Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) Cátedra de Teoría y Métodos en Arqueología Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo Universidad Nacional de Tucumán
CAPÍTULO 6: ARQUEOLOGÍA SOCIAL: EL OBJETO DE ESTUDIO Shanks y Tilley Introducción.En capítulos anteriores hemos considerado a la arqueología como una práctica en el presente, una escritura y producción de textos sobre el pasado. Hemos planteado que el pasado no es idéntico a su representación; la realidad es irreductible a hechos, no es información que deba ser definida de forma objetiva y cuantitativa, sino que es un campo de polisemia, informado por valores, constituido en la práctica. Hemos enfatizado en la arqueología como informada indeleblemente hermenéutica, como dialéctica, como sumida en la historicidad. También hemos criticado la reducción de la práctica significativa a la conducta –el tratamiento descriptivo de la práctica significativa e histórica como movimiento corpóreo. En vez de eso hemos enfatizado en la agencia individual, que la arqueología como práctica es producida de manera retórica en condiciones y circunstancias sociales definidas. En nuestra crítica de las diversas posiciones adoptadas en la literatura arqueológica hemos elaborado cómo estas podrían ser construidas como ideológicas –relacionadas con las estructuras de inequidad contemporáneas. Son muchas las maneras en que la arqueología se ha convertido en una apología del presente en vez de un despertar o recordar el pasado. En este capítulo nos basamos sobre esta concepción de la práctica y la ideología al considerar el objeto de la arqueología. En concordancia con los capítulos anteriores, rechazamos la posibilidad de realizar una prescripción metodológica de lo que deberíamos hallar en teoría, y abogamos por concentrarnos en una serie de ideas y conceptos que consideramos pueden sobreponerse a las fisuras que atraviesan los enfoques convencionales. La arqueología es inevitablemente social, no sólo en el sentido de que es producida por hombres y mujeres dentro y fuera de las instituciones, sino porque sus datos son los productos de las prácticas sociales. Tales prácticas están estructuradas y las estructuras tienen una naturaleza dual –son el medio y el resultado de las prácticas que constituyen a los sistemas sociales de una manera reflexiva. Esto separa a la estructura de su constitución práctica –sistema- y enfatiza la espacialidad y la temporalidad de las prácticas. Recalcamos que la práctica, en su estructuración espacial y temporalmente, es política e histórica, y que los sistemas sociales son entidades contradictorias, no homogéneas, sino caracterizadas por relaciones políticas de dominación y subordinación. Los individuos son competentes y entendidos mientras que al mismo tiempo sus acciones están situadas dentro de condiciones no reconocidas y tienen consecuencias no intencionales.
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) Los conceptos presentados en este capítulo han sido delineados en otros trabajos. Nuestro objetivo aquí no es proveer un tratamiento exhaustivo de los aparatos conceptuales (lo que requeriría de un considerable trabajo que ahora está en preparación), así que para evitar repeticiones se optó por presentar algo más parecido a un resumen. Artefacto, cultura, sistema.El foco en los artefactos y los trabajos sobre tipología y clasificación como un fin en sí mismos pertenecen a un anticuarismo ya desacreditado. “El arqueólogo está excavando, no cosas, sino personas”, decía Wheeler, pidiendo por un “condimento de humanidad”, que los restos secos y polvorientos sean traídos a la vida gracias a la imaginación arqueológica. Durante la mayor parte de este siglo, el concepto de cultura ha provisto el vínculo entre los artefactos y los pueblos. El término “culturas”, desarrollado por Childe para referirse a rasgos de la cultura material asociados de manera regular en el mismo tiempo y espacio, éstas fueron asumidas como la representación de los pueblos o las sociedades, y han sido el objeto de estudio básico para los arqueólogos prehistóricos. Una vez clasificada, la prehistoria podría entonces ser descrita en términos de la interacción de tales entidades –difusión de ideas, migración, invasión o innovación interna. Se han realizado muchas críticas sobre la correlación entre culturas y pueblos. Clarke enfatizó que las culturas eran entidades arqueológicas más que étnicas, definidas de manera politética antes que monotética. Renfrew ha cuestionado la existencia de conjuntos homogéneos, sosteniendo que las culturas son categorías taxonómicas arbitrarias impuestas sobre un continuum de cambio, y Shennan ha elaborado de manera muy habilidosa la variabilidad espacial que convierte al fenómeno Beaker en insignificante en términos de una tradición cultural coherente. Binford ha criticado la definición de los artefactos como expresiones de las normas sociales específicas para grupos distintos. En vez de culturas distintivas y sus interacciones particulares, el objeto de la arqueología iba a convertirse en los sistemas culturales, conductuales y adaptativos, bajo cuyos términos podría explicarse la variabilidad en el registro arqueológico. En contraste con el pesimismo de la arqueología tradicional “normativa” que había perdido la esperanza de ser capaz de especificar los aspectos supuestamente no materiales de la sociedad (religión, creencias, políticas), una arqueología social completa se convirtió en accesible de acuerdo a un marco de trabajo que permitiera una relación mecánica entre la sociedad y el ambiente, con la cultura material mediando como un medio de adaptación extra somático. El optimismo de la nueva arqueología con relación al objeto de la arqueología, ha llevado a un interés extensivo en la reconstrucción de las sociedades del pasado y en los esquemas de evolución social, incluso si algunos de estos planteos ya fueron descartados o directamente nunca aceptados (por ejemplo la formulación de leyes del proceso cultural, o los rígidos procedimientos hipotéticos-deductivos).
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) Sin embargo, el concepto de sistema social o cultural dentro del funcionalismo ecológico de la nueva arqueología ha sido efectivamente desafiado. La idea de un sistema social como el desarrollado por Renfrew, Clarke, Plog, y otros, está basada en una analogía biológica, ya sea explícita o implícitamente, de que la sociedad puede ser concebida en algún sentido como un organismo en equilibrio homeostático con su medio ambiente. Así, gran parte de la arqueología ha estado preocupado por definir e investigar las relaciones entre sistema social y ambiente o ecosistema en relación a la tecnología y los niveles de población. Pero con el sistema natural del estado siendo definido como la estabilidad y la ausencia de cambio, y con una separación radical de lo que es interno y externo al sistema, el cambio ha sido visto de manera usual como una derivación desde fuera de los parámetros del sistema, y existe una separación entre estático y dinámico, sincronía y diacronía, siendo asociada esta última con el cambio. Como un todo reificado, el sistema social no tiene lugar para la acción individual. El principal problema es la dependencia en la unión como el concepto explicativo de que cualquier elemento social puede ser explicado por referencia al rol que juega en mantener la supervivencia del todo social. Las cosas que se dice tienen funciones son atribuibles a una enorme variedad de categorías, por ejemplo sacapuntas, tocadiscos, autos, partes de organismos, instituciones sociales, eventos o relaciones específicas. Las preguntas que responden a la forma: “¿Para qué sirve X?”, prácticamente demandan una respuesta funcional en el discurso diario. Por ejemplo, una respuesta a la pregunta “¿Pará que sirven las bolsas de compras?” podría ser “para sostener los artículos comprados una vez fuera de la tienda”. Esta es una respuesta bastante inocua y razonable. El quid de la cuestión es que cuando se dan este tipo de respuestas para explicar las relaciones sociales, se vuelven manifiestamente inadecuadas, y mientras más complejas sean las prácticas a ser explicadas, más inadecuada la respuesta. Se plantea que los sub-sistemas de una sociedad funcionan en conjunto a través de los mecanismos de feedback negativo o positivo, casi de la misma manera que las partes de un organismo, como el corazón o los riñones, funcionan para mantenerlo vivo. Por ejemplo, Rappaport propone que el ritual es un dispositivo de intercambio de información que comunica los datos culturales, ecológicos, y demográficos a través de los límites de los grupos sociales. En su ejemplo, otros rituales regulan la dispersión de las poblaciones humanas, preservan un balance entre la tierra cultivada y en descanso, y mantienen a los animales domésticos dentro de un rango de meta adaptativa. En la arqueología este tipo de ideas han sido utilizadas por Thomas, Flannery y Marcus entre otros. Sin embargo, este tipo de explicación funcional para la presencia de rituales en todos estos casos no nos dice nada acerca de su forma y contenido –todo lo que pretende explicar es por qué ocurrieron estos rituales. Nos quedamos con el recipiente vacío de una explicación en donde el contenido es reducido para favorecer una lógica instrumental. Además, no tenemos ni un destello de consideración de por qué habría de ocurrir un tipo de ritual y no otro. La referencia hecha al interés práctico, el valor utilitario y la conveniencia adaptativa dentro de un marco de trabajo de este tipo implica una separación radical de función y cultura, conveniencia objetiva y estilo, función y estilo. ¿Qué valor funcional puede poseer el estilo de una cerámica? – poco se puede decir sobre un significado particular, de las formas específicas en que las cosas son hechas y el estilo plasmado, que son en gran parte las preocupaciones de los arqueólogos. Cuando
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) lo que importa son simplemente los aspectos “objetivos” y “adaptativos” de lo que se hace, la práctica social significante se ve reducida al comportamiento –movimiento corpóreo. Para el análisis de los sistemas en arqueología, el sistema, el medio ambiente, y los subsistemas son categorías esencialmente descriptivas, patrones de regularidades empíricas ligadas a través de vínculos funcionales. Se ha dedicado mucho esfuerzo en la investigación de patrones en el registro arqueológico (distribuciones de asentamientos, distribuciones de elementos intercambiados, distribución de recursos, distribución artefactual y distribuciones de rasgos intrasitios). Una vez que se describen los patrones se presume que estos encajan dentro de un todo conductual funcional. Una explicación funcional siempre presupone algunas necesidades, deseos, intereses, o metas. En otras palabras, es teleológica en su forma. Algo ocurre como el resultado de intentar alcanzar un estado deseable. Tranquilamente se puede decir que los individuos tienen necesidades. De hecho esta es una característica esencial de la humanidad, el tener deseos y aspiraciones. Por contraste, los sistemas sociales no tienen necesidades en sí mismos, no tienen necesidad de funcionar, de sobrevivir, de alcanzar un objetivo o de buscar un estado homeostático. Las necesidades del sistema social no pueden ser independientes de los actores que lo conforman, por lo que la noción de función del sistema, o la función de los rituales u otras prácticas institucionalizadas es completamente irrelevante y fuera de lugar. Los procesos de feedback no pueden ser conceptualizados salvo en términos de alguna meta salvo que actúen de manera azarosa, pero antropomorfizar tales procesos es un procedimiento inválido. Concebir al objeto de la arqueología como los artefactos en sí mismos, el concepto de cultura arqueológica, o como un sistema social funcionalmente definido es una equivocación. Una alternativa propuesta por algunos es que la arqueología debería ser la ciencia de la cultura material, siendo su objeto de estudio los restos y artefactos, sus relaciones y los procesos de formación del registro arqueológico. Pero el objetivo final es especificar los vínculos (usualmente mecánicos) entre los patrones de la cultura material y la “sociedad”, el objetivo es alcanzar una descripción de la sociedad, ya sea definida en términos de un sistema funcionalmente adaptativo o en términos de un “proceso cultural” generalizado, atemporal y a-espacial. Algunos arqueólogos, a través de la lectura del trabajo marxista, especialmente de antropología marxista, han trabajado sobre el concepto de modo de producción, mirando al registro arqueológico en términos de las relaciones sociales de producción, implicando especialmente consideraciones de rango, estructuras de parentesco e ideología dentro de las formaciones sociales caracterizadas por la contradicción y el conflicto más que por mecanismos homeostáticos. Contra el esencialismo: el sistema social como un todo relacional.En capítulos previos hemos sostenido que el artefacto no puede ser aislado de su contexto relacional tanto en el presente como en el pasado. De esta forma podríamos estar de acuerdo con la proclama programática de Lukacs realizada en los primeros días del marxismo occidental, sobre la centralidad de la categoría de totalidad. Cualquier arqueología que argumente la existencia en
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) el pasado de entidades mayores que las individuales, o las interacciones entre individuos y sus artefactos, parecería, al menos nominalmente, estar en conformidad con la posición de que la cultura, la sociedad, los sistemas sociales o los modos de producción son todas unidades holísticas que difieren principalmente de acuerdo a la definición de las partes constitutivas y la caracterización de sus interrelaciones. Rowlands, en particular, ha reafirmado que la idea de totalidad es uno de los fuertes de la arqueología preocupada durante tanto tiempo por la unidades agregadas, pero sí apunta a problemas con la idea de “sociedad” –ya que no existen unidades delimitadas dentro del registro arqueológico que puedan ser equivalentes a la sociedad, ya que la noción unitaria de sociedad es derivada históricamente como parte de la emergencia de los estados nacionales en la Europa occidental. Queremos basarnos en esta posición y afirmar que no existen principios subyacentes que unifiquen un concepto de “sociedad” válido para todos los lugares y momentos, principios que removerían la categoría de sociedad de la historia. La categoría de totalidad no puede ser predefinida. Deseamos argumentar contra la idea de que el objeto de la arqueología pueda ser cualquier objeto particular y abstracto, sociedad o sistema, algunas veces definidos en teoría, algunas veces destilados de lo empírico, esencialmente existiendo más allá de la historia. Nosotros sostenemos que no puede haber una estructuración general de la sociedad o del mundo social con sub-sistemas predefinidos, con uno o varios principios o “esencias” (lo económico, lo ambiental, lo tecnológico, lo poblacional, las relaciones sociales de producción) produciendo efectos (como en, por ejemplo, la fórmula marxista de basesuperestructura). Un esencialismo de este tipo es mecánicamente determinista, reduccionista – reduciendo el detalle empírico para efecto de un principio-, y naturaliza y legitima una concepción particular e histórica de la estructuración de la realidad social, lo que tiene el efecto de removerla del proceso histórico. Ni los individuos ni los sistemas teóricos que construyen pueden escapar milagrosamente de la historicidad de la existencia humana. Tampoco hay una esencia de la “naturaleza humana”, en la forma de una entidad tal como el homo oeconomicus o el homo artifex. No criticamos estos valores objetivantes con referencia a otros conjunto de valores “humanos” absolutos (considerados como superiores en cierta manera), sino que más bien deseamos enfatizar la ambigüedad y la fragilidad de los valores humanos, su perversión a través de la asociación con otros valores y su restricción a secciones particulares de la población, que muchas veces celebra ser especialmente perceptiva. Un esencialismo de este tipo también reproduce toda una serie de dualismos inválidos, aporías, y puntos muertos conceptuales que deben ser evitados: Esencia – Apariencia Necesidad – Contingencia Interior – Exterior Abstracto – Concreto Concepto – Hecho
