TEOLOGÍA 1 UNIDAD IV: LOS ÁNGELES
Ahora estudiaremos el tratado de Dios Creador examinando los principales problemas que plantea la creación en general y luego los seres creados 1.- La Creación en general: 1.1. El hecho de la creación: En la exposición del hecho de la creación seguiremos el siguiente orden: noción, errores, existencia y naturaleza de la creación. 1.2. Noción. La palabra creación puede tomarse en muy diversos sentidos: a) EN SENTIDO MUY AMPLIO se emplea para significar cualquier clase de producción de un ser, de cualquier modo que sea. Y así se dice, por ejemplo, que el artista crea su obra (poética, musical, escultórica, etc.). b) METAFÓRICAMENTE se designa con ella la elevación de alguna persona a un estado superior, como cuando se dice que el papa crea a los cardenales. c) EN SENTIDO ESTRICTO significa la acción de Dios produciendo las cosas de la nada. Este es el único sentido en que la tomamos aquí. La creación en sentido estricto puede definirse: “Primera producción de todo el ser, hecho de la nada por la causa universal, que es Dios”. Hecha de la nada. Hay que entender rectamente estas palabras. Cuando Bayle y Schopenhauer rechazan la creación bajo el pretexto de que «de la nada nada se hace», muestran claramente que no han entendido el verdadero sentido y alcance de esa expresión. No se quiere decir con ella que Dios haya sacado las cosas de la nada como si preexistieran en ella antes de existir (como si las cosas estuvieran depositadas en la nada y Dios las fuera sacando de ella), sino que fueron creadas sin ninguna materia preexistente, o sea que al ser de la cosa creada no le precedió nada. Es un tránsito puramente imaginario: primero imaginamos la nada (que es una palabra vacía de sentido, puesto que la nada no existe) y luego el ser. 1.3. Errores. Apenas hay dogma alguno de nuestra fe que haya tenido tantos y tan variados adversarios como el de la creación del mundo por Dios. Los errores y herejías son muchos. Los más importantes son: Materialismo. Niega la existencia de Dios y afirma que la materia es eterna, y la combinación de sus elementos basta para explicar la existencia de los seres. Refutación: admite contradicciones, a saber: que el mundo, que es efecto, no tiene causa de sí; hay una serie infinita de seres contingentes, sin que exista y ser necesario; el orden del universo, orden maravilloso, es fruto del azar; que lo espiritual no es mas que una fase de la materia. Dualismo. Sistema que admite dos principios eternos, uno bueno y causa de lo bueno, que es Dios; y uno malo e independiente de Dios, causa de todo mal. Refutación: Si hubiera un principio independiente de Dios, Dios dejaría de ser infinito y Omnipotente. Panteísmo. (del griego pan=todo, y teos=Dios) Enseña que todos los seres se confunden con Dios porque son una emanación de la sustancia divina. Refutación: Dios y el mundo son realidades diversas. Dios es eterno, y el mundo tuvo principio, Dios es infinitamente perfecto, el mundo limitado, Dios es inmutable, y el mundo está sujeto a cambios. Además es un ateísmo disfrazado, porque niega al Dios personal. Tienen raíz panteísta algunas sectas pseudo religiosas orientales de moda: Zen, Budismo, Yoga, etc. 1.4. Existencia. El mundo universo fue creado de la nada por Dios. (De fe.) He aquí las pruebas: a) La Sagrada Escritura. Lo dice expresamente en el primer versículo del primero de sus libros: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gen I , I ). Ésta misma afirmación se lee repetidas veces en el Texto Sagrado. b) EL Magisterio de la Iglesia. La Iglesia ha proclamado solemnemente esta doctrina desde los más antiguos Símbolos de la fe: por ejemplo: Símbolo apostólico. «Creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra» (D 7). Y de manera semejante lo afirman los símbolos: Símbolo Niceno-constantinopolitano, Concilio IV de Letrán, Concilio Vaticano I. c) La Razón Teológica. La razón humana, aun prescindiendo de las luces de la fe, puede demostrar con toda certeza el hecho de la creación del mundo por u n Poder superior a quien llamamos Dios. 1.5. Naturaleza (cuatro causas) Una vez conocida su existencia, el orden lógico reclama que estudiemos la naturaleza de la creación. Para ello nada más completo y acabado que señalar las cuatro causas que constituyen a los seres creados: eficiente, material, formal y final. Como toda la entidad de un ser o de una acción procede de sus cuatro causas, conocidas éstas, se conocerán perfectamente tal ser o tal acción. Causa material y formal. La creación, o sea el hecho de producir una cosa de la nada, no tiene ni puede tener ninguna de las dos causas intrínsecas que constituyen a los seres ya creados: material y formal. Causa ejemplar. En filosofía se entiende por causa ejemplar el prototipo o modelo a cuya imitación se hace algo por la intención del que lo hace. Así Dios es la primera causa ejemplar de todas las cosas.
