fue averiguar si ciertos cambios en el bienestar de los hogares (relacionados con Oportunidades o con otros factores) son duraderos o no y si desencadenan otros cambios. Como es fácil suponer, se privilegió el análisis del cambio en los niveles de vida de los hogares. Nos preguntamos si el tránsito al EDA (la reducción de las transferencias monetarias) es una experiencia de crisis para los miembros de estos hogares, y si existen algunos grupos domésticos que, por sus características, pueden enfrentar o no dicha crisis. Esto quiere decir que uno de los propósitos del estudio fue documentar los factores que definen estas capacidades diferenciales y las respuestas domésticas (cambios en la composición, en la división del trabajo y en las prácticas de consumo, por ejemplo) que cada hogar puede o no poner en obra. Se llevó a cabo un estudio detallado de casi cien hogares de cuatro distin-

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tos tipos: 1) hogares rurales transitados al EDA; 2) hogares urbanos transitados al EDA; 3) hogares rurales beneficiarios, en el esquema completo, y 4) hogares dados de baja. La selección de estos hogares se basó en una muestra analítica pero por medio de dos procesos independientes. Por un lado, se realizó una selección de casos de la encuesta de recertificación de hogares rurales (encuesta realizada en el año 2000), algunos de los cuales pasaron al EDA en 2003.27 El equipo de investigadores del CIESAS, por otro lado, realizó un muestreo aleatorio de un listado de hogares urbanos transferidos al EDA en 2004, con la única condición de que estuvieran geográficamente cerca de los hogares detectados en el primer proceso (los hogares rurales seleccionados por el equipo del Colegio de México). La selección de los hogares se realizó de acuerdo con una muestra analítica, cuidando maximizar la variabilidad de las variables (pero ceñido por limitaciones económicas –había que cuidar el presupuesto y por lo tanto concentrar la actividad en zonas o áreas geográficas, tratando de evitar la dispersión de los casos seleccionados– y por el tamaño del equipo de antropólogos). La muestra aleatoria simple para la selección de los casos tuvo tres etapas: 1) unidad-municipios; 2) localidades con casos EDA; y 3) hogares dentro de las localidades de la muestra. El trabajo de campo se realizó con una lista de los casos seleccionados y una lista de reemplazos (cuando fue posible, estos se seleccionaron en las mismas localidades de la muestra principal). El análisis de los cuatro tipos de hogares fue guiado por el interés en conocer los procesos que se han generado en el seno de los grupos domésticos durante los años de exposición al Programa Oportunidades y, particularmente en el caso de los hogares transitados al EDA y los dados de baja, a partir del tránsito hacia el nuevo esquema (o la baja). Para recopilar información sobre los procesos ocurridos en los hogares rurales y urbanos a partir de la recertificación (en el año 2000 los rurales y en 27

Esta tarea (selección de casos de la encuesta de recertificación) estuvo en manos del equipo de El Colegio de México bajo la dirección de Fernando Cortés

