Bono de género en América Latina y el Caribe - Cepal

Participación laboral femenina y transición demográfica en América Latina. 3. Medición de la equidad de género en la participación económica: importancia,.
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Bono de género en América Latina y el Caribe Conceptos, metodología y aplicaciones Versión para revisión, Diciembre 2012

Ciro Martínez Gómez

Bono de género en América Latina y el Caribe Conceptos, metodología y aplicaciones Versión para revisión, Diciembre 2012

Contenido:

1. Introducción 2. Tendencias de la participación laboral femenina en América Latina -

Algunos antecedentes Participación laboral femenina y transición demográfica en América Latina

3. Medición de la equidad de género en la participación económica: importancia, avances metas. 4. Transición demográfica, cambio en la estructura de los hogares y equidad de género en la participación. 5. La medición del bono de género, aplicaciones en América Latina - El bono de género en el pasado reciente - El bono de género en las proyecciones del CELADE - Escenarios futuros para el bono de género en América Latina 6. Reflexiones finales sobre las variables de política para incentivar el incremento de la participación de la mujer en la actividad femenina. .

1. Introducción. Uno de los principales objetivos del proyecto NTA es “contribuir a una mejor formulación de las políticas de protección social mediante el análisis del impacto de las tendencias demográficas en el crecimiento económico, la sostenibilidad fiscal y la equidad”. En el marco de este objetivo se han realizado avances significativos en el análisis del impacto de las tendencias demográficas sobre el crecimiento económico en América Latina y el Caribe, principalmente a través de la identificación y cuantificación de los períodos de bono demográfico que experimentan los países de la región en su tránsito por las etapas de la transición demográfica. Por otro lado, en la región se viene observando un incremento muy significativo de la participación de la mujer en la actividad económica, que ha sido favorecida por la reducción de la fecundidad y por el cambio en el tamaño y composición de las familias. Se deriva un aumento potencial muy significativo en el aporte que ellas pueden realizar a los ingresos de sus hogares y por lo tanto al crecimiento económico y a la reducción de la pobreza. La magnitud de tal aporte es lo que denominamos bono de género. La magnitud económica del bono de género puede ser significativa. Para evaluar su impacto hacia adelante sería necesario elaborar proyecciones de población económicamente activa femenina, ya sea siguiendo las tendencias observadas en las tasas de participación femenina o estableciendo una meta para su crecimiento. En este último caso, la participación femenina se haría crecer hasta alcanzar una meta de equidad de género en la participación laboral. El análisis del bono de género apoya la argumentación sobre la importancia de la equidad de género como un elemento central en el logro del desarrollo sostenible y, por lo tanto, la necesidad de la inclusión de un enfoque de género en la formulación y aplicación de las políticas públicas. Además sustenta la necesidad de establecer políticas específicas dirigidas a igualar las oportunidades, permanencia; remuneraciones y condiciones de contratación para las mujeres en el mercado de trabajo. El presente estudio tiene por objeto contribuir al desarrollo conceptual y metodológico para la evaluación del bono de género, y realizar aplicaciones para los países de América Latina. Se busca contribuir al fortalecimiento de la capacidad de los Estados de la región para la evaluación de los impactos económicos de las tendencias demográficas, así como para la incorporación del enfoque de género en las políticas de desarrollo sostenible y de reducción de la pobreza.

2. Tendencias de la participación laboral femenina en América Latina

Algunos antecedentes. En América Latina, como en gran parte del mundo en desarrollo se viene experimentando un incremento sustancial y sostenido en las tasas de participación económica de las mujeres, lo