Causa eficiente._ Ya sabemos que la causa eficiente, o sea el autor de la creación, es Dios. El crear es propio y exclusivo de Dios. He aquí las pruebas: a) La Sagrada Escritura. Aunque nada dice expresamente sobre la cuestión de iure, afirma claramente la cuestión de facto. Leemos en el profeta Isaías: «Yo soy Yavé, el que lo ha hecho todo: yo, yo solo desplegué los cielos y afirmé la tierra. ¿Quién me ayudó?» (Is 44,24). b) El Magisterio de la Iglesia. Afirma también la cuestión de facto, aunque sin definir expresamente la de iure. Véase, por ejemplo, la siguiente declaración del concilio Vaticano I: «Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en El se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada según toda su substancia, sea anatema» (D 1805). c) La Razón Teológica. El hombre—en efecto—o cualquier ser creado pueden modificar un ser ya existente transformándole en otro (como, v.gr., el escultor transforma en estatua u n pedazo de madera o de mármol). Pero producir absolutamente un nuevo ser sacándolo de la nada escapa en absoluto al poder de cualquier criatura creada o creable, ya que el tránsito del no-ser al ser es un tránsito infinito, que, por lo mismo, solamente un poder infinito es capaz de producirlo. La acción de crear es tan propia y exclusiva de Dios que ninguna criatura puede ser utilizada por El como instrumento para crear alguna cosa. (Completamente cierta en teología.) La acción creadora no es propia de alguna de las tres personas divinas (v.gr., del Padre), sino de las tres a la vez, o sea de Dios en cuanto uno. (De fe.) Causa final. El mundo ha sido creado para gloria de Dios. Dios es el último fin de todo lo creado, en cuanto que el esplendor de las criaturas manifiesta y produce la gloria externa de Dios, objetiva y subjetiva, que recae finalmente sobre el mismo Dios. El fin próximo secundario o relativo de la creación del mundo es el bien de las criaturas, en cuanto que todas ellas participan de la bondad de Dios. Dice la Sagrada Escritura «Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin» (Apoc 22,13). «Porque de El, y por El, y para El son todas las cosas. A El la gloria por los siglos. Amén» (Rom 11,36). Y en otro lugar con respecto al fin secundario «Pues amas todo cuanto existe y nada aborreces de lo que has hecho» que no por odio hiciste cosa alguna. ¿Y cómo podría subsistir nada si tú no quisieras o cómo podría conservarse sin ti? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amador de las almas» (Sap 11,25-27). 2. El modo de la creación. Dios fue totalmente libre al crear el mundo, de suerte que pudo no haberlo creado o crear otro mundo completamente distinto. (De fe.) He aquí las pruebas: a.) La Sagrada Escritura. «Según el propósito de Aquel que hace todas las cosas conforme al consejo de su voluntad» (Eph 1,11). «Digno eres, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apoc 4,11). b) EL Magisterio de la Iglesia. El concilio Vaticano I, después de haber declarado que Dios creó todas las cosas con libérrimo designio (D 1783), promulgó el siguiente canon contra la doctrina de Günther: «Si alguno dijere que Dios no creó con voluntad libre de toda necesidad, sino con la misma necesidad con q u e se ama necesariamente a sí mismo, sea anatema» (D 1805). Ya el concilio Florentino había promulgado, en su decreto para los jacobitas, que Dios «en el momento que quiso—quando voluit— creó por su bondad todas las criaturas» (D 706). 3. El tiempo de la creación. La última cuestión que hemos de examinar en torno a la creación en general es la del tiempo en que se realizó. Dos son los problemas fundamentales que nos salen al paso: l ° ¿Creó Dios el mundo en el tiempo? 2° ¿Pudo Dios crearlo desde toda la eternidad?, que equivale a esta otra pregunta: ¿Puede el mundo ser eterno De hecho, el mundo fue creado por Dios en el tiempo. (De fe.) He aquí las pruebas: a) La Sagrada Escritura. Lo enseña claramente en multitud de lugares. En el libro de los Proverbios se nos dice hablando de la divina. Sabiduría: «Diome Yavé el ser en el principio de sus caminos, antes de sus obras antiguas. Desde la eternidad fui yo ungido; desde los orígenes, antes que la tierra fuese. Antes que los abismos, fui engendrado yo» (Prov 8,22-24). b) El Magisterio de la Iglesia. La Iglesia ha proclamado solemnemente esta verdad tan claramente contenida en la Sagrada Escritura. He aquí algunos textos: Concilio IV de Letrán. «Firmemente creemos y simplemente confesamos que uno solo es el verdadero Dios... que, por su omnipotente virtud, desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo» (D 428). Concilio Vaticano I. «Dios..., con libérrimo designio, juntamente desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura...», etc. (D 1783). c) La razón teológica. Santo Tomás dice que sabemos con toda certeza por la fe que Dios creó el mundo en el tiempo; pero afirma sin vacilar que la razón humana no lo puede demostrar, ya que, en absoluto, Dios hubiera podido crear el mundo desde toda la eternidad.