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el 2003 los urbanos) se diseñaron dos tipos de instrumentos: 1) un guión cualitativo semi-estructurado con cuadros de formato fijo para la composición, el trabajo y los ingresos/egresos del hogar, y 2) cédulas de trayectorias. El análisis fue comparativo para tener la posibilidad de vislumbrar diferencias y similitudes entre los tipos de hogares. El análisis privilegió a los hogares rurales transitados al EDA, dado que éste era el grupo de mayor interés. Así, se llevó a cabo un análisis que comparó los hogares rurales transitados al EDA con los urbanos EDA; otro que comparó los EDA rurales con los hogares beneficiarios en el esquema completo, y uno más que comparó los hogares rurales transitados al EDA con los hogares que fueron dados de baja del Programa. Resultados El análisis comparativo entre los hogares rurales transitados al EDA y los hogares beneficiarios en el esquema completo arrojó resultados de particular relevancia. En primer lugar, catorce de diez y nueve hogares del primer grupo fueron considerados como casos exitosos en tanto mostraron mayor capacidad de respuesta a los cambios económicos del entorno (incluidos los cambios del mercado laboral y el paso al EDA) con todo y la merma en los ingresos monetarios causada por el tránsito al EDA. En efecto, los hogares EDA rurales tienen, en su mayoría, ingresos por encima de la línea de capacidades (en 15 de 19 casos), diez de los cuales tienen ingresos por arriba del umbral de pobreza patrimonial. Ello es el producto de una situación doméstica caracterizada por los siguientes elementos: diversificación de las fuentes de ingresos, en donde los negocios familiares juegan un papel relevante; coexistencia de trabajo femenino con trabajo (e ingresos) de otros miembros del hogar; presencia de remesas (insumo de importancia en el establecimiento de negocios familiares); intensificación o incremento en el uso de la fuerza de trabajo del hogar, con particular importancia del trabajo de las mujeres, tanto en forma de trabajo asalariado como a cargo de un micro-negocio en la propia vivienda; procesos de extensión del grupo doméstico a través del

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arribo de parientes; y, en la mitad de los casos, disminución de la relación de dependencia en los últimos cinco años (a través de la incorporación de miembros a la vida laboral o la salida de dependientes). En general, los hogares rurales en el EDA que estudiamos tienen un nivel de bienestar más alto que los de las otras categorías, dada la ausencia de factores de vulnerabilidad. Sus ingresos monetarios son más altos, tienen posibilidades de intensificar su fuerza de trabajo (la mayoría tiene dos o más trabajadores), gozan de una mayor participación femenina en las actividades productivas y de generación de ingresos y de una significativa diversificación de sus fuentes de ingresos incluido el uso de la vivienda para fines productivos. Pero también son hogares con activos productivos: tienen animales de traspatio, huertos, vehículos, ganado, tierra agrícola, máquinas de coser. Les caracterizan, además, redes sociales robustas. En general (14 de 19 casos), estos hogares se caracterizan por el uso de sus recursos para enfrentar el ambiente cambiante con relativo éxito. Los escasos pero existentes grupos domésticos no exitosos de esta categoría ofrecen elementos para entender las respuestas a la crisis que para ellos representó el tránsito al EDA. En cinco de 19 casos, que en nuestra opinión no debieron pasar al EDA, se observan las respuestas típicas a los golpes o crisis económicos: deserciones escolares (posteriores al tránsito al EDA, relacionadas con la disminución de ingresos monetarios) y deterioro del consumo, a pesar de los intentos que en estos hogares se hicieron de proteger sus prácticas y patrones de consumo mediante la intensificación del trabajo (sin mucho éxito). Como en los estudios sobre el impacto de las crisis económicas sobre la organización y la economía de los grupos domésticos (González de la Rocha, 1991; 1994), en estos hogares se procura comprar menos y autoabastecerse más (reducción de bienes y servicios que se adquieren en el mercado), comprar menos comida y restringir el consumo alimentario a alimentos baratos, usar agua de lluvia en vez de pagar por agua potable, ahorrar en electricidad a través de prácticas restrictivas: menos focos o alumbrarse con velas, etcétera. Estos son hogares vulnerables, erróneamente transferidos al EDA, que antes de ser transferidos tenían dos o más fuentes de ingresos (con las transferencias del Programa) y ahora

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sólo tienen una: su propio trabajo precario (los hijos perdieron la transferencia económica-beca). Al respecto de estos hogares se afirmó lo siguiente: En estos núcleos domésticos las estrategias de reducción de consumo y de incremento de miembros en la fuerza laboral ha llegado al punto en el que no se puede ceder más, es decir, el consumo se mantiene en un nivel mínimo, y ya no hay más miembros adultos que puedan incorporarse al trabajo o incrementar su carga laboral, lo que conlleva al sacrificio de la escolarización de alguno de los hijos para que contribuya con ingresos y posibilite la escolarización de otros hijos menores (Anaya, Santillanes y Zavala, 2005: 47).

