Anteojos infantiles, un fenómeno que crece y ya atrae la ...

18 oct. 2014 - ness, el economista Richard Thaler y el profesor de derecho Cass Sunstein describen un proceso llamado “arqui- tectura de las opciones”.
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SÁBADO

Consejos para tener en cuenta Hay claves que ayudan a descubrir (y tratar) una afección b Pesquisas Los expertos locales recomiendan, en línea con el protocolo de la Academia Americana de Oftalmología, controles de agudeza visual en distintas etapas. Un screening a los pocos días de vida, otro a los seis meses, a los tres años y en el ingreso escolar. Aquí es donde se pueden detectar los vicios refractivos más comunes, como el astigmatismo, la miopía o la hipermetropía. A veces, suelen presentarse combinados.

Santi, de 4 años, tiene astigmatismo y usa sus lentes verdes las 24 horas; aunque su hermana no necesita pidió unos iguales

Hábitos

Anteojos infantiles, un fenómeno que crece y ya atrae la mirada de todos Gracias al aumento de los controles y la concientización en escuelas y familias, los lentes pasaron de estigma a nuevo objeto fetiche Viene de tapa

La mamá de Santiago recuerda el día en que le dijeron que su hijo, con tres años recién cumplidos, tenía que usar anteojos. Fue luego de un control de rutina; una consulta al oftalmólogo casi de yapa por haber acompañado a su hermana que ingresaba al preescolar y que debía presentar en la escuela un certificado de agudeza visual obligatorio. “De repente, nos enteramos de que Santi tenía astigmatismo y que tenía que usar anteojos todo el día para desarrollar la agudeza visual y que ese ojo no quedara detenido –cuenta su mamá–. Jamás hubiera pensado que Santi tenía un problema en la vista. No había tenido síntomas que nos hicieran sospechar de que algo andaba mal. Además, pensaba cómo haríamos para lograr que, apenas con tres años, usara los anteojos todo el día. No era nada grave, obvio, pero era un cambio abrupto.” Eso sí, Santiago con sus anteojos verdes lucía adorable, y la calle era la mejor prueba de eso. Piropos en cada esquina, comentarios halagadores por lo bajo y caras risueñas de las señoras cada vez que el pequeño pasaba por su lado. Estaba a

la moda, por así decirlo. Tanto que su hermana, Renata, después de la noticia, pidió de regalo unos lentes iguales a los de él. “Pero quiero que sean de verdad, no de juguete”, imploró la pequeña. Y, ante la insistencia que no cedía, los padres de Santiago (con algo de pudor) consultaron con el oftalmólogo. El especialista no dudó en recetarle unos anteojos para ella, también con lentes orgánicos y, claro, sin aumento. “Es una estrategia muy buena para motivar al chico a que use los anteojos. Y cuando hay hermanos, yo lo recomiendo –coincide la doctora Felisa Shokider, consultora del departamento de estrabismo del Hospital italiano–. Por suerte, gracias a las pesquisas visuales que hoy se hacen en forma mucho más rigurosa que hace una década, ver niños con anteojos es cada vez más habitual. Y no es que haya más casos que antes, sino que ahora se diagnostican. Poco a poco, usar anteojos deja de ser algo estigmatizante. Para los adolescentes es parte de la moda, y si los más pequeños se contagian, bienvenido.” Los exámenes actuales se ajustan al protocolo de la Academia Americana de oftalmología, que

recomienda la pesquisa al recién nacido para detectar enfermedades visuales congénitas y otras malformaciones. “La población se concientizó en estos últimos años, lo cual es muy importante porque detectar una patología en el período de plasticidad de un niño [que puede extenderse hasta los ocho años] es clave para conseguir algún éxito en el tratamiento”, agrega el doctor José Gabriel, del servicio de oftalmología del Hospital italiano. La edad bisagra Los tres años, según el experto, son una edad bisagra, ya que el paciente puede devolver una respuesta verbal y subjetiva durante el control. “Si el especialista percibe alguna dificultad, se le hace un fondo de ojo, y si existe un vicio refractivo como astigmatismo, miopía e hipermetropía, se puede corregir en ese momento con el uso de anteojos. A veces puede ser necesario ocluir un ojo [el que ve bien] durante algunas horas por día para entrenar y combatir el ojo vago o perezoso, algo que técnicamente se denomina amblopía.” Se utilizan los famosos parches, pero que –a tono con la tendencia– ya no

