Cambio de hábitos. Los trucos para evitar el piloto ...

transcurre en piloto automático, en una suerte de círculo repetitivo que algunos neurocientíficos llamaron el loop –rulo– de la rutina.” Cuatro de cada diez ...
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SÁBADO

| Sábado 28 de Septiembre de 2013

creatividad Sebastián Campanario

Cambio de hábitos. Los trucos para evitar el piloto automático Más del 40% de nuestro día transcurre dentro de círculos rutinarios; saber identificarlos es una forma de salirse de ellos

H

asta los 35 años, Hyun Chang Chung, un experto en software para el sector bancario que se crió en Santiago del Estero y en la actualidad trabaja en Chile, se consideraba “bastante vago” para los deportes. “Jugaba al fútbol los martes, corría cada tanto y fumaba un paquete de cigarrillos por semana”, cuenta. Un día, un amigo de la oficina le recomendó leer el libro 50 maratones en 50 días, de Dean Karnazes, y sintió un primer llamado que lo tironeaba hacia un profundo cambio de hábitos. Por la noche, estiró su rutina de trote de 10 kilómetros a 20. “Si bien terminé exhausto, me hizo un clic en la mente el hecho de ver que no tenía que estar superentrenado para poder duplicar la distancia, ahí me di cuenta de la cantidad de limitaciones mentales que nos autoimponemos a diario”, dice Chung. A los pocos meses, se anotó en su primer ultramaratón de 100 kilómetros, dispuesto a correr durante tres días en Vietnam. Y desde entonces, como un Forrest Gump especializado en carreras de montaña, Chung no paró y completó recorridos míticos como Mont Blanc o Western States, además de un Iron Man (la prueba más exigente del triatlón, que consta de 3,86 kilómetros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 kilómetros de carrera de a pie). Pero la historia de esta metamorfosis no termina ahí. Al descubrir que la alimentación es clave en la competencia de alto rendimiento, Chung se volvió vegano (no consume productos de origen animal), y con el tiempo, su familia comenzó a acompañarlo. Así, la costumbre de correr tuvo lo que los especialistas en el estudio de hábitos llaman “efecto cascada”: produjo cambios

profundos en costumbres arraigadas no sólo en él, sino en la gente que lo rodea. “A este tipo de modificaciones de costumbres que al cambiarse tienen un efecto dominó las llamamos «hábitos prioritarios» –explica a la nacion Charles Duhigg, autor del best seller El poder de los hábitos (Urano)–. Más de un 40% de nuestro día transcurre en piloto automático, en una suerte de círculo repetitivo que algunos neurocientíficos llamaron el loop –rulo– de la rutina.” Cuatro de cada diez decisiones pertenecen a estos círculos, según midieron investigadores de la universidad de Duke en 2006. “Esto representa una parte muy importante de nuestras vidas, que tiene una enorme influencia en nuestra salud, en las finanzas familiares y en nuestra propia felicidad”, plantea Duhigg. Hay una explicación desde la economía neurocientífica: el estado rutinario se coordina desde los ganglios básicos del cerebro, y requiere mucha menos energía que el sistema que regula las decisiones a nivel consciente y que tiene como base a la corteza prefrontal. “Los hábitos operan como los atajos mentales, una vez que uno recorrió el mismo camino muchas veces deja una huella que los vuelve automáticos, asociativos y libres de esfuerzo; por eso mismo son muy difíciles de modificar”, comenta Ernesto Weissmann, profesor de Teoría de la Decisión de la UBA y titular de la consultora Tandem. Para Duhigg, los “círculos de la rutina” tienen tres partes comunes, y saber identificarlos puede resultar muy útil para empezar a cambiar hábitos que, en la práctica, son casi imposibles de alterar. El primero de estos tres componentes es un “dispa-

Con 47 años es el periodista, escritor e historiador inglés que mejor narró y documentó las últimas contraculturas

