AÑO 16 N.º 175 JULIO de 2015 - International Land Coalition

15 jul. 2015 - Laureano del Castillo, Javier Alvarado,. Beatriz Salazar, Ricardo Marapi, .... del Minagri, César Sotomayor, ha apoyado con persistencia y.
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AÑO 16 N.º 175 JULIO de 2015

contenido contenido Nueva Estrategia Nacional de 3 Agricultura Familiar 20152021. Una primera mirada La continuidad de «El 6 síndrome del perro del hortelano» Nativos americanos 15 luchan por su alimentación tradicional

Publicación del Centro Peruano de Estudios Sociales

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Directora fundadora

Bertha Consiglieri (1950-2007)

Director

Fernando Eguren

Comité editorial

Laureano del Castillo, Javier Alvarado, Beatriz Salazar, Ricardo Marapi, Pedro Castillo, Miguel Pintado

Corrección/Diagramación Antonio Luya / José Rodríguez

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editorial Gestión del riesgo y cultura preventiva

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esde hace ya algún tiempo, la expresión gestión del riesgo ha sido incorporada al lenguaje común y en los documentos oficiales, para dar cuenta de las medidas preventivas que se deben adoptar para disminuir y, si es posible, neutralizar los impactos negativos de eventos climáticos extremos, como inundaciones, sequías, friajes y granizadas. No obstante, cabe preguntarnos cuán preventivas son realmente estas «medidas preventivas». Esos eventos climáticos extremos nos acompañan desde siempre. Sabemos de sobra que cada cierto número de años aparece un fenómeno de El Niño que produce lluvias excesivas con algunas consecuencias positivas —llenado de represas en la costa, poblamiento de bosques y aparición de pastos—, pero también negativas —destrucción de infraestructura, inundación de terrenos y pérdida de cosechas—. Sin embargo, sobre todo en lugares como la sierra, dicho fenómeno ocasiona sequías que afectan cultivos y ganados. Los friajes y las granizadas, por su lado, afectan la salud de la población, en especial de los niños. Es al mismo tiempo conmovedor e indignante ver imágenes de niños con escaso abrigo y vestidos solamente con ojotas en medio de un paisaje nevado y desolado, en particular en la sierra central y sur. Con la intensificación de estos eventos extremos debido al cambio climático originado por la continua elevación de la temperatura, y su impredictibilidad, los impactos serán aún mayores. Una de las consecuencias posiblemente será, en algún momento, la hambruna en estas poblaciones, por el efecto combinado de la pérdida de cosechas, la falta de ingresos y la destrucción de la infraestructura de transportes. El concepto de gestión del riesgo parece quedar estrecho ante la magnitud de las tareas por hacer, pues no se trata tan solo de informar, capacitar, mantener infraestructura y afinar los preparativos de respuesta a emergencias —todo ello es necesario, sin duda—, sino además, y sobre todo, de cambiar radicalmente nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza. Un ejemplo puede ayudarnos a ilustrar el tipo de cambio que es necesario. Cada año se realiza, durante el mes de julio, la carrera ciclística Tour de France (Vuelta a Francia). Durante tres semanas, decenas de ciclistas de distintos países recorren más de 3 000 kilómetros. Dada su fama global, todo el tour es televisado en directo y las cámaras de los helicópteros transmiten la impresionante belleza rural y urbana de Francia. En buena medida, la belleza paisajística rural, que es administrada y mantenida por el Estado y la sociedad francesas, no solo está para el deleite y la felicidad de los pobladores y los visitantes —lo cual es, de por sí, de gran importancia—, sino que tiene fines prácticos que van más allá del turismo. Así, a lo largo de las riberas de la infinidad de ríos que cruzan el país hay densas y frondosas arboledas. La existencia de esos árboles —muchos de ellos añosos— muestra que hay una permanente conciencia de la población y una activa intervención promotora y fiscalizadora del Estado que protegen esta barrera natural para evitar o minimizar los impactos de las inundaciones causadas por los desbordes de los ríos. Ellas expresan una cultura preventiva que orienta conductas permanentes, que los exime de rápidas e improvisadas respuestas ante eventos climáticos que, lejos de ser hechos inesperados, constituyen fenómenos recurrentes. Es un ejemplo del que debemos aprender. Fernando Eguren Director

LA REVISTA AGRARIA / 175

Foto Ricardo Marapi

Nueva Estrategia Nacional de Agricultura Familiar 2015-2021 Una primera mirada Fernando Eguren1

El pasado 23 de junio se aprobó la

Estrategia Nacional de Agricultura Familiar (ENAF) 2 . ¿Por qué la agricultura familiar (AF) necesita una estrategia nacional? Las razones son muchas, y de peso: a) reúne a la inmensa mayoría de unidades agropecuarias (UA) del país; b) es el principal productor de alimentos; c) es el principal empleador del mundo rural; d) participa y sustenta otras actividades económicas (comercio, minería, artesanía, etc.)3; e) en un alto porcentaje padece pobreza; f) mantiene la agrobiodiversidad; y g) es un sector que ha sido tradicionalmente marginado e «invisibilizado» por las políticas agrarias4. JULIO de 2015

Son agricultores familiares los pequeños agricultores comerciales, los campesinos y las familias de las comunidades campesinas andinas y de las comunidades nativas amazónicas.

Importancia de la ENAF: visibilizar la agricultura familiar Lo primero que debe destacarse es que la novísima ENAF reconoce la relevancia de este inmenso sector. Así, informa que el 97 % de los más de 2.2 millones de UA son de agricultores familiares, porcentaje que en algunos departamentos llega a casi el 100 % (gráfico 1), y que la AF emplea al 83 % de los

trabajadores agrícolas. Es, pues, «de vital importancia para el desarrollo del país». Asimismo, la ENAF reconoce que la agricultura familiar «también involucra una dimensión comunitaria», es decir, a las comunidades campesinas y nativas, respecto de las cuales afirma que «lejos de desaparecer... han reconfigurado sus dinámicas productivas e institucionales frente a condiciones cambiantes de desarrollo y acceso al mercado». Estas afirmaciones contradicen por completo el discurso excluyente de Alan García sobre el síndrome del perro del hortelano, e incluso muchas de las medidas del actual

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gobierno (véase la mesa redonda noticiada en este mismo número). Cabe relevar ese reconocimiento, pues, por lo general, el Estado tiende a minimizar la importancia de las comunidades y a considerarlas como sobrevivientes del pasado y enemigas de toda modernidad. Por otro lado, la ENAF considera, con acierto, que la AF es muy diversa. Así, adopta una tipología bastante aceptada en el ámbito internacional, que reconoce una agricultura familiar de subsistencia, una intermedia y una consolidada. La primera es, largamente, la más numerosa en el Perú (gráfico 2); como lo sugiere su nombre, la AF de subsistencia es económicamente la más pobre, la más dependiente del autoconsumo5, la menos educada, la más indígena y la que más apoyo requiere del Estado. Cabe resaltar, además, que la presencia de la mujer en la conducción de este tipo de AF es mayor que en la de los otros dos tipos.

Los enfoques de la ENAF: territorialidad, sostenibilidad y desarrollo humano La ENAF propone tres enfoques que deben orientar las políticas para la agricultura familiar:

desarrollo territorial, desarrollo sostenible y desarrollo humano. Estos enfoques reconocen que el agricultor familiar forma parte de un contexto socioeconómico, cultural e institucional más amplio; que la implementación de la ENAF supone coordinaciones entre los diferentes niveles de gobierno; que el tipo de agricultura que debe promover debe ser ambientalmente sostenible en el tiempo; y que la ENAF no solo debe mejorar el desempeño económico de la AF, sino generar condiciones y oportunidades para enriquecer la vida humana. Pero quizá la ENAF debería adoptar un cuarto enfoque: intersectorialidad, pues una política para la AF supone la intervención de varios ministerios (el ámbito de intervención del Minagri está limitado poco más que a la infraestructura y la producción). A pesar de su importancia, en la actualidad los agricultores familiares peruanos no tienen representantes políticos y sus organizaciones gremiales son débiles.

Los objetivos de la ENAF La ENAF recientemente aprobada persigue alcanzar tres objetivos específicos: 1) promover el acceso oportuno, equitativo

Gráfico 1. Agricultura familiar y no familiar

     

Fuente: IV Cenagro.

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y de calidad de los agricultores familiares a factores de producción, servicios y bienes públicos, así como el manejo sostenible de los recursos; 2) fortalecer la gestión de conocimientos y capacidades a fin de que se garantice la sostenibilidad de las oportunidades de desarrollo de los agricultores familiares y se reconozca el rol de las mujeres productoras en la AF; y 3) articular una institucionalidad nacional, regional y local a favor del logro de resultados de la AF.

¿La ENAF puede alcanzar sus objetivos? La pregunta es si la ENAF puede alcanzar esos objetivos. Por ejemplo, en lo que respecta al acceso a factores de producción —entre los cuales ocupa p r i m e r í s i m o lugar la tierra—, la ENAF pone su atención en la titulación. Pero sabemos que en el Perú hay una estructura bipolar de tenencia de la tierra: pocos latifundios con mucha tierra, muchos minifundios con poca tierra. El propio Estado es el que ha estimulado esa concentración de la propiedad de la tierra y lo sigue haciendo al entregar las nuevas tierras de las irrigaciones de la costa a grandes inversionistas. El Estado debe, entonces, cambiar esa política en 180 grados e incorporar a la AF como beneficiaria de esas nuevas tierras. Al respecto, una crítica a la propuesta de la ENAF es que solo se limita al saneamiento y titulación de los predios agrícolas, lo que no cambia para nada esa estructura bipolar. Respecto a la gestión de conocimientos, la ENAF es ambigua, pues mientras que, por un lado, menciona la «importancia de la recuperación y valoración LA REVISTA AGRARIA / 175

Gráfico 2. Tipología de agricultura familiar en el Perú

    



  



Fuente: IV Cenagro.

de conocimientos y tecnologías ancestrales y comunitarias», por otro, propone un modelo tecnológico basado en «insumos de alta calidad, así como el acceso a tecnologías de punta», los que suelen asociarse a la utilización intensiva de insumos industriales, opción que es cada vez más criticada porque es contaminante y agresiva con la naturaleza. La propuesta de investigación va en torno a «la tecnificación del riego, desarrollo forestal y mejoramiento genético», pero no queda para nada claro si este mejoramiento genético se refiere a la investigación del riquísimo acervo agrobiológico que existe en el Perú, del cual precisamente la AF es celosa vigilante6. En lo referido a la instituciona– lidad, la ENAF ignora al Consejo de Concertación Agraria, creado —por decreto supremo de junio de 2002— como instancia de diálogo y concertación de los gremios agrarios con los ministerios. La Conaca —y las Coraca, en el ámbito regional— ha estado inactiva durante parte del gobierno de Alan García y todo el gobierno de Ollanta Humala, y esta era una oportunidad para, reactivándola, establecer un puente estable entre las organizaciones JULIO de 2015

representativas de la agricultura familiar y el Estado. Tampoco se enfatiza la necesidad de coordinación y complementación entre las diferentes agencias del Estado, dado que la implementación de la ENAF desborda con amplitud las posibilidades y el ámbito de acción del Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri), el que debe actuar en coordinación, al menos, con los ministerios de Salud, de Educación, de Transportes y Comunicaciones, de la Producción, de la Mujer y de Desarrollo e Inclusión Social. Algunas de las consideraciones presentes en la ENAF deberían aplicarse también a la agroindustria exportadora, la que debería ser sostenible (reduciendo el uso intensivo de insumos industriales), contribuir al desarrollo territorial (no actuando como enclave) y favorecer el desarrollo humano de sus trabajadores (apenas sí cumple con una legislación laboral de baja calidad). Las limitaciones de la ENAF no deben impedir que se implemente; para ello, requiere un plan de acción y una asignación presupuestal. Pero ¿el Estado tendrá la voluntad política de darle la importancia y

los recursos que merece? Sabemos que el viceministro de Políticas del Minagri, César Sotomayor, ha apoyado con persistencia y entusiasmo la elaboración de la ENAF, pero, lamentablemente, ello no es suficiente para garantizar su implementación: se requiere la voluntad política del presidente, Ollanta Humala, y del conjunto de su gabinete —lo cual no es seguro. Pero también es fundamental la presión que puedan ejercer las organizaciones de los agricultores familiares: la Confederación Campesina del Perú (CCP), la Confederación Nacional Agraria (CNA), la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú (Femucarinap), la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro) y otras más.

Notas

1 Sociólogo. Director de La Revista Agraria y presidente del Cepes. 2 Accesible en . 3 Ver, en LRA 169, «Los agricultores también se dedican a otras actividades». . 4 Sobre la importancia de la agricultura familiar, ver F. Eguren y M. Pintado. Contribución de la agricultura familiar al sector agropecuario en el Perú. Lima: Cepes, 2015. . 5 Ver, en LRA 172, «A mayor autoconsumo, mayor tasa de desnutrición crónica infantil». . 6 En un importante informe, la FAO considera que, en vista del cambio climático y sus impactos, se debería volcar la atención hacia el estudio y el cuidado de la biodiversidad, pues de esta depende la capacidad de resiliencia del agro ante los impactos mencionados. FAO. Coping with climate change. The role of genetic resources for food and agriculture. Roma, 2015. .

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MESA REDONDA

La continuidad de «El síndrome del perro del hortelano» En

Fernando Eguren y Ricardo Marapi1

octubre de 2007, el entonces presidente, Alan García, publicó en el diario El Comercio el primero de una serie de tres artículos que serían conocidos como «El síndrome del perro del hortelano» (SPH). Allí, García fundamentó por qué los recursos naturales deberían ser transferidos de las manos de las poblaciones campesinas y nativas a las de las grandes empresas inversionistas, pues, según él, solo estas últimas estaban en la capacidad de darles el valor económico que las primeras, por incapacidad, no les podían dar. Esta serie de artículos conforma un verdadero manifiesto neoliberal, crudo y transparente, sobre quiénes, y cómo, deben aprovechar los recursos naturales en el Perú y quiénes deben ceder sus derechos a las grandes inversiones. Aunque fue publicada en 2007, su contenido ha orientado las políticas desde comienzos de la década de 1990 hasta la actualidad. En la presente mesa redonda organizada por La Revista Agraria analizamos en qué medida la orientación definida por el SPH continúa siendo —o no— un aspecto central de la política del actual gobierno de Ollanta Humala, particularmente con relación a la gestión y a los derechos sobre los recursos naturales. Participan Andrés Luna Vargas, ex secretario general y presidente de la CCP (1974-1986),

senador de la República (1985-1990), ex miembro del gabinete de asesores del Ministerio de Agricultura (20112014) y actual presidente de Conveagro Piura; Germán Alarco Tosoni, profesor e investigador de la Universidad del Pacífico, jefe del Ceplan (al inicio del gobierno de Humala) y miembro del directorio de Petroperú hasta enero de 2014; Marisa Glave Remy, socióloga, investigadora del Grupo Propuesta Ciudadana, dos veces regidora de la Municipalidad Metropolitana de Lima y militante del partido Tierra y Libertad; y Santiago Pedraglio, sociólogo, periodista, analista político, columnista del diario Perú 21 y autor de varios libros y ensayos. LRA: ¿Cuáles serían las principales manifestaciones de la continuidad del SPH? ¿Cuáles pueden ser consideradas meras continuidades de los gobiernos anteriores y cuáles «nuevos aportes»? ¿En cuánto los gobiernos regionales participan —o no— del SPH? ¿Cuál es la relación entre el SPH y el «extractivismo»? Germán Alarco: Una primera idea que destacar es que el SPH alude a un tema muy particular: la modalidad de uso del territorio. La segunda idea es que el SPH es una invención peruana para el Perú: es una aberración. Si revisamos los contextos de las reformas estructurales

Marisa Glave: «El tema de fondo es: ¿somos conscientes de que las actividades extractivas están vinculadas a recursos no renovables? Ese es un tema grave y delicado en el Perú. Si soy consciente de que el recurso se va a acabar, ¿qué condiciones estoy generando en ese territorio para una economía alternativa?».