3.1. Los Ángeles: 3.1.1. Existencia, origen, número. Unas nociones previas sobre la expresión y el significado de la palabra ángel. ETIMOLÓGICAMENTE, la palabra ángel (del griego ) significa nuncio, enviado, embajador. Por aquí puede verse que la palabra ángel no es nombre personal, sino de oficio (como la expresión médico, abogado, ingeniero). Oigamos a San Gregorio: «Es de saber que la palabra ángel es nombre de oficio, no de naturaleza. Aquellos santos espíritus de la patria celestial siempre son espíritus, pero no siempre se les puede llamar ángeles, porque solamente son ángeles cuando por ellos se anuncia alguna cosa» Existencia La existencia de los ángeles ha sido negada por muchos incrédulos y herejes. He aquí la lista de los principales errores: a) Los SADUCEOS, que, renovando el antiguo error de los epicúreos, «niegan la resurrección y la existencia de ángeles y espíritus» (Act 23,8). b) Los ANABAPTISTAS y ciertos PROTESTANTES LIBERALES del siglo XVI afirman que la palabra ángel se emplea en la Escritura para personificar las divinas operaciones, o las santas inspiraciones internas, o los hombres delegados por Dios para ciertos ministerios, etc., pero nunca para designar a los espíritus angélicos. c) Los RACIONALISTAS Y MATERIALISTAS de todos los tiempos, que no admiten más que lo que puede demostrar la razón natural, o nada fuera de la materia. d) Los ESPIRITISTAS identifican a los ángeles con las almas de los muertos, que tienen trato con los hombres y con frecuencia se aparecen en el mundo. e) CIERTOS EXEGETAS RACIONALISTAS afirman que la idea de los ángeles la recibieron los judíos de los babilónicos durante la cautividad (siglo VI a.C.). Contra todos estos errores vamos a establecer la doctrina católica en forma de conclusión. Existen los ángeles, o sea seres espirituales inferiores a Dios y superiores al hombre. (De fe.) He aquí las pruebas: LA SAGRADA ESCRITURA. Hay innumerables testimonios, del todo claros e inequívocos. Citamos unos pocos por vía de ejemplo: En el Antiguo Testamento. Enseguida después del pecado de Adán y Eva, un querubín guarda la entrada del paraíso (Gen 3,24). Un ángel se aparece a Agar en el desierto (Gen 16,7); otro ángel detiene el brazo de Abraham para que no sacrifique a su hijo Isaac (Gen 22,11); otro acompaña a Eliezer en busca de esposa para Isaac (Gen 24,7). Jacob ve en sueños una escala por la cual subían y bajaban los ángeles de Dios (Gen 28) Un ángel de Yavé va delante de los judíos en su éxodo (Ex 14,19). Un ejército celeste adora a Dios (Neh. 9,6), el ángel Rafael acompaña al joven Tobías (Tob 5,4-6), etc., etc. En el Nuevo testamento son innumerables los testimonios: el ángel Gabriel anuncia a María la encarnación del Verbo (Le 1,26-38); otro avisa en sueños a San José (Mt 1,20), otro le manda huir a Egipto (Mt 2,13) y volver después a Galilea (Mt 2,19). En el nacimiento de Jesús aparecen multitud de ángeles (Le 2,13); Cristo dice que los ángeles de los niños están viendo siempre la cara de su Padre celestial (Mt 18,10), y en Getsemaní le dice a Pedro que su Padre podía enviarle más de doce legiones de ángeles (Mt 26,54), etc. etc. Origen Vamos a exponer la doctrina sobre la creación de los ángeles en unas conclusiones breves y sencillas. “Los ángeles han sido creados por Dios”. (De fe.) He aquí las pruebas: a) LA SAGRADA ESCRITURA. Lo dice expresamente en diversos lugares: «Tú, ¡oh Yavé!, eres único; tú hiciste los cielos y los cielos de los cielos y toda su milicia... y los ejércitos de los cielos te adoran» (Neh 9,6). «Porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El» (Col 1,16). b) EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. Lo definió expresamente en los concilios IV de Letrán y Vaticano I, en los textos ya citados (D 428 y 1783). c) LA RAZÓN TEOLÓGICA. Escuchemos el sencillo razonamiento de Santo Tomás: «Es necesario decir que lo mismo los ángeles que todo lo que no es Dios, fue creado por Dios. Porque solamente Dios es su propio ser, y en todas las demás cosas el ser difiere de la esencia, como ya demostramos más arriba» “Los ángeles fueron creados juntamente con el mundo corpóreo y antes que el hombre”. (Sentencia más probable.) No hay ningún texto en la Sagrada Escritura que dirima esta cuestión de una manera clara y terminante. Los Santos Padres están divididos. La mayoría de los Padres griegos y algunos latinos opinan que los ángeles fueron creados antes que el mundo material. La mayoría de los latinos, en cambio, piensan que fueron creados juntamente con el mundo material y antes que el hombre (que, según el Génesis, fue creado el sexto día, o sea al final de la creación del mundo: Gen 1,26).