que ha promovido el interés por examinar los factores determinantes de esa tendencia, los impactos positivos que pueda generar sobre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza y las políticas que puedan implementarse para su estímulo y aprovechamiento. Como factor determinante principal de este impulso a la participación femenina se puede identificar el descenso de la fecundidad y una serie de cambios interrelacionados con dicho descenso, como son la reducción del tamaño y el cambio en la estructura de los hogares, el aumento del nivel educativo de las mujeres y los indudables avances de las mujeres en el logro de una mayor autonomía. En cuanto a las consecuencias del incremento de la participación laboral de las mujeres, es de suponer que el aporte que ellas realizan gracias a la obtención de ingresos adicionales en el mercado laboral se convierte en mejoras sustantivas de la calidad de vida de sus hogares y por lo tanto en el crecimiento económico y el desarrollo. Es a estos impactos positivos a los que se ha denominado “bono de género”. Como ejemplo de la importancia de los aportes de la participación laboral a la economía de los hogares, en una simulación realizada por Ros (2009) se encontró que la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo implicaba un aumento significativo del volumen total de ingresos de sus hogares; calculando que el aporte de las mujeres constituye entre el 60% y el 90% de los ingresos medios de los hombres, la supresión de tales ingresos en los hogares biparentales haría aumentar la pobreza entre un 6% y un 22% en 14 países examinados. Sin embargo, el incremento de la participación femenina puede no traducirse en una proporción directa en crecimiento económico y mejoras de las condiciones de vida de sus hogares. El impacto final logrado depende de la medida en que la mujer que participa logre vincularse efectivamente a empleos de calidad y obtener ingresos que respondan a su calificación. La baja fecundidad que predomina actualmente en gran parte de los países de América Latina, al mismo tiempo que ha incentivado la participación laboral de las mujeres, les ha permitido acceder en mayor medida al sistema educativo y permanecer en él por más tiempo. En consecuencia, las oportunidades de acceso y el retorno al capital humano incorporado debiera igualarse para hombres y mujeres. Sin embargo persisten condiciones culturales y de estructura de los mercados laborales que constituyen barreras a la vinculación laboral de calidad para las mujeres. Todavía es común que la participación laboral de las mujeres constituya un mecanismo de supervivencia de los hogares, para complementar los ingresos de los hombres frente a ciclos recesivos de la economía (trabajador añadido), mientras en los ciclos de auge la participación de la mujer se sacrifica frente al mayor salario de mercado esperado por parte de los hombres. Este y otros factores determinan una mayor precariedad del empleo al que accede la mujer, en cuanto al tipo de actividades a las que accede, su discontinuidad, menores posibilidades de ascenso e incremento de salario y menor posibilidad de realizar aportes a los sistemas de seguridad social. De allí la necesidad de diseñar políticas que estimulen la participación laboral efectiva de las mujeres y el mejoramiento de la calidad de su empleo. Tales políticas deberían estar

orientadas, entre otros objetivos, a superar las condiciones de discriminación en el mercado laboral, a realizar fuertes inversiones en el mejoramiento de la calidad de la educación para lograr una mejora sustancial del capital humano femenino, a asegurar el retorno a la educación para las mujeres, a equiparar los ingresos de hombres y mujeres en iguales condiciones de calificación y responsabilidad y a lograr un mejor balance entre los roles productivos y reproductivos en los hogares. El resultado esperado de tales políticas tendría que ser el avance hacia la equidad de género en la participación laboral femenina. En este sentido diversos estudios como los Informes de Desarrollo Humano y estadísticas de Eurostat vienen utilizando indicadores que relacionan la participación laboral de hombres y de mujeres y haciendo seguimiento al avance de los países en esta materia. En tales estudios, los países nórdicos como el caso de Noruega y Finlandia se destacan por haber alcanzado los mayores índices de equidad de género en la participación laboral. Sin duda estos indicadores son una primera etapa puesto que no incluyen una consideración de la calidad del empleo, su continuidad o su remuneración. En el presente trabajo se utilizará un indicador que avanza un poco en la consideración de la discontinuidad del empleo de la mujer al utilizar el cociente entre años de vida laboral o, en otras palabras cociente entre índices sintéticos de participación. El objetivo es realizar una medición del bono de género, definido como el impacto económico positivo del incremento futuro de la participación femenina que sería necesario realizar hasta obtener la equidad de género en la participación laboral. Se realizan y se comparan diferentes estimaciones: por un lado se proyectan las tendencias actuales de la participación de hombres y mujeres hasta un plazo dado y, por otro lado se proyectan el comportamiento que sería necesario para alcanzar la meta constituida por el nivel de equidad de género de la participación alcanzada actualmente por los países más avanzados en esta materia.

Participación laboral femenina y transición demográfica en América Latina Las tasas de participación de la mujer están creciendo de manera acelerada con relación a las tasas de participación de los hombres en la mayoría de los países de América Latina. Esto se puede verificar en la gráfica 1, donde se muestra la evolución de las tasas de participación por sexo de 13 países de los que se dispone de información de nivel nacional, proveniente de las encuestas de hogares1 para el período aproximado entre 1990 y 2009. En primer lugar, se confirma el incremento importante y más o menos generalizado de la participación de las mujeres en los países observados, mientras que la participación de los hombres aumenta mucho menos que la participación de las mujeres e incluso se presentan disminuciones en la mayoría de los países analizados, con descensos más pronunciados en Costa Rica, Colombia, Brasil, Honduras y Chile. Sólo en unos pocos países se aprecia crecimiento de la participación de los hombres, como en el caso de Honduras, Panamá y Nicaragua.