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neoliberales, este tema no aparece en otras economías. Cuando uno revisa la literatura sobre este tema, en realidad el SPH peruano es fruto de condiciones muy particulares y que no tienen nada que ver con la lógica de lo que ocurre en otros países ni con el esquema de cómo operan los mercados en diferentes economías latinoamericanas. Por otra parte, el SPH es una forma que es contraria a los esquemas planteados desde ciertas corrientes de centro respecto al tema del extractivismo. Por ejemplo, diversos estudios plantean la necesidad de que existan instituciones económicas y políticas inclusivas, es decir, formas o medios en donde la sociedad participa en la toma de decisiones. En cambio, el SPH plantea olvidarse de las grandes mayorías que ocupan los territorios particulares del país. Este SPH significa insistir en políticas económicas extractivistas contrarias a lo que es el consenso en términos de políticas necesarias para el crecimiento económico en el ámbito internacional. Es una aberración muy peruana. Andrés Luna: Ubico el SPH en el contexto que intentó y aún  persiste en revertir la conquista democrática revolucionaria más importante de la historia republicana: la recuperación de la tierra y, también, de territorios, fruto de una larga lucha de siglos y de la reforma agraria ejecutada por el gobierno de las Fuerzas Armadas liderado por el general Juan Velasco Alvarado. En la actualidad, la mayoría de los recursos tierra y agua están en manos de campesinos, comuneros y pequeños propietarios. En la Amazonía, los poseen pueblos originarios y migrantes orilleros, principalmente. Lo que plantea el SPH es que esos y otros recursos tienen que estar al servicio de la gran inversión. «Todos los demás no tienen capacidades, LA REVISTA AGRARIA / 175

ni condiciones». Aquí hay elementos no solo de discriminación, sino también de racismo y de nuevo colonialismo. Por ello, su continuismo es grave y peligroso. El autor (Alan García) buscó, en su condición de político converso, lucir como el mejor instrumentalizador radical del modelo capitalista neoliberal, que hace crecer las desigualdades, agrede a la Madre Tierra y la soberanía nacional. Se ubicó, en su condición de presidente, de jefe de Estado, como servidor de meros intereses particulares, en contra del bien común. Marisa Glave: Acerca del significado del SPH, un análisis de la investigadora Mariel García Llorens2 plantea que no se trata de una estrategia puramente comunicativa, sino de una apuesta ideológica sobre los recursos naturales

un lado, están «los agitadores», que son los que fueron comunistas, luego proteccionistas y ahora ambientalistas; es decir, «patrioteros», «pluriculturalistas» y «terroristas antimineros». En otras palabras: «agitadores», y, en algunos casos, intelectuales que promueven la oposición al modelo extractivista. Por otro lado, están «los ignorantes» —porque así los califica el propio expresidente García—: aquella población que no sabe comprender y, por lo tanto, se presta a «caer» en las mentiras de esos agitadores. Esta lectura, que considera a este sector de la población como «borregos», ha estado presente en los últimos tres gobiernos. Pero hay un tercer punto, que es más importante. Creo que en la actualidad se ha agravado uno de los elementos del

Germán Alarco: «Diversos estudios plantean la necesidad de que existan instituciones económicas y políticas inclusivas, es decir, formas o medios donde la sociedad participa en la toma de decisiones. En cambio, este SPH plantea olvidarse de las grandes mayorías que ocupan los territorios particulares del país». y qué cosa hacer con ellos. La apuesta es por una propiedad privada individual, y hoy ese es un tema de continuidad. Actualmente, existe un debate sobre si la titulación de las comunidades campesinas y nativas debe ser colectiva o no: un tema considerado problemático. Y la lógica que se pretende plantear es que «lo mejor» sería la propiedad individual. Un segundo punto de la ideología del SPH es que plantea que los recursos naturales en el territorio se ponen en valor a través del gran capital y no a través de la asociación de pequeños productores o las comunidades. Estos temas se mantienen en el actual gobierno de Ollanta Humala. Otro elemento que propone Mariel García es que el SPH trae una lectura respecto a los actores alrededor del conflicto, la cual se mantiene en el gobierno. Por JULIO de 2015

SPH, uno relativo a la función del Estado. En los textos del expresidente García hay un ataque a la burocracia y a las trabas burocráticas; de hecho, él es el primero en hablar de los límites de la burocracia del Estado para poder avanzar. García dice que el Perú no tiene la posibilidad de tomar decisiones de manera rápida porque las leyes lo impiden. Hoy, eso se traduce en este rollo de la llamada tramitología, una palabra horrorosa que está presente en todos los medios de comunicación y en el debate que sostienen todos los economistas defensores del modelo. Entonces, para ellos, la tramitología es el Estado, que pone límites ambientales, sociales y laborales que impiden la inversión de la economía. Estos tres temas se siguen sosteniendo hoy, y, en el fondo, son una manera

fundamentalista de decir que la única manera de desarrollar y progresar en el Perú es a través de la inversión privada. Si nosotros leemos los títulos de los nuevos paquetazos económicos del gobierno de Humala, todos empiezan con la frase: «Medidas para promover la inversión...». Entonces, la legislación también es un elemento clave que analizar. Discrepo de Germán respecto a que estas características son puramente peruanas. Para muchos, el SPH es una versión peruana de la llamada «maldición de los recursos naturales», es decir, Estados rentistas, legislación al servicio de la industrias extractivas y con una lógica de evolución alrededor del capital extractivista. El SPH y esta manera de mirar a quienes se oponen al modelo extractivista como eje principal de desarrollo, también están presentes en otros países de América Latina. Santiago Pedraglio: Es importante señalar el contexto en que aparecen los artículos del SPH: un contexto no solo de crecimiento de la economía, sino de una gran autocomplacencia. El crecimiento durante esos años (que dura hasta el final de la gestión de García y el primer año de Humala) era casi la comprobación de que el modelo funcionaba. Por lo tanto, hablar en esos momentos sobre diversidad productiva, por ejemplo, hubiera estado de más. Es por eso que un planteamiento como el del actual ministro de la Producción, Piero Ghezzi, fue recibido en un inicio como una voz discordante y criticada por varios medios de comunicación y políticos, incluso del mismo gobierno. Estos artículos del SPH aparecen, entonces, en el punto más alto de la euforia del éxito del modelo neoliberal. A partir de este contexto, hay tres aspectos que considerar. Primero, hay una apuesta ideológica o programática que sí intenta ser globalizadora: el culto a lo privado y al economicismo como forma de entender las relaciones humanas y, en general, el desarrollo de un país. Esa es una mirada deformada del crecimiento. Y esta tendencia tiene una gran fuerza que