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) Objeto – Propiedades Subjectum – Accidentes Sustancia – Atributos Sociedad – Individual Realidad – Conciencia Cuerpo – Mente Los términos de cada par están radicalmente separadas y usualmente, ya sea explícita o implícitamente, se privilegia el primer término, se considera que tiene primacía por sobre el segundo. La totalidad del complejo forma un laberinto de contradicción que acompaña las explicaciones arqueológicas. La especificación de un principio o esencia unificante que subyace y explica los datos, depende de la idea de que es posible separar de manera radical aquello que es primario y constituyente de aquello que es secundario y contingente por motivos dados a priori. Muchos de los acercamientos convencionales al pasado arqueológico especifican un principio o esencia subyacente (adaptación al medio ambiente, homeostasis sistémica, necesidad económica, relaciones sociales, función) que puede ser separado de lo contingente; esto produce efectos, efectos que son determinados por el principio subyacente (puede ser el detalle empírico, “superestructuras”, “estilo”, cambio social, variabilidad artefactual). La arqueología se convierte en la observación de lo trascendental, significado a través de sus expresiones o significantes (estructuras sociales a través de las prácticas de entierro, a través de los patrones de la cultura material). Lo esencial es visto a través de sus apariencias. La búsqueda de un principio subyacente implica una obsesión definicional marcando los límites de lo esencial, definiendo entidades “reales”, etapas evolutivas, “culturas”, “subsistemas”, de acuerdo a los cuáles el pasado pueda ser explicado. Este tipo de definición (usualmente disfrazada de clasificación neutral) depende de una separación de lo interior y lo exterior –aquello que es interno al significado trascendental y aquello que es externo, separando esencia de apariencia. Se requiere de una redefinición de la necesidad. No se refiere a un principio determinante subyacente y externamente definido, sino que se refiere a la naturaleza de las relaciones estructurales. De esta forma, en un sistema total con cada elemento especificado y relacionado dentro del todo, todas las relaciones son necesarias, todos los elementos y las relaciones son dependientes entre sí. Un sistema total de necesidad sincrónica de este tipo es un proyecto político, un proyecto totalitario para una sociedad perfectamente definida y administrada, atemporal, durando mil años, este es el proyecto implicado en la separación de sincronía y diacronía. Se considera que es posible hacer una rebanada en el tiempo y leer la estructura social del momento, la esencia estática de su desarrollo empírico, los eventos de la historia. Como Althusser señala, esta dualidad esencia-desarrollo está basada en una concepción del tiempo como continuidad de momentos presentes (sincrónicos), de duración homogénea medible, vacío, una concepción que hemos criticado en los Capítulos 1 y 4. Una concepción tal plantea a la historia
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) como un problema, la “sección esencial de lo social, la sincronía como contemporaneidad en sí misma, y la presencia atemporal tienen primacía sobre la práctica y la historia”. Para Althusser, la totalidad, el todo social está sobre determinado. De esta forma la totalidad no es alguna estructura externa o alguna esencia cuya referenciación explica los fenómenos superficiales, los efectos concretos; la estructura no está interna ni externamente separada sino que está presente en sus efectos, no existe una barrera entre el concepto abstracto y lo concreto empírico. Laclau y Mouffe enfatizan la potencial significación de esta afirmación, lo social es un orden simbólico. De esta forma no hay una sustancia fundamental y primaria representada en un reino separado de la significación (contingente), lo social es siempre un orden simbólico. Dentro de este orden simbólico, el significado es realizado a través del sistema de diferencias, el significado no reside dentro de algún elemento en sí mismo, sino que cada elemento significa o existe sólo siempre y cuando se relacione con otros elementos, diferenciando, aplazando o retrasando los elementos ausentes. No puede haber un elemento auto-suficiente o idéntico a otro. Al apoyar la idea de que el ser social está sobre determinado de esta manera, rechazamos la búsqueda de un objetivo final en la arqueología que pueda ser definido literalmente, leyendo sus efectos o propiedades secundarias. Esto implica un rechazo del concepto de que un objeto está separado bajo la materialidad subyacente (subjectum) y las propiedades o atributos poseídos o vinculados (accidentes). Esta idea de objetos de análisis discretos con atributos definibles y cuantificables, es obviamente alentada en la arqueología por el carácter de los restos del pasado, siendo muchos de estos unidades aparentemente discretas –vasijas, herramientas-, y también por la aplicabilidad y el “éxito” de los procedimientos matemáticos y estadísticos. El tiempo no es una variable dependiente o un atributo vacío. Lo social no existe dentro del tiempo, por lo que no es posible separar sincronía de diacronía, la definición estática del desarrollo temporal, como ya hemos señalado en otro contexto. Este punto de vista conlleva un rechazo de las concepciones de la teoría del rango medio, la idea de que se pueden definir un conjunto de principios mecánicos y universales, y de acuerdo a la cual los procesos culturales dinámicos pueden ser leídos desde el registro arqueológico estático que, en efecto, se vuelve contingente, no necesario, y accidental. Igualmente inadecuados son los intentos estructuralistas de reducir toda explicación a la estructura detrás de la apariencia, las esencias de lo que es empíricamente observable. La estructura y su comprensión no pueden ser separadas radicalmente en la medida que la estructura solamente existe en su realización en el espacio-tiempo –es presente en, a través, y por sus efectos. La categoría de totalidad no se refiere a los objetos discretos definidos de acuerdo a atributos, sino más bien a un flujo de relaciones internas, a este complejo relacional. Las relaciones entre los elementos son internas, lo cual no es el caso de los elementos discretos unidos por relaciones externas. No existe un elemento totalmente interno, una identidad completamente constituida en sí misma, cualquier parte del orden social siempre está subvertida por relaciones internas con otros elementos en un sistema de diferencias. La presencia o rastro de algunos elementos en otros previene la fijación de la identidad, siempre hay un excedente de significado que no puede ser precisado. De esta forma no es posible separar el ambiente de la sociedad, lo externo de lo interno, cada uno define al otro. Lo económico no puede ser separado de lo político, de lo ritual, no puede haber una diferenciación literal. Cada uno está subvertido por una polisemia que previene las definiciones estables y auto-contenidas. Lo económico está tanto
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) presente como ausente en lo político y ritual, es estructurado como un espacio político y ritual. Además de rechazar una concepción de superestructura base, rechazamos cualquier simple separación a priori entre economía, política e ideología. El objeto de estudio arqueológico es siempre parcial e incompleto, traspasado por contingencias, un sistema total sería un sistema de necesidad y regularidad total donde todos los significados aparecen fijados, todas las acciones son predecibles, y todas las intenciones son logradas. La necesidad en un sentido relacional se refiere a la fijación de significado, el establecimiento de la regularidad en la diferencia, en lo contingente; la necesidad y la contingencia se definen mutuamente.