Los hogares urbanos que transitaron al EDA comparten muchos de los rasgos encontrados en el grupo EDA rural. Además, se encontró que la adquisición de la vivienda es más complicada en las ciudades y, por lo tanto, hay muchos grupos domésticos que habitan en casas alquiladas o prestadas. Ello implica mayores gastos y en dificultades para convertir la vivienda en un espacio apropiado para fines productivos, mudanzas frecuentes y riesgo ante alzas en el precio del alquiler. Encontramos que en estos grupos domésticos hay mayores dificultades para mantener relaciones sociales con vecinos y amigos del barrio debido a, fundamentalmente, las mudanzas frecuentes a las que se ven sometidos. Se concluyó que a los hogares urbanos les caracteriza una menor capacidad de adaptación al cambio que significó el EDA, aunque comparten con los hogares rurales muchas de las respuestas ya descritas. Un elemento que los distingue es la menor participación de las mujeres urbanas en la generación de ingresos. Fue en este grupo, hogares EDA urbanos, donde se observó la deserción de estudiantes universitarios debito a la disminución de los ingresos que el EDA acarreó. Una buena parte de los hogares urbanos en el EDA habían experimentado procesos recientes de migración nacional rural-urbana (fueron incorporados al Programa cuando habitaban en localidades rurales). Muchos emigraron a la ciudad por problemas de endeudamiento, otros en busca de mejores opciones laborales y otros más buscando mejores opciones educativas para los hijos. En los casos de hogares migrantes del campo a las ciudades se ex-

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perimentaron procesos de empobrecimiento (por el pago de alquiler); mayor dependencia del ingreso monetario para alimentos; menor capacidad para mantener una economía de traspatio y ausencia o deterioro de redes sociales. Además, cuando el hogar era uno añejo, todos las desventajas mencionadas se sumaban al envejecimiento de los individuos, asociado a procesos de pérdida de la salud, fuertes gastos en medicamentos y servicios médicos, bajos ingresos y redes sociales deterioradas. En los hogares beneficiarios en el esquema completo se observó una situación contrastante a la encontrada entre los hogares transitados al EDA. Mientras que a los segundos les caracteriza una relativa bonanza (especialmente a la mayoría de los rurales), los hogares beneficiarios que la encuesta de recertificación encontró como aún elegibles para recibir todos los apoyos del Programa son, efectivamente, mucho más pobres. Además de que sus ingresos son inferiores, en estos hogares se han dado procesos de “estancamiento” en situaciones de pobreza y vulnerabilidad y viven en contextos –economías locales– claramente deprimidas y con opciones laborales escasas y deterioradas. Estos son hogares, más aún, con una reducida gama de recursos y estrategias instrumentadas. Las fuentes de ingresos son claramente más homogéneas que en las otras categorías pues dependen de una actividad agrícola deteriorada o de remesas irregulares, sin estar nutridas por otras fuentes. Las mujeres adultas (las titulares del Programa) participan mucho menos en la generación de ingresos que las mujeres en los otros tipos de hogares y cuando el trabajo femenino existe, éste no se combina con otras fuentes de ingresos. Todo ello da lugar a procesos de endeudamiento pero no del tipo encaminado a las inversiones productivas (o en la vivienda) sino del tipo “contraer deudas para pagar deudas”, con poca capacidad de recuperación. La interrupción de trayectorias escolares es parte de la realidad de estos hogares, con muchas más deserciones –desde la primaria hasta la educación media superior con la consecuencia de la pérdida de la transferencia– que entre los hogares transitados al EDA. Además de los procesos de enfermedad que ocasionan la disminución de la capacidad de generación de