diEgo spivacow / aFv

lucen como los de antaño. Hay de princesas, de superhéroes y otros personajes favoritos de la infancia. igual que sucede con los armazones y colores de los anteojos, que han sido diseñados exclusivamente para los más pequeños, con materiales de silicona y lentes orgánicos, e irrompibles. Según estadísticas del gobierno porteño, que lleva adelante desde hace once años la campaña A ver qué ves, el porcentaje de niños en edad escolar con vicios refractivos es de entre el 11 y 15 por ciento. Es decir que, por lo menos uno de cada diez tiene indicado el uso de anteojos. “Ya hemos revisado unos 230.000 alumnos y recetado 40.000 anteojos gratuitos –cuenta a la nacion la doctora María Crestelo, jefa de sección del instituto oftalmológico Pedro Lagleyze–. Vamos a las escuelas, llevamos material didáctico y revisamos a todos los chicos de primer grado. Si es necesario, en el mismo día dilatamos la pupila para tener un diagnóstico inmediato. Y si necesitan anteojos, se los hacemos llegar a la escuela al mes siguiente.” Crestelo, que coordina el programa junto con la doctora Norma Cariola, coincide con sus colegas sobre el cambio de paradigma social respecto al tema. “Hay más anteojos en la niñez y se aceptan más; creo que hay mucha adhesión por parte de todos, los niños y las familias, es un salto para la calidad de vida.” La especialista señala que, además del acompañamiento de la familia, la escuela también está involucrada. “Cuando llegan los anteojos al aula para el alumno que lo necesita, la maestra aprovecha la ocasión para hablar del tema.” Los anteojos están ganando la batalla. No sólo son necesarios para lograr una correcta agudeza visual. También son trendy, y los expertos lo celebran.ß

b Síntomas Algunas de las patologías “parecen” no tener síntomas, con lo cual no es fácil darse cuenta de que el pequeño tiene un problema de visión. Es importante estar atentos a ciertas actitudes o características, como la picazón, los ojos llorosos, hinchados o el restriego permanente. Los ojos que se revolotean rápidamente de lado a lado o de arriba abajo; las pupilas con color blancuzco o grisáceo o el enrojecimiento en alguno de los ojos que persiste por varios días son algunas de las señales que merecen un control con el especialista.

b Diseños Los colores, los materiales y los diseños de anteojos y parches para niños han evolucionado en las ópticas durante los últimos años. Hay líneas de lentes, como los Miraflex, que pueden usarse desde el nacimiento y son ideales para la práctica de deportes. Además de coloridos y con distintas formas, también son flexibles, seguros y de alta tecnología.

Subculturas

Las bicis al ras del piso circulan por el conurbano El custom, una pasión de origen chicano, fue adaptado aquí por chicos de no más de 18 que arman bicicletas de diseño único Fernando Massa LA NACiON

b Terapéutico El acompañamiento terapéutico por parte de la familia es altamente recomendable. En el caso de hermanos, los especialistas también aconsejan comprar anteojos, sin aumento, al niño que no tiene problemas de visión. Si el pequeño así lo desea, es una buena forma de alentar al paciente que sí los necesita a que los use.

El utilitario se estaciona a metros de donde se instaló la comitiva que organiza la expo. Nahuel Barrientos, campera azul estilo béisbol y gorra con visera plana, baja una suerte de alfombra azul que despliega prolijamente sobre la vereda que da a Costanera Sur. Con la ayuda de su padre bajan uno a uno los tres espejos cuadrados, que alinean en diagonal sobre la alfombra. Ahora sí llegó el momento: de la parte trasera de la camioneta sacan, entre los dos, la bicicleta y la colocan ahí arriba. No es una bici cualquiera. A Nahuel, de 17, le llevó un año entero encontrar las partes y armarla: el cuadro lo encontró en un taller de Lanús, ahí cerca de donde vive; los

Estudios culturales

Cámaras de Street View: ¿el fin de la privacidad? Este desarrollo avanzó al punto de que hoy es posible encontrarse en una foto que sacó una empresa sin consentimiento Natalia Zuazo PARA LA NACioN