El concilio IV de Letrán y el Vaticano I declararon—como ya vimos—que «juntamente (simul) desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, esto es, la angélica y la mundana, y luego la humana...» (D 1783). Número Con relación al número de los ángeles nada podemos afirmar con certeza, puesto que la Sagrada Escritura no dice nada en concreto, los concilios silencian esta cuestión, los Santos Padres se dividen en multitud de opiniones y la razón natural nada puede determinar por su propia cuenta. Sin embargo, se puede llegar con bastante probabilidad a las siguientes conclusiones: “El número de los ángeles es grandísimo”. (Sentencia más probable.) Los fundamentos de esta opinión son los siguientes: a) La Sagrada Escritura, sin precisar su número exacto, habla de multitud de espíritus angélicos. Veamos algunos textos: «Y le servían (a Dios) millares de millares, y le asistían millones de millones » (Dan 7,10). «Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» (Le 2,13-14). « ¿Crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaría luego más de doce legiones de ángeles?» (Mt 26,53). «Vi y oí la voz de muchos ángeles en rededor del trono, y de los vivientes y de los ancianos; y era su número de miríadas de miríadas y de millares de millares» (Apoc 5,11). b) Los Santos Padres, tanto griegos como latinos, y la casi totalidad de los teólogos creen que el número de los ángeles es grandísimo. c) Como veremos en su lugar, todos los hombres tienen su correspondiente ángel de la guarda, que pertenece a las jerarquías angélicas inferiores. Luego indudablemente son muchos más los ángeles que los hombres, puesto que, además de los custodios, existen los de las jerarquías superiores. “Probablemente el número de los ángeles excede al de las especies de todas las cosas materiales”. Santo Tomás lo razona del siguiente modo; «La razón de esto es porque, como lo que principalmente intenta Dios al crear las cosas es la perfección del universo, cuanto más perfectas sean las cosas, con mayor prodigalidad son creadas por Dios. Pero así como, tratándose de los cuerpos, la grandeza se aprecia por la magnitud, cuando se trata de los seres incorpóreos puede apreciarse por la multitud... Por tanto, es razonable pensar que las substancias inmateriales exceden por su número a las materiales casi sin comparación. 3.1.2. Jerarquía. LAS JERARQUÍAS Y COROS ANGÉLICOS Nos apresuramos a advertir al lector que la doctrina que vamos a exponer en este artículo no es de fe, ni ha sido enseñada expresa o formalmente por la Iglesia. Tiene, sin embargo, un sólido fundamento en la Sagrada Escritura y en la tradición católica y ha sido aceptada comúnmente por los teólogos. Rechazarla no sería, pues, una herejía formal, pero sí una manifiesta temeridad. a) La palabra jerarquía (del griego s, sagrado, y ´, poder) significa potestad sagrada. b) Se entiende por órdenes o coros angélicos los distintos grados que pueden distinguirse dentro de las jerarquías angélicas, en la forma que explicaremos más abajo. Los ángeles se distribuyen convenientemente en tres jerarquías: suprema, media e ínfima. Para probar esta conclusión no puede invocarse la Sagrada Escritura ni el magisterio oficial de la Iglesia, ya que nada nos dicen acerca de ella. El primero en hablar de jerarquías angélicas fue el Pseudo-Dionisio Areopagita en su clásica obra De caelesti hierarchia. Su clasificación fue aceptada, en general, por los Padres y teólogos posteriores. «Han de distinguirse en los ángeles tres jerarquías. Hemos dicho que los ángeles superiores conocen la verdad de modo más universal que los inferiores 2. Esta acepción universal del conocimiento admite tres grados en los ángeles, puesto que pueden considerarse bajo tres aspectos las razones de las cosas sobre que son iluminados los ángeles. a) El primer aspecto es en cuanto que tales iluminaciones proceden del primer principio universal, que es Dios; y este modo compete a la primera jerarquía, que se extiende inmediatamente hasta Dios y que está situada como «en la antecámara de Dios», según la expresión de Dionisio. b) El segundo aspecto es en cuanto que tales razones dependen de las causas universales creadas, que en alguna manera ya son múltiples; y este modo de iluminación corresponde a la segunda jerarquía. c) Por último, según que estas razones son aplicadas a las cosas singulares en cuanto dependen de sus propias causas; y este modo es propio de la ínfima jerarquía. Existen nueve órdenes o coros angélicos, que reciben los nombres de serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y ángeles. Esta conclusión es mucho más firme y segura que la anterior, puesto que los nombres de esos nueve coros angélicos constan expresamente en la Sagrada Escritura; aunque no puede decirse que sea una verdad de fe, puesto que la Sagrada Escritura no declara que cada uno de esos nombres corresponda a un orden de ángeles