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Foto Ricardo Marapi

va más allá del Perú. La diferencia es que, en el Perú, las fuerzas que están a favor de ese tipo de crecimiento son más poderosas que en otros países de la región. Segundo, es una apuesta por un tipo de crecimiento. En los artículos del SPH está muy claro: el tema del crecimiento está vinculado no a cualquier inversión, sino a la gran inversión, y también a la concentración de la propiedad de la tierra. Eso es evidente. No es gratuito que en los últimos años se haya producido una gran concentración de la tierra que ha sido justificada como parte de la ley del mercado. Finalmente, un tercer aspecto es su carácter contrarregulador o antirregulador. Esto ha sido fortalecido en el actual gobierno. Hace unos días, un representante de la Defensoría del Pueblo alertaba que aún no se les entregaban sus títulos de propiedad a varias comunidades nativas. Es decir, mientras los demás tienen derechos plenos, a los indígenas no les otorgan dichos derechos. Germán Alarco: Agregaré dos elementos en el tema de la continuidad del SPH. Este gobierno, en alianza con la mayor parte de los sectores empresariales y mediáticos, está superando los contenidos del SPH de manera clara y notoria. Años atrás, se hablaba en voz baja sobre el tema de una reforma laboral, pero ahora es un asunto permanente. El mismo presidente del BCR, en recientes declaraciones, planteaba la necesidad de hacer una reforma de la liberalización del mercado de trabajo. Es decir, no solo tratan de regular en el tema ambiental, sino que ahora intentan desregular absolutamente todo. Años atrás, se hablaba en voz baja sobre el tema del tamaño del Estado, pero ahora es muy evidente. Se trata de que todo se realice mediante obras por impuestos, de trabajar con asociaciones público-privadas, etc. Es decir, «mientras menos, mejor»: una idea que ni siquiera el mismo García se atrevía a plantear. Respecto al tema del extractivismo, mi posición es que la extracción de los recursos naturales tiene que ser aceptada

por toda la sociedad, tanto en el ámbito local como regional, y en armonía con el medio ambiente y las generaciones futuras. El tema es cómo aprovechar estos recursos naturales, quiénes lo aprovechan y para qué. En este modelo del SPH solo aparecen los grandotes y los extranjeros, pero dichos recursos también podrían ser apropiados por otras formas y modalidades, como la asociatividad. Las divisas generadas por todos los sectores económicos, incluidos los extractivos, son esenciales para el aparato productivo y la sociedad. Los recursos deben aprovecharse, pero en armonía con el medio ambiente y la sociedad. Dadas las condiciones actuales de la economía internacional, debemos aprovechar los recursos que tenemos, pero, obviamente, sabiendo claramente quién los aprovecha y para qué. Por ejemplo, los aportes tributarios de los sectores extractivos deben aumentar en varias veces su actual valor. Andrés Luna: La visión del autor del SPH, al considerar que solo el gran capital privado puede poner en valor los recursos naturales, sin considerar sus límites, expresa un profundo desconocimiento de nuestras potencialidades permanentes. La biodiversidad con la que contamos es puesta

de lado. Se excluyen los conocimientos y el rol democrático y de hacedores de vida perdurable de nuestros pueblos. Se les arrincona y se les niegan los recursos, los servicios y las tecnologías a la pequeña y mediana producción asociada, incluyendo a nuestras históricas comunidades y a las renacientes o sobrevivientes cooperativas agrarias.  Todo esto en circunstancias de grandes cambios globales y a contracorriente de procesos en nuestra América de signo diferente, en medio de gobiernos regionales logrados por movimientos que nacen alrededor de una persona, sin dejar de resaltar que frente al SPH, ayer y hoy, existen excepciones, especialmente en los gobiernos locales. No es casualidad que sobre la base de una nueva realidad rural, en las consultas en Tambogrande, Ayabaca, Carmen de la Frontera, Pacaipampa y el valle del Tambo, hayan sido los alcaldes los que lideren procesos alternativos al SPH. Marisa Glave: Solo añadiré dos puntos. Yo no soy extractivista. No me gustan las actividades extractivas porque son agresivas con el entorno, con el territorio y con las comunidades. Y si pudiéramos no utilizarlas, sería genial. Sin embargo, LA REVISTA AGRARIA / 175

Nuestro director, Fernando Eguren, y los participantes de la mesa redonda analizan en qué medida la orientación definida por el SPH continúa siendo un aspecto central de la política del gobierno de Humala.

soy consciente de que necesitamos las divisas y que, hoy por hoy, la economía peruana no sobrevivirá si no contamos con las actividades extractivas. El tema de fondo es: ¿somos conscientes de que están vinculadas a recursos no renovables? Ese es un tema grave y delicado en el Perú. Pero parte del problema de la economía y el desarrollo en el Perú es que no tenemos una necesaria mirada de mediano y largo plazo. Si soy consciente de que el recurso se va a acabar, ¿qué condiciones estoy generando en ese territorio para una economía alternativa? Porque ya no se trata de ser un posextractivista radical, sino que debemos estar conscientes de que no se puede sacar siempre petróleo o un determinado mineral porque en algún momento se va a acabar. Entonces, ¿qué va a suceder con dicho territorio cuando ese recurso se acabe? Ni la Ley del Canon ni las industrias extractivas tienen una alternativa de desarrollo. Ese es uno de los errores más grandes y es el que genera conflictividad. ¿Cuán tributaria es la continuación del SPH al conjunto de acuerdos de libre comercio? ¿En cuánto contribuyen estos acuerdos a «blindar» el SPH? JULIO de 2015

Santiago Pedraglio: Definitivamente, los TLC te ponen un marco, pero también lo hacen la misma Constitución Política de 1993 y, en general, una clarísima hegemonía económica, política e ideológica. Los TLC funcionan como corsé, es cierto, pero no te sacan totalmente del juego. Más peligroso me parece el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) porque, en varios temas, va más allá del TLC con Estados Unidos. Estamos aquí tan amarrados, que no tenemos capacidad de movimiento. En contraste, mencionemos, por ejemplo, el caso chileno y la propuesta de reforma tributaria de la presidenta Michelle Bachelet, que ha conmovido a la derecha de ese país. Y Chile tiene la misma cantidad de TLC que tiene el Perú. Es decir, estos acuerdos no impiden que se puedan hacer reformas tributarias, de educación o de la misma Constitución, tal como planeaba hacerlo la presidenta chilena. Mi opinión sobre los TLC es que sí influyen y condicionan, pero no creo que nos hayan trazado todo el terreno y que no podamos maniobrar en ese camino. Los TLC te dejan margen de maniobra y no impiden tomar decisiones que afectan a otros ámbitos de la economía. Pero

creo que una gran condición es que exista una gran fuerza política que tenga la consistencia para poder sostener esos cambios. Esa es la clave. Si no, al primer empujón te traen abajo. Marisa Glave: Hay mucho mito respecto a los TLC. Sí plantean un modelo y exigen un libre mercado radical en muchos sentidos. Recordemos que el expresidente García intentó afectar la imagen del Congreso para poder obtener las facultades para legislar, supuestamente para implementar el TLC en el Perú. Estas fueron las causas de la llamada Ley de la selva3 y de una serie de decretos que afectaron el tema de tierras, comunidades y pueblos indígenas y que son los que desatan la masacre en Bagua. Al comienzo, decían que «en el marco de la implementación del TLC se tenían que tomar un conjunto de medidas». Pero, después del conflicto, el discurso del mismo gobierno cambia y empiezan a afirmar que nunca dijeron que los decretos tenían que ver con el TLC. Hay, pues, mucha leyenda urbana y mucho discurso respecto a las obligaciones que nos imponen los TLC, que son aprovechados por los grupos de poder en el Perú, que controlan a presidentes como García, que implementan medidas en el supuesto marco de los tratados. Allí hay un aprovechamiento del discurso que va más allá de lo que verdaderamente obligan los TLC. Por ejemplo, el TLC con Estados Unidos tiene una cláusula que prohíbe al Perú debilitar la legislación ambiental para atraer inversiones. De igual manera, el Acuerdo Comercial entre el Perú y la Unión Europea hace exactamente lo mismo. En resumen, no podemos decir que el amarre que tenemos con los TLC obligue al presidente Humala a disminuir los plazos de los estudios de impacto ambiental, o a quitarle competencia al Ministerio del Ambiente o al OEFA. Eso no tiene nada que ver con los TLC, sino con una decisión del gobierno. Germán Alarco: Los TLC han sido la excusa para fortalecer las políticas del