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ingresos y el aumento de los gastos, y de la alta relación de dependencia que caracterizan a estos hogares, encontramos que los hogares beneficiarios en el esquema completo, al compararlos con los transitados al EDA, tienen una muy escasa capacidad de reacción a emergencias y posibles crisis. Es decir, carecen de cualquier tipo de colchón amortiguador, sean ahorros, sistemas de seguridad o empleos que brinden ingresos regulares. Un resultado muy alentador fue encontrar que la gran mayoría de los hogares dados de baja (16 de 20) no resintieron consecuencias negativas de la baja por no exhibir factores de vulnerabilidad ni niveles de ingresos propios de la pobreza (bajo ninguno de los tres umbrales oficiales). Se trataba de errores de inclusión. Por ello, se considera que la decisión de dar de baja a estos hogares fue muy adecuada. Los cuatro restantes, sin embargo, son grupos domésticos con ingresos mínimos e inconstantes y reúnen varios factores de vulnerabilidad, por lo que pensamos que darlos de baja fue una medida drástica y no del todo adecuada. El incumplimiento de las corresponsabilidades, en varios de estos casos por enfermedad asociada a la vejez o accidentes, dio lugar a las bajas. Interesa, para los fines de ahondar en la comprensión de la vulnerabilidad, centrar la atención en los rasgos y los procesos de los cuatro hogares vulnerables que consideramos incorrectamente dados de baja por reunir varios factores de incertidumbre material. Sobresale el hecho de que estos hogares pasan actualmente por la etapa de dispersión avanzada del ciclo doméstico y, por lo tanto, sus miembros están envejecidos, tienen pocas e irregulares fuentes de ingresos, pocos trabajadores (los que hay tienen trabajos precarios e inestables que proporcionan ingresos irregulares y muy bajos), redes deterioradas y vínculos con, sobre todo, parientes igualmente empobrecidos. Además, en los hogares viejos se han dado procesos de desaparición de activos (se han vendido o perdido), procesos de pérdida de salud y de la capacidad de generación de ingresos. La evaluación realizada en el año 2005 no se detuvo en el análisis de la posesión cambiante de recursos familiares y domésticos en su continua con-

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frontación con las estructuras de oportunidades de los distintos tipos de hogares estudiados. Si bien ese fue el punto de partida, la investigación aportó al conocimiento de la vulnerabilidad a través de la construcción analítica de escenarios de mayor o menor vulnerabilidad conformados por la confluencia de factores y procesos que conducen a situaciones de mayor riesgo ante la escasez de recursos y oportunidades. Factores y escenarios de vulnerabilidad. El ciclo doméstico es uno de los más importantes factores en la definición y construcción de distintos escenarios de vulnerabilidad. La primera fase del ciclo, conocida como etapa de expansión, y la última, la etapa de dispersión avanzada, están caracterizadas por las fuertes presiones y dificultades económicas. Las características sociodemográficas del hogar moldean el número y tipo de miembros capaces de generar ingresos y las necesidades de consumo –distintas en términos de tipos y montos. Estas dos etapas están también caracterizadas por fuertes gastos. En el caso de los hogares en la etapa de expansión hay necesidades imperiosas cuya satisfacción implica gastos que no siempre se pueden hacer: la construcción o compra de una vivienda, el equipamiento de la misma, los gastos directos e indirectos de la escolarización de los hijos, etcétera. La etapa de dispersión avanzada, por otra parte, está asociada a dificultades económicas, bajos ingresos y fuertes gastos relacionados con la salud. Tomar en cuenta el factor ciclo doméstico equivale a pensar en un marco temporal de la vulnerabilidad. Ahora bien, tanto en la evaluación cuyos resultados ahora se sintetizan como en los análisis que conforman los capítulos siguientes de este libro se reconoce que el ciclo doméstico, por sí solo, no es suficiente para caracterizar y definir los escenarios domésticos de vulnerabilidad. Más bien, es la asociación de este factor con otros que enseguida se exponen lo que nos ayuda a entender más cabalmente la construcción de los escenarios de vulnerabilidad como procesos de acumulación de desventajas (o factores de vulnerabilidad). Del factor ciclo doméstico se desprenden otros más. La estructura y la