distinto de todos los demás órdenes, ni niega la existencia de algún otro orden además de los nueve enunciados. He aquí algunos textos bíblicos en los que van apareciendo los distintos coros angélicos que hemos enumerado: «Había ante El serafines, cada uno con seis alas» (Is 6,2). «Expulsó al hombre y puso delante del jardín de Edén un querubín, que blandía flamante espada» (Gen 3,24). «Porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El» (Col 1,16). «Por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación, y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero » (Ef. 1,21). «El arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo..., dijo: Que el Señor te reprenda» (Judas 9). «Una vez sometidos a Él los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios» (I Pe. 3,22). Sin embargo, a título de curiosidad, recogemos a continuación la opinión de San Gregorio Magno y la del Pseudo-Dionisio Areopagita, que fue el verdadero creador de esta teoría sobre las jerarquías angélicas. SAN GREGORIO MAGNO. Para San Gregorio Magno, la diferencia de los nombres con q u e se designan los nueve coros angélicos no se refiere a la naturaleza de los ángeles, sino a sus diversos oficios o funciones. Estas funciones son las siguientes : 1. Los ángeles anuncian las cosas de menos importancia. 2. Los arcángeles, las de gran importancia o trascendencia. 3. Las virtudes realizan los milagros. 4. Las potestades mantienen a distancia a los espíritus perversos y les impiden tentar a los hombres a medida de sus deseos. 5. Los principados presiden a los ángeles buenos, disponen lo que éstos han de hacer y dirigen los ministerios divinos que han de cumplir. 6. Las dominaciones dominan de una manera trascendente el poder de los principados. 7. Los tronos asisten a los juicios divinos, sirven de asiento a Dios y son los ejecutores de sus decretos. 8. Los querubines contemplan más de cerca la claridad de Dios y poseen la plenitud de la ciencia. 9. Los serafines, más cerca todavía de su Creador, son como un fuego incomparablemente ardoroso e incandescente de amor. Todas estas funciones de los ángeles, desde la más pequeña hasta la más alta, son para el hombre un ejemplo que debe procurar reproducir en su vida. Esta es la conclusión práctica que saca San Gregorio de la exposición que acabamos de citar. EL PSEUDO-DIONISIO AREOPAGITA. Con gran ingenio y agudeza mental imaginó una organización del mundo angélico armoniosamente coordinada según una escala descendente, que va desde los serafines hasta los simples ángeles. Según él, todos los espíritus angélicos son de la misma naturaleza y no difieren más que por el lugar que ocupan. Pero este lugar les ha sido designado por Dios en razón del orden sagrado de que han sido revestidos, de la ciencia que poseen y de la acción que ejercen. Divide los nueve coros en las tres jerarquías superpuestas de las que hemos hablado en la conclusión anterior, distribuyendo tres coros angélicos a cada una de ellas en la siguiente forma: PRIMERA JERARQUÍA. ES la más cercana a Dios, la más inherente y la más unida al Ser divino. La componen los siguientes coros: 1° Los serafines, espíritus incandescentes de fuego y amor, con el que inflaman a los demás. 2° Los querubines, llenos de ciencia divina, que reflejan y con la que iluminan a los demás. 3.0 Los tronos, cuyo nombre designa un estado eminente. SEGUNDA JERARQUÍA. Ocupa un lugar intermedio y sirve de enlace entre la primera, que está en contacto con Dios, y la tercera, en contacto con las criaturas humanas. Está formada por los siguientes coros: 1° Las dominaciones, espíritus libres de toda opresión que, sin el menor temor servil, permanecen solícitos ante Dios, están continuamente a su servicio y dominan a los espíritus angélicos inferiores. 2.0 Las virtudes, que, dotadas de una fuerte e invencible virilidad, que manifiestan en todos sus actos deiformes, impiden cualquier disminución de la luz divina infusa y prestan a los ángeles inferiores la fortaleza que necesitan. 3.0 Las potestades, que, incapaces de abusar tiránicamente de su poder y siempre invenciblemente dirigido? hacia las cosas de Dios, prestan a los demás ángeles un concurso bienhechor. TERCERA JERARQUÍA. ES la más alejada de Dios y la más próxima al hombre, sobre el que ejercen de continuo su benéfica influencia. Está compuesta por los siguientes coros: 1° Los principados, que dirigen las obras ministeriales que han de ejecutarse por orden de Dios. 2.0 Los arcángeles, encargados de anunciar a los hombres las cosas más importantes y trascendentales. 3º Los ángeles, que anuncian las cosas de menor importancia. 3.1.3. Naturaleza de los Ángeles. “Los ángeles son espíritus puros, sin mezcla alguna de materia”.