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SPH: un proyecto sectario, excluyente y marginador, como sus matices principales, donde todos somos unos tontos y solo hay unos iluminados: los empresarios. Respecto a los TLC, quiero destacar que sí significan una traba para ciertos sectores, por ejemplo en el TPP, para una política de salud autónoma, asequible y que brinde oportunidades para todos. Es una traba para el sector agrario porque, mientras los otros países siguen con las protecciones, nosotros hemos reducido la sobretasa para ciertos productos. Esta idea de reducir las barreras arancelarias de todo tipo va en armonía con los TLC y significa una traba para cualquier intento de política industrial. Un elemento importante es saber si existen evaluaciones de la efectividad de los TLC. Junto con la Red Peruana por una Globalización con Equidad (RedGE), hemos terminado un documento en donde comparamos tres TLC: de México, de Chile y del Perú4. Luego de examinar diversas variables económicas, observamos que las tasas de crecimiento han sido cada vez menores. En ese sentido, los TLC son negativos para sectores particulares muy importantes, así como para la política industrial y agraria. Andrés Luna: Hay que ubicar el contexto de los TLC, que forman parte del modelo mundial del libre mercado, que se echa a andar hace unas décadas. Un hecho que hay que destacar es que en el Perú se han relajado los controles por parte del Estado, para acelerar el mecanismo de la inversión y de los negociados. Y pongo juntas estas dos cosas porque me parece útil llamar la atención sobre la madera fina: de algún modo, en el TLC aparece con cierto tipo de protección, pero en la norma peruana existe poco control policial o de alguna entidad del Estado para vigilar los traslados de madera. Por ejemplo, el control termina en los puestos de control de entrada a Lima; de allí al puerto, los almacenes y el barco, ya no existe autoridad del ramo. Por eso, siguen saliendo grandes cantidades de madera fina —como caoba y cedro—, continúan devastando los bosques y aumenta la

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Andrés Luna: «La visión del autor del SPH, al considerar que solo el gran capital privado puede poner en valor los recursos naturales, sin considerar sus límites, expresa un profundo desconocimiento de nuestras potencialidades permanentes. La bíodiversidad con la que contamos es puesta de lado». presencia de extractores informales. Sostengo que esto no es casualidad, sino que va de la mano con la corrupción, de manera semejante a la dación de decretos supremos contra el patrimonio de las comunidades o a la casi desaparición de la franja de precios. Aquí funcionan las puertas giratorias de exfuncionarios que pasan a ser parte de estudios jurídicos o viceversa. ¿Qué perspectivas sociales y políticas hay de superación del SPH, más allá del discurso que sostiene que hay que superarlo? Considérese que estamos entrando a un periodo electoral. Andrés Luna: Solo fuerzas democráticas, progresistas, que sepan actuar como ciudadanos y ciudadanas, aglutinadas en una sola representación política, sin divisiones, pueden abrir la posibilidad de implementar alternativas a esta manera de aplicar el modelo neoliberal. Una primera condición necesaria es promover un acuerdo respecto a qué hacer: lo que políticamente se denomina el programa y que deriva en el plan de gobierno. Una segunda condición es que las fuerzas políticas progresistas que dicen ser una alternativa deben tener una clara política de alianzas con toda forma de representación social, económica, cultural y política existente en el país, más aún con el actual problema de la debilidad de las organizaciones nacionales. Ese es un deber que no puede ser soslayado. En relación con los recursos naturales, hay diversas alternativas. Allá, en Piura, nosotros estamos planteando que el oro que está

debajo de Tambogrande, sin ser explotado, pueda ser convertido en un instrumento financiero utilizable como garantía de líneas de financiamiento para inversiones de probada rentabilidad. Por ejemplo, es indispensable promover el valor agregado, pues no existe ninguna posibilidad de que el pequeño y mediano agricultor pueda acceder a mayores ingresos si sigue vendiendo su producción como materia prima, sometido a toda la cadena de intermediarios. Se requieren políticas que permitan acceder al fortalecimiento de la asociatividad empresarial de los pequeños productores, para darle valor agregado a lo que producimos. De esta manera, no se perderá ni un solo plátano, ni un solo mango, ni un solo limón, ni una sola menestra, ni un grano. Habremos, por fin, echado a andar otro motor para, de verdad, contar con diversificación productiva. Santiago Pedraglio: Creo, en primer lugar, que en el corto plazo no hay posibilidades de cambio. Ni siquiera con una irrupción «milagrosa» en las elecciones del próximo año, porque el problema es que dichas irrupciones no tienen la consistencia para hacer esos cambios. En segundo lugar, existe el problema de cómo impedimos que desaparezcan políticamente aquellas fuerzas que quieren que se produzca un cambio. Y eso puede producirse el próximo año debido al tipo de juego que esas fuerzas políticas han tenido en estos últimos cinco años. Varias entraron con Humala y, efectivamente, sintieron que este les dio la espalda a sus proyectos. A pesar de ello, han tenido espacio en el LA REVISTA AGRARIA / 175

juego político. Muchos han participado con cargos en el Estado y han tenido capacidad de gestión. El gran reto es impedir que dichas fuerzas desaparezcan políticamente. Un tercer punto está referido al tema del crecimiento y redistribución. Aquí es clave la promoción de las exportaciones, resguardando los altos estándares medioambientales y con un sistema tributario diferente. De manera paralela, se deben incrementar los mercados internos si realmente queremos combinar la exportación con un desarrollo más equilibrado de la economía y de la producción. Esto tiene mucho que ver con la pequeña y la mediana empresa. El Estado tiene que tomar en serio este gran sector de peruanos, que no está siendo considerado o que, simplemente, no existe para el gobierno. Finalmente, el Estado necesita tener capacidad para redistribuir, y ese es un gran tema de debate. Hay fuertes presiones para que el Estado no tenga esta capacidad redistributiva, pues para algunos sectores esto es negativo para el desarrollo de la economía del país. Y hablo de redistribución no solo de recursos, sino también del reconocimiento de derechos, que es fundamental. Germán Alarco: Coincido con Andrés: si no hay unidad entre las fuerzas de izquierda, continuaremos siendo avasallados. Es imprescindible esa unión. Los temas bandera de las fuerzas de izquierda y progresista están a la mano. Por ejemplo, la desaceleración económica ya está generando desempleo: los jóvenes de hoy, que no conocían el desempleo, ahora lo están viviendo. Actualmente, el Perú enfrenta temas como los abusos de

las empresas, las desigualdades extremas, las paupérrimas condiciones de salud, la concentración excesiva de todo, etc. Las fuerzas de izquierda necesitan un liderazgo que sepa amarrar y presentar estos temas bandera que afectan a la mayoría de la sociedad peruana. Respecto a los temas fundamentales del país, coincido con Santiago: necesitamos una perspectiva multisectorial. La minería no es el centro. Obviamente, esos sectores que pretenden presentar al país como un modelo unisectorial, excluyente y basado en las ganancias, están desbordados. Hay que pensar de manera multisectorial y discutir nuevamente el pacto social, porque aquí tal pacto no existe. Lo que hay en el Perú es lo que quieren ellos, y los demás somos los ignorantes que debemos aceptar todo. Por eso, es necesario establecer un pacto social donde todos importen y hacer que la equidad sea un tema central de cualquier propuesta. Marisa Glave: Creo que la izquierda en el Perú abandonó la construcción de un proyecto propio. Se entregó a Fujimori en 1990, a Toledo en 2001, y luego se entregó a Humala. Y en este proceso de entregarse abandonó la construcción de un proyecto propio. Esta responsabilidad hay que asumirla y darnos cuenta de que se necesita un proyecto de transformación en el país. Creo firmemente en que sí se puede hacer un proyecto popular y democrático, de cambio, de generación de derechos. Creo que hay condiciones y hay que aprovecharlas, sobre todo si queremos superar el SPH. Esto implica identificar quiénes fueron los operadores del SPH, serviles a él, y quiénes lo convirtieron en

