Canje de deuda, ¿milagro argentino?

21 jul. 2008 - español medieval), su validez nunca estuvo en discusión. Por eso, al oír o leer antes de quey después de que, muchos entendían que.
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Notas

Lunes 21 de julio de 2008

LA NACION/Página 17

Canje de deuda, ¿milagro argentino? L

A frase quedó en la historia: “Que hablen los mercados”, decía Roberto Lavagna el 12 de enero de 2005, cuando el gobierno de Néstor Kirchner lanzaba la propuesta final a los bonistas para salir del ruidoso default que generó el fatídico 2001. La cesación de pagos argentina, admitida por primera vez en tiempos del breve, pero intenso gobierno de Adolfo Rodríguez Saá, afectaba 152 títulos de deuda que estaban en siete monedas diferentes y en ocho jurisdicciones legales distintas. La administración de Duhalde había amagado con empezar la negociación en 2002. Los primeros pasos sólo se dieron en 2003. La primera propuesta a los bonistas, efectuada en una asamblea anual del FMI en Dubai, implicaba una quita a valor presente del 90%. La segunda propuesta, una versión mejorada, permitió una adhesión del 76,15% de los acreedores. Se supone que pesaron en la aceptación la mejora en el contexto económico local, la recuperación del superávit fiscal y la caída del riesgo país, que indirectamente mejoraba la oferta argentina. Sólo tres años y medio después de aquella reestructuración de la deuda argentina toma forma un debate sobre los costos

llones –se defiende Lavagna–. Podemos agregar los holdouts: como máximo, 6000 millones. Eso da 41.300. Es muy sencillo sacar la quita: 41.300 de 102.500. No hay nada que discutir. Por supuesto que hubo una quita importante.” Una clave del contrapunto es el pago de un cupón por crecimiento, hoy en el centro del debate sobre el canje de deuda. En su momento se debatió si convenía ofrecer este premio por crecimiento, para tentar a los bonistas o era preferible proponerles un pago en efectivo. Lavagna aclara: “No había dinero para ofrecer en cash. Tampoco me consta que fuera tan valorado por los acreedores.” Un pago en efectivo podía haber sido conveniente para emitir menos

Por Diego Valenzuela Para LA NACION Nadie, ni Lavagna ni los más optimistas pronosticadores, imaginaba que la economía seguiría creciendo por varios años al 8%. La evolución del PBI, sumada a la apreciación real del peso, y la consecuente caída en la tasa de descuento de los bonos multiplicó varias veces el valor del activo atado al crecimiento. ¿Fue un mal negocio para el Estado? “Lo del cupón se ejecutó de manera escandalosa: para seducir a los acreedores, se les dio un regalo monumental. El tema es que los pagos se van acumulando en el

cupón fue la clave para que superáramos el 75% de adhesión al canje, el límite mínimo que consideran el mercado y los jueces para darle sustentabilidad a una reestructuración. Nosotros estuvimos levemente por encima, justamente, gracias a esta herramienta”. Lavagna, cara visible del canje, minimiza el peso del porcentaje atado a crecimiento: “De 100 dólares adicionales de crecimiento del producto, 90 son para la Argentina; sólo 5, para el bonista, y otros 5, para que el Estado recompre los bonos con cupones atados al crecimiento. Mi idea era recomprar esos bonos. El problema es que el Gobierno no lo ha hecho”. El FMI es también un punto de discordia.