En 1998, a los 18 años, me mudé de La Plata a Buenos Aires. Lo que más disfruté en los primeros años fue la sensación del anonimato, me deleitaba ese parecido a estar de viaje, que viene con liberarse de miradas ajenas. ¿Dónde quedó ese placer de no ser nadie? Una parte quedó en mi recuerdo de juventud, que transforma esa sensación de libertad en algo anhelado por el paso de los años. Pero otra parte se la llevó un mundo en donde ya no podemos “ser nadie”. En los últimos años, salir a la calle sin pasar por la mirada ajena no existe más. Aun si no nos cruzamos con ningún conocido, ya no podemos evitar ser captados por otros ojos que, en forma de cámaras, nos siguen, filman y controlan. La principal razón de la universalización de la vigilancia es la prevención y lucha contra el delito. Según un informe del periodista Félix Ramallo, en 2013 los porteños convivimos con tres mil cámaras, es decir, una cada mil habitantes. Las instalan entre la Policía Metropolitana y el Ministerio de Seguridad de la Nación. El gobierno porteño centraliza todas nuestras imágenes en el Centro de Monitoreo de Barracas: allí estamos todos, paseando de la mano de alguien, discutiendo con un amigo por celular,

comiendo un alfajor y, cada tanto, también robando un quiosco o un banco. Las cámaras parecen invisibles, pero se pueden distinguir: las de la administración de Pro son las “domo” (cuelgan como gotas oscuras y graban 360 grados) y las del gobierno nacional son las típicas cámaras de visor cuadrado. Sin embargo, vivir con cámaras no es una solución comprobada, según lo demuestran estudios internacionales. Lo que es cierto es que, en el camino, perdemos cada vez más privacidad, que no es más que perder libertad. Y a veces también celebramos esa pérdida, y hasta tratamos a algunas de las aplicaciones de la vigilancia como pasatiempos colectivos. El ejemplo más reciente sucedió en las últimas semanas con el lanzamiento de Google Street View (GSV), una aplicación basada en Google Maps que permite recorrer distintos lugares del mundo con imágenes detalladas en forma de película. La herramienta ya estaba disponible en 140 ciudades, y el mes pasado se hizo pública también para Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mar del Plata, luego de filmar y recopilar sus calles (y su gente) con un camión que llevaba una cámara panorámica sobre el techo. Es lógico emocionarse encontrando la escuela de nuestra infancia, viajar por paisajes a los que nunca

El mapeo público realizado por Google llega a la puerta de cualquier casa podríamos ir o reírse de grafitis ingeniosos. La página de Facebook Street View Argento y la cuenta de Twitter @argentostreet lo demuestran: todos los días, cientos de personas envían sus descubrimientos de Street View. En ese punto, la tecnología que iguala todo al entretenimiento conlleva un problema: ¿podemos

dar like y reírnos de la misma forma de una situación o de otra? ¿Esa mujer expuesta a la explotación –o cualquiera de nosotros, sólo por caminar con una ropa extraña– no tiene también derecho a la privacidad? Allí, el problema ya no es Google, sino cómo respondemos nosotros. En el mundo multivigilado, el de-

EFE

recho a la privacidad sigue siendo nuestro. Pero con una condición: que lo reconozcamos como tal y le demos algún valor. Si no, será de otros. Como los mensajes que nos llegan al celular, como los términos y condiciones de un contrato que cambian sin avisarnos, las cámaras se fueron instalando en nuestra cuadra y en

nuestra ciudad, sin que nadie nos preguntara si queríamos. Las aceptamos, como aceptamos muchas tecnologías a cambio de sus supuestas ventajas: comodidad, ahorro de tiempo, seguridad. Pero, más allá de que estemos convencidos de que pueden servirnos para mejorar nuestra vida en alguno de estos aspectos, no existe ningún debate sobre las consecuencias que tiene haber dejado de ser anónimos. Esa discusión –que no estamos dando– es muy importante: ¿dónde quedó nuestro derecho a no ser nadie, por un momento del día, como forma primitiva de la soledad, como impulso para imaginar nuevas ideas? En su libro Nudge: Improving decisions about health, wealth, and hapiness, el economista Richard Thaler y el profesor de derecho Cass Sunstein describen un proceso llamado “arquitectura de las opciones”. En palabras sencillas, señalan que la estructura y el orden de las opciones que nos ofrecen influye enormemente en las decisiones que tomamos. Un ejemplo conocido es que los espacios de trabajo pueden pensarse para fomentar o reducir la creatividad. En otras palabras: no existen los diseños neutrales. Esto mismo pasa con las tecnologías y la vigilancia: ¿estamos pensando distinto a partir de ellas? ¿Nos estamos perdiendo de nuevas ideas al entrar en sus diseños? Es también esta idea, tal vez demasiado “filosófica” para nuestra vidas tan apuradas, otra a la cual debemos prestarle atención. ß La autora es periodista y está escribiendo el libro Guerras de Internet