Agencia y prácticas sociales.¿Qué lugar hay para la agencia humana en una conceptualización de la totalidad social como consistente en un flujo de relaciones internas? De todos los dualismos mencionados anteriormente, uno de los más dañinos e inhabilitantes es el de individuo/sociedad, sujeto/estructura; copla en la que los dos conjuntos de términos están radicalmente opuestos entre sí. No es una exageración afirmar que la cuestión de cómo conceptualizamos la relación entre la agencia individual o grupal y los procesos sociales más abarcativos, ha sido el problema principal tanto del filósofo como del teórico social desde la Ilustración en adelante. La conceptualización de la relación puede equivaler a poco más que “elegir un lado”, queda anulado ya sea lo individual y las prácticas sociales o la sociedad y las estructuras sociales. En parte este es un debate acerca del libre albedrío y el determinismo. ¿La sociedad está determinada por la voluntad de los individuos o los individuos por la sociedad? Es también, un debate entre idealismo y materialismo, entre categorías preconcebidas de una esencia humana y una visión de los sujetos como siendo construidos en lo social. Un extremo es afirmar el voluntarismo individual en donde los individuos son considerados como los creadores de las sociedades. Este último se vuelve un término más o menos residual, la suma de los individuos que a través de sus acciones lo conforman, una doctrina a veces denominada individualismo metodológico. La sociología subjetivista (sociología fenomenológica y perspectivas etno-metodológicas) tiene un parecido familiar con el mismo enfoque general donde las acciones humanas son pensadas solamente en cómo los sujetos interpretan y reconocen las condiciones sociales en las que están situados, los significados que estas situaciones tienen para ellos como agentes, y los lenguajes y las formas simbólicas de discurso que usan y construyen para explicar estos estados. Las acciones humanas fluyen desde las intenciones subjetivas, y las estructuras sociales se vuelven habitadas o basadas de forma subjetiva. Este punto de vista también encuentra expresión en gran parte de la historia narrativa, en donde la historia se reducía a los actos de los grandes hombres y mujeres. El hecho de que el César cruzara el Rubicón se vuelve un detalle histórico esencial distinguido del cruce del Rubicón por cualquier otra persona. Por otra parte, el funcionalismo, el estructuralismo, y los enfoques post-estructuralistas eliminan efectivamente lo individual de los análisis de varias maneras. Los individuos se vuelven un detalle estadístico, accesorios de la estructura, o ilusiones burguesas que requieren de un
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) descentramiento. Foucault siempre se encuentra más cómodo refiriéndose a “cuerpos” antes que a “personas”. En la posición tomada aquí deseamos rechazar este dualismo, reconocer que sin los individuos y las prácticas sociales de los individuos, las sociedades no existirían, pero que al mismo tiempo el sujeto humano individual requiere de una descentralización exhaustiva. Podemos estar de acuerdo tanto con la idea de que “el hombre es un mito de la ideología burguesa”, como con la idea de que “la inter-subjetividad del mundo sólo puede ser constituida a través de la relación cara a cara, a partir de la experiencia vivida en común”. Esto requiere de una concepción dialéctica materialista de la relación entre sujeto y estructura, los agentes y la sociedad. El considerar al agente como un sujeto activo descentrado permite una posición que trasciende la reducción mecanicista y el idealismo voluntarioso. Todos los sujetos están posicionados en relación a otros sujetos, grupos, e instituciones o colectividades, poder, ideología, y estructuras sociales. Afirmar que el sujeto está posicionado no requiere que él o ella se vuelvan un mero componente o accesorio. Se pueden enunciar los siguientes puntos sobre la agencia: (1)Toda acción es acción social (2)La característica primaria de estas acciones es la realización del posicionamiento teleológico. (3)Todas las acciones sociales son acciones determinadas porque (i) algunas acciones pueden ser forzadas por violencia o su insinuación, (ii) la mayoría de las acciones tienen una base habitual, (iii) algunas acciones están influenciadas y promovidas vía ideología, (iv) las acciones que parecen ser libres en el sentido de que implican una elección por parte del sujeto, involucran intereses y valores. Sin embargo, estos intereses y valores están situados en sí mismos en un campo construido socialmente, de forma tal que las elecciones no son tan libres como parecen. Ningún niño nacido en Gran Bretaña elige si quiere o no hablar inglés si el acto de hablar tiene una intención comunicativa en relación con otros angloparlantes. El considerar a toda acción como acción social es reconocer la constitución de la acción en la sociabilidad y los procesos de sociabilización. Un niño que haya crecido en una aislación total difícilmente pueda ser subsecuentemente considerado como un miembro competente de la sociedad. No existe ningún principio o acción que pueda ser considerado como una propiedad distintiva de un individuo, si esto se refiere a alguna intención, propósito, o cualidad que se origina completamente fuera de la vida social. Las acciones tienen sentido en relación al contexto social en el que están situadas, como el lenguaje. Robinson Crusoe puede haber estado solo en su isla desierta, pero también podemos decir que llevó a toda su sociedad con él. Las prácticas de los sujetos individuales y sus efectos relacionales en la totalidad social toman lugar tanto en el lenguaje como en la materialidad del Ser. El individuo es construido tanto a través del uso del lenguaje como de la materialidad de su ser social, pero también tiene una cierta eficacia reflexiva en ese proceso de construcción. Cuando los agentes realizan una declaración acerca de una situación, o cuando produce o usa un objeto, esta afirmación o el tipo o forma particular de producción o uso es un producto de las experiencias pasadas, las intenciones para el futuro, y el lenguaje u objeto material particular implicado. A través de la agencia, la praxis, el lenguaje, y la conciencia se unen y no puede haber una división tajante entre el lenguaje y la manera en que se construye la realidad social. La realidad es concebida a través del lenguaje y a través del actuar
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) sobre esa realidad, de forma tal que el lenguaje, el pensamiento, la realidad y la acción se vuelven contextualmente intercalados. El rol del lenguaje y de la acción no es tanto reflejar u operar la realidad, sino modelar de manera activa esa realidad, reproduciéndola o transformándola. La cualidad distintiva de la acción y la agencia es que son deliberadas. Las sociedades como un todo no son deliberadas, y tampoco lo son los animales, las aves o las plantas. Esto último puede sostenerse para caracterizar a lo “deliberado sin un propósito”. Lukacs subraya el punto de que “sólo en el trabajo, en la postulación de un objetivo y sus medios, las conciencias surgen con un acto auto-gobernado, la postulación teleológica por sobre la mera adaptación al medio ambiente –una etapa que permanece en aquellas actividades animales que alteran la naturaleza de manera objetiva pero no deliberada-, y comienzan a efectuar cambios en la naturaleza en sí. Dado que de esta forma la realización se convierte en un principio transformador y formador de la naturaleza, la conciencia, que ha provisto el impulso y la dirección necesaria, ya no puede ser simplemente un epifenómeno ontológico.” Cuando hablamos de agencia, el vocabulario utilizado para considerar las acciones y sus resultados involucra términos tales como deseos, intereses, intenciones, propósitos, disposiciones, motivos, y principios, independientemente de si estos deseos o cualquier otra categoría llegan a ser realmente logrados. Las razones pueden ser consideradas como causas de las acciones pero no en un sentido del tipo causa y efecto. Von Wright propone el siguiente esquema, en forma atemporal, para la comprensión de la acción: De ahora en adelante A intenta llevar a cabo p en un tiempo t De ahora en adelante A considera que, a menos que haga a antes del tiempo t’, él no podrá llevar a cabo p en un tiempo t Por lo tanto, a más tardar cuando piensa que el tiempo t’ ya ha llegado, A se propone hacer a, a menos que se olvide del tiempo, o se le impida hacerlo. Este es un esquema de inferencia o razonamiento práctico que captura las nociones de tiempo, lugar, conciencia, y posicionamiento teleológico, enfatizando que las intenciones, metas para la acción, el conocimiento de las circunstancias en la que los agentes se encuentran, y los medios mediante los cuales la acción es hecha o efectuada, son completamente interdependientes y cambiantes entre sí, en otras palabras, relacionales. Un esquema tan formal tiene un área de aplicación bastante limitada en el sentido de que es un “tipo ideal”, y en la mayoría de las situaciones prácticas en la corriente continua de la vida diaria, los agentes no razonan formalmente de esa manera. Wittgenstein nota que el “juego de dar la razón por la que uno actúa de cierta manera no implica encontrar las causas para esas acciones”. Para que este planteo tenga sentido se requiere de una consideración de la relación entre acción y conciencia. Un modelo de agencia estratificado.Confrontado con una elección entre metas alternativas y modos de conducta, un agente puede realizar un proceso de razonamiento en algún sentido equivalente al modelo de inferencia práctica discutido anteriormente. De manera similar, las acciones aparentemente espontáneas pueden ser racionalizadas posteriormente siguiendo esa manera. La habilidad de ser capaz de hablar acerca de la acción o proveer razones para la conducta invoca una conciencia discursiva del evento. El juego consiste en ser capaz de volver inteligible a la acción en términos de la corriente