Simon Reynolds. “Si hay un nuevo punk no sería de la música, sino de otro campo” Texto Franco Varise | Foto Ignacio Coló

rador”, que puede ser una sensación –tener hambre, sueño, etcétera–; el segundo es el comportamiento rutinario en sí mismo, y luego viene la recompensa: “Algo que al cerebro le satisface, que parece decir: «recuerde este patrón para repetirlo en el futuro»”, cuenta el autor. Cómo hacer efectivo el cambio Remover los tres componentes a la vez es extremadamente difícil. La clave está, sostiene Duhigg, en mantener el disparador y la recompensa, pero modificar la conducta rutinaria. El experto cita el caso de Alcohólicos Anónimos, que basa parte de su éxito en encuentros grupales a la hora de la salida del trabajo, a fin de reemplazar la costumbre de ir al bar preservando el “premio” de la socialización. O el consumo de alguna sustancia que dé un estímulo similar al de la nicotina al que apelan quienes quieren dejar de fumar... El autor de El poder de los hábitos recuerda que empezó a bajar de peso cuando advirtió que su rutina de comer una dona a media tarde estaba gatillada por el deseo de ir a chusmear con sus compañeros de trabajo a la cafetería, y lo cambió por otra merienda más sana. Preservó, eso sí, la “zanahoria” del chusmerío. Una idea reciente e interesante de la ciencia de los hábitos es que en los períodos de “tsunami de cambios a la fuerza” son muy propicios para modificar conductas que se consideran nocivas. Duhigg destaca que las empresas de consumo masivo saben, por ejemplo, que las etapas de embarazo y los primeros meses del bebe son un lapso ideal para bombardear a madres y padres con mensajes publicitarios, porque durante esta etapa están mucho más propensos a cambiar las marcas de café o de pasta de dientes que consumen.

E

n 1977, Simon Reynolds tenía sólo 13 años. Vivía en una ciudad residencial inglesa en la que no pasaba nada. Pero en las revistas que llegaban a sus manos y en la televisión notaba que había toda una cultura convulsionada y estremeciéndose con algo que se llamaba punk. En ese momento, con un interés voraz por los libros de J. G. Ballard y Philip Dick, no sabía que esa contracultura revulsiva y altamente edificante en cuanto a tendencias artísticas, moda y consignas sería el objeto de su vida. Tal como lo cuenta en su libro Postpunk (Caja Negra), recientemente editado en la Argentina, fue gracias a su hermano menor, Tim, que conoció las blasfemias de Johnny Rotten (John Lydon) de los Sex Pistols que colocaba la palabra mierda a todo. Reynolds se transformó en periodista y colaborador de las revistas musicales inglesas que, por aquellos años, vendían 500.000 ejemplares semanales. Pero hoy, con 47 años, es el escritor e historiador (con título en Oxford) más prestigioso de esas partes microscópicas de lo que casi nadie se había ocupado antes como él. En sus libros editados aquí, Después del rock, Retromanía y Postpunk, romper todo y empezar de nuevo, habla de música y bandas, pero también investiga, esboza pronósticos y contextualiza los cimientos de la contracultura –hoy mainstream– y los modos en que la abundancia de acceso a los consumos culturales actuales, en realidad, restringe y resta peso a la producción de algo nuevo. De visita para participar del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba), Reynolds dialogó con la nacion. –¿Siguen existiendo esas abismales brechas entre consumos culturales de padres e hijos? –No. Conozco en Inglaterra a muchos amigos que van a los festivales de música con sus hijos. Escuchan bandas nuevas y también viejas todos juntos. Incluso varias familias amigas se organizan para ir juntas a esos recitales. Los chicos adolescentes pueden disfrutar de Stone Roses tanto como sus padres de algo nuevo. Las generaciones anteriores rechazaban lo que escuchaban los padres y hoy eso ya no existe. Creo que tiene que ver con que Internet permitió que todo siga con nosotros, es decir, que lo que los padres consumían puede ser apreciado también por sus hijos y no ser rechazado. Se borró eso de las generaciones. –¿Podría surgir hoy algo tan excitante como fue el punk a mediados de los setenta?

Chung cambió un atado diario de cigarrillos por las ultramaratones Es algo que sucede a nivel inconsciente, sin que nos demos cuenta. Otros períodos de turbulencia a nivel de rutinas pueden ser un divorcio o una mudanza. O un viaje a un lugar desconocido. “Por eso las vacaciones son el mejor momento para plantearse dejar de fumar o iniciar un nuevo deporte –sostiene Duhigg–. Las iniciativas de este tipo que se encaran en un viaje demostraron ser más duraderas que las que se inician en el período laboral.” Por otra parte, la habilidad para que sea más fácil cambiar hábitos en el futuro puede enseñarse a los hijos a través de actividades que refuercen el sentido de autodisciplina. “Las lecciones de piano o de deportes para un chico de cinco años no tienen por objetivo crear una estrella de la música o de la alta competencia, sino entrenar habilidades de autocontrol. Un chico que en primer grado puede seguir una rutina de un instrumento musical, en sexto grado terminará sus deberes a tiempo”, destaca. Lo que enseña el ejército Duhigg empezó a estudiar el tema de los hábitos de cerca varios años atrás, cuando le tocó cubrir en Bagdad la guerra de los Estados Unidos contra Irak. Allí se hizo amigo de un