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| Sábado 18 de octubre de 2014

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pedales, de una silla de ruedas, en Retiro; el asiento, ese largo y curvado, en Florencio Varela; los espejos, que van colgados de esos manubrios altos y rectos como si fueran cuernos, los consiguió en Pompeya, y las ruedas cargadas de rayos, en algún otro rincón de la ciudad. Él se encargó de pintarla, cromarla, de darle lustre y brillo. Es una lowrider en la que cualquier hiphopero chicano estaría orgulloso de andar. Es que la movida de customizar la bici llega de allá, de México y Estados Unidos, con un concepto similar a lo que se hace con los autos: bajarlos lo más posible, agregarles accesorios llamativos y ponerles un equipo de música todoterreno. Acá la adoptaron, sobre todo, chicos que no pasan los 18, la mayoría del conurbano, que suelen vivir en una casa con un gara-

en algún lugar del mundo Juana Libedinsky

Las madres fanáticas del burlesque

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NUEVA YORK

uando una amiga está a punto de dar a luz a su quinto hijo, hacerle otro baby shower más con cupcakes teñidos de celeste y ositos de peluche con camiseta del equipo de fútbol del marido porteño queda un poco demodé. En vez, a una vecina inminente madre de mellizos, un par de amigas argentinas la llevamos a un cabaret. El día elegido fue un lunes (agenda completa de actividades infantiles el resto de la semana) y el horario para el show alternativo tenía que ser antes de las siete para que la supermom no se nos quedase dormida. Siendo Nueva York, todo muy fácil de conseguir. Ocurre que el burlesque –o el neo-burlesque, como sus practicantes insisten en llamarlo— está tan de moda que hay espectáculos todos los días y con matinés accesibles para cualquier grupo demográfico. Y ya se convirtió en algo más que en una salida de la cual hablar luego en voz baja en el trabajo o la reunión de padres con

la certeza de estar escandalizando. No sólo quedó firmemente establecido dentro del panteón de la performance artística, sino que tiene también un subtexto feminista (las chicas ligeras de ropa sobre las tablas tienen cuerpos lejos del ideal de las revistas, que muestran orgullosas) y contracultural (se lo ve como un regreso al “verdadero” Nueva York que eliminó Giuliani en su cruza contra los peep-shows de Times Square y todo lo que se le pareciera). Al mismo tiempo, cuando cualquier musical de Broadway tiene entradas inaccesibles, la mayor parte de los shows de burlesque permiten ver en vivo espectáculos de canto, baile y vestuarios extravagantes por precios mucho más módicos. Y con un trago en la mano, en el mismo tipo de pequeño recinto donde también puede verse al típico concierto de grupo indie de Brooklyn. Pero a diferencia de ese tipo de espectáculo, donde las canciones evidencian que el peso del mundo está sobre los delicados hombros de los vocalistas