1

La información fue proporcionada por la División de Desarrollo Social de la CEPAL y proviene de las bases de datos de encuestas de hogares que compila la CEPAL.

En el panel A del gráfico, se presenta Chile, como representativo de los países que tienen transición demográfica más avanzada y antigua. Se puede apreciar cómo la tasa de participación de las mujeres aumentó de manera importante durante la década del 90 y hasta 2005, aunque de allí hasta el 2010 su ritmo de crecimiento se atenuó e incluso disminuyó levemente. Por su parte la tasa de participación de los hombres es relativamente baja, fluctúa entre 70% y 80% y desciende levemente hacia 2010. En el panel B se reúnen países con un proceso de transición más reciente y que fue muy acelerado en las décadas de 1990 y 2000. Estos países se caracterizan por tasas de participación de los hombres muy altas (alrededor de 80%) pero prácticamente constantes, mientras las tasas de participación femenina han crecido más rápido que en los países de transición más antigua, fenómeno probablemente vinculado con el ritmo más rápido del cambio demográfico, principalmente el descenso de su fecundidad, que han observado estos países. Las diferencias entre la participación masculina y femenina eran mayores que en los países de transición más antigua, pero la convergencia de la participación por sexos ha sido acelerada. En el panel C, se presenta el caso del Perú, donde se presentan tasas muy elevadas de participación laboral de las mujeres con respecto a las de los hombres, resultado que llama la atención y podría asociarse quizás con un peso importante de actividades rurales en las que la mujer participa de manera muy acentuada; o también con diferencias de aplicación e interpretación de las preguntas de actividad económica en las encuestas. En el panel D, que reúne a los países centroamericanos, menos avanzados en el proceso de transición demográfica, resaltan los bajos niveles de participación alcanzados por las mujeres (menos del 50%), así como una brecha considerable entre la participación de los hombres y la de las mujeres y una escasa convergencia. Del anterior análisis puede concluirse la existencia de una asociación más o menos clara entre el mayor avance en la transición demográfica, un mayor incremento de la participación de la mujer y una más rápida convergencia de los niveles de participación de hombres y mujeres, corroborando el papel muy importante que juega el descenso de la fecundidad como propiciadora de la mayor participación femenina.

Grafico 1. Evolución de las tasas de participación por sexo, países seleccionados de América Latina. Panel A 80 70 60 50 40

Chile hombres Chile mujeres

30 20 10 0 1985

1990

1995

2000

2005

2010

Panel B 90 Brasil hombres

80

Brasil mujeres

70

Colombia hombres

60

Colombia mujeres Costa Rica hombres

50

Costa Rica mujeres

40

México hombres

30

México mujeres

20

Panamá hombres Panamá mujeres

10

Venezuela hombres

0 1985

1990

1995

2000

2005

2010

Venezuela mujeres

Panel C 90 80 70 60 50 Perú hombres

40

Perú mujeres

30 20 10 0 1985

1990

1995

2000

2005

2010

Panel D 90 80

Guatemala hombres

70

Guatemala mujeres Honduras hombres

60

Honduras mujeres

50

Nicaragua hombres

40

Nicaragua mujeres

30

El Salvador hombres

20

El Salvador mujeres

10

Rep. Dominicana hombres

0 1985

Rep. Dominicana mujeres 1990

1995

2000

2005

2010

El mismo tipo de conclusión se deriva del cuadro 1 donde se muestra el ordenamiento de los porcentajes de cambio de las tasas de participación de hombres y mujeres en las aproximadamente dos décadas estudiadas. Aquí se incluyen datos de encuestas referidas al área urbana o las principales ciudades, para efectos de comparación. El mayor incremento de las tasas de participación femenina se observa en México (52%) y después en Venezuela, Costa Rica, Brasil, Chile, Panamá y Colombia y también en las zonas urbanas de Uruguay y Argentina. De nuevo, los países que experimentaron mayor cambio en la tasa de participación de sus mujeres son los que han avanzado más en la transición demográfica, lo que corrobora

la existencia de una asociación entre el descenso de la fecundidad y el incremento de la participación laboral de las mujeres. En el cuadro también puede apreciarse que la variación anual de las tasas de participación de las mujeres fue sistemáticamente menor en la década de 2000 que en la década de 1990, en todos los países, salvo el caso de Perú, donde puede haber un problema de la información. Incluso en Honduras, Ecuador (urbano), Bolivia (8 ciudades) y República Dominicana las tasas de participación de las mujeres volvieron a disminuir en el período más reciente. En los países con mayor avance en la transición demográfica este fenómeno podría estar relacionado con la disminución del ritmo del descenso de la fecundidad, pero en los países menos avanzados en el proceso de transición demográfica, puede representar la incidencia de factores culturales y estructurales del mercado de trabajo, situación a tener en cuenta a la hora de diseñar políticas de empleo.