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composición domésticas son cruciales porque de ellas depende que existan miembros del hogar que pueden realizar actividades de generación de ingresos. Los hogares extensos, como se ha observado en distintos estudios, pueden ser más propicios para el bienestar cuando en ellos se conjugan no sólo prácticas de ahorro en gastos de la vivienda sino la suma de brazos de trabajadores y generadores de ingresos. El grado de diversificación de las fuentes de ingresos que nutren las economías domésticas es extremadamente importante. Mientras mayor diversificación exista en un grupo doméstico, más posibilidades de defensa existen ante los cambios del entorno. Si al menos una de esas fuentes está asociada a prestaciones y seguridad social, mayores elementos de protección están garantizados. El peor de estos escenarios es el de un hogar dependiente de la agricultura empobrecida, sin ninguna otra actividad productiva o asalariada que funja como contrapeso a la crítica situación de los campos agrícolas de temporal de nuestro país. El trabajo femenino, cuando coexiste con el de otros miembros del hogar, es un factor de bienestar, pero cuando éste aparece sin la existencia de otras fuentes y otros generadores de ingresos da lugar a situaciones de escasez e inseguridad. En esta investigación se corroboró que la enfermedad es un factor de vulnerabilidad en sí misma y en cualquiera de las combinaciones con otros factores que se presente. La combinación de mayores riesgos es, empero, la diada vejez-enfermedad. Hemos constatado en ésta y en otras investigaciones que la pérdida de la salud no sólo acarrea dolor e incapacidad física sino, también, deterioro en las posibilidades de generar ingresos, gastos fuertes en servicios de salud y aislamiento social (González de la Rocha y Villagómez, 2005). El análisis realizado para esta evaluación dio los elementos para pensar en tres distintas combinaciones de factores de vulnerabilidad o escenarios: Escenario A: hogar envejecido que puede ser unipersonal o no. Miembro(s) de la tercera edad frecuentemente enfermo(s), lo que ocasiona fuertes gastos. La vulnerabilidad está fincada en la escasa o nula capacidad de satisfacer las necesidades de sus miembros porque o bien no hay miem-

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bros disponibles para el trabajo o porque los gastos sobrepasan los ingresos. Estos viejos suelen vivir en condiciones de aislamiento social o deterioro y fragilidad de los vínculos en los que el intercambio social o los sistemas informales de apoyo se basan. Escenario B: hogar muy joven con un fuerte desequilibrio entre el número de generadores de ingresos y el número de consumidores. La situación de vulnerabilidad se recrudece cuando la (frecuentemente) única fuente de ingresos es la agricultura poco productiva en contextos de deterioro o estancamiento de las condiciones de producción. Este es el típico escenario doméstico en el que los hijos salen de la escuela para intentar devengar ingresos, las viviendas son precarias, las relaciones domésticas poco armónicas y las redes sociales poco redituables (todos los miembros de la red se encuentran más o menos en las mismas condiciones o se produce aislamiento social). Escenario C: hogares dona formados por abuelas y nietos. Esta configuración familiar y doméstica surge de la emigración de la generación intermedia. En este estudio se planteó que este escenario puede ser uno de los más vulnerables porque conjuga los factores de vulnerabilidad de los anteriores dos. Es decir, miembros viejos y probablemente enfermos que han visto mermadas sus capacidades de generación de ingresos, con la presencia de niños y jóvenes que no trabajan y que ocasionan fuertes desembolsos para la continuación de sus trayectorias educativas. Escenario D: hogares con enfermos crónicos. Aunque la enfermedad es uno de los factores del primer escenario, es necesario pensar en un escenario específico para los hogares con enfermos crónicos. Hasta hace pocos años, las enfermedades crónicas y los accidentes graves acarreaban con mucha facilidad la muerte de las personas. Hoy en día los enfermos tienden a sobrevivir por más tiempo, pero con fuertes costos y mermas en la capacidad de trabajo del hogar en su conjunto. La supervivencia de miembros debilitados, paradójicamente, es un factor de vulnerabilidad.

