Capítulo I Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el ...

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Capítulo I Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo El punto de partida: en busca de la democracia en la familia Como ya quedó dicho atrás, el proyecto Acceso a la justicia familiar e intervención integral de las violencias intrafamiliar y sexual del Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito busca intervenir sobre la violencia intrafamiliar y sexual. El Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito parte de la idea de que las violencias intrafamiliar y sexual quebrantan los derechos primordiales de niños, niñas y mujeres, y reflejan la desigualdad en la distribución del poder, en las familias en particular, y en la sociedad en general. El enfoque con el cual se realizó el trabajo está sustentado en los resultados de las investigaciones acumuladas desde 1993 por el Grupo Conflicto social y violencia del Centro de Estudios Sociales - CES. Según estos trabajos (véase Jimeno et al., 1996 y 1998a; y Jimeno, 2004), la posibilidad de lograr transformaciones sociales en el uso de la violencia pasa por identificar y profundizar en las relaciones sociales y en los esquemas de sentido vigentes en torno al uso de la violencia. Se considera el fenómeno de la violencia como una acción social específica, enmarcada en referentes socio y psico-culturales susceptibles de modificación. Esta perspectiva desmedicaliza el abordaje, desnaturaliza el género y la sexualidad y permite integrar los derechos humanos. Tiene presente que las interacciones personales que desembocan en el uso de la violencia están ancladas en esquemas de sentido que provienen de la vida sociocultural, y que en éstos se entrelazan cognición y emoción. Según este enfoque, es preciso superar la aparente dicotomía entre lo individual psicológico y los referentes socioculturales. Esto significa que la llamada “psicología” del individuo se conforma en determinados ambientes, circunstancias e interacciones socioculturales que se apropian como subjetivos, según la experiencia de cada cual. En breve, la subjetividad y la individualidad se confor-

man en y por la vida en sociedad. Así, la orientación general del trabajo integró en una perspectiva interdisciplinaria (antropología y psicología), una forma unificada de comprender los sujetos sociales a la cual contribuyeron conceptos de la salud y el derecho. Para ponerla en práctica, los principales conceptos utilizados fueron los de experiencia social; masculinidad y violencia; conflicto; género y corresponsabilidad; conceptos que desarrollaremos más adelante. Para el abordaje pedagógico se le otorgó importancia a la lúdica, a las representaciones artísticas y al afecto en el proceso de aprendizaje. Así, se buscó trabajar sobre el papel de las emociones en las relaciones interpersonales y en la resolución de conflictos, induciendo su expresión mediante dinámicas de trabajo basadas en el juego y la creación artística. Este método sirvió tanto para remitir a los conceptos, como para distender las relaciones entre los participantes, creando así un ambiente propicio y relajado para conversar y evocar experiencias. Pero las actividades lúdicas no son sólo instrumentos de ambientación, sino una apuesta sobre el cómo se pueden interpelar los sujetos para una mejor aprehensión de nuevas perspectivas y conceptos. Así, se parte de la idea de que lo estético y lo emocional están estrechamente conectados con lo cognitivo. Pensamos que la mejor manera de incidir en los aspectos cognitivos tales como las creencias, los imaginarios y los valores, es mediante la evocación de la experiencia suscitada por actos lúdicos o estéticos, puesto que pone de presente las asociaciones emocionales de las categorías cognitivas. El apoyo médico psiquiátrico también permitió prever el manejo de situaciones de tensión y de catarsis dentro de los talleres, pues la metodología exige rememorar experiencias dolorosas y poner en palabras situaciones violentas que quizá nunca antes habían sido compartidas. El interés no fue adentrarse en procesos terapéuticos, que no fueron de nuestra competencia, sino tan sólo tener herramientas básicas para enfrentar situaciones especiales. Este apoyo sirvió también para aclarar conceptos relativos a la salud sexual y reproductiva y para identificar y divulgar entre los asistentes los puntos de atención médica y psicológica en el Distrito. La contribución del derecho a esta propuesta de intervención consistió en interpretar los derechos humanos como bienes tutelados por el Estado. También permitió abandonar la idea de una progresión evolutiva de los derechos y cambiarla por una visión no jerarquizada de los mismos. Pero lo más importante fue acercar el discurso de los derechos a la cotidianidad de las personas, mostrándolos como una construcción social inserta en la vida diaria, y dando a conocer los mecanismos de protección y sanción que ejerce el Estado. La mirada holística de la antropología supuso abordar las problemáticas sociales desde el sujeto por medio de una metodología inductiva que parte de las experiencias sociales para hacer explícitos significados culturales y representa| 18 |

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ciones sociales acerca de la violencia, las pautas de crianza, el ejercicio de la masculinidad, los roles sexuales y lo derechos humanos. Con esto se buscó que los participantes reflexionaran sobre su papel como hombres en la sociedad y la forma como ejercen la autoridad en sus hogares. La metodología permitió la comparación de las pautas de crianza en las diferentes regiones del país y el contraste intergeneracional. Así, se pretendió poner en evidencia los cambios y diferencias históricas y sociales en las relaciones de género. Por otro lado, se utilizó la etnografía como herramienta de recolección y análisis de la información. Vale la pena destacar que las experiencias personales de violencia permiten resultados de tipo cualitativo que se alejan de marcos epidemiológicos y estadísticos, y ofrecen nuevas miradas sobre los distintos tipos de violencia.