Cuadro 1. América Latina, cambio porcentual de las tasas De participación por sexo 1990-2009 (aprox.) Países

Período observado

Cambio total (%)

Cambio anual (%)

Cambio anual mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Década 90 (aprox)

Década 2000 (aprox)

México

1989-2008

2.2

52.2

0.1

2.7

3.1

1.6

Venezuela

1994-2008

-0.8

38.6

-0.1

2.8

6.2

0.6

Costa Rica

1990-2009

-6.8

38.0

-0.4

2.0

2.0

1.7

Argentina (Gran BA)

1990-2009

1.4

34.7

0.1

1.8

2.5

1.0

Brasil

1990-2009

-4.9

31.2

-0.3

1.6

2.6

0.7

Chile

1990-2009

-3.9

30.1

-0.2

1.6

2.2

0.7

Uruguay (Urbano)

1990-2009

0.2

26.5

0.0

1.4

1.5

1.2

Panamá

1991-2009

5.0

26.3

0.3

1.5

1.6

1.2

Colombia

1991-2009

-5.0

23.6

-0.3

1.3

1.7

0.9

Honduras

1990-2007

-4.8

22.4

-0.3

1.3

2.5

-1.3

Ecuador (Urbano)

1990-2009

-2.3

21.2

-0.1

1.1

2.7

-0.3

Nicaragua

1993-2005

9.7

20.2

0.8

1.7

3.6

0.3

Paraguay (Asuncion y Dpto Central)

1990-2009

-3.1

17.9

-0.2

0.9

1.5

0.2

Bolivia (8 ciudades)

1989-2007

2.9

15.3

0.2

0.9

2.1

-0.6

Guatemala

2004-2006

2.6

11.1

1.3

5.6

ND

ND

El Salvador

1995-2009

-3.3

11.0

-0.2

0.8

1.6

0.4

República Dominicana

1997-2009

-7.6

6.8

-0.6

0.6

2.2

-0.6

Perú

1997-2009

-1.8

3.5

-0.1

0.3

-5.3

1.6

Fuente: Elaboración propia a partir de las bases de datos de Encuestas de Hogares de la División de Desarrollo Social de la CEPAL.

3. Medición de la equidad de género en la participación económica: importancia, avances metas. El incremento de la participación laboral femenina hace parte de un escenario amplio de logros en cuanto a la presencia de las mujeres en la vida económica, política y social de los países. El aumento de la participación de las mujeres en todos estos ámbitos ha sido adoptado como una de las bases fundamentales para el avance en la equidad, condición inherente al mejoramiento de las condiciones de vida y el desarrollo sostenible. Por lo tanto la promoción de la autonomía de las mujeres no sólo es fundamental como objetivo en sí mismo, para garantizar el ejercicio de sus derechos humanos, sino que promover la participación y el liderazgo de las mujeres en los niveles de decisión conlleva efectos positivos para la calidad de vida de toda la sociedad (Guisán, 2010). De acuerdo con la CEPAL (on line), la autonomía de la mujer contiene tres pilares fundamentales: la capacidad para generar ingresos propios y controlar activos y recursos (autonomía económica), el control sobre su propio cuerpo (autonomía física) y su plena participación en las decisiones que afectan a sus vidas y la de su colectividad, es decir autonomía en la toma de decisiones. Como puede observarse, la distribución del trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres es una de las dimensiones fundamentales para la promoción de una mayor igualdad en la distribución del trabajo remunerado y no remunerado. En consecuencia, los objetivos e indicadores de equidad de género hacen parte integral de los principales sistemas de medición y monitoreo del desarrollo mundial. Distintos indicadores de relación de participación laboral entre los sexos son usados para el efecto. El objetivo 3 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio se refiere a Promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer; entre sus indicadores está la proporción de mujeres en el empleo asalariado no agrícola (CEPAL, on line); por su parte el Índice de Desarrollo Humano del PNUD establece tres dimensiones de la desigualdad de género: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral, siendo el indicador de esta última dimensión la participación de hombres y mujeres en la fuerza laboral2; por su parte el índice de equidad género (IGE) desarrolado por Social Watch y el índice de igualdad de género de la Unión Europea (EUGE-Index), incorporan como componente básico medidas de relación de la participación económica de hombres y mujeres. Los avances logrados en equidad de género de la participación económica de los países más desarrollados son notables, pero en ningún país se ha llegado a la total igualdad en este aspecto. En el cuadro 2 se presentan los datos de tasas globales de participación económica de hombres y mujeres y la relación por cociente entre ellos, como indicador de equidad de género. Los datos provenien del Informe de Desarrollo Humano (PNUD, 2011). Se muestran los países que han alcanzado muy alto nivel en el IDH y en comparación, se presentan los datos de los países de América Latina3.

2

El índice de Desarrollo Humano también incluye un índice de Potenciación de Género, o indicador de empoderamiento de las mujeres, uno de cuyos componentes es el wrinc, cociente entre los ingresos laborales de mujeres y hombres. 3 Se incluye Jamaica, país del Caribe que pertenece al proyecto NTA.

Cuadro 2. Participación económica por sexo según el índice de equidad de género del IDH, Países con alto IDH y América Latina. TGP 2009 Países

Mujeres Hombres

Norway

63,0

71,0

Finland

57,0

64,9

Sweden

60,6

69,2

Iceland

71,7

83,1

Canada

62,7

73,0

Denmark

60,3

70,6

Barbados

65,8

78,0

Israel

51,9

62,5

Switzerland

60,6

73,7

New Zealand

61,8

75,7

Netherlands

59,5

72,9

United States

58,4

71,9

France

50,5

62,2

Portugal

56,2

69,4

Australia

58,4

72,2

Lithuania

50,2

62,1

Slovenia

52,8

65,4

Brunei Darussalam

59,7

74,8

United Kingdom

55,3

69,5

Germany

53,1

66,8

Estonia

54,8

69,0

Austria

53,2

68,1

Latvia

54,3

70,2

Belgium

46,7

60,8

Croatia

46,3

60,3

Cyprus

54,3

70,8

Luxembourg Hong Kong, China (SAR)

48,0

63,3

52,2

68,9

Slovakia

51,2

68,5

Poland

46,2

61,9

Ireland

54,4

73,0

Hungary

42,5

58,8

Czech Republic

48,8

67,6

TGP 2009 Cociente M/H 0,89 0,88 0,88 0,86 0,86 0,85 0,84 0,83 0,82 0,82 0,82 0,81 0,81 0,81 0,81 0,81 0,81 0,80 0,80 0,79 0,79 0,78 0,77 0,77 0,77 0,77 0,76 0,76 0,75 0,75 0,75 0,72 0,72

Países

Mujeres Hombres

Spain

49,1

68,5

Singapore

53,7

75,6

Korea (Republic of)

50,1

72,0

Japan

47,9

71,8

Greece

42,9

65,0

Italy

38,4

60,6

Qatar

49,9

93,0

Malta

31,6

67,5

United Arab Emirates

41,9

92,1

Bahrain

32,4

85,0

Cociente M/H 0,72 0,71 0,70 0,67 0,66 0,63 0,54 0,47 0,45 0,38

América Latina Perú

58,2

76,0

Jamaica Bolivia (Plurinational State of)

56,1

74,0

62,1

82,0

Brasil

60,1

81,9

Uruguay

53,8

75,5

Haití

57,5

82,9

Argentina

52,4

78,4

Paraguay Venezuela (Bolivarian Republic of)

57,0

86,6

51,7

80,3

Dominican Republic

50,5

79,8

Cuba

40,9

66,9

Ecuador

47,1

77,7

Nicaragua

47,1

78,4

Panama

48,4

80,7

El Salvador

45,9

76,7

Chile

41,8

73,4

Costa Rica

45,1

79,9

Guatemala

48,1

87,9

México

43,2

80,6

Colombia

40,7

77,6

Honduras

40,1

80,2

Fuente: PNUD, Indicadores de Desarrollo Humano. Informe 2011.

0,77 0,76 0,76 0,73 0,71 0,69 0,67 0,66 0,64 0,63 0,61 0,61 0,60 0,60 0,60 0,57 0,56 0,55 0,54 0,52 0,50