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CONCLUSIONES Las evaluaciones cualitativas sobre el impacto del Programa Oportunidades realizadas a lo largo de los últimos cinco años pasaron por un proceso en el que el método y los hallazgos fueron ganando en claridad y alcances a medida que el equipo fue perfeccionando y puliendo las preguntas, el enfoque y la estrategia de la investigación. De ello dan cuenta los informes en sus versiones largas, los resúmenes ejecutivos y los reportes analíticos que año con año se escribieron y entregaron al Programa Oportunidades. Esos textos incluyen muchos más temas que los que en esta síntesis se han tratado y, en ese sentido, este capítulo no da cuenta exacta de la riqueza de las evaluaciones, especialmente en lo que se refiere a los distintos componentes del Programa y las formas de operación del mismo. En esta síntesis la atención se centró en los resultados de las evaluaciones sobre el impacto del Programa en los grupos domésticos. En el curso de la investigación se pudo observar que el impacto depende en gran medida de las características de los hogares y los procesos doméstico–familiares que se desarrollan a lo largo del periodo de exposición al Programa. La vulnerabilidad que caracteriza la vida de las familias de escasos recursos se expresa en los enormes riesgos que sus miembros corren ante los vaivenes económicos y en las prácticas restrictivas que se despliegan como mecanismos forzados de sobrevivencia en contextos de extrema escasez: sacar a los niños de la escuela, no acudir al médico y aguantar la enfermedad, “engañar al estómago” con infusiones de hierbas, comer dos veces al día y no tres (en ocasiones extremas, una) o iluminar la vivienda con velas cuando no se tiene para pagar la luz. Sin empleos seguros e ingresos estables, los miembros de los hogares pobres son extremadamente vulnerables a la precariedad de las economías locales, en dinámicas semejantes a los círculos viciosos. No cuentan con colchones amortiguadores y cada impacto puede

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dar lugar, en escenarios de acumulación de desventajas, a mayor fragilidad, más aguda pobreza y muy elevadas dosis de sufrimiento. Ahora bien, las investigaciones realizadas con la finalidad de evaluar el impacto del Programa Oportunidades abordaron la pregunta de si los apoyos que este programa ofrece a las familias logran disminuir la vulnerabilidad que les caracteriza. La respuesta es un sí con matices que el lector habrá podido apreciar a lo largo de este capítulo. Sin duda, las transferencias condicionadas han contribuido a que los miembros de las familias beneficiarias coman más y mejor, accedan a servicios de salud y los niños y jóvenes alarguen sus trayectorias escolares. Las mujeres beneficiarias se han convertido en sujetos de crédito y, con ello, se ha dinamizado la economía de la deuda dando lugar a márgenes más amplios de consumo. Contar con un ingreso seguro y regular ha dado a las mujeres titulares mayor capacidad de planeación en sus gastos y, sobre todo, ha acarreado certidumbre y mayor confianza. Todo ello es sin duda positivo. El antídoto a la vulnerabilidad es la ampliación del margen de seguridad –viviendas sólidas y funcionales, ingresos regulares, certeza de acceder a servicios médicos y educativos– en tanto ésta reduce los riesgos –en este caso el riesgo de pasar hambre, enfermar, sacar a la hija de la escuela. Y, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que las transferencias monetarias y el acceso a servicios de salud y educación (como resultado de las corresponsabilidades) han reducido el riesgo de sufrir desnutrición, hambre, enfermedad y han contribuido a que las nuevas generaciones aplacen el inicio de la vida laboral y alarguen su paso por la escuela. Los matices de esta respuesta afirmativa son importantes en este balance. Las evaluaciones cualitativas dieron cuenta clara de que a pesar de que el Programa Oportunidades reduce, en sí mismo no es suficiente para abatir la vulnerabilidad y erradicar la pobreza. Ante otros factores dominantes, el ciclo doméstico, la estructura de los hogares y las opciones de generación de ingresos por medio del uso de la fuerza de trabajo, el Programa parece adquirir un papel secundario. El ciclo doméstico inhibe o fortalece el bienestar. Como se planteó anteriormente, la incorporación