La estrategia de método: partir de la experiencia Para la estrategia metodológica no sólo se incorporó la perspectiva interdisciplinaria, sino también la convergencia entre investigación básica y aplicada. El eje articulador fue un trabajo participativo en torno a las experiencias de los participantes en los conversatorios sobre violencia doméstica e intrafamiliar. Los conversatorios fueron el vehículo de esta metodología que llamamos de la experiencia. Para llevarlos a cabo se diseñaron talleres de diálogo organizados en torno a tres ejes conceptuales: identidad de género y factores socioculturales que la determinan; derechos humanos, corresponsabilidad y cotidianidad familiar y social; y diferencia entre violencia, autoridad y poder. Como estrategia pedagógica se buscó apelar a la afectividad y sensibilidad de los participantes, poniendo énfasis en actividades estéticas y lúdicas. Como se dijo atrás, las actividades lúdicas no son sólo instrumentos de ambientación, sino una apuesta sobre el cómo se pueden interpelar los sujetos para una mejor aprehensión de nuevas perspectivas y conceptos. La idea central es la de que lo estético y lo emocional están estrechamente conectados con lo cognitivo, y que la evocación de la experiencia suscitada por actos lúdicos o estéticos pone de presente las asociaciones emocionales de las categorías cognitivas y así permite un distanciamiento crítico. Esta perspectiva de método se plasmó en una secuencia sustentada en tres fases del proceso pedagógico: la remembranza o evocación de la experiencia; la crítica reflexiva y la fase analítica o de transformación social, así: Evocación de la experiencia, fase vivencial y de comunicación expresiva. En esta primera fase se provocó el relato de las experiencias personales de crianza y en particular de conflictos, violencia, uso de la fuerza y ejercicio de la autoridad en la familia. Se emplearon medios expresivos que abarcaron desde la palabra hasta los pictóricos, entre otros, para hacer explícito el sentido de masculinidad, y para permitir que afloraran las cargas afectivas que impregnan los sistemas cognitivos de referencia. Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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Crítica reflexiva y de encuentro. Esta fase permitió poner de presente las experiencias personales, discutirlas en los talleres, deducir puntos en común y elaborar significados y sentimientos compartidos frente a lo que fue expresado con anterioridad. Analítica o de transformación social. Esta fase se enfocó en la construcción de una visión crítica sobre el uso de la violencia para imponer autoridad y respeto en el hogar y su relación con las formas de masculinidad; se profundizó en las nuevas formas de asumir la identidad de género y los derechos sexuales y reproductivos. Se impartió información para identificar nuevos valores en cada uno de los participantes frente al tema de la violencia intrafamiliar y sexual, teniendo en cuenta las problemáticas de cada localidad. Para llevar a cabo esta metodología se diseñó una secuencia interactiva de ocho conversatorios organizados en módulos, con los siguientes temas: 1. Pautas de crianza y de socialización e identidad masculina. 2. Masculinidades, violencia intrafamiliar y sexual. 3. Nuevas formas de masculinidad. 4. Resolución de conflictos. 5. Opciones nuevas de relación intrafamiliar. 6. Masculinidades y derechos humanos. 7. Derechos sexuales y reproductivos, salud sexual y reproductiva. 8. Encuentro entre hombres y mujeres, nuevos saberes y actitudes afirmativas.

El diseño conceptual Experiencia, construcción del conocimiento y cambio en los referentes culturales Se ha enfatizado en este texto en que el enfoque conceptual considera la experiencia de los participantes en los talleres como elemento privilegiado para acceder al conocimiento y el sentimiento en torno a la violencia doméstica y sexual y es el punto de partida sobre el cual se trabaja para un cambio cultural. La experiencia vital también es el anclaje de la propuesta pedagógica en la medida en que ésta es una manera eficaz de interpelar a los sujetos a partir de su propia perspectiva. Gracias a esto es posible acceder a la experiencia de ser hombre. Hagamos explícita la manera en que concebimos la relación entre la recuperación de la experiencia y la construcción de conocimiento y de nuevos referentes socioculturales. Definimos la experiencia como la conciencia subjetiva de algo vivido. La experiencia se carga de significación en el momento en que se narra, pues para hablar de ella es necesario remitirse tanto a esquemas sociales de sentido, como a dimensiones emocionales, y ambos se articulan en un relato. Como lo señala Vincent Crapanzano, todo discurso revela tanto un plano emotivo y afectivo, | 20 |

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como uno cognitivo (Crapanzano, 1994). Esta articulación de lo afectivo y lo cognitivo puede abordarse analíticamente a través del concepto de configuración emotiva, empleado como un esquema social “en el cual interactúan pensamientos y sentimientos que si bien están asentados en la conciencia individual, son socialmente compartidos y culturalmente construidos” (Jimeno, 2004: 40). Esta categoría fue útil para integrar la perspectiva propia de los participantes teniendo en cuenta sus elementos subjetivos, así como la valoración cultural de las relaciones de género y sus implicaciones sociales. Por ello los conversatorios integraron metodologías lúdicas y participativas, en donde las personas se sintieran cómodas y en confianza para relatar sus experiencias personales en público. Las actividades fueron pensadas para que los participantes produjeran relatos sucesivos sobre sus experiencias a través de narraciones orales y otras formas expresivas tales como la puesta en escena, la construcción de personajes, la elaboración y selección de imágenes y las historietas. Masculinidades y violencia doméstica Los modelos de masculinidad vigentes se construyen sobre una estrecha asociación entre el ejercicio de la autoridad y el uso de la fuerza física. Pese a que las acciones violentas en el hogar no son monopolio masculino, es cierto que en el proceso de conformación de la identidad masculina el uso de la violencia continúa teniendo un lugar preponderante. La masculinidad está definida por un sistema que delimita y organiza las diferencias entre hombres y mujeres en un plano simbólico, en donde se demarcan y contrastan los lugares masculino y femenino (Viveros, 2002). Por tal motivo aquello que denominamos masculinidad no es, en primer lugar, una esencia natural a los hombres sino un producto histórico y cultural incorporado a través de la educación, la socialización y la formación como sujetos en una sociedad y época específicas. Al plantear que la masculinidad depende de la cultura, la sociedad y la época, en otras palabras, del contexto, se hace necesario hablar de ‘masculinidades’ en plural; no de ‘identidad masculina’ en singular, puesto que las construcciones sobre el ser hombre son, como señala la antropóloga Mara Viveros, “diversas y plurales” (ibíd.). Por otro lado, Bonnie Shepard plantea que el término en plural “reconoce la diversidad de las experiencias de los hombres, y los riesgos de las perspectivas esencialistas que amalgaman a todos los hombres en una sola identidad” (Shepard, 2001: 12). Por las razones anteriormente expuestas y porque la evidencia etnográfica ha mostrado que en distintos lugares y momentos han existido formas variadas de ser hombre, adoptamos una visión constructivista de las masculinidades y preferimos referirnos en plural a dichas experiencias, puesto que se puede ser hombre en múltiples vías y de distintas formas. Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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En cuanto a la relación entre masculinidad y uso de la violencia en el hogar, las investigaciones de Jimeno (Jimeno et al., 1996 y 1998b) en sectores urbanos y rurales muestran que tanto padres como madres que usan formas violentas para “castigar” a los pequeños tienen la creencia de que por este medio “corrigen” comportamientos indeseables en sus hijos. Hombres y mujeres comparten un mismo referente cultural que se anuda por la noción de “corrección”, o de intención correctiva, que justificaría, según ellos, el uso de formas variadas de violencia física y simbólica. Asimismo, estos padres y madres consideran que este tipo de castigo violento es necesario para asegurarse el “respeto” y la obediencia por parte de sus hijos, y los hombres de sus esposas. Entonces, el uso de golpes, insultos y malos tratos hace parte de un conjunto de creencias, es decir, de un esquema cultural de referencia, en el que las figuras de autoridad se piensan y se sienten constantemente cuestionadas e incluso amenazadas en el interior de la familia. Esto los lleva a reafirmarse por medio de la violencia, entendida como un mecanismo para asegurar el “orden” en el hogar. De este mismo esquema cultural también hacen parte asociaciones emocionales: rabia de los padres y madres por los desacatos a su autoridad; rabia del hijo agredido; miedo de los padres a perder el respeto de sus hijos o a que éstos o la esposa se “salgan de control”; miedo del varón a recibir nuevas agresiones de ellos o de los representantes de la autoridad en la sociedad (Jimeno, 2003). Las huellas emocionales que deja el maltrato infantil o el presenciar el maltrato del padre hacia la madre, pueden observarse incluso cuando las personas son adultas: “nerviosismo” frente al entorno, marcada desconfianza en los otros y frecuente tristeza. Esta configuración emotiva –sus pensamientos, creencias y sentimientos– trae consigo repercusiones sociales, pues se considera que la autoridad social no es confiable y puede ser cruel, excesiva e impredecible (Jimeno, 2003). Es decir, el acto violento deja huellas emocionales y cognitivas que inciden en las relaciones de confianza o desconfianza con las otras personas y de esta forma, en la calidad de vida del grupo social (Jimeno, 1996; 1998a; 1999b). Justamente debido a estas huellas cognitivo-emocionales, los recuerdos de las experiencias violentas pueden ser de gran utilidad para la modificación de la orientación cultural asociada al uso de la violencia intrafamiliar y sexual. De esta forma, la evocación puede servir como una herramienta para comprometer al individuo en su propia transformación. La evocación mediante relatos personales permite, por un lado, incitar a la autorreflexión y asumir la crítica de las propias creencias al compartirlas con otros; por otro lado, pone en evidencia los significados emocionales ligados a las experiencias y la asociación afectiva sobre determinados patrones de relación.