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) de otras acciones en la vida diaria, formas de conducta implícita o explícitamente conocidas por todos los actores sociales en cualquier contexto socio-histórico particular, conocimiento que fácilmente puede ser utilizado para la justificación o explicación de las acciones. Así, la conciencia discursiva es una racionalización de y para la acción. Las características atribuibles a los agentes siempre atraviesan algún tipo de descripción. Alguna terminología típica incluye los conceptos de egoísmo, codicia, dejadez, altruismo, atención, laboriosidad, etc. Estos atributos no se originan tanto en el actor sino que son posibles o inteligibles sólo en términos de la totalidad social particular bajo consideración, y en otras situaciones las mismas acciones podrían ser descritas o consideradas de otra forma. En otras palabras, no existen características existenciales de la “humanidad” tales como esas, buenas o malas en todos los momentos y lugares. Las acciones deben ser comprendidas en términos de/los contexto(s) en los que ocurren. La amplia mayoría de las acciones sociales normalmente no están abiertas a la discusión discursiva, sino que toman lugar en un nivel de conciencia práctica o de conocer cómo “proceder” en una cierta situación. Manejar un auto sin pensar en las reglas de tránsito, hablar sin estar al tanto de las bases gramaticales del lenguaje, comer platos en un cierto orden, son todos ejemplos del mismo fenómeno general, y la conciencia práctica impregna todas las prácticas, desde el hexis corporal (N.d.T concepto tomado de Bourdieu), pasando por los tipos de bienes materiales hallados en la casa de un individuo, hasta el tipo de bebida que él o ella elige tomar y la manera en que deben ser consumidos. Las acciones son llevadas a cabo de una manera y no de otra debido a que el mundo social es fundamentalmente una realidad simbólicamente estructurada e inherentemente significativa. El conocimiento del mundo sobre el cual se basa el agente en sus encuentros y labores diarios es en gran parte un conocimiento implícito o dado por sentado, y la vida social implica la constitución y transformación de las marcos de significado a través de los cuales los agentes orientan sus conductas hacia otros y hacia el ambiente social y natural en el que están situados o posicionados. La conciencia práctica forma, típicamente, la base primaria para la comprensión de que la mayoría de las acciones están sobre-determinadas ya que una serie de condiciones no reconocidas pueden subrayar cualquier acción o conjunto de acciones. De manera similar las acciones pueden tener consecuencias no deseadas, incluso con más frecuencia de lo que pensamos. Por ejemplo: A se aproxima a B para saludarla mientras lleva un cuchillo en su mano (porque en ese momento estaba destripando a un pez). La intención de A era la de saludar a B, pero en el último momento A tropieza con una piedra que no había observado y apuñala a B; una consecuencia no deseada de la acción. Para hacer este asunto aún más complicado, otro escenario podría ser el siguiente: A realmente intenta apuñalar a B y se mueve hacia ella con este fin en miras pero tropieza con la roca. ¿La entrada del cuchillo en el cuerpo de B fue un acto intencional o no? ¿Si A no hubiera tropezado en el último momento no podría haber cambiado de parecer a último momento? Este último ejemplo es introducido para enfatizar que el resultado de cualquier acción siempre es incierto hasta que esta ha sido efectuada, y que las acciones toman lugar en una variedad infinita de diferentes circunstancias que influencian su consecuencia y su resultado. Tanto Bourdieu como Giddens enfatizan que las secuencias de acción son típicamente monitoreadas y que los actores no son en ningún sentido idiotas culturalmente motivados sino que son conscientes de sus condiciones de existencia, aún cuando la mayor parte de esto sea una conciencia intuitiva y práctica. El límite entre la conciencia práctica y la discursiva está continuamente cambiando y desplazándose de acuerdo al tiempo, el espacio, y los actores involucrados. La división entre la conciencia práctica y la discursiva puede ser alterada por muchos aspectos de la socialización y las experiencias de aprendizaje de los agentes. Entre la conciencia práctica y la discursiva no hay una barrera; sólo hay diferencias entre lo que se
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) puede decir y lo que simplemente se puede hacer de forma característica. Sin embargo sí existen barreras, centradas principalmente en la represión, entre la conciencia y la inconsciencia discursiva. Afirmar que la acción es determinada no es proponer una determinación mecánica, sino reconocer que los actores se encuentran a sí mismos en un mundo vivido no elegido por ellos mismo, y operan en ese mundo vivido, pudiendo transformarlo o reproducirlo a través de sus actividades. Sin embargo, las motivaciones (deseos inconscientes, o razones formuladas o no) para las acciones están contextualmente creadas en una situación socio-histórica determinada. Estructuras y principios estructurantes.Hasta el momento hemos enfatizado la noción de agencia activa pero, dado el rechazo de toda posición que atribuya las propiedades de las totalidades sociales como derivadas únicamente de las actividades de los agentes como individuos o en grupos, instituciones y colectividades, la posición que deseamos adoptar aquí es que la totalidad social como una red de relaciones internas abarca los conceptos de sistema y estructura. Por sistema entendemos la creación de redes de relaciones entre individuos y grupos en un campo de existencia que abarca las categorías de lo económico, lo político, lo ideológico, y lo simbólico, que unidos constituyen las condiciones para la existencia de las estrategias sociales de los individuos y los grupos situados en el tiempoespacio. La totalidad social como un sistema de creación de redes de estrategias internas y relaciones entre grupos individuales, es también una totalidad estructurada. La acción y el significado se ven orientados o fijados, y las coyunturas espacio-temporales específicas en las relaciones económicas, sociales, políticas, e ideológicas/simbólicas, están ordenadas por estructuras que constituyen y son constituidas en y a través de la práctica social y las estrategias sociales derivadas de la práctica (Ver Fig. 6.1 en el original). La concepción de estructura empleada aquí puede ser resumida en los siguientes puntos: (1) Las estructuras son entidades fuera del espacio y del tiempo, pero sujetas a cambios en el tiempo y el espacio de manera cronológica. (2) Las estructuras están constituidas por principios y recursos que orientan las prácticas sociales y que a su vez, son orientados por esas prácticas. Estos recursos para la conducta pueden implicar un conjunto de operaciones para el ordenamiento del mundo social tales como izquierda/derecha, atrás/adelante, adentro/afuera, polución/pureza; oposiciones como normas para la conducta. En el nivel más abstracto, los principios implicados que estructuran la estructura (principios estructurantes) son oposiciones básicas fundantes tales como aquellas entre producción socializada y apropiación privada en el estado capitalista. (3) Las estructuras como entidades dinámicas son propensas a contradicciones y no correspondencias. No existen estructuras comunes para todas las sociedades sino sólo estructuras particulares localizadas de manera determinada en momentos específicos en el tiempo-espacio. Las contradicciones internas en las estructuras son una potencialidad necesaria para el cambio, y tales contradicciones sólo pueden ser disipadas mediante el cambio. Estructuración.-
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) La práctica de los individuos es tanto estructurada como estructurante, articulando significado y conducta en un sistema de diferencia, creando significados para la acción y la conducta, y condiciones para la interpretación de esos significados y la reproducción de las estructuras transformadoras. La práctica estructurada es producida de acuerdo a la forma o modalidad de la articulación de los principios estructurantes o generativos y los recursos que componen la estructura. La mediación de la práctica social vía la estructura; y la constitución, transformación, o reproducción de la estructura vía el medio de la práctica es expresada en el concepto de estructruración, que es semejante en algunos aspectos al uso del término “habitus” por parte de Bourdieu. Ambos conceptos juegan un papel similar en la vinculación de las prácticas sociales y las estructuras sociales de manera dialéctica. El concepto de estructuración encapsula de manera útil la naturaleza crónica incompleta e “imperfecta” de lo social como vivido, aquello de que las estructuras no son entidades herméticas y permanentemente fijadas sino que se encuentran en un estado constante de reproducción y transformación. Las estructuras forman un medio para la práctica, habilitándola y restringiéndola y, al mismo tiempo, son el resultado de la práctica y son reproducidas y transformadas por esa práctica. El proceso de estructuración es uno tanto espacial como temporal. El tiempo no es duración vacía y el espacio no es un contenedor vacante, sino que ambos sirven para constituir la forma y la naturaleza de las prácticas sociales, y están en relación con prácticas particulares. Por lo tanto no existe una medida objetiva (tal como la cronología anual) de acuerdo a la cual toda variación pueda ser referida y clasificada, y no existe una forma de distinguir el cambio a largo y corto plazo sobre una base a priori (como la paleoeconomía, por ejemplo, asume su separación de lo evolutivo biológico de lo histórico-social, identificando al primero con el cambio subyacente de larga duración). El concepto de estructuración y la noción de habitus definida por Bourdieu como “el principio generativo de improvisaciones reguladas instalado duraderamente, [que produce] prácticas que tienden a reproducir las regularidades inmanentes en las condiciones objetivas de la producción de su principio generativo [es decir, estructura]”. Bourdieu supera la dualidad de individuo y sociedad, el atomismo de un individualismo, un idealismo voluntarioso que especifica las motivaciones como los factores determinantes en la práctica social, enfrentando el cambio reificado y mecánico de un holismo en donde lo individual no tiene poder (aunque, de acuerdo a la naturaleza aparentemente colectiva de los datos arqueológicos, el individualismo atomizante casi no ha aparecido en arqueología, está presente como la oposición ausente al holismo mecánico). Desde la perspectiva de que toda la acción es acción social, y de que las acciones individuales están mediadas por la estructura que a su vez es activamente reformulada y reconstruida a través de la agencia individual, las personas no producen a la sociedad de manera consciente, lo social siempre existe como estructuras sociales que permiten y limitan la acción pero no la determinan mecánicamente. Las personas actúan con conocimiento de causa en términos de las intenciones y elecciones sobre las cuales dependen las estructuras sociales o las consecuencias no deseadas de la acción. Las personas tienen conocimiento de la capacidad de definirse a sí mismos, y la práctica está abierta a la conciencia discursiva y práctica; es decir el conocer qué y el conocer cómo actuar. Lo social es un campo negociable y la práctica es inherentemente política, donde los actores aplican estrategias sociopolíticas particulares. Que lo social esté sobre-determinado –siempre preconstituído como un campo simbólicoy que la estructura tiene una dualidad que habilita, más que determina en un sentido mecánico, las prácticas de los actores conocedores, significa que hay una relación interna entre la actividad y
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) la conciencia, entre cuerpo y mente. No existe una sustancia –el mundo objetivo, la realidad- o conducta primaria que produzca efectos en la conciencia, determinando un campo de significación ideal. La acción siempre va más allá de sí misma, no puede ser tratada como movimiento, es decir como conducta. Para explicar una acción se debe hacer referencia al posicionamiento social de la agencia y al contexto de la práctica. El mundo objetivo y el mundo social siempre están ya constituidos como parte del lenguaje, de los sistemas simbólicos, de la conciencia. Esto no se opone a los objetos (y estructuras sociales) que existen de manera externa al pensamiento, el lenguaje o la conciencia, es más bien afirmar que los objetos no pueden producirse a sí mismos como objetos (o las estructuras sociales como estructuras) fuera del lenguaje y la conciencia. De esta forma las categorías, conceptos, significación, y representación son internas, constitutivas de los objetos a los cuales se refieren. Los productos del trabajo, incluyendo la cultura material, expresan operaciones mentales, de la misma manera que las ideas tienen una existencia material. Otro punto importante es que la simbolización, la metáfora, la metonimia, la paradoja, y la retórica no son aspectos del pensamiento y del discurso que dotan de sentido adicional al significado literal primario del mundo social u objetivo. Son parte del proceso crónico de negociación del significado, de la subversión del carácter necesario de las relaciones sociales posicionadas. Contradicción, poder, ideología, y cambio.Las semillas del cambio no necesitan ser sembradas. Las estructuras, dinámicas y parciales, son una unidad de oposiciones, una fijación de la diferencia, sujetas crónicamente al cambio en su reproducción a través de la práctica. Las acciones también pueden tener consecuencias no deseadas que reacción en las estructuras generadoras. Lo social es abierto, incompleto; la identidad de cualquier elemento en el orden social nunca puede ser completamente definida o hallada en un caso particular, pero existe como un campo de relaciones. Este sistema de diferencias es domesticado y detenido en las estructuras. Pero las estructuras no fijan significados de manera azarosa. Ya hemos señalado la naturaleza completamente política de las prácticas sociales; las estructuras permiten y son producidas en prácticas que están organizadas alrededor de relaciones políticas de dominación y subordinación, de poder y control. El poder productivo, el poder como la capacidad de actuar en y sobre el mundo, es un elemento integral de la vida social, un componente de toda práctica social. Tal poder puede ser distinguido del poder sobre; el control social y la dominación. De esta forma el poder es tanto productivo, una fuerza positiva íntimamente implicada en la reproducción y transformación del orden social y la realidad, como un elemento represivo y negativo, que sirve de apoyo para las desigualdades sociales. El poder productivo utiliza y crea recursos, materiales y no materiales (formas de conocimiento). El poder represivo funciona dentro de instituciones y mecanismos que aseguran la supervivencia del orden social (formas de autoridad legítimas) y en última instancia se basa en una sanción de violencia o coerción física directa. Podemos decir entonces que el poder no tiene una forma unitaria, no es una esencia que puede ser poseída por los individuos o los grupos sino que es vivido, es un aspecto de la práctica y la estructura. Las estructuras sociales incorporan la contradicción, las estructuras nunca son totales, nunca están completamente articuladas entre sí, nunca son fijadas y reificadas, sino que se encuentran en un estado constante de reproducción y cambio que puede resultar en la contradicción dentro y/o entre las estructuras. Este es particularmente el caso de la disyunción entre consecuencias deseadas y no deseadas de la acción. La contradicción entre las estructuras
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) resulta en creencias y significados antagónicos con respecto a la práctica, y claramente se relaciona con las relaciones sociales de desigualdad. La contradicción se traduce en intereses antagónicos, y el conflicto social abierto genera el cambio social. Pero esta traducción en conflicto entre grupos sociales, o lucha política, no es automática. Las contradicciones particulares pueden no aparecer en el saber cómo (know how) y el conocimiento de un grupo social particular; ellos pueden no estar al tanto del contexto, el significado, y las consecuencias de una práctica particular. Ya estamos comenzando a notar que el poder represivo puede ser utilizado para ejercer control e impedir por la fuerza la lucha política. Sin embargo, una represión física directa de este tipo es raramente completamente efectiva y generalmente es suplementada por la ideología. La ideología no se refiere a un cuerpo de ideas, posturas, o creencias sostenidas por un grupo de personas, sino a un aspecto de una práctica limitada, un aspecto de relaciones de desigualdad. La práctica ideológica tergiversa la contradicción siguiendo los intereses del grupo dominante y puede exhibir las siguientes propiedades: (1) (2) (3) (4)
Representa como universal aquello que es parcial, Representa como coherente aquello que es contradictorio, Representa como permanente aquello que puede estar en movimiento, Representa como natural y necesario aquello que es cultural y contingente.