Santiago Pedraglio: «El Estado tiene que tomar en serio este gran sector de peruanos que no está siendo considerado o que, simplemente, no existe para el gobierno. El Estado necesita tener capacidad para redistribuir, y ese es un gran tema de debate. Hay fuertes presiones para que el Estado no tenga esta capacidad redistributiva». JULIO de 2015

políticas públicas en el Perú. Y también hay que identificar quiénes se opusieron a este SPH, y con ellos hay que trabajar la unidad de la izquierda. Creo que hay grandes posibilidades de construir un proyecto. ¿Para ganar las elecciones? No lo sé. Pero sí me queda claro que si hoy no se sale a construir algo serio con autonomía y con la posibilidad de hacer un proyecto real, nos van a desaparecer en 2016, y en adelante no existirán aquellos que tengan una voz real de pensar un modelo diferente para el país. ¿Y cuáles son los temas que se deben plantear? Sobre políticas públicas hay un primer tema clarísimo: suspender el sistema de concesiones territoriales vigente en el Perú. Tenemos más del 75 % de la Amazonía concesionada, y en la sierra y la costa también existe una fuerte concesión minera, que llega a un 85 % en algunos lugares. Son concesiones ociosas que forman parte de una lógica especulativa. No tenemos un mecanismo, en el Estado, para la reversión de las concesiones. Entonces, hay que eliminar el actual sistema e incorporar, en un futuro, varios elementos importantes: la titulación de las comunidades campesinas, el reconocimiento del territorio indígena y el ordenamiento territorial. Este último era el caballito de batalla en la campaña electoral de Humala, pero luego fue abandonado. Sin ordenamiento territorial no hay manera de tener gobernanza de industrias extractivas ni de pensar un uso adecuado de los recursos naturales.

Notas

1 Sociólogo, director de LRA y presidente del Cepes. / Periodista. Editor de LRA. 2 «La construcción de la realidad según Alan García». Revista virtual Argumentos 1. Lima: IEP, mayo de 2008. . 3 La Ley de la selva en el Perú se refiere a una serie de decretos legislativos y leyes aprobados por el gobierno de Alan García en 2008, en el marco del Tratado de Libre Comercio Perú - Estados Unidos. Los polémicos decretos vulneraban el derecho a la tierra de las comunidades campesinas y nativas. 4 G. Alarco, C. Bedoya, J. Gamero y J. Llamoza. A cinco años del TLC con Estados Unidos: ¿quién va ganando? Lima: RedGE, 2015. .

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En la anterior edición de La Revista Agraria, nuestro director, Fernando Eguren, analizó el concepto de agricultura familiar y los cambios ocurridos en los últimos años en las identidades de la población rural. En este número, los antropólogos Golte y Montoya reflexionan sobre este trascendental tema.

En los últimos años han surgido, por

razones políticas, una serie de intentos de recampesinización y reintroducción de categorías étnicas en la descripción de segmentos de la población peruana. Es cierto que estas tendencias, en parte, se basan directamente en el indigenismo de principios del siglo XX y, también, en los escritos de José Carlos Mariátegui, quien recogió el discurso del sociólogo y político peruano Hildebrando Castro Pozo sobre «Nuestra comunidad indígena» (1924).

El abandono del indigenismo Las investigaciones de los años sesenta y setenta, especialmente en el «Proyecto de cambios en pueblos peruanos», organizado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Instituto de Estudios Peruanos, en su plan de investigación casi aislaban el campesinado, siguiendo la influencia de Luis E. Valcárcel, quien fundó el Instituto de Etnología de la UNMSM. Recién los estudios concretos en las comunidades de Huayopampa (Fuenzalida y otros), Pacaraos (Degregori y Golte) y Lampian (Olinda Celestino), del mismo proyecto, impusieron otra vertiente. En dichos estudios, los participantes habían dejado de lado la propuesta del proyecto organizado por José Matos Mar y William Foote Whyte y mostraban comunidades en el valle de Chancay (Huaral), con cambios históricos acentuados y relaciones importantes con las minas y la costa, y también con Lima. Lo mismo vale para el estudio de Acos (Huaral), hecho en la misma

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Habitantes del campo y la ciudad

Jürgen Golte1

región por Isabelle Lausent (Pequeña propiedad, poder y economía de mercado, Acos. IEP- IFEA, 1983), que mostró con un mayor énfasis la relación de esta comunidad con los chinos que salían de las plantaciones costeñas después de haber trabajado allí diez años. Así que a partir de mediados de los sesenta se dejaba la imagen desarrollada por el indigenismo y se escribió una serie de monografías que mostraban la inserción de las comunidades en la sociedad nacional. Las ciencias sociales de los años ochenta, especialmente después de la reforma agraria de Velasco Alvarado, se dirigían a la población urbana: la causa era la migración del campo a la ciudad, masiva a partir de los años cuarenta. Esta había borrado la separación «campo vs. ciudad», típica de la política colonial, que había encontrado un correlato ideológico en el pensamiento urbano «indigenista» y marcaba aún el pensamiento hasta los años sesenta. Sin embargo, debido a la guerra interna, había un impedimento serio para desarrollar trabajo de campo en las comunidades, salvo uno que otro, por ejemplo, el de Erdmute Alber (¿Migración o movilidad en Huayopampa? Lima: IEP, 1999), quien revisitó la comunidad de campesinos de Huayopampa y llegó a la conclusión de que resultaba imposible entender las comunidades sin su relación con los migrantes salidos de ellas a las ciudades y a la montaña.

La presencia masiva de migrantes provenientes de todas las aldeas andinas en las ciudades costeñas creó una relación real tan importante que ya en los años noventa resultaba difícil analizar a los habitantes del campo como un grupo aparte o claramente separado de las poblaciones urbanas. Ya el estudio de Alber (1999), con justa razón, hacía el llamado a los científicos sociales marcando el hecho de que campo y ciudad ya eran inseparables, que frecuentemente los habitantes del campo pasaban tiempos importantes en la ciudad, de modo que una investigación que veía «campesinos» en comunidades e investigarlos como si fueran unidades analizables separadamente parecía más que problemático. En parte de los estudios urbanos sobre relaciones campo y ciudad, esto era igualmente Sigue en la página 14 LA REVISTA AGRARIA / 175

Agricultura familiar: una categoría inútil

Rodrigo Montoya Rojas1

F ernando Eguren —director del

Cepes y de La Revista Agraria—, en su artículo «¿Campesino, indígena o agricultor familiar?» (LRA 174, junio de 2015), señala que la categoría agricultura familiar —promovida por las Naciones Unidas, que declaró 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar, y que fue asumida inmediatamente en el Perú por el Ministerio de Agricultura y Riego a través de su Estrategia Nacional de Agricultura Familiar— es «útil», «aunque conlleva riesgos». Agradezco la invitación para comentar su texto y decir que discrepo con Fernando porque se trata de una categoría propuesta para enmascarar o escamotear el problema indígena de fondo y los graves problemas creados por el neoliberalismo.

La marginación del concepto indígena La categoría familiar es tan genérica, que es común a todas las sociedades del mundo desde hace 120 000 años, cuando apareció la especie Homo sapiens, cualquiera que sea su sistema de producción. A los tecnócratas de las Naciones Unidas especializados en temas agrarios (producción, productividad, tecnología y mercados de alimentos, etc.) ya no les gusta la categoría campesino, tampoco los campesinos indígenas, ni, menos, los indígenas propiamente dichos. Con su frecuente orfandad teórica y ceguera para no ver los problemas más allá de su superespecialización, acaban de descubrir la pólvora sirviéndose de la categoría agricultura familiar. El campesino no es un individuo que trabaja y vive solo en el mundo. Tiene una familia, lo mismo que un JULIO de 2015

obrero agrícola o uno de los mil ricos que tienen más de mil millones de dólares —que representan el 1 % de la población mundial— y cualquiera de los tecnócratas de las Naciones Unidas y del Ministerio de Agricultura peruano. Los quechuas, aimaras, asháninkas y todos los indígenas de la Amazonía, de América Latina y del mundo tienen igualmente familias y trabajan con y para ellas. Pero las familias indígenas no están aisladas unas de otras; son parte de unidades sociales mayores, de comunidades, de territorios multiétnicos, multicomunales o multinacionales, en el sentido originario del concepto nación como sinónimo de un pueblo, una lengua, una cultura, una patria, una sangre (Arguedas), unos ancestros comunes, y no de un Estado nación que reduce la diversidad a un Estado, una nación inventada y deseada por el capitalismo en ascenso, una cultura, una lengua, un dios y un derecho. Admitir el concepto indígena como lo han hecho con brillo y éxito otros funcionarios de las Naciones Unidas, tanto con el Convenio 169 de la OIT como con la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas, supondría para los tecnócratas especializados en agricultura revisar toda su perspectiva teórica y reconocer que la tierra-territorio de los pueblos indígenas es, al mismo tiempo, vida, cultura, lengua, espiritualidad, fiesta, amor, alegría y política para defender la naturaleza y los bienes comunes frente a la voracidad del capitalismo. En otras palabras, supondría también admitir que lo indígena es un fenómeno social total,

tal como lo sostuvo el antropólogo Marcel Mauss en 1924, en su célebre Ensayo sobre el don. De dos cosas, una: o tenemos una perspectiva de la sociedad como una totalidad contradictoria en movimiento, o seguimos con el cuento de la sociedad como conjunto de fragmentos sin historia según los ideólogos del capitalismo (Fukuyama) o, peor aún, como un sistema en el que todo funciona, como propuso el funcionalismo a mitad del siglo XX. Desde otra aproximación, es útil e indispensable una especialización para entender mejor los fragmentos de la realidad, a condición de no perder de vista la totalidad contradictoria en movimiento. Ni el árbol ni el bosque como separados o independientes; bosque y árboles al mismo tiempo, sí. Importa menos la puerta de entrada; lo que cuenta es que por cualquiera de esas puertas tratemos de ver la realidad en su conjunto: a través de sus conflictos, moviéndose, cambiando, buscando horizontes diferentes.

Sobre categorías insostenibles e inviables Al escribir estas líneas viene a mi memoria la noción de educación rural, impuesta en el Ministerio de Educación con el no declarado Sigue en la página 14

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Viene de la página 12

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Habitantes del campo y la ciudad evidente (Adams y Golte). Claro que el aumento del narcotráfico y la minería informal en los decenios posteriores (hasta ahora) traía como consecuencia que la gente se moviera aún más entre la montaña, el campo y la ciudad. El narcotráfico era especialmente importante, ya que las ganancias de los trabajadores se transferían por redes parentales a la producción informal en las ciudades.

El regreso del indigenismo Sin embargo, en los años noventa, en las ciudades surgían movimientos que, bajo la influencia de un neoindigenismo surgido después de los festejos de los 500 años de presencia europea en las Américas, y un ambientalismo que trataba de articularse como una oposición a la presencia del capital transnacional en ambientes de explotación de los recursos del subsuelo —en especial minerales, petróleo y gas natural—, contribuyeron a que entre los intelectuales urbanos se gestara una reidentificación étnica y campesina de poblaciones rurales, así que la necesaria unión de campo y ciudad en las investigaciones desapareció. Nuevamente se buscaban «comunidades indígenas» en la costa, en la sierra y en la montaña. Agricultores minifundistas que vivían una buena parte de su vida en la montaña cocalera o en las ciudades de la costa, eran caracterizados como habitantes de comunidades indígenas o agricultores, pero de ninguna manera imbricados con las ciudades. Parece que especialmente la OIT, con su Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes, contribuyó a esta vertiente; es que parecía ser que por medio del convenio se hubiera podido frenar la expansión del capital transnacional en la explotación de materia prima del subsuelo, en especial oro, plata, cobre, petróleo y gas natural. El hecho de que se limitara la aplicación del convenio a todas las comunidades, sin embargo, frenó en algo el intento, si bien sigue latente en la organización política de la izquierda peruana en sus vertientes diversas. Claro que en ello las diferencias históricas que caracterizaban a los productores en el campo de la costa, las zonas de la sierra y la montaña no importaban, ni había mucha reflexión sobre ellas, pero sí es algo marcado que se excluía a las ciudades del ámbito de reflexión. Así que, curiosamente, hoy imperan más las categorías coloniales que conceptos derivados de la actividad real de los peruanos, que en su mayoría tienen un pie en el campo pero igualmente otro fuera de él. Campesino, indígena, agricultor y otros conceptos que se manejan continúan siendo un ingrediente fuerte de los proyectos políticos de los investigadores. Es un signo de que las poblaciones aludidas siguen siendo objeto de discursos urbanos en función de ideologías prevalecientes en la ciudad y, por lo tanto, las poblaciones campesinas y sus descendientes urbanos continúan siendo subalternas en los discursos políticos. Nota

1 Antropólogo. Investigador principal del IEP.

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Agricultura familiar: una categoría inútil propósito de desplazar a la educación intercultural bilingüe (EBI), reclamada por los pueblos indígenas y que en otro momento fue una propuesta del propio Banco Mundial. La ecuación urbano-rural fue una imagen de la sociedad europea en el viejo siglo XIX, una especie de primer dibujo que presentaba lo rural como lo no urbano. Debajo de ese paraguas no eran visibles los pueblos-naciones-culturas-lenguas-patrias y sangres. Hablar hoy de una educación rural es un arcaísmo lamentable, teóricamente insostenible y prácticamente inviable. Ocurre lo mismo con esta tristísima «agricultura familiar». En el artículo de Fernando Eguren se menciona que la categoría «agricultura familiar» «es útil en la medida en que por ser muy amplia permite orientar políticas generales hacia ese vasto universo de la población rural. Pero conlleva el riesgo de ignorar que ese universo es muy heterogéneo...». No se trata de un riesgo. Por no tomar en cuenta las enormes diferencias (la heterogeneidad) entre esas familias agrícolas, los tecnócratas de la «agricultura familiar» ignoran la realidad indígena y creen que la categoría indígena no es útil precisamente para sus proyectos globales. Estamos frente a un nuevo ejemplo de la colonialidad del saber, precisamente para no ver, no aceptar, la diversidad y tratar de reducirla, de simplificarla, para manejarla y administrarla mejor. Ocurrió lo mismo con el concepto Estado nación, creado para imponer el Estado burgués y todos sus componentes e instrumentos dentro de un nuevo orden mundial, para acabar con la heterogeneidad de la realidad humana y de cualquiera de sus sociedades. La heterogeneidad se impone porque es la realidad. Por ahí pasa uno de los saberes indígenas, originales e indispensables para entender y cambiar al Perú.