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del ciclo doméstico en esta discusión equivale a reflexionar en términos de la temporalidad y dinámica doméstica de la vulnerabilidad. Hay, por otra parte, estructuras familiares que favorecen la acumulación de desventajas (alta relación de dependencia, ausencia de perceptores de ingresos, etc.), situación y procesos que contrastan con otros, mucho más propicios a la generación de situaciones más ventajosas (diversificación de fuentes de ingresos, combinación de trabajo e ingresos masculinos y femeninos, entre otros). Hace falta aumentar los ingresos provenientes del trabajo de cada perceptor e incrementar las opciones –tanto en el mercado laboral como en el apuntalamiento de la producción agropecuaria de subsistencia– de generación de ingresos. Uno de los hallazgos más claros de las investigaciones etnográficas aquí reseñadas es, precisamente, la confirmación de que las transferencias monetarias de Oportunidades no únicamente han aumentado los ingresos de los hogares sino que, además, han facilitado prácticas y procesos que sólo la regularidad y la seguridad de dicho ingreso explican: las inversiones en la vivienda, la credibilidad que las mujeres han ganado ante los comerciantes locales, la posibilidad de planeación de los gastos, etcétera. Por ello, consideramos que programas como Oportunidades deberían contar con el apoyo de otros, dedicados a reforzar el recurso más importante de los pobres, su fuerza de trabajo, para robustecer las capacidades domésticas de generación de ingresos. Sobresale la importancia de las mujeres en las economías domésticas tanto a través de su papel tradicional de proveedoras de cuidados y servicios en el ámbito reproductivo como en su cada vez más claro papel de proveedoras o co-proveedoras imprescindibles. Las mujeres urbanas, pero también las que viven en las pequeñísimas ciudades, en pueblos y rancherías son perceptoras de ingresos monetarios y en especie y sus ingresos son cruciales para el sostén de sus familias. La incompatibilidad o tensiones crecientes entre las corresponsabilidades y los distintos trabajos de las mujeres (en el ámbito reproductivo y productivo) ha sido una constante a lo largo de las evaluaciones aquí reseñadas. Más allá del reconocimiento

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de la existencia de estas tensiones, lo que las evaluaciones cualitativas han constatado es que existe un conjunto de contradicciones sociales que se expresan en el diseño de la política social y su operación en una sociedad aún marcada por profundas desigualdades de género. El hecho de que las corresponsabilidades que el Programa exige han recaído en las mujeres es producto, por un lado, del esfuerzo que el gobierno federal ha hecho para dar a las mujeres la titularidad de los beneficios monetarios y, por el otro, de la rancia pero vigente división social del trabajo que asigna a las mujeres el trabajo reproductivo (a pesar de su cada vez mayor participación como generadoras de ingresos). No obstante los cambios que las familias han experimentado a lo largo de las pasadas décadas, en México prevalece la noción (más no algunas de las prácticas) del modelo tradicional de familia. Y aunque el Programa Oportunidades (desde los años como PROGRESA) ha planteado la necesidad de que los programas de combate a la pobreza refuercen la igualdad de género –y de ahí las prácticas a favor de las niñas y las acciones afirmativas a favor de las mujeres madres: servicios de salud reproductiva, educación para adultos, titularidad de los beneficios del Programa– opera en un contexto social en el que la idea de que las mujeres son, sobre todo o únicamente, proveedoras de cuidados y servicios reproductivos, se sigue imponiendo. Esta noción es incorrecta y muchos de los problemas de incorporación y mantenimiento de familias pobres en el Programa surgen, precisamente, de las incompatibilidades y tensiones mencionadas. Afirmar que la política social refuerza la subordinación de las mujeres en el ámbito doméstico y familiar, como lo hacen algunos estudiosos del tema (Bibars, 2001; Molyneux, 2005) es quizás demasiado radical y poco adecuado porque no toma en cuenta las opciones –aunque reducidas– que los programas también abren para la renegociación de los intereses y relaciones de género (control de las transferencias, participación en espacios comunitarios, acciones femeninas colectivas alrededor del Programa). Lo que se puede y debe afirmar, siguiendo a Jelin (2005), es que la discusión sobre los modelos de familia ha

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sido y sigue siendo crucial para el diseño de las políticas estatales de bienestar. El análisis de las distintas formas de vivir en familia, el conocimiento sobre la organización doméstica-familiar, debe ser un eje prioritario de los diagnósticos sociales y del diseño y la instrumentación de los programas de política social. Ello implica el reconocimiento de las transformaciones que las familias y los grupos domésticos han experimentado y la incorporación real de dichos cambios en las políticas públicas. “...es en la manera en que el estado y las políticas públicas responden a (o también promueven, de manera explícita o implícita) las transformaciones en las familias que se van a poder encontrar caminos para revertir desigualdades y promover la equidad en el bienestar social” (Jelin, op cit.: 70). Claros ejemplos de la necesidad de incorporar al diseño e instrumentación de la política social nociones más certeras sobre las familias lo constituyen los hogares de jefatura femenina. Nuestras investigaciones han ofrecido evidencias de las desventajas que estos hogares enfrentan en el proceso de incorporación al Programa, que se repiten en los distintos contextos de los estudios realizados aunque con modalidades distintas. En el método de selección a través de la aplicación de la ENCASEH (en las comunidades rurales), los entrevistadores contratados por el Programa no localizaban a estas mujeres porque ellas se encontraban trabajando al tiempo que la encuesta se aplicaba. En el método de selección por módulos (áreas urbanas), por su parte, el tiempo necesario para cubrir todo el proceso (acudir al módulo, reunir toda la documentación) fue dema28

Los estudios de caso de hogares no beneficiarios y en particular los encabezados por mujeres sin cónyuge muestran que el tiempo que era necesario para dedicar al proceso de incorporación en algunas ocasiones hizo impracticable el proceso para ellas, ya sea porque no tuvieron tiempo para ir al módulo, o fueron una o dos veces y no les tocó turno, o les faltó un papel, o lograron completar la entrevista exitosamente pero no pudieron faltar a su trabajo en los días de verificación y ésta no se realizó; encontramos una cantidad significativa de hogares encabezados por mujeres excluidos del Programa que por sus características deberían haber sido considerados. Aunque en términos precisos no se trata de errores de exclusión, puesto que la mayor parte de ellos se autoexcluyó, sí se debe valorar que su no incorporación es un problema que debe corregirse (Escobar y González de la Rocha, 2005a: 314). Estas recomendaciones se consideraron en la modificación del mecanismo de incorporación en 2004.

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siado para muchas mujeres trabajadoras que son jefas de hogar, o por lo menos incompatible con sus actividades de generación de ingresos.28 Como investigadores de la organización doméstica y familiar y los cambios que se producen a raíz de la incorporación de las familias al Programa Oportunidades hemos hecho un esfuerzo por documentar que las características de los hogares y los procesos doméstico-familiares son centrales para entender el impacto diferencial de la política social. Los capítulos siguientes dan cuenta de dicho esfuerzo.

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