Nahuel Barrientos, de 17 años, exhibe en Puerto Madero su bicicleta lowrider que construyó durante un año je o un patio donde puedan armarlas y desarmarlas con las herramientas que les sacan a los padres. Andarlas, conservarlas un tiempo y largarlas por sumas que no superan los mil pesos, y volver a arrancar con otra para adaptarla según la imaginación y capacidad de cada uno. Nahuel sabe que con esa low no puede andarla por el barrio. Se la arrancarían apenas pisara la calle. La bici duerme en un rincón que le facilitó su padre en un galpón de su casa. El hobby pasa por prepararla y el disfrute por exhibirla cada vez que se arma una movida como esta que organizaron unos chicos de Merlo, del grupo On the floor bikes. “Esto tendrá acá entre ocho y diez años. Hubo otros grupos antes que hicieron lo mismo, nosotros somos como una tercera generación”, cuenta Joel Domínguez, uno de los organizadores de la expo, mientras se pasea entre las cientos de bicis que se reunieron esa tarde ahí, al fondo del dique 3, muchas para participar de las competencias del día: la más baja, la mejor pintura, la mejor llanta o el mejor audio. Y por supuesto, a la mejor bici personalizada de cada categoría. “Las lowrider son las más customizables y los triciclos van a pleno con música”, dice Joel mientras se acerca a uno de color blanco. El dueño del triciclo muestra el poder del equipo de audio que montó en la parte trasera: una batería de auto alimenta una potencia, un wooffer y dos drivers. Su teléfono celular sintoniza la música donde abunda el reggaeton y, especialmente, el dubstep, un estilo de música electrónica bien chillón y con muchos agudos. Porque más que un estilo de música, lo que predominan son los temas con agudos. No es raro entonces ver bicis con hasta cinco drivers en forma de corneta alrededor del asiento. Más allá se reúnen los chicos de Glamour Bikes, que se vinieron pedaleando desde Bernal en sus piste-

en pantalones chupín, en el burlesque hay humor. Del tipo de humor que aún tras un largo día en la oficina se puede entender. El monólogo de la maestra de ceremonias recientemente fue sobre las sofisticadas lecciones que una chica liberada puede tomar de la forma en la que Miss Piggy persigue a la rana Renée en Los Muppets. Y en el infaltable striptease, el énfasis está puesto mucho más en el tease, o la picardía, que en el strip. De hecho, las chicas terminan el número con bombachas mucho (muchísimo) más grandes que las que se venden en cualquier tienda de Victoria’s Secret y con la parte superior del cuerpo cubierta con algún elemento cómico que hace a la historia que se narra. Lo que los analistas culturales subrayan es que cuando el sexo plástico, perfecto y producido en masa es tan accesible en la televisión y los medios digitales, este regreso a una vieja tradición más sensual y llena de las imperfecciones humanas es totalmente comprensible. De cualquier manera, en Coney island, el balneario más masivo e históricamente freak de la costa de Nueva York, donde estos shows primero se importaban de la República de Weimar y se modificaban para darles su impronta típicamente americana, los espectáculos son aún menos estilizados que en Manhattan y es donde realmente se experimenta en el género. La próxima temporada, con nuestra amiga ya madre de familia numerosa, allí estaremos aplaudiendo a rabiar.ß

Cinco modelos de bicis personalizadas

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Bacha al piso Es la versión más estrafalaria: horquilla americana, pedales dentro del cuadro y el tubo inferior bien a ras del suelo

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Triciclo Son bicicletas de tres ruedas que en la parte de atrás llevan equipos de música

Lowrider Inspiradas en las Schwinn americanas, son las bicicletas que más se customizan

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Chopper Son modelos bajos que, con la horquilla larga, emulan a las motos choperas

Pisterita A un cuadro de playera, le ponen una rueda delantera de un rodado más chico y guardabarro de moto

ideas y personas Julieta Sopeña

Para los que todavía apuestan al “sí, quiero”

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engo un fetiche cada vez que agarro un libro nuevo, ya sea recostada en mi cómodo sillón o de paso por una librería: voy antes que nada a la última página (sin contar el epílogo) y reparo en la última palabra. Es muy divertido el ejercicio: le permite a uno fantasear sobre el tono de tal o cual pluma antes de ser develado en la lectura. Con la palabra “futuro” concluye El Misterio del capital, de Hernando de Soto. “Marketing” utilizaron Gilles Lipovetsky y Elyette Roux para El lujo eterno y “belleza”, Milan Kundera para La inmortalidad, mientras que Gabriel García Márquez, a su turno, eligió “tierra” como punto final de su querido Cien años de soledad. Seguiría enumerando ejemplos por horas. Pero elegí detenerme en Sí, quiero, el último libro de Florencia Canale y Dany Mañas, que optaron por un sencillo vocablo: “celebrar”. A esta altura se podrán imaginar de qué trata el argumento: es una recopilación de los matrimonios más emblemáticos que se consumaron en el Registro Civil de

la ciudad de Buenos Aires. A lo largo de veinte capítulos, los autores reconstruyen deliciosas historias de amor como la de Carlos Pellegrini y Carolina Lagos, Natalio Botana y Salvadora Medina Onrubia o Susana Giménez y Huberto Roviralta, entre otras, con picardía y gran nivel de investigación. ¿Sabía usted, por ejemplo, que el bailarín ruso Vaslav Nijinsky se casó en Buenos Aires con Rómola de Pulszky? ¿Que Palito Ortega y Evangelina Salazar llevan 47 años juntos? ¿Y que el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry conoció a Consuelo Suncín en nuestra capital, la llevó al Registro Civil a las pocas semanas y una vez ahí se puso a llorar tanto que ella misma decidió abandonar la operación in situ? “Son todos personajes de los cuales conocemos mucho de su vida pública. Pero hacerlos permeables al amor es extraordinario”, explicó Mañas, durante la presentación del libro. Allí estaba él, impecable con su corbata a corazones rojos, sentado al lado de Canale,

patricio pidal / aFv

ritas, que no son otra cosa que playeras con una rueda delantera de un rodado más chico y con guardabarro de moto. “Esta me la regalaron mis viejos cuando era más chico –dice Julián Guardiola, de 15–. Cuando falleció mi viejo decidí desarmarla y volver a armarla de cero en honor a él. Mi vieja se calienta cuando gasto mucha plata, pero igual me apoya porque es un vicio sano.” Nahuel Gómez se vino desde Virreyes en su chopper, una bici bastante al suelo, con la horquilla larga, tirada hacia adelante emulando las motos choperas. Se acerca a la low del otro Nahuel y le dice: “¿Quién la hizo, vos? ¡Te felicito, loco!” Hace tres años que se metió en la movida. Fue culpa de un amigo que llegó a su casa con el modelo más estrafalario de las bicis personalizadas, la bacha al piso, el extremo del tuneo de bicis donde la lógica de armado es que esté lo más a ras del piso que se pueda: pedales dentro del cuadro, bielas de rodado 12, horquilla americana, tubo inferior paralelo al suelo y la rueda delantera mirando al cielo. Lo confiesa: no es cómoda, de hecho cuanto más baja, más inandable. Las piernas van tan estiradas que hacen doler las rodillas. Pero cuando su amigo la bajó de la entrada de su casa, que es bien empinada, se enamoró de ese crujido que hace al rozar contra el piso. En los últimos tres años tuvo unas seis o siete, que conservaba unos tres meses y las largaba. Su padre le limpió un cuarto en el fondo de la casa y le regaló una soldadora. A la semana, Nahuel ya había colgado de la pared varios cuadros. “Hoy ya me doy maña con cualquier cosa –dice–. Es hermoso armarlas, y después mirarla y decir ey, esto lo hice yo.” También sabe que a su edad, los 18, la mayoría se pasa a la moto o el auto. Para muchos lo más importante del tuneo es llamar la atención. Él, en cambio, ya se dio cuenta de que lo suyo es amor por las bicis.ß

en el Registro Civil de la calle Uruguay. ¿En dónde si no? “Porque escribir esto juntos también fue un matrimonio” bromeó ella. El encuentro transcurrió entre risas y emociones. Mañas, de hecho, lagrimeó cuando se refirió a Amalia Lacroze de Fortabat (“Yo trabajaba en un hotel en Mar del Plata y ella me dejaba propinas de 100 pesos. Después terminé escribiendo sobre su historia de amor”). Augusto Rodríguez Larreta – quien fue uno de los grandes impulsores de este proyecto– advirtió que “la línea de vida transcurre en esta institución: uno nace, se casa y también se muere en el Registro Civil”. Otro momento conmovedor fue cuando Berta Szpindler de Borensztein tomó la palabra: “Me fugué de mi casa para casarme con Tato. Mis padres no lo aprobaban para nada. Decían que un artista tenía que casarse con otro artista. Ni siquiera vinieron al Registro Civil. Pero yo volvería a hacerlo”. También estaban en primera fila Ernesto Larresse y Alejandro Vannelli, protagonistas de un “sí, quiero” que hizo historia. “Quisimos escribir sobre el primer matrimonio igualitario porque fueron militantes en esta lucha. Y no lo hicieron como una cosa frívola y romántica, sino que trabajaron dos años en este proyecto para ayudar a otra gente”, explicó la dupla escritora. En fin, que éstas y muchas otras historias más suceden día a día, en el Registro Civil. Y ahora, en un libro. Entonces, nunca mejor la elección de esa última palabra: ¡celebremos!ß