ADOLESCENTES INMIGRANTES: DEL RELATO A LA SINGULARIDAD
Concha Ramo Cervera Isabel Meléndez Ortega
ADOLESCENTES INMIGRANTES: DEL RELATO A LA SINGULARIDAD
MIRA EDITORES
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La edición de este libro ha contado con una subvención del Departamento de Sanidad, Bienestar Social y Familia del Gobierno de Aragón; con la colaboración de Symbolo (Asociación de Psicología y Psicoanálisis); de la RAPPS (Red Aragonesa de Proyectos de Promoción de la Salud); y del SARES (Sistema de Asesoramiento y Recursos en Educación para la Salud)
© Concha Ramo Cervera e Isabel Meléndez Ortega © Otros autores © Portada: Publicomp Prólogo: Sergio Larriera © MIRA EDITORES, S.A. C/ Dalia, 11 · 50012 Zaragoza Tels. 976 354 165 / 976 460 505 · Fax 976 351 043 / 976 460 446
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Primera edición: marzo de 2012
ISBN: 978-84-8465-414-8 Depósito Legal: Z 697-2012 Impreso en España Fotocomposición: La Central, S. C. · Miguel Servet, 2, 3.º dcha. · 22002 Huesca Imprime: Ino Reproducciones, S. A. · Pol. Malpica - Sta. Isabel, calle E (Inbisa II), nave 35 · 50016 Zaragoza
Índice PRÓLOGO. Sergio Larriera .......................................................................... 11 INTRODUCCIÓN. Concha Ramo ................................................................. 15 AGRADECIMIENTOS .................................................................................. 19 PARTE I. Antecedentes de la investigación Teresa Yago Simón, Esther Moreno López, Claudia Paolini Manchieri, Reyes Moreno López, Isabel Meléndez Ortega, Concha Ramo Cervera
1. Grupos de apoyo a mujeres inmigrantes en materia de identidad ........... 23 PARTE II. Contexto social, marco teórico y proyecto de investigación Concha Ramo
1. Contexto social. Algunos aspectos generales sobre la situación de los adolescentes inmigrantes en ciudades de España y en Aragón ...... 35
2. Marco teórico ................................................................................... 41
2.1. Concepciones teóricas sobre la población investigada: adolescentes inmigrantes ............................................................ 41 La adolescencia ......................................................................... 41 El proceso migratorio ................................................................. 44 2.2. Otros aspectos teóricos y epistemológicos ................................... 50 La subjetividad: un intento de aprehender lo real .......................... 50 Sociedad y sujeto desde una concepción constructivista ................. 50 Un enfoque autobiográfico, hermenéutico y clínico ....................... 51 La división del sujeto .................................................................. 53 7
3. Proyecto de investigación .................................................................. 56
3.1. Objetivos .................................................................................. 56 3.2. Metodología .............................................................................. 57
3.3. Proceso de investigación ............................................................ 58
Grupos de discusión ................................................................... 58
Entrevistas en profundidad.......................................................... 59
Análisis de las entrevistas y construcción de los relatos .................. 61 PARTE III Una mirada a la subjetividad Concha Ramo e Isabel Meléndez
1. Una mirada a la subjetividad. Concha Ramo .......................................... 67
1.1. De los relatos a la singularidad .................................................... 67
Los relatos que presentamos son una ficción ................................ 67
La obturación por el sentido ....................................................... 67
Cómo son presentados los relatos y juegos con el lector ................ 68
1.2. Concepciones teóricas previas al análisis de los relatos .................. 70
La constitución del sujeto y de su subjetividad ............................... 72
Lo transicional: entre la presencia y la ausencia, entre el yo y el no-yo ................................................................. 76
2. Presentación de los relatos y comentarios Elaboración de los relatos: Isabel Meléndez Título y comentarios: Concha Ramo ........................................................ 82 2.1. Relatos en los que no sobresale como tema prioritario la identidad respecto a un país ..................................................................... 82
Zacarías. Más miedo y más pensamientos ............................... 82
Pablo. Entre su padre y su madre ........................................... 86
Lidia. «Era decisión de ellos… Tenía miedo de saber cómo es aquí» ....................................................................... 89
2.2. Relatos en los que predomina la identidad al país de origen, con nuevas adquisiciones del país de acogida ............................... 94
Wei. «Si yo sé hablar, nadie me va a insultar…» ........................ 94
Lucía. «No me hacía a la idea de que vivía más gente aparte de mi país» ................................................................. 99
Elena. «Yo le pedía a Dios que pudiera quedarme» ................... 103
Binta. «Si es una persona del mismo país… te entenderá mejor».... 106
8
Francis. «… Es extraño…» ..................................................... 112
Julia. Sin reproches. «Dios… me aprieta, pero nunca me va a ahorcar» .................................................................. 117
Silvia. La chica de los caramelos ............................................ 123
José. «Yo me propuse hacer como que vivo en mi país…» ........ 128
Estefan. «Con el chalé nos va a cambiar la vida» ....................... 131
Arín. «Aquí no hay nada… es muy difícil» ................................ 136
Ayoub. «Es difícil estudiar como los chicos españoles» .............. 139
Manuel. «Con los españoles cuesta mucho más»....................... 143
Benjamín. «Yo soy africano rapero»......................................... 147
Cheung. «En mi país hay una memoria muy grande» ................ 152
2.3. Relatos en los que se da un distanciamiento del propio país ........... 156
Alberto. El abuelo, yo y la bicicleta ......................................... 156
Hassan. «Me fui directamente; no me despedí de mis padres ni nada» .......................................................... 161
Cristian. «Soy demasiado pequeño…» ..................................... 166
2.4. Relatos donde hay claras incorporaciones de la/s nueva/s cultura/s, manteniendo la identidad de origen ............................................. 170
Thabo. Corazón blanco ......................................................... 170
Esther. Unas largas vacaciones ............................................... 175
Xiaomei. «¿Por qué no te enfadas?» ........................................ 178
Miriam. «Yo soy más feminista» .............................................. 184
Quine. «Quiero vivir con más libertad» .................................... 188
Dolores. «Soy muy amiguera» ................................................. 194
2.5. Relatos donde la emigración comenzó en una edad temprana........ 201
Tina. «Esto no es el ombligo del mundo…» .............................. 201
Susana. ¿Sin raíces? .............................................................. 205 PARTE IV
Una mirada al conjunto que incluye la perspectiva de género Isabel Meléndez, Reyes Moreno, Teresa Yago, Concha Ramo y Sara Zapatero
1. Concepciones teóricas previas al análisis ............................................. 214
1.1. Perspectiva de género y migraciones ........................................... 214
1.2. Género, identidades y migraciones .............................................. 216
1.3. Perspectiva de género en la investigación .................................... 220 9
2. Presentación de los resultados ............................................................ 221
2.1. Descripción de la muestra .......................................................... 222
2.2. Algunos factores que influyen en el proceso migratorio .................. 228
El deseo de emigrar ................................................................... 228
La respuesta de la sociedad de acogida ........................................ 230
Relación con el grupo de pares ................................................... 233
2.3. Proyecto migratorio de los padres ............................................... 234
Motivo de la emigración ............................................................. 234
Actividad laboral ........................................................................ 235
Relación de convivencia de la pareja parental ............................... 237
2.4. Patrones migratorios vividos por los/as adolescentes .................... 238
Pauta migratoria ........................................................................ 239
Relaciones parentofiliales ........................................................... 244
2.5. Determinantes de género ............................................................ 250
Roles y tareas ............................................................................ 251
Igualdad de derechos ................................................................. 253
Relaciones de pareja .................................................................. 257
2.6. Situación actual en la sociedad de acogida ................................... 263
Modalidad de integración ........................................................... 263
Grado de bienestar .................................................................... 266
Expectativas de futuro ................................................................ 269
Deseo de retorno ...................................................................... 271
Valoración de la sociedad de acogida ........................................... 272
Recomendaciones de los adolescentes ......................................... 275 PARTE V Resumen y recomendaciones. Concha Ramo .............................................. 279 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................... 289 ANEXOS ..................................................................................................... 295
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Prólogo Por el solo hecho de hablar, el ser humano está exiliado de sí mismo, quedando condenado a errar en vida separado de un origen primordial para el que nunca tendrá palabras. En eso consiste la existencia: en ex-sistir, en sostenerse fuera, fuera del origen, separado de un supuesto «sí mismo». Ex-sistencia que obliga a los seres hablantes a un irrevocable exilio y a un éxodo permanente. La otra grave consecuencia del lenguaje es que en el discurso, es decir, en la red de palabras que constituyen la trama de lo social, los hablantes se distribuyan en dos posiciones extremas, las de amo y esclavo. Posiciones discursivas que ocupan los sujetos en la disputa por el Poder, tanto en el ámbito familiar como en el económico y en el social. Ese fantástico don, el del lenguaje, que nos separa radicalmente de los animales, se cobra así un alto precio. Nos vemos obligados a una elección forzada, sin tener ninguna conciencia de ello: ganar un lugar como sujeto en el campo del significante, es decir, en ese campo de signos que se conoce como «lo simbólico», es perder el ser de la vida natural. Siempre hay una pérdida cuando se elige, quedando el sujeto dividido por esa elección que le posibilita acceder al discurso. El lector encontrará estas y otras cuestiones ampliamente explicadas en el capítulo correspondiente, en el que Concha Ramo abunda en consideraciones para situarnos en el marco referencial de toda la experiencia llevada a cabo con los adolescentes inmigrantes. En su funcionamiento inconsciente, la lengua que hablamos (cualquiera sea) instituye tres lugares: el del Otro, el del sujeto y el del objeto. Estos tres términos constituyen la estructura en la que el ser hablante pondrá en juego su existencia. 11
Es tan grande la potencia del Otro en la constitución de sujeto, es tan extrema la dependencia, que esa asimétrica relación marca para siempre el posicionamiento del sujeto en la estructura familiar, en el colegio, en el trabajo, en la estructura económica. En la relación originaria que se establece con el Otro, este aparece investido del poder de satisfacer las necesidades o de privar de su satisfacción. Y el apetito de satisfacción de necesidades queda así articulado bajo la forma de una petición, es decir, de una «demanda» dirigida al Otro. Pero, aunque las demandas que el sujeto dirige al Otro reclaman la satisfacción de muy diversas necesidades, siempre se trata de demandas de algo distinto a la mera satisfacción de una necesidad. Si hay algo que especialmente nos enseña este libro es a sostener esa demanda, no para atender de inmediato la satisfacción de las necesidades que la subtienden, sino para escucharla y para que, en esa escucha, se dé lugar a la emergencia de ese sujeto que no solo pide «cosas», sino que, más allá de ese pedido manifiesto, demanda la presencia de otro que escuche. De ese modo se instauró hace trece años, en la experiencia de un grupo de seis mujeres entregadas a actividades sociales y asistenciales, una escucha privilegiada de los aspectos «vivenciales y subjetivos» de las narraciones de mujeres, en particular de inmigrantes. Sobre la condición de exilio consustancial al sujeto vienen a desarrollarse las migraciones de la vida: de habitación, de casa, de barrio, de pueblo, de ciudad, de paisaje. Los traslados que afectan a los que emigran de un lugar para llegar a ser, en otro lugar, inmigrantes, son siempre acciones inconclusas, procesos inacabados. Al que migra se le torna especialmente manifiesto el inacabamiento del ser, en una insólita temporalidad que Lacan formuló así: «Lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser». Nadie como el inmigrante para percibir que lo perdido es el propio ser, que toda certeza se escapa y que solo la nostalgia o el dolor le da cierta entidad. Que toda afirmación de ser es una impostura, que el presente no es otra cosa que ese «… para…» entre pasado y futuro, entre la conjetura del pasado, «lo que habré sido» y la del futuro, «lo que estoy llegando a ser». Doble inacabamiento del ser, que solo puede afirmarse como «yo soy…» en términos de impostura. En todo caso, se podrá llegar a decir «soy un cuerpo», un cuerpo que habla, y todo lo demás son ficciones construidas trabajosamente o asimiladas de golpe bajo la fascinación de las identificaciones con otros. Este libro se sitúa en ese presente, en ese «para» en que cada uno de los adolescentes, cualquiera sea su raza o la lengua que habla, cualquiera sea su sexo o su orientación sexual, puede desplegar con balbuceos y tropiezos o con ajustadas palabras, con soberbia o humildad, temeroso o desafiante, esa doble conjetura de lo que habrá sido para lo que está llegando a ser. 12
Fragilidad de la adolescencia, expuesta como ninguna otra edad a la escasa disponibilidad de esos símbolos que nos capacitan para soportar el dolor del pasado y para afrontar la incertidumbre del futuro. No hay nada que asegure a un sujeto que vaya a disponer de esos términos simbólicos cuando las encrucijadas de la vida se lo exijan, pero sí podemos asegurar que hay múltiples circunstancias psíquicas y sociales que, sin apelaciones, lo arrojarán a la intemperie. En algunos casos extremos, se configura un estado de «precariedad simbólica» que arroja a los seres humanos a una situación de miseria que no debe entenderse solo en sentido económico. Valga como ejemplo, el modo en que las drogas y la violencia indiscriminada hacen presa de los niños en las grandes concentraciones de pobreza, en las chabolas, en las favelas, en las «villas miseria». Como sostiene mi amigo Jorge Alemán1, «miseria es estar a solas con la pulsión de muerte en el declive de toda estructura simbólica». En ese grado extremo de desinserción, el sujeto, reducido a un mero residuo psicológico y social, cae en la degradación que le imponen esos lugares de miseria en los que se produce una altísima condensación del goce más mortífero, ese que emerge cuando el sujeto ha quedado a solas con la pulsión de muerte, buscando compulsivamente un placer que lo mata. Sobre este fondo trágico transcurren los itinerarios de la inmigración, como tortuosos senderos al borde del abismo de la miseria. En ese límite se desarrolla la actividad de este grupo de profesionales que vienen bregando desde hace años por construir espacios en los que no solo se atiendan las necesidades de quienes constituyen el campo de su experiencia, sino que, como se advierte ya en los antecedentes de este libro, según hemos dicho, se tengan en cuenta muy especialmente los aspectos vivenciales y subjetivos que se ponen en juego en esas personas, en su doble condición de mujeres y de inmigrantes. Se siguen, a través de los años, diversas vías de trabajo. Una de ellas condujo a lo que se presenta en este libro. La coordinadora de esta experiencia con adolescentes, Concha Ramo, destaca la dimensión ética de la tarea emprendida. En efecto, se trata de la subjetividad de este conjunto de muchachas y muchachos. Podemos asegurar el efecto benéfico de la sola entrevista y del grupo. Si hay algo que se afirma de la primera a la última página de este libro es el respeto por la palabra de los sujetos de la experiencia. En las situaciones discursivas que se proponen, en las que uno le habla a otro, en que uno habla y otro escucha, ya sea en grupo o individualmente, se torna evidente el respeto por la palabra.
1
Jorge Alemán (2009), Para una izquierda lacaniana…, Buenos Aires, Grama Ediciones.
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Se propicia la construcción de la posición de escucha en la que la mirada se define como «no prevenida», en actitud de no saber. ¿Qué quiere decir esto? No es que no se sepa cómo escuchar y qué escuchar, sino que no está del lado de la entrevistadora de cada adolescente o de la coordinadora de los grupos de discusión, la verdad de lo que ponen en juego los entrevistados. Por el contrario se trata de una escucha, de un «mirar escuchando» que pone en suspenso los propios prejuicios, los propios fantasmas, para propiciar la expresión sin cortapisas de las narraciones de cada sujeto. Como bien se señala en el capítulo de metodología, no se tienen respuestas previas acerca de lo que sucede con estos jóvenes inmigrantes, ni se buscan determinados resultados. Se trata, en cambio, de abrirse a la experiencia para indagar en la subjetividad de cada uno. Al finalizar la lectura de este libro no se tendrán soluciones, sino que más bien el lector tendrá las coordenadas del problema. Quiero decir que, más que cifras y gráficos (aunque también están contempladas en un capítulo), se encontrará con el verdadero peso de la cosa, la inmigración adolescente, como culminación de una investigación que se encuadra fundamentalmente dentro de la metodología cualitativa. En esta era en la que se ha expuesto en toda su sin razón la voracidad ilimitada de la lógica capitalista, época en la que el Poder exige éxitos y castiga el fracaso de sus servidores y de los dominados, una actividad como la de este grupo de mujeres que ha hecho posible este libro, y la orientación psicoanalítica de la escucha y la evaluación de la misma, como propone Concha Ramo, pueden colaborar para hacer surgir la dignidad de la existencia. Sergio Larriera2
2
14
Psicoanalista. Miembro de la ELP y la AMP. Docente del Nuevo Centro de Estudios Psicoanalíticos (NUCEP) de Madrid y en múltiples seminarios en Zaragoza. Miembro fundador de CRUCE, Arte y Pensamiento de Madrid. Ha publicado numerosos libros de psicoanálisis, y artículos de arte, literatura y psicoanálisis.
Introducción «Uno se atreve a mostrar algo de esa música propia y callada cuya historia viene de muy lejos. Y es muy importante escucharla (…) porque, a diferencia de los historiadores, la historia para el sujeto solo cuenta en la medida en que hagamos con ella un relato (…). Y conviene no obstaculizar ese momento con ideas previas, prejuicios y teorías»3. F. Tosquelles
En 1998 iniciamos un proyecto de intervención con grupos de acogida con mujeres inmigrantes en materia de identidad. La atención y escucha a estas mujeres nos alertó sobre su frecuente preocupación por los hijos que dejaron en el país de origen al cuidado de familiares y que traían a España por reagrupación familiar en edades próximas a la adolescencia o en la adolescencia. Comentaban que existían dificultades en la relación entre ellas y sus hijos, en la escolarización, en las nuevas relaciones que establecían en Zaragoza, etc. En la Parte I de este libro, «Antecedentes de la investigación», resumimos este proyecto, su evolución y producciones, que llevamos a cabo un equipo de mujeres procedentes de distintos ámbitos profesionales, desde el año 1998 hasta el 2006.
3
F. Tosquelles (1988), II Jornadas de Psicoanálisis. Caspe, Zaragoza: Diputación de Zaragoza, p. 15.
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Partiendo de este proyecto, iniciamos en el año 2006 una investigación con adolescentes inmigrantes de la ciudad. Deseábamos profundizar sobre sus vivencias y proceso, que a menudo comenzaba con las migraciones y separaciones previas de sus padres y otros familiares. El material trabajado en ella, desde una metodología cualitativa, proviene de los discursos de una amplia muestra de muchachos y muchachas recogidos tras la realización de múltiples grupos de discusión y entrevistas individuales. Esta publicación, que da fin al estudio, responde a la necesidad de mostrar su voz a la sociedad y, muy especialmente, acercarla a las personas que trabajan en educación, acción social, animación sociocultural, protección de menores, salud, justicia y mediación intercultural. Queremos contribuir a deconstruir una imagen de la población inmigrante que no refleja con fidelidad, al igual que cualquier otra imagen estereotipada de cualquier grupo cultural, la realidad de la diversidad de experiencias, ni la profundidad y complejidad estructural que encierra. Intentando, pues, profundizar y no quedarnos en generalidades y clasificaciones, dedicamos gran parte del estudio a una cuidada escucha de su decir en cada una de las entrevistas individuales. Escuchadas, transcritas y releídas, construimos a partir de ellas relatos, que posteriormente fueron analizados y comentados en un intento de destacar lo singular de cada sujeto, en tanto algo único e imprevisible. A ello se debe el título elegido para este libro, Del relato a la singularidad. El marco teórico precedente a estos relatos (Parte II) se refiere al contexto social en ese momento en cuanto a la inmigración en nuestra comunidad para estos muchachos y muchachas, las particularidades inherentes a la edad adolescente, y lo que conlleva a nivel psíquico y vivencial su proceso migratorio. La exposición se ejemplifica con extractos de relatos y entrevistas a pie de página. Pero también realizamos un acercamiento teórico al concepto de subjetividad —recogida a partir de lo que dicen, lo que narran, siempre en interacción con un otro que en este caso es el entrevistador/a—. Hablamos de la importancia de la subjetividad como una manera de saber del sujeto, y de la agencia del mismo en cuanto a su posibilidad de «fugarse», desmarcarse, de los estereotipos que se le asignan a nivel social, institucional e incluso familiar. Explicamos cómo esta investigación utiliza un enfoque autobiográfico y hermenéutico, pues el propio sujeto interpreta y da sentido a su experiencia, así como una vertiente clínica que asegura una relación del investigador con el o la adolescente, teniendo en cuenta que, aun con un corpus teórico, el principal objetivo no es el diagnóstico, clasificación e intervención (desde la perspectiva sociológica, educativa, psicológica o médica), sino la observación y escucha partiendo de un «no saber» con las menores ideas preconcebidas y prejuicios posibles. Siendo nuestro centro el narrador, el muchacho o muchacha que nos dice y cuenta, incluimos una breve exposición de los efectos que tiene este decir a otra persona, especialmente si se siente escuchado/a. Son efectos de desvelamiento del 16
sujeto mismo, de construcción de su identidad y autoafirmación; también de la propia captación de su división entre lo que dice que es y lo que es. Y finalizamos esta segunda parte con la exposición del proyecto y proceso llevado a cabo en la investigación, donde, junto a aspectos técnicos, hacemos una mención especial a cuestiones éticas, así como a la importancia de una actitud y posición determinada por parte de los entrevistadores y en general, del equipo investigador. Los resultados son presentados desde dos perspectivas, una individual, y otra conjunta. La Parte III, titulada «Una mirada a la subjetividad», engloba la perspectiva individual. Comenzamos este apartado preparando en la lectura de los relatos: estos son construcciones y como tales contienen interpretaciones, elecciones, de quien construye; también debemos prevenirnos de dar sentidos prematuros que pueden ocultar al sujeto que escuchamos —leemos—. Por ello, en su anonimato, son presentados sin especificar la nacionalidad, paliando en lo posible que nuestra mirada utilice rápidamente generalizaciones referidas al lugar de procedencia y permita captar mejor lo importante para cada uno de los chicos y chicas. Para la lectura de los comentarios (análisis) realizados tras cada uno de ellos, incluimos algunas herramientas conceptuales que fueron útiles en su elaboración. Se refieren a la construcción del sujeto, de su subjetividad e identidad, y a las experiencias de separación, que, si bien forman parte y son necesarias en toda experiencia humana, cobran especial relevancia en quienes emigran. Utilizamos extractos de sus narraciones como ejemplos de alguno de los conceptos. Y tras esta preparación presentamos ya los relatos, destacando con un título la impronta o significante que nos parece más significativo en cada adolescente y que ordenamos en función de nuestras apreciaciones sobre su momento y formas de integración. Quizás es esta la lectura más rica y cercana a la experiencia de cada adolescente, ya que, si bien parte de un mismo guión, en cada uno se despliega su particular manera de incorporar y/o sobrellevar nuevos encuentros y referentes culturales, junto a la permanente presencia de pérdidas y añoranzas. «Una mirada al conjunto desde la perspectiva de género» (Parte IV) muestra los resultados en forma agrupada, a veces con datos cuantitativos y otras con un análisis y elaboración de los discursos —individuales y/o grupales— en relación con determinadas variables o factores. La perspectiva de género se incluye como un importante elemento teórico e interpretativo. Siendo conscientes de que el mundo simbólico en el que estamos inmersos también se estructura en función de lo que se asigna desde las distintas sociedades y culturas como femenino o masculino —con variaciones a lo largo del tiempo—, incidimos en cómo estas asignaciones marcan diferencias entre el hombre y la mujer, creando desigualdades y jerarquizaciones sociales e interpersonales relacionadas 17
con el poder. La manera en que cada uno o una incorpora estas significaciones está reflejada en el discurso de cada sujeto, por lo que el estudio de las subjetividades se hace imprescindible a la hora de conocer, en su diversidad, las atribuciones dadas a lo femenino y masculino, así como las similitudes y diferencias de los discursos. Tras un encuadre teórico, en relación con el género y la emigración, su papel en la configuración de las identidades y la manera en que abordamos este enfoque en la investigación, presentamos los resultados agrupados. Describimos la muestra de adolescentes con la que trabajamos, y diversas variables relacionadas con el proceso migratorio: su deseo de emigrar, dificultades con el idioma, respuestas de la sociedad de acogida, relaciones con sus iguales, etc. También consideramos cuál fue el proyecto migratorio de sus padres y madres, así como los patrones migratorios que vivieron (quien sale primero, cómo son reagrupados…) y lo que dicen acerca de las relaciones con sus padres y madres, de quienes a menudo se separaron antes de su emigración. Después se analizan los discursos individuales considerando tres determinantes de género: los roles y tareas asignados a los chicos y a las chicas, la igualdad de derechos, y las relaciones de pareja. Finalizamos esta parte con un estudio de su situación actual en la sociedad de acogida, donde se incluyen, entre otros factores, la valoración que hacen de nuestra sociedad y las recomendaciones que dan a otros chicos y chicas adolescentes que viven o van a vivir una situación de emigración. La Parte V resume aspectos que consideramos importantes y algunas conclusiones y recomendaciones que nos sugiere el estudio. La extensión de este libro es fruto de múltiples inquietudes por parte de las autoras, a saber: ser fieles y dar a conocer el testimonio y las vivencias de los protagonistas adolescentes; transmitir una ética, así como herramientas conceptuales que ayuden al trabajo cotidiano de los profesionales; e intentar situar al sujeto como centro de la investigación, evitando en lo posible acudir a clasificaciones que lo excluyan. Con esta perspectiva es posible un mayor y mejor conocimiento de cada adolescente, pudiendo proyectar objetivos de estudio o intervención acordes con sus condiciones, características y expectativas, así como facilitar su implicación en lo que le podamos proponer. Además, desde la experiencia previa de trabajo con mujeres inmigrantes, y en el compromiso de algunas de las autoras con movimientos sociales feministas, se incorpora al estudio el análisis de los discursos y de algunas variables desde la perspectiva de género. Es esta una aportación a las escasas investigaciones de género con población adolescente inmigrante. Concha Ramo 18
Agradecimientos Son muchas las instituciones y personas que han participado en esta investigación, haciendo posible el actual estudio y publicación. Por ello quisiéramos mostrar a todas ellas nuestro reconocimiento y agradecimiento. Agradecemos a la Red Aragonesa de Proyectos de Promoción de la Salud y al SARES (Salud Pública, Gobierno de Aragón), por su apoyo y apuesta en los proyectos que hemos presentado, subvencionando nuestros trabajos de edición de cortos de películas, publicación de artículos en su revista y el actual libro. Hacemos mención especial a Javier Gállego, Cristina Granizo, Elisa Ferrer y Pilar Aliaga. A Servicios Sociales del Ayuntamiento de Zaragoza, que ha permitido y confiado en nuestro trabajo, aportando durante diez años subvenciones, con las cuales hemos podido llevar a cabo proyectos con mujeres inmigrantes y la actual investigación con adolescentes. Al Centro Municipal de Promoción de la Salud Amparo Poch (Ayuntamiento de Zaragoza), por el espacio y acogida que nos ha proporcionado, tanto a nosotras, como a mujeres y adolescentes con los que hemos trabajado. En concreto, a las profesionales, Elena Almárcegui Navarro y Ana Lobera Labadía. Y especialmente a Teresa Yago Simón, coordinadora de nuestro equipo de trabajo, compuesto por seis mujeres, que ha conseguido, con su profesionalidad, el respeto y la amistad, que nuestra tarea se llevara a cabo. También por el seguimiento, y las muchas aportaciones que ha hecho a esta publicación. A los profesionales que se adhirieron a la investigación: Lara Sanz Burgos y Adolfredo Salazar Fernández, sin cuya reflexión en el equipo de trabajo, realización de entrevistas y transcripción de las mismas, no hubiera sido posible este estudio. A 19
Sara Zapatero Molinero, socióloga, que acompañó desde el inicio la investigación con adolescentes, en reuniones del equipo, en grupos de discusión y elaborando las tablas y gráficas que presenta este libro. A Javier Gutiérrez Palacio, que meticulosamente transcribió numerosas entrevistas y contribuyó desde su experiencia en el campo de la informática y el lenguaje con interesantes aportaciones. A otras personas que transcribieron entrevistas, como Ana Isabel Cotoré, José Luis Mateos, Emilio Mateo y Rubén Lasheras. Además, agrademos muy especialmente a quienes realizaron un esfuerzo por incorporarnos en sus centros de trabajo y facilitarnos el acceso a los chicos y chicas, confiando en el equipo y en la utilidad del estudio, como: — los equipos educativos de los centros sociolaborales de Oliver y Magdalena, en especial, a Gloria Figuer Montero, Domingo Orte Peña, Santiago García Martínez y Pilar Larraz Plaza. A Mari Sol Mouchet del Centro Sociolaboral Ozanam; — las/os profesionales de los institutos públicos de Educación Secundaria Avempace, Lola Martínez, Virgen del Pilar, Isabel Lucía Bernad, Miguel Servet, Marina Sanz Lázaro y Carlos Moreno García, Andalán, Reyes Abellán Balbuena, Goya, Pilar Escolano González; — profesionales de la Casa de las Culturas del Ayuntamiento de Zaragoza, Ana Zarralanga y José María Martín Cote; — la Asociación Mosaico y también Helena Amigó, de la Asociación Sociocultural Aragón-China (ASACHI). Y, cómo no, nuestra gratitud a los 137 chicas y chicos que participaron en los grupos y realizaron las entrevistas, compartiendo con nosotros/as su experiencia migratoria, con la idea e interés de que ello podrá ayudar a adolescentes que viven experiencias similares.
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Parte I ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN Teresa Yago Simón, Esther Moreno López, Claudia Paolini Manchieri, Reyes Moreno López, Isabel Meléndez Ortega y Concha Ramo Cervera
1. GRUPOS DE APOYO A MUJERES INMIGRANTES EN MATERIA DE IDENTIDAD Hoy, ahora, nos preguntamos, ¿por qué, el año 1998, seis profesionales decidimos comenzar un proyecto de intervención que denominamos «Grupos de apoyo a mujeres inmigrantes en materia de identidad»? Hemos pensado sobre cuál fue la necesidad que nos movió a cada una de nosotras y hemos reconstruido la historia de nuestro proyecto como un proceso dialéctico, de interacción entre nosotras, como sujetos y también como equipo, y las otras, los otros, el afuera. La necesidad, que es la expresión de la carencia, tanto en nosotras como en las personas que han atravesado la experiencia, se ha ido resolviendo en este proceso y ha dado lugar a una transformación, a un cambio en nuestro modo de pensar y en la propia programación del trabajo. Nos movió la curiosidad, nos movió el interés, nos movió el deseo. Este proyecto se sustentó en nuestro bagaje profesional y en el logro de un esquema conceptual y operativo común fruto del trabajo en equipo. Estuvo atravesado por nuestras diversas ideologías y nos acompañó la ilusión de que, en este recorrido, resolveríamos algunos asuntos pendientes. Nos atrajo, nos sedujo «lo extranjero» y, finalmente, hemos comprobado que la imaginaria línea fronteriza se ha desdibujado. Así, se han multiplicado los matices y trastocado los lugares fijos, inmutables, aquellos que definen y determinan a los unos y los otros, a las unas y las otras. La finalidad era crear espacios grupales como soporte de acogida para las mujeres inmigrantes. Porque nos interesaba el grupo como espacio de relación, de aprendizaje y de cambio; porque todas teníamos experiencia grupal, ya que habíamos estado en espacios grupales de formación y porque parte de nuestra formación sobre identidad femenina y feminismo la habíamos compartido en grupos operativos de aprendizaje. Pensamos que el grupo sería un espacio apropiado para el proyecto, porque tiene funciones de acogida, contención y aprendizaje, porque puede favorecer un proceso de elaboración de la problemática emocional que acompaña al proceso migratorio. 23
Queríamos trabajar con mujeres, con mujeres extranjeras que convivían con nosotras, en nuestra ciudad. Nuestra trayectoria personal, en unas más intensa, en otras menos, en movimientos sociales y feministas, motivó nuestro interés por conocer y trabajar en este proyecto, que tiene un profundo enfoque de género tanto en su gestación como en su desarrollo y finalidad. El protagonismo de las mujeres que participaron en los grupos realizados reorientó y modificó el planteamiento inicial. El trabajo con adolescentes, trabajo que constituye el núcleo central de este libro, es una respuesta a haber hecho nuestra su preocupación por sus hijos e hijas. La migración no era una experiencia extraña para nosotras, tampoco lo era la relación con personas de otras culturas. Algunas contábamos con experiencias migratorias en la familia y una compañera es inmigrante, conociendo en primera persona el significado del dolor de la pérdida que se da en la inmigración. Habíamos trabajado con mujeres inmigrantes en distintos ámbitos: salud sexual y reproductiva, salud mental y trabajo social, y percibimos que, a pesar de la atención recibida, había un resquicio que nadie parecía abordar: la vivencia del proceso migratorio y el cambio en la identidad femenina que producía la migración. Por otra parte, algunas participábamos en redes y colectivos feministas autónomos. Y, además, todas nosotras queríamos trabajar juntas. Comenzamos en abril de 1998, a partir de la propuesta técnica de Teresa Yago, del Centro Municipal de Promoción de la Salud, que se concretó en un convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Zaragoza y la Asociación Symbolo4, con cargo a una partida presupuestaria del Plan Integral del Casco Histórico, que contaba con aportación de fondos europeos del Proyecto Urban. El convenio se renovó de forma anual, hasta el año 2006. El año 1998, solamente un 0,65 por ciento de las mujeres residentes en Zaragoza eran extranjeras5; quizás vivían en nuestra ciudad algunas más, pero estas mujeres, para las profesionales, todavía eran desconocidas o, al menos, «silentes». Hacía unos años que veníamos observándolas, que se acercaban a los servicios públicos en los que trabajábamos y que íbamos escuchando sus demandas, sus síntomas y, también, sus historias personales. Hoy, son un 11,63 por ciento6 y, para nosotras, son menos extranjeras. Hemos compartido espacios grupales, hemos pensado juntas, y hemos realizado juntas actividades culturales y de ocio.
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Symbolo: Asociación de Psicología y Psicoanálisis (asociación de profesionales que trabajan en la atención, formación y desarrollo de proyectos en el ámbito social, grupal e individual).
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Datos del Instituto Nacional de Estadística. Población por provincias. Año 1998.
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Datos del Instituto Nacional de Estadística. Población por provincias. Año 2009.
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Lo primero fue crear y mantener espacios grupales para el encuentro, la interrelación, el apoyo mutuo y la elaboración de las emociones provocadas por el hecho migratorio. Durante estos años han participado muchas mujeres en estos grupos, mujeres procedentes de diferentes países, de diversas religiones, etnias, profesiones, nivel y tipo de formación, edad y situación socioeconómica...; mujeres que se encontraban solas, o que habían venido a reunirse con sus esposos o que tenían la ilusión de traer a su familia que quedó en su país...; mujeres que habían aprendido nuestro idioma y estaban deseosas de comunicarse…; mujeres que solo se relacionaban con personas de su misma procedencia...; mujeres diferentes que tenían en común ser inmigrantes y ser mujeres. La pregunta central en nuestro trabajo ha sido sobre la identidad, sobre la condición de ser mujer, sobre la multiplicidad de «mujeres» incluidas en el concepto «mujer» y sobre la vivencia de la inmigración, diversa en experiencias y modalidades de adaptación e integración. La pregunta es la que ha promovido la formación de los grupos. El trabajo grupal nos muestra la complejidad y hace que la pregunta vuelva hacia nosotras; hacia nosotras y hacia el tipo de organización social que tenemos. La pregunta central es sobre la identidad, y es el eje que atraviesa todo el trabajo realizado; identidad que consideramos, y observamos, que incluye múltiples pertenencias. La experiencia de los «Grupos de acogida a mujeres inmigrantes» se ha relatado en diversos artículos7, en los que damos cuenta de la historia de estos grupos. Mostramos la variedad de encuadres planteados, con sus diversas temáticas; los procesos y los discursos grupales a que han dado lugar; y el alcance del significado que para ellas tiene ser inmigrante y ser mujer. Ha habido una experiencia común, se pueden reconocer sentimientos básicos similares y la importancia que adquiere el factor tiempo y la interrelación entre sujeto y medio social. Pero, en esta experiencia común, sobresale el reconocimiento de la diversidad existente en los conceptos genéricos de inmigrante y de mujer. El proceso migratorio requiere dos trabajos psíquicos, la elaboración del duelo y la adaptación a la nueva realidad. Los sentimientos que surgen, que acompañan o que invaden a cada una de las personas que llevan a cabo un proyecto migratorio son diversos y el proceso de elaboración y el grado y modalidad de integración también son diferentes, dependiendo de muy diversos factores.