La ideología, por sobre todo, sirve en la reproducción más que en la transformación del orden social, es una estrategia de contención y de clausura social. La totalidad social, la práctica social, las estrategias sociales, la estructura, estructuración, contradicción, poder, ideología, conflicto; esta constelación de conceptos provee un medio para la comprensión y la explicación de la reproducción y el cambio dentro de un campo de relaciones sociopolíticas de agentes sociales bien informados. Cultura material: objetivación y estrategias sociales.La objetivación del hombre coloca un sello sobre lo inerte. Él llega a conocerse a sí mismo en lo inerte y es por lo tanto una víctima de su imagen reificada, incluso con anterioridad a toda alienación. (Sartre 1982, p. 72, n 32) La cultura material es una objetivación del ser social, una reificación literal de ese ser social en las co-presencias y ausencias corporizadas en la forma material. La materia inerte es transformada por las prácticas sociales o el trabajo productivo en un objeto cultural, sea este un producto para su consumición inmediata, una herramienta o una obra de arte. La objetivación –la transformación serial de la materia en un objeto cultural- es la consecuencia inevitable que está unida al trabajo y fluye desde este. La imagen de la humanidad inscripta en la cultura material no es, por supuesto, una imagen fenomenológica del Yo sino los poderes implicados en la práctica social transformadora. La práctica de los individuos está “escrita” e impresa en el mundo, donde deja rastros de diversos niveles de solidez, opacidad, o permanencia –cultura material. Incluso el acto de producción social siempre es uno que invoca una interconexión entre la materialidad inerte, la conciencia, la acción, y el pensamiento. Si no hubiera un posicionamiento teleológico por
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) parte de los agentes no existiría la cultura material. La cultura material resulta de un proceso productivo, y como producción es el resultado de la actividad utilitaria, lleva la estampa indeleble del sujeto posicionado, posicionado en relación a estructuras y estrategias sociales. El trabajo social plasmado en el objeto es trabajo inherentemente significativo, trabajo que toma lugar en relación a un campo social simbólicamente construido. De la misma forma que la práctica de los agentes es tanto estructurada como estructurante, la cultura material también es estructurada por la agencia y una vez que el trabajo es objetivado de forma material, actúa nuevamente sobre las prácticas estructurales. Los ejemplos obvios son los edificios que canalizan el movimiento, de forma tal que permiten ciertos patrones y restringen otros –ejerciendo influencia. La objetivación de la práctica en los objetos une las dos esferas de manera inextricable, y el vínculo es conceptual e interno al proceso de objetivación. Los patrones estructurados de la acción y la conciencia se ven retenidos en los objetos como significaciones de la práctica que los produjo. En la objetivación se ve implicado un movimiento dialéctico, en donde la actividad transforma la materia y niega su forma original en el proceso de esa transformación, mientras que al mismo tiempo, el objeto objetivado es una estabilización o negación de la acción que lo produjo. La cultura material retiene las significaciones implicadas en su producción como inscripciones entrelazadas en su forma y naturaleza. Esto les otorga a estas significaciones su eficacia en la corriente continua de la conducta social; la objetivación de la práctica resulta en la creación de una forma que confronta la práctica futura, pero está sujeta a futuras actividades transformadoras en un nivel material o interpretativo. El agente o sujeto posicionado siempre es un sujeto social y precisamente de la misma manera que la cultura material es una producción social y socializada, incluso si es el resultado del trabajo de un solo individuo. La cultura material como una objetivación de la práctica y la estructura social no refleja de manera directa estas prácticas y estructuras, pero puede servir para mediarlas vía la lógica de su propia forma. La cultura material puede operar de manera simultánea en un gran número de campos sociales. Puede: (1) Facilita las intervenciones en el mundo natural y social como tecnología, (2) Provee un medio comunicativo de significación simbólica en una estructura de diferencia y significación, (3) Provee un medio para la dominación social como una expresión de poder e ideología. El significado en la cultura material.El mayor desafío que enfrentan los arqueólogos es el de ser capaces de conferir significados y significancia a un mundo de objetos que de otra forma carecen de significado y no son significativos; en términos de lo social, las huellas del pasado son insignificantes en el presente, por lo que requieren de una decodificación. Nosotros planteamos anteriormente que las prácticas sociales graban el significado en la cultura material y la estructuran, y que la cultura material es activa (afecta la práctica) y puede operar de manera tridimensional. En esta sección deseamos seguir construyendo esta concepción. La cultura material como objetivación social está cargada con significado y estructurada en relación a las estrategias sociales. Las personas construyen y organizan de manera simbólica sus actividades en un campo social pre-constituido, y de manera simultánea efectúa un ordenamiento de la representación de aquellas actividades en el lenguaje y en los objetos materiales como un esquema o modalidad simbólica para la acción en el mundo, las actividades no pueden ser
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) comprendidas ni explicadas si no es de esta manera. Los significados no son simplemente esencias o reflexiones etéreas de las condiciones materiales existentes y de las relaciones sociales necesarias para la reproducción y/o transformación social, sino que están enclavados en la materialidad de la existencia diaria. La habilidad de utilizar, constituir significativamente, y manipular los sistemas de significación, es una cualidad distintivamente humana que hace posible la ideación y la conciencia, las bases para toda interacción social. La cultura material, como recurso estructurado y estructurante, como un elemento integral implicado de forma activa y recursiva en la vida social, juega un rol importante en la constitución y la transformación de los marcos de significado. Cualquier totalidad social determinada es caracterizada por prácticas distintivas, estrategias y estructuras que son temporal, espacial, y socialmente situadas y articuladas. La cultura material es parte de esta articulación. Esto significa que la cultura material sólo puede ser realistamente interpretada una vez situada contextualmente en un momento doble. Primero, las explicaciones deben estar conectadas al campo de relaciones internas de las totalidades sociales individuales, y esto invalida los acercamientos transculturales. Segundo, deben estar situadas contextualmente en los momentos espacio-temporales de la totalidad. No tiene sentido intentar la formulación de modelos generales altamente específicos de la significación de aspectos particulares de los patrones de la cultura material tales como los tipos de prácticas de entierro, que sean valederos para todo tiempo y lugar. La cultura material sólo tiene significancia dentro del contexto de una totalidad social particular y las estructuras, principios estructurantes, condiciones para la acción social, y la naturaleza de las prácticas sociales que diferirán entre un caso particular y otro. Las personas en situaciones particulares operan en una forma de vida que no necesita ni requiere de justificativos más que el decir que eso había sido tácitamente acordado, y juegan con diferentes conjuntos de culturas materiales: En Cambridge me preguntaron si pensaba que las matemáticas se preocupaban por las marcas de tinta en el papel, respondí que en el mismo sentido que el ajedrez está preocupado por las figuras de madera. Me refiero a que el ajedrez no consiste en empujar figuras de madera sobre un tablero. Si digo, “ahora me apoderaré de una reina con ojos atemorizantes, ella hará que todos salgan del tablero” probablemente te rías. No importa como luce un peón. Lo que es más bien el caso es que la totalidad de las reglas del juego determinan el lugar lógico del peón. (Wittgenstein en Kenny 1973, pp. 160-1) El acuerdo en las “reglas del juego” no es, esencialmente, una decisión abierta a cualquier agente individual y tampoco lo es la forma, el contenido, y la naturaleza de la cultura material y las significaciones que encarna. Estos aparecen como pre-dados pero pueden ser transformados en un campo de estrategias políticas y sociales. Entonces, las reglas del juego de la cultura material no están fijadas como aquellas del ajedrez sino que están sujetas mutable y continuamente a la posibilidad de cambio, incluso cuando durante la mayor parte del tiempo estas tiendan a ser reproducidas. El significado no es un asunto de relación inmutable entre significante y significado, sino la fijación espacio-temporal de una cadena de significantes para producir un significado interpretable. La cultura material puede ser considerada como un modo de comunicación no-verbal, siendo en uno u otro momento tanto más simple como más complejo que el lenguaje escrito o
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) hablado. Es probable que los vínculos sintácticos sean más explícitos y menos en número, y que las diferencias entre bueno y malo estén más claramente definidas que en los actos del habla. Al mismo tiempo, la cultura material es más compleja debido a que es polivalente y puede actuar en canales multidimensionales. La cultura material como un sistema de signos sirve al poder en las estrategias sociales como productora y organizadora del consenso, tomando así una dimensión ideológica. La dominación efectuada a través de la ideología no consiste en el control de las ideas por parte de un grupo o clase social dominante con intereses seccionales particulares. Más bien es efectuada como un resultado del posicionamiento establecido por agentes en varias estrategias sociales en relación al significado. Una teoría materialista de la cultura material como encarnación del poder y la ideología, implica un análisis de los procesos mediante los cuales se producen relaciones de significado fijadas en un campo simbólico para, en y por sujetos posicionados. La cultura material, como un sistema de signos estructurado y estructurante, puede ser particularmente productiva en el servicio de las estrategias de poder en un nivel de conciencia práctico o no-discursivo. Aquello que es contingente puede aparecer como natural. Los actores sociales pueden no darse cuenta, en muchas instancias, que están empleando una serie de códigos ya impregnados, y en este caso el sistema de signos los usará a ellos y no viceversa. Concomitantemente, el consenso puede parecer no sólo natural sino realmente espontáneo. Por lo tanto los contrastes y las relaciones pueden ser explotados como parte de un código semiótico para estructurar, re-estructurar, y reproducir conjuntos específicos de prácticas y relaciones sociales. Lo que se presenta a los sentidos en la simbolización de la cultura material debe ser producido activamente por los agentes, y por lo tanto las condiciones, el contexto, y la forma de su producción y subsecuente uso se relacionarán fuertemente con la forma fenomenológica. Entonces, la cultura material no debería ser concebida como algo pasivo que meramente refleja las relaciones sociales sino como algo dialécticamente emparentado con estas relaciones sociales. Una vez creada y producida, la cultura material forma un medio poderoso para volver a actuar y re-estructurar las prácticas sociales. La cultura material puede ser un medio particularmente efectivo a través del cual legitimar el orden social, precisamente debido a su materialidad, a su fijación de la práctica encarnada en ella, permitiendo una relativa permanencia y eficacia en la estructuración de la práctica subsecuente. Ya que la cultura material actúa polivalentemente en canales multidimensionales, cualquier interpretación simplista que se haga sobre ella (por ejemplo como un medio de adaptación extrasomático) está destinada a ser inadecuada. La cultura material no puede ser tomada como un espejo directo de la sociedad, ni los patrones de cultura material son necesariamente compatibles unos con otros en términos de lo que representan. Necesitamos lidiar, de manera ideal, con una amplia gama de diferentes tipos de evidencia para poder trabajar la manera precisa en que operan o se contradicen unas con otras en un campo de relaciones sociales, económicas, políticas, e ideológicas. Las diferentes relaciones pueden, no pocas veces, estar emparentadas con formas contradictorias de estructurar la realidad social en relación a las estrategias de poder. En algunos contextos, opuestos a otros, la cultura material puede ser utilizada para crear, en un plano imaginario, un universo cuyas formas y contenidos difieran completamente de la realidad social, pero cuyos componentes son parecidos, reconocibles, y por lo tanto, aceptables. Conclusiones.-
Re-constructing Archaeology. Theory and Practice – Shanks and Tilley Traducido por Matías Lepori (Agosto 2013) Es importante darse cuenta que en este capítulo no hemos estado preocupados simplemente por proveer una concepción alternativa de lo social y de la cultura material. Más bien estamos afirmando un campo social que es completamente histórico en el sentido que la definición de “sociedad” debe ser particular, relacionada con condiciones y eventos históricos particulares. No puede existir una definición universal de la sociedad (o de cualquier otro objeto de la arqueología) que se aplique a lo largo de toda la historia y geografía. Cualquier definición de este tipo es el equivalente en teoría a un estado absoluto que fija el lugar de todos los fenómenos en un orden totalitario, en un paternalismo hegemónico, un pluralismo represivo, un conservacionismo incorporante que efectúa una clausura de lo social en un formalismo monumental. A través de la negación de la búsqueda de la esencia, abrimos el sentido y la pregunta sobre el objeto particular de la teoría y la práctica arqueológica. A través de la noción de estructuración y una concepción activa de la práctica situada o posicionada, afirmamos la negociación social del significado en una desestabilización de la positividad supuestamente concreta y sólidamente estable del mundo, afirmamos la permanencia de la potencialidad para el cambio social, y la agencia de los individuos, y que es la estabilidad la que requiere ser explicada y comprendida como muchas de las trayectorias de cualquier transformación social particular. La cultura material es el resultado de la actividad productiva; es una objetivación. Como tal, siempre esta activamente implicada en la estructuración de las prácticas sociales. No es un simple reflejo de la totalidad o de las relaciones sociales existentes sino que forma un conjunto de recursos, un orden simbólico dentro de la práctica, elaborado sobre las relaciones políticas, activado y manipulado en la ideología. Los capítulos 7 y 8 examinan con mayor profundidad el rol de la cultura material y la sitúan tanto dentro de la práctica social y las relaciones estructurales del pasado como del presente. El objeto de estudio de una arqueología completamente social es, entonces, sobre las bases del marco de trabajo discutido anteriormente, la relación de los patrones de la cultura material con las prácticas sociales, las estrategias sociales, y las estructuras sociales en determinadas totalidades sociales en el pasado y en el presente.