Amir Valle: “Cuba necesita cambios profundos”

28 dic. 2008 - ¿Es la ironía la única vía de escape para ... –Si no es la única vía, es quizá una de las .... tenemos una dictadura férrea, una población.
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ENFOQUES

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Domingo 28 de diciembre de 2008

Revolución Cubana | 50 años | Eloy Gutiérrez Menoyo, ex comandante y líder de Cambio Cubano |

“Hay que reinventar la revolución” Fue el primer comandante guerrillero en entrar en La Habana tras la caída de Batista y dos años después abandonó la isla enfrentado con el castrismo. Al regresar, estuvo 22 años preso, se exilió en Miami y volvió a Cuba hace cinco años. Desde allí, este opositor atípico dialogó con LA NACION

En ambos extremos, Ernesto “Che” Guevara y Gutiérrez Menoyo en Las Villas, Cuba, en 1958

Gutiérrez Menoyo, durante un encuentro con Castro en La Habana, en 1995 EFE

CESAR GONZALEZ-CALERO LA NACION

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on su porte desgalichado y sólo 25 años a la espalda, Eloy Gutiérrez Menoyo (Madrid, 1934) fue el primer comandante guerrillero en entrar en La Habana aquel 1 de enero de 1959, antes incluso que el Che Guevara y Camilo Cienfuegos. El joven Menoyo se había batido el cobre contra la dictadura de Fulgencio Batista en las escarpadas sierras del Escambray, al mando del Segundo Frente Nacional, una milicia de 3000 hombres, similar a la de los barbudos de la Sierra Maestra. Menoyo, que llegó a Cuba de la mano de sus padres en 1948, cuando sólo contaba 14 años, aprendió las artes de la guerra de su hermano mayor, Carlos, ex combatiente de la Guerra Civil Española y de la resistencia francesa y considerado “mártir” de la revolución cubana tras morir en el malogrado asalto al palacio presidencial de Batista, en marzo de 1957. Desencantado con el rumbo totalitario del proceso revolucionario, Menoyo se exilió en Florida en 1961, donde se unió al grupo anticastrista Alpha 66. Unos años más tarde regresó a Cuba con el objetivo de derrocar, infructuosamente, como se ve, a Fidel Castro, que lo apresó y lo condenó a 30 años de cárcel. En 1986, gracias a las gestiones del entonces presidente español Felipe González, fue liberado, después de haber pasado 22 años en prisión. Rebelde infatigable, en los años noventa fundó en Miami Cambio Cubano, una organización a contracorriente de la línea dura del exilio, que defiende el diálogo entre Estados Unidos y Cuba y se opone al embargo. En agosto de 2003, Menoyo se instaló de nuevo en La Habana

para reclamar un espacio político que, hasta el día de hoy, el régimen le sigue negando. Rara avis de la política, en Miami lo miran de reojo y en La Habana no le quitan la vista de encima. En conversación telefónica con LA NACION desde su domicilio habanero, Menoyo se muestra escéptico sobre una apertura política en la isla mientras los hermanos Castro continúen en el poder. “Lo que hace falta es reinventar la revolución”, señala. Una revolución en cuyo triunfo él también tuvo mucho que ver. Desde las montañas del Escambray (en el sur de la isla) liberó la ciudad de Trinidad y le pisó los talones a Batista al entrar en la capital cubana sólo unas horas después de que huyera el dictador. “La gente me preguntaba en las calles si yo era el comandante Gutiérrez Menoyo, y yo les decía que Menoyo venía en el último jeep de la caravana. De esa forma, yo podía seguir hacia delante. Lo único que quería era ver a mi familia, a mi madre.” De aquellos históricos días, Menoyo recuerda que su grupo respetó los acuerdos firmados con el Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro: “Yo había firmado el pacto del Pedrero con el Che Guevara, por el que ninguno de los dos supeditábamos nuestras tropas al otro. Al entrar en la capital, nosotros no tomamos ninguna instalación militar. Pude haber tomado La Habana entera y no lo hice, por ingenuo. Fue un error que arrastré toda mi vida”. Sobre la figura del guerrillero argentino, Menoyo cree que se ha sobredimensionado por su trágica desaparición: “El Che que yo conocí no es el mismo que el personaje que ha pasado a la historia. Yo lo veía como un individuo sencillo. No guardo un mal recuer-

Hoy sólo tenemos una dictadura férrea, una población domesticada, con trabajadores sometidos que no se lanzan a protestar porque no saben cómo hacerlo

borraron de la historia. Después intenté abrir un foco guerrillero y caí preso”. En 1995, Menoyo logró entrevistarse con Fidel Castro en su primera visita a la isla desde su salida de prisión, convirtiéndose en el único opositor al que ha recibido el ex presidente cubano. “Le dije que diera libertades al país, que volviera a esa revolución tan cubana como las palmas. Y Fidel, al que no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, me contestó que los Estados Unidos le impedían volver a esa revolución”.