idea oficial era cerrar con el Club de París al poco tiempo del canje de deuda, sin quita y renegociando la deuda, pero Kirchner le dijo: “Dejemos pasar las elecciones”. Eran en octubre de 2005, y el tema se postergó. “En lugar de cerrar con el Club de París, como estaba previsto, se decidió pagarle al Fondo, y todo porque Lula se nos adelantó. Hoy el FMI no va a dar carta de conformidad para que la Argentina arregle con el Club de París”, asegura Lavagna. Desde entonces, los sucesivos y efímeros ministros Miguel Peirano y Martín Lousteau hicieron esfuerzos infructuosos por renegociar aquella deuda. Los que no entraron en el canje son los llamados holdouts; se trata de unos 25.000 millones que no figuran como deuda, pero que alguna vez habrá que arreglar. Martín Redrado quiso hacerlo en simultáneo con el pago cash al Fondo, pero Kirchner se negó: “Van a seguir esperando”, le respondió al presidente del Central. Prat-Gay piensa que se podría llegar a un acuerdo con ellos pagando con una quita del 65% y sin lo que llama “el regalo del cupón”. Serían unos 9000 millones de dólares, que, obviamente, aumentarían la deuda nacional. “Reconocer más de 6000 millones es una tontería. Hundiría al país, porque volvería

“Casi no hubo quita. Ese es un mito”, dice Alfonso Prat-Gay, ex presidente del Banco Central

Y Lavagna replica: “No hay nada que discutir. La quita existió y fue verdaderamente importante”

de aquella operación, mientras avanza un “revisionismo histórico” que refuta la idea extendida de que fue beneficiosa para el país. Roberto Lavagna y Alfonso Prat-Gay compartieron aquellos tiempos agitados como funcionarios de peso en la gestión económica de la poscrisis, tanto con Eduardo Duhalde como con Néstor Kirchner. En la actualidad, uno milita, con disidencias, en el PJ, y el otro es referente de la Coalición Cívica. En el pasado, disintieron acerca de muchas medidas y hoy los enfrenta el balance del canje de deuda. Prat-Gay considera que la reestructuración debió haberse hecho antes, en la etapa de Duhalde: “En 2002, quien estaba en pánico era el acreedor. Después, se negoció cuando ya teníamos superávit y reservas en el Banco Central”. Primer disenso de una larga lista, que sigue con la quita: ¿cuánto se les descontó a los bonistas? “Casi no hubo quita. Ese es un mito construido políticamente”, empieza Prat-Gay, y hace estos números: la quita nominal fue del 54%, pero si se suman los “regalos” que, según su opinión, realizó el Gobierno (“regalo” cambiario, por el peso devaluado y el ajuste por CER, “regalo” por crecimiento y “regalo” por la ejecución del cupón) la quita real sería de sólo del 9 por ciento. “Había 102.500 millones de deuda por reestructurar y emitimos por 35.300 mi-

atrás con el canje –considera Lavagna–. Yo no haría nada por ahora. Prefiero terminar con los multilaterales, como el Club de París, y mejorar el manejo de la deuda para empezar a recomprar bonos. Y no asumir nuevas deudas al estilo de la que genera el tren bala”. En definitiva, ¿fue útil el canje para el país? “Sin duda, sí, y es una de las razones que explican por qué hoy nuestro costo de financiamiento sube por dudas sobre la voluntad de pago del gobierno, pero no sobre nuestra capacidad de pago”, explica el economista Eduardo Levy Yeyati, autor de un libro sobre la salida de la crisis (La resurrección) y actual economista de Barclay’s en Nueva York. Hoy son varios los economistas que observan como desafortunada la emisión del cupón atado al PBI, el cual fue cotizado por debajo de su valor y sufrió con un diseño poco convencional, que dificultaba su valuación. Sin embargo, parece existir consenso en torno de que es injusto medir el costo de este instrumento sobre la base de lo pagado en los años siguientes, de alto crecimiento. “No hacía falta poner el cupón. El mercado no lo valoró –se suma el economista del Cedes Roberto Frenkel–. Pero decirlo ahora, a posteriori, que fue oneroso es fácil.” © LA NACION

deuda o evitar la emisión del cupón atado al PBI, para lograr, en teoría, la misma aceptación entre los acreedores. En las voces de ambos economistas resurgen disensos de hace tres años. “Yo proponía pagar algo en efectivo, pensando que los acreedores lo iban a valorar y que sería más barato para el país que la prueba de amor del cupón atado al PBI”, señala Prat-Gay. Lavagna rememora: “Para incentivar la entrada al canje, Prat-Gay le sugirió a Kirchner adelantar un pago de 5000 millones en concepto de intereses. Era lo peor que podríamos haber hecho: entrar debiendo capital y, además, reconociendo jurídicamente los intereses. El Gobierno decidió no reconocerlos, y ahí hubo una quita del 100%”.