LA SAGRADA ESCRITURA. Al hablar de los ángeles buenos o malos siempre les designa como puros espíritus, sin mezcla de materia: «Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros para arrojarlos» (Sn. Mt. 10,1). «Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y, entrando, habitan allí» (Sn. Lc. 11,26), entre otros. EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. No lo ha definido expresamente, pero lo enseña con toda claridad en los concilios IV de Letrán y Vaticano I al establecer una distinción entre la creación de la naturaleza espiritual y de la corporal, identificando la primera con la naturaleza angélica: «la criatura espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana» (D 428 y 1783). LA RAZÓN TEOLÓGICA. Santo Tomás expone: Siempre que en un género cualquiera se halle alguna cosa imperfecta, es necesario que en el mismo género preexista algo perfecto. Pero en la naturaleza intelectual encontramos una substancia espiritual imperfecta, a saber, el alma humana, que se ordena a informar un cuerpo y recibe el conocimiento a través de las cosas sensibles. Es, pues, necesario que existan en la naturaleza intelectual algunas substancias que no necesiten tomar su ciencia de las cosas sensibles ni se ordenen a informar un cuerpo. Por consiguiente, no todas las substancias intelectuales están unidas a los cuerpos, sino que algunas están separadas de ellos, y a éstas llamamos ángeles. “Los ángeles son naturalmente incorruptibles e inmortales”. LA RAZÓN TEOLÓGICA. Santo Tomás lo prueba con dos argumentos apodícticos expuestos en forma magistral. He aquí sus palabras: «Es necesario decir que los ángeles son incorruptibles por su propia naturaleza. Nada se corrompe si no es por cuanto su forma se separa de la materia (como cuando el alma humana, que es la forma substancial del cuerpo, se separa de éste dejándolo convertido en cadáver). Pero, según hemos visto, el ángel es su misma forma subsistente (ya que es espíritu puro, sin mezcla alguna de materia; el ángel es sólo alma, por así decirlo) y, por tanto, es imposible que su substancia sea corruptible. En efecto, lo que conviene a un ser por razón de su misma naturaleza, es inseparable de él, y, en cambio, lo que le conviene por otra cosa, se puede separar una vez desaparecido aquello por lo que le conviene. Así, por ejemplo, la redondez es inseparable de la circunferencia, porque le conviene por su misma naturaleza; pero una circunferencia de metal puede perder su redondez por el hecho de que el metal pierda la figura circular. Ahora bien, el existir por sí (o sea, por su propia naturaleza) conviene a la forma, ya que cada cosa es ser en acto (o sea, existe) por cuanto tiene forma, y la misma materia es ser en acto por razón de la forma. Luego el ser compuesto de materia y forma deja de existir en acto cuando la forma se separa de la materia. Pero cuando es la misma forma la que subsiste en su ser, como ocurre en los ángeles, no puede perder su ser (o sea, no puede dejar de existir). Por consiguiente, la razón de que el ángel sea incorruptible por naturaleza es su propia inmaterialidad. Una señal de esta incorruptibilidad se puede hallar en su operación intelectual. Puesto que todo ser obra según de hecho es, la operación de una cosa indica su modo de ser. Pero la razón y la especie de una operación se toma de su objeto, y el objeto inteligible, debido a que está fuera del tiempo, es sempiterno. Luego toda substancia intelectual es incorruptible por su propia naturaleza». Los ángeles son específicamente distintos entre sí, de suerte que cada uno de ellos constituye una especie completamente distinta de la de cualquier otro ángel. (Doctrina tomista.) Enseña Santo Tomás: “las cosas que perteneciendo a una misma especie se distinguen numéricamente (v.gr., dos hombres), convienen en la forma (los dos hombres son seres racionales) y se distinguen por la materia (el cuerpo de uno es completamente distinto del cuerpo del otro). Si, pues, los ángeles no están—como hemos visto—compuestos de materia y forma (puesto que son puros espíritus y no tienen cuerpo ni materia alguna), síguese que es imposible que existan dos ángeles de la misma especie: tan imposible como decir que hay muchas blancuras separadas o que hay muchas humanidades, puesto que las blancuras o las humanidades no son muchas sino por el hecho de estar en muchas substancias (o sea, en muchas cosas blancas o en muchos cuerpos humanos). “Aunque los ángeles no tienen cuerpo, pueden, sin embargo, aparecerse en forma corporal, tomando para ello, circunstancialmente, algún cuerpo real o aparente” Lo atestigua la SAGRADA ESCRITURA narrando frecuentes apariciones de ángeles. Po ejemplo: un ángel se apareció a Zacarías (Sn Lc.1, 11), a la Virgen en Nazaret (Le 1,26); otros ángeles se aparecieron a los pastores de Belén (Le 2,9-13), a San José (Mt 1,20), a las santas mujeres en el sepulcro (Mt 28,5), a los apóstoles el día de la ascensión del Señor (Act 1,10), etcétera, etc. “Se dice que el ángel está en un lugar cuando ejerce en él alguna acción. Puede estar inadecuadamente en varios lugares a la vez y no estar en ninguno”. “El ángel puede moverse localmente. Al trasladarse de un sitio al otro no necesita pasar por el medio; pero su movimiento de traslación, aunque rapidísimo, no puede ser instantáneo”. (Doctrina cierta y común.) El entendimiento y la voluntad de los ángeles. Siendo los ángeles puros espíritus, o sea substancias absolutamente inmateriales, han de estar dotados forzosamente de facultad cognoscitiva (= entendimiento), ya que la inmaterialidad es la raíz del conocimiento, como vimos al hablar de la inteligencia divina (cf. n.127), y la facultad intelectiva lleva consigo, forzosamente, la facultad apetitiva racional (= voluntad), que tiene por objeto el bien aprehendido por el entendimiento. Está, pues, fuera de toda duda que los ángeles tienen entendimiento y voluntad.
Los ángeles necesitan especies inteligibles para conocer las cosas distintas de sí mismo. Como advierte profundamente Santo Tomás, «los ángeles conocen con conocimiento perfecto por estas especies todas las cosas naturales, porque todas las cosas que Dios hizo en sus propias naturalezas las hizo también en la mente angélica» Los ángeles superiores entienden por especies más perfectas y universales que los inferiores. La voluntad de los ángeles está dotada de libre albedrío. (De fe, implícitamente definida.) Los ángeles se aman a sí mismos con amor natural y electivo. (Completamente cierta en teología.) Los ángeles aman necesariamente a Dios con amor natural más que a sí mismos. (Doctrina tomista.) La voluntad del ángel es naturalmente inmutable en sus elecciones, realizadas con pleno conocimiento y deliberación; lo cual quiere decir que, una vez realizada la elección, ya no puede arrepentirse o volverse atrás. (Doctrina tomista.) 3.1.4. Ángeles buenos. Los ángeles buenos merecieron la gloria o bienaventuranza sobrenatural mediante alguna buena acción realizada con la gracia santificante. Los ángeles buenos alcanzaron la gloria o bienaventuranza sobrenatural inmediatamente después del primer acto meritorio realizado con la gracia santificante. Es razonable suponer que los ángeles buenos recibieron los dones de la gracia y el grado de su bienaventuranza conforme al grado de su perfección natural. En los ángeles bienaventurados permanece el conocimiento y el amor natural. Los ángeles bienaventurados son intrínseca y absolutamente impecables. Es de fe que la visión beatífica, una vez alcanzada, no puede perderse jamás. Lo definió expresamente Benedicto XII. Santo Tomás expone el argumento de razón en la siguiente forma: «Los ángeles bienaventurados no pueden pecar. La razón es porque su bienaventuranza consiste en la visión de Dios por esencia, y la esencia divina es la esencia misma de la bondad. Por tanto, el ángel que ve a Dios se conduce respecto a Él como se conducen respecto a la razón común de bien los que no le ven. Y así como es imposible que alguien quiera o haga alguna cosa que no constituya para él un bien (puesto que el bien, real o aparente, es el objeto mismo de la voluntad, como el color es el objeto de la vista, y el sabor del gusto) o que quiera apartarse del bien en cuanto tal, así el ángel bienaventurado no puede querer ni obrar si no es mirando a Dios, y, obrando de este modo, es imposible que pueda pecar». Los ángeles buenos no pueden progresar en la bienaventuranza esencial, pero sí en la accidental. « Santo Tomás enseña: Adquirir méritos y progresar pertenece al estado de viador (que es el de los que se encaminan a la patria sin haber llegado a ella, como los que estamos en este mundo). Pero los ángeles no son viadores, sino comprensores, o sea han alcanzado y poseen ya la bienaventuranza. Luego no pueden merecer ni progresar en ella, al menos en lo que tiene de esencial. Sin embargo el gozo de los ángeles puede aumentar a causa de la suerte de los que se salvan por intervención de su ministerio, según aquello del Evangelio: «Hay alegría en los ángeles del Señor por un pecador que haga penitencia» (Le 15,10). Mas este gozo pertenece al premio accidental, que puede aumentar hasta el día del juicio...Este gozo que experimentan no tiene, sin embargo, razón de mérito, porque, más bien que merecerlo, lo adquieren en virtud de su bienaventuranza» 3.1.5. Ángeles custodios. Los ángeles son enviados por Dios en ministerio sobre los hombres. (Doctrina cierta según la fe.) Consta expresamente en multitud de pasajes de la Sagrada Escritura: «He aquí que yo enviaré mi ángel que vaya delante de ti y te guarde» (Ex 23,20). «Es hora ya de que vuelva a Aquel que me envió» (Tob 12,20). «Mi Dios envió su ángel, que cerró la boca de los leones» (Dan 6,22). «Fue enviado por Dios el ángel Gabriel...» (Le 1,26). «Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles...» (Mt 13,41). No todos los ángeles son enviados en ministerio, sino únicamente los de categorías inferiores. Ángeles custodios. Algunos ángeles son destinados por Dios para guarda y custodia de los hombres. LA SAGRADA ESCRITURA dice: «He aquí que enviaré mi ángel que vaya delante de ti y te guarde» (Ex 23,20). «Te encomendaré a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos, y ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces en las piedras» (Salmo 90). «Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeñuelos, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre celestial » (Mt 18,10). Todos y cada uno de los hombres, bautizados o no, tienen su correspondiente ángel de la guarda.