do de él y tampoco creo que las cosas que supuestamente él escribió sobre mí fueran de su autoría [se refiere al libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, donde el Che se ceba con Menoyo, calificándolo de corrupto y arribista]”. Aunque al recordar la famosa batalla de Santa Clara, en la que los hombres del Che lograron neutralizar un tren blindado atestado de soldados que había enviado Batista, Menoyo tiene una versión de los hechos que no deja muy bien parado a Guevara: “Lo del tren blindado es un mito. Primero me lo ofrecieron a mí [los batistianos] y por ingenuidad lo rechacé. No imaginé que estuvieran dispuestos a entregarlo por dinero. Después, el Che y los de la Sierra Maestra aceptaron el trato y pagaron un dinero a cambio”. La alianza de Castro con la Unión Soviética lo llevó, asegura, a rebelarse de nuevo: “Los que habíamos luchado por un orden constitucional empezamos a ser vigilados y no nos quedó más remedio que irnos. Yo era un demócrata y cuando me fui del país me

Fidel sigue al mando Para el dirigente de Cambio Cubano, Fidel Castro continúa, a pesar de su enfermedad, llevando las riendas del país: “Fidel es el que obstaculiza todo cambio en Cuba. Si Raúl pudiera, haría algunas reformas, pero Fidel le impide dar esos pasos hacia la apertura. No tengo ninguna duda de que Fidel sigue al mando, interviniendo en todo”. Cinco años después de haber regresado a La Habana, Menoyo continúa en un limbo jurídico. Pero no pierde el sentido del humor, la locuacidad ni la esperanza (“soy un ente político”). Casi ciego (perdió un ojo por cortesía de sus carceleros y el otro se lo dañó en un accidente doméstico), cree que es hora ya de cambiar el sistema de partido único vigente en Cuba: “Es sencillamente aburridísimo tener este modelo durante medio siglo”, señala. Al régimen, sostiene, no le queda más remedio que impulsar cambios: “Cuba requiere una nueva revolución, hay que reinventarla, porque la otra se paralizó hace muchos años”. Al hablar de esa transformación política de la revolución en un régimen de partido único,

aflora el Menoyo más corrosivo: “Hoy sólo tenemos una dictadura férrea, una población domesticada, con trabajadores sometidos que no se lanzan a protestar porque no saben cómo hacerlo. Han crecido dentro de una dictadura. El resultado es un país dominado por la corrupción, donde todo el mundo vive para robar y se han perdido todos los principios morales por los que luchamos”. El opositor hispano-cubano, que ha mantenido siempre una actitud crítica con la beligerancia de Washington hacia Cuba, confía en que el presidente electo, Barack Obama, cumpla su promesa de eliminar las restricciones a los viajes y al envío de remesas (aprobadas por George W. Bush en 2004). “Yo apoyo a Obama. Además, peor que Bush no podrá ser. Nadie puede ser peor que Bush.” Según Menoyo, a Raúl Castro le interesa la distensión con EE.UU.: “Otra cosa es que esa política errónea del embargo le haya venido muy bien al régimen”. Para este opositor atípico, lo ideal sería levantar “todos” los bloqueos: “El externo, injusto e injerencista de Washington, y el interno, que afecta a la libertad, a la cultura, a los salarios…”. Esos vientos de cambio, de diálogo, de acercamiento, parecen soplar ya en un exilio que, en un giro histórico de tendencia, estaría a favor de la derogación del embargo, según una reciente encuesta realizada por la Universidad de Florida. Menoyo cree que ese sentimiento es mayoritario desde hace tiempo. Pero, advierte, “también hay una extrema derecha con una enorme influencia”. Y en ese tira y afloja entre el sector más recalcitrante y las nuevas generaciones, Obama será, según Menoyo, trascendental. © LA NACION

| Nacidos después del 59 |

Teresa Dovalpage: “Hoy tengo alergia a la política”

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inalista en 2006 del prestigioso Premio Herralde con su novela Muerte de un murciano en La Habana, Teresa Dovalpage (La Habana, 1966) se fue de Cuba en 1996. Desde hace un tiempo reside en Taos, un pueblito del desierto de Nuevo México. Esta cubana atípica (ni baila salsa ni toma café) asegura que nunca publicó una línea mientras vivió en la isla. De los avatares cubanos se informa gracias a su familia, aunque las conversaciones telefónicas con su madre suelen girar en torno a las necesidades más perentorias: “Se rompió el motor del agua… Vinieron los tomates al puesto…”. O sea, sobre la vida misma en La Habana. –El humor es una constante en su obra. ¿Es la ironía la única vía de escape para los cubanos que viven en la isla? –Si no es la única vía, es quizá una de las más efectivas. Y de las menos peligrosas. Por eso proliferan los versitos chuscos que circulan sotto voce. Los chistes sobre el de la barba y el que no la tiene, los juegos de palabras… Por contar un chiste es difícil que lleven a alguien a la cárcel, pero el que se involucra en acciones más serias, como volverse periodista o bibliotecario independiente, se expone a represalias. –¿Qué le sugiere la expresión “revolución cubana” ahora que se cumplen 50 años? –Ha perdido su sentido original, al menos para mucha gente de mi generación. En mi caso, está archivada en el mismo recoveco cerebral donde se encuentran todos los lemas que repetíamos en la escuela: “Patria o Muerte”, “Socialismo o Muerte”, “Vencer o Morir”… Todos tienen un tufillo necrófilo. Quizás a consecuencia de haberme criado en un ambiente donde hasta el aire que se respiraba estaba politizado, desarrollé una alergia a la política