tiempo. No es la bandera de un taxi que al final del año corta y empieza de nuevo. No corta nunca. Todos los años es ese 5%, durante 30 años”, afirma Prat-Gay. En su visión, el bono atado al crecimiento se come la quita original. “Moreno logró la quita que no consiguió Lavagna”, ironiza el ex jefe del BCRA, al hacer referencia a los recientes cambios metodológicos en el Indec. El bono atado al crecimiento paga el “premio” sólo si la economía crece por encima del 3%. “Si el PBI crece menos del 3%, no pagamos nada. Ojalá que tengamos que pagar 30 años: más crecimiento significa más capacidad de pago”, afirma el economista que trabajó en el canje. Por supuesto, el ex ministro de Economía no está en nada de acuerdo con Prat-Gay: “El

¿Hubiera sido posible o sensato meterlo en la renegociación? Lavagna relata que el Tesoro de los EE.UU. avalaba la reestructuración frente a los bonistas si el gobierno argentino le pagaba al FMI como acreedor privilegiado. Prat-Gay sostiene, a su turno, que el país debió haber puesto en la negociación a los organismos internacionales, posiblemente no con quita, pero sí extendiendo los plazos. Y le apunta a Kirchner: “Es una incongruencia haberle pagado al FMI al contado. No sólo que no le hicimos quita ni refinanciación, sino que le pagamos por adelantado”. Según su mirada, el arreglo con el Club de París –hoy clave para destrabar inversiones– debió haberse hecho antes de pagarle al FMI. Sobre ese punto, Lavagna cuenta que la

El autor es periodista. Es licenciado en Economía y tiene un posgrado en Historia.

La Corte Suprema y el Riachuelo E

N el reciente fallo “Mendoza, Beatriz Silvia”, del 8 de julio pasado, la Corte Suprema afrontó la solución del complejo tema de la limpieza del Riachuelo. Surge una pregunta: ¿por qué una cuestión que debería estar dentro de las funciones del Congreso o de la administración tuvo que ser resuelta por un tribunal? En principio, por la inacción gubernamental frente a un problema de gran complejidad, como es la contaminación masiva interjurisdiccional. Problema antiguo la contaminación del Riachuelo. La Corte lo analizó por primera vez en el caso de los saladeristas de Barracas, en 1887. Desde esa época lejana el problema no ha hecho sino aumentar. La inacción guber-

namental tiene causas estructurales. El proceso legislativo requiere consultas y negociaciones entre muchos sectores interesados y los grupos de intereses contrapuestos impiden muchas veces que se tome una decisión adecuada. Los afectados por la contaminación son una población dispersa y la posibilidad de influir sobre los poderes políticos es pequeña, cuando no imposible. Ya en 1938, en el caso “Carolene Products”, la Corte Suprema de los Estados Unidos consideró que una de sus funciones era defender a las “minorías discretas o insulares”, que por su dispersión o extrema pobreza no podían influir en las decisiones gubernamentales. Esta teoría ha llevado a que fueran los tribunales los que solucionaran