La guarda de los ángeles custodios comienza para cada hombre en el momento de su nacimiento y se prolongará hasta que llegue a su destino final. La guarda y compañía del ángel custodio se prolonga hasta que el alma custodiada llega a su destino eterno, o sea al cielo o al infierno. En el purgatorio continúa todavía— según la opinión más probable—, no ciertamente para proteger o custodiar al alma —ya no lo necesita—, sino para consolarla y animarla. La misión del ángel de la guarda en el purgatorio sería la de iluminarla acerca de los grandes misterios de Dios, de los goces del paraíso, del amor que le tienen Jesús y María, etc., y anunciarle su próxima liberación. En el cielo, como ya hemos dicho, cesará propiamente la custodia, pero nuestro ángel seguirá eternamente relacionado con nosotros en calidad de ángel correinante. Los ángeles de la guarda no experimentan ninguna tristeza por los males físicos o morales que puedan afectar a sus custodiados, ni siquiera por su definitiva condenación eterna. Cada una de las naciones, provincias, pueblos, iglesias, órdenes religiosas, etc., tienen su correspondiente ángel de la guarda. Los ángeles de la guarda derraman sobre sus custodiados innumerables beneficios de orden espiritual y corporal. (Doctrina cierta y común.) He aquí algunos de esos innumerables beneficios: a) Nos libran y defienden constantemente de multitud de males y peligros, así del alma como del cuerpo. b) Contienen a los demonios para que no nos hagan todo el daño que ellos quisieran, sino únicamente el que Dios les permite para nuestro mayor bien. c) Excitan con frecuencia en nuestras almas pensamientos santos y consejos saludables. d) Ofrecen a Dios nuestras oraciones e imploran el auxilio divino sobre nosotros. e) Iluminan nuestro entendimiento, no infundiéndole nuevas especies, sino proponiéndole las verdades de modo más fácil a través de la imaginación y de los sentidos internos, en los que pueden actuar directamente. f) Nos asisten de una manera particularísima a la hora de la muerte, que es cuando más los necesitamos. g) Nos consuelan en el purgatorio y nos acompañarán eternamente en el cielo como ángeles correinantes. Todo ello debe excitar nuestra gratitud y mover nuestros corazones a ofrecerles un verdadero culto de dulía, como hace la Iglesia en su liturgia. Comentando las palabras del salmo 90 «Mandó a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos», escribe el piadosísimo San Bernardo : «¡Cuánta reverencia deben infundirte estas palabras, cuánta devoción deben inspirarte, cuánta confianza deben darte! La reverencia, por su presencia; la devoción, por su benevolencia; la confianza, por su custodia. Anda siempre con toda circunspección, como quien tiene presentes a los ángeles en todos sus caminos. En cualquier parte, en cualquier lugar, aun en el más oculto, ten reverencia al ángel de tu guarda. Ni ¿cómo te atreverlas a hacer en su presencia lo que no harías estando yo delante? ¿Dudas acaso que esté presente porque no le ves?... Si consultas a la fe, ella te prueba que no te falta la presencia del ángel... Están presentes para tu bien; no sólo están contigo, sino que están para tu defensa. Están presentes para protegerte, están presentes para provecho tuyo. ¿Qué volverás al Señor por todos los bienes que te ha hecho, pues a Él sólo debe referirse el honor y la gloria? ¿Por qué a Él solo? Porque Él es quien lo mandó, y todo don precioso no es de otro que de El».