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El género, las jerarquías y la resignificación de la masculinidad La identidad de género ha sido definida como el modo de sentirse y vivir siendo hombre o mujer, lo que se consolida en la experiencia cotidiana. La identidad de género masculina implica en este caso tanto los modelos culturales de ser hombre del pasado como las apropiaciones actuales. Bajo la misma línea argumentativa anterior, entendemos el género como “un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos” y como una forma primaria de relaciones de poder. Por ello el género está fuertemente imbricado en las jerarquías sociales y constituye una forma a través de la cual se estructuran las relaciones de poder entre las personas (Scott, 1999: 61; véase también Dobash, Dobash, Wilson y Daly, 1992). Es común referirse al género como un concepto homologable a mujer. Sin embargo, los estudios feministas recientes han considerado al género como un sistema, como una estructura social particular, como una categoría relacional que implica mujeres y hombres, feminidades y masculinidades, empoderamiento y relaciones de subordinación. Desde esta óptica, los estudios sobre el género han comenzado a pensar en los hombres (Viveros, 2001 y 2002; Gutmann, 2003; Moore, 1991; Montesinos, 2005). En el transcurso de los conversatorios, el género fue abordado como un elemento inserto en las relaciones de poder en la familia y se analizó la distribución simbólica y real de los roles y las representaciones de género como constitutivas de la violencia intrafamiliar y sexual. Como ya se dijo, las relaciones y los atributos de género son construcciones sociales contextuales y por tanto la masculinidad no es un rasgo consubstancial a los hombres. Partiendo de esta perspectiva se puede apuntar a transformar las concepciones culturales de la masculinidad y desligar el uso de la fuerza y la violencia del hecho de ser hombre. Algunos autores han simplificado el papel del género en ciertas formas de violencia señalando a los hombres como los perpetradores de los actos violentos y a las mujeres como sus víctimas. Con esto resuelven el problema de la violencia a través de la dicotomía denominada por Mary Anglin (1998) “víctimas versus perpetradores”. Esto conlleva a la identificación de los hombres como responsables de la violencia y su posterior señalamiento como inherentemente violentos, lo que ha invisibilizado otras formas de maltrato tales como el castigo físico y simbólico de las madres hacia los hijos, puesto que se conoce que muchas de ellas despliegan este tipo de violencia con mayor frecuencia que los padres (Jimeno, 1998b). Por otra parte, se sabe que los cambios de roles en la sociedad contemporánea traen aparejados nuevos significados y tensiones en las relaciones entre los géneros. De este modo, la inclusión de las masculinidades como parte importante de una perspectiva de género es fundamental para la realización plena de esta propuesta pedagógica. Generalmente, se ha considerado a los hombres como Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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agentes externos, obstaculizadores, agresores y generadores de violencia. Poco se ha tenido en cuenta su presencia como usuarios directos, participantes y receptores de las acciones estatales en educación, salud y bienestar, que se convierten en aliados de las estrategias de cambio social (Lundgren, 2000). Es necesario superar el prejuicio según el cual la participación de los hombres en los programas con perspectiva de género está exclusivamente orientado a facilitar el acceso de las “verdaderas usuarias” de estos servicios, las mujeres. En este caso, la perspectiva de género apuntó a la reelaboración de las identidades masculinas mediante la reflexión y la discusión. Conflicto y vida social Comúnmente se asocia el conflicto con la anomia o la desintegración de la sociedad, como algo que debe ser evitado; sin embargo, en los talleres se asumió el conflicto como parte del disenso y la diferencia de posiciones u opiniones que conllevan al cambio cultural. A lo largo del siglo XX la antropología ha relacionado el conflicto con la fragilidad del orden social; de acuerdo con Jimeno y Ocampo (1993), la comprensión de los procesos relacionados con el conflicto ha estado marcada por dos perspectivas: la primera enfatiza la función de ajuste, adaptación y mantenimiento de las relaciones y las estructuras sociales. Esto se interpreta como un factor de equilibrio o como ritual que “repara” la cohesión perdida. La segunda postura aborda el conflicto como productor de discontinuidades y rupturas, y por tanto, como agente de cambio. A partir de esta última perspectiva, en los talleres intentamos alejarnos de la concepción del conflicto como algo negativo, que sólo se resuelve mediante el uso de la violencia. Propusimos que éste fuera reconocido y comprendido por las partes y en lo posible que fuera zanjado sin acudir a formas coercitivas. Se señaló que el conflicto es algo a lo que uno se enfrenta en la cotidianidad y antes que anunciar un problema, evidencia las diversas posturas que tienen las personas ante la vida. En consecuencia, el conflicto fue definido como la situación en la que se presentan perspectivas, puntos de vista, actitudes y acciones divergentes entre sus protagonistas. Se planteó claramente que el conflicto hace parte de la vida diaria y puede ser uno de sus componentes más productivos. Por ello no debe ser evitado sino solucionado, haciendo uso de estrategias pacíficas que respondan a las particularidades de las situaciones y de las personas involucradas en él. Corresponsabilidad y derechos humanos Un concepto clave para la incorporación de la perspectiva de género y de las nociones de violencia ya tratadas es el de corresponsabilidad. De acuerdo con Antanas Mockus (2003), la corresponsabilidad es el compromiso compartido | 24 |

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entre el ciudadano y el Estado que armoniza ley, moral y cultura. Así, la sociedad está fundada en un proceso de autoformación personal y colectiva en el que se transforma tanto lo culturalmente aceptado como lo legalmente establecido (Mockus, 2003). Por otro lado, en el Plan de Desarrollo de Bogotá 2004-2008 se acuña el concepto de responsabilidad social entendido como “la asunción del Compromiso Ciudadano para la construcción de lo público, que trasciende lo meramente estatal, y se orienta en función de las prioridades colectivas definidas participativamente”.1 Así, tanto la corresponsabilidad como la responsabilidad social, apuntan a una estrategia de reconstrucción y fortalecimiento del tejido social para plantear los compromisos entre el Estado colombiano y los ciudadanos, con el fin de restablecer la confianza de la ciudadanía en sí misma y en las instituciones. La posibilidad de acción coordinada de la sociedad, en donde los esfuerzos individuales deriven en propósitos comunes, ayudará a que ésta supere el horizonte de fragmentación social. Así, cooperación y coordinación son atributos requeridos de todos los ciudadanos y la participación comunitaria es la base para la recuperación de la vida municipal y para promover la igualdad de los derechos y del buen trato entre hombres y mujeres (Martínez, 2003). La corresponsabilidad guió las reflexiones de las jornadas sobre la relación entre el Estado y los sujetos sociales. Se discutió acerca de las posibilidades y estrategias cotidianas para resolver los conflictos y así afirmar el empleo de instrumentos propios, que permitan el reconocimiento de los hombres como sujetos de derechos y sobre todo como ciudadanos con responsabilidades. Ello conduce a reconsiderar las instancias jurídicas para la resolución de conflictos, cambiando la imagen del Estado y la relación con éste en procura de mejorar la convivencia ciudadana. Los derechos fueron entendidos como bienes formulados en sociedad que son el fundamento de la convivencia en el hogar y la familia además los derechos son un capital valioso en la implementación de una democracia familiar. Los derechos se trabajaron en los conversatorios como el conjunto de reglas presentes en cada una de las instancias de la vida con posibilidades de negociación. Los derechos humanos en general, y los sexuales y reproductivos en particular, constituyen valores que representan aspiraciones éticas del gobierno actual del Distrito y de la sociedad bogotana: señalan rumbos morales para la convivencia sexual y el respeto a las diferencias (Martínez, 2005). La defensa de los derechos sexuales y reproductivos en su plenitud y el logro de la equidad de género en materia de salud y reproducción están encaminados a superar las desigualdades entre mujeres y hombres manifiestas en los indicadores de salud y 1

Plan de Desarrollo de Bogotá 2004-2008, en En http://www.bogota.gov.co

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de calidad de vida. También apuesta hacia la paridad en las prácticas reproductivas y contraconceptivas, lo que demanda un fuerte compromiso en el desarrollo de tecnologías anticonceptivas para hombres (Viveros, 2002). En este campo el trabajo pedagógico se concentró en los valores para la democracia, el conocimiento y la asimilación del marco legal sobre violencia intrafamiliar y sexual y los derechos humanos. El propósito fue lograr que las personas se reconocieran como sujetos de derechos y deberes y como integrantes de una sociedad abierta a las diferencias de género, sexuales y entre generaciones, aspecto necesario para el ejercicio de la plena ciudadanía.

El diseño técnico de los conversatorios Como se dijo en los apartes anteriores sobre el enfoque y la metodología de trabajo, el diseño de los ocho conversatorios apuntó a generar o consolidar cambios culturales desde las perspectivas de género, del derecho y de la corresponsabilidad, que favorezcan la construcción de democracia en las familias. Pueden lograrlo en la medida en que contribuyan a la transformación de los imaginarios sociales que perpetúan y legitiman las violencias intrafamiliar y sexual. Los conversatorios también impulsan procesos individuales y colectivos de apropiación de derechos que cambian el sentido de ser hombres en la sociedad actual y promueven relaciones equitativas y democráticas entre géneros y generaciones. En el aparte anterior se definieron la metodología, los conceptos y la aproximación teórica que sustentó el diseño técnico. En este aparte se pormenoriza el diseño y la secuencia que seguimos para poner los conversatorios en marcha. El trabajo siguió las siguientes pautas: a. De común acuerdo con los responsables de los Centros Operativos Locales del DABS se adelantó una convocatoria amplia para garantizar la participación y permanencia de grupos de varones en los 8 talleres. b. Se puso en marcha el ciclo de conversatorios con la modalidad de talleres de trabajo en grupo que siguieron las tres fases pedagógicas ya descritas, a saber: la remembranza o evocación de la experiencia; la crítica reflexiva y la analítica o de transformación social. c. Los conversatorios también brindaron a los participantes acceso a nuevos saberes en cuanto a servicios y derechos en salud sexual y reproductiva a través de la presentación de materiales e información específica en esta materia (véase Anexo n.° 4) d. Los conversatorios en sí mismos fueron una experiencia para los participantes que sirvió para estimularlos y comprometerlos de manera activa en la detección, prevención, control social y sanción de las violencias intrafamiliar y sexual. Al evocar las experiencias de los participantes en cuanto a violencia doméstica y sexual se generaron procesos de reflexión sobre el rol de cada uno | 26 |

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como promotor de la democracia familiar en su vida cotidiana familiar y en las comunidades de las que hacen parte. El trabajo fue monitoreado mediante el registro de todas las sesiones en una bitácora, lo que permitió la sistematización de los materiales de cada taller. Al comienzo y al final de los conversatorios se aplicaron preguntas que sirvieron como punto de referencia y de evaluación y contraste entre el inicio y el término del proceso. Los participantes fueron seleccionados a partir de convocatorias adelantadas por los talleristas en los Centros Operativos Locales de Suba, Los Mártires, Bosa, Kennedy, Candelaria/Santa Fe, Usme/Sumapaz, San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Usaquén, Chapinero, Barrios Unidos/Teusaquillo, Rafael Uribe Uribe, Tunjuelito, Fontibón, Engativá y Puente Aranda/Antonio Nariño. El grupo en su totalidad estuvo conformado por 641 hombres de los cuales 436 terminaron satisfactoriamente el proceso; la mayoría pertenecientes a los estratos 1, 2 y 3 de estas localidades, con preponderancia de quienes provenían de los dos últimos estratos socio-económicos. Dentro del conjunto de participantes se distinguen cuatro grandes subgrupos sociales: a) los jóvenes de colegios distritales y del IDIPRON,2 quienes tenían entre 13 y 18 años; b) los estudiantes de la jornada nocturna con edades que oscilaron entre los 21 y los 54 años; c) los adultos trabajadores con edades entre los 18 y los 56 años; d) los adultos

Gráfico 1. Distribución de población por edad.

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Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud. Atiende a los niños y jóvenes que habitan en las calles en condiciones de abandono e indigencia, los rescata de la calle y los motiva a ingresar a un programa que promueve su formación integral, es decir su desarrollo físico, social y espiritual, en http://www.idipron.gov.co/poblobjetivo.htm Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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mayores con más de 60 años. Varios de los grupos eran mixtos, hecho valioso que incentivó el debate y el contraste de experiencias entre generaciones. En el Gráfico 1, Distribución de población por edad, se puede apreciar una mayor concentración de los participantes jóvenes, con edades entre los 15 y los 18 años. Los conversatorios en módulos Para llevar a cabo la secuencia pedagógica, se dividió el trabajo en ocho módulos, cada uno con una duración de cuatro horas, distribuidas así: • Trabajo en grupo en las instalaciones facilitadas por los Centros Operativos Locales (COL): 3 horas. • Trabajo individual en casa acorde con los contenidos desarrollados en el trabajo en grupo: 1 hora.

La secuencia trabajada fue la siguiente: Primer módulo Nació varón: patrones de crianza e identidad masculina Con el primer taller se pretendió identificar experiencias de violencia de los participantes asociadas a la construcción de la masculinidad. Se hizo énfasis en algunos de los elementos constitutivos de la identidad masculina dentro de las formas de crianza y educación. Así se puso de presente cómo las representaciones de género son construcciones culturales y cómo algunas de ellas pueden motivar conflictos, mientras otras están asociadas al uso de la violencia en el hogar y en la sociedad. Adicionalmente, se buscó contar con un punto de partida para el conocimiento de los hombres acerca de la violencia intrafamiliar y sexual que sirviera como elemento de comparación con el resultado del proceso formativo. Elementos conceptuales a) Patrones de crianza. b) Corrección y castigo. c) Autoridad, poder y respeto.

Metas a) Identificar roles y atributos de los patrones de crianza de los participantes. b) Contrastar formas de ejercer la autoridad en la crianza. c) Reflexionar acerca de la eficacia de la violencia en la educación de los hijos. Actividades a) Exposición breve del contenido general de las actividades utilizando los nombres de cada uno de los módulos. Se les pide a los asistentes que mencionen sus expectativas frente a la pertinencia de los talleres y las ideas que les evocan los temas. Presentación de los talleristas. Duración: 40’

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b) Proyección de una película (o audición de una composición musical) relacionada con el contenido del módulo. El material utilizado contiene escenas de violencia intrafamiliar para buscar un primer acercamiento al tema. La película Pistolas y muñecas, producida por la Casa de la mujer, se seleccionó por el contexto urbano donde se desarrolla y por mostrar las conductas violentas de los hombres y el menosprecio hacia los roles femeninos. En algunas ocasiones se usaron vallenatos, rancheras, canciones norteñas y reggaeton en las que se hace explícito el modelo machista latinoamericano. Duración: 40’ c) Puesta en común para discutir el material audiovisual presentado. Esto se realiza a partir de las preguntas: ¿Qué sintió al observar o escuchar los materiales audiovisuales? ¿Qué impresiones le produjo? Duración: 20’ d) Trabajo en grupo: los participantes se reúnen en grupos para discutir y seleccionar un relato acerca de sus experiencias de crianza y educación, partiendo de las preguntas: ¿Qué le recuerda el material presentado sobre su infancia? ¿Cuál es su lugar de origen y el de su familia? ¿Cuáles eran sus juegos? ¿Cómo lo criaron? Esta actividad se realiza en grupos de cinco hombres; para preservar la confidencialidad de las historias cada grupo elige un relator, quien presenta brevemente la experiencia escogida. Duración: 30’ e) Receso. Se distribuye un refrigerio. Duración: 20’ f) Reflexión sobre las experiencias comentadas, haciendo hincapié en las diferencias de género en los juegos, en las responsabilidades, en los lugares de origen y en las formas de crianza. Al final de esta actividad se les entrega la evaluación de la sesión. Duración: 30’ g) Trabajo individual: se les pide compartir en familia las reflexiones que tuvieron lugar durante la jornada, indagar por las experiencias de infancia y de educación de una mujer cercana y contrastarlas con las propias. Duración: 60’

Segundo módulo Golpe con golpe yo pago…: masculinidad y violencia En este taller buscamos explorar la relación entre género y violencia con el castigo, la corrección y la autoridad durante la vida de cada cual. Se pretendió resaltar el vínculo entre ser hombre y ser violento, activo y proveedor. Se trató de exponer el género como una categoría donde la identidad masculina se construye en relación con la femenina, y con otras variables tales como posición social, raza, etnia y procedencia. Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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Elementos conceptuales Metas a) Autoridad, poder y respeto. a) Construir el concepto de violencia b) Violencia. desde la experiencia personal. c) Género desde un punto de vista b) Desligar el poder, la autoridad y el ser relacional. hombre del uso de la violencia. c) Explorar nuevas formas para el ejercicio de la autoridad. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de la jornada precedente. Duración: 15’ b) Trabajo en grupo: distribuidos en grupos de cinco personas, los participantes relatan y escogen una de las experiencias del trabajo hecho en casa. Ésta es expuesta por un relator designado. Duración: 25’ c) Los grupos reconstruyen luego una escena violenta que hayan experimentado (o que recuerden claramente) por medio de un colaje que elaboran con recortes de revistas de opinión. Luego, un relator de cada grupo explica la composición. Duración: 40’ d) Receso. Se distribuye un refrigerio. Duración: 20’ e) Se diligencia la evaluación de impacto. Duración: 20’ f) Plenaria: con la participación de todos se reflexiona acerca de las similitudes y las diferencias encontradas entre lo descrito en el colaje y lo recogido en el trabajo individual de la sesión anterior, para llegar a una definición conjunta de violencia. El tallerista dirige la reflexión hacia la intencionalidad en la escena del colaje. Duración: 30’ g) Partiendo de una discusión, el tallerista muestra las diferencias entre los actos violentos sucedidos en los ámbitos público y privado, haciendo evidentes los roles de los hombres y las mujeres. Utilizamos como material de apoyo estadísticas e índices sobre la violencia en Bogotá expedidos por el Instituto Colombiano de Medicina Legal y Ciencias Forenses y el DABS. Luego, se realiza la evaluación de la sesión y se propone el trabajo individual. Duración: 30’ h) Trabajo individual: los participantes harán una observación en su hogar y en su comportamiento cotidiano para responder a las preguntas: ¿Cómo están distribuidas las tareas en su hogar? ¿Qué papel cumple cada uno de los habitantes de su casa? Duración: 60’ | 30 |

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Tercer módulo …beso con beso devuelvo: nuevas formas de masculinidad ¿Se puede seguir siendo hombre y resolver los problemas sin recurrir a la violencia? El objetivo de este módulo era familiarizar a los participantes con otras posibilidades de ejercer la masculinidad, con los contextos en donde tiene lugar y con el ejercicio de otras sexualidades. También se buscó mostrarles cómo ser hombre es una construcción social más que un hecho a priori. Al debatir con el auditorio las masculinidades se quiso señalar que éstas son resultado de un proceso histórico, dinámico y sujeto a transformaciones sociales. Elementos conceptuales a) Identidad de género e identidad sexual. de) Roles tradicionales de género. c) Cambios de los roles masculinos en el tiempo y en el espacio.

Metas a) Identificar los cambios percibidos por los hombres en el papel masculino desde su propia experiencia. b) Reconocer los espacios de homosocialidad para la conversación y el disfrute. c) Distinguir entre identidad de género e identidad sexual y promover el respeto por las sexualidades no hegemónicas. d) Mostrar que los cambios en el ejercicio del poder no implican una falta de virilidad. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de la jornada precedente. Duración: 15’ b) Trabajo grupal: en grupos de 5 o 6 hombres se recogen los resultados del trabajo individual propuesto en la jornada anterior, para comentarlos entre ellos. A continuación, cada grupo, según lo hallado en sus trabajos, responde a las preguntas: ¿Cuáles son las actividades que realiza en su hogar? ¿Por qué? Duración: 45’ c) Enseguida, el tallerista entrega a cada grupo un conjunto de tarjetas con imágenes de hombres de diferentes culturas, edades, clases sociales e identidades sexuales. Los participantes dividen las tarjetas en dos conjuntos según se identifiquen o no con los personajes. Cada grupo toma nota de sus respuestas en tarjetas de dos colores y selecciona un expositor. Duración: 40’ d) Receso. Se distribuye un refrigerio. Duración: 20’

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e) Puesta en común: cada uno de los expositores presenta en pocos minutos sus tarjetas según su grado de identificación, y las imágenes escogidas son exhibidas. El tallerista recoge los comentarios y propone una discusión centrada en los diferentes roles masculinos, sus relaciones con los femeninos y sus cambios en el tiempo y en el espacio, apoyado en las experiencias de los participantes. Finalmente, se realiza la evaluación de la sesión. Duración: 60’ Trabajo individual: los participantes responderán a la pregunta: ¿Qué conflictos se han presentado entre usted y otros hombres (familiares, amigos, vecinos)? Duración: 60’

Cuarto módulo En una mano el rejo…: resolución de conflictos La idea central de este taller era reconocer situaciones de conflicto. Usando un juego de pelota se pudo identificar la importancia de las normas y de las leyes relacionándolas con la infracción y la sanción social. Así, se construyó con los participantes una noción de conflicto, debatiendo sus causas y consecuencias. Al hablar de conflicto fue inevitable hablar del Estado y del monopolio de la violencia, de la injusticia y de la ciudadanía. También sobre la construcción de reglas sociales, como necesarias e inherentes a la convivencia. Elementos conceptuales a) Conflicto. b) Resolución de conflictos. c) Reglas, normas y leyes.

Metas a) Identificar situaciones de conflicto. b) Detectar conflictos resueltos por medio de la violencia. c) Mostrar conflictos resueltos partiendo del respeto al otro. d) Reflexionar acerca de la importancia de las normas en las relaciones familiares. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de la sesión anterior. Duración: 15’ b) Juego en grupo: los participantes se dividen en dos equipos que se forman en hilera, una frente a otra, con un balón en el centro, y se numeran según su posición. En cada uno de los extremos del campo habrá una meta para cada equipo. El tallerista propone una regla de juego: cuando él mencione un número, los convocados deben acercarse al balón para tratar de introducirlo en la meta del equipo contrario empleando únicamente la mano. Ante la ausencia de reglas específicas, tendrán lugar conflictos que llevarán a la formulación de

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nuevas reglas (v.g. ¿Puede levantarse el balón del suelo? ¿Podrán usarse las dos manos? ¿Cómo serán penalizadas las faltas?). El tallerista actúa como árbitro en esta fase y se encarga de decir en voz alta y clara los nuevos acuerdos, con el fin de que todos lo escuchen mientras el relator los registra. Duración: 60’ c) Descanso y refrigerio. Duración: 20’ d) Puesta en común: el tallerista propone una reflexión a partir de las siguientes preguntas: ¿Cómo transcurrió el juego en los primeros minutos? ¿Qué sucedió al final? ¿Qué hubiese sucedido sin reglas? ¿Les pareció que las reglas propuestas fueron justas? Duración: 30’ e) Trabajo en grupo: los participantes se distribuyen en grupos de 5 o 6 personas. Luego identifican los conflictos descritos en el trabajo individual y las reglas que utilizaron para resolverlo. Eligen un expositor para la socialización. Duración: 30’ f) Puesta en común: en plenaria, se presentan y discuten las reglas halladas por cada grupo. Valiéndose de los elementos que surjan en la discusión el tallerista menciona la importancia de la justicia y la necesidad de pactos para la convivencia en la casa y en el barrio, con el fin de introducir el tema de los derechos. Al final, se evalúa la sesión. Duración: 30’ g) Trabajo individual: cada participante investigará, a partir de la observación, las reglas de juego y las normas de convivencia de su casa. Duración: 60’

Quinto módulo … y en la otra el pan: opciones de relación intrafamiliar Este encuentro sirvió para incentivar a los hombres a que consideraran nuevas formas de relaciones familiares basadas en el principio de la democracia. Para esto exploramos las posibilidades de ejercer la autoridad sin coacción o violencia, y cómo las tensiones pueden enfocarse hacia la resolución no violenta de los conflictos. Se puso énfasis en el respeto y en la consideración de los puntos de vista opuestos en el momento de tomar decisiones.

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Elementos conceptuales a) Conflictos familiares. b) Resolución de conflictos familiares. c) Autoridad y uso de la fuerza. b) Reconocer la importancia del afecto para el ejercicio de la autoridad.