y a los partidos políticos de cualquier pelaje que sean. Y que no me hablen de los discursos... Cuando prendo la televisión y veo a un señor disertando y moviendo el dedito índice [como solía hacer Fidel], la apago a toda velocidad y me pongo a hacer algo constructivo. –¿Qué le contaban sus padres sobre aquel enero del 59? –Todo lo que me contó mi madre es: “Una mañana nos despertamos y la gente empezó a decir que Batista se había largado. Pero nosotros, ni fu ni fa. En esta casa no nos metíamos en política hasta que la política se nos metió por la ventana”. –¿Y alguna vivencia suya en esa infancia que transcurría ya en plena institucionalización del régimen? –Me estoy acordando de una clase en segundo grado. Una maestra, en la más curiosa lección de ateísmo práctico que he visto en mi vida, nos mandó que le pidiéramos a Dios pasteles de guayaba. Cada alumno, a su modo, hizo la petición. Nada. Ni pasteles ni guayabitas del pinar. Después nos orientó, verbo muy de moda en aquellos años, para que se los pidiéramos a Fidel. Así lo hicimos, en revolucionario coro. Y el conserje se apareció ipso facto con una caja de pasteles para la merienda. ¡Plop! –¿Cree usted que la Cuba de Raúl Castro será distinta a la de su hermano Fidel? –Mi opinión es que se tratará del mismo can con diferente gargantilla. –¿Cree que los avances notables en educación y salud compensan la falta de libertades? –Permítame citar una frase del escritor cubano Alexis Romay: “¿De qué sirve educar a las masas para luego prohibirles los libros?” C.G.C. © LA NACION

Amir Valle: “Cuba necesita cambios profundos”

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scritor y periodista, Amir Valle (Guantánamo, 1967), es uno de los nuevos valores literarios de Cuba. Autor de una veintena de libros y premiado en América latina y en Europa, Valle se ha destacado en el género de la novela negra, con títulos como Las puertas de la noche y Si Cristo te desnuda. Su libro Jineteras, en el que refleja el sórdido mundo de las prostitutas habaneras, se alzó con el premio Internacional Rodolfo Walsh 2007. En 2005, tras un viaje a España, el régimen cubano le prohibió que regresara a la isla. Desde entonces, reside en Berlín. –En su libro Jineteras describe el nuevo burdel que ha aflorado en la isla. ¿Dónde quedaron los principios morales de la revolución? –Primero habría que preguntarse dónde quedó aquella revolución por la que dieron sus vidas miles de cubanos; por qué Fidel Castro y sus hombres convirtieron un proyecto liberador en una dictadura. Cuando el totalitarismo soviético impuso sus reglas en la isla, la Revolución perdió todos sus valores. Por ello, nadie debe asombrarse de que la prostitución, que Fidel dijo que sería borrada de la isla, renaciera con tanta fuerza. –Otro de sus libros, Las palabras y los muertos, gira en torno a la figura de Fidel Castro. ¿Cuál es su percepción del personaje? –Fidel Castro es uno de los hombres más consecuentes que conozco. Siempre ha logrado que el entorno se moviera de acuerdo a sus intereses. Eso hizo con la revolución cubana. Me preocupa mucho la ceguera con la que mucha gente en el mundo sigue viendo a Castro como si acabara de bajar de la Sierra Maestra. –Usted reside en Alemania desde 2005.

¿Considera posible regresar a Cuba? –Yo fui desterrado de Cuba. Aprovechando uno de mis viajes a España, el gobierno decidió no dejarme regresar. Según han dicho algunos funcionarios de la isla, mis ideas como intelectual independiente eran demasiado peligrosas por el respeto que me he ganado entre los intelectuales de mi país. Digamos que temían que contagiara a los demás. Le he escrito cartas al gobierno cubano, que nunca han sido respondidas, exigiendo mi derecho a entrar y salir de mi país. –¿Cómo ve la relación de algunos intelectuales de renombre, como Gabriel García Márquez, con el régimen? –He escuchado a García Márquez protestar cuando España impuso el visado a los colombianos, pero jamás he escuchado que se hubiera pronunciado en contra de las limitaciones migratorias a los cubanos. Es una pena que esos intelectuales que apoyan al gobierno cubano no se den cuenta de que son piezas en un asqueroso juego de propaganda política internacional. –¿Cree que el gobierno de Raúl Castro propiciará algún cambio? –La ingenuidad de la gente me alarma: recuerdo los alaridos de esperanza por los maquillajes que Raúl permitió (celulares, computadoras, hoteles). ¿No se dan cuenta de la burla? Cuba necesita cambios profundos: que nos dejen crear riqueza con nuestra iniciativa personal; que pensar distinto no sea un delito; que se respeten los derechos de asociación y expresión; que el Partido Comunista no sea el monopolista que controla todas las instituciones; que los cubanos puedan entrar y salir sin trabas. C.G.C. © LA NACION