Por Juan Vicente Solá Para LA NACION cuestiones que no pueden ser resueltas por el proceso político. Así fue el tema de la integración racial de las escuelas, iniciado con el caso Brown, de 1954: cumplir con el objetivo llevó más de una década. También se puede citar la reforma por acción judicial de los sistemas carcelario y hospitalario. Los jueces establecieron en la sentencia los principios aplicables e intimaron a los demandados a proponer un plan de solución al problema. Pero, ¿es esto democrático? Sí, pues participan las partes interesadas: afectados por la contaminación, empresas, gobiernos provinciales y

el gobierno federal, que permite la exposición de todos los argumentos jurídicos y técnicos. Del proceso no está excluida la negociación entre las partes para proponer una solución que el tribunal podrá analizar y, eventualmente, homologar. Este fallo de la Corte Suprema ha incorporado la doctrina de las llamadas “acciones de clase” como procedimiento adecuado para casos que afectan “derechos de incidencia colectiva”, según los términos del artículo 43 de la Constitución, que abarcan, por ejemplo, la protección del ambiente. Las acciones de clase son procesos colectivos en los cuales

se agrupan todas las partes cuando, por complejidad en la prueba o por altos costos, no se admite una acción individual. Permiten que incluso causas con pretensiones individuales muy pequeñas, que no pueden plantearse individualmente, se resuelvan en un solo juicio. El derecho es producto de un diálogo entre partes, en el que de la defensa de intereses particulares puede obtenerse el interés general. Así, los abogados del caso Mendoza, buscando satisfacer los intereses de sus clientes, impulsaron la limpieza del Riachuelo, lo que mejorará la vida de todos los habitantes de la región. El debate judicial limita la discrecionalidad gubernamental en favor de decisiones razonables. La Corte Suprema ha actuado

en defensa de los derechos constitucionales de incidencia colectiva. Al hacerlo, ha seguido con una tradición de actividad ante la inacción del legislador. La resolución del caso sigue en la línea del fallo Angel Siri, de 1957, que estableció la acción de amparo cuando no existía legislación al respecto. El amparo ha sido el procedimiento que permitió la defensa de los derechos constitucionales. Creo que en el caso Mendoza, al haber establecido la defensa de los derechos de incidencia colectiva, se ha iniciado un proceso tan fructífero como aquél. © LA NACION El autor es profesor de Derecho Constitucional de la UBA y académico de número en Ciencias Morales y Políticas.

Diálogo semanal con los lectores

El misterio de la preposición disfrazada “E

N su columna del día 7, se menciona la palabra vademécum, del latín uade mecum, ‘ven conmigo’. Usted afirma que -cum es la preposición pospuesta (hasta allí estamos de acuerdo) y agrega que «es el -go de conmigo». Y entonces me sobreviene la duda: entiendo que en mecum -cum es efectivamente la preposición pospuesta, como en italiano meco, pero el -go de conmigo me parece que es eufónico o una terminación particular. No digo que no pueda ser, pero sinceramente de ser así lo ignoro, pero si -go corresponde al cum pospuesto, ¿conmigo tiene entonces un doble «con», al principio y al final?”, escribe Guillermo Rostom Maderna. Sí, conmigo tiene dos ‘con’ porque uno de ellos está tan cambiado que no se nota. Esas cosas pasan. En latín, la preposición cum (‘con’) era enclítica con los pronombres personales (y a veces con los relativos): mecum, tecum, secum, nobiscum, uobiscum. Estas formas corresponden al latín clásico, en que cum rige ablativo, pero en latín vulgar (es decir, el latín que hablaba el común de la gente), el caso ablativo tiende a desaparecer y es reemplazado por el acusativo, por lo que en las personas ‘nosotros’ y ‘vosotros’ se dijo noscum y uoscum. En las otras personas no hay diferencia porque me, te y se pueden ser acusativos o ablativos. Por evolución fonética, en español la ter-