Noruega, Finlandia y Suecia son los países que han alcanzado una mayor equidad de género en sus mercados de trabajo, como lo indica la proporción cercana al 90% de la participación de las mujeres frente a la de los hombres. Los países nórdicos se han distinguido desde hace ya varias décadas por haber introducido medidas específicas de igualación de oportunidades para hombres y mujeres en el mercado de trabajo, tales como flexibilidad en las jornadas laborales para que ellos o ellas, a elección, puedan asumir las labores relacionadas con la crianza de los hijos. A pesar de ello, no se llega a la total equiparación de la participación. En cuanto a América Latina, sólo dos países de la región pertenecen al grupo de los países de muy alto nivel de IDH, Argentina y Chile y los restantes se encuentran en un nivel intermedio de dicho indicador. A pesar de ello, los países de América Latina tienden a tener niveles intermedios de equidad, con proporciones entre el 50% y el 77% de participación de las mujeres frente a la de los hombres. Comparando los índices de América Latina con los de los países de altísimo nivel de desarrollo humano se observa un traslape de los niveles. Varios países de América Latina que tienen un nivel de desarrollo humano alto superan los niveles de equidad de la participación de países de nivel muy alto de desarrollo humano. Por el contrario, varios de los países de índice muy alto de desarrollo humano tienen niveles bajos de equidad en participación laboral. Entre los países que ocurre esto último se destacan países europeos del Mediterráneo (España, Gracia, Italia), países de Asia (Singapur, Corea, Japón) y algunos países árabes (Katar, Emiratos Arabes Unidos y Bahrein) Esto indica que aunque se logren altos niveles en los otros indicadores de desarrollo, en algunos países persisten barreras, principalmente de orden cultural, que tienen que ver con la distribución de los roles productivos y reproductivos en la sociedad y que continúan impidiendo la total integración de la mujer en la actividad económica. Las tasas brutas de participación que se utilizan en este tipo de indicadores de equidad están afectadas por varias limitaciones. En primer lugar están afectadas por la estructura por edad de la población, por otro lado, no todas las mujeres que participan en la actividad están ocupadas y finalmente, como indicador transversal no tienen en cuenta la discontinuidad de la participación y la ocupación que puede afectar a las mujeres en distintos momento de su ciclo de vida. Un indicador más ajustado, que no está afectado por la estructura por edad y da cuenta, por lo menos parcialmente de las fluctuaciones de la participación a lo largo de la vida de las personas son los índices sintéticos de participación o años de vida activa. Los índices sintéticos de participación, similar a como se hace con la fecundidad, se calculan mediante la sumatoria de las tasas específicas de participación a las diferentes edades. Expresan el tiempo que una cohorte pasaría en actividad si durante el transcurso de su vida activa hubiera experimentado las tasas de participación por edad observadas actualmente. Los índices sintéticos de participación dan una idea más aproximada sobre el tiempo efectivo que hombres y mujeres pasan respectivamente participando en la actividad económica en el transcurso de su ciclo vital. Se propone por lo tanto utilizar el indicador Índice Sintético de Equidad de Género (ISEG) en la participación económica, consistente en el cociente de los tiempos vividos en actividad por mujeres y hombres. Es importante señalar que no es usual disponer de la información de

actividad económica por edad y sexo; para este estudio se contó con las bases de datos de las Encuestas de Hogares de América Latina para el período 1990-2009, proporcionadas por la División de Desarrollo Social de la CEPAL y bases similares para los países de Europa en el período 1998-2009, del sistema de consulta de Eurostat. En el gráfico 3 se presentan los niveles y las tendencias de los índices sintéticos de equidad de género aplicados a los países de América latina y a los países de mayor equidad de género en Europa. Del gráfico se desprenden varias observaciones interesantes. En primer lugar, la clasificación coincide a grandes rasgos con la obtenida con el cociente de las tasas brutas de participación del informe del Indice de Desarrollo Humano: los países nórdicos: Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca figuran entre los de mayores niveles de equidad de género medida con el ISEG, aunque ahora figuran también otros países como Letonia. Para todos ellos el ISEG está por encima del 90%. En cuanto a la tendencia, a pesar de los altos niveles alcanzados, todavía se observa una leve pendiente creciente, con excepción del caso Finlandia, donde el índice bajó del 95% al 92% entre 2009 y 2011. Finalmente, llama la atención la tendencia fuertemente creciente del índice en Holanda y Bélgica. El nivel alcanzado en el ISEG por Finlandia, Suecia o Noruega (alrededor de 93%) en 2011 pueden constituirse en las metas de equidad de género en la participación. Como se ha dicho, estos países poseen políticas específicas para promover el balance entre las actividades productivas y reproductivas de hombres y mujeres. Por la convergencia actual hacia ese nivel puede pensarse que existen limitaciones incluso en estos países para llegar a la igualdad en participación. En América Latina, teniendo en cuenta sólo los datos comparables, es decir los referidos al total nacional y no sólo a zonas urbanas, Perú presenta actualmente el índice más alto. Este comportamiento no parece coherente con los niveles de desarrollo y de avance en la transición demográfica, que, como se ha visto están correlacionados con el avance en la equidad de género de la participación económica. La explicación podría estar relacionada con el tipo de organización productiva de estos tres países, quizás un predominio de producción tradicional agrícola en la que la mujer desempeña un rol más activo. Fuera de estos casos, hay un ordenamiento más o menos consistente con los niveles de desarrollo y transición demográfica: Brasil con el ISEG más alto y en el otro extremo Guatemala, Nicaragua y Honduras con los niveles más bajos. También se observan casos que no concuerdan del todo con la clasificación esperada: Colombia y Venezuela con niveles relativamente elevados para lo esperado y Chile, Costa Rica y México, con índices relativamente bajos. La tendencia del ISEG para la mayoría de los países de la región es claramente creciente. La excepción es Venezuela, cuyo índice se mantiene constante hacia el final del período observado.

Gráfico 2. Índices Sintéticos de Equidad de Género en América Latina y en países Europeos seleccionados 1990-2011 1 Finland Norway Latvia

0.9

Sweden Iceland Denmark Netherlands

0.8

Germany Switzerland United Kingdom Belgium

0.7

Perú Uruguay (Urbano) Paraguay (Urbano) Brasil

0.6

Bolivia (8 ciudades) Argentina (BA) Ecuador (Urbano) Colombia

0.5

Venezuela Chile Panamá El Salvador

0.4

Costa Rica República Dominicana México Guatemala Nicaragua

0.3 1985

1990

1995

2000

2005

Fuentes: Bases de datos de Encuestas de Hogares, CEPAL. Eurostat.

2010

2015

4. Transición demográfica, cambio en la estructura de los hogares y equidad de género en la participación. El descenso de la fecundidad, los cambios en el comportamiento de nupcialidad y las transformaciones en la conformación de las familias son todos factores asociados entre sí y que tienen un gran impacto sobre las posibilidades de participación de las mujeres en la actividad económica. En las etapas plena y avanzada de la transición demográfica, por la que transcurren la mayoría de los países de América Latina, el principal cambio resultante de la dinámica demográfica es la reducción del número de niños que tienen que atender los hogares. Diversos estudios han constatado la existencia de un claro impacto positivo de la menor presencia de niños menores en los hogares, sobre la participación de las mujeres en la actividad económica (Tugores, 2007; García, Molina y Montuenga, 2007; Charry, 2003; Alvis et al., 2010; Alvear, 2011; Martínez, 2012). Esta relación se produce porque la menor carga de trabajo reproductivo les permite a las mujeres disponer de tiempo para desarrollar actividades generadoras de ingresos (Arriagada, 2004). Dado que la participación de los hombres en la actividad económica, como se señaló antes, tiende a permanecer constante y en algunos casos está disminuyendo, el incremento en la actividad económica de las mujeres se traduce directamente en un incremento en la equidad de género. Por otro lado, en los países en transición plena en que la carga de dependientes adultos mayores aún no crece de manera considerable, un indicador de la carga de trabajo reproductivo que soportan las mujeres (principalmente infantil) es la relación de dependencia de menores. Es de esperar una relación negativa entre los índices de equidad de género y la relación de dependencia infantil. Tal relación se comprueba claramente para los países de América Latina en el período 19902009 que venimos examinando (Gráfico 3). Los resultados indican que la transición demográfica en América Latina, a través de la reducción de la relación de dependencia de menores está contribuyendo directamente a un mejoramiento de la equidad de género de la participación en la actividad económica. El bono de género, entonces, no actúa sólo en el sentido de incrementar la participación sino también en un incremento de la equidad en los mercados de trabajo y de la sociedad en general.

Gráfico 3. Regresión entre el ISEG y la relación de dependencia de menores en países de América Latina, 1990-2009

0.9 0.8 0.7

ISEG

0.6 0.5 0.4

ISEG

0.3

Linear (ISEG)

0.2 0.1 0 0.0

0.2

0.4

0.6

0.8

1.0

Relación de dependencia infantil

Fuentes: CEPAL, División Desarrollo Social, Bases de datos Encuestas de Hogares. CEPAL, Observatorio demográfico No. 2, Observatorio Demográfico No. 3

5. La medición del bono de género, aplicaciones a América Latina. El concepto de bono de género se refiere al aporte potencial que pueden realizar las mujeres a los ingresos de sus hogares y por lo tanto al crecimiento económico y a la reducción de la pobreza debido al incremento significativo de su participación en la actividad económica. Como el bono demográfico, el bono de género es en gran parte resultado de la dinámica demográfica en la medida que el incremento de la participación de la mujer en la actividad económica se ha visto estimulado principalmente por la reducción de la fecundidad y por los cambios en el tamaño y composición de las familias que dicha tendencia en la fecundidad tendencia trae aparejados. Como el bono demográfico, el bono de género es una situación transitoria por cuanto en la medida en que la población envejezca, la liberación del tiempo dedicado a trabajo reproductivo por parte de las mujeres que surge como consecuencia de la presencia de menos niños en los hogares, puede verse reducida o sobrepasada por el incremento de la carga de dependientes adultos mayores, sobre todo en ausencia de un sistema público de cuidado, situación en la cual, el cuidado de los adultos mayores tiende a recaer sobre las mujeres.

Es una medida potencial por cuanto el aporte efectivo a la economía por parte de las mujeres se realiza cuando ellas logran acceder al empleo productivo y bien remunerado. Esto depende de las condiciones del mercado de trabajo, que tienden a discriminar negativamente el acceso de las mujeres, así como de características individuales como la edad, el nivel educativo alcanzado y de factores culturales que tienen que ver con la distribución de los roles productivos y reproductivos al interior de los hogares. La magnitud económica del bono de género puede ser medida de manera similar a como se mide la magnitud económica del bono demográfico, aplicando perfiles por edad de la participación efectiva en la producción (ingresos) y el consumo de la población femenina. Debido a que tales datos no están aún disponibles, el presente documento se limitará a la medición del bono de género potencial, es decir el que resulta estrictamente del aumento de las tasas de participación de las mujeres en la actividad económica. El porcentaje de cambio de la tasa de participación femenina en un período determinado constituye una primera aproximación a la estimación del bono de género. Esta medida es similar y relativamente comparable4 a una primera aproximación del bono demográfico, la que se obtiene mediante el porcentaje de cambio de la relación de dependencia demográfica en un período determinado. El ejercicio predictivo del bono de género puede realizarse de varias maneras, utilizando la información disponible: a) proyectar las tasas de participación de hombres y mujeres de acuerdo con su tendencia reciente. El bono de género será el porcentaje de cambio de la tasa de participación femenina en el período proyectado; b) proyectar alguno de los indicadores de relación entre participación femenina y participación masculina hasta alcanzar una meta de equidad de género en la participación, en algún momento del futuro. La diferencia entre la proyección por tendencia y la proyección con una meta de equidad de género indicaría la intensidad del esfuerzo de política necesario para incentivar la participación femenina. Adicionalmente, en este ejercicio se compararán las estimaciones obtenidas, con las proyecciones de participación realizadas por CELADE, en cuanto a tendencias actuales y con las metas de equidad de género en la participación.

El bono de género en el pasado reciente En el cuadro 3 se presenta la primera aproximación al cálculo del bono de género para el período reciente (décadas del 90 y 2000) con base en la información de las encuestas de

4

Para hacerlas comparables, se deberían usar las tasas refinadas de participación en la actividad económica usando el denominador que se ajuste a la relación de dependencia utilizada, por ejemplo población entre 15 y 65 años de edad. Las tasas de participación obtenidas de las bases de datos de encuestas de hogares de CEPAL son tasas brutas de participación, con denominador (PET) de 15 años y más. Las proyecciones de población económicamente activa del CELADE proporcionan tasas refinadas, con la población de 15 a 65 años en el denominador. Es necesario tener en cuenta estas limitaciones en la comparabilidad de los resultados de este documento. El refinamiento de los cálculos se hará en una etapa posterior del estudio.

hogares de 12 países de América Latina, para los cuales se ha obtenido información representativa del nivel nacional5.

Cuadro 3. Estimación del bono de género y relación con el bono demográfico en 13 países de América Latina (1990-2009) Países

Período observado de la TP femenina

Cambio (%) TBP femenina (Bono género) /a

Total Brasil Chile Colombia Costa Rica El Salvador Honduras México Nicaragua Panamá Perú República Dominicana Venezuela

1990-2009 1990-2009 1991-2009 1990-2009 1995-2009 1990-2007 1989-2008 1993-2005 1991-2009 1997-2009 1997-2009 1994-2008

31.2 30.1 23.6 38.0 11.0 22.4 52.2 20.2 26.3 3.5 6.8 38.6

Cambio porcentual de la relación de dependencia /b/c (Bono demográfico)

Anual

Total

1.6 1.6 1.3 2.0 0.8 1.3 2.7 1.7 1.5 0.3 0.6 2.8

24.0 14.7 20.4 30.6 24.3 26.3 27.7 33.8 13.5 20.9 18.4 21.0

Anual 1.2 0.7 1.0 1.5 1.2 1.3 1.4 1.7 0.7 1.0 0.9 1.1

a. TBP = PEA femenina / PET (15 Y +) b. RD = (P(