–Si hubiera un nuevo punk no vendría de la música, sino de otros campos, como los videojuegos. Tengo un hijo de 14 años y es fanático del Minecraft, es su propio punk. Hace videos para YouTube y la música la usa como algo de fondo, no es central. No sé si ese juego puede ser la especie de arma joven que fue el punk porque tienen una naturaleza más escapista y menos política. Incluso hay un video en YouTube acerca de la reacción de los padres a esos juegos y uno veía que muestran sorpresa y asombro, pero que en el fondo los divertía: no se escandalizaban. No tienen el poder del punk... –En tu libro, Postpunk, analizás un período bastante corto entre 1978 y 1982 al que le asignás una gran importancia cultural. ¿Por qué? –En Inglaterra pasaba algo muy fuerte. El clima político y económico no era bueno. Pero había muchos jóvenes de clase trabajadora intelectual que habían concurrido a escuelas de gramática –que ya no existen– y que eran como un paso de transición público y gratuito antes de ir a la Universidad. Esas escuelas formaban a una clase obrera que iba a la biblioteca, aunque después no concurriera a la Universidad. Esos chicos armaban bandas con un mensaje ligado a la filosofía, la moda, la política y las tecnologías. El rock era la puerta hacia un mundo de creación que se nutría también de portales como David Bowie o de escritores como Williams Borroughs o Ballard, que escribía en la revista Enemy. Esa cultura rock hoy existe todavía, pero en relaciones menos intensas como la de la banda Vampire Weekend con el director de cine West Anderson... No encuentro figuras que sean portales hoy. Lady Gaga es una figura tipo Bowie, pero retro y..., bueno..., no mucho más que eso. Además creo que el pospunk fue un momento tan corto que podría haberse extendido más y por eso hago una defensa de los grupos que hoy desean expandir ese sonido. –¿Cómo ves los núcleos culturales creativos de hoy? –Se mezcla todo en un iPod sin conocer la guerra cultural que hay ahí adentro. Cuando crecía me gustaba el pospunk y odiaba el heavy metal por sexista y militarista, pero ahora algo me gusta del heavy como AC/DC o Scorpions: un tema. Yo no siento que eso de que a la gente le guste un poquito de cada cosa signifique un avance. Quizás es lo contrario. Antes uno tomaba posición. La música que uno escuchaba, la ropa que se ponía, formaban identidad, decían quién era uno y esto ya no sucede.

Cuatro de cada diez decisiones se inscriben en el orden de la rutina Los períodos de “cambios a la fuerza” son propicios para modificar conductas

mayor del ejército que trabajaba con las conductas automáticas de sus soldados para evitar que colapsaran en situaciones de extrema tensión, o que cometieran errores en plena batalla por recurrir a conductas rutinarias que podrían terminar costando vidas. “Entender la dinámica de los hábitos es lo más valioso que me llevo del ejército –le dijo por entonces el mayor a Duhigg–. No hay nada que no se pueda hacer si uno trabaja bien sobre ellos.” En la actualidad, con 40 años recién cumplidos, Chung entrena seis veces por semana, entre 45 minutos

Cuando leo por ahí que atacaron a un chico por ser Emo pienso: ¡esto pasaba todas las semanas! Creo que la abundancia de acceso restringe. Hay muchos mostrando su destreza y conocimiento sobre todas sus buenas influencias, pero no algo nuevo. Y creo que esto incluye casi todos los campos artísticos y culturales. No alcanza con las ganas de hacer algo, música, supongamos, sino en tener una razón, un motivo para hacerla. –Pienso en grupos como The Pop Group o The Slits, o en el mismo John Lydon que arma Public Image People (PIL) inmediatamente después de Sex Pistols... –Imaginemos a John Lydon, el revulsivo cantante de Sex Pistols que puso al mundo a hablar de él. De un día para el otro desarma la banda y forma algo como PIL que estaba pensado como una empresa que no sólo iba a dedicarse a la música, sino también al cine y las tecnologías. Por eso le pone Ltd. detrás del nombre como si fuera una compañía. Los primeros dos discos son extremos, con influencias del reggae en el bajo. Lydon era un estudioso, fanático experto de ese ritmo jamaiquino, pero se había formado de manera autodidacta porque venía de una familia de clase trabajadora. Hoy no hay lugar para que ese tipo de experimentaciones sean rentables o atraigan a la industria de la música. Cuando Joy Division –una de las bandas fundacionales del sonido pospunk– se estableció surgieron 20 bandas que querían copiarlos. Pero

“En Inglaterra muchos amigos van a los festivales de música en familia. Se borró eso de las generaciones” “A la gente canchera de EE.UU. le gusta el K-Pop, que no tiene mucho de coreano y es el mismo pop que en todo el mundo” “La abundancia, en realidad, restringe”

y una hora en cada sesión, indispensables para las carreras de montaña de distancias “ultra” (más de 50 kilómetros) en las que decidió especializarse. “La capacidad de autodisciplina es clave–acepta Chung–. Si empiezan a acumularse en tu cerebro excusas como «lo hago después de chequear el mail», o «lo hago después de comer», hay que tomarlo como una suerte de alerta roja. Es entonces cuando hay que apretar el botón de Just do it, como dice el eslogan de Nike, y luego, cuando termines la sesión de entrenamiento, podés venderte a vos mismo todas las historias que quieras.” Como ejercicio final y para cerrar esta nota, les pedimos que por favor dejen de leer esta nota ahora mismo, se calcen los shorts y las zapatillas, y salgan a correr como Chung en los próximos minutos. No sigan con este artículo, no queda absolutamente nada interesante en lo que resta del texto. Por favor, abandonen la lectura en este momento. Cambien de hábito. ¡Basta, dejen el diario, ya! ¿Cuántas veces lo tenemos que repetir? Siguen ahí: vieron que no es tan fácil. Ok: relájense y sigan con el 40% de las conductas automáticas de sábado. Seguramente, ya habrá otra instancia más propicia.ß

en el espíritu de la época había bandas inteligentes que lo que querían hacer era oponerse. Esto siempre sucede en el arte: primero es algo nuevo y luego se transforma en un conjunto de clichés... Hoy ese espíritu que hacía a la evolución no parece muy claro.

*** Reynolds vive hoy en Estados Unidos. Su trabajo consiste en, además de escribir libros, alimentar siete blogs. Como periodista fue un joven redactor de las revistas NME y MM, y creó su propio medio, Monitor. En los ochenta explicó en su libro Después del rock, la industria editorial dedicada a la música que vivió una revolución: todos se peleaban por ver quién descubría la nueva banda que cambiaría el mundo. Y nunca era de un sello discográfico importante, sino todo lo contrario. Algunas ni siquiera tenían un disco. Esto provocaba conflictos con la gran industria del entretenimiento, que además era dueña corporativa de esos medios alternativos. La explicación de que subsistiesen y los periodistas pudieran trabajar en ese nivel de independencia casi irritante es que estas revistas vendían más de 500.000 ejemplares semanales y eran leídas por más de un millón de personas. Bien, en un momento de la entrevista con Reynolds uno se siente un poco en la obligación de preguntar lo obvio: si conoce algo de la cultura rock de la Argentina. Da un poco de vergüenza hacer lo obvio, pero... “Juana Molina me parece muy original y creo que tiene un sonido propio. Pero no conozco más nada”, responde e inmediatamente, con un gesto fanático y voraz, pide que le escriba algunos nombres para escuchar en Internet. Luego toma ese papel escrito un poco nervioso y lo guarda en su billetera. –Vos planteaste que el futuro de la música y la cultura pop podría provenir de Oriente. –Es más una especulación de que algo podría ocurrir con los sonidos de Oriente. Es algo más especulativo que algo real. El rock surgió de una colisión entre una parte retrógrada de Estados Unidos, con los grandes medios y la instrumentación eléctrica. Tal vez pueda suceder algo similar al rock o al jazz. Por ejemplo, lo que está ocurriendo con el K-Pop en Corea. A la gente canchera de EE.UU. le gusta el K-Pop, que no tiene nada de coreano y es el mismo pop que en todo el mundo. En realidad estoy pensando en un nuevo tipo de ritmo, de forma musical. No sé, el pospunk fue la combinación de música negra con obras culturales políticas.ß