Metas a) Reflexionar sobre los elementos alternativos para el ejercicio de la autoridad en la familia según el papel de cada uno de sus miembros. c) Desligar autoridad de agresión. d) Mostrar herramientas alternativas para la resolución de conflictos familiares. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de la sesión anterior, e introducción de la actividad preparada para la jornada presente. Duración: 5’ b) Trabajo grupal: los participantes se dividen en grupos de ocho personas. Teniendo en mente la actividad individual propuesta en la sesión anterior, los grupos discutirán acerca de un conflicto reciente acontecido con personas cercanas a cada uno. Se escoge uno de éstos y preparan con él un sociodrama. Al mismo tiempo los grupos escriben en tarjetas los motivos del conflicto, el lugar donde ocurre y las sensaciones y emociones asociadas a él. Duración: 30’ c) Descanso y refrigerio. Duración: 20’ d) Dramatización: cada grupo representará en un tiempo apropiado, determinado por el tallerista, el sociodrama preparado en la primera parte de la sesión. Duración: 30’ e) Puesta en común: en plenaria se discuten los elementos presentes en las interpretaciones con respecto a los caminos tomados para la resolución del conflicto y sus posibles opciones. Se concentra la discusión en las formas democráticas efectivas de resolución de conflictos en la familia y no en las respuestas esperadas o deseables. El tallerista cerrará la sesión recalcando la posibilidad de resolver democráticamente los conflictos cotidianos. Al final, se evaluará la sesión. Duración: 20’ e) Trabajo individual: cada participante preguntará a la persona con la cual tuvo lugar su conflicto, con el compromiso de escuchar la otra versión sin interrupciones, y preguntará por los motivos y las sensaciones de la otra persona. Duración: 60’

Sexto módulo La ley del monte: masculinidades y derechos humanos Se puso en escena un juicio tomado de un caso de la vida real registrado en un periódico, para que los hombres defendieran posiciones a favor o en contra | 34 |

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de la implementación de cierto castigo frente a un crimen llamado “pasional”. Buscamos relativizar la aplicación de la ley resaltando las desigualdades de género y conversamos con los participantes sobre la historia de los derechos humanos, viéndolos como bienes jurídicos tutelados. Elementos conceptuales a) Autonomía y corresponsabilidad. b) Ley y derechos humanos. c) Bienes jurídicos tutelados: vida, salud, dignidad, diferencia. d) Sujeto de derecho.

Metas a) Incentivar la apropiación cotidiana de los DD.HH. como un bien. b) Considerar la autonomía y la corresponsabilidad en relación con las reglas en la familia y en la sociedad. c) Presentar mecanismos jurídicos que garanticen los DD.HH. y el bienestar social. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de la sesión anterior. Duración: 5’ b) El tallerista hace un breve recuento histórico de los DD.HH. y de los derechos sexuales y reproductivos (DSR). Duración: 20’ c) Puesta en común: en plenaria y con base en la actividad anterior, los participantes discuten acerca de la necesidad de reglas y de sanciones sociales para garantizar su cumplimiento. Duración: 20’ d) Posteriormente se trabaja la pregunta: ¿Qué sucede si el conflicto no puede ser resuelto por quienes se ven involucrados en él? El tallerista presenta un caso de crimen pasional seleccionado con anterioridad de una noticia de prensa, en el que una mujer mata a cuchillo a su padrastro ebrio, alegando acoso sexual. Luego los participantes se dividen en dos grupos: uno de los equipos hace el papel de fiscal del caso anterior, el otro actúa como defensor de la mujer. El tallerista recoge en el tablero elementos de la discusión, relacionándolos directamente con el derecho a la vida, la dignidad, el respeto y la equidad. Duración: 45’ e) El tallerista cierra mostrando, con base en los elementos recogidos, que los derechos son bienes que deben ser protegidos y respetados tanto por el Estado como por la ciudadanía, bajo el principio de la corresponsabilidad. Al final, se evaluará la sesión. Duración: 20’ f) Trabajo individual: cada participante investigará sobre los derechos humanos y reflexionará acerca de cómo se viven en su casa. Duración: 60’ Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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Séptimo módulo Muy delicioso: derechos y salud sexual y reproductiva Este módulo promovió la ética del cuidado de sí en los participantes frente al ejercicio de su sexualidad, su salud y la de su pareja. Se emplearon canciones que hablan de amor y sexo, que dieron lugar a la discusión. Luego preguntamos por las concepciones de los hombres acerca del ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, la violencia sexual, el aborto y la homosexualidad. Elementos conceptuales a) Género y sexualidad. b) Violencia sexual. c) Derechos sexuales y reproductivos. d) Salud sexual y reproductiva.

Metas a) Incentivar la apropiación cotidiana de los DSR. b) Reflexionar sobre la responsabilidad de los hombres en la reproducción y la planificación familiar. c) Cuestionar las creencias y valores sexistas y machistas asociados a la procreación y la contracepción. d) Identificar servicios en salud sexual y reproductiva en el Distrito Capital. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de la sesión anterior. Duración: 5’ b) Ejercicio 1: se escucha una canción romántica. Cuando termina, se les pide a los participantes que respondan a la pregunta: ¿Qué se siente cuando uno se enamora? Ejercicio 2: el tallerista pone luego una canción sexualmente explícita. Luego, los participantes discuten con base en la pregunta: ¿Qué es el sexo? Los dos temas son comparados, centrándose en las diferencias de género y en los rituales de seducción. Duración: 30’ c) Descanso y refrigerio Duración: 20’ d) Los participantes se dividirán en tres grupos. El tallerista posibilita una reflexión grupal a partir de una serie de preguntas: ¿Qué haría si se enterara de que su hijo o hija (o su mejor amigo) es homosexual? ¿A quién corresponde la preocupación por la planificación familiar? ¿Quién debe cuidar a los hijos? ¿La pareja debería tener relaciones sexuales siempre que el otro quiera? ¿Qué es la violencia sexual? El tallerista pide a los participantes su opinión acerca de las preguntas planteadas. Al final, se pone énfasis en los aspectos socioculturales presentes en las respuestas. Luego se evalúa la sesión. Duración: mínimo 40’ e) Trabajo individual: cada participante invitará a la siguiente sesión a una mujer cercana (pareja, madre, hermana, hija) con quien dialogará acerca de los derechos y responsabilidades implicados en la salud sexual y reproductiva.

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Octavo módulo Juntos... caminemos juntos: encuentro En el último módulo se buscó la articulación entre las tres perspectivas que atraviesan el trabajo para motivar la reflexión entre los hombres y sus parejas con el fin de crear compromisos de convivencia democrática al interior del núcleo familiar. Además, recordamos los contenidos vistos durante la capacitación; compartimos los temas tratados con las mujeres enfatizando las alternativas para resolver conflictos familiares y en la importancia de replantear los roles de género, reconociendo que dentro del hogar se debe realizar un ejercicio vivencial de los derechos humanos. Elementos conceptuales a) Identidad de género. b) Violencia intrafamiliar y sexual. c) Derechos humanos.