Nota

1 Antropólogo. Profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Mujeres de la tribu ojibwe.

Nativos americanos luchan por su alimentación tradicional Constanza Ocampo-Raeder1

Gracias a las películas de Hollywood,

se podría decir que el público en general está relativamente familiarizado con las atrocidades cometidas contra los pueblos indígenas de Estados Unidos. Las películas más sinceras nos presentan una imagen violenta, sanguinaria e injusta que narra cómo los pueblos indígenas fueron desplazados y, muchas veces, erradicados abiertamente por pioneros europeos que llegaban a conquistar áreas que percibían como despobladas. Sin embargo, lo que el público en general no sabe es que estos relatos —que aparentan haber ocurrido en la remota historia— aún tienen consecuencias hoy en día, consecuencias fuertes y reales para la mayoría de los pueblos indígenas de Estados Unidos.

La imposibilidad de comer Este fue el mensaje principal que quería compartir conmigo Robert Schimek, director del White Earth Land Recovery Project y miembro de la nación ojibwe de Minnesota. Sin embargo, en lugar de hablar de batallas y eventos históricos, de pérdidas de territorios, de los famosos boarding schools2 o de violaciones a tratados por el gobierno JULIO de 2015

norteamericano, Robert decidió hablarme de la imposibilidad de comer. El enfoque en la inhabilidad de comer resulta curioso, ya que los nativos norteamericanos sufren de índices de obesidad y diabetes extremadamente altos. Es más, cualquiera que no conoce del tema pensaría que estas poblaciones tienen demasiada comida y que lo que necesitan es dejar de comer. Pero a lo que se refiere el dirigente indígena es que lo que necesitan es comida nativa, comida indígena o, como le dicen ellos, comida «real» o legítima. En este sentido, Robert Schimek tiene razón, ya que los pueblos nativos han perdido el acceso a gran parte de los productos de sus dietas tradicionales, y el problema no es solo de acceso, sino que también se ha perdido el conocimiento ecológico y social de cómo encontrar y preparar estos recursos tradicionales. Para dirigentes como Robert Schimek y su colaboradora Winona LaDuke (una activista de los derechos indígenas de gran reconocimiento en Estados Unidos, que incluso llegó a ser candidata a la vicepresidencia del país hace unos años), el poder restablecer dietas tradicionales —un proceso al que llaman descolonizar la

dieta (decolonizing the diet)— es el paso más importante para restablecer su soberanía y lograr superar el trauma colectivo que han sufrido a través de la historia. La razón principal es que el cambio dietético que sufrieron los nativos norteamericanos es el efecto más insidioso del proceso de colonización que hoy en día se manifiesta a nivel individual (en la salud de las personas), pero que al mismo tiempo representa la devastación ecológica y social que sufrieron históricamente.

Promoviendo la agricultura indígena Con esto en mente, Schimek y LaDuke comenzaron a organizar una serie de conferencias con el propósito de promover la agricultura indígena entre los diferentes pueblos indígenas del país y de Canadá. La idea es compartir experiencias a nivel local y de escala pequeña, e intercambiar ideas, semillas o productos, técnicas y contactos. Este año participaron representantes de más de veinte naciones indígenas en la conferencia titulada 12th Annual Indigenous Farming Conference3, donde gran parte de las discusiones se enfocaron en técnicas de agricultura sostenible y en

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los problemas y experiencias relacionados con el proceso de descolonizar la dieta. Yo fui invitada por Robert Schimek para hablar de mi trabajo con los pueblos ese eja del departamento peruano de Madre Dios, donde documenté la complejidad ecológica y social del manejo de recursos naturales de dichas comunidades. Para Schimek, mi contribución representaba exponer un sistema agrícola y de alimentación que se mantiene mayormente descolonizado, y el poder discutir las metodologías que utilicé para su documentación.

en el procesamiento y venta de esos recursos. Por ejemplo, se habló de la inhabilidad de una de las reservaciones de procesar su propia cosecha de arroz silvestre (un arroz morado nativo de las Américas, muy nutritivo, que es la base alimenticia de la mayoría de las sociedades de las planicies del norte del país) porque existe una ley que no les permite a los bancos dar préstamos a empresas con infraestructura dentro de reservaciones indígenas. El resultado fue que un negocio que tenía gran potencial no pudo continuar dentro de los límites de la reservación. Sin embargo, también presentaron varias estrategias que se pudieron implementar y que han sido exitosas luego de superar estos retos. Un ejemplo interesante es el de

Descolonizando la dieta Uno de los puntos que compartí fue la importancia de entender y vincular los sistemas de propiedad al manejo de recursos naturales, ya que no todos los recursos que se utilizan son obtenidos o procesados por el mismo grupo de personas y en muchos casos diferentes recursos necesitan sus propias reglas de gobernación. Esto resultó de interés, pues en muchos casos los participantes de la conferencia mencionaron que los recursos se encuentran en propiedades técnicamente «comunales», pero que en Indio ojibwe cosechando arroz silvestre. realidad son sistemas de propiedad híbridos, donde ciertas reglas la mobile matanza (matanza móvil), aplican a un recurso (como los animales una especie de ceremonia portátil de casa que se encuentran en territorios que va de comunidad en comunidad asignados a familias o clanes) y otras y que les permite matar y procesar a reglas a otro recurso (como ocurre con animales sagrados, como el bisonte, los derechos al agua, lo cual impacta la de una forma culturalmente apropiada recolección comunal de arroz silvestre). y conforme a normas de sanidad del Participantes en la conferencia men- país. Otro proyecto son los mercados cionaron que muchos de los proyectos en ruedas, donde productos marcados que han tratado de lanzar se encuentran DDP (decolonized diet products) son rápidamente con problemas legales re- llevados a diferentes comunidades, en lacionados con diferentes nociones de particular a aquellas que no tienen mupertenencia que les previene acceder a cho acceso a este tipo de alimentación. recursos tradicionales. La conferencia tuvo momentos de Este tipo de problema no solo se gran optimismo y triunfo, como ocurrió remonta al acceso de recursos, sino durante los talleres de intercambio de que el legado de ciertas políticas del semillas. Allí, las familias compartiegobierno norteamericano impacta ron con entusiasmo sus semillas y las

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técnicas de cultivo y preparación de variedades heredadas y conservadas por varias generaciones. Además, hubo un banquete descolonizado preparado por el chef sioux Sean Sherman, que consistió de un delicioso guiso de choclos nativos con carne de bisonte, crepas de arroz silvestre, ensalada de plantas y moras y agua de cedro (una refrescante bebida de infusiones de hierbas y cedro que sabía a una combinación rica pero curiosa de bosque y el clóset de mi abuelita). Pero también hubo un momento de gran tristeza porque para los participantes hay más dificultades que éxitos. Durante varios talleres vi a los presentadores y al público llorar mientras hablaban de la forma en la que sus seres queridos continúan sufriendo debido a un legado histórico que continúa. En esos momentos el mensaje era claro: la única forma viable de restablecer su identidad, su bienestar, su relación con el mundo espiritual y ancestral es por medio del restablecimiento de un sistema alimenticio tradicional. Este mensaje no debe sorprender, ya que la comida es uno de los pocos vínculos que logra una conexión inmediata y profunda entre el medio ambiente, la realidad social y la salud.

Notas

1 Profesora de antropología. Carleton

College, Northfield, Minnesota.

2 Internados creados a partir de 1860

con el fin de «civilizar» a los hijos de los nativos y asimilarlos al modo de vida de los blancos americanos. Les enseñaban la importancia de la propiedad privada, de la riqueza material y de la familia nuclear monógama. La idea era borrar todo vestigio de cultura indígena, incluyendo el abandono de las comidas nativas. (Nota de LRA.) 3 . LA REVISTA AGRARIA / 175