minación -cum dio -go (después de vocal) y -co (después de consonante). Así tenemos, por un lado, formas como mego y migo, y, por otro, formas como nosco y nusco. La preposición había cambiado tanto que los hablantes ya no la reconocían y sentían esa terminación más bien como una desinencia del pronombre. A esta confusión contribuyó el hecho de que no estuviera en su lugar habitual, sino pospuesta. Entonces, para suplir esa aparente falta de preposición, se agregó un con antepuesto: conmigo, contigo, consigo, connusco, convusco. No es necesario aclarar que las formas connusco y convusco cayeron en desuso. Por eso alguien pudo decir alguna vez “conmigo o sinmigo”. Si se hubiera dado cuenta de que el -go era un ‘con’, no lo hubiera combinado con un sin. Ni queísmo ni dequeísmo Escribe la licenciada Florencia Menéndez: “El título de la autobiografía de Reinaldo Arenas, Antes que anochezca, ¿incurre en queísmo? Yo creo que sí, porque siguiendo el razonamiento de «Diálogo semanal», uno podría decir «antes del anochecer». Aunque tal vez en Cuba se acepte sin la preposición. ¿O no?”. Las dos construcciones, antes que y antes de que, se consideran hoy en día correctas, lo mismo que después que y después de que. Hasta no hace mucho, había quienes recha-

Por Lucila Castro De la Redacción de LA NACION zaban una de esas construcciones, pero no rechazaban antes que y después que, sino antes de que y después de que, considerados casos de dequeísmo. Las locuciones antes que y después que son calcos de los nexos latinos antequam y postquam. Como antes que y después que son muy antiguas (están registradas en el español medieval), su validez nunca estuvo en discusión. Por eso, al oír o leer antes de que y después de que, muchos entendían que la preposición de estaba de más. Lo que ocurre es que las construcciones antes de que y después de que tienen otro origen, pero son igualmente legítimas. En español, los adverbios antes y después forman locuciones preposicionales con la

preposición de: antes de y después de. El término de estas locuciones preposicionales suele ser un sustantivo o construcción sustantiva. Por eso puede decirse “antes del anochecer”. Pero una proposición encabezada por el nexo que es sintácticamente equivalente a un sustantivo, de modo que “antes de que anochezca” equivale a “antes del anochecer”, y “después de que anocheció”, a “después del anochecer”. Por eso no tiene sentido hablar de queísmo en antes que y después que ni de dequeísmo en antes de que y después de que. Concordancia “En un aviso que se emite por radio, se dice más o menos así: «Si fuimos capaz de todo eso, cómo no vamos a ser capaz de...». ¿He oído mal o hay un horrible error de concordancia?”, escribe Ángela Zabala. Si la lectora no ha oído mal, hay, en efecto, “un horrible error de concordancia”, pues el adjetivo se refiere al sujeto ‘nosotros’ y debió concertarse en plural: “Si fuimos capaces de todo eso, cómo no vamos a ser capaces de…”. Es un error que se oye con cierta frecuencia en los adjetivos terminados en -z, pues al pronunciarse la z como s, se siente esa s como una marca de plural. La causa y el cauce Escribe Norberto Romero: “En los magníficos artículos del señor

Joaquín Morales Solá, aparece en forma repetida un error ortográfico. Hoy mismo, domingo 13 de julio, lo encuentro nuevamente y por eso le pido a usted que nos dé una mano a los lectores, al idioma y por cierto a don Joaquín. Ocurre que la palabra encauzar (‘poner algo dentro de su cauce’) aparece escrita como encausar (‘someter a alguien a una causa o proceso judicial’): «La Presidenta les ratificó su confianza a los empresarios en enero y acordó otra vez en Lima con el jefe del gobierno español, en marzo, encausar el problema de la aerolínea».” En el mismo sentido han escrito Francisco Justo Sierra y Jorge J. Cortabarría. ¿Cantinela o cantilena? “En el comentario editorial del día 6 titulado «Retenciones a pequeños productores», se habla de una «machacona cantinela». Entiendo que la palabra correcta es cantilena, si con ella se quiere hacer referencia a la repetición molesta e inoportuna de algo”, escribe el doctor Rodrigo Iturriaga. Las dos formas son correctas. La forma etimológica es cantilena (del latín cantilena), pero hoy en día es mucho más frecuente cantinela, con metátesis. © LA NACION Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección [email protected]