Metas a) Evaluar los talleres. b) Repasar con las parejas los conceptos básicos desarrollados en los conversatorios. c) Seleccionar líderes para las redes de democracia familiar. d) Proponer acuerdos de convivencia en el barrio y en el hogar para disminuir las distintas formas de violencia. Actividades a) Breve resumen de los principales eventos y conclusiones de toda la experiencia en los talleres, hecho en conjunto por los participantes y sus acompañantes. Se pondrá énfasis en lo aprendido acerca de la identidad de género (masculina y femenina), la democracia, los derechos, la violencia y el conflicto. Duración: 45’ b) Descanso y refrigerio. Duración: 15’ c) Se les pide a los participantes que formulen propuestas y estrategias dirigidas a la resolución de conflictos en el hogar y el barrio, de acuerdo con los problemas locales. Duración: 60’ d) Se entregarán los certificados de asistencia para quienes hayan participado activamente en el 80% de los conversatorios. Despedida. Duración: 20’

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Proceso de la intervención El grupo se reunió de manera sistemática cada semana para acordar, desde la definición de la orientación conceptual y de método, hasta el diseño de cada uno de los módulos y los instrumentos de registro y evaluación y las actividades de los conversatorios. Se discutió la definición de los conceptos a usar, se construyeron los indicadores de impacto y se plantearon las estrategias de convocatoria. Una vez definidos los instrumentos, las reuniones semanales se encaminaron a realizar el seguimiento del trabajo y en su etapa final, a la puesta en común de sus resultados. Vale la pena destacar que estas reuniones son imprescindibles, pues en ellas no sólo se discuten y resuelven las dudas existentes en común, sino que se produce la apropiación de la metodología por cada tallerista, de manera que pueda trasformarla según el entorno y las circunstancias, sin desviarse del objetivo. Convocatoria Para llevar a cabo los Conversatorios acudimos a los Centros Operativos Locales (COL) del Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito como las unidades mínimas de trabajo. Los talleristas - investigadores se dividieron por parejas y cada una tuvo a su cargo cuatro de estos Centros y las localidades que les corresponde cubrir. Cada tallerista se definió como un investigador con responsabilidades alternadas en cada taller para realizar observación y consignarla en una relatoría, mientras el otro dirigía el taller. En este sentido, los talleristas no fueron meros replicadores de un patrón de una dinámica preestablecida, sino observadores del entorno, activos dentro del proceso pedagógico y atentos a los conocimientos sobre el grupo que arroja el trabajo en los talleres. Identificadas las localidades para cada pareja de investigadores, comenzamos el proceso de convocatoria de manera conjunta con los responsables de cada uno de los COL. Se trató de reunir a 650 hombres de las distintas localidades. Para convocarlos se diseñaron afiches y volantes que consideramos sugestivos y alejados de terminologías académicas. Pareció conveniente que los volantes estuvieran personalizados para involucrar directamente a los participantes en los conversatorios. Además, en la invitación se expresó que se les entregarían certificados de asistencia y contarían con refrigerio. Para la convocatoria se buscó el apoyo de diferentes entidades, además de los responsables de proyectos del DABS: la gerencia de algunos Centros Administrativos de Educación Local (CADEL); el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (IDIPRON); las Juntas Administradoras Locales; las Comisarías de Familia y algunas de las Instituciones Educativas Distritales. Este proceso tuvo una duración aproximada de dos meses dependiendo de las condi| 38 |

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Figura 1. Volante de convocatoria.

ciones propias de cada localidad. Como resultado, la convocatoria cobijó a estudiantes, trabajadores de las localidades y algunas personas remitidas por las Comisarías de Familia, con una preponderancia en los primeros. Técnicas de registro y análisis Tal como se ha dicho, los instrumentos principales de trabajo fueron los conversatorios, cuyo diseño específico se consignó antes. Dado que se llevó a cabo un proceso simultáneo de capacitación y obtención de información, esto implicó la necesidad de monitorear el proceso a través del registro técnico de cada sesión en una relatoría o bitácora. Las relatorías fueron diarios construidos a partir de notas de campo, donde se recogió desde el proceso de convocatoria, hasta una descripción detallada de los acontecimientos de cada sesión. Se narraron las discusiones, se registraron y organizaron los productos por sesión, las puestas en escena y las actividades lúdicas. Se sistematizaron los relatos personales sobre las temáticas sugeridas y las formas expresivas tales como las puestas en escena, la construcción de personajes y la elaboración de imágenes, etc. Toda experiencia relatada fue también sucintamente escrita, así como las percepciones y observaciones de los talleristas. También fue necesaria la sistematización de los resultados de la aplicación de las preguntas de control al comienzo y al final de cada reunión. En cada sesión se distribuyó un corto material escrito complementario y divulgativo de acuerdo con el tema. Los conversatorios, el enfoque teórico, la metodología y el diseño técnico del trabajo

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Tras la realización de los módulos, se pasó al proceso de análisis de la información tomando como fuentes las relatorías, los instrumentos de evaluación y control y los diferentes productos de cada una de las sesiones. Con el cúmulo de datos se pasó a la siguiente fase de la etnografía: el análisis de la codificación de los diarios o bitácoras y del resto de los productos. Para esto se emplearon las siguientes categorías de codificación y análisis: conflicto y violencia; género; derechos humanos, sexuales y reproductivos. Con estos ejes se analizaron los materiales, para así detectar los significados culturales que organizan y orientan la experiencia de los participantes. Las relatorías y los materiales de evaluación dan cuenta de los cambios operados en las concepciones de las personas y de la persistencia de ciertos valores y actitudes que justifican el uso de la violencia y las relaciones desiguales entre los géneros. Finalmente, algunos de los participantes se involucraron como líderes comunitarios para conformar las Redes para la Democracia Familiar. Instrumentos de evaluación y control Como instrumento para evaluar las sesiones empleamos uno cualitativo que se entregó a los participantes al final de cada una de las sesiones y que contiene preguntas relacionadas con el seguimiento de las actividades; los logros alcanzados en ese taller; las emociones suscitadas en los participantes y sus sugerencias. La información se recogió con este formato: Conversatorios sobre violencia intrafamiliar y sexual Evaluación

Taller: __________________________________ Fecha: ___________________________________ Lugar: __________________ Talleristas:____________________________________________________________

¿Qué hicimos hoy? ¿Qué aprendimos? ¿Cómo nos sentimos?

Sugerencias

Los resultados de este instrumento evaluativo se consignan en el anexo 1. | 40 |

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Con las preguntas abiertas se generó un primer indicador cualitativo y de evaluación de los conversatorios. En el primer taller cada persona consignó sus datos en la ficha del Sistema Único de Registro de Beneficiarios (SIRBE) que se emplea para los usuarios del Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito. El control de asistencia se ejecutó mediante planillas con la firma del asistente en cada taller. Gracias a estos datos se pudo certificar a los hombres que asistieron y participaron activamente en los conversatorios, a quienes se les entregó un certificado de asistencia.

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