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T. Yago (2000), «Grupos de apoyo a mujeres inmigrantes». Mujeres. Revista del Frente Feminista de Zaragoza, monográfico n.º 9, marzo.
R. Moreno e I. Meléndez (2001), «Grupos de acogida para mujeres inmigrantes». Red de Salud, n.º 4, abril-junio.
E. Moreno, R. Moreno e I. Meléndez (2001), «Grupos de apoyo a mujeres inmigrantes». En pie de paz, 4.ª época, n.º 54, julio.
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En expresión de Grinberg (1996), «cada emigrante lleva en su maleta una mezcla de sentimientos de ansiedad, tristeza, dolor y nostalgia, junto con expectativas e ilusiones esperanzadoras». La calidad específica de la reacción frente a la migración es el sentimiento de desamparo, la experiencia de la pérdida y el sentimiento de amenaza. Los procesos migratorios son diversos, pero en todas las personas que realizan esta experiencia subyacen sentimientos básicos comunes. Se enfrentan a miedos primarios, el miedo a la pérdida y el miedo al ataque. Aun cuando la persona se sienta capaz de tolerar el cambio, se pasa por un difícil proceso de elaboración, con diversas fluctuaciones. La migración pondrá a prueba su estabilidad psicológica y emocional. A veces se instaura una sensación de abandono, de inseguridad, como que todo es provisional. En estas condiciones, el individuo necesita imperiosamente que alguien, persona o grupo, en el nuevo medio, asuma funciones de «arropamiento» y «continencia» que le permitan sobrevivir y reorganizarse. Nuestro objetivo estaba relacionado con esta necesidad, pensamos que los espacios de acogida individual y los grupos de mujeres podrían tener esa función de apoyo. En un primer momento, los grupos se conformaron por zona de procedencia: mujeres magrebíes, latinoamericanas, guineanas, de Europa del Este y de África subsahariana. Estos colectivos, inicialmente categorizados por su condición de inmigrante, mujer, y de una cultura determinada, se caracterizan por la diversidad. No son ni se sienten como un colectivo homogéneo, y en los grupos se expresa la subjetividad de cada una y también se plasman las diferencias sociales e ideológicas. Hay mujeres que se sienten más cercanas a las de su propia cultura y otras que prefieren no coincidir con ellas; hay mujeres con forma de ser tradicional y otras que habían optado por el cambio. La heterogeneidad de modelos de mujer que pertenecían a la misma cultura resultó positiva, porque el trabajo grupal permitió reconocer qué se pierde y qué se gana en cada una de las situaciones, siendo así más comprensible el modelo de la otra mujer, diferente a una. En una segunda fase, los grupos se formaban con mujeres de diferentes orígenes. El momento migratorio en el que se encontraba cada una de las integrantes del grupo fue otro elemento que condicionó el proceso grupal. Querían sentirse escuchadas, revivir cómo fue la decisión de partir, la ilusión y el temor, el desconcierto y la desconfianza iniciales... Compartían sus sentimientos y expresaban cómo el partir duele y ver partir a otros también duele. Afrontaban las dificultades concretas en el proceso de integración social y luchaban por lograr llevar a cabo su proyecto. En el discurso grupal se hacían presentes los ausentes, porque en el corazón no existen ni las fronteras ni las distancias. Una persona que emigra tiene que vivir y aprender a tolerar ciertos niveles de frustración, ansiedad y soledad; capacidad para soportar la exclusión y capacidad para incluirse en el nuevo ambiente. En la medida en que el individuo pueda ir elaborando la experiencia de su migración a lo largo del tiempo, pudiendo integrar los aspectos y sentimientos negados y disociados, podrá padecer su dolor. Las experiencias de 26
las mujeres que fuimos conociendo durante estos años en los que se desarrolló el proyecto de intervención psicosocial eran muy diferentes y vimos la necesidad de abrir un espacio terapéutico, además de los grupos interculturales sobre proceso migratorio e identidad femenina, que tenían una finalidad de apoyo, contención e intercambio entre mujeres. La individualidad, cada caso particular, cada biografía, es un entramado complejo, pero en estos grupos terapéuticos prevaleció la identificación y la comunicación en torno principalmente a una misma identidad de género. Las mujeres que integraron los grupos provenían de distintas culturas, y mostraban su malestar «psico-social» a través de síntomas de ansiedad, somatizaciones, y/o depresión, síntomas que estaban en su mayoría relacionados con problemas de pareja. En los grupos, el gran emergente grupal, fue sentirse desatendida. Y dicho emergente nos permitió establecer un paralelismo entre la falta de cuidado hacia las mujeres que están arraigadas en identidades culturales que generan desigualdades, y el sufrimiento por las dificultades sufridas en su proceso de «integración» en la sociedad española. Estas mujeres al hablar de su tragedia, de su dolor, de sus miedos, de sus heridas, cuestionaban unas formas de relación no válidas, no igualitarias. El espacio terapéutico se convirtió, por tanto, en un lugar para la deconstrucción de la violencia (la individual y la social) y la construcción de una nueva identidad y un modelo de interrelación intercultural que fuera el resultado de algo más allá de una suma de identidades. En los grupos, hubo un constante trabajo sobre el sufrimiento, el duelo, por una relación que parecía tan ideal (con el país de acogida, con la pareja). El salir de la idealización comprometió el trabajo de los grupos, posibilitando la elaboración de los duelos individual y colectivamente como tarea terapéutica. El poder compartir la experiencia migratoria, y poder salir del aislamiento social y psicológico, participar, exteriorizar, escuchar, interiorizar sus propias vivencias, su propia historia y la de las demás les posibilitó entender y comprender el motivo latente de la inmigración y crear un movimiento individual y social de evolución, salir del victimismo y la desvalorización y reorganizar la autoestima en torno a un proceso evolutivo tan importante como es el proceso migratorio. Año a año fue aumentando el número de personas de otros países que se instalaban en nuestra comunidad, al igual que en el resto de España. Así, progresivamente, se ha producido un interés creciente por la inmigración como hecho social. Y los profesionales de servicios sanitarios y sociales han tenido que adaptarse a estos cambios. La reacción de la comunidad receptora es un factor que influye en la evolución del asentamiento y la adaptación de la población inmigrante. La llegada de «lo nuevo» ha supuesto, también, un impacto para la organización de los centros asistenciales y el desempeño profesional de los equipos. Puede modificar e incluso desestabilizar una estructura organizativa ya afianzada; puede cuestionar algunas de sus pautas de 27
conducta, crear inseguridades en la relación porque se desconocen las pautas culturales de cada cual; en algunos casos puede provocar hostilidad y desconfianza, etc. No obstante, también la interacción entre el recién llegado y el grupo local puede ser suficientemente equilibrada, sin caer en los extremos de idealización ni de persecución, para permitir un proceso de mutuo conocimiento, que favorecerá la integración entre ambos. La interrelación con otros equipos profesionales, sanitarios y sociales, fue clave en el desarrollo del proyecto y tomó un camino autónomo que dio lugar a la apertura de un espacio nuevo de contención y aprendizaje en el que compartimos lecturas y experiencias de trabajo. Nos preguntábamos en qué medida es posible el diálogo intercultural, si hay diferencias entre las mujeres autóctonas y las extranjeras y cómo se están construyendo estas diferencias. Nos preguntábamos por la distancia que establecemos entre nosotras y reflexionamos acerca de la necesidad de asumir nuestra propia autoalteridad para poder reconciliarnos, en plano de igualdad, con las «otras», para poder observar y percibir diferentes prácticas de liberación femenina. Abrimos otra línea de trabajo, para avanzar en el camino que señalan estos interrogantes. El instrumento fue la realización de un material audiovisual y el objetivo y finalidad del mismo fue trabajar en equipo con un grupo de mujeres de diferente procedencia, para poder elaborar un documental en el que se mostrara una realidad alejada de estereotipos que son fruto del desconocimiento, la indiferencia y la falta de interés. Esther Moreno asumió la coordinación de este nuevo proyecto, que se materializó en dos vídeos: Después del mar, en el que se graba la experiencia de un grupo de apoyo; y Migas con menta8. Para la realización de estos vídeos, contamos con sendas subvenciones de la Diputación General de Aragón, porque nuestro proyecto está integrado en la Red Aragonesa de Proyectos de Promoción de la Salud del Departamento de Sanidad, Bienestar Social y Familia. Para realizar Migas con menta9, elegimos contar con mujeres árabes que viven en nuestra ciudad. La elección tiene que ver con que nos pareció importante participar activamente contra el proceso de «islamofobia» que, a veces, muy sutilmente, vive
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Migas con menta ha obtenido el Premio Cine y Salud Gobierno de Aragón 2008, Premio Valor Visual ONG Festival de Cine de Pamplona 2007, Premio Mejor Corto Documental Jornadas de Cine Villa de La Almunia 2008. Sección Oficial Festival Euro-Árabe Amal 2007.
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Documental realizado con la colaboración de Marta Horno, Pilar Gutiérrez y Rebeca Serrat.
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nuestra sociedad desde siempre pero especialmente desde los famosos 11 de septiembre y de marzo. La materialización del fenómeno migratorio en nuestro país da lugar a actitudes y opiniones que perciben, a las mujeres árabes en concreto, como sumisas, incultas, sin posibilidades de resolución en sus vidas. Con este vídeo queremos dar un ejemplo más de que esa percepción es falsa y está basada en estereotipos fruto del desconocimiento, la indiferencia y la falta de interés. También queremos aportar un grano de arena al debate que en el seno del feminismo existe acerca de esta cuestión. Algunas voces importantes dentro del feminismo español defienden el modelo ilustrado europeo de progreso e igualdad entre los sexos como el mejor modelo exportable para todas las mujeres. Sin intención de ignorar las semejanzas entre los procesos de emancipación de las mujeres en Occidente y en Oriente, sí que nos interesa conocer y mostrar algunas prácticas diferentes de liberación femenina en la cotidianidad que no pasan obligatoriamente por los parámetros occidentales y que nos parecen igual de válidas. Tanto la experiencia en el proyecto de los grupos interculturales de mujeres como la realización del vídeo nos ha hecho descubrir que todos esos procesos de los que sabemos «en abstracto», se realizan de forma concretísima y cercana en nuestra ciudad, barrio, casa y cocina. Que las relaciones de dominio y resistencia suceden en todas partes y se formalizan con matices distintos en cada sitio. Y que precisamente por eso hay que desvelar que esos mitos de singularidad de las culturas locales los crean los que ostentan el poder. Nuestro foco de atención inicial eran las mujeres inmigrantes, nuestro planteamiento, crear espacios de acogida y de intercambio entre mujeres. Habíamos realizado los documentales porque quisimos que su voz fuera escuchada sin intermediación, y, de este modo, contribuir a contrarrestar las imágenes estereotipadas existentes sobre ellas. Nuestra posición, tras estos años, se había modificado. Escuchar su realidad, sus deseos, sus preocupaciones, sus anhelos y sus prioridades nos llevó a transformar el proyecto de trabajo. Muchas de estas mujeres manifestaban su preocupación por la situación de sus hijos e hijas, los que dejaron en el país de origen y los que consiguieron traer a España. Sentían su sufrimiento, su nostalgia, su ilusión por una vida nueva y las dificultades que tenían al llegar, tanto en el espacio familiar «reconstruido» como en el entorno educativo, laboral y social. Tomamos su preocupación como centro de interés del equipo de trabajo y proyectamos una investigación sobre migración y adolescencia. Entendemos que esta actitud no responde a que nuestra representación de la mujer inmigrante sea restrictiva, en el sentido de pensarla sujeto a través de su vinculación con la maternidad, sino que responde a considerar su palabra tal cual es pronunciada, sin efectuar interpretaciones ni juicios. Así, partiendo de una de las prioridades de estas mujeres, nos preguntamos sobre qué les sucedía a los chicos y chicas que iniciaban su proceso migratorio durante la adolescencia. 29
El año 2005 iniciamos la investigación sobre Migración y Adolescencia, que ha sido financiada por la Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el Departamento de Sanidad, Bienestar Social y Familia de la Diputación General de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza. Durante estos cinco años, hemos contado con diversos profesionales que se han integrado al equipo así como con la colaboración de colectivos sociales, profesionales de la educación y con los y las autores y sujetos de esta investigación, más de cien adolescentes, que han compartido su experiencia migratoria con todos nosotros. Nos planteamos conocer, mostrar y así contribuir a impedir la invisibilidad de los y las adolescentes inmigrantes. Como señala Eiguer (2009)10, «el reconocimiento coloca en el centro del debate la identidad de cada uno: aquello que la mirada del otro transporta en cuanto a la valorización del sujeto contribuye a la solidez de su autoestima». Si no hay reconocimiento del otro, si no se le concede un lugar valorizado, permanece «invisible». Nos preguntamos: ¿cómo pueden mantener una identidad, un sentimiento de sí mismo, en un proceso de cambio tan complejo? Su proceso de adolescencia, sus duelos por la infancia, por su cuerpo e ilusiones de niños y niñas, por sus imágenes idealizadas de los padres, está atravesado por su proceso de migración, el duelo por sus relaciones y entorno, su incorporación a un lugar y a una estructura en la que se producen nuevas relaciones, donde es mirado de un modo totalmente diferente, o incluso «no es visto», en un lugar extraño. En 2004, en Aragón, el 12,65 por ciento de los adolescentes varones y el 9,42 por ciento de las chicas adolescentes eran inmigrantes. El estudio de investigación tomó como población diana a los que siendo ahora adolescentes y viviendo en Zaragoza habían venido a España durante la pubertad y la adolescencia, unos porque habían sido traídos por sus padres, lo desearan o no, otros porque habían escapado de sus familias, de su país, por propio deseo o necesidad y otro grupo que, aunque están cronológicamente en la adolescencia, realizan un proyecto migratorio adulto que responde a la necesidad de ayudar a su propia familia. La investigación ha sido coordinada por Concha Ramo, que impulsó el proyecto junto a Isabel Meléndez. El elemento central de la investigación es conocer la experiencia personal, individual, singular, subjetiva, de cada una de estas chicas y chicos. Reconocer su experiencia, poder sentir y transmitir sus vivencias, sus sentimientos, sus preocupaciones y sus esperanzas, poder reconocer para impedir la invisibilidad que supone mirar a los adolescentes inmigrantes, como un colectivo con peculiaridades que son efectos del estereotipo y de la anulación de su propia experiencia vital.
10 A. Eiguer, «Relectura del narcisimo desde el vértex de la intersubjetividad». Área 3. Cuadernos de Temas Grupales e Institucionales, n.º 13, 2009.
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Los relatos nos hablan de cómo fue su infancia, cuando su padre o su madre habían emigrado buscando una vida mejor, la despedida de sus amistades y familia, el viaje, la llegada y sus primeras impresiones, el reencuentro con su familia, la adaptación al lugar, a una nueva forma de vida, las expectativas de futuro, cómo se sienten mirados, cómo ven a los de aquí y lo que aconsejan a otros chicos y chicas que puedan encontrarse en una situación parecida a suya. Y «Una mirada al conjunto» es el resultado del análisis global de los discursos producidos en los grupos de discusión y en las entrevistas individuales. Este libro responde a la necesidad de mostrar la voz de los y las adolescentes a la sociedad y, muy especialmente, acercarla a las personas que trabajan en educación, acción social, animación sociocultural, protección de menores, salud, justicia y mediación intercultural. Conocerla nos hará más eficientes en nuestro trabajo porque tendremos en cuenta la singularidad de su experiencia y la complejidad que entraña. Queremos contribuir a deconstruir una imagen de la población inmigrante que no refleja con fidelidad, al igual que ninguna otra imagen estereotipada de cualquier grupo cultural, la realidad de la diversidad de experiencias, las múltiples facetas del poliedro que es la persona, ni la profundidad y complejidad estructural que encierra.
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Parte II CONTEXTO SOCIAL, MARCO TEÓRICO Y PROYECTO DE INVESTIGACIÓN Concha Ramo Cervera
1. CONTEXTO SOCIAL. ALGUNOS ASPECTOS GENERALES SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS ADOLESCENTES INMIGRANTES EN CIUDADES DE ESPAÑA Y EN ARAGÓN Antes de delimitar el marco teórico, desarrollaremos parte del contexto existente en el tiempo en que se realiza la investigación y en años anteriores, respecto a la población inmigrante y adolescente, siguiendo algunos estudios e investigaciones de diversas instituciones académicas, políticas y sociales. La población inmigrante en Aragón, según el Instituto Aragonés de Estadística y de la Dirección General de Inmigración y Cooperación al Desarrollo del Gobierno de Aragón en junio de 2008, era de 159 953 personas, siendo 118 473 las que vivían en Zaragoza. Pertenecían a 106 nacionalidades diferentes, con un predominio de personas cuyo país de origen era Rumanía (57 043), seguidas por las procedentes de Marruecos (15 108) y de Ecuador (11 521). Agrupándolas, el 52 por ciento eran de origen europeo comunitario, el 21 por ciento americano, el 21 por ciento africano, el 4 por ciento de Asia y Oceanía y el 2 por ciento de la Europa no comunitaria. Durante este mismo año, el Gobierno de Aragón publica el «Plan Integral para la convivencia intercultural en Aragón 2008/2011», que pretende garantizar a la población de origen extranjero el acceso en igualdad de condiciones a los servicios públicos, la práctica de sus derechos y el respeto a su diversidad cultural en el marco de los derechos humanos y los valores y principios democráticos. Tiene 154 medidas prácticas en función de tres líneas estratégicas: acogida, inclusión y convivencia, y tres tipos de población de especial atención: menores, juventud y mujer. En este informe describe la concesión entre 2004 y 2006, de 7025 autorizaciones de residencia a hijos e hijas, bien por reagrupación familiar (6421), o porque su padre o madre tenían ya permiso de residencia (604). Una buena parte de estos permisos fueron consecuencia del proceso de normalización de inmigración irregular de 2005, así como del arraigo y estabilidad de la población extranjera en Aragón. 35
Considera el aprendizaje del idioma español lo más importante para su integración inicial y un mejor rendimiento académico y señala también una diferencia importante entre quienes nacieron aquí y quienes nacieron fuera11. La expectativa de muchos jóvenes que vienen de fuera es insertarse rápidamente en el mercado laboral, lo cual se ve frustrado al comprobar que la escolarización es obligatoria hasta los 16 años y que el acceso al mundo laboral está vinculado a la obtención de un permiso de trabajo y la formación técnica laboral que aún no poseen. También parece que la oferta formativa y laboral no se corresponde con sus necesidades ni las expectativas que forjaron. Por otro lado, los tipos de empleo y las jornadas laborales de los padres y madres dificultan a menudo el seguimiento y acompañamiento a sus hijos, así como su implicación en la actividades de los centros de estudio y AMPAS12, que les ayudarían a ser más visibles respecto al resto de la comunidad13. Siguiendo con el ámbito escolar, según un informe publicado en el 2003 por el Defensor del Pueblo en Madrid, tras realizarse un análisis y estudio empírico en
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Primeras dificultades con el idioma: «[…] “Sí, te insultan, pero yo sé, puedo también decir. Si yo sé hablar, nadie me va a insultar porque le voy a entender, pero si no sé hablar te insultan porque no entiendes nada”». Wei. Relato, p. 94.
«[…] Al principio se sentía muy mal, no podía respirar, como si le faltara oxigeno: “Pues viendo la gente diferente, hablar otro idioma y tú también querías hablar ese idioma pero no puedes, se te da un ataque… que no puedes hablar ese idioma o no conoces…, como si fuera, como si no hay oxígeno, es como… se cambia mucho”». Manuel. Relato, p. 143.
«[…] “El idioma no lo sé; como no lo sé, no sé lo que dice la gente, me quedo toda la semana en mi casa, no salgo, salgo solamente con mi padre o unos primos”. Al principio se sentía demasiado solo. Le costó unos seis meses hablar mejor y salir con amigos». Hamza. Relato no publicado.
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Asociaciones de madres y padres en el ámbito escolar.
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Soledad por las grandes jornadas laborales de los padres: «[…] Los antecedentes que tenía de su hermano no eran buenos […]. “Con mi mamá trabajando se quedaba todo el día solo en el apartamento, lo vivió muy mal, me decía que se quería ir, pero no le decía nada a mi madre para que mi madre no se quedara sola aquí”». Lucía. Relato, p. 99.
«[…] “Cuando vine me quedaba solo en casa, no…, si llamaba alguien a la puerta, llamaba a mis padres”; “que llaman, ¿qué le digo?”; “¿sabes?”... “No sabía”. Sus padres no tenían mucho tiempo de acompañarlo y lloraba por la noche en la cama; “me decía: ¿qué hago yo en España sin saber nada? Dejé todo, el chalé, mis amigos y todo eso […] dormía mal, mis padres me ayudaban poco porque se iban a trabajar y eso, no podían cuidar de mí cada día”». Estefan. Relato, p. 131.
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diversas autonomías españolas14, se observó que, cuando el porcentaje de alumnado de origen inmigrante escolarizado en un centro superaba el 30 por ciento, las opiniones de profesores y alumnos dejaban de ser positivas. Y, por otro lado, respecto a la escolarización obligatoria del alumnado de origen inmigrante, además de no estar cumpliéndose en determinados casos, sus resultados académicos solían ser peores que los del alumnado autóctono en algunos cursos de Secundaria, sobre todo en las áreas de lengua y matemáticas15. En esta línea, el Justicia de Aragón, en un informe sobre «La integración en Aragón: vivienda, trabajo y educación» publicado el 30 de marzo de 2004, señala la necesidad de distribuir proporcionalmente entre colegios públicos y concertados a los alumnos inmigrantes, encontrando que en cuatro colegios se daba una proporción entre el 70 y el 60 por ciento, y en ocho entre el 20 y el 40 por ciento. También insiste en la necesidad de dotar a los centros de los recursos suficientes, sobre todo en cuanto a profesores de apoyo y aumentar los esfuerzos en diseñar y desarrollar actividades que les ayude a integrarse y adaptarse a nuestra sociedad. Finalmente, conocedor de la escasa participación de los padres y madres inmigrantes en las asociaciones de padres, sugiere impulsar jornadas de convivencia, cursos para adultos y prestación de servicios adicionales para los mismos. Atendiendo a otras investigaciones, en los años 2007 y 2008 se inició un importante estudio longitudinal sobre la adaptación social y económica de los hijos de inmigrantes —la segunda generación, en las ciudades de Madrid y Barcelona16—,
14 Defensor del Pueblo (2003). Informe La escolarización del alumnado de origen inmigrante en España. Análisis descriptivo y estudio empírico. Madrid. 15 Dificultades con la escolarización y la legalización: «[…] Su padre siempre le animó a aprender español, a estudiar y a hacer amigos españoles. Sin embargo, cuando llegó en diciembre a España, no se matriculó en ningún colegio, fue a aprender español a un centro; esperaba un año, otro… Su padre le decía que era muy difícil, que tenía un nivel bajo, sobre todo en Matemáticas. Pensó en ir a Francia a estudiar, le hubiera gustado, hubiese sido más fácil seguir estudiando allí porque habla francés, además tiene un familiar allí, pero su padre y su madre no querían, no querían que faltara nadie de la familia…
Después de tres años, el primer centro de formación al que ha accedido es un centro sociolaboral. Le gusta la mecánica, pero ve difícil trabajar después, porque no tiene permiso de trabajo y ve muy difícil arreglar los papeles. Siente preocupación por lo que ocurrirá cuando acabe sus prácticas. “Si, vine aquí a estudiar, a trabajar, quiero ayudar a mi padre, pero… no lo sé. Es muy difícil la vida aquí sin trabajar, sin dinero, sin eso, muy difícil”». Hamza. Relato no publicado.
16 A. Portes, R. Aparicio y W. Haller, La segunda generación en Madrid: un estudio longitudinal y La segunda generación en Barcelona: un estudio longitudinal. Ambos trabajos realizados gracias al acuerdo entre el Instituto de Estudios Migratorios de la
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cuyos resultados se presentaron en el 2009. El estudio se realizó con una muestra estadísticamente representativa de siete mil adolescentes con progenitores extranjeros (de más de sesenta nacionalidades) en centros públicos y concertados de Educación Secundaria. La segunda generación se define en este estudio como los hijos de padre o madre extranjeros nacidos en España, y generación 1,5 a los nacidos en el exterior pero asentados en España a una edad temprana, en general antes de los 12 años. La encuesta inicial se concentró en adolescentes de entre 12 y 17 años, de ambos sexos y de todas las nacionalidades de origen. Solo el 13 por ciento de la muestra representaba la segunda generación; el resto pertenecía a la generación 1,5. De ello podemos deducir que muy pocos nativos de padres extranjeros han llegado ya a la adolescencia. Para los que no nacieron en España, el año modal de llegada fue 2002 y el tiempo promedio de residencia en el país, seis años. Algunos de los resultados presentados en esta primera fase de investigación fueron los siguientes: «Estamos frente a un complejo pero no del todo negativo panorama con respecto a las identidades y planes de futuro de la segunda generación. La relativa debilidad de la auto-identificación como españoles y la fuerza de las identidades nacionales de origen y de las redes sociales étnicas refleja fundamentalmente el carácter reciente de la migración, lo que conlleva que la mayoría de los hijos de inmigrantes actuales se sientan, ellos también, extranjeros, aunque la gran mayoría afirma no sentirse discriminado en España. Queda por ver si, con el paso del tiempo, progresa el proceso de incorporación cultural, disminuyendo el número de aquellos que sueñan con vivir en Norteamérica u otros países de Europa. Por otra parte, las modestas aspiraciones y expectativas educativas y ocupacionales de esta segunda generación pueden ser un motivo de preocupación, porque de ellas pueden deducirse bajos resultados educativos y finalmente dificultades para la incorporación al mercado de trabajo o el mantenimiento en posiciones laborales muy débiles ante las crisis económicas». En la práctica se observa, que mientras en la Educación Primaria crecen vínculos y amistades entre alumnado de diferente origen, al llegar a la adolescencia son escasas las pandillas formadas por chicas y chicos procedentes de distintos países o formadas por extranjeros y españoles (M.ª Antonia Delpino Goicoechea, 2007)17.
Universidad Pontificia de Comillas y la Universidad Princeton de Estados Unidos, con el patrocinio de la Fundación Spencer Chicago (ARI 67/2009-22/04/2009). 17 Cambios en la nacionalidad de sus amigos en España en el transcurso de la infancia a la adolescencia: «[…] Cheung… salía con amigos, hizo un amigo compatriota, pero casi todos eran españoles, eso le ayudó. Su familia tuvo que trasladarse a Zaragoza, donde comenzó Secundaria… En Zaragoza la mayoría de ellos son compatriotas, aunque conoce a un guineano de clase de español y suelen jugar a baloncesto. Apenas se mezclan, cree que a los otros no les gusta jugar con ellos: “A ellos no les gusta jugar con nosotros, a mí tampoco, jugamos nosotros juntos”; a veces algunos chicos les insultan: “Algunos dicen
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Además de las aspiraciones y expectativas educativas y ocupacionales que tienen estos jóvenes, debemos analizar las posibilidades que ofrece la comunidad receptora. Ya se señaló anteriormente su deseo frecuente de insertarse rápidamente en el ámbito laboral. SOS Racismo Aragón (2004)18 realizó un informe ante el conocimiento de un número importante de menores extranjeros que no completaban su formación en los centros sociolaborales19, porque sin su permiso de trabajo no podían acceder a unas prácticas laborales que les permitieran acabar toda la formación y, naturalmente, tampoco a una inserción laboral. Ello se debe a la tremenda dificultad existente para conseguir la documentación necesaria, aunque a veces posean un permiso de residencia. Este problema sigue vigente en la actualidad. Las propuestas de solución que esta organización sugiere son una mayor agilización de los trámites administrativos y burocráticos, una mayor coordinación entre la administración del Estado y la administración autonómica, subsanar la desinformación existente por parte del funcionariado sobre el tipo de documentación que precisan los menores y los derechos que tienen y diversificar la oferta de formación. Aunque son pocos los adolescentes no acompañados que han participado en la investigación, quisiéramos hacer mención de la situación de algunos de estos menores u otros que, aun viniendo algún familiar o conocido, están en situación de desprotección20. Según el informe antes mencionado de SOS Racismo Aragón, se da una sangrante situación en los menores inmigrantes no acompañados, en los que no se suele asumir su tutela y/o guarda por parte de la institución pertinente. Una vez entran en los centros, compete a la administración regularizar su situación, pero en la práctica no se está haciendo y los problemas en la tramitación de documentación persisten. Los
cosas raras, insultan un poco y eso… yo también les insulto y pasamos así, nada más”, se meten con ellos llamándoles extranjeros». Cheung. Relato, p. 152. 18 SOS Racismo Aragón (2004), Situación educativa y social de los menores extranjeros en la ciudad de Zaragoza (septiembre). 19 Los Centros Sociolaborales (CSL) tienen como finalidad la integración social y laboral de jóvenes a través de la formación para el empleo, así como la orientación personal y profesional a través de diversos planes establecidos con las diferentes entidades sociales de la ciudad de Zaragoza. En ellos se reciben a jóvenes que no han encontrado respuesta en el sistema reglado de formación, y ofrecen actividades dirigidas a la compensación educativa y a la formación ocupacional, con el objeto de orientarles hacia una inserción laboral. 20 Menores no acompañados: «[…] a pesar de estar terminando el curso de albañilería, de habitar en una vivienda tutelada, ve las cosas muy difíciles en España, sus papeles no están resueltos, tiene mucha dificultad con el idioma y, sobre todo, echa de menos a su padre y a su hermano. “Aquí no hay nada”, repite». Arín. Relato, p. 136.
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menores, cuando son mayores de edad o salen de los centros, acaban en la calle sin documentación. Los pocos documentos que se han conseguido proceden más de la buena voluntad de algunos de los educadores y profesionales que trabajan con ellos. Los internamientos son vividos por los menores como una pérdida de tiempo y una reclusión que no les permite avanzar en su proceso migratorio, dentro del cual trabajar y ayudar a la familia es parte primordial. Ellos van de un sitio a otro, de una comunidad autónoma a otra, sin encontrar una solución global, sin nombrar la incidencia que todo esto tiene en su salud mental, presentando rasgos de desarraigo, soledad, tensión, etc., que junto a sus pocas posibilidades de mejorar su situación personal desembocan a veces en trastornos depresivos y desestabilizaciones mentales, en consumo de drogas, actos violentos, delincuencia, etc. Los menores se sienten doblemente castigados, desconfiados, desesperados, y psíquicamente afectados. Es un deber moral y legal documentar a los menores si se pretende una verdadera integración del colectivo en nuestra sociedad. En su mayoría son jóvenes con deseos de buscar un futuro mejor. En Cataluña se ha realizado una estadística y estudio de la situación de menores no acompañados (Violeta Quiroga, 2009). De los quince mil jóvenes que han entrado en la última década, la mayoría (75 por ciento) son marroquíes, pero actualmente hay ya un 25 por ciento que procede de Europa del Este (destacan los menores rumanos) y de países subsaharianos (principalmente Senegal, Mali y Ghana). Revela colectivos que hasta ahora pasaban inadvertidos y que suelen estar fuera del sistema de protección. Uno de ellos es el de los menores marroquíes que no llegan completamente solos sino acompañados por hermanos o compañeros, pero que están igualmente en situación marginal. También hay menores pakistaníes y bengalíes. El segundo grupo detectado es el de las chicas, que llegan «insuficientemente acompañadas», lo que puede incluir a tíos, como sucede con las marroquíes; suegros y maridos, cuando se trata de chicas rumanas de etnia gitana, que serán utilizadas para la mendicidad; o supuestos compañeros e intermediarios que utilizan a las chicas para la prostitución. En este último caso, suele tratarse de «chulos que se hacen pasar por novios». En cuatro años han llegado a Cataluña 105 chicas menores de edad. Incluyo como referencias bibliográficas por su gran interés las tesis doctorales de Violeta Quiroga (2007) y de Silvina Gabriela Montoros (2007) sobre menores migrantes marroquíes no acompañados.
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2. MARCO TEÓRICO 2.1. Concepciones teóricas acerca de la población investigada: adolescentes inmigrantes La adolescencia La adolescencia es una etapa de la vida en la que el individuo va perdiendo su condición de niño y va adquiriendo características de adulto. Es un proceso en el que se dan duelos por la pérdida del cuerpo, de la identidad infantil y por los padres de la infancia. En su temor al crecimiento y en la angustia de entrar en el mundo adulto, los sentimientos de rivalidad e invalidez hacen que a menudo el adolescente proceda a una huida progresiva del mundo exterior y busque un refugio temporal en su mundo interno. En ese momento a menudo lo salva de su silencio el escribir un diario íntimo, o la relación con un amigo hecho a su imagen y semejanza. Refugiarse en su mundo interno les posibilita reconectarse con su pasado y desde allí enfrentar el futuro. La reacción del mundo exterior, que aceptará o rechazará su riqueza creciente, le permitirá o le impedirá desarrollar lo que es típico del pensamiento y de la acción del adolescente (Aberastury, 1959). Las modificaciones corporales (pérdida del cuerpo infantil) son vividas al principio como una invasión: su cuerpo cambia progresivamente y no sabe qué le deparará. Su desarrollo físico, de los órganos sexuales y de la capacidad de reproducción, es vivido por el adolescente como una irrupción de un nuevo rol que modifica su posición frente al mundo y que además le compromete también en todos los planos de la convivencia21. Su identidad infantil también se tambalea, por lo que va buscando y construyendo en un largo proceso, en un plano consciente e inconsciente, una nueva identidad. Así, en el adolescente pueden observarse a menudo la representación de varios personajes, a veces contradictorios entre sí, cambios bruscos en su estado de ánimo, vestimentas, opiniones, etc. No quiere ser como determinados adultos (referentes en su infancia, como sus padres) y elige a otros como ideales. En esta búsqueda de identidad no es extraño que el individuo recurra a la búsqueda de «uniformidad» que puede brindar seguridad y estima personal. De esta forma surge el espíritu de grupo tan importante para el y la adolescente; hay un proceso de sobre-identificación en donde todos se
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En relación con el cuerpo: «Cristian a todos los ve mayores y muy altos, sin embargo, él se ve bajito, que no crece y esto le preocupa: “Soy demasiado pequeño, no crezco mucho, mis amigos son todos más altos, no sé si daré el estirón”». Cristian. Relato p. 166.
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identifican con cada uno, donde pueden compartir, sentirse entendidos, confrontarse y hacer ensayos de relación adulta con el mismo y distinto sexo22. El grupo, las amistades facilitan «un lugar de transición» y «tiempo de transición», un espacio potencial que posibilita vivir el tránsito de la niñez a la edad adulta como «juego», con toda la seriedad e implicaciones que ello tiene para el/la adolescente (Winnicott, 1971)23.
22 En el estudio realizado por M.ª A. Delpino en 2007, «La inserción de los adolescentes latinoamericanos en España», la autora describe cómo el transitar la adolescencia como inmigrante involuntario parece llevar a los jóvenes a la búsqueda de espacios alternativos de socialización, debido a que no encuentran atractivos o acogedores aquellos lugares disponibles en la sociedad a la que llegaron. La hipótesis que aquí se sostiene es que, aunque la mayoría de los estudiantes latinoamericanos que asisten a la ESO no participan actualmente en algunos de los grupos callejeros juveniles identificados como bandas latinas, prácticas y discursos de estos grupos tienden a convertirse en polos de atracción y modelos de agrupación para aquellos jóvenes cuya integración no resulta plenamente satisfactoria. En la práctica se observa que, mientras en la Educación Primaria crecen vínculos y amistades entre alumnado de diferente origen, al llegar a la adolescencia, son escasas las pandillas formadas por chicas y chicos procedentes de distintos países o formadas por extranjeros y españoles. Catálogo general de publicaciones oficiales, http://www.060. es. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Subdirección de Información Administrativa y Publicaciones. Liga Española de la Educación y la Cultura Popular. 23 La banda como lugar de transición: «[…] su padre le faltaba desde los 8 años, pero fue a los 12 cuando empezó a relacionarse con chicos que estaban en bandas y a formar parte de ellas. “Pues ya conocía a amigos así… lo que son bandas aquí, conocía… ya me hice de una, de otra… no es que hiciera muchas cosas malas…”. (…) “Encontraba más amigos, más libertad, me acostumbré a estar así. Me gustó más estar así”. “Íbamos a jugar, se hacían concursos de baile o fiestas, nos reuníamos bastantes personas, a veces la familia, o a veces solo jóvenes”».
A los 15 años vino a España: «[…] solo hace dos meses que ha comenzado a salir con amigos, va acostumbrándose poco a poco al barrio en el que vive, a la vida cotidiana, y a salir…. Según Francis, al llegar: “El salir solo, el no salir con alguien, eso me hacía sentir extraño” […] “Ya voy solo a casa y vuelvo solo”. Al principio estaba triste, pero ahora ya no lo está: “Ahora, no, sé que estoy bien y tengo que seguir adelante, no se puede hacer más”».
«[…] Ha encontrado también un espacio de relación en una banda en Zaragoza, reconoce que hay bandas pero no como allá; aquí ellos juntan dinero para ayudar a compatriotas que están en el hospital, por enfermedad, por accidentes laborales, que no tienen seguro, se organizan para colaborar en las casas, también van a bailar y de vez en cuando tienen alguna pelea con otras bandas que los molestan. En estos grupos hay chicos y chicas de diferentes nacionalidades pero él con quienes mejor congenia son con los de su país. Se relaciona con pocos españoles, con los del centro sociolaboral y con algún chico mecánico de su barrio». Francis. Relato, p. 112 y ss.
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El tercer duelo que vive el adolescente tiene que ver con la pérdida de los padres de la infancia, que lo protegen, guían y con los que ha establecido vínculos de dependencia propias del niño. Tiene que dejar de ser a través del padre y la madre para ser él mismo y se da un proceso de dependencia-individuación que también le será costoso. El adolescente necesitará ir construyendo su propia identidad, su «ser él mismo», y encontrar su lugar en el mundo (Aberastury, 1973). Comienza a juzgar con severidad crítica a los adultos, padres24, maestros, etc., y expresa así su angustia por tener que entrar en un plano de igualdad y reciprocidad con ellos. Sus propios valores resaltan en la medida en que desvaloriza las capacidades y valores de los padres sin necesidad de hacer el esfuerzo de que resalten por sí mismos. Cuando el adolescente ha realizado una cierta cantidad de logros adultos que le permiten competir sin necesidad de aniquilar al competidor, y se siente ya más poderoso, pueden aflorar los sentimientos de amor y gratitud junto con los de competencia o rivalidad. Uno de los problemas suele surgir en los adultos que rodean al adolescente, quienes, al sentirse atacados, enjuiciados, molestados y amenazados, pueden reaccionar con una total incomprensión, con rechazo y con un reforzamiento de su autoridad.
24 Críticas y diferencias en la relación de adolescentes con sus padres: «[…] establece un antes y un después que parece tener que ver con su infancia y adolescencia marcada por la migración. “Cuando era pequeño comía más comida que ahora… no suelo comer mucho”. Antes colaboraba más en la casa; ahora… Antes le daba menos pereza hacer las cosas; ahora… Le cabrean sus padres, le cabrea su hermana, esta le reprocha que no haga las cosas de la casa».
«[…] Piensa que la relación con sus padres es normal: “Verlos, saludarlos, ahí, pedirles dinero… y ya”; no le gusta estar con ellos, dice que no es porque no los quiera, pero que se aburre con ellos. Están pendientes de él, de si estudia… Los ve anticuados, siente que no lo entienden, que no se adaptan a los cambios, que no aceptan, que no confían en él. Le reprochan que no pase más tiempo en casa y no les gusta que esté tanto en la calle; les preocupa lo que pueda hacer. Tampoco le dejan tener moto; a él le cabrea, pero es consciente de que si la tuviera no acabaría bien. Es muy joven. Aunque le agobian, tiene la idea de que hay que respetar a los mayores». Cristian. Relato, p. 166.
«[…] “Mi madre está metida como nos criaron allí, como somos allí, claro; me dice que tengo que hacer lo de allí. Por ejemplo, mi madre está trabajando y yo tengo que cocinar, cuidar de mis hermanas, tengo que hacer las cosas de mi casa y todo tengo que hacerlo yo, entonces, claro. A la vuelta aquí, en cambio, las españolas no les hacen cocinar ni nada, y yo desde los 14 años he tenido que cocinar y todo mientras mi madre trabaja… Y pues mi madre dice que una señorita no tiene que estar a las tantas de la noche por ahí, pues sin embargo aquí la mayoría están por ahí”. “… Pues a veces no me deja, me escapo, voy por ahí con mis amigas y se enfada, me dice: ‘¡Tú quieres ser como las españolas!’”». Dolores. Relato, p. 194.
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Ante este proceso de pérdidas y nuevas adquisiciones, podemos sopesar la situación de aquellos que llegaron a España en la pubertad (inicio de los cambios comentados) o adolescencia, en el encuentro a menudo con padres, de los que se separaron en la infancia25. Los conflictos en esta coyuntura pueden ser mayores, pues deben buscar grupos de iguales con los que poder identificarse (donde los semejantes autóctonos les son tan ajenos), al tiempo que cuestionan a unos padres de los que algunos adolescentes se separaron hace tiempo. El proceso migratorio Desde una visión general, la emigración conlleva todo un proceso que se inicia en la decisión de partir, con un proyecto individual o colectivo suscitado por distintas motivaciones, el momento de la partida26 y separación de los seres queridos y del lugar
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Encuentros con los padres de los que se separaron en su país: «[…] Me sentía al principio incómoda; un año sin mi padre fue una liberación en casa y luego regresar otra vez a lo mismo, entonces yo ya no estaba dispuesta a que mi padre fuera tan autoritario, y, cuando llegamos, pues a él le costó mucho adaptarse a nuestra forma de ser, se dio cuenta de que ya no podía ser autoritario con las personas, ni con mi madre, ni conmigo, ni con nadie en general, que tenía que cambiar». Miriam. Relato, p. 184.
«[…] Me quería volver con mi padre y decía: “Yo no quiero estar con mi madre aquí, que no, que no”, porque claro, al tiempo de no ver a mi madre también ella había cambiado, y yo tampoco…, ya no tenía la misma confianza, ni nada y claro, ya no era lo mismo. Ella había cambiado mucho y tenía mal genio; ya allí tenía mal genio, pero aquí peor, y yo estaba acostumbrada a unas cosas con mi abuela y mi padre, y aquí mi madre me las cambió, entonces…». Dolores. Relato, p. 194.
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Monólogo de los momentos previos al viaje y la despedida: «[…] En ese momento tú dices: “Hala, me voy a ir a otro país”. Te quedas como sorprendido diciendo: “Ahhh… ¿Y qué va a ser de mi vida?, ¿qué voy a hacer aquí?”… Porque tú dices: “¿Y ahora tus amigas, tu padre?”, porque en mi caso yo llegué con mi madre y mi hermano; solo vinimos los tres y mi padre no vino. Se quedó allí; mi abuela tampoco iba a venir. Era una cosa extraña, yo pensaba: lo único bueno que tenemos es que hablamos el mismo idioma, porque si no ya sería... vamos, sería demasiado. Y pensaba mucho en mi perro también, porque yo tenía un perro que lo quería muchísimo, hasta el día de hoy vive…, el día que vaya a mi país lo volveré a ver. Yo... yo recuerdo siempre eso: la alegría, el susto, el pensar, la emoción; todo se te mezcla en ese momento y es duro. Es bonito decirlo: “¡Oye, ¿sabes qué que me voy a otro país, que dentro de tal me voy?!”. Y toda la gente te dice sí, y cómo así, te pregunta y tú respondes, pero es duro cuando llega ese día de que te vas. Eso sí que es muy duro. Sobre todo, siendo pequeña, hacer las maletas. En cualquier viaje que tú hagas las maletas es lo más divertido, poner esto, montar lo otro y esto…pero cuando se acerca el día que te han dicho… ahí sí que empiezas a preocuparte, a decir: ¿y ahora qué?, esto no es un juego, es de verdad, te vas a ir. ¿Qué va a pasar?, ¿qué te espera? Haces la maleta y es muy duro para... Yo siempre recuerdo eso: cuando tienes que despedirte de tu familia,
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de origen, el viaje, la llegada a un sitio nuevo desconocido e incorporación de nuevas adquisiciones, adaptación y/o integración, consecución de los objetivos que motivaron el viaje, enriquecimiento y posibilidad de retorno. En este proceso migratorio existe pues un conjunto de vivencias y experiencias psíquicas y emocionales que tienen que ver con la pena y el dolor de lo que se ha dejado, a veces también culpa por los que han quedado27, primeros sentimientos de soledad y desamparo en el nuevo lugar desconocido, desconfianza y confusión al no reconocer espacios y referentes familiares, añoranzas, etc. (L. Grinberg, R. Grinberg, 1996). Este difícil período será vivido de una manera más o menos traumática en función de múltiples variables: quiénes quedaron en el país de origen y cómo fue el viaje; si fueron solos/as o acompañados/as; qué experiencia de acogida tienen estas personas28 (si ya hay conocidos o familiares, cómo les acoge la población autóctona, condiciones para su legalización como ciudadanos en el nuevo país y oportunidades
de tus amigos, poner el pasaporte sobre la mesa y ver cómo vas caminando hacia dentro, hacia el avión… y tu familia se va quedando fuera. Y recuerdo a mi madre que siempre nos decía: “Tranquila, que estaremos juntos, que no pasa nada”. Yo, como la mayor, tenía que consolar a mi hermano; pero qué le iba a decir si yo estaba igual... Yo tendría 11 años, imagínate; él estaría más asustado o a lo mejor menos, porque ni siquiera se enteraría muy bien». Beatriz. Extracto de una entrevista, no hay relato. 27
Sentimientos de culpabilidad: «[…] siente enfado hacia sus tíos; hacia su abuela, no puede sentirlo: “Con mis tíos, mi abuelita no ya, ella murió, tiene recién seis meses muerta, se nos fue, y aunque ella haya sido así conmigo, ¿sabes? Ella vale mucho”. A veces siente enfado y a veces culpabilidad, cree que tuvo la culpa de todo, que si la trataron así fue porque se lo merecía». Julia. Relato, p. 117.
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Primeras experiencias de acogida. Buenos encuentros: «[…] al llegar con 15 años, Xiaomei entró en 4.º de ESO. Se refugiaba en el despacho del jefe de Estudios del centro pues no podía hablar. Le decía: “No entiendo nada”, no quería entrar a las clases, los estudios le resultaban muy difíciles, lloraba y lloraba. El profesor, según dice, “me tranquilizaba. Me acuerdo de que una vez yo lloraba muchísimo y luego me trajo una tarta de… Me tranquilizó, me dijo que no me preocupe, que no pasa nada, que eso pasa a todo el mundo primer año, que no entendía español, que es lógico que los estudios me resultaran tan difícil”».
«[…] Cree que este profesor le ayudó a sentirse mejor, le hablaba y le hablaba aunque ella no entendiese. Entendía sus gestos que la tranquilizaban; eso y aprender español le iban haciendo sentirse más segura, también los amigos que aunque sabían que no entendía la llamaban». Xiaomei. Relato, p. 178.
Con prejuicios: «[…] La gente al no conocerme pues decía, pues ha venido de otro país, pues a saber lo que está haciendo ahí, que soy una tal, que no sé qué, que si era una
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académicas, laborales y de vivienda, etc.); contraste mayor o menor respecto a la cultura y costumbres, idioma; características personales de quien emigra (edad, sexo, características físicas, psíquicas y de carácter), etc. (J. Axotegui, 1971). La migración pone a prueba la estabilidad psíquica y emocional. Uno de los aspectos que se tambalea temporalmente es el sentimiento de identidad, o sentimiento del «sí mismo» consolidado entre otros aspectos al mantener una estabilidad a pesar de circunstancias diversas y cambios del vivir. Este sentimiento de identidad es el resultado de la interacción continua entre tres vínculos de integración: espacial, temporal y social. En la migración se dan cambios en estos vínculos de integración, por lo que lleva a unos primeros momentos de confusión, despersonalización y cierta angustia. Las personas en esta situación se pueden preguntar: ¿dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo aquí?, como suele ocurrir al despertar en un estado de duermevela (confusión espacial). O mezclar recuerdos con situaciones actuales, teniendo por ejemplo lapsus en los que se nombran lugares o personajes actuales con nombres del pasado (confusión temporal). El vínculo de integración social es quizás el más afectado en este proceso. Todo el entorno es nuevo, y el inmigrante también es «un desconocido», ha perdido muchos de los roles que desempeñaba en su comunidad, de un grupo de trabajo, amistades. Ello provoca sentimientos de «no pertenencia», y se inicia un trabajo para volver a ser en el mundo. G. Grinberg y R. Grinberg, en su libro Migración y exilio (1996), relacionan esta experiencia con las vivencias traumáticas y de crisis. Desde la perspectiva de trauma, dichos autores diferencian trauma, como acontecimiento o fenómeno agudo, que ocurre en un período de tiempo corto y produce un colapso psíquico porque la mente se ve desbordada por la intensidad de los estímulos que lo desencadenan, del trauma, que se prolonga a lo largo del tiempo, donde se experimentan deprivaciones físicas y afectivas que también conllevan
puta. Claro, porque veían la televisión y pensaban que todo el mundo era igual» […] «Me empezaron a poner ahí una fama que no veas». Lidia. Relato p. 89.
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Rechazo de lo propio: «[…] Ahora se portan muy bien contigo y todo, pero mañana es diferente persona, y si quiero hacer una amiga y yo trato bien y ella no hace caso… Y con la comida, una vez traje una cosa de mi país y estoy comiendo en clase escondida, y ella me ha visto y me pregunta todo el tiempo ¿qué es eso?, ¿qué es eso? Y le digo, toma, es comida muy buena, y entonces ella empieza a decir en alto: “¡qué asco!, ¡qué mierda!” y ha tirado a la basura. Si no quieres comer, pues no comes y no dices nada, y está diciendo con todos los alumnos, la comida de mi país es una mierda y eso». Wei. Relato, p. 94.
consecuencias sobre la personalidad29. Ambos tipos pueden darse en una situación de migración. De acuerdo con esta apreciación, J. Achotegui (1971) describe el denominado «síndrome de Ulises» (el héroe que afrontó innumerables peligros en su largo viaje), un síndrome psicopatológico cada vez más frecuente, de sintomatología sobre todo depresiva, asociada a situaciones de tipo traumático y ligado al estrés migratorio crónico (donde intervienen las grandes dificultades a lo largo del tiempo que padecen para estabilizarse económicamente y como ciudadano en el nuevo país) y a las complicaciones en la elaboración del duelo migratorio. Encuentra similitudes en dicho síndrome, con el trastorno por estrés agudo, el trastorno adaptativo y el trastorno por estrés postraumático. Freud, en Más allá del principio del placer (1920), describe cómo el trauma da lugar a trastornos duraderos en el funcionamiento del yo, manifestándose en el sujeto una tendencia a la repetición de los hechos traumáticos (donde el sujeto busca inconscientemente experiencias que de alguna forma repiten la situación traumática), apareciendo también en sueños, imágenes repetidas, etc. La técnica que utilizó inicialmente para su «cura» fue la catarsis y elaboración psíquica de dichas experiencias. En el momento del acontecimiento el sujeto no tenía (por la cualidad del mismo, recursos psíquicos, situación, etc.) la posibilidad de una adecuada reacción, su yo estaba desbordado. El conflicto psíquico que ello provoca impide que integre en su personalidad consciente la experiencia vivida. Así, según este autor, poder «revivirla» desde el presente con mayores recursos y capacidades psíquicas, poner en palabras y elaborar lo acontecido con nuevas asociaciones y significaciones, permitir que algo del inconsciente se ponga en relación con lo propio y la experiencia vivida posibilita una disminución o incluso desaparición de la «compulsión a la repetición», pudiendo integrar psíquicamente el hecho traumático. No siempre, a pesar del transcurso del tiempo, se dan unas condiciones psíquicas que posibiliten esta elaboración, por lo que debemos ser cautelosos.
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Problemas psíquicos que en este muchacho acompañan al proceso migratorio: «[…] “Cuando llegué a España, era bien, no había muchos extranjeros… Los españoles miran con unos ojos muy raros, antes más mejor que ahora. […] Ahora pienso todas las cosas, tengo más pensamientos… pues cosas pequeñas, que no pasa nada, pero pienso mucho, es que no sé como explicarlo… […] No sé, es que no quiero pensar. Mi hermana lo está llevando mucho mejor que yo. Llegamos juntos a España, pero ella aprende más. […] Antes casi me daba vergüenza conocer otros compatriotas, es que tengo miedo y no sé, no sé por qué tengo miedo, pero el año pasado un poco mejor… no he hablado nunca de eso”. Aquí en España, además de ir al instituto, ayuda en el negocio de sus padres, pero piensa que no es por eso que no estudia, porque aunque se quedase en casa, tampoco lo haría. “Es que quiero estudiar pero no puedo”». Zacarías. Relato, p. 82.
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Además de la concepción de trauma, el matrimonio Grinberg, pone en relación la vivencia migratoria con la experiencia de crisis, que implica una idea de ruptura, separación o arrancamiento. En todas las crisis (sean por motivos internos o externos, de desarrollo, etc.) hay momentos de deprivación y pérdida y la posibilidad de nuevas adquisiciones. Son períodos de transición que representan para el sujeto tanto una posibilidad de crecimiento y enriquecimiento como un peligro de aumento a la vulnerabilidad a la enfermedad mental. Para nosotros, no es lo mismo la vivencia de ruptura o arrancamiento que la de separación. Ruptura conlleva una idea de vacío entre las dos instancias, de pérdida de continuidad a nivel psíquico, que no acontece en la separación. En el primer caso, el hilo que une está roto; en el segundo, no. Y las consecuencias psíquicas no son las mismas. Winnicott (1971) estudia el proceso de separación en la infancia, donde pacientemente observa y deduce cuál es el proceso que permite que el sujeto se vaya «enganchando» a lo nuevo, al otro, al exterior, por medio de lo simbólico, del juego y del lenguaje, operando fenómenos y espacios «transicionales» (ver capítulo II, «Concepciones teóricas para el análisis de los relatos»). Freud (1920) también, por medio del «juego del carrete» o «Ford-Da», explica cómo el niño puede simbolizar la ausencia de la madre o persona a la que está vinculado, lanzando el carrete mientras lo ase del hilo y lo hace ir y volver y dice «va… vuelve». Ambos explican la ausencia y presencia, por lo tanto, en la separación, encontrando que está representada o simbolizada, existe una continuidad psíquica del propio sujeto con aquel o aquella que se fue y con quien está íntimamente ligado. En la migración se dan separaciones en múltiples aspectos, por lo que se produce cierta ruptura en la relación de continuidad del entorno con uno mismo, siendo necesaria la creación de nuevos vínculos confiables en el nuevo lugar. Si esta ruptura es demasiado grave para el individuo (por sus características personales, historia previa o condiciones de acogida en el nuevo país) y su yo queda dañado, le costará recuperarse y es posible que padezca distintas formas de patologías físicas o psíquicas. Si, por el contrario, cuenta con capacidad de elaboración suficiente, no solo superará la crisis, sino que experimentará un enriquecimiento, pudiendo aprovechar aspectos del nuevo mundo en el que vive30. L. Grinberg y R. Grinberg sostienen que es necesario un «espacio potencial» que le sirva de lugar y tiempo de transición entre su propio país y el nuevo mundo externo y facilite una continuidad del sujeto con el exterior. Para ello es importante la familia y conocidos del propio país, asociaciones, la acogida por parte de compatriotas que ya
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Ver como ejemplo el relato de Esther, p. 175.
han vivido desde hace tiempo en el nuevo país, los acontecimientos culturales, festivos o religiosos y eventos donde autóctonos y compatriotas interaccionen en una tarea común. La edad de las personas que emigran es un factor a tener en cuenta en la vivencia de este proceso, aunque, como veremos, no la determina. Los niños, en general, tienen una gran capacidad de adaptación y plasticidad, pero dependen a la hora de estructurar su proceso de elaboración de su entorno, en este caso de cómo lo viven sus padres y familiares31. El adolescente no suele querer emigrar a no ser por el reencuentro con los padres que ya emigraron o por continuar con ellos. Esto se debe a que es en su país donde empieza a vivir sus primeras experiencias fuera del entorno familiar, en parte conocido y desconocido; es su espacio transicional en el proceso de independización respecto a los padres. Por esto muchos de ellos, cuando llegan aquí, se «aferran» a las identificaciones que proporcionan aspectos culturales perdidos en su vida cotidiana, y los defienden a ultranza y como señas de identidad32. Otros no viven esta situación por distintos motivos, manteniendo buenas relaciones y amistades con personas del país al que llegan, pero a veces también sufren el desprecio de sus compatriotas33.
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Cómo la vivencia de la experiencia migratoria de los padres condiciona la de sus hijos: «[…] los padres de Susana salieron de su país exiliados por cuestiones políticas, y buscan desde hace muchos años un lugar donde poder estabilizarse. Ella nació durante este trasiego». «[…] Mi padre nos dijo: “¡Nos vamos!”, cogimos las maletas… Es que siempre ha sido así: un día antes “¡nos vamos!”, y nos vamos». «[…] Pues no sé, si mis padres están mejor allá, se van allá, me da igual, es que ya estoy acostumbrada un poco, estaría triste pero ya… no sé». «Yo soy extranjera aquí y soy extranjera allá». «Sí, porque además de haber estado en muchos países, hemos estado en muchas religiones y, como ahora no tenemos ninguna, digamos pues me dejan más suelta». «[…] Cuando yo esté sola y no tenga familia voy a viajar, pero para conocer, no para estabilizarme en un lugar como mis padres»…, «No sé, no me veo aquí, igual empezaré y haré un máster en otro país. Además, siempre he querido ir a Australia». Susana. Relato, p. 205. Señas de identidad: «[…] Soy africano rapero… Es que en mi país hay muchos raperos». Benjamín. Relato, p. 147.
33 Crítica a los compatriotas que cambian: «[…] “A veces no entiendo por qué voy a cambiar; con mis amigas españolas no tengo que cambiar, si son mis amigas tendrán que respetarme”. Cree que es fingido el cambio de entonación que observa en compatriotas que llevan más tiempo aquí y no le gusta. “A veces me enojo con los de mi propio país; tienen que ser ellos mismos, parece que imitan el hablar de los de aquí…”». Elena. Relato, p. 103.
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El estudio que se lleva a cabo compete a muchachos y muchachas que vinieron a España a partir de los 10 años; por lo tanto, tienen recuerdos y referentes culturales del país de origen que contrastan con lo que encuentran. La situación no es la misma para los adolescentes que nacieron en España o que vinieron en edades tempranas.
2.2. Otros aspectos teóricos y epistemológicos La subjetividad: un intento de aprehender lo real La subjetividad es un modo de hacer con lo real, con lo que hay, con lo que está pero no podemos «exactamente» definir, simbolizar. Bordeamos siempre intentando describir, asir, controlar, dominar, entender, lo real. Los gobiernos y estados, las instituciones de todo tipo, la ciencia, los grupos, los individuos, todos hacemos por aprehender lo real por medio de estudios y experiencias, expresadas a través del lenguaje que constituye todo un «mundo simbólico». Desde esta concepción podemos distinguir lo real de la realidad. La realidad es el conjunto de cosas tal cual son percibidas por el ser humano; por consiguiente, es fenomenológica, mientras que lo real es el conjunto de cosas independientemente de que sean o no percibidas por el ser humano. Esta diferenciación nos lleva a una observación ya descrita por Kant: lo que usualmente se denomina «realidad» está teñido de «subjetividad» y limitado a los medios de observación que el sujeto posee en su época. Es frecuente olvidar que la realidad no tiene muchas posibilidades de sobrevivir de manera estable. Si a nivel estadístico observamos todas las ideas que hoy en día consideramos erróneas y que en tiempos pasados se aceptaron como una realidad, podemos deducir que, en tiempos futuros, la humanidad considerará errónea una buena parte de lo que hoy consideramos verdadero. La subjetividad se define en relación con el sujeto como una propiedad de las percepciones, argumentos y lenguaje basados en el punto de vista del sujeto, del individuo. Pero este sujeto se constituye como tal gracias a su relación con el mundo que habita y las representaciones simbólicas y significantes que este le presenta. Ese mundo, compuesto por la cultura, la historia, los gobiernos y políticas, los saberes desde las diversas ciencias o filosofías, la comunidad, la familia, tiene a su vez desde dichas particularidades sus propias creencias, percepciones e interpretaciones de la realidad. Así la subjetividad, aunque la consideremos como algo interno e individual propio del sujeto, impregna y constituye todo aquello en lo que participa el ser humano. Sociedad y sujeto desde una concepción constructivista La realidad social se construye, como decíamos, a partir de definiciones, creencias, concepciones y prácticas de distintas instancias. Por tanto, la inmigración, 50
como fenómeno social, está simbólicamente construida y la interpretamos a través de patrones construidos a priori. Los agentes que realizan dicha construcción son diversos y conforman un sistema complejo que actúa a diferentes niveles de forma no siempre coordinada, fijando significados, en este caso, del fenómeno de la inmigración. La heterogeneidad y multiplicidad de significados sobre este hecho particular están sujetos a dinámicas y relaciones de poder, lo cual desestabiliza cualquier intento de significación totalizadora o cerrada. El poder circula y funciona en cadena a través de una organización reticular, y en sus mallas los individuos no solo circulan, sino que también están puestos en la condición de sufrirlo y ejercerlo. No se aplica a los individuos, sino que transita a través de ellos (Silvina Gabriela Montoros, 2007). Pensar de esta manera nos permite pensar también en el poder de los propios sujetos, en tanto pueden reconocerse o no en las interpelaciones y significaciones de las diferentes fuerzas en pugna; al escapar de ellas, podemos identificar a un sujeto de «fuga» (Buttler, 2004). El sujeto está en una posición dentro del contexto social que le confiere diversos modos de pensar, percibir y actuar (Bourdieu, 1991). Pero no está en una única posición sino en múltiples (clase, género, etnia, edad, etc.), las cuales están articuladas a través de contingencias y pueden cambiar a lo largo de su trayectoria vital; así el sujeto puede identificarse como trabajador en un momento de su vida, o estudiante o extranjero… La identidad, el «sí mismo», es una construcción del propio sujeto que no tiene por qué coincidir con la identidad a la que interpelan los diferentes agentes sociales; en este sentido este también pugna, pudiéndose visualizar una «agencia del sujeto». Tampoco esta identidad es una esencia inmutable y fija: aunque tienda a estabilizarse temporalmente, esta estabilidad es solo imaginaria (en el apartado referido a la «construcción del sujeto» se desarrolla el concepto de identidad imaginaria). Un enfoque autobiográfico, hermenéutico y clínico Los fenómenos sociales no existen por sí mismos, separados de los individuos; por ello la subjetividad de los mismos cobra un valor central como vía de conocimiento en las ciencias sociales y humanas. El acceso a esta subjetividad viene dado por los discursos, las historias, las narraciones que ellos nos transmiten. El enfoque que se propone es autobiográfico34
34 El enfoque autobiográfico es desarrollado teóricamente con denominaciones como «historias de vida» o «relatos de vida», por diversos autores: De Villers, 1996; Bertaux, 2005; Bourdieu, 1986; De Gaullejac, 1999; Legrand, 1993.
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y con una dimensión hermenéutica35 donde el propio sujeto en su decir dirigido a un interlocutor o interlocutores interpreta, esclarece y da sentido a su experiencia de vida. Distinguiremos, como señala De Villers (1999), la narración, que es del orden de la enunciación o expresión del sujeto, del relato, que es del orden de lo enunciado o expresado. En lo que nos atañe, denominaremos narración a la enunciación del sujeto, donde por su implicación en lo que cuenta no puede en principio distanciarse, apareciendo el sujeto del inconsciente, y relato a lo que se va construyendo en la interrelación con el entrevistador y en la interpretación que dicho interlocutor realiza de la narración. Las narraciones nos definen y diferencian de otros, por lo que cumplen una función en la construcción identitaria; se trata, según Ricoeur (1985), de una identidad narrativa que se construye y reconstruye a través de ellas, las cuales dan sentido a las acciones, a los eventos vividos, restituyendo un sentido global a un curso inevitablemente caótico de una existencia siempre enigmática. Estas narraciones no necesariamente poseen coherencia, existen en ellas contradicciones, ambivalencias, a las que Bourdieu (1986) define como una «ilusión autobiográfica». También cambian a lo largo del tiempo en función de que aparezcan nuevos elementos, vivencias y cambios subjetivos. La historia siempre cambia al contarse: aunque no se pueden cambiar los hechos del pasado, sí se puede cambiar la mirada sobre ellos desde el presente. Este juego en un presente que se transforma, que deviene, es nombrado por De Villers (1999) como el «advenir sujeto a la propia historia». Así pues, lo narrado no debemos considerarlo estático, no está dicho de una vez y para siempre, da cuenta de un sujeto que está en constante cambio y transformación (Marcela Cornejo, Francisca Mendoza y Rodrigo Rojas, 2008). Surge en la introducción de este discurso subjetivo la pregunta sobre la cientificidad, es decir, el tipo de conocimiento que puede extraerse y en qué modalidades (De Villers, 1999). Cuando la ciencia se dirige al ser humano y a lo individual, como señala G. Granger (1960), lo propio es una ciencia que integre la práctica. La proposición de G. Granger es llamar «polo clínico» a esta tendencia de las ciencias del hombre a integrarse en una práctica que, por definición, concierne a los individuos.
35 El término hermenéutica proviene del verbo griego hermeneutikos, que significa ‘interpretar, declarar, anunciar, esclarecer’ y, por último, ‘traducir’. Significa hacer alguna cosa comprensible o llevada a la comprensión. Se considera que el término deriva del nombre del dios griego Hermes, el mensajero, al que los griegos atribuían el origen del lenguaje y la escritura y al que consideraban patrono de la comunicación y el entendimiento humano; lo cierto es que este término originalmente expresaba la comprensión y explicación de una sentencia oscura y enigmática de los dioses u oráculo, que precisaba una interpretación correcta. Wikipedia, revisado el 24 de agosto de 2010.
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A pesar de que el término clínica es oscuro por su identificación a la práctica médica, es posible un concepto general de lo clínico. En una primera aproximación, el término clínico sirve para calificar una situación cada vez que una práctica pone a la ciencia en contacto con el hombre en concreto. Así construye el triangulo constitutivo de la cientificidad de las ciencias humanas: el cuerpo teórico de la ciencia, la práctica que asegura la relación de la ciencia con el objeto humano y este objeto en sí mismo. En el contexto médico, la gran revolución clínica se produjo en medicina a finales del siglo XVIII, cuando por primera vez los médicos, libres de las teorías, consintieron abordar por ellos mismos y en «la pureza de una mirada no prevenida» el objeto de su experiencia (M. Foucault, 1963). En psiquiatría, esta subordinación de la teoría a la observación, este ateorismo, sería sobre todo reivindicado por la escuela francesa de Pinel y de su alumno Esquirol, principales iniciadores del enfoque clínico. Podemos pensar en la función de la situación clínica como un buen lugar para el control de las teorías científicas. Los fines perseguidos por lo clínico en medicina son el ordenamiento bajo las categorías de diagnóstico, pronóstico y tratamiento, realizándose construcciones esquemáticas a las cuales se vincula el hecho humano examinado. De esta manera el «valor» del individuo será medido de acuerdo con su desviación respecto a esta construcción esquemática de referencia. En la actualidad, la psicología clínica ordena también bajo el mismo paradigma que la medicina clínica, ya que sus objetivos son también de diagnóstico y de clasificación, y la comprensión persigue la prescripción de un tratamiento de la psique, el cual reposa sobre una intervención con fines de adaptación, reeducación y, en síntesis, de psicoterapia. Esto lo podemos extender a otras ciencias sociales y humanas. En el ámbito de la educación, en los servicios sociales, en los estudios sobre determinadas culturas… Reconociendo las importantes aportaciones en su ámbito de trabajo, existe de nuevo el riesgo de perder de vista al sujeto, inmiscuido en una determinada clase y etiqueta, donde él mismo se puede identificar («soy toxicómano», «soy obsesivo», «soy asmático» «soy latino» «soy vago»). De esta manera se cierra la posibilidad de que pueda preguntarse acerca de sus malestares y/o identificaciones, con qué se relacionan respecto a su historia, a lo que conoce y a lo que no conoce de sí mismo, y si podría elegir otros significantes a los que adherirse más acordes con su deseo. Es por ello que buscamos maneras en las que el sujeto siga existiendo para la ciencia, abogamos por «una mirada no prevenida», o, como otros dirán, «una actitud de no saber» en una posición de escucha y acogida donde no quede anulado por las diversas significaciones que se le otorgan. Es esta una antigua mirada (o escucha) que proporciona una fuente inagotable de conocimiento. La división del sujeto En nuestro método, la función central es el narrador, en tanto enunciante y objeto de conocimiento. 53
En su decir, cuando el sujeto surge en el campo del lenguaje, se produce un efecto sujeto, es decir, un efecto del sujeto mismo que habla. Emite un mensaje dirigido a Otro36 con el fin de existir para el Otro, para existir como sujeto de la palabra. Hay una dirección hacia… (incluso en nuestro pensar con nosotros mismos hay unos personajes o instancias a los que nos dirigimos), un lugar donde somos escuchados, donde se da un reconocimiento del sujeto que habla. El mensaje que se emite no vuelve en el mismo plano que la ida, aun con el absoluto silencio del receptor de su mensaje. Se da un fenómeno, del que a menudo nos podemos dar cuenta en el momento que hablamos, de desajuste entre lo que decimos de nosotros mismos y nosotros mismos. Es decir, entre el sujeto enunciante, el que él es, y lo que él dice que es (enunciado o lo que se dice). Aquí el individuo tiene una experiencia de «división fundamental» o «división subjetiva», de distanciamiento entre eso que está dicho y aquel que lo dice. Esto ocurre porque los enunciados que el narrador propone como representación de sí mismo, aunque reconoce que hablan de él, verifica que no está del todo representado en ellos, no todo es reducible a una significación. Y esto no es efecto de no decirlo todo, sino efecto de lo imposible de decir. El sujeto que dice no es reducible a lo que él dice; cae fuera de lo que articuló. El simple hecho de hablar pone en evidencia una pérdida, que es una condición de la constitución misma de los seres hablantes. Este distanciamiento o división, aunque es portador de sufrimiento para el individuo, tiene la virtud de producir un seguir diciendo, insistiendo en la búsqueda de su identidad por la vía indirecta del reconocimiento del Otro, búsqueda nunca satisfecha y que alienta al deseo.
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Lacan (1955) distingue los términos «otro» y «el gran Otro». El primer término hace alusión al semejante, pero no es realmente otro, sino un reflejo y proyección del yo. El otro es la imagen especular del yo y está inscrito en un orden imaginario, pudiendo asimilarse mediante la identificación —ver el apartado «Estadio del espejo», p. 74—. Sin embargo, el Otro es un lugar, una posición; está inscrito en el orden simbólico (del lenguaje, la ley y la cultura). Usualmente, es la madre quien primero ocupa este lugar de gran Otro, ella escuchará el llanto o inquietud del bebé y le pondrá palabras, significará así lo que para la madre son esas demandas del infante —ver el apartado «Constitución del sujeto», p. 72—. Es pues el Otro quien pone palabras y permite la inscripción del sujeto en el lenguaje. También devuelve el mensaje enviado por el sujeto de forma invertida, es decir, el Otro recorta, sanciona, interpreta el mensaje del sujeto. Si en un principio es la madre quien ocupa este lugar, en el futuro podrá ser cualquier otro sujeto o prójimo, o el conjunto de sujetos que constituyen la cultura y la sociedad, toda una amalgama de discursos y significantes que cada sujeto recibe y atrapa de una manera singular.
Si no fuera así, si lo que dijéramos equivaliera a lo que somos, las cosas se detendrían ahí, ya no habría deseo por buscar. Este es el riesgo de la identificación con una etiqueta («soy inmigrante»), reproduciendo los discursos que proporcionan la propia ciencia o entorno, e imposibilitando ese proceso de búsqueda de la propia identidad, nunca satisfecha, y en el cual puede inventarse un porvenir sobre la base de aquello que ha podido elaborar de su propia historia. El relato, como la toma de palabra dirigida al Otro, tiene una función de autoafirmación. En la elaboración de su experiencia se puede ir dando una transformación de la estructura, donde la división entre el yo que habla y eso que él dice, puede ir produciendo una alquimia de autoafirmación y de autoconstitución del sujeto (De Villers, 1999).
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3. PROYECTO DE INVESTIGACIÓN 1.er equipo de trabajo: Isabel Meléndez Ortega, Reyes Moreno López, Claudia Paolini Manchieri, Concha Ramo Cervera, Teresa Yago Simón y Sara Zapatero Molinero.
3.1. Objetivos Los objetivos generales de esta investigación son conocer cuál es la vivencia de los y las adolescentes inmigrantes y los condicionantes que acompañan a estas experiencias, considerando tanto aspectos culturales, sociales y familiares, así como otros relacionados con experiencias anteriores a la migración, atendiendo sobre todo a fenómenos intrapsíquicos y subjetivos. Las cuestiones que nos planteamos en relación con estos objetivos vienen guiadas por el conocimiento previo que se tiene a nivel psicológico del proceso migratorio, atendiendo a aspectos que sabemos importantes en el mismo: separaciones previas, cómo es la separación y el viaje, reencuentros con la familia, contrastes entre culturas, expectativas que traen, acogida y realización o no de sus proyectos, dificultades en la integración y un largo etcétera. También con cuestiones que deseamos reflejen la relación de lo anterior con su condición de adolescentes, donde la construcción de la propia identidad y la relación con iguales y el otro sexo son determinantes. Partiendo de estos objetivos generales, planteamos como objetivos particulares: — La profundización en los diversos discursos y testimonios que presentan los y las adolescentes. Para ello, el estudio de cada entrevista y su consideración como un testimonio único pretende captar en lo posible los lugares donde cada adolescente aparece como sujeto, cómo es la construcción singular de su experiencia y en qué mecanismos psíquicos se apoya. — Conocer si existen diversas formas de integración, entendida esta como la capacidad de incorporar nuevos aspectos de la nueva cultura sin por ello abandonar los propios, apoyándonos en el conjunto de las entrevistas y relacionándolas con variables que puedan ser significativas. — Analizar en qué medida los condicionantes de género influyen en el proceso migratorio de estos y estas adolescentes. — Recoger su discurso tanto a nivel grupal como individual respecto a su vivencia del proceso migratorio, los condicionamientos sociales y culturales, lo que les gusta y no les gusta del nuevo país y lo que creen podría ayudar a otros adolescentes inmigrantes y transmitirlo a otros profesionales e instancias pertinentes que puedan escucharlo y utilizarlo para mejoras en su atención y planificación de intervenciones.
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3.2. Metodología El marco de trabajo anterior a esta investigación implicó una escucha a nivel grupal o individual de la experiencia particular de mujeres inmigrantes. Las coordinadoras y terapeutas estaban formadas en aspectos relacionados con el proceso migratorio y de género, así como en la psicología clínica, de manera que podían atender adecuadamente los aspectos psíquicos, relacionales y emocionales, así como sus vivencias, desde su perspectiva como mujeres afectadas en mayor o menor medida por el proceso migratorio. En este contexto, cuando se planteó la actual investigación, partimos de estas herramientas de trabajo. Aunque el ámbito de trabajo no era terapéutico, la manera de conseguir la información también iba a ser desde un encuadre grupal e individual, implicando directamente a la población que queríamos investigar. Pensarlo así es incluir su propia visión, su subjetividad, entendida como la interpretación simbólica que cada uno de ellos hace de la realidad y de lo que les acontece como sujetos; también sus humores, sentimientos y malestares. La metodología cualitativa puede dar cuenta de estos procesos, pues incluye la subjetividad, tanto del sujeto objeto de investigación como la del investigador, el cual está participando en los grupos y entrevistas, contextos en los que interactúa con los individuos. En la metodología cualitativa la preocupación es más por lo que significan los resultados que por la medida de los mismos (de lo cual puede dar cuenta la metodología cuantitativa). Los resultados no pueden ser predeterminados, no hay hipótesis de trabajo, por eso las cuestiones que se plantean son abiertas aunque orientadas a lo que se quiere investigar. Ello nos facilita encontrar nuevas variables, ideas y la comprensión de aspectos que están en el mundo subjetivo de los individuos. Dado que la realidad tiene múltiples verdades dependiendo de los diferentes puntos de vista, no nos interesa tanto la verdad generalizadora y objetiva como la verdad de cada sujeto, o grupo, susceptible de transformación y cambio. Esto también implica la imposibilidad de hacer generalizaciones, pues los resultados están contextualizados en un determinado tiempo social e histórico de un ente grupal o individual. En contrapartida, realizamos abundantes grupos de discusión y entrevistas donde lo importante es la variabilidad o diversidad de la muestra respecto al fenómeno estudiado, en nuestro caso, chico o chica con distintas nacionalidades, estatus socioeconómico, condiciones familiares, grado de estudios, motivos de su partida, cómo les fue dicho, separaciones previas, acogida por autóctonos, etc. Ello aporta más visiones, amplitud y profundización respecto a lo investigado. Existe un criterio de saturación, por el cual nos vamos dando cuenta conforme realizamos los grupos (no así las entrevistas) de que los discursos se repiten y no aparece nueva información, momento en el cual se considera que ya no es necesario realizar más encuentros. 57
3.3. Proceso de investigación A continuación exponemos el proceso que llevamos a cabo en la investigación y las decisiones metodológicas que se fueron tomando durante dicho proceso de acuerdo a las necesidades o vacíos que iban surgiendo. Desde el equipo de trabajo, se planteó como objetivo conocer la problemática y situación de los adolescentes que «son traídos» por sus padres a España o que vienen solos desde sus países de origen. La población se delimitó a chicos y chicas que vinieron a partir de los 10 años y que en el momento de su participación en la investigación tuvieran entre 14 y 19 años. Grupos de discusión Recogida y trabajada suficiente bibliografía relevante, se pensó como una buena aproximación para conocer mejor sus circunstancias y vivencias la creación de grupos de discusión con adolescentes inmigrantes. El grupo de discusión nos ofrece información sobre lo que estos jóvenes creen acerca de un determinado problema o fenómeno social. Preparamos un guión que orienta la conversación del grupo (anexo I), y para ello delimitamos tres ejes a tener en cuenta: su experiencia migratoria como proceso; su condición de adolescentes; y las connotaciones que podía tener en sus subjetividades el hecho de ser mujer u hombre procedente de una determinada cultura, con referentes respecto a los roles sociales diferentes a los de la cultura receptora. En la dinámica de los grupos de discusión que planteamos, son los participantes quienes llevan el control del discurso a través de la interacción que se produce. El profesional que coordina, plantea la temática y la tarea, el para qué y cómo, facilita la interrelación grupal, reconduce la conversación en casos de dispersión y media en los conflictos. También participaba una observadora, cuya función es observar y registrar lo que ocurre en la sesión, desde un lugar menos participativo y exterior, que ayudará en el análisis del contenido y de la dinámica grupal. Para la formación y desarrollo de estos grupos consideramos los siguientes aspectos éticos y técnicos. 1. La importancia de transmitir claramente en qué consiste la investigación, para qué es y qué les pedimos. Además de explicar el proceso de la investigación, se les explicita como objetivo de la misma, poder ayudarles tanto a ellos como a otros compañeros en parecidas circunstancias, transmitiendo después sus sugerencias y experiencias a profesionales e instituciones que se relacionan con ellos. 2. El respeto y cuidado durante el desarrollo de los grupos. Consideramos que la puesta en palabras de la propia experiencia y opiniones en un espacio grupal nos implica y expone respecto a los demás y respecto a nosotros mismos. En el decir a veces 58
nos damos cuenta de aspectos que no habíamos pensado, nos podemos sorprender; también suelen aparecer lapsus (equivocaciones en lo que decimos) significativos desde el punto de vista inconsciente. Debemos prever interacciones donde puedan aparecer confrontaciones con los otros u otras, situaciones más o menos incómodas, al igual que momentos de entendimiento y encuentro. Realizamos tantos grupos como pareció necesario siguiendo el criterio de saturación antes expuesto, buscando nuevos grupos que pudieran representar a población no contenida en los anteriores, como ocurrió con la población asiática. También se formó un grupo con chicas árabes, al observar que su participación en grupos mixtos era muy pobre. De esta manera pudieron aportar más aspectos sobre su situación y experiencia. Todo ello se desarrolló durante el curso 2006-2007. Se trabajaron once grupos de discusión en tres centros sociolaborales (Ozanam, Barrio Verde y Oliver), dos institutos de Educación Secundaria (Avempace y Virgen del Pilar), en la Casa de las Culturas del Ayuntamiento de Zaragoza y en el Centro Municipal de Promoción de la Salud Amparo Boch. Participaron un total de 89 personas (51 chicos y 38 chicas) procedentes de 22 países, pertenecientes a distintas áreas geográficas: Latinoamérica, África subsahariana y del Norte, países del Este y países asiáticos. Esta experiencia y sus resultados fueron presentados en mayo del 2007 en la Casa de las Culturas del Ayuntamiento de Zaragoza. En una mesa redonda sobre Migración y Adolescencia, se convocó a los adolescentes participantes en la investigación, a profesionales de los centros que mediaron y permitieron estos encuentros y a otras instituciones relacionadas con esta población de adolescentes. En la presente publicación no se incluyen estos resultados, aunque el contenido de los discursos grupales se integra en las apreciaciones globales incluidas en la mirada al conjunto, y en el resumen final. Entrevistas en profundidad 2.ª equipo de trabajo: Isabel Meléndez Ortega, Reyes Moreno López, Concha Ramo Cervera, Adolfredo Salazar Hernández, Lara Sanz Burgos, Ana Zarralanga Lasobras, Sara Zapatero Molinero, Teresa Yago Simón, Javier Gutiérrez Palacio. Aunque, efectivamente, en un contexto grupal los adolescentes presentaron su experiencia personal, el discurso que se configura en la interrelación con semejantes está dirigido a un ente social. Predomina el contexto social frente al individual o personal, se da una menor introversión y elaboración y no se puede apreciar la historicidad del sujeto y su proceso. Es por esto que, como ya se diseñó al inicio de la investigación, comenzamos a preparar las entrevistas individuales. Para ello formamos un nuevo equipo de 59
trabajo, incorporando nuevos profesionales pertenecientes al ámbito social, sanitario y educativo. Se elaboró un guión que contempla el mayor número de aspectos posibles que intervienen en el proceso migratorio desde una perspectiva individual (anexo 2). Ampliamos en mucho el utilizado para los grupos de discusión, pensando en más variables que podían intervenir en una mejor o peor integración en el nuevo país. No acotamos en el tiempo su experiencia, ya que es importante atender a aspectos de su infancia, sobre todo separaciones previas a la migración, muchas veces de sus padres, que salían antes del país, traslados de lugar dentro del mismo país, muertes de familiares, etc. Consideramos que la vivencia de separaciones previas puede condicionar la experiencia de posteriores separaciones. También conocer cómo les fue dada la noticia de partir, qué entendían, a quiénes dejaron, etc. La elaboración de este guión, lejos de pretender una entrevista estructurada de preguntas y respuestas, tiene como objetivo proporcionar al entrevistador un mayor número de aspectos que permitan una escucha más amplia y abierta. También consideramos pertinentes preguntas o señalamientos dirigidos a profundizar en su propia narración. Trabajamos, pues, con una entrevista semiestructurada, intentando mantener la conversación lo más abierta posible. Su resultado nos ha permitido elaborar el relato y analizar también otras variables transversales a partir del conjunto de entrevistas. La consigna para los entrevistadores fue desarrollar una posición de escucha que posibilitara al entrevistado o entrevistada ir por los devenires importantes y sobresalientes de su experiencia. Se incidió en la facilitación de un ambiente de confianza y una interrelación empática, donde se priorizara el respeto, una actitud no enjuiciadora y la privacidad. Es necesario tener en cuenta que esta experiencia conlleva que los participantes se impliquen con sus historias, reobservándose, recordando, reactualizando sus sufrimientos respecto a momentos difíciles y dolorosos, por lo que en determinados momentos la carga afectiva puede ser importante. El entrevistador debe estar preparado para acoger este sufrimiento y establecer un marco de escucha en una relación interpersonal a veces íntima, pero sabiendo que comienza y termina dentro de los límites de la investigación (M. Cornejo, 2008). Cuidamos los preliminares a estos encuentros contactando previamente con profesionales que nos iban a poner en relación con los adolescentes, buscando un espacio apropiado, explicando para qué y cómo de la investigación a los participantes, etc. Naturalmente su aportación fue voluntaria. La captación de los chicos y chicas que participaron en las entrevistas se llevó a cabo gracias a los profesionales (profesores y personal directivo) de diversos centros, 60
especialmente sensibles tanto a nivel profesional como humano, a las vivencias y destinos de sus alumnos. Otros profesionales que participaron como entrevistadores, pertenecientes a servicios de salud o servicios sociales, tenían contacto con algunos adolescentes que se prestaron a contar su experiencia. El hecho de que hubiera una buena relación previa facilitó una mayor apertura en el diálogo. El resto de los adolescentes acudieron voluntariamente tras participar en los grupos de discusión. La muestra con la que trabajamos está compuesta por 28 mujeres y 20 varones con edades comprendidas entre 14 y 19 años, procedentes de Latinoamérica, países del Este, África del Norte y subsahariana y países asiáticos. En el capítulo III se hace una descripción estadística de la misma. Las entrevistas se realizaron en el mismo lugar donde estudiaban o eran atendidos, desplazándose el entrevistador. La duración de las mismas fue entre una hora u hora y media, dependiendo de cómo fuera el encuentro, pudiendo naturalmente interrumpirse o acortarse si el entrevistado lo deseaba. En ocasiones se realizó un segundo encuentro por deseo y acuerdo de ambos. Además de un registro del contenido de la entrevista por medio de una grabación, para la que solicitamos su permiso, el entrevistador anotaba aspectos que tenían que ver con cuestiones no verbales, como el ambiente de la entrevista, estado o imagen que daba la persona entrevistada, lapsus, silencios, lo que aparecía no dicho explícitamente pero se intuía, repeticiones, cómo se encontró el entrevistador, etc. Cada cierto tiempo nos reunimos el equipo de trabajo a fin de ir supervisando el trabajo realizado. Así pudimos comentar dificultades y vivencias de los entrevistadores en la dinámica de los encuentros. También hicimos nuevos contactos para ampliar la variabilidad de la muestra respecto a la nacionalidad o el sexo, edad, etc., aportar nueva bibliografía, etc. Estas tareas se desarrollaron durante el curso 2007-2008. Tras las entrevistas fue necesaria su transcripción. Ello ocupó bastante tiempo, y, aunque nuestro deseo era que las personas entrevistadoras realizaran las transcripciones, fue necesario acudir a otros expertos para aligerar este arduo trabajo. Insistimos en un registro literal del texto, incluyendo silencios, lapsus, expresiones emocionales como la risa y el llanto, etc. El trabajo transcurrió durante parte de 2008 y 2009. Análisis de las entrevistas y construcción de los relatos El análisis de las entrevistas fue una a una, contemplando la totalidad de su discurso. Posteriormente, consideraríamos contenidos que pudieran servirnos para un análisis más general sobre aspectos relacionados con determinadas variables incluidas en el guión y atendiendo a su conjunto. 61
Iniciamos este trabajo elaborando relatos a partir de las transcripciones. Por dificultades en estas transcripciones, de tiempo, y también pensando en la extensión del libro, no se elaboraron relatos de las 48 entrevistas, aunque sí se ha considerado el contenido de todas para el análisis conjunto. El texto aparece en forma de ensayo; la persona que realiza dichos relatos intenta adaptarse lo más posible a las expresiones del narrador e incluye frases textuales de la entrevista. Elaborar un resumen de un texto es ir realizando una selección del mismo, y, por lo tanto, hacer una interpretación, reconstruir lo relatado en función de distintas categorías conceptuales, temporales, temáticas, etc. Su elaboración atendió tanto a aspectos cronológicos o de historicidad, como estructurales, es decir, a aspectos que resultan de la búsqueda implícita en la organización significante. Es un intento de sintetizar el tiempo y el relato (P. Ricoeur, 1982). Isabel Meléndez Ortega, que construyó dichos relatos, comparte con nosotros su experiencia: Escribir el relato de cada entrevista fue un arduo y a veces doloroso trabajo con la instrucción de atravesarlo en la menor medida posible por mi subjetividad. Dediqué al menos cinco horas por entrevista a organizar la información que el chico o la chica transmitía, organizarla desde el punto de vista cronológico para poder narrar su historia tratando de recoger todas sus experiencias, sentimientos y opiniones. En las entrevistas, al ser semiestructuradas, había un guión de partida, unas cuestiones por las cuales los y las entrevistadoras queríamos transitar, pero se dejaba bastante al fluir de la conversación, al diálogo que permitiese un ambiente relajado, una comunicación fluida en la cual el otro o la otra sintiera, puede pensar, recordar, decir y opinar con libertad. Una entrevista en la cual queremos nos hable para conocer su experiencia migratoria, pero en la cual estamos abiertos y abiertas a descubrir elementos no pensados, particulares, a valorar aquello que quieren compartir. En el proceso de «creación del relato» me encontré de un modo distinto con el sujeto; el chico o la chica aparecía ante mí con una mayor coherencia, por lo que podía entenderles mejor, podía reconocerles mejor. En el caso de chicos y chicas que había entrevistado, se me revelaron hechos (tanto propios, como del otro o la otra) que en los encuentros me habían pasado desapercibidos. Además, en algunas de las entrevistas había mucho dolor y era volver a encontrarse con ello, a veces a descubrir lo registrado pero no percibido en aquel momento. Diferentes elementos hacen que, para ordenar lo dicho y crear el relato, hubiera que ir leyendo las transcripciones —de aproximadamente veinte páginas cada una— de delante hacia atrás y de atrás hacia delante, y a veces volver a escuchar de nuevo la entrevista. Elementos como hechos principales, definitorios de su historia y experiencia, que son revelados al final de la entrevista; datos autobiográficos que se van desvelando en la conversación y que evidentemente no son expuestos con orden y claridad; sentimientos encontrados, confusión, contradicciones, datos olvidados y
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que son rectificados en el hablar, la dificultad del idioma... Traté de escribir el relato construyendo sobre su historia, opiniones, incluyendo expresiones, procurando no plasmar mi subjetividad, aunque esta ya está en el orden de lo escrito, en los textos seleccionados, en el ritmo dado al relato... en todo seguramente. La dificultad de elaborar el relato dependía, en gran medida, de lo elaborada que estuviera la experiencia por parte del chico/a entrevistado/a, de lo consciente que se fuera de ella y de la capacidad de expresión y transmisión de la misma, entre otras cosas.
Tras esta elaboración se pasó a releer entrevistas y relatos por una tercera persona con formación y experiencia en psicología clínica, exterior a todo el proceso anterior (entrevistas, transcripción, escritura de los relatos). Sus funciones fueron, por un lado, comprobar que los resúmenes incluían los aspectos importantes y relevantes que aparecían en las transcripciones, y, por otro, analizar e identificar algo del sujeto, de su singularidad, de su idiosincrasia. En este sentido se dio prioridad a aspectos estructurales, en la búsqueda de una organización significante. Los títulos que aparecen en cada narración y los comentarios que acompañan a cada relato intentan dar cuenta de ello. Esto nos ocupó parte del año 2009 y el 2010. Presentamos varios niveles o categorías para el análisis de los relatos: 1. Sus formas de integración. Es decir, cómo es la integración en el nuevo país: si aparecían aspectos depresivos o de otra índole; si en la integración predominaban aspectos y relaciones de la misma cultura, de la nueva cultura (u otra cultura que no es la propia), o de ambas, etc. Ello nos ayudará en la agrupación de las múltiples entrevistas. 2. Lo singular de cada sujeto. Las entrevistas y los relatos muestran aspectos relacionados con la vivencia y sentido que cada uno da a las separaciones, encuentros con lo nuevo, maneras en que se va construyendo la identidad, espacios o significantes a los que se adhieren para dar una continuidad al allí y aquí, cómo resuelven las diferencias que encuentran en los roles femeninos y masculinos de un país y otro, vivencia de las separaciones de la pareja parental, sentimientos de confusión y soledad, motivaciones personales para partir, y un largo etcétera. 3. El contexto social, temporal, analizado desde diversos condicionantes de género. Para realizar este análisis se parte de los datos segregados por sexo y del estudio de los condicionantes de género, tanto en las adolescentes como en los adolescentes. Se profundiza en las condiciones sociales, familiares y personales, que son moduladas por la cultura en uno u otro sentido, según se trate de hombres o de mujeres. Incluimos como variables: — Su país de origen, es decir, referentes culturales con los que llegan. Se considera también importante el hecho de que hayan tenido o no problemas para conocer 63
y utilizar el nuevo idioma, pues el lenguaje opera como integrador simbólico por antonomasia. — El tiempo que llevan en España. La migración es un proceso que confiere unas determinadas dinámicas internas al sujeto a lo largo del tiempo; no significa lo mismo un chico o chica confuso o con sentimientos de extrañeza a los nueve meses de estar aquí que a los cinco años. — Pauta migratoria de la familia: quién sale antes; cuánto tiempo transcurre hasta la reagrupación, etc. — Apoyos importantes para su bienestar y ayuda a una mejor y más rápida integración. También determinados espacios y actividades que facilitan la interrelación e integración. — Nivel de estudios, integración laboral. — Deseo o no de retorno. — Grado de bienestar. 5. Su visión de la sociedad receptora. Quisimos saber sobre lo que les gusta y no les gusta del nuevo lugar. Como exteriores en principio a nuestra sociedad, su visión nos puede aportar una crítica valiosa. 6. Consejos y recomendaciones para otros adolescentes. Este nivel se incluyó por su significación respecto a cada historia relatada. En estos consejos sintetizan sus dificultades, proceso, anhelos y expectativas de futuro. Exponen su experiencia a otros adolescentes que van a vivir en un nuevo país.
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Parte III Una mirada a la subjetividad Concha Ramo Cervera e Isabel Meléndez
1. UNA MIRADA A LA SUBJETIVIDAD. Concha Ramo 1.1. De los relatos a la singularidad Los relatos que presentamos son una ficción Titulamos así este apartado porque los relatos que se presentan son sucesivas interpretaciones de la realidad de los narradores, los entrevistadores y las personas que elaboran las narraciones. Es necesario añadir que los datos personales que pudieran identificar a las personas entrevistadas han sido eliminados o cambiados. Si atendemos al marco teórico expuesto, ya la entrevista constituye un relato, el sujeto se dirige a otro y en su decir y con lo que le vuelve de su mensaje va construyendo su historia. Esto, como decíamos, tiene en sí un valor identitario y de reconocimiento. Algunos de estos chicos señalaron que nunca habían hablado de su experiencia hasta entonces. En este caso, ellos y ellas construyen un texto con el entrevistador, y es la investigadora quien elabora con ello un nuevo relato, y este es el que comentaremos. Es decir, el resultado es una ficción, una ficción que pretendemos presente lo «esencial» de cada una de las experiencias. Paul Ricoeur (1982) decía que, si negamos el poder que tiene la ficción de decir lo esencial de lo real, ratificamos el positivismo, es decir, consideramos que lo real es solo observable y descriptible científicamente. Sabemos aquellos que nos dedicamos a lo humano desde distintas disciplinas que muchos fenómenos escapan a lo observable y descriptible desde el método científico, y no por esto es menos real y posible trabajar con ello. La obturación por el sentido Los seres humanos tendemos a la búsqueda de una explicación, una causalidad, un sentido a los fenómenos y experiencias que vivimos o percibimos. Y este sentido o explicación se argumenta y adhiere a lo ya conocido, sea conocimiento científico, 67
o provenga de la propia experiencia de vida o de diferentes referentes y saberes culturales y sociales. También estamos afectados por los propios temores, ideas preconcebidas y prejuicios que están a veces sin saberlo, pero que nos constituyen como sujetos y son difíciles de cambiar. El sinsentido y caos es difícil de soportar. La extrañeza, no entender, es una sensación displacentera, por lo que buscamos los recursos internos o externos necesarios para que cese este malestar. Recobrar la explicación de las cosas nos tranquiliza y devuelve a un cierto estado de equilibrio; sin embargo, a veces, esta impide que algo nuevo pueda ser percibido. Por eso decimos que el sentido al que acudimos puede obturar un nuevo saber o conocimiento. Las experiencias que cuentan estos adolescentes son una oportunidad para conocer desde sus propios referentes y subjetividades, pero si acudimos demasiado rápidamente a explicaciones externas (sean sociológicas, antropológicas, psicológicas), perdemos lo esencial del sujeto, debemos hacer un cierto ejercicio de dejarnos sorprender. Cómo son presentados los relatos y juegos con el lector Intentando eliminar algunas ideas preconcebidas que puedan surgir al lector respecto a los muchachos y muchachas a partir de sus relatos se decidió no incluir el lugar de procedencia. Sabemos que la pregunta al emigrante: «¿De dónde eres?», puede resultar molesta y ofensiva, porque saben bien que rápidamente aparecen calificativos y estigmas función de ello. Una alumna de la Universidad Autónoma de Madrid cuyos padres procedían de otro país relata en una carta: «A los ojos de la gente, y no digamos de los gobiernos, hay países y países, de primera, segunda, tercera y hasta cuarta división… “Dime de dónde vienes y te diré quién eres”, parece ser un lema clave, una auténtica consigna, para bastantes de las personas no inmigrantes que conozco aquí en España. Si lo piensas bien, esto es una barbaridad, pues una cosa es que tú seas de un determinado país, o que lo sean tus padres, como es mi caso, y otra, claro está, cómo seamos» (artículo titulado «Carta de una hija de inmigrantes a quien corresponda»37). Ella hizo el ejercicio de no descubrir su procedencia (o la de sus padres) hasta el final; efectivamente, la lectura puede verse afectada, procedían de un país árabe. En los grupos de discusión que realizamos en la primera fase de la investigación, dejamos de preguntar acerca de su procedencia, pues nos dimos cuenta de su reticencia
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«Carta de una hija de inmigrantes a quien corresponda». Autora: Aixa. Carta publicada por Carlos Gimeno Romero, director de Programas de Inmigración. Universidad Autónoma de Madrid. Revista Estudios de Juventud, n.º 66 (septiembre de 2004). Edición Instituto de la Juventud, Madrid.
a darnos esta información. En el transcurso del encuentro, cuando ya tenían una mayor confianza, ellos y ellas libremente nos aportaban este dato. De esta manera, para no saturar con determinados sentidos, no aparecen los países, aunque luego, en un análisis transversal posterior, plasmemos algunas observaciones que tengan que ver con características comunes y/o peculiaridades de las distintas culturas sin aludir a los individuos. Por otro lado, se ha respetado el relato completo, a pesar de que esto haga a veces más ardua su lectura. Aunque podían utilizarse párrafos para mostrar su testimonio sobre temas concretos (lo cual se utiliza en el desarrollo teórico en forma de ejemplos), se pierde el contexto y el hilo conductor de la narración, también la impronta que transmite su autor o autora, su construcción singular. Asimismo, se ha intentado transcribir literalmente algunas de sus expresiones verbales, aunque estas no fueran del todo correctas gramaticalmente y añadieran una dificultad a su comprensión. Consideramos que las dificultades que pueden encontrarse en su lectura se asemejan a las que aparecen en la comunicación verbal, y este efecto es importante mantenerlo. Para cada lector lo sobresaliente, lo sugerente o la interpretación que haga de cada relato puede ser diferente, pero normalmente hay un algo común que sobrecoge al espectador. Unos lo nombrarán de una manera y otros de otra, pero algo aparece que escapa a lo racional y conmueve, poniéndose en juego nuestras propias subjetividades. Podríamos haber mostrado los textos sin aportaciones teóricas e interpretativas. Y, en efecto, sería un ejercicio saludable realizar la lectura sin dejarse mediatizar por ellas. Sin embargo, paradójicamente a lo expuesto anteriormente, incluimos referentes conceptuales que creemos pueden ayudar a captar mejor lo propio de cada sujeto. Nos apoyaremos en algunas aportaciones teóricas que nos orientarán sobre la constitución psíquica del sujeto y de su identidad, determinando su manera de relacionarse con su medio y semejantes, la importancia del lenguaje, los fenómenos y objetos transicionales que operan en la apertura al medio exterior, donde el sujeto simboliza la ausencia y la presencia (tan importante en los primeros momentos en la persona inmigrante), etc. El siguiente apartado se ocupa de estas concepciones teóricas. Tras cada relato se desarrolla un comentario acerca de los aspectos sugerentes e impresiones sobre la vivencia, dificultades y capacidades singulares de cada chico o chica, debiendo considerarse este como una interpretación parcial de un relato ficticio, orientada desde la práctica clínica (referente de la persona que interpreta). Aporta, pues, un cierto sentido, que no debe tomarse como la verdad, pues en todo caso es el propio sujeto quien sabe de ella y la puede explicitar mediante un trabajo personal de elaboración, pero que incluimos para aportar nuevas miradas al lector. 69
1.2. Concepciones teóricas previas al análisis de los relatos La experiencia humana está fundamentada por continuos encuentros y separaciones que ocurren desde la primera infancia y permiten la formación de estructuras o funciones psíquicas38 necesarias para el crecimiento y la madurez psíquica, siempre incompleta. La manera en que se producen para el sujeto estos encuentros y separaciones a lo largo de la vida están condicionadas, entre otros factores, por otras anteriores. En función de cómo estas hayan sido, de qué campo de significantes39 hayamos ido encontrando, de qué manera particular los vayamos incorporando, viviremos las siguientes, y, así, un individuo podrá tener más facilidad para apropiarse de lo nuevo que llega y/o dificultad para separarse un poco de lo conocido e incorporar algo diferente. En toda nueva incorporación de algo nuevo se dará alguna pérdida, pues conlleva una separación de algo anterior, un cambio subjetivo y estructural que permitirá nuevas
38 La psique puede ser considerada como un sistema, con funciones y estructuras que posibilitan el conjunto de fenómenos sensitivos, afectivos y mentales del ser humano.
Como definición de función podemos considerar el papel relacional que, en una estructura, desempeña un determinado elemento. Y la estructura, como la disposición, orden y enlace de las partes de un todo (Diccionario Ilustrado de la Lengua Española, Vox, 1989). En una estructura los elementos están ubicados en unas posiciones específicas determinadas (posiciones que les determinan una función). Los elementos no interactúan entre sí sobre la base de propiedades intrínsecas o inherentes propias, sino en virtud de las posiciones que ocupan en la estructura (Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Paidós).
39 Utilizamos el término significante en lugar de palabras, mensajes, símbolos…, para introducir las aportaciones que Lacan hace a partir de él. Si bien en lingüística un significante es un fonema —imagen mental del sonido— o secuencia de estos asociados a un significado donde se da una interrelación entre el significante y el significado (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española), para Lacan, es un elemento material sin sentido, previo a la significación, que producirá un significado. A partir de los significantes que en el sujeto tienen un efecto, pero no necesariamente un significado («significantes puros»), elabora una teoría en la que se hace posible la relación, e incluso la equivalencia, entre la lógica de funcionamiento del lenguaje y del inconsciente. Postulará que el significante nunca puede tener un sentido unívoco o fijo, y su sentido variará en función del lugar que ocupe en una estructura. Para él, pueden funcionar como significantes palabras, fonemas, frases, oraciones, entes no-lingüísticos (objetos, relaciones, actos sintomáticos, etc.), con la condición de que adquieran un valor en virtud de la diferencia con otros elementos del sistema (Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Paidós).
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adquisiciones, pero también ciertas renuncias. Los procesos de duelo acompañan de manera continua nuestras experiencias40. Coincidimos con Silvia Tubert (1982) en su concepción del desarrollo humano como una sucesiva elaboración de estructuras, las cuales contienen elementos de las anteriores y cuya superación no significa el reemplazo de una vieja estructura que desaparece por otra nueva, sino su transformación en algo nuevo que conserva en sí lo antiguo. Así, la infancia no desaparece nunca, como tampoco se accede a la madurez absoluta, las organizaciones infantiles están contenidas en la adulta; sus elementos persisten aunque revalorizados o resignificados en una nueva estructura. Existen de esta manera una lucha de contrarios, cuya evidencia la observamos durante la adolescencia, donde aparecen sucesivas síntesis de integración y desintegración, de progresión y regresión. Estas «conductas regresivas» del adolescente se tratan solo de un retorno parcial a puntos iniciales, y sus repeticiones se configuran sobre una nueva base, puesto que cada experiencia vivida influye en el desarrollo posterior. Desde esta perspectiva se ha considerado relevante incluir las primeras, o mejor, la primera separación del bebé y su consecuente constitución psíquica, pues aspectos que encontraremos en los adultos, o en nuestro caso adolescentes, tienen que ver también con estas primeras experiencias y nos ayudarán a entender mejor los comentarios incluidos tras los relatos. Para su descripción recogemos las aportaciones de tres autores: Lacan, Winnicott, y Freud. Los conceptos introducidos por Lacan (1949) hacen referencia a la constitución del sujeto y de su subjetividad a través de su incorporación al mundo del lenguaje y de los significantes, diferenciando tres registros necesariamente relacionados y existentes en el sujeto, lo real, lo simbólico y lo imaginario. Considerando estas instancias, desarrolla el proceso por el cual el niño vive la experiencia de reconocerse unificado y diferenciado de los demás en el espejo. A este proceso lo denominó «estadio del espejo», y permitirá las primeras relaciones significativas con los otros, semejantes, formando progresivamente su propia identidad. El lenguaje, lo significante y/o significativo para cada sujeto, será una herramienta importante en la lectura de los relatos. Winnicott (1971) estudia el proceso de separación de la madre, introduciendo fenómenos, objetos y espacios por él denominados transicionales, necesarios para que esta pueda darse en un proceso, donde la continuidad psíquica persista a pesar de la separación. Entre el yo (lo interno) y el no-yo (lo externo) introduce un
40 Como ejemplos de vivencias de duelo, ver los relatos: Lucía, p. 75; Elena, p. 79; Binta, p. 82; Francis, p. 88; Julia, p. 92; Estefan, p. 104.
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espacio transicional donde ambos existen de una manera singular para cada sujeto. La existencia de un vínculo en el que la madre aparezca confiable para el niño es un elemento necesario para que lo anterior opere adecuadamente. La actividad del juego, desarrollada en este espacio transicional, va a ser una adquisición importantísima para la relación con los demás y la socialización. Winnicott ampliará estos términos al adulto, siéndonos especialmente útiles a la hora de entender algunas cuestiones sobre el proceso migratorio e identificar los recursos transicionales que aparecen en los relatos. La constitución del sujeto y de su subjetividad Antes del nacimiento de un ser humano ya preexiste un discurso. Existe un discurso social, cultural, y también de los padres y familiares que hablarán de él antes de su nacimiento, con unas determinadas expectativas y anhelos. Es todo un universo que va a venir de afuera, de significantes, de palabras, de imágenes, donde se le va a dar un lugar al futuro niño, se le va a ofrecer algo a lo que poder aferrarse e integrarse. Tras su nacimiento, el bebé, el niño, se va apropiando de estos nuevos significantes, aprende a hablar y entiende, va interpretando sus malestares y placeres… Hay un primer tiempo de alienación41 total a lo que se le ofrece, y una progresiva separación que le permite apropiarse de lo encontrado «a su manera», es decir, de una manera singular, esto le irá proporcionando una identidad y diferenciación respecto a los demás, es decir, una individualidad. La primera separación que el ser humano realiza es de la persona que realiza la función maternal. En los primeros meses de vida, el niño y la madre (o sustituto) crean una unidad de percepción, donde el bebé no se diferencia como ente individual, es una amalgama de sensaciones de hambre, sueño, formas que le rodean, sonidos…, que la madre interpreta ante su grito o llanto dándole a este un significado: «Tienes hambre»; «tienes sueño»; «te duele algo». La madre va dando significado con palabras y acciones, ordena
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En psicología alienación es definido como un estado mental caracterizado por una pérdida del sentimiento de identidad (Diccionario de la Real Academia de la Lengua). En nuestro caso, considerando al bebé que todavía no ha forjado una identidad, alienación es una consecuencia de un proceso por el cual el niño incorpora los significantes que toma del Otro y constituye su «yo» mediante la identificación con el semejante; esta identificación es un rasgo constitutivo del sujeto, perteneciente al orden imaginario (Lacan, 1964).
En el sujeto con una identidad, pensando en las personas inmigrantes, el proceso de adaptación va a conllevar una alienación a aspectos de la nueva cultura (lenguaje, costumbres…), que suele provocar al principio sensaciones de «irrealidad» y pérdida del sentimiento de identidad, que posteriormente irá integrando en lo propio de una manera «singular».
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y da sentido a ese grito que ya se va a convertir en llamada (la madre de esta manera humaniza el grito y al bebé, al ser para ella, una llamada o demanda a la que responde). Aunque en un principio la dependencia es absoluta con respecto a la madre y la misma se adapta a él, es imposible que pueda darse un ajuste total a la demanda del infante, por lo que habrá retrasos, desajustes, en los que se va perdiendo esta sensación de completud; va experimentando la separación, la ausencia, gracias a la cual experimentará o sabrá de la presencia. Cuando pide a ese alguien importante separado de él, la demanda suele ser absoluta, no pide solo el alimento, si lo que tenía era hambre en un primer momento, pide al Otro (distinguiremos al Otro primordial, la madre, del otro con minúscula, con el que nos referiremos al semejante) como absoluto, pero el Otro no le puede dar todo, no lo tiene, pero sí le puede dar algo, lo cual a veces no parece ser suficiente. Pongamos unos ejemplos. No es extraña la queja de madres cuando estando enfermas y no pudiendo atender al niño de la misma manera (donde el bebé percibe la separación), este se vuelve más quejoso o demandante. Y, también, cuando la madre comienza a trabajar por primera vez durante unas horas, y a su vuelta, el niño «está insoportable y raro, no parece satisfacerse con nada». La demanda que hace está, pues, condenada, inevitablemente, a la frustración. En este impasse el bebé irá creando imágenes mentales y sensaciones cenestésicas, anteriores a las representaciones verbales, que ocupan ese tiempo de separación y le proporcionan satisfacciones parciales, como pudiera ser la imagen del pecho, la sensación de calor de la madre, etc. Cuando el niño sea más mayor, buscará otras cosas que ya no implicarán de manera directa a la madre. Esta frustración es lo que inaugurará el deseo42, deseo de algo que no está, de lo que se perdió, de lo que no se tiene, y que será motor y dirección para el individuo.
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Deseo: «movimiento afectivo hacia algo que se apetece» (Diccionario de la Real Academia de la Lengua).
El deseo, para Freud, es propio y necesario para la constitución del aparato psíquico de cada sujeto. La imposibilidad de satisfacerse, y la prohibición que la ley y la cultura imponen, fuerzan al sujeto a utilizar procesos psíquicos para su satisfacción (huella mnémica, imaginación, fantasías, sublimación…), a reprimirlo y/o defenderse de él. Es por esto que lo sitúa prioritariamente en un plano inconsciente.
Lo diferencia de necesidad, pues esta se refiere a un instinto biológico, un apetito que surge de los requerimientos del organismo —por ejemplo, el hambre— y que se elimina por completo cuando es satisfecho. Según Lacan, también debe diferenciarse de la demanda dirigida al Otro, quien le proporciona la satisfacción de sus necesidades y va adquiriendo importancia por sí mismo más allá de la satisfacción de las necesidades que proporcione. Además, los objetos que el Otro le da se transforman de objetos de la necesidad, en dones
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La verdadera ruptura de esa unidad inicial, estructurante y necesaria, se da cuando consigue diferenciarse del otro como unidad, lo cual ocurre entre los 6 y 18 meses. Lacan (1949) explicó dicho proceso mediante lo que denominó «estadio del espejo». En este proceso el niño reconoce su imagen en el espejo, se reconoce como un ente unificado, total y diferenciado del otro. Hasta entonces se vive fragmentado: cuando tiene ganas de algo, llama, pero es la madre la que decíamos da significado a esas llamadas, lo articula. Sin embargo, madura ya su función de visión, un día el niño se reconoce en el espejo, y esta imagen lo prenda, lo captura. Se ve unificado, y aunque se pueda sentir todavía fragmentado, va a descubrir en el espejo otro43 en su totalidad, que es él mismo. Al mismo tiempo, la madre o persona que le acompañe le dirá: «Eres tú», poniendo en palabras la correspondencia entre el otro del espejo y él. Gracias a la introducción de estas palabras, la situación especular inicial en la que queda atrapado el niño al reconocerse (él todavía no tiene palabras) se rompe. Mirará a la madre, mirará su imagen y volverá a repetir, todo jubiloso. Por identificación44 a esa imagen completa va perdiendo su ser fragmentado, se va configurando su imagen humana, su subjetividad. Pero aquí también hay un desajuste, ese es él y lo ve completo, pero él no se siente completo, está todavía inmaduro… Si ese es él algo de lo anterior se pierde… Rivalizará con su propia imagen, consigo mismo, originándose la agresividad. Es importante considerar esta vivencia del otro unificado y completo frente a la vivencia de sí mismo, descoordinado e incompleto, porque esto mismo le va a ocurrir cuando encuentre y reconozca al otro semejante, percibiéndolo como unificado frente a su propia sensación de incompletud. Las confrontaciones con los semejantes o iguales, en las que hay a veces una agresividad del tipo «o tú o yo», tienen que ver con esto, donde uno se confronta con ese otro semejante que imagina completo.
de amor. Esta presencia simboliza el amor del Otro, por lo que la demanda del sujeto tiene una doble función: la articulación de una necesidad y la demanda de amor (Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano). 43 El primer «otro» que identifica el bebé no es realmente otro, sino un reflejo y proyección del «yo». El otro será simultáneamente el «semejante» y la «imagen especular» (Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano). 44 Identificación: proceso por el cual un sujeto adopta como suyos uno o más atributos de otro sujeto (Laplanche y Pontalis, 1967). En lo que presentamos el niño se identifica con su propia imagen en el espejo.
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Ejemplo de una confrontación imaginaria con los semejantes: ¡Que no se lo tengan tan creído!, porque ellos estén en su país y vengamos nosotros, no es porque necesitamos de ellos, solo necesitamos de otras personas. Venimos porque tenemos algún problemilla, no porque nuestro país no nos guste; hay mucha gente a la que no le gusta España, esto no es el ombligo del mundo. Y no es por el sitio, es por la gente, porque te tratan mejor, también depende de con qué tipo de personas te encuentres. Y sobre todo los jóvenes, ellos no son los que le dan el trabajo a mis padres y tampoco porque lleven la ropa de marca son los mejores, yo también llevo lo que quiero! Tina. Relato, p. 201
Esto es lo que se denomina identificación imaginaria o primaria. El niño se identifica con el que ve en el espejo y, también, con la imagen de sí mismo completando al otro (a sí mismo en brazos de la madre, completando a la misma). Los padres suelen quedar prendados (en el mejor de los casos) por el niño desde su nacimiento, por lo que, desde su discurso, tienen un «niño perfecto», «un niño rey» y esto, junto al impacto que para él mismo tiene su propia imagen, explica que el deseo de amor del niño se dirija hacia sí mismo. Freud (1914) denominó a este fenómeno narcisismo primario, y gracias a él existirá una relación del infante con un yo ideal. La salida de esta identificación surge cuando el niño percibe que la mirada del Otro (madre) se dirige a otro lugar; la madre tiene otros deseos dirigidos a otras personas o aconteceres diferentes a su propia imagen. Es aquí donde aparecen los celos, necesarios para que el niño no quede atrapado en su propia imagen o en la imagen de completud de él con la madre. Si así se mantuviera, no tendría más interés que consigo mismo, sin aparecer un interés por el exterior. Aparecen las primeras identificaciones con el padre, identificaciones denominadas por Lacan secundarias o simbólicas, donde el sujeto trasciende la agresividad inherente a la identificación primaria. Los padres paulatinamente le piden al niño que se adapte a las exigencias del medio, ya no lo es todo para ellos, y surge un corte, un sentimiento de incompletud, por el que deseará reencontrar la perfección para sus padres y por extensión a otros. Deseará ser querido por ellos, y complacerlos, persiguiendo ser ese ideal formado por representaciones culturales, éticas, sociales que los padres y otros adultos le van transmitiendo. A este ideal Freud (1917) lo llamó ideal del yo, con el cual el sujeto siempre estará confrontado y que podrá variar con los aconteceres e historia del sujeto. El niño ha pasado de un narcisismo primario a un narcisismo secundario gracias al cual se identificará a rasgos distintivos que provienen del exterior. Ejemplo de exigencias parentales e ideal del yo: 75
Al padre de Thabo no le gusta demasiado que vaya con españoles. «A veces no gusta con los payos porque no son hermanos; yo le digo: “Papá, yo no bebo cerveza, yo voy a pasear con ellos y no iremos a ningún sitio, solo pasear y no tomar algo que no pueda tomar con la religión”». Su padre le centra en sus obligaciones y le recuerda que él es diferente, que tiene otro origen, otra historia y otras responsabilidades. «Pues vale, me dice, porque tú saber a lo que has venido, tú vienes aquí a trabajar y ganar dinero, pero ellos en su país y pueden hacer lo que quieran, pero tú tienes que hacer cuidado y no lo que quieras como ellos, y hacer como viniste y tienes a tu madre allí, tener que ayudarle también…». Los tres primeros años en que estuvo en España: «Sí, estaba todo rodeado de negros, ahora mismo con negros estoy como así (con la mano hace regular), los que no estudian solo quieren llegar aquí y trabajar, y yo estoy como yo, y totalmente no soy como blanco, pero mi corazón es blanco, porque yo como hacen las cosas a mí me gusta y yo como hago las cosas no les gusta». «Es que como lo he hecho es un poco fuerte, buscarse la vida, hay que tener buena cabeza para no pensar mucha cosa, si piensas mucha cosa, tener que tener novia, tener que tener trabajo, tener que tener así y no puede así todo el mundo, hay que tener unas cosas serias…, buscar trabajo, que se trabaja como un negro para cobrar como un blanco». Cree que no hay que dar lo que se puede, que uno ha de exigirse más a sí mismo. Thabo. Relato, p. 170
Lo transicional: entre la presencia y la ausencia, entre el yo y el no-yo Winnicott (1971) propone un período y experiencia, delimitado entre los cuatro o seis meses y los ocho o doce meses, en función de las variaciones de cada bebé. Es el tiempo de transición entre la todavía no posible diferenciación del niño del exterior y el momento en que sí le es posible discernir entre el yo y el no-yo. Este autor tratará la capacidad para diferenciarse bajo parámetros distintos a los descritos por Lacan, no excluyentes desde nuestro punto de vista, y que nos serán útiles para entender algunos fenómenos que se dan en el proceso de emigración y en la adolescencia. A este período le da especial relevancia, pues se da un proceso, unos fenómenos, unos objetos particulares y una actuación del medio que le van a permitir que puedan confluir su experiencia interior (subjetiva, y lidiada por el principio del placer) y su experiencia exterior (objetiva, en la que prima el principio de realidad)45.
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El principio del placer y de la realidad son dos principios del funcionamiento mental descritos por Freud (1911). Por el principio del placer, el sujeto busca experimentar satisfacción mediante el recuerdo de una satisfacción anterior; al no aliviarse las necesidades buscadas, el sujeto se ve obligado a tomar rutas indirectas de satisfacción en lo real (principio de realidad).
El proceso sería el siguiente: el niño cuando nace necesita del contacto físico y alimento de la madre, de su olor, sonidos y ritmo cardíaco, etc. Por su inmadurez tanto física como psicológica no puede percibir su cuerpo como separado de ella. Es común ir observando la succión del puño o el pulgar del bebé y con otros dedos acaricia su rostro; puede ir aferrándose a un trozo de sábana o servilleta y succionarla, o arrancar lana y reuniéndola poco a poco acariciarse con ella; también puede desarrollar movimientos de masticación acompañados de sonidos, balbuceos, ruidos anales, primeras notas musicales, etc. A estos fenómenos Winnicott les denominó fenómenos transicionales. De todo esto puede surgir «algo» que llega a adquirir una importancia vital para el bebé, a la hora de irse a dormir, en momentos de ansiedad, en los viajes, etc., denominado objeto transicional. Puede ser un trapo, osito, chupete, tonalidad determinada... de gran valor para él, y de lo cual saben sus padres, pues no les importa que se ensucie, así se mantendrá con el mismo olor y aspecto para que no pierda el significado que le ha otorgado el bebé. Este objeto no forma parte del cuerpo aunque todavía no lo reconozca del todo como perteneciente al exterior. Tiene valor no tanto por lo que simboliza (madre, pecho materno) sino por su realidad. Lo importante para Winnicott no sería tanto el objeto transicional en sí, sino el uso de ese objeto por parte del bebé. Para que lo anterior ocurra, el autor nombra la necesidad de una madre «lo suficientemente buena», en el sentido de que realice una primera adaptación activa casi total a las necesidades del bebé, para progresivamente disminuir poco a poco, según la creciente capacidad del bebé para hacer frente al fracaso en la adaptación y para tolerar los resultados de la frustración. Dicha adaptación casi total de la madre respecto a las necesidades del bebé (tres o cuatro primeros meses) permite que este viva la experiencia de que con su necesidad, aparece el objeto que lo calma (todavía no vivido separado de él), el pecho materno, abrazo, etc. De esta manera tiene la percepción de que crea dicho objeto: «Si lo necesito está». Esto permite el vínculo necesario entre el niño y su madre (o persona que le cuida). Aparece, pues, una ilusión de que existe una realidad exterior que corresponde a su capacidad de crear, bajo su dominio mágico, en ese momento y lugar que él necesita o quiere. Esta zona intermedia de la experiencia, marcada por la ilusión, en la que se da una relación entre el bebé y el objeto, todavía no diferenciado, y que vincula la realidad interna del niño con la realidad externa, es el área donde sitúa el autor los fenómenos y objetos transicionales. Es el área de transición entre el yo y no-yo, entre la ausencia y la presencia, entre el niño y la madre, a lo que denomina espacio transicional. 77
En esta zona aparecen las primeras experiencias entre lo subjetivo y lo que se percibe de forma objetiva, donde contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Es un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para aceptar y reconocer la realidad y su creciente capacidad para ello. En este viaje del niño desde lo subjetivo puro hasta la objetividad, el objeto transicional es lo que se ve. Gradualmente se va dando una ampliación de la gama de intereses dirigidos al exterior y abandona este objeto, aunque puede aparecer más adelante cuando se presenta una amenaza de privación. La siguiente adquisición que permite al niño un paso más hacia la relación con su medio y la socialización es el juego, como contenido, pero sobre todo como actividad (jugar) que ocupa un tiempo, un espacio, y la utilización de recursos simbólicos. A partir de la experiencia de control «mágico» y de «omnipotencia» que describíamos antes, es decir, de dominio de lo real, junto a la confianza en la madre, aparece un campo de juego que Winnicott denominó espacio potencial. La precariedad mágica que surge en el niño es fruto de su intimidad con la madre y permite en un primer tiempo que el niño se encuentre solo en presencia de alguien. Juega solo sobre la base de que la persona que ama se encuentra cerca, y sigue estándolo cuando se la recuerda, después de haberla olvidado. En la siguiente etapa el pequeño permite una superposición de dos zonas de juego y disfruta con ello. Primero es la madre la que juega con el bebé, pero cuida de encajar en sus actividades de juego. Paulatinamente ella, inevitablemente, introduce su propio modo de jugar, donde él va aceptando (o rechazando) ideas que les pertenecen. Y así queda allanado el camino para un jugar juntos en una relación. Esta tercera área o zona de juego, definida como espacio potencial, se llena con juegos creadores, con el empleo de símbolos y con todo lo que a la larga equivale a una vida cultural. En realidad, la separación se puede dar porque existe una continuidad psíquica que proporcionan estos objetos, sus simbolizaciones, los interjuegos, las experiencias culturales, etc., donde el presente, pasado y futuro ocupan un tiempo. A continuación se presentan extractos de relatos en que aparecen objetos, actividades y significantes que permiten una continuidad psíquica a pesar de la separación. • Ir a comprar caramelos Para Silvia, «ir a comprar caramelos» explicó, cuando era niña, la ausencia de su madre: «Se va pero va a volver…». Y así manda a sus hermanos que vayan a comprarlos, y se repetirá el juego de ir y volver, bajo su dominio. Freud (1920) describe la adquisición simbólica en el psiquismo de la presencia y ausencia de la madre por medio del juego del niño con un carrete de hilo, que lanza y vuelve a recoger, acompañado por los sonidos de «va y vuelve». El niño, en su actividad 78
repetida, ve cómo el carrete puede ir y volver de manera controlada por él mismo (de manera mágica en un principio), donde el hilo une su mano con el objeto (externo a él). Está la ausencia y la presencia: el tiempo de ausencia deja de provocar angustia, pues es ocupado por su juego y su propio decir: «Va y vuelve». Otro juego que muestra algo semejante es el de «cucú-tastás», esconderse y aparecer y las palabras que lo acompañan. «Mi madre me dijo una cosa: que cuando ella se fue a Europa no lloré, no sé por qué…, yo no le entendía, yo era muy pequeña y no sabía qué era salir o no, creo que salir del pueblo solo ha comprar caramelos y luego vuelve». Durante dos años apenas hablaron por teléfono; al cumplir los 9 años sus conversaciones fueron más frecuentes, hablaban cada semana. Cuando iba a casa de sus amigas, sentía envidia porque estas tenían a sus padres en casa, los padres de sus amigas siempre fueron afectuosos con ella: «Mis amigas tenían padres pero no estaban en Europa; cuando iba a sus casas con sus padres me llevo muy bien, lo que también me daban muchos caramelos y galletas (se ríe traviesa). Sí, por eso antes tenía envidia pero después no; yo tengo abuelos también, me llevo muy bien, no espero mucho más». «Yo soy (era) pequeña pero tengo autoridad en casa… Yo puedo (podía) mandar a mis hermanos… Soy la pequeña pero nos llevamos muy bien, entonces yo les puedo mandar: “¡Yo quiero caramelos y tú tienes que comprarme caramelos y van!”». Silvia. Relato, p. 123
• La bicicleta La bicicleta para este muchacho une su pasado y su presente, además de estar vinculada afectivamente a su abuelo. Este objeto le ayudará a transitar por el nuevo lugar y permanece en sus expectativas de futuro. «Cuando me compraron la bicicleta, porque en mi país quería yo mucho una bicicleta y cuando he visto una bicicleta que le costaba a mi abuelo 200 euros, le digo a mi abuelo: “En mi país eso no me lo compraban ni en plan coña, ni en broma me lo compraban”. Dice mi abuelo: “Pues sí, que te lo compro y si quieres”, dice, “te compro una minimoto de gasolina”. Y entonces no entendía lo que significaba eso…». Era muy pequeño pero con su bicicleta comenzó a moverse con confianza por la calle, «y yo no paraba de ir al parque; estaba todo el día con la bicicleta en el parque». Y le siguen gustando las bicicletas: «Estoy con los amigos siempre, con bicicletas y motos, pero nada más que eso. Ahora nos hemos comprado otra bici y la estamos arreglando. La semana que viene hemos quedado a hacer mi bicicleta, el sillín, unas cosas, también a comprar otras cosas, se me ha roto, y quedamos para hacerla». Alberto. Relato, p. 156
• Dos significantes se unieron para Quine: pronunciación y pintura, ¿es casualidad que a ello quiera dedicarse en un futuro? 79
«Como tenía un amigo que había venido a España antes que yo, él me hablaba que estaba en casa aburrido estudiando el idioma, y que el español es parecido a dibujar… y que él estaba dibujando siempre en casa, y yo digo: “¡Qué fácil, qué guay!, ¿no?”. Y preparábamos pinturas, pues como pensaba que iba a estar dibujando en casa, quería preparar pinturas. Es que en mi idioma pronunciación y pintura es muy parecido, por eso…». Le gustaría estudiar diseño publicitario, de ropa; no lo ha hablado con sus padres pero cree que la apoyarán. Quine. Relato, p. 188
• El interjuego entre allí y aquí permite la continuidad del vínculo y un enriquecimiento, ya que es posible un «espacio potencial» donde el lenguaje ocupa un lugar prioritario. Xiaomei ha elegido estudiar empresariales y a su padre le parece estupendo; eligió esta carrera porque piensa que tiene futuro y puede ponerle en relación con su país. Aunque este tema le parece una cuestión difícil: «¿Dónde te gustaría vivir de aquí a unos años?», se imagina viviendo en su país, pues ahí tiene a su familia. Se imagina trabajando para empresas que le permitan viajar a España, o al revés; estar entre un lugar y otro, porque también le gusta España. Xiaomei. Relato, p. 178 A Esther le gustaría estudiar Periodismo, trabajar en radio, televisión o como traductora. Entre semana no acostumbra a salir; en clase se relaciona con sus compañeros. Tanto con sus compañeros como con el profesorado se encuentra muy bien, suele estudiar y hacer tareas, y los fines de semana se reencuentra con su gente. «Los fines de semana somos los amigos de mi país, que nos conocemos desde que hemos venido aquí, y, claro, después de cinco días de estar entre gente que no es de tu país… pues hay veces que, yo que sé, te viene bien salir los fines de semana con los de tu país y acordarte de cosas que hacías allí o lo que pasa últimamente allí, hablar de eso…». Hay algunas veces que amigos de distintas nacionalidades y españoles se juntan y salen a sitios comunes. Tiene muchas inquietudes y aficiones, sigue tocando la viola en un grupo, colabora con una revista de jóvenes de su país aportando información de lo que allí ocurre en España, colabora igualmente con una radio de su país, ha hecho un curso de cine, procura ir al gimnasio, y está en el Grupo de Solidaridad del Instituto, en el que participan chicos y chicas de muy diversas nacionalidades. Esther. Relato, p. 175
Otros necesitan mantener presente lo conocido, sin poder todavía disfrutar con lo nuevo que se le ofrece. 80
• Con la negación o un «como si» estuviera en su país: «Sí, es como, es que… es que yo me propuse hacer como que vivo en mi país, o sea, me mentalicé, ahí, como… o sea… cómo se dice… y no sé, al hacer eso, todas las cosas me gustan y no sé, más normal. Se lleva mejor». José. Relato, p. 128
• Reproduciendo algo de su país: Tienen la ilusión de comprar un chalé que han visto en un pueblo, cerca de sus primos, y espera que eso les permita recuperar algo del estilo de vida que tenían en su país. «Si, eso nos va a cambiar la vida, seguro, porque vamos a dar fiestas y eso como hacíamos en nuestro país». Estefan. Relato, p. 131
• Afianzándose en la propia cultura y religión: En su tiempo libre va a casa de sus tíos (familia paterna) y charla con su prima; van de paseo al Pilar, por el Parque Grande y otros lugares de la ciudad. También le gusta quedarse en casa viendo programas de su país en la televisión, o escuchar versículos del Corán en su Mp3; antes le gustaba escuchar música, pero ahora, no sabe por qué, no le gusta. Binta. Relato, p. 106
• Preparándose para el retorno: Retornar a España de nuevo no fue fácil, aun hoy en día se encuentra en una etapa difícil, le pesan las diferencias y no termina de sentirse integrada aquí. «Creo que son etapas; puedo aparentar ser dura pero en momentos me cuesta relacionarme con los otros chicos por el hecho de no ser como ellos. Si por mí fuera, estaría llorando todo el día, pero sé que tengo que ser fuerte, y lo intento». Su proyecto de futuro es sacarse el bachillerato. Aunque le pueda resultar difícil, Elena pondrá todo de su parte. Quiere estudiar algo relacionado con ciencias sociales, le gustan los trabajos que tienen que ver con ayudar a los demás, pero su fantasía es volver a su país a trabajar, aun creyendo que no todo el mundo merece esa ayuda: «Aunque haya personas tan canallas en mi país que no les importa el sufrimiento de la gente, yo quiero ir y ayudar en lo que pueda, y trabajar en algo que me encanta». No olvida el trabajo que tenía su amiga con aquellos chiquillos deseosos de aprender. Elena. Relato, p. 103
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2. PRESENTACIÓN DE LOS RELATOS Y COMENTARIOS Elaboración de los relatos: Isabel Meléndez Título y comentarios: Concha Ramo
La presentación de los resultados que consideramos más valiosa en cuanto puede aportar a los lectores una mejor aproximación a la vivencia y experiencia de los adolescentes son los relatos. A partir de ellos pensamos si era posible algún agrupamiento o clasificación de los mismos en función de su «forma de integración», basándonos en los modelos que presenta María Inés Massot en su libro Jóvenes entre culturas. La construcción de la identidad en contextos multiculturales (2003), en función del sentimiento de pertenencia de estos y estas adolescentes. Sentimiento de pertenencia hacia el propio país de origen, hacia el país de acogida, a ambos, a varios o a ninguno de ellos por no estar clara esta pertenencia. Entre otros aspectos, lo que concluye esta autora en su estudio es que dichos modelos no son estáticos; así los muchachos y muchachas reconocen haber utilizado e intercambiado a lo largo del tiempo varios de ellos, si no todos46. No es nuestro interés en esta investigación encontrar modelos, pero, para una lectura más ordenada (aunque no necesaria), los agrupamos en aspectos que tienen que ver con lo anterior, a sabiendas de que los límites son confusos y estamos ante «momentos» que forman parte de un proceso para cada uno y que dependen de múltiples factores (internos y externos), además de poder solaparse muchos de ellos en las distintas categorías.
2.1. Relatos en los que no sobresale como tema prioritario la identidad respecto a un país Sino el miedo y los pensamientos recurrentes MÁS MIEDO Y MÁS PENSAMIENTOS Zacarías es un muchacho de 16 años, estudiante de la ESO, que vino a España hace casi seis años con su madre, hermanas, tíos y primos. Vive en un mundo cerrado,
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El estudio se realizó con hijos de inmigrantes nacidos en España o que vinieron en la primera infancia (no así en nuestro estudio, pues vinieron a partir de los 10 años). Los modelos que describe son modelo asimilativo o de mimetización con el país donde viven, modelo de confusión, donde no está claro su sentimiento de pertenencia, modelo de conflicto, cuya identificación es con el país donde nacieron sus padres, y modelo de doble pertenencia o múltiple pertenencia, donde construyen su identidad a partir de múltiples pertenencias.
poblado de miedos y pensamientos que no pueden transformarse en palabras; solo en Internet está tranquilo. Zacarías nació en un pueblo pequeño, bonito, que fue poco a poco degradándose. Nos cuenta que aumentó la contaminación y el río casi desapareció. Su padre se fue a España cuando él tenía 4 años. Vivía con su madre, hermanas, abuelos y tíos, y toda la familia abandonó su pueblo y marchó a una ciudad cercana que tampoco era muy grande. Allí su vida era fácil, se acuerda un poco del colegio, de lo demás casi no tiene recuerdos. Tampoco recuerda especialmente el viaje de su padre; simplemente su padre se iba a trabajar y luego volvía… Vino a España a los nueve años; al principio, todo fue bien. Los primeros años no pensaba tanto, ahora piensa, piensa, no encuentra modo de explicarse ni de comprender lo que siente, y a veces se encuentra cansado. «Cuando llegué a España, era bien, no había muchos extranjeros. Los españoles miran con unos ojos muy raros, antes más mejor que ahora». «Ahora pienso todas las cosas, tengo más pensamientos… pues cosas pequeñas, que no pasa nada, pero pienso mucho, es que no sé cómo explicarlo…». Al llegar notaba a la gente diferente, el idioma era desconocido para él. Todo era extraño, incluso su padre. Cuando se reencontró con él no podía considerarlo como tal: «Cuando he visto por primera vez a mi padre, no era nada, es que no es mi padre, era como el padre de mi amigo». Todo fue transcurriendo poco a poco: «Bien, ya estamos mis padres, yo y mis hermanas, poco a poco y ya tenemos una familia y eso». Su mirada es triste..., nos dice: «Es que mi abuela acaba de morir». A los dos años de estar en España murió su abuelo. Pudo viajar tres años después y tuvo tiempo de ver a su abuela, que se encontraba enferma. Mejoró, pero a los meses de volver a España murió, de esto hace un año. Su abuela le había dicho al despedirse que lo pasara bien, que estudiara y ayudara a sus padres, que fuera un buen chico. Sus abuelos fueron un poco sus padres, vivían todos juntos, su madre, ellos, y el resto de la familia. A sus padres los ve bien en España, pero señala que casi no saben hablar castellano. «Es que mi padre cuando llegó a España estuvo ayudando un año en la cocina de mi tío en el restaurante. Ha cambiado a albañil, ha estado en una fábrica de españoles, pero los trabajadores son todos de nuestro país y otros extranjeros y por eso no hablan nada. Es que hay poca oportunidad para hablar con españoles, se habla, pero no mucho, ¿sabes? Y también quiere aprender, pero no tienen tiempo y no entienden mucho». Piensa que tienen poca oportunidad de hablar y relacionarse con españoles por el exceso de trabajo. Le entristece esta situación y procura no pensar en ella: «Ya no quiero pensar más». Su madre llora de vez en cuando, sobre todo por la noche. «Los padres cogemos a sus hijos o hijas que habla cosas malas de su padre, y su madre va mucho enfadada, pero no va a llorar directamente, va a llorar cuando estaba sola, por la noche va a 83
llorar, y por eso pasa, yo…». Ellos le dicen que no llore…, sin embargo, no ve mal a sus padres en España; el mayor problema para ellos es el idioma. «No sé, es que no quiero pensar. Mis hermanas lo está llevando mucho mejor que yo. Llegamos juntos a España, pero ellas aprenden más». Sus padres lo comparan con ellas y discuten sobre quién ayuda en las gestiones de la familia; él cree que sus hermanas todo lo hacen mejor. Cuando entró por primera vez en el colegio, hace cinco años, solo se relacionaba con su hermana mayor, no hablaba con nadie. Ahora, en el centro en el que está ha ido conociendo a algún chico compatriota, aunque relata que antes le daba vergüenza relacionarse con los chicos de su país: «Antes casi me daba vergüenza conocer otros chicos de mi país; es que tengo miedo y no sé, no sé por qué tengo miedo, pero el año pasado un poco mejor… No he hablado nunca de eso». No obstante, en el primer colegio al que iba hizo amigos españoles: «Es que hablábamos y eso, es que no van a decir: tú eres… Estaban muy buenos, muy amigos. Es que hacemos… es que cuando iba al otro colegio quedó cuatro años con ellos y está muy bien, también estamos más pequeños que ahora…». Pero perdió el contacto con ellos al cambiar de colegio. Tenía un amigo al que echa de menos especialmente. El año pasado empezó a faltar mucho al instituto, no quería ir a clase, casi no conocía a los profesores, se aburría en el aula; dice que el profesorado le prestaba poca atención. Los chicos que iba conociendo le invitaban a hacer pirola. Faltando a muchas clases, enviaron del instituto cartas a sus padres, y tuvo con ellos muchas discusiones. Conoció chicos extranjeros, también algún compatriota; quería entrar con ellos en la clase de apoyo escolar; al haber más extranjeros, sentía que podía hablar más. No pudo ser, porque él habla bien español y no le dejaron entrar. Los amigos que tiene ahora dice que son solo para el momento, para jugar. Cuando hacían pirola iban al cíber, pero ahora hay más vigilancia policial y se van al parque, o a bares y restaurantes. Cuando sus padres se enteran, le gritan que si no quiere estudiar, ha de trabajar, pero al día siguiente le siguen obligando a ir al instituto. Él antes pensaba en estudiar bachillerato, pero ahora solo piensa en acabar el curso y trabajar. No sabe en qué, le gustaba la hostelería, pero ya no quiere porque ha tenido muy malas experiencias: «Es que lo que ha pasado… Es que sábado, cuando me quedo en bar, que había unos chavales españoles que son muy malos, que fuman marihuana y eso, y me da un poco… insultaban, hablaban mal, son malos, y ahora es que no me gusta ser camarero. Antes pienso que camareros es un trabajo muy fácil, solo hay que echar copas y cerveza y ya está, pero poco a poco es que para mí camarero es muy difícil, cuando los clientes son malos es cuando... no sé cómo explicar, las cosas duelen». Ahora ve dificultades en todos los trabajos. Cuando sale de clase va a casa, se mete al ordenador, se centra en juegos y en el Messenger con su idioma. En Internet está «más tranquilo». Come en el bar de la familia, donde está su madre, y trabaja allí unas horas. Su padre ya no trabaja. Su 84
madre tiene 42 años y él cree que ya está mayor y que hay que ayudarla. Los fines de semana se hacen cargo del bar prácticamente él y su hermana mayor, trabajan muchas horas; también ayudan el resto del tiempo, porque decidieron que sus padres tenían que descansar. Ha encontrado buenos clientes con los que se encuentra a gusto hablando. Trabaja y piensa que no es por eso que no estudie, porque, aunque se quedase en casa, tampoco lo haría. «Es que quiero estudiar pero no puedo». La clientela de su país le molesta en el bar, dice que van muchos, ocupan muchas plazas y son muy ruidosos, gritan mucho. Él se enfada pero, a pesar de eso, estos clientes no respetan y no le gusta. Él se siente más cómodo con clientela española, y solo habla con los clientes compatriotas que son fijos; es su hermana la que habla con todos. Cuando volvió a su país de vacaciones también sintió miedo, le daba miedo salir a la calle. El tráfico en la ciudad había aumentado: coches, bicis, mucha gente…, no se atrevía a cruzar las calles por falta de semáforos. Estuvo tres meses, y poco a poco fue cogiendo confianza para salir a la calle: «Es que mi ciudad es pequeña, no hay semáforos; sí, hay dos, hay dos o tres, pero que no valen nada, que no sirven, y cuando me fui a la ciudad, casi tengo miedo de salir a la calle. Es que hay muchas personas, muchos coches y bicicletas y eso, es que no puedo pasar el semáforo, me da miedo, es que el coche no para. He esperado cuando es semáforo, he esperado tres minutos para parar a los coches que me pasen y la gente pasaba así, y los niños muy pequeños pasan de correr. Y luego es que no puedo pasar y vuelvo a casa a buscar a mi abuelo. Es que los coches no me dejan pasar y me dijo: “Tú eres tonto o qué, es que los coches no van a parar, tú pasa y hasta que no va a chocar y eso”. Es que me dijo que los coches van a parar, te van dejar a pasar y eso, poco a poco… Me quedé en allí tres meses y poco a poco ya salí y eso». Zacarías ahora quiere vivir en España e ir allí de vacaciones, pero cuando llegue el momento de elegir no sabe qué elegirá. No sabe decirme cuánto tiempo le costó encontrarse bien en España, porque no se encuentra bien, tal vez cuando era más pequeño estaba algo mejor, pero ahora… Ahora ve muchas dificultades en su vida, por ejemplo, el bar, no puede pensar en trabajar poco, el bar es también de su padre y tienen que trabajar lo que haga falta. No sabe muy bien qué consejos daría a chicos que vivan esta situación: «Es que no sé, es que no he probado, es que no he pensado en esto, es que creo que voy a preguntar: «Hola», ¿de dónde vienes?, ¿cómo te llamas?,¿ cuantos años tienes? y eso, ¿cuánto tiempo llevas en España?... y poco a poco…». Comentarios La entrevistadora comenta que percibe a este muchacho bajo de ánimo, triste, pero relajado. Ella se sentía un poco perdida: su tristeza, hermetismo y confusión le pesaba. 85
Es interesante considerar las primeras frases de la entrevista, pues a menudo nos pueden transmitir algo importante de su subjetividad. En este caso Zacarías dice con claridad que antes no tenía muchos pensamientos, era pequeño y olvidaba, pero ahora no. Sus pensamientos son recurrentes, a veces de cosas pequeñas, pero que no puede evitar pensar, le provocan sufrimiento. También tiene miedos y no sabe por qué. El temor y/o miedo a conocer personas de su país, a la mirada con ojos raros de algunos españoles, a circular en su pueblo con pocos semáforos y muchos coches, al trabajo en el bar donde puede haber gente «mala». Esto parece comenzar a los 12 años, coincidiendo con la muerte de su abuelo, el cambio de colegio y de casa, con la consecuente separación de sus amigos. Relata a partir de entonces su aburrimiento en clase, el sentimiento de desatención por parte de los profesores… A partir de los 13 años comienza a faltar a clase e ir con otros muchachos. Aunque le gustaría estudiar dice que «no puede», señalando con ello, más que una falta de voluntad, una dificultad o imposibilidad. Con 14 años, morirá su abuela, a la cual de manera espontánea hace referencia, e iniciará su trabajo en el negocio familiar. Sobre su familia, aunque dice que está bien, plantea dificultades con el idioma pues casi no saben hablar español, argumentando razones para que esto sea así. Y su madre llora, no sabemos muy bien por qué. Él se da cuenta de que sus hermanas están mejor, saben más español, y sus padres confían más en ellas. Zacarías nos hace partícipes de su malestar; es evidente que tras cinco años en España, y aun teniendo en cuenta su edad, el muchacho presenta serias dificultades y sufrimiento en el momento actual. Más nos aclara cuando al pedirle consejos para otros que vendrán nos sugiere un primer acogimiento: «Voy a preguntar: “Hola, de dónde vienes, cómo te llamas, cuantos años tienes y eso, cuánto tiempo llevas en España y poco a poco…”». No se plantea volver a su país, casi parece estar mejor aquí; sin embargo, está a la espera de un acogimiento y lugar en este su nuevo mundo. La dificultad para poder elegir entre su padre y su madre ENTRE SU PADRE Y SU MADRE Pablo tiene 15 años y estudia 3.º de la ESO. Quiere en un futuro ser policía o entrar en el ejército, y transita, sobre todo, ambientes donde encuentra chicos y chicas de su país. Se mantiene en la duda de con quién estar, si con su padre o con su madre. Parece que ambos lo necesitan. Pablo nos dice al inicio de la entrevista que sus padres están divorciados desde que él tenía 5 años; apenas guarda recuerdos de ese tiempo; después vivió con su madre y sus hermanas. Cuando tenía 9 años su padre vino a España por motivos económicos; al año reagrupó a la mujer que entonces era su pareja y a los tres años pensó en reagrupar a su hijo. Sus padres le preguntaron su opinión; él tenía 12 años. Al principio no quería, pero le hicieron valorar que en España tendría más oportunidades: «Viendo 86
cómo está la situación en mi país y cómo está aquí, fue cuando ya decidí venir acá con mi padre». Relata en algún lugar de la entrevista que, cuando viene, su madre estaba embarazada de otra pareja, dando a luz cuando él llevaba unos meses en España. Su decisión de partir y también de no volver cuando lleva un tiempo en España (pudiendo hacerlo) quizás tenga que ver con la llegada de esta nueva hermana. La partida fue muy dura, pues dejaba a su madre. Recuerda el dolor de separarse de ella y lamenta el tiempo que lleva sin verla: «Es que ya, son casi cinco años y ya…». El viaje, que realizó con sus tíos, fue largo y fatigoso; eran muchas horas de avión y autobús. Cuando llegó a Zaragoza no conocía nada, lo veía todo diferente: «No conocía nada cuando llegamos al piso, y ya cada uno en cada habitación, así que no conocía nada, me llevaban…». Se reencontró con un primo al que no veía desde hacía años, lo vio tan diferente, grande y descolorido: «Aquí el clima te aclara la piel, pero allá te hace más moreno, también es diferente porque ya hacía años que no lo veía». Los primeros meses se sentía muy mal, quería regresar, tenía un plazo para decidir si se quedaba; con su padre apenas había vivido, era alguien extraño, desconocido: «Es venir aquí y vivir otra vida»; «no había tratado nunca así con mi padre, estar así los dos juntos, se me hacía raro, diferente; el primer mes no me sentía bien, me quería regresar pero luego ya poco a poco me iba acostumbrando y ya me iba… Estando con mi primo iba saliendo, relacionándome con más personas, me iba acostumbrando al ambiente». Cuando decidió quedarse comenzó a abrirse más a su padre: «Decidí quedarme y ya empecé a relacionarme más con mi padre, era una persona normal». Para él, una de las cosas más complicadas de emigrar ha sido esto: «Vivir con mi madre y luego con mi padre es lo más complicado, adaptarse a dos tipos de vida». Con su madrastra tiene muy buena relación: «Muy bien, yo con tal de que mi padre otra vez vuelva a estar bien, porque mi padre no puede quedarse solo… Un día yo también me casaré y me iré; por eso digo no puede quedarse solo, si quiere hacer una vida otra vez, pues que la haga». Sus padres tenían diferencias, pero hasta el día de hoy no ha conseguido entender por qué se separaron. Reconoce que ha ido ganando confianza con su padre, pero dice que su padre suele creer tener siempre la razón: «Cuando es bueno, es bueno, y cuando no… es diablo». La entrada en el colegio también le puso en relación con otros chicos y chicas además de su primo: hizo un curso de kárate y luego empezó a jugar en el equipo de baloncesto. En quien más se apoyó fue en su primo, son como hermanos y se cuidan mutuamente. Al principio fue haciendo amigos españoles en el colegio; antes no había muchos compatriotas, conforme fueron llegando más, se fue relacionando con ellos y con chicos de otras nacionalidades: «Ahora tenemos amistades de todo tipo». No encuentra diferencias entre unos chicos y otros: «No sé, todos somos personas; yo 87
veo igual todo eso», aunque en general cree que los chicos y chicas españoles son más rebeldes. Sobre todo, observa diferencias entre las chicas españolas y las de su país. Tiene una novia desde hace poco tiempo: es una chica de su país, salen al cine, al parque; le gusta también en su tiempo libre jugar a baloncesto con los amigos, ir a alguna discoteca, pero entre estudiar y cuidar a su padre no le queda mucho tiempo: «Bueno, porque a veces casi no tengo tiempo libre, estudiar o hay veces, como mi padre no puede hacer fuerzas, por eso no puedo…». Su padre cuida que no salga hasta muy tarde, le preocupa que le pase algo, le pone límites, es algo que agradece y, aunque le fastidia un poco, procura obedecer. Hace un tiempo que quiere comprarse una moto y ha propuesto a su padre trabajar los fines de semana, pero le disuade de esa idea, le dice que no tiene necesidad de trabajar aún y mucho menos de correr peligro con una moto. Con su madre se comunica habitualmente por teléfono; es con la que tiene más confianza, a la que le cuenta todo. Al tiempo de partir él hacia España, su madre tuvo una hija con otra pareja con la que no convive; él conoció a su hermana por fotografías cuando ya tenía siete meses. Su madre llegará en poco tiempo a España, tiene la fantasía de vivir con ella, pero esa idea es improbable porque en principio viene a trabajar de interna, y la hermanita pequeña se quedará allí. Además, aunque necesita a su madre, cree que su padre también le necesita; ahora ya hace cinco años que vive con él. «Ahí está complicada la cosa, porque mi madre seguro me necesita, yo me iría con mi madre, seguro, pero mi padre también me necesita». Su padre lleva meses de baja y es probable que se alargue un par o tres de años; tiene que cuidarlo, hacerse cargo de él. Ahora, su padre y él suelen encargarse de las cosas de la casa porque su madrastra trabaja durante muchas horas limpiando. Le gustaría que, si viene su madre a vivir a España, trabajase de día, y así podría vivir con ella, pero al menos de momento se conforma con poder estar con ella cuando tenga algo de tiempo libre. Le interesa estudiar grado medio de Electricidad en un centro determinado, porque su madre trabajará cerca. Las diferencias principales que ve entre su país y España es que cree que allí hay más corrupción; quien tiene el dinero tiene el poder total, no hay justicia y todo se consigue con dinero, «incluidos los papeles», dice. Según Pablo, los españoles son gente de palabra, cumplen sus promesas y son puntuales. Pero también ha encontrado españoles racistas, ha vivido insultos y peleas. Suele huir de los problemas, como le sugiere su padre, pero a veces piensa que hay que frenar las agresiones. Considera que, para salir adelante, sus mayores apoyos han sido su padre y su madre. Su padre siempre le ha ido dando buenos consejos ante la vida y lo agradece, y su madre ha sido en la distancia su figura de confianza. Sin embargo, dice que una cosa es llevarlo bien y otra superarlo: «Eso, superarlo es difícil, es pensar y pensar, piensas en si estoy acá tengo más posibilidades que allí, pero si estoy aquí tengo más posibilidades pero tengo un apoyo menos, es difícil, difícil ver…». 88
Ahora, cuando piensa en volver a su país, es de vacaciones, y según como esté la situación; le parece difícil vivir allí, aunque tiene la doble nacionalidad. Vino a España con la expectativa de estudiar, y lo hace. Le gustaría entrar en la policía o en las fuerzas armadas y seguir formándose: «No sé, porque me gusta la vida militar… o acabaré grado medio y me iré al ejército ya». Comentarios Pablo se presenta de manera tímida, baja mucho la voz y es difícil escucharle. Durante la entrevista resulta difícil un relato continuado, debiendo el entrevistador efectuar muchas preguntas que limitaban la fluidez y la exposición de los aspectos más importantes para el muchacho. A pesar de ello, podemos destacar el divorcio de sus padres, nombrado al inicio, desde la incomprensión del mismo y la fantasía de reencuentro con su madre, de la cual se separó «sin querer» cuatro años atrás. Por otro lado, su padre también lo necesita por su enfermedad. «Necesito a los dos pero eso ya no puede ser». A pesar del tiempo transcurrido, él sigue en este dilema y esperanza; no lo resolvió en su país y tampoco tras la migración. En consecuencia, sus relaciones, a pesar de conocer autóctonos, se establecen con amigos y novia del propio país. Los estudios los va realizando con dificultad, pensando como solución de futuro la incorporación al cuerpo de policía o al ejército, que quizás imagina más seguros, y, al fin y al cabo, un lugar ante sus dudas de con quién y dónde estar. Desconfianza en las relaciones que establece «ERA DECISIÓN DE ELLOS… TENÍA MIEDO DE SABER CÓMO ES AQUÍ» Lidia tiene 15 años y a pesar de no querer venir hace cinco años a España, en la actualidad sus planes de futuro se ubican aquí. Convive con buenos y malos encuentros en España, con sentimientos contradictorios sobre lo de allí y lo de aquí. Lidia creció hasta los 10 años en una zona rural. Fue a esa edad cuando su padre emigró a España convencido por un primo que vivía aquí. A los pocos meses sus padres decidieron estar todos juntos y viajaron para reencontrarse su madre y ella. No se había planteado venir a España a vivir. Recibió la noticia con impotencia y temor. Nadie le pidió opinión: «Era decisión de ellos», «yo qué sé, yo estaba bien ahí, tenía mis amigos…»; «tenía miedo a saber cómo es aquí, cómo… Si iba a hacer amigos y cómo me iba a relacionar». Parte de la familia ya estaba en España, tíos y primas; aun así la despedida fue triste y los días previos, llenos de confusión; no se habló con claridad de que aquel 89
podía ser un viaje sin retorno: «Bastante agobio, entre pensar qué cosas te llevas, si vas a volver a casa, si te llevas toda la ropa». El viaje en autobús le resultó muy largo, y el paisaje con el que se encontró al llegar a Zaragoza era para ella como un desierto. Llegó en el mes de septiembre; sus primos y primas le suavizaron la llegada, llevaban más tiempo en España y pasaban tiempo juntos. Pronto observó que había venido a España a quedarse: «Lo tuve que aceptar, no tuve otro remedio, porque tampoco me iban a dejar allí mis padres, tenía 10 años, pues no sé, tampoco me iban a tener en cuenta mi opinión». Cuando entró en el colegio se enfrentó a la soledad y la indefensión ante el desconocimiento del idioma: «Fue bastante difícil porque no fui al colegio con mis primos; ellos iban a una escuela donde había más gente de mi país y se podían relacionar, pero yo no, yo era la única extranjera». Entró un curso por delante de lo que le correspondía en su país, así que le parecía que aún debía enfrentarse a más dificultades. Sin embargo, los compañeros y la profesora le ayudaron: «Me sentía un poco diferente pero luego ya, pues hice amigos y ya todo bien»; «los compañeros me ayudaron bastante… y la profesora, que era muy buena». Su tía fue la persona que más le ayudó a integrarse: «Me ayudó bastante en los estudios, me ayudó en poder relacionarme, me enseñó a hablar español, después cuando empecé el colegio, no salía de casa, en todo el año no salía de casa». Al haber pocos chicos y chicas extranjeros en su centro, comenta que no había clases de Español y que, por lo tanto, se tuvo que apañar sola. El primer año resultó duro; a los seis meses estaba en crisis: «Siempre en casa, y bueno, al principio lo pasé mal, en diciembre o así, estaba muy mal, me quería volver a casa». Echaba en falta a sus amigos, aquí se sentía sola, a pesar de ir haciendo amigos en la escuela. Cuando tuvo amigos en el barrio fue sintiéndose mejor: «Ya terminando sexto empecé a conocer a mis vecinos; solía salir ahí, pues ya la gente se me ponía a hablar y el día a día, y empecé a hacer amigos»… «Yo cuando empecé a hablar, todo me ha ido muy bien; aun así echaba un poco de menos… Al principio se echa de menos tu país». Cuando sus amigos españoles le preguntan por su vida en su país, contesta: «Tampoco me acuerdo muy bien, pero yo lo que sé lo explico; y ya pues pasando el tiempo, ya casi no sé ni hablar». El año pasado volvió a su país; hacía cuatro años que partió. «Preparé el viaje con mucha ilusión de ver a mis amigos, aunque no todos estaban; están todos en Italia y países así». El viaje fue algo decepcionante: la casa donde creció ya no era suya, en su pueblo pudo estar poco, casi todo el tiempo lo pasó en casa de sus abuelos en otra localidad. «Fue muy difícil porque me liaba mucho hablando en español y en mi idioma, pero claro, ahí lo entendían, lo entendían»… «La verdad, me aburrí bastante; luego tuve ganas de volver aquí porque ya no era lo mismo»… «Al no estar mis amigos, no 90
pude ver a todos y, claro, pues andar de un lado a otro, no me dio tiempo para mucho y echaba mucho de menos el pueblo donde vivo en Zaragoza». Lidia es hija única. En su casa hablan más en español y actualmente vive con su madre, pues sus padres se han separado; su padre siempre llevó mal estar en España, hacía planes para volver. Apenas se integró, según Lidia, porque su trabajo le hacía estar mucho fuera de casa y casi sin compañeros, lo cual condicionó que se relacionara poco y apenas aprendiera español. Su madre, sin embargo, no quiere volver a su país: «Mi madre no quiere volver allí, mi madre está acostumbrada aquí; también tiene su trabajo, tiene su casa, tiene su novio y no quiere». Cree que a los padres les cuesta más integrarse que a los hijos; reconoce que su madre pasa por un mal momento y que por ello, a veces, también piensa en volver a su país. Lidia ve muy diferentes sus dos países de referencia; sigue añorando a sus amigos de allá, pero parece que lo que añora es el pasado. Mantiene contacto con la que siente como su mejor amiga y que vive allí; esta tiene a su madre en España. Ellas son amigas de la infancia y se comunican por Messenger. Al estar su amiga sin su madre, tiene más responsabilidades, ha de estudiar y hacerse cargo de la casa. En España, sin embargo, apenas tiene relación con gente de allí: «La verdad es que no quiero, no quiero porque no me gusta, no me gusta, al no saber hablar bien, pues claro me lío mucho y las cosas que hablan o que dicen no me gustan, son muy chulos». Ve a los chicos y chicas españoles muy liberales. Según ella, se consumen más drogas y alcohol en España y ve a las chicos españoles más agresivos, desobedientes e informales: «Aquí veo que todo el mundo pasa de todo»…; «aquí las chicas son muy chulas, pues te miran mal y enseguida empiezan a hablar mal de ti sin conocerte». Le parece que hay más rivalidad entre las chicas, y las relaciones con los chicos le parecen superficiales y poco formales. «Los chicos aquí la verdad es que van a lo que van; allí no sé, porque no he estado durante estos años; allí no lo he vivido, pero aquí sí que lo he vivido y lo sé». Piensa que allí las relaciones son más serias, y que es muy normal estar casada con 18 años, algo que desearía le pasara porque le parece importante para madurar y «asentar la cabeza». Según Lidia, a los chicos y chicas españoles no les apetece estudiar y tal vez ello se deba a la influencia de malas compañías. También opina que los padres no educan bien a sus hijos; cree que hay cierto pasotismo por parte de los padres a la hora de educar y que deberían prevenir más a los hijos, explicar las cosas propias de cada edad. Deberían prevenir a las chicas si tienen relaciones sexuales, algo que ya hace su madre con ella. Ha visto cómo, cuando le sucede algo a una hija, como un embarazo no deseado, la madre se culpa por no haber hablado lo suficiente con ella. Piensa que, aunque es normal hablar más ciertas cosas con los amigos, los padres han de ser una referencia porque son, según ella, el mejor apoyo. Sin embargo, ella y su madre no conviven demasiado: «Casi nunca estamos en casa, ni ella ni yo; a ella también le gusta mucho salir, a mí también. Yo cuando viene 91
ella no estoy en casa, o vengo yo muy tarde y ella está durmiendo… Hablamos más por teléfono». Dice tener amigos pero… «Tengo mis amigos pero suelo ir mucho a mi bola, no me gusta la gente que habla mucho; si llevas diciendo una cosa hoy, que esta dice una cosa y ya, pues, salen los follones». Se ha sentido muy criticada al venir de otro país y habla de los prejuicios: «La gente al no conocerme pues decía: “Pues ha venido de otro país, pues a saber lo que está haciendo ahí”, que soy una tal, que no sé qué, que si era una puta. Claro, porque veían la televisión y pensaban que todo el mundo era igual… Me empezaron a poner ahí una fama que no veas». Llevaba unos tres años cuando empezó a escuchar estos comentarios. También ha encontrado buena gente; lo que más le ha ayudado a estar mejor en España son sus amigos y amigas del colegio: «Aquí la gente es bastante comprensiva y, pues te entienden, intentan ayudarte en lo que pueden, no sé». Según Lidia, las mujeres en España tienen mejores circunstancias. Con esto se refiere a lo siguiente: «Pues aquí la mayoría de mujeres no hacen nada, con los hijos, llevar a los hijos al colegio y de eso, pues al bar, a tomar el café con las amigas y de ahí pues a casa a hacer la comida y otra vez a por los hijos al colegio, a comer y ya pues cada uno al parque o en casa con los hijos haciendo los deberes y a hacer la cena y a dormir». Relata la vida de las mujeres en su país, en zonas rurales más pobres, lavando a mano, calentando agua para el baño, trabajando en casas grandes y en el campo. También cree que los hombres allí colaboran más en las tareas domésticas, sobre todo en lo que tiene que ver con el cuidado de animales en los pueblos. Una economía de subsistencia que multiplica las tareas. A pesar de haber pasado por buenos y malos momentos, considera la experiencia migratoria como algo positivo: «Positivo, porque he conocido otro país, tengo otra nacionalidad, tengo bastantes amigos también y veo aquí la vida más fácil que allí». Considera una ventaja que en España sea más fácil trabajar a los 16 años: «Ahí la gente suele estudiar con esas edades», y a ella… no le gusta demasiado estudiar. Cree que su vida allí hubiera sido distinta; para empezar, quizás sus padres no se hubieran separado, pero no se ve volviendo a vivir allá en estos momentos, ni siquiera siente deseos de ir de vacaciones: «No, para nada, porque he estado unas semanas ahí y lo pasé la última semana mal, con unas ganas de venir aquí impresionantes». «Yo no quiero irme de aquí. A mí ahora me costaría mucho ir allí y acostumbrarme otra vez ahí a volver a relacionarme, o sea, al hablar; las comidas, que soy yo muy rara para las comidas». Le gustaría seguir estudiando, hacer un curso de oficinista y trabajar cuanto antes, sacarse el carné de conducir, encontrar un chico que la quiera y hacer con él planes de futuro. Se imagina formando una familia con un chico español: «Español, español, es que nunca he salido con chicos de mi país, siempre he estado rodeada de españoles». 92
En cuanto a la religión, ella se considera ortodoxa, pero en España apenas practica: «Allí solía ir algún domingo con mi abuela… Me considero ortodoxa pero no le doy importancia; no le doy porque es como si fuera católica». Si tuviera una hermana pequeña a la que cuidar le diría «que no se juntara con mala gente, que tenga cuidado cuando sale por ahí, que no tome drogas…». Cree que todos los chicos y chicas extranjeros deberían tener apoyo en la escuela con el idioma independientemente del número que haya en los centros, y que el mayor apoyo en el proceso migratorio es la familia. Por otra parte, considera que cómo se viva la migración depende de la edad con la que se llega y del carácter de cada persona. Comentarios Esta muchacha, a pesar de elegir vivir en España después de cinco años, y tener según ella muchos amigos y amigas españoles, transmite sensaciones de malestar, falta de vitalidad, soledad y desconfianza. Y no sabemos si el proceso migratorio es lo más relevante en ello. Según el testimonio de la entrevistadora, y revisada la entrevista, las respuestas de Lidia durante la entrevista son muy escuetas, lo que acaba convirtiéndose en un interrogatorio por parte de la entrevistadora, por otro lado, bien dirigido, pues se apoya en lo que Lidia va contestando, buscando ampliar sus respuestas y asociaciones. Hay muchos silencios. Sabemos que salió de su país a los 10 años, según relata, de manera muy rápida y sin que pidieran su opinión. Su padre viene a España y a los pocos meses hace elegir a su madre entre venir ella y su hija o volverse él. Él no soporta la separación. También es cierto que gran parte de su familia había emigrado a España, por lo tanto, seguramente algo del proyecto migratorio estaba en perspectiva, pero Lidia no lo nombra o vive así. Tampoco supo en ese momento si se iban para poco tiempo o se quedarían a vivir aquí. La dureza que suponía para el padre la separación queda manifiesta en el hecho de que, después de tanto tiempo, no hable castellano; parece tener dificultades para incorporar algunos aspectos, en este caso, la lengua del nuevo país. Después de un tiempo en España sus padres se separan, ella se queda viviendo con su madre, la cual ahora tiene un novio; su padre quiere volver al país de origen, su madre, aunque a veces tenga dudas, no quiere volver. Lidia piensa que, si no hubieran emigrado, sus padres no se habrían separado. De todo este proceso no dice nada. El mayor temor que tenía cuando se decidió el viaje era si iba a hacer amigos y cómo se iba a relacionar. Lo cierto es que a pesar de tener apoyos desde el inicio con los compañeros, la profesora, a la que considera muy buena, y su tía, en un principio se sintió muy mal y quería volver («todo el día en casa durante un año»; «era la única extranjera»). 93
Cuando se refiere a los demás y lo que ha encontrado en España existen ambivalencias, algunas apreciaciones son negativas: «Aquí todo el mundo pasa de todo, las chicas españolas son chulas, te miran mal y hablan de ti sin conocerte» (las habladurías sobre ella las sitúa en algún momento en su procedencia), «los chicos van a lo que van, no les apetece estudiar por ir con malas compañías, los padres no educan bien a sus hijos». Pero también dice tener muchos amigos y que la gente es buena y ayuda; el idioma que utiliza es el castellano olvidando a su pesar el propio; ella prefiere estar con españoles...pero «va a su bola». Quisiera casarse con un chico español pues no le gustan los de su país y, en realidad, siempre está entre españoles. Aparece contradictoria, la familia es la que más apoya pero su madre, con la que vive, no la ve, se hablan sobre todo por teléfono...hay personas a su alrededor pero la sensación es de cierta soledad, desconfianza y temor a ser mal mirada. No parece estar bien. ¿Qué le ocurre a Lidia?
2.2. Relatos en los que predomina la identidad al país de origen, con nuevas adquisiciones del país de acogida Malos encuentros y desconfianza en la relación afectiva con iguales españoles/as «SI YO SÉ HABLAR, NADIE ME VA A INSULTAR, PORQUE LE VOY A ENTENDER» Wei tenía 13 años cuando viajó a España y conoció por primera vez a los «occidentales»; sus vínculos afectivos parecen haber quedado en su país. Ahora, con 18 años, afronta con fuerza el proyecto migratorio de su familia. Wei procede de un pueblo de donde su padre emigró cuando ella tenía aproximadamente un año. En su país vivía en una casa con sus abuelos, hermanas, una prima… Para ella, su pueblo era muy bonito, con muchos ríos de agua limpia y montañas. En verano el agua fluía por todas partes porque las lluvias eran frecuentes. Apenas nombra lo que era vivir sin su padre, pues ella «vivía con toda la familia, era una familia grande». Su madre hablaba mensualmente con su padre; no recuerda si fue su padre a visitarlas. «Bueno, ahora sí que a él le gusta ir mucho a mi país, va casi cada año y yo no; mi hermano tampoco». Dice que ella no puede viajar porque tienen que hacerse cargo de las tiendas. Su día a día es escuela y trabajo: «Sí, pero bueno, yo así no tengo aburrida, un día entero ocupado mejor, el tiempo pasa más rápido” En su pueblo natal salía a pasear en bicicleta con las amigas; piensa que ya se han olvidado de ella: «Sí, porque ya han pasado cinco años y… se habrán olvidado; yo sí me acuerdo, pero ellas no, porque están allí». Compara su vida con la de ellas, 94
pensando que la vida de sus amigas es más alegre y despreocupada: «Es que en mi país van muy bien, cuando yo estaba allí solo estudiaba y sin trabajar, todo el día comer y al cole, comer y al cole, y el resto del tiempo muy bien, nosotros aquí hay que trabajar, hay que ayudar; si no…». Recuerda con resignación que, cuando llegó el momento de venir a España, no le gustó la noticia, quería quedarse, se lo dijo a su madre pero ya estaban tramitados los papeles: «Bueno, es que hay que ir, nada más». Al despedirse de su abuela, esta le dijo: «Sí», me dijo, «que hay que escuchar a papá y a mamá, que hay que portarse bien». De España no sabía nada, solo que llegaría a Madrid y «sabía que aquí mejor que mi país para ganar dinero, mejor desarrollo». Le costó mucho despedirse de las personas que quería y sigue muy presente la dificultad para volver: «Ya hace mucho que no voy a mi país»… «Aunque (hasta) cuando yo tenga 20 años no creo que pueda ir». En el avión vio por primera vez a una pareja occidental de carne y hueso; le extrañaron, venían de adoptar a una niña. La acogida no fue muy buena, pero ella trata de no recordar demasiado: «Bueno, ahora ya me he acostumbrado»… «Al principio muy mal, pero ahora ya no». Al principio no hablaba con nadie, se sentía rechazada: «Mal porque los alumnos de la clase me molestaban y me decían cosas mal, y se dicen… y eso». Según Wei, se metían con ella porque no entendía el castellano, «Sí, te insultan, pero yo sé mi idioma y puedo también decir. Si yo sé hablar, nadie me va a insultar porque le voy a entender, pero si no sé hablar te insultan porque no entiendes nada». Entró en el instituto con sus dos hermanos mayores, entonces había algún chico compatriota más, pero se han ido haciendo mayores: «Hay algunos chicos pero no les gusta estudiar». Al preguntarle sobre si se sentía acompañada al haber más chicos de su país, señala la ausencia en clase de estos chicos, el absentismo y cómo dejan rápidamente los estudios. Cuenta las estratagemas que hacen para ausentarse de clase aprovechando el desconocimiento del español por parte de los padres; la falta de comunicación de estos con el centro contribuye a que sus estrategias sean efectivas. «Los padres, cuando lo saben, dicen algo, pero lo vuelven a hacer; como ellos están en el colegio y su padre está trabajando, ¿cómo pueden saber qué pasa, que su hijo no viene al colegio?». Para ella, esos chicos no tienen el objetivo de estudiar, lo ven una pérdida de tiempo, lo que quieren es aprender español y ponerse a trabajar; ella misma piensa así. «Es que una persona de mi país, si está en España, con hablar ya está. Hay que trabajar y aprender ahí cosas; si está estudiando bachillerato está perdiendo el tiempo, a mí también me parece pérdida de tiempo». Pero, en verdad, no es fácil elegir, ni siempre es posible; le gustaría trabajar en otra cosa que no fuera el negocio familiar pero... «Sí, me gustaría, pero no puedo, 95
tengo que ayudar a mis padres; si no tuviera tienda puedo estudiar más para encontrar un trabajo de española, pero así no puedo, todos son así, otra amiga también que no puede, le gusta eso pero no puede». En el aula ha intentado hacer alguna amiga española pero está decepcionada: «Ahora se portan muy bien contigo y todo, pero mañana es diferente persona, y si quiero hacer una amiga y yo trato bien y ella no hace caso… Y con la comida, una vez traje una cosa de mi país y estoy comiendo en clase escondida, y ella me ha visto y me pregunta todo el tiempo: “¿Qué es eso?, ¿qué es eso?”. Y le digo, toma, es comida muy buena, y entonces ella empieza a decir en alto: “¡Qué asco!, ¡qué mierda!”, y ha tirado a la basura. Si no quieres comer, pues no comes y no dices nada, y está diciendo con todos los alumnos, la comida de mi país es una mierda y eso». Esta actitud pública de desprecio, en grupo, cuando ella trataba de aproximarse y compartir le dolió y enfadó profundamente. Ni tiene amigas españolas ni quiere tener, y lo explicita con total convencimiento: «Ni una, pero bah, tampoco quiero, las mayores, sí, pero menor de edad nada serio, es que no habla serio, yo creo mejor españoles con españoles, yo creo nadie tiene amigas españolas». Sobre la relación entre el alumnado y el profesorado del instituto, la ve parecida a la que hay en su país de origen, pero también explica que hay profesores que no tienen ninguna autoridad, y otros que sí la tienen y se ganan el respeto. En las clases en las que no hay orden y no se puede trabajar, lo pasa mal: «No podemos hacer nada, todo el día en clase gritando, cuando estoy ahí me mareo (se refiere a una clase concreta) porque hay mucho ruido. Con las profesoras M. o P. dice calla y todos callados. «Es que hay que mirar cual profesora, algunas dicen algo, pero no escucha nadie». Las muestras públicas de afecto no las ve muy correctas, aunque ya se va acostumbrando. «A mí nadie me besa, los españoles ya saben que los de mi país no besan, no tienen esta costumbre». «Cuando yo venía a España el primer mes, estaba en una tienda y una señora me cogía y me besaba… Pero ella estaba con una sonrisa, con cariño y me miraba». Una de las diferencias que encuentra entre los españoles y los de su país es la edad con la que las chicas empiezan a tener novio; para ella, en España es demasiado pronto, aunque comenta que eso va cambiando. Hay un aspecto tradicional que mantiene su familia: el novio lo elige la familia, y el matrimonio solo es aceptado si sirve para progresar económicamente. «En mi familia me parece que lo elige la familia, pero, por ejemplo, si encuentro un chico bueno que tenga mejor nivel que yo, pues mis padres a lo mejor lo aceptan; si no tiene mejor nivel que yo, mis padres no lo aceptan» Ella diverge un poco con sus padres: «Algunos chicos tienen más o menos que yo, pero es bueno, también es bueno, pero si tiene su futuro… Un camino más largo que 96
andar, necesita más tiempo. Tengo un amigo de menos nivel que yo, pero con tiempo ha hecho muchas cosas…». Cuenta que a su edad no le dejan tener novio, tal vez a los 23 o 24 años. Algunas chicas compatriotas tienen novios a escondidas, y piensa que con los chicos españoles no es posible entenderse: «Es que en España no hay nadie guapo… Es que los españoles un poco locos, no hablan en serio, se dan broma y poco más, y chicas de mi país hay pocas con españoles, alguna de 24, solo enamorarte, pero casarte me parece un poco…». Del mismo modo cree que las relaciones de pareja con personas de otras nacionalidades no pueden funcionar; ella espera casarse con un chico compatriota. Le parece que las mujeres españolas cambian de pareja con mucha facilidad, y, aunque tener diferentes posibilidades en la vida lo ve bien, ella aspira al matrimonio para toda la vida. Cree que somos muy diferentes, que el pensamiento es distinto: «Los españoles cuando tienen dinero viajan, viajan y no ahorran nada, y los míos trabajan, hay que ahorrar dinero, pero los españoles cuando tienen dinero solo a divertir y cuando no tienen dinero un poco…». Aunque hay personas de aquí a las que sí les gusta su cultura y las personas que vienen de su país, cree que, en general, a los españoles no les gustan y no entiende por qué. Piensa que los hay que les molesta que tengan negocios, pero también conoce a otros que valoran lo trabajadores que son. Comenta cómo aquellos que llegaron hace quince años han tenido que trabajar mucho para pasar de ser asalariados a tener sus propios negocios. Ella está convencida de que la migración de su país es un bien para España y que genera riqueza, lo reivindica convencida y rechaza las posturas políticas contrarias a la inmigración. Ve a sus padres bien en España, aunque a su madre no le gustan los chicos españoles. Le dice: «Los españoles chicos malos, hay chicos buenos, pero hay muchos chicos que no tienen educación, todo el día fumando por la calle, robando las cosas», y añade Wei: «Hay otra cosa muy mala, la gente se roba en la tienda, pero no se puede pegar». Esta es una cuestión a la que ella se enfrenta a menudo, le preocupa el desprecio de quienes intentan robarle en la tienda: «Allí si te roban se corta la mano y eso, pero aquí no, por eso todo el mundo te roba, bueno, alguna española poco, pero te roban los de Ecuador, rumanos…». «Te sientes muy mal, si no tienes dinero, pues no compres, y también hay gente que piensa que somos tontos». Al hablar sobre la multiculturalidad que se ha encontrado en España, dice que le ha impactado especialmente la población gitana y rumana, con las cuales tienen muy malas experiencias en la tienda, ella y su familia. Les roban e insultan. 97
En su casa la autoridad es el padre, quien toma las decisiones, aunque tanto su madre como su padre trabajan y se ocupan de varios negocios; esto ella dice aceptarlo con normalidad, le parece bien, aunque señala cómo es su padre el que tiene libertad para viajar, para estar con amigos. Su madre ha aprendido el español pasando muchas horas en la tienda, lo entiende, pero lo habla con dificultad Wei tiene poco tiempo libre, cuando sale es para ver a alguna amiga en otras tiendas, o descansa en casa y ve alguna película de su país en el ordenador. Dice que las películas que echan aquí no le van, las ve todas iguales, complicadas, las relaciones de pareja con continuas idas y venidas, separaciones y reencuentros para finalizar siempre juntos, no las entiende, así que prefiere ver sus propias películas para jóvenes. Los domingos tiene el día libre, aunque sus padres le dejan salir poco «es que no dejan salir a las chicas solas. Si salgo con mi hermano no pasa nada, si salgo sola no me dejan, poco. Depende de su ánimo, si están muy bien dejan salir, si no están bien, no dejan salir». Los padres desconfían, creen que pueden salir con chicos, y eso no lo ven bien. Sin embargo, los chicos tienen más libertad, son menos exigidos y más complacidos; ella comenta que eso es así, que es lo normal. Uno de los aspectos que le gusta de España es la sanidad pública, dice que allí hay que pagar por todo. Ve ventajas al vivir aquí; sin embargo, no es capaz de reconocer ningún valor de esta cultura que le guste, que le resulte positivo. A pesar de todo dice estar acostumbrada a vivir en España y es donde le gustaría seguir viviendo. Se ve viajando a su país pero solo de vacaciones. España le parece uno de los mejores países para emigrar; piensa que en otros países, como, por ejemplo, EE. UU., hay que trabajar muchas más horas para vivir, y que tener papeles es todavía más difícil. Ella querría visitar a su familia, a sus primas, con las que se comunica por Internet: «Mis primas me dicen que vuelva rápido para jugar, y les digo que no puedo, no tengo tiempo». Me dicen: «Dile a tu papá que te deje viajar aquí y voy contigo… pero ahora no». Su consejo para otros adolescentes que viven la experiencia de venir a España es: «Pues hay que aprender bien español… y hay que trabajar y ya está. Los chicos de mi edad, cuando vienen, solo trabajan». Comentarios Wei explica cómo su país era bonito y vivía mejor, pues no trabajaba tanto. El encuentro con el nuevo país es un tanto ingrato; lo que encuentra le parece feo, no se reconoce en ello. También han quedado fijados, con respecto a sus compañeros, los insultos por su procedencia y no entender bien el idioma, o el desprecio por su comida, situación en 98
la que públicamente le ridiculizaron. De tal manera es así que los nuevos encuentros o acercamientos quizás más positivos y gratos son vividos por ella con desconfianza, pues pueden volver a hacerle daño. Parece estar resignada y al mismo tiempo identificada con el proyecto familiar y su cultura: hay que salir porque «el desarrollo» está aquí; hay que aprender español y trabajar. Este «hay que», en el sentido del deber y de la moral, impregna la mayor parte de la entrevista, a través de los cuales valora a los chicos españoles como un tanto locos y bromistas, y, en general, cree que solo piensan en divertirse, despilfarrando su dinero. Wei resuelve estas diferencias con la disociación: «Los españoles con los españoles», y suponemos que lo mismo con los de su país. El intercambio para ella entre unos y otros es económico; los negocios que ellos van creando proporcionan riqueza a España. Al mismo tiempo España les da acceso a un sistema sanitario público. Podemos pensar en su posición como defensiva, suspicaz e incluso «realista» (en función de lo que relata sobre su experiencia). Aun pareciendo así, quedan velados para nosotros sus sentimientos y cómo es afectada íntimamente por sus vivencias. Nos podemos preguntar sobre su infancia y relaciones significativas, sobre la separación de sus seres queridos o del reencuentro con un padre al que apenas conoció hasta llegar aquí y al que silencia al preguntarle. Encontramos dos menciones de sus afectos que destacan por diferentes, una en relación con sus amigas: «Ya han pasado cinco años y… se habrán olvidado»; y otra provocada en el encuentro con una señora: «En España el primer mes, estaba en una tienda y una señora me cogía y me besaba… pero ella estaba con una sonrisa, con cariño y me miraba». Explica que con las personas mayores, o mayores de edad, puede relacionarse mejor. Presencia importante del duelo migratorio «NO ME HACÍA A LA IDEA DE QUE VIVÍA MÁS GENTE APARTE DE MI PAÍS» Separada de su madre desde los 8 años, Lucía deseaba vivir con ella; sin embargo, lo que esperaba encontrar no le parecía muy halagüeño, y su viaje se inicia con el dolor por lo que deja y bastante temor hacia lo que va a encontrar. Llegó a España hace casi dos años, creció hasta los 13 años en una ciudad de su país. Las dificultades económicas obligaron a la emigración de la familia. Su madre fue la primera, cuando Lucía tenía 8 años. Al principio solo se separaron durante unos meses; conforme iba pasando el tiempo, se veían en Navidades o Semana Santa. Entretanto, su madre iba realizando los trámites legales para reagrupar al resto de la familia nuclear; primero viajó su hermano y hace un año su padre, una hermana menor y ella. 99
Fue cuidada desde pequeñita por su abuela; la marcha de la madre la vivió «más o menos bien. De pequeña siempre estaba pegada a mi abuela, más que a mi madre, siempre me llevaba y eso». «Sí, porque yo sé que nací, y mi madre tenía que irse a trabajar y me cuidaba mi abuela». La idea de venir a España le parecía algo extraño, sabía que fuera de su país vivía gente, «pero como que no me hacía a la idea de que vivían más gente aparte de mi país». Los antecedentes que tenía de su hermano no eran buenos; su hermano llegó antes que los demás ilusionado, pero la soledad que sintió no le gustó. «Con mi mamá trabajando se quedaba todo el día solo en el apartamento, lo vivió muy mal; me decía que se quería ir, pero no le decía nada a mi madre para que mi madre no se quedara sola aquí». Su hermano le contaba que casi nadie le hablaba en el instituto, que había mucho racismo. Su madre cuando supo esto se entristeció, y Lucía cree que, de haberlo sabido, antes lo hubiera mandado de vuelta. Ella tenía miedo de venir a España: «Miedo desde el primer día que llegué, me puse a llorar»…; «desde el primer día llorando, llorando. Los profesores, los psicólogos hablando conmigo, no le contaba nada a mi madre; me sentía mal. Luego ya se lo conté y eso». Venir supuso despedirse de la mujer que hizo de madre con ella toda su vida, su abuela, también del sol y la playa, un paisaje que todavía añora. Aunque a veces habla con la psicóloga del centro, y ella se va abriendo un poco más a la gente…, amigos, lo que se dice amigos, no tiene, y «casi siempre me siento sola». Al llegar todo era raro, no le gustaba nada de lo que encontraba: «La gente hablaba feo, ahora encuentro que hablan normal, pero al principio todo me parecía mal, todo, todo». A veces no entiende lo que le dicen, le parece que hablamos feo y enredado, pero el negativismo y rechazo que presidían todas sus observaciones se han suavizado: «Me gusta más, ya me siento más de aquí». Le ha ayudado mucho su hermano, pues, habiendo pasado él la peor época, sale con sus amigos y amigas. Tiene otra amiga de origen argentino, de su edad, con la que conversa mucho. Sus primeras salidas con las propias amigas fueron a los conciertos durante las fiestas del Pilar y esto lo cuenta con entusiasmo. Reconoce que siempre le ha costado hacer amigos. Allá en su país hasta 1.º de ESO no tenía amigos en la escuela, y cuando empezó a tenerlos se vino para acá. Con algunos de ellos se sigue comunicando, pero con otros ya no hay relación. Pasó de un colegio pequeño al que se iba familiarizando, a un centro grandote en España lleno de extraños. En el instituto encontró a los chavales «como muy malcriados»; le sorprende la falta de respeto hacia el profesorado; para ella, algunos no escuchan y son muy 100
rebeldes, «no les importa nada». No le gusta el ambiente en clase, se siente mal, se comunica poco con sus compañeros y hay algunos con ideas racistas que las expresan con prepotencia en el aula. Se establecen debates en algunas clases, donde parte del alumnado muestra rechazo hacia los inmigrantes, y, aunque el profesorado y otra parte de sus compañeros defienden la inmigración, los demás se quedan callados y ella no puede evitar sentirse terriblemente mal. Cuando se han establecido estas discusiones ella ha terminado llorando, pero ahora ha aprendido ha evadirse: «Ya la última vez que hablaron no lloré. Me puse a hacer otra cosa, me puse a escribir cualquier cosa para…, pero el otro año, cuando llegué, acababa llorando». Afortunadamente, explica, estas tensiones no siguen fuera del aula. Antes iba saliendo con sus amigas los fines de semana, pero ya no salen, tienen miedo. «Hay una amiga peruana que vive en un pueblo de Zaragoza, que iba a salir pero oyó que había gente de esa en la calle y no salió». No lo han hablado entre las amigas; simplemente han dejado de salir. Coincide esto con la agresión a una joven ecuatoriana en el metro de Madrid, agresión muy repetida en los medios de comunicación y que le impactó. También hubo en esta época cientos de nazis realizando conciertos en las cercanías de Zaragoza, en torno al 20-N. Su familia está bien en España, su madre trabaja y la ve contenta, tiene amigos, sale con ellos; y su padre, a pesar de tener un trabajo de menor nivel al que desarrollaba en su país, también lo ve bien, es una persona sociable, y se relaciona muy bien con sus compañeros de trabajo. Su hermana pequeña es habladora y ha hecho amigos fácilmente, así que siente que la que peor lo lleva de la familia es ella: «La que peor lo lleva soy yo; todos tienen amigos y eso, menos yo». Extraña todo: su familia, sus amigos, la comida, la gente, la playa y los ríos, todo. En sus estudios, a pesar de las dificultades, va aprobando todas las asignaturas. Le gustaría terminar de estudiar en España y hacer algo relacionado con el banco: «De chiquita, cuando iba al banco con mi abuela, siempre me gustaba la forma que tenían ellos, cómo trabajaban, me llamaba la atención». Pensó en hacer magisterio pero le disuadió el trato que reciben los profesores en España. Su madre siempre le ha apoyado: «Es como mi hermana, mi amiga». Su padre también le apoya, pero con él tiene otra relación: «Es más recto, más serio; allá hablaba menos con él, acá como siempre está en la casa…». La relación entre ellos ha mejorado en España, al igual que la relación del mismo con el hermano: «Aquí se llevan mejor, allá, no, no se llevaban muy bien, andaban siempre peleando por cualquier cosa, pero aquí ya se llevan mejor». «Allá no es igual, todo el mundo está más en la calle, siempre con los amigos en la calle; mi hermano siempre estaba peleando y todo eso. Aquí están más juntos, se llevan mejor». Su relación con su hermano también ha cambiado: si allí apenas tenía relación con él, aquí es al revés. Le parece que en España el cariño y la afectividad entre padres e hijos no se manifiesta como en su país: «Lo que veo así en la calle, como que no se llevan bien los 101
padres y los muchachos, allá siempre están dándose besitos, abrazándose, aquí nunca he visto a ningún muchacho, ni a su madre ni nada». Querría seguir viviendo en España y volver de vacaciones a su país. Elige vivir aquí de mayor porque «siempre quería vivir aquí con mi madre y eso, no sé, mi madre piensa seguir viviendo aquí y yo también quiero seguir». Esto le ayuda a sentirse mejor, aunque duda: «Sí, si hago más amigos, sí; si me instalo aquí, sí». Cuenta cómo la psicóloga del centro y compañeros suyos le animan a seguir adelante, y a pesar de que hay personas que no son buenas en España, va a encontrar gente que se interese por ella y con la que pueda contar. Le parece que los adultos son amables, pero algunos «abuelitos» los miran con desconfianza. Esto lo percibe especialmente en el autobús. En su tiempo libre le gusta leer, y bailar en casa ritmos latinos con sus amigos; a pesar de que procuran no molestar a los vecinos, es frecuente que se quejen por el volumen de la música. Entonces la ponen bajita y siguen bailando: «Siempre estamos bailando entre nosotros» (esto es de las pocas cosas que transmite con alegría). El consejo que daría a otros chicos que migran es «que aguanten, que hay gente que es racista pero hay otra gente que son bien, que te hablan mucho, que ayuda». Comentarios Lucía se presenta con temores, sentimientos de soledad, tristeza y añoranza, vivencias comunes en los primeros momentos del proceso migratorio ante la llegada a un nuevo lugar, que suelen ir aminorando con el tiempo. Para Lucía ya han transcurrido casi dos años y es bastante tiempo. Algunos adolescentes nos transmiten necesitar tres años para encontrarse bien en el nuevo país; en todo caso, esto es algo muy variable, como iremos observando en los diversos relatos. De su pasado nos cuenta la temprana separación de su madre al emigrar, sin que ello en principio fuera especialmente importante, pues quedaba con su abuela, a la que estaba muy «pegada». También nos habla de su dificultad para hacer amigos, pero cuando comenzaba a tenerlos en su país, a la edad de 13 años, tuvo que venir aquí. Tampoco se hacía a la idea de la gente fuera de su país; por lo tanto, no había un interés o curiosidad especial por personas ajenas a él. Podemos suponer en Lucía, a partir de estos precedentes, cierto temor a lo exterior, a lo no familiar. Esto parece acrecentarse al contarle su hermano sus primeras vivencias de soledad, dificultades para contactar con sus iguales en el instituto y algunas opiniones racistas. Por lo tanto, si ya se relacionaba con lo de afuera de manera temerosa, al venir aquí prevalecen su reticencia y miedos, justificados por una realidad diferente. Los chicos y chicas tienen poco respeto a los adultos y son malcriados; las personas mayores miran con desconfianza; hay nazis y opiniones contrarias a la inmigración; las relaciones son poco afectuosas y cariñosas… 102
Hay múltiples personas prestándole apoyo: su familia, amigos y amigas procedentes del instituto que le presenta su hermano, profesores, la psicóloga, otros alumnos autóctonos con opiniones positivas respecto a la inmigración… Sin embargo, Lidia se sigue sintiendo casi todo el tiempo «sola». Algo que le precede está sin resolver, o permanece como una antigua huella… de abandono, de separación. Identificación con el sufrimiento «YO LE PEDÍA A DIOS QUE PUDIERA QUEDARME» Elena tiene 17 años y, a pesar de vivir desde hace cinco años en España, sigue añorando vivir en su país. Si algo la caracteriza es su gran apego a las personas queridas, las que viven en España y las que viven en su país. Aparece un temor a sentirse juzgada. Cuando la madre de Elena decidió emigrar a España, ella era pequeña; tiene pocos recuerdos de aquella época. Sabe que se estaban produciendo cambios económicos en su país y que su mamá fue una más de las muchas personas que en ese tiempo optaron por emigrar. «La gente comenzaba a marchar, pero no imaginé que nosotros pudiéramos hacer lo mismo. Mi mami era la más arriesgada de la familia, siempre fue así. Dijo: «Si puedo iré yo primero; después el papi». Pensé que era broma cuando lo dijo, pero no, no era broma». Recuerda que costó conseguir el dinero y organizar el teatro de «turista solvente» para que no la regresaran en el aeropuerto, y sí, su mamá marchó. Elena tenía 9 años y se quedó viviendo con su padre y con su hermanito de 2 años. A los pocos meses de marcharse su madre, el padre emigró también, dejándoles a los dos al cuidado de la abuela materna. «Ella fue muy especial para mí, nos cuidó mucho y nos quería demasiado». Sus papás se comunicaban con ellos por teléfono, les contaban que les extrañaban mucho, que las cosas en España eran diferentes, con distintas costumbres; que todo no era de color de rosa, pero que les iba bien y, sobre todo, que los necesitaban a su lado. Al año prepararon su viaje: «No pensábamos venir, pero nos extrañaban, hicimos todos los papeles… Todo fue muy rápido, no nos dimos cuenta de que estábamos volando para acá». La noche previa al viaje, Elena no podía dormir, recuerda que era la primera vez que iba a viajar en avión. Viajaron solos. En el vuelo, otros chiquitos también lloraban. Sus padres les recibieron muy emocionados; temían que el pequeño no les reconociera, pero no fue así. El contacto telefónico y las fotografías enviadas habían sido suficientes para mantener un hilo de contacto, una relación afectiva a distancia que hizo que el reencuentro no fuera frío: «Parecía que nos olvidaríamos de ellos pero no fue así, teníamos una foto y siempre hablábamos de ellos; mis padres nunca creyeron que nos olvidaríamos de ellos». 103
Nada más llegar, le impactó el desarrollo tecnológico; todo lo veía más grande, más avanzado, y se preguntaba por qué no era igual en su país. «Tal vez la gente de mi propio país no quiere que progresemos y solo se preocupan por ellos mismos, no por todo el pueblo; es por eso que está todo un poquito más atrasado». En España también ha encontrado dureza y rechazo: «Se nota que hay gente que no acepta que vengamos, no creen que todos seamos iguales; otras personas nos conocen y no creen que vengamos a robar. No todos piensan que venimos a hacer mal, hay gente de todo, como en todos los lugares». Cuando fue al colegio, las clases habían empezado no hacía mucho. Entró en 1.º de ESO y ella cuenta que le costaba mucho relacionarse con los demás. Elena piensa que integrarse puede ser más o menos fácil según el carácter que tengas: «Muchos de nuestro país se acoplan enseguida, depende cómo eres, yo soy un poco tímida, no sabía con quién irme, entré y no hablaba mucho». Cree que también depende del momento en el que está el país de acogida respecto a la inmigración: «Cuando yo llegué todavía no estaba eso de “ya llegó una emigrante”; se quedaban mirándome, pero se portaron bien». Y depende también, en su opinión, de la edad con la que se llega. «Si vienes pequeño, te acoplas mejor; en la niñez es más fácil. Si comienzas en el instituto, como parece que se sienten mayores, hacen cosas como fumar y tomar y todo eso...». Elena vino con 12 años y no sabe bien qué hacen los chicos en su país cuando se hacen mayores: «Normalmente, en mi país… yo lo he visto poco; uno tiene que venir con una mentalidad bien buena». La mayoría de sus amigos son inmigrantes compatriotas, aunque también tiene alguna amiga española. Observa cambios en chicos que han migrado que no le gustan y le preocupan: «Mis amigos me dan mucha pena, algunos que son de allá no han cogido bien la idea, y se han tomado esta libertad como liberalismo, se han dañado totalmente, eso, al menos a mí, se me hace feo, cómo faltan el respeto a sus padres, cómo les insultan». En su tiempo libre no sale mucho. «Estoy con un grupo de inmigrantes, cantamos y danzamos nuestra música, eso me hace sentir bien. Nos gustaría compartir con más personas. Alguna vez salgo con los amigos de mis primas» Su visión de los chicos y chicas españoles es bastante negativa: «Sí, conozco chicas como yo, pero veo que la mayoría no viven felices, yo no me imagino que mi hija me falte al respeto, me hable con indiferencia… No sé, piensan diferente, no respetan, piensan en tonterías, no piensan en sus padres…». También las relaciones entre chicos y chicas las observa distintas. «Allá, novio es un prometido para casarse, aquí decir novio o novia es una moda, este es mi novio… mi chico. Allá hay más respeto y cariño. Las chicas permiten más aquí, igual son más avanzadas». En 2.º de la ESO se integró mejor, porque iba con el mismo grupo y ya, «aunque seas inmigrante, te conocen». Veía cambios también en alguna amiga, chicas que empezaban a interesarse por los chicos, cosas que ella no tomaba en cuenta. Tras dos años toda la familia viajó a su país en verano: sus padres, su hermano, y su hermanita pequeña nacida en España. Tuvieron un gran recibimiento. Recuerda 104
con mucha felicidad la fiesta, la decoración, la comida, los mariachis y toda la familia celebrando su regreso. Comprobó que tienen una imagen distorsionada de lo que hay en España. «Allí se reciben las noticias de color de rosa». Los de su país sentían curiosidad por saber cómo le trataban los españoles, y le halagaba que le dijeran que había cambiado; no obstante, pensaba que por qué iba a cambiar ella. «A veces no entiendo por qué voy a cambiar; con mis amigas españolas no tengo que cambiar, si son mis amigas tendrán que respetarme». Cree que es fingido el cambio de entonación que observa en compatriotas que llevan más tiempo aquí, y no le gusta. «A veces me enojo con los de mi propio país, tienen que ser ellos mismos, parece que imitan el hablar de los de aquí…». Al volver a su país apareció el deseo de no regresar a España. «El problema mío fue que marché de vacaciones y me encariñé otra vez. No quería regresar. Allí es diferente; podemos estar en pobreza pero la pasamos felices». Durante esas vacaciones ella le pedía a Dios que pudiera quedarse. Lo consiguió. Tras hablar con sus padres, pudo quedarse con sus familiares, pero ahora era distinto a cuando ella era chiquita, a veces oía a sus compatriotas hablar mal de su propio país, y no lo entendía. No obstante, estuvo muy a gusto; allí descubrió experiencias de trabajo que le motivaron: «Fui con mi amiga a unas montañas donde hay niños muy pequeñitos, muy pobres. Me acuerdo que bajaban muy contentos. Les enseñábamos las letras, comíamos con ellos…, eran bien agradecidos». No quería volver a España. «Yo le dije a mami que estaba bien con mi tía, pero, después de un año, mis padres no se sentían bien, les faltábamos. Cada vez que hablábamos por teléfono estaban deprimidos y dije que esto no podía seguir así. Me costó decidirme, aquí tenía mi tierra, mi gente…, no sé cómo explicar este sentimiento… Parece increíble estar aquí, allí, en poco tiempo; tal vez parezca loco, pero yo le pedía a Dios que pudiera quedarme, y al menos fue así un año». La relación con sus padres dice que es buena, se siente afortunada por los padres que tiene. «En mi caso tengo la suerte de tener estos papás, porque la mayoría vienen con una meta y un objetivo diferente. Allí siempre se educa con respeto y amor; aquí no es igual». Con su madre tiene mucha comunicación, aunque «hay cosas que no le cuento por no hacerle daño o molestarla, entonces hablo con mi conciencia y ella misma responde». Su mamá sí hay cosas que habla con ella, quiera o no, por ejemplo, de sexualidad: «Mi mamá aunque yo no quiera, me sienta y me dice que escuche y yo recibo». Retornar a España de nuevo no fue fácil, aún hoy en día se encuentra en una etapa difícil, le pesan las diferencias y no termina de sentirse integrada aquí. «Creo que son etapas; puedo aparentar ser dura pero en momentos me cuesta relacionarme con los otros chicos, por el hecho de no ser como ellos. Si por mí fuera, estaría llorando todo el día, pero sé que tengo que ser fuerte, y lo intento». Su proyecto de futuro es sacarse el bachillerato. Aunque le pueda resultar difícil, Elena pondrá todo de su parte. Quiere estudiar algo relacionado con ciencias sociales, le gustan los trabajos que tienen que ver con ayudar a los demás, pero su sueño es 105
volver a su país a trabajar, aun creyendo que no todo el mundo merece esa ayuda: «Aunque haya personas tan canallas en mi país que no les importa el sufrimiento de la gente, yo quiero ir y ayudar en lo que pueda, y trabajar en algo que me encanta». No olvida el trabajo que tenía su amiga con aquellos chiquillos deseosos de aprender. La entrevistadora le dice si hay algo que querría decir a esta sociedad. Elena contesta que, «como ya dije durante la entrevista, hay personas de todo tipo, y querría que no se juzgue a nadie sin conocerlo». Comentarios Elena se separa primero de sus padres y viene después a España por un proyecto de ellos, pero parece que no era su deseo. Aunque no siempre ha vivido el rechazo por parte de los autóctonos, sí que se previene del mismo y abraza las propias costumbres y valores. La valoración que hace de la nueva cultura no es muy buena, señalando la falta de respeto y cariño. Además, se relaciona sobre todo con personas compatriotas, reivindicando su manera de hablar y de pensar, molestándole que otros compatriotas cambien. Su integración, de darse, se apoya en la propia cultura. A pesar de llevar en España cuatro años (durante un año volvió a vivir a su país), su mente está en el constante retorno, para ayudar a su país, para ayudar a las personas y niños de allí. Sus estudios quiere le sean útiles en esta vuelta añorada. Ella no parece estar bien aquí, como muestra su llanto después de tanto tiempo, ese hablarse a sí misma y/o a su propia conciencia, y la dificultad para relacionarse con otros chicos/as por sentirse diferente a ellos/as. Parece un duelo migratorio que persiste. Se identifica con el dolor de otros, el de sus padres cuando la echan de menos, los niños con dificultades… Las separaciones afectivas le son muy costosas, tanto de personas como de lugares, y al mismo tiempo hay una gran exigencia respecto a sí misma en cuanto a cómo debe responder a sus padres, a la fortaleza que debe mostrar aunque no se sienta bien y a lo que su propia conciencia le dictamina. Para Elena sería de gran utilidad encontrar a alguien en quien confíe y que le escuche estos diálogos internos, las dificultades que va encontrando en su medio y con sus semejantes. Quizás de esta manera podría mitigar su duelo y enriquecerse con aspectos que vislumbra valiosos en la nueva cultura. Repliegue en la propia religión «SI ES UNA PERSONA DEL MISMO PAÍS Y CULTURA, TE ENTENDERÁ MEJOR» Binta vino a España hace cinco años, ahora tiene 17, y, como nos revelará a lo largo de la entrevista, no solo cambió de país y de cultura. El proceso que sigue es el de 106
un repliegue cada vez mayor en sus propias costumbres y religión. Es una muchacha que quiere ser luchadora y mostrar lo menos posible su sufrimiento. Tras cuatro años sin ver a su familia, el padre de Binta pudo preparar la documentación necesaria para reagrupar a su familia. «Cuando ya ha hecho los papeles y todo, nos dijo que tenemos que irnos a España para vivir, porque no está bien que mi padre viva en un país y nosotros en otro, ¿sabes?». Cuando tenía 12 años llegaban a Zaragoza su madre, ella y varios hermanos menores. La despedida la recuerda muy triste, se refiere a la despedida de sus amigos, «pues me abrazaban, me daban besos y todo y fue muy triste, lloraban...». Y, respecto a su llegada a España, nos dice: «Pues, claro, es que a cada uno le gusta su tierra, ¿sabes? A mí me gusta más mi tierra porque he nacido allí, no sé, la familia la tengo allá, es muy triste la primera vez cuando he venido a España, sí». Cuando llegó no tenía familiares en España, pero actualmente sí. «Ahora ya sabes, como los jóvenes vienen aquí a trabajar, o traen a las mujeres, y claro, tengo un poco de familia de mi padre». «La familia te ayuda, si es una persona del mismo país, misma cultura, de todo y te entenderá mejor, ¿sabes?». «Al principio es muy difícil, cuando llegas, ¿sabes? Dejas allí la familia en otro país, es muy difícil y, además, para mí fue como un sueño, ¿entiendes?, porque venir aquí..., para salir no sabes...». Como tenía mucha dificultad con el idioma, su rutina era de casa al cole, del cole a casa. Tenía miedo de perderse. Sus amigas del colegio han sido un apoyo muy importante para ella y, en ese sentido, se siente afortunada. Recuerda que cuando fue al colegio, no quería entrar porque no hablaba español; su padre le animó diciéndole que había una chica árabe de su edad. Inició 6.º de Primaria a mitad de curso, y el profesorado había preparado a sus compañeros para la llegada de una nueva alumna, así que en su primera entrada ya se dirigían a ella por su nombre, aunque ella no conociera a nadie: «“Binta, Binta, ¿qué tal?”, y todo, y yo no entendía nada, no sabía nada de español...». El apoyo del que su padre le hablaba, no resultó ser el esperado: «Cuando llegué esta chica árabe llevaba un año y cuando le pregunté una cosa me dice, no sé hablar árabe, cállate, cállate». «Se cree que es española, así no me gusta a mí, ¿sabes?, ya se ha vuelto española, ya no sé, tiene de su forma, no es que me parece mal que cada uno piensa como le parece, pero fue una chica...». Poco a poco encontró amigas que la trataban bien, le ayudaban a aprender español, le acompañaban a casa; también recibió un buen trato por parte de sus profesoras. Sin embargo, no podía expresar lo que le estaba pasando: «Ese es el problema, no podía decir a ellos, porque yo no sabía bien español, ¿sabes? y hacía gestos, pero ni hablar lo sabía». No todo fueron buenos recibimientos: «En clase te dije que tenía unas amigas, las tres mejores, pero los demás me llamaban mora y todo, ¿sabes?». Le hicieron llorar, pero dice que ya no le importa. 107
Dice que necesitó «un año, el primer año fatal», para sentirse mejor y a partir de los seis meses empezó a tener cierto dominio del castellano. Cree que la dificultad para aprender el nuevo idioma tiene que ver con la edad de llegada, con la entrada en el colegio y con el idioma que se haya estudiado en el país de origen. Así ve dificultades para manejar esta lengua en su madre; «las mujeres que habían estudiado francés le vendrá fácil, pero las que no lo habían estudiado...». Hace dos años volvió por primera vez a su país: «Cuando fui estaba la cosa cambiada, estaban ya los amigos mayores». Le preguntaban por su vida en España, por el colegio, el aprendizaje del idioma, ella contaba sus dificultades: «Esto no es fácil, no, es muy difícil, además en otro país que no es tuyo, no conoces a nadie, no tienes nadie de familiar y yo he contado...». Pero le ocurrió que cuando hablaba de las dificultades unos la creían y otros no; en algunos estaba la fantasía de que aquí se encuentra todo rápido: «Hay algunos que quieren salir del país, porque ellos, no solamente en mi país, en todos los países que han venido a España o a Europa, creen que cuando llegas ya encuentras el dinero, la casa, el techo, ¿me entiendes?». «Es muy especial para ellos, que cuando llegan ya los reciben con las flores, ja, ja, ja, el coche y todo, pero esto no es verdad». Reconoce que ella misma, antes de llegar, tenía esa idea, sin embargo, lo que vive es muy diferente. «Hay que trabajar, hay que luchar... es muchas cosas, ¿sabes? si no mueves las manos... no te llega nada». En este viaje observó también cambios en su país que le gustaron: más comercios grandes, bancos y otros servicios, mejores viviendas, más bienestar social. Ante esta mejoría, al plantearle si le gustaría volver a vivir allá, dice: «Sí, no, pero ya estoy acostumbrada ya aquí, porque llevo mi familia aquí». Cree que su carácter reservado le ha condicionado en su adaptación a España. Ve que sus hermanos están mejor integrados y dice: «Ellos se relacionan más con la gente, están más en la calle, ¿sabes? Yo es que soy muy... no como ellos, hablan… yo soy más tímida, en clase también estaba más tímida, siempre ha sido así». Al cumplir los 16 años dejó los estudios; dice que no le gusta estudiar. Hasta hace un año, salía con una amiga española, iban al cine, al parque de atracciones y a otros sitios; ahora ya no sale con esta amiga. Esto era antes de que llevara pañuelo: «Hace ya un año que me he puesto, cuando fui otra vez a mi país, sí. Y ahora, claro, sigo mi religión». Esto fue una elección: «Fue elegido por mi propia voluntad, porque mi madre no lleva pañuelo y mi padre es muy abierto, lleva aquí ocho o nueve años, pero en Italia lleva veinticinco, ¿sabes? Tiene muchos años fuera, en Europa y todo, entonces a él le parece todo igual». Sobre esta elección dice: «Yo quería ponerme el pañuelo desde que era pequeña, pero, como venía aquí, ¿sabes? y no sé, la primera vez que fui a mi país he pensado todo; luego la segunda vez que fui me gustaba ponerme el pañuelo, seguir mi religión… A mí me gusta mucho, respeto todas las religiones, ¿sabes?, pero me gusta ser musulmana y soy musulmana». A su hermana pequeña, la otra chica de la familia, la ve resuelta y querida en el barrio, «participa mucho en… (se refiere a centros de tiempo libre, ludotecas), pero yo 108
no me junto, solamente con dos amigas que son de mi país, porque el problema es que, bueno, es la religión... Yo soy musulmana y otros que son cristianos, por ejemplo, si yo salgo con ellos me dicen: “Vamos a la discoteca”, y no puedo, luego a ellos les parecen muy mal...». No ve compatible seguir los preceptos del islam y salir con chicos y chicas no musulmanes; tienen costumbres distintas y siente que no entienden sus planteamientos; prefiere evitar los conflictos. «Me dicen: “¿Por qué es así?, que eres muy rara, ni fumas, ni vas a la discoteca, ni sales por las noches”, y yo ya lo he explicado muchas veces, pero ellos no...». Cree que desconocen el Corán y lo malinterpretan. «A ellos les parece que esta es una machista, les parece que los chicos hagan lo que les dé la gana y las chicas no, pero eso no es así, ¿sabes? En el Corán es igual el derecho de las chicas que un chico, ¿me entiendes? Además en el Corán le ha dado muchísimo la libertad a la mujer, puede estudiar, puede salir, conducir un coche, trabajar, puede irse de fiesta, ¿sabes?, ¿entiendes?, pero ellos no piensan así, porque sabes, los chicos son muy...». Hay quien le comprende: «Algunos, sí, algunos, no, ¿sabes?, no todos somos iguales, ni mejores». Binta está mejor con sus amigas musulmanas, no hay juicios y comparten hábitos, con las españolas nunca sabe qué es lo que querrán hacer: «Si sales con una española es muy difícil». A su madre la ve bien en España, aunque sabe de su tristeza por no estar con sus padres, que, aunque los ve cada verano, están demasiado lejos. Al preguntarle qué hace ahora su padre, cuenta que dejó los trabajos del campo para trabajar en la construcción, pero que el salario no llega para las seis personas que son en la familia. Y, sobre su madre, responde: «Nada, es que ella no tiene permiso de trabajo y está en casa cuidando de mis hermanos, somos cuatro, ya tiene trabajo». Aun así, a su madre le gustaría trabajar, pero sabe que son tiempos difíciles y hay poco trabajo. Esta situación económica le preocupa. Binta está haciendo formación orientada al empleo, pero es difícil para ella, por no tener permiso de trabajo y porque ha vivido alguna interrupción en su proceso formativo al tener que viajar a su país con su madre, por la enfermedad de un familiar. Cree que si no hubiera venido a España hubiera seguido estudiando: «Yo en mi país era en clase la primera o la segunda, si yo hubiera quedado allí yo seré... Estudiaba bien en mi país, pero cuando he llegado aquí, no sé, para mí fue muy difícil todo ¿sabes?, mira el idioma, la religión, dejar tu familia, otra tierra. Es todo diferente y no sé cómo... es que a mis hermanos no les importaba, pero yo no sé... era diferente a mis hermanos». Tras media hora de entrevista, Binta revela por qué cree que la migración le afectó más a ella que a sus hermanos, hermanos de los que señala se siente tan diferente. «Sí, a mí más, porque allí en España, perdón, en mi país, yo cuando era pequeña tenía meses, mi madre me dio a una tía, mi tía no tenía hijos, es la hermana de mi padre. Ella me creció hasta que llego aquí, hasta que vine yo aquí en España y es mi madre 109
también. Por eso soy diferente a mis hermanos, no me he crecido con ellos, por eso muy difícil para mí dejar a mi madre ahí». Su padre, que vivió en Italia durante muchos años, la visitaba ocasionalmente, y explica el motivo de este cambio de familia: «Sí, mi padre venía. Es que el marido de mi tía ha estado en Italia con mi padre, y no venía, hasta que se ha muerto allí y se ha quedado sola, sin hijos. Porque mi padre y mi tía se han criado sin los padres porque había una guerra. Cuando se ha muerto el padre y la madre, mi padre llevaba dos años, se han criado solos, ¿sabes? Fue muy difícil y, claro, su hermana como no tiene el padre, ni la madre, ni su marido... pues claro». Conoció a su madre y hermanos cuando iba a venir a España, y explica la confusión familiar que tenía allí en relación a su padre y su tía: «Yo no conocía a mi madre... Yo y mi madre (tía) vivíamos en un pueblo, mis hermanos vivían en otro pueblo cuando eran pequeños; yo solamente veía a mi padre, pero a mi madre no, hasta que tenía 11 años. Me dijeron «esta es tu madre» y yo me ponía a llorar y todo porque no me criaba. Pero ahora ya entiendo que mi tía no puede casar con su hermano y todo, pero cuando era pequeña... Pero me gustan las dos, las dos son mi madre, sí». Cuando echa de menos a su madre (tía), se comunica con ella por Internet, se ven por la webcam y hablan por teléfono; dice que están tramitando un visado para que venga a España y viva con ellos. En cuanto a la vida con sus hermanos dice: «Pues fue, no sé, es que no me gusta, por ejemplo, mis cosas están bien ordenadas, que estén bien limpias, que esté bien la habitación en la que me quedo, me gusta quedarme sola para estudiar o pensar o... ¿sabes? Pero ahora no, es diferente». Dice que ya está acostumbrada, pues llevan cinco años juntos. Acerca de cómo ve a los chicos y chicas en España, considera que las relaciones entre chicos y chicas en su país son más respetuosas y resalta la temprana pérdida de la virginidad de las chicas en España, una cuestión, según ella, importantísima en su cultura. Cree que tener relaciones sexuales fuera del matrimonio no está bien. «Son muy jóvenes; ahora la sexualidad trae muchas enfermedades, ¿entiendes?, y si hoy estoy con uno y mañana estoy con otro, a mí eso no me parece bien. A mí me parece uno para toda la vida». Comenta que su familia piensa como ella en estos temas, pero además puede elegir su pareja. Tuvo un novio. «Era un chico de mi país que vive en España y es un familiar mío…; al final no me gustaban las cosas que elegía»… «Cuando estaba aquí en España se veía un hombre y cuando estaba en mi país otro»… «Había problemas y no nos hemos puesto de acuerdo y todo y no nos hemos casado y ahora estoy sola»; de todos modos, aclara, prefiere no casarse tan joven. Binta explica que el Corán defiende la libertad de las mujeres y cree que solo prohíbe aquello que es malo para la salud. Algunas veces siente que la rechazan por llevar pañuelo (hijab): «Yo creo que llevas pañuelo o no llevas el pañuelo es igual, es lo que llevas dentro, no es lo que llevas 110
fuera, ¿sabes? Lo importante es lo que llevas dentro, pero la gente no piensa todo igual». Comprende que puede resultar algo extraño en un país de mayoría cristiana, pero el rechazo no lo ve bien. Cree que las personas de mayor edad son más racistas, le han insultado por la calle, le han gritado que ha de quitarse el pañuelo porque está en España, y ha visto escenas racistas con otra población extranjera. «Es que los que te ven con pañuelo piensan mal o te ven yo qué sé, pero eso no es así, porque en todos sitios hay bueno y malo. Por ejemplo, en mi país no hay todos buenos, todos malos, malos y buenos, en España igual, en todo el mundo». Piensa que, cuando las personas se conocen, esto va cambiando; así, vive en un vecindario donde muchos de los autóctonos son personas muy mayores; cuando los jóvenes extranjeros son educados y les ayudan a tirar la basura, les compran el pan y les llevan la compra, se van aproximando y relajando. En su tiempo libre va a casa de sus tíos y charla con su prima; van de paseo al Pilar, por el Parque Grande y otros lugares de la ciudad. También le gusta quedarse en casa viendo programas de su país en la televisión, o escuchar versículos del Corán en su Mp3; antes le gustaba escuchar música, pero ahora, no sabe por qué, no le gusta. En el futuro se ve trabajando en España pues cree que en su país los salarios son muy bajos; quiere seguir yendo de vacaciones y «dentro de muchos años me gustaría vivir en mi país, sí». Estos son los consejos que le gustaría dar a otros jóvenes que migran: «Si vienen jóvenes tienen que estudiar, porque a mí no me gustaba estudiar y mira lo que me está pasando, no encuentro ni trabajo ni nada, estoy en casa. Es que estoy bien, porque si no estoy bien, pues muy mal. Y si vienen aquí a España no es todo fácil, lo mismo que en su tierra que aquí, es difícil, ¿sabes? Si una persona quiere conseguir algo tiene que luchar por esas cosas, porque, si no lucha, no consigue nada. Eso es lo que tienen que hacer y ya está». Comentarios Si atendemos a ciertas palabras y significantes que se repiten en el relato, resaltaríamos: «¿Sabes?», «¿entiendes?». Pero qué nos dice de lo que le ha ocurrido. Tras una cuidada lectura de su entrevista y que podemos «entender» al ordenar cronológicamente la historia que nos narra y atender a lo que «suponemos» ha podido ser significativo para ella, observamos que vivió una primera separación cuando tenía cerca de un año. En ese tiempo fue a vivir y ser cuidada por su tía, quien para ella era su madre. Nada supo de esto hasta que tuvo 11 años. ¿Se puede mantener un ocultamiento total de esta circunstancia? El padre iba a visitarlas, y ella revela una fantasía donde era posible el casamiento entre su tía y su padre. Al conocer a su madre biológica y hermanos se da cuenta de que esto no es posible. ¿Qué supone para esta muchacha este saber? ¿Cómo lo entiende? 111
La siguiente separación es a los 11 años, de su madre (tía), del pueblo, la escuela y de sus relaciones, cuando va a vivir con su nueva familia y viene a España. El efecto que suponemos se produce (y que deberíamos tratar con ella para ver si es así) parece de ruptura, o de una separación difícil que le impide relacionarse con lo nuevo que va encontrando. El repliegue es cada vez mayor hacia su propia cultura, religión, se identifica con aquello de lo que se separó; el interjuego con el nuevo lugar es cada vez menor, con lo que el placer o disfrute que este le podía proporcionar se va limitando. Ya no sale con esas amigas españolas que tenía al principio, limitando sus relaciones a chicas de su propio país, ya no escucha música con la que disfrutaba. Y, respecto a los estudios, con los que no tenía demasiada dificultad, aquí dejaron de tener interés para ella. Y esto ocurre sobre todo a los 16 años, coincidiendo con su decisión de ponerse el pañuelo reafirmando su identidad como musulmana. Recogemos aquí el comentario que hace Winnicott acerca de los efectos de una privación o separación traumática: el niño deja de jugar, tiene dificultades para ello y reduce su capacidad de simbolización, donde el lenguaje es su representante principal. Aunque ya adulta, Binta señala de manera persistente la diferencia idiomática, señalando que ella «no podía decir». Aparece, pues, una gran distancia entre lo que es su mundo y el otro mundo. O es musulmana o se convierte en una española (como su conocida árabe en la escuela). En todo caso, como ella bien dice, «hay que respetar» todo, y así creemos debe hacerse con Binta, donde quizás solo con un acercamiento respetuoso, y partiendo de sus propias convicciones y vivencias, se podría crear un vínculo y espacio de confianza en el que, con el tiempo, ella pudiera encontrar algo valioso del otro, del extranjero. Ella ya quiere vivir en España, su familia está aquí y no parece tener deseos de una nueva separación. Por otro lado, le sostiene su actitud luchadora y reivindicativa, aunque en oposición a su mundo exterior. Sentimientos de extrañeza ante la reciente migración «… ES EXTRAÑO…» Francis llegó a España hace solo diez meses, tiene 17 años y en la actualidad vive con sus padres, estudiando en un centro sociolaboral. Se siente extraño todavía: el mundo de allí y el de aquí se mezclan en su relato... Francis tenía 8 años cuando su padre emigró. Se reencontraron después de ocho años en España. Cuando vivía en su país, estaba bien, entonces eran una familia: «Yo vivía bien cuando vivía con mis padres». El primero en irse fue su padre, luego su hermano se casó y abandonó la casa familiar; otro hermano también emigró y se quedó él solo con su hermana y su madre, que, como trabajaba fuera, iba y venía. 112
«Mi padre y hermano vinieron acá y nos quedamos solos los tres. La falta de mi padre me hizo cambiar mucho, hice cosas que no… Creo que fue más por una falta de control». Sin embargo, no quiere culpar a su padre: «Quizás sí, pero quizás no, porque todo era mi responsabilidad». Su padre le faltaba desde los 8 años, pero fue a los 12 cuando empezó a relacionarse con chicos que estaban en bandas y a formar parte de ellas. «Pues ya conocía a amigos así… Lo que son bandas aquí, conocía… Ya me hice de una, de otra… No es que hiciera muchas cosas malas, pero es que discutía con mi madre por las salidas que tenía». Su forma de conducirse le generó conflictos con la madre y con el hermano, perdiendo la comunicación con la primera. Con los chicos de su barrio no congeniaba y encontró amigos en otros barrios. «Encontraba más amigos, más libertad, me acostumbré a estar así. Me gustó más estar así». «Íbamos a jugar, se hacían concursos de baile o fiestas, nos reuníamos bastantes personas, a veces la familia, o a veces solo jóvenes». Pero las actividades no siempre eran buenas: «Tomar y pelear con otras personas». Siempre mantuvo amistad entre miembros de bandas rivales y cuenta que no eran grupos especialmente delictivos ni violentos. Ningún amigo suyo entró en la cárcel. Dos años antes de partir comenzaron a hablar de reunirse con su padre en España. «Pues cuando hablaban de eso, pues estaba de acuerdo al principio, pero luego ya como empecé a andar… como tuve más amigos, empecé a salir, ya me acostumbré a estar allá. Pero bueno, ya vine, qué le vamos a hacer». Le hubiera gustado escaparse, quedarse con su hermano, pero también quería estar con su familia y su familia estaba en España. Por otra parte, no creía posible quedarse en su país con su hermano porque la relación con él se había estropeado, se habían distanciado. Siente pena por haber dejado a sus amigos y también a sus sobrinos, los añora: «Tuve peleas con mi hermano y me distancié de él, y como tenía discusiones con la familia, también mis sobrinos se alejaron un poco de mí. Yo no quiero ser así más, ya me comportaba bien, entonces ahora ya otra vez se acercaron mis sobrinos». Sus amigos eran su otra familia y le costó mucho despedirse de ellos. «Me hicieron una despedida, me regalaban sus chaquetas, cadenas, collares..., es que yo con ellos congeniaba mucho, me dijeron que me iban a echar en falta, que nada iba a ser igual. Luego, cuando vine aquí, me enteré de que algunos se habían separado, no sé por qué». Cree que él era nexo de unión entre los chicos: algunos eran muy serios y él aportaba humor, siendo su presencia importante para ellos. Sus amigos le aconsejaron: «Pórtate bien, saluda a nuestros familiares que andan por acá y regresa pronto». Al venir se sentía extraño. Nos habla del reencuentro con su padre tras ocho años sin verle: «No me acordaba mucho de él. Pues sí, como todavía era niño cuando vino, no me acordaba mucho de él (...). Sí, el primer día les veía extraños, tanto a mi 113
hermano como a mi padre. Pues ya…, el segundo día ya no, fue igual como estar allá, en otra ciudad pero…». Explica que al llegar a España no salió prácticamente de casa en ocho meses. Dice, no obstante, que Zaragoza no le extrañó, venía de vivir en una capital y piensa que aquí todo es igual. Le gusta la ciudad: sus casas, calles, pisos, centros comerciales. Sin embargo, había imaginado España diferente, no sabe explicarlo, encontraba extraña a la gente. Se sentía diferente. Francis oscila entre considerar que todo es muy similar y mostrar su extrañeza ante el mundo que descubre al llegar a España. Llegaron iniciado el curso escolar, por lo que tuvieron que pasar unos meses para empezar a estudiar. No quiso entrar en la ESO; no le gustaban las materias. En su país se había iniciado en una carrera técnica y estudió algo de soldadura. Aquí se decantó por ir a un centro sociolaboral: «Quise un curso rápido y busqué en varios centros y me enteré de este curso y vine acá». Le daba seguridad que el nivel de las materias en el CSL fuera menor del nivel que él traía: «Son cosas que estudié allá en Primaria». A pesar de esta seguridad, también fue extraña para él su incorporación al centro. A sus padres les pareció bien su elección; lo que les importaba era que él se sintiera cómodo, que estuviera bien en los estudios. Siente que le apoyan. Solo hace dos meses que ha comenzado a salir con amigos, va acostumbrándose poco a poco al barrio en el que vive, a la vida cotidiana, a salir al parque. Según Francis, al llegar: «El salir solo, el no salir con alguien, eso me hacía sentir extraño (...) Ya voy solo a casa y vuelvo solo». Al principio estaba triste, pero ahora ya no lo está: «Ahora no, sé que estoy bien y tengo que seguir adelante, no se puede hacer más». La diversidad de procedencias de sus compañeros en el CSL no le sorprendió, pues en su ciudad de origen también había bastante diversidad cultural. Entrar en el CSL le ayudó a hacer amigos. Los fines de semana le gusta ir a pasear, salir al parque, se va a jugar al voley, hacen apuestas entre ellos y gana dinero jugando. Cuando visita a su hermano sale a bailar con él y su mujer. Le gusta ir a bailar con amigos y amigas. «Allí estaba acostumbrado a salir desde las ocho de la mañana y llegaba a la una de la madrugada». Cree que sus padres aquí están más tranquilos cuando sale, pues en España hay más seguridad, y él no se mueve por sitios conflictivos. Dice que aquí les llaman extranjeros, y en su país no había discriminación. Ha encontrado también un espacio de relación en una banda en Zaragoza. Reconoce que hay bandas pero no como allá; ellos juntan dinero para ayudar a compatriotas que están en el hospital, por enfermedad, por accidentes laborales, que no tienen seguro, se organizan para colaborar en las casas, también van a bailar y de vez en cuando tienen alguna pelea con otras bandas que los molestan. En estos grupos hay chicos y chicas de diferentes nacionalidades pero él con quienes mejor congenia son con los de su país. 114
Son muy pocas las veces que tienen enfrentamientos, no les gusta buscar problemas, pero casi todos los grupos, relata, tienen algún arma: «Cada uno saca su arma, pero de disparar nada, a nosotros no nos gusta mucho usarla. Puedes comprar una 38, una 49, una T-16, hay balas detonadoras, otras son reales, no nos gusta buscar problemas, solo es para dar un susto, para que así se alejen». A sus padres no les cuenta nada sobre esto. «No me gusta decirles nada sobre eso… No lo entenderían, lo verían mal. Bueno, mi madre ya me conoce un poco y sabe con las personas que convivía allá. Mi padre, no mucho». Se relaciona con pocos españoles, con los del CSL y con algún chico de su barrio. Dice haber pocas diferencias entre unos y otros, ve diferencias en el lenguaje, culturales, pero en el fondo le parece que hay más en común. Una de las diferencias que observa es que las chicas españolas se plantean estudiar más que las de su país; estas dejan los estudios y buscan empleo antes. Le gusta salir con chicas, divertirse; se entiende mejor con las chicas latinas, de Bolivia, Venezuela… Señala que las parejas de su país tienen hijos antes: «Incluso yo también estuve así, cuando estuve allá, antes de venir… Hubiera sido diferente, no estaría aquí, estaría allá, todo hubiese cambiado». Se separó de su novia al venir a España: «No, no, me separé al venir a acá. Pues me da igual, ya me da igual». Dice que se ha ido tranquilizando: «Voy aprendiendo, pues sí, me he tranquilizado más, ya no salgo mucho de casa, a veces me voy a un pueblo, donde mi hermano vive y no sé...». De su vida allá le gustaba especialmente tener mayor libertad: «Hay más libertad que aquí, puedes jugar, divertirte, salir, bueno, aquí también pero no es lo mismo, aquí hay mucho control, mucha seguridad. Esto es bueno, pero no me acostumbro a estar así». A la pregunta de si se siente encerrado en España responde que «un poco, no mucho, como ahí empecé a salir un poco y así, no sé, quizás termine acostumbrándome a estar aquí». Francis conoce a muchos chicos de su edad, entre 14 y 17 años, que no se acostumbran a estar aquí. Él, sí y no, dice muchas veces que no sabe, que quizás, que sí y que no. Es diferente cuando se llega siendo más niño; ha observado que los que vinieron a los 7 u 8 años están más habituados a vivir en Zaragoza. En casa colabora muy poco y le incomoda hacer cosas de la casa con personas presentes, en general, cuando hay gente en casa se queda en su cuarto. Ve a sus padres contentos. Él querría regresar a su país cuando trabaje y cumpla la mayoría de edad. Le gustaría trabajar un par de años para ir y volver a España, pues piensa que las cosas allá tampoco van a ser lo mismo. Sabe que algunos de sus amigos ya se han casado; tienen entre 19 y 23 años. Casarse tan joven le parece un poco locura, aunque a los de 23 años ya los considera mayores «Me gusta mi libertad; de casados ya es otra cosa, más responsabilidad, no sé». «Me gusta “joder” (divertirse) con 115
mis amigos, mis amigas, con otras personas». Se sigue comunicando con los amigos de su país con el Messenger y por teléfono. Su idea es terminar el curso de soldadura e intentar trabajar, compatibilizar otros cursos con trabajo o… «si no trabajo aquí, igual me voy a mi país, quizá me quede, quizá no, porque también conozco gente allá que estudiaron lo mismo y tienen buen trabajo allí, en una empresa grande». Tiene prisa por acceder a un empleo, sobre todo por ser económicamente más independiente de sus padres. Dice que en su ciudad era independiente, porque había varias formas de sacarse dinero en la economía informal; aquí está más limitado. Piensa que emigrar hizo que él empezara a cambiar y a comportarse mejor con su madre, pero no entiende por qué sucedió ese cambio en él. «No sé, fue extraño, no sé por qué». Sus padres le apoyan, pero su relación con ellos es muy distante: «Ahora ya no es como era antes, ya no es igual, ya no converso con ellos, soy distante de ellos, me estoy acostumbrado a estar así». Comentarios Entre los antecedentes que nos muestra Francis antes de emigrar, es importante fijarnos en las separaciones previas a la migración. Para este muchacho el corte se sitúa a los 8 años, señalando un antes y un después marcado por las diversas salidas del hogar del padre y varios hermanos. ¿Cómo subjetiva estas separaciones? El primer significante que nos refiere es «solos»: «Nos quedamos solos los tres», y a él nos remitirá de nuevo cuando al venir a España dice: «El salir solo, el no salir con alguien, eso me hacía sentir extraño». En esta expresión aparecen relacionados los términos de soledad y extrañeza. Esta última tan repetida en el relato y que utiliza en el encuentro con lo nuevo y/o sorprendente: nuevos lugares, un padre al que no ve desde hace muchos años, personas desconocidas… Nada sabemos de lo que ocurrió y sus avatares de los 8 a los 12 años, salvo que no tenía amigos en su barrio, lo cual nos sugiere de nuevo al sentimiento de soledad. También nombra un cambio en él, a su entender originado por la «falta de padre» que pone en relación con «la falta de control»; menos tranquilo, falta de control en las salidas y entradas, comenzando a hacer cosas que no… sin especificar cuáles, relata que le llevan a tener dificultades con su familia y a un distanciamiento de la misma, que parece vivir con dolor. Lo que va a buscar y encuentra son relaciones en grupos de iguales con los que se divierte, se apoya y protege. De la misma manera describe al grupo que encuentra en Zaragoza. La manera de protegerse del exterior, de los demás, es seria; conlleva una sensación de peligro importante, como muestra el tipo de instrumentos que utilizan para defenderse, aunque solo sean para «asustar». Parece muy asustado. 116
El grupo ha operado para Francis como un espacio transicional que le sirve en su separación de la familia, de lo conocido y en el encuentro con el mundo exterior, lo nuevo, lo extraño. Cuando comienza a hablarse en su casa de emigrar a España y reencontrarse con su padre y hermano, él va rectificando su comportamiento. Al final de la entrevista sugiere dicho cambio, sin saber muy bien por qué ocurrió en él. Esta vuelta a la unidad familiar con la presencia de su padre lo tranquiliza («me he tranquilizado más»); también encuentra un país donde hay más control. Sin embargo, todavía no se ha acostumbrado, y, en el encuentro con su familia, se da cuenta de que «ya no es como antes». Falta tiempo para que vaya encontrando su lugar y pueda estar con sus allegados de una manera más confiada. Una historia previa conflictiva SIN REPROCHES «DIOS… ME APRIETA, PERO NUNCA ME VA A AHORCAR» Julia lleva apenas un año viviendo en Zaragoza. Vino con sus hermanos menores para encontrarse con su madre y padrastro, de los cuales se separó hace cuatro años. Tiene una larga historia por contar. Julia tiene 17 años. Su vida en su país pesa de un modo muy especial, pues es un pasado reciente marcado según su testimonio, por la violencia intrafamiliar y los malos tratos. Una historia que ella califica como muy fuerte: «Aguantar lo que he aguantado es aguantar mucho», y que explica con llanto en muchos momentos. Su mamá se quedó embarazada de ella muy joven; su mamá era morenita, su papá un hombre un poquito mayor, blanco: «Mi papá es bien blanco, tiene los ojos azules, cabello así, rubio… Yo le digo a mi mamá: “¿Quién es mi papá en realidad?”, Porque la verdad no me parezco nada, pero desde pequeña me han dicho que es mi papá, pues es mi papá». Sus padres tuvieron una historia de pareja marcada por el rechazo y desprecio de la familia de él hacia su madre, por la ausencia del hombre (se fue fuera y las dejó con su familia) y sus infidelidades; por su borracheras y golpes hacia la mujer aun cuando ya no eran pareja, aun cuando él ya tenía otra familia. «Mi abuela me contó que le dio muy mala vida a mi madre». Vivieron con él hasta que ella tenía 7 años: «Mi papá me tuvo hasta los 7 años», relata. Mantuvieron relación durante tiempo, aun cuando él ya había formado otra familia. Estaba con otra mujer con la que tiene más hijos/as; esta mujer era considerada «honrada y buena mujer» por la familia de él. «La mamá de mi papá le hacía problemas a mi madre, que la veía por la calle y le decía que era una puta, una zorra, le trataba mal». Eso le hizo a su madre ir alejándose de él: «Entonces ella decidió alejarse de él; mi papá la buscaba, no la dejaba en paz, donde la veía la quería pegar, le quería hacer 117
problemas en la calle, teniendo él ya otra mujer. Entonces uno de esos días mi papá la había pegado, se metieron mis tíos: «¡Ya no tienes derecho!». Su padre nunca más la pegó, pero a veces, cuando bebía, aparecía por casa de su abuela reclamando a su hija, una hija que ignoraba en la sobriedad: «Pasaba por mi casa y yo estaba fuera y ni me miraba, iba de largo y ya está; cuando estaba tomado yo me le escondía, yo me escondía porque quedaba mal también, ver a tu padre tomado y que te vaya a buscar y se acuerda de ti, y me sentía mal». «Es la persona que estuvo con mi madre pero yo no lo tomo como padre, porque la verdad un padre no es, ya no le digo papá, le digo don Fernando»… «Además, él prefiere a sus otros hijos». En medio, siempre estuvo su abuela materna, la «salvadora» de ambas, hija y nieta. Julia fue salvada en muchas ocasiones por la abuela. Despreciada por el padre y la familia paterna por morenita (salió a la madre), prácticamente fue su abuela quien la crio. Antes de que la mamá de Julia emigrara, ella vivía con su madre, con la pareja actual de esta y dos hijos de ambos. Cuando tenía 13 años, su madre y su padrastro deciden venir a España, animados por un familiar de su madre ya establecido aquí. También iba a viajar otro tío que finalmente queda en el país: «Es que él era el único hombre de la casa». Ella quedó viviendo con su abuela y este tío. Al marchar su madre se sintió muy mal, aunque quedaba con su abuela que en gran parte era quien la había criado. Tras problemas en la escuela la sacaron del centro: «Me escapaba, tuve muchas loqueras, de salirme del colegio con los novios, las amigas, entonces a mi abuela no le gustaba esto, a ninguna mamá le gusta que su hija salga del colegio». Estudió la ESO, pero el último curso lo hizo a distancia. «Aquí la gente es más liberal, entonces cambia ya, pero a mí me sacaron del colegio porque en esa edad no era para tener novios, me sacaron por razones de “noviez”». Es al marchar su madre cuando ella inicia fugas de casa: «Me fui de casa a los 13 años, cuando mi mamá se vino para acá. Me fui de casa porque los malos tratos a una le agobian, una se siente apretada con lo que te dicen. Idas de mano de mi abuela, de que siempre toda la vida he estado con ella». Y cuando no se fugaba la echaban: «Si llegaba a las diez a casa, mi tío me retaba, me echaba a la puerta, me quedaba fuera y me tenía que ir a dormir a casa de mi amiga, en fin». Y se escapó de casa empujada por su tristeza, su malestar y las amigas que la animaban a no soportar más: «Mira que te estoy esperando, que si tú no quieres estar aquí…, porque éramos otras amigas que nos habíamos ido de casa (...). Entonces dije, no voy a seguir aguantando esto, porque mi tío se quedó y convivíamos con él y me trataba peor, me quería pegar y entonces yo no iba a aguantarle; y eso de que me peguen, y entonces decidí irme, sin nada de ropa, con lo que tenía puesto, le dije a mi abuela que iba a comprar. En ese momento pegué la carrera y me fui». 118
Se fue a otra ciudad con su novio, a casa de familiares de él, pero aquello no funcionó, hubo idas y venidas, ella era menor, ambas familias rechazaban esa relación. Tras forzarles a regresar, pactaron después dejarles seguir juntos. Vivieron en casa de los padres de él, pero de nuevo se encontró con el racismo y el dolor: «Allí tuve otra mala vida, porque los padres eran un poco racistas; ellos son blancos». Vivían en situación de pobreza, no les apoyaban y su novio, al parecer, no respondía a lo planteado: «Así era mala vida, porque con la persona que andaba no conseguía trabajo, y, si conseguía, no quería trabajar, entonces no era buena». Por esas razones su abuela también quería que ella marchara a España, pero antes regresó a casa con su abuela. Lo vivió como un fracaso, le pidió disculpas y ella las aceptó, pero, tras aquello, las relaciones familiares aun fueron a peor: «Con ese fracaso que tuve, me empezaron a tratar peor»… «Que si eres una puta, cosas así, entonces yo me sentía malísima, que te digan eso tu propia familia…»; «no sé, mi tío cuando llegaba tomado y me decía cosas, y me quería pegar y no me dejaba, pero son mi familia y yo no podía más». «Yo siempre he querido hablar con ellos y darles a entender lo que siento, pero no captan lo que yo les quiero decir, entonces, con reñirle a uno, me apartan a un lado y me hace tenerles miedo». Su abuela se quejaba de ella a su madre, y a la vez la madre se daba cuenta de que debía sacar de allí a su hija: «Ella se daba cuenta, porque cuando llamaba así tarde y ellas le decían que era mi culpa, que era mi culpa, y llamó mi mamá y le oyó las quejas y le dijo que sí, que todos los días por la calle, y que diciéndola: “Puta la hija que tú tienes aquí”, y entonces ella se dio cuenta y dijo: “Yo me la traigo”, de ver que mi tío también me pegaba, me gritaba, todo eso». Ella tampoco se sentía bien, en parte se quería ir con su madre, en parte se quería quedar con su familia, en su ciudad; al menos aquello era conocido y su abuela también era su madre. «Yo tampoco me sentía bien, mi abuelita me daba no mala vida, pero me trataba un poco mal; entonces pues ya decidí venirme, pues yo le decía a mi mamá que me traiga». «Mi abuela de ver que tenían aquí ya cuatro años, que tenían una vida mejor y nosotros no tener nada allá, pues nos trajeron para acá». Además ella tenía 17 años; cuando tuviese 18 sería más complicado. «Yo salía mucho, le daba problemas. Entonces lo entiendo porque sé los problemas que yo le daba; mi mamá habló con mi mama de acá, o sea, mi abuelita habló con mi mamá, decidieron traerme ahora y ya». Cuando eso se hizo realidad se le cayó la sangre a los pies, como ella dice: «Yo decía, va a ser mejor que lo de allá, en cambio, vamos, que es mejor pero no para mí, porque mi mamá… porque no me encontraba sin mi abuela, toda la vida con ella, diferente al llegar a vivir con tu madre». «Yo tenía que aguantarles hasta que me vine para acá, y yo decía, pronto se les va a acabar esto, pronto se les va a acabar lo que tenían, que si la niña buena, que la chacha se les va a acabar, quien les lave la ropa, vamos a ver, que ahí les voy a hacer falta, no solo en eso, también yo era la única que hacía compañía a mi abuela en 119
casa»… «Ella es muy mayor, es muy enferma, pues tenía diabetes y muy pendiente de darle las medicinas». Siente enfado hacia sus tíos, pero hacia su abuela no puede sentirlo: «Con mis tíos, mi abuelita no ya, ella murió, se nos fue, y aunque ella haya sido así conmigo, ¿sabes? Ella vale mucho». A veces siente enfado y a veces culpabilidad; cree que tuvo la culpa de todo, que si la trataron así fue porque se lo merecía. También vivía la marcha a España con sentimientos encontrados, tristeza por las separaciones y las pérdidas, con ilusión y temor ante lo desconocido. Hablando de su viaje: «Estaba asustada, estaba muy asustada, nerviosa, no sabia para dónde coger, si irme con una persona u otra… Como no conocía a la gente porque viajábamos los tres solos, muy asustada con mis hermanos en manos, yo no sabía ni para dónde ir»... Cuando llegó a España pasó varios días por Madrid y Barcelona; los vivió como unos días de mucho ajetreo. Al llegar a Zaragoza todo se le hacía extraño: «Claro que es diferente, pero qué más queda que aguantarse. Entonces cuando yo llegué aquí se me hacía raro todo, no tener amigos, entonces, encerrada, aunque hasta ahora porque como no tengo muchos amigos pues paso mucho en casa encerrada, con el ordenador, así». Hay familia de su país que echa de menos: «No es lo mismo que allá, porque tus amigos, tus familiares te hacen mucha falta, pues hasta ahora hacen mucha falta», especialmente a su abuela ya fallecida. Ya no llama a casa: «A veces bajo a las cabinas y me voy y llamo a mi país, porque me siento sola, aunque conversando por teléfono la tristeza se te ve que… Cuando hablo llamo a mis amigas, ellas lo saben todo de mí». Es con ellas con las que se siente en confianza para contarles sus amoríos; es con ellas que no se siente juzgada y se puede expresar. Sin embargo, «qué soledad, no es fácil hacer amigas aquí, ni lo es seguir manteniendo las amigas de allá; aquí llegar y no salir, quedarte en casa es muy duro, es muy difícil mantener a tus amigas que tienes allá». Con su madre parecen estar conociéndose, con ella puede hablar, le explica lo que siente, le da confianza y le aconseja que se cuide si tiene relaciones sexuales con chicos, ella agradece esta confianza; su madre le permite salir, divertirse y no le exige que se ponga a trabajar, la invita a formarse. Pronto hizo un curso de hostelería y trabaja actualmente en ello; esto le ha permitido hacer algunos amigos y amigas. En Zaragoza su vida es muy monótona (trabajo-casa-ordenador); allí compartía a diario con sus amigas, en la calle. «No encuentro amigos porque casi no salgo, no me relaciono con otras personas», aunque poco a poco se va animando… «Mi mamá también trabaja día sábado pues estoy en casa sola con mis hermanos; así lo pasamos». 120
Tiene una amiga con la que ha empezado a salir los domingos. Salen con los hermanos de esta: «Soy la menor de mis amigas, sus hermanos me cuidan; cuando salgo con ellos están pendientes de mí, ven con quién estoy, con quién bailo, les tengo confianza». Van los domingos a discotecas latinas, salen con ecuatorianos, dominicanos y, aunque se siente sola y encerrada y piensa que apenas se relaciona, tuvo un novio con el que no le fue muy bien; había otra. «Hasta con los novios me va mal, tuve dos meses con él, al tercer mes me dijo que iba a venir una chica de su país y que estaba embarazada y…». Dice que le gustan más los latinos, se entiende mejor; con los españoles cree que, además de ser diferentes, «ellos están a sus españolas; si me enamoro de uno me va a hacer sufrir, no les veo mal ni bien, simplemente no me gustan». Le parece muy importante la manera de hablar, las diferencias en el lenguaje y los códigos de comunicación. Hay expresiones que usan los españoles que a ella le resultan despreciativas y no tolera. Algunos de los chicos y chicas españoles que ha conocido en el curso son de etnia gitana, dice que, aunque se lleva bien, no entiende cómo pueden ser tan racistas y machistas. Le cuesta aceptar la naturalidad con la que las chicas gitanas justifican el machismo; esto le produce rabia. A ella le gusta estudiar, le gustaría continuar sus estudios, continuar con lo que allí se cortó; aunque ha hecho el curso de hostelería en España y tiene trabajo, querría estudiar más. Desearía vivir sola, centrarse en trabajar y disfrutar de la independencia, recoger las cosechas de esa vida que parece empezar a pertenecerle. «Mi sueño, sabes, trabajando ya, teniendo mi dinero, viviendo sola, no me sueño con un hombre al lado, no me veo con un hombre al lado. Claro que sí, que si algún día tendré a un hombre al lado, pero yo en eso todavía no me centro, yo me sueño viviendo sola, tener mi piso ¿sabes?, porque, como te digo, yo quiero trabajar, recogiendo mis cosechas. Entonces viviendo sola, tener mis cosas sin que nadie me diga lo que hacer, que nadie te diga: “Haz esto, haz esto”, sin que nadie te diga: “Esto es mío”; yo me sueño, como te digo, no sé, algo mejor». Sueña con un futuro en el que sentirse dueña de su vida, sin reproches, sin que nadie le marque: «Esto es mío». Es consciente de que tiene muchas cosas sin resolver: «La verdad, todavía no me he agarrado a nada, siento que todavía tengo los problemas ahí; siento que seguiré aguantando esto mucho más, creo que todavía no tengo mis problemas solucionados, entonces yo no veo que esté agarrada a nada, todavía sigo aguantando». Quiere quedarse en España, le gustaría volver a su país, pero de vacaciones. Dice que ha tenido una vida demasiado intensa, con experiencias muy duras, pero que estas experiencias le han hecho fuerte y valiente. 121
Su consejo a personas que vivan experiencias similares es «que no lo exageren», que no lo vivan con dramatismo, que no tiren por el mal camino, que no se hundan, que traten de observar como positivas las experiencias duras de la vida. A ella esta postura y su fe le ayudan en el día a día. «Yo ya no veo lo pasado, yo ya veo para adelante. Y que hicieran los mismo, que miraran hacia delante, que tengan su fe; y si tienen un sueño que lo cumplan, que todos los sueños se cumplen, que es un poco duro cumplirlos porque tienes que enfrentarte con cosas por delante y cosas así, pero todo llega, tarda pero llega. Dios nunca aprieta, sé que me aprieta pero nunca me va a ahorcar». Comentarios En este caso, el relato ha sido reconstruido a partir de la entrevista teniendo en cuenta la historicidad, es decir, partimos de los previos a su nacimiento y los conflictos familiares que allí se daban, para continuar con su nacimiento y los aconteceres posteriores. No es así como es narrado por ella, pues estos temas van en orden inverso, apareciendo cuando la muchacha va profundizando y confiándose al entrevistador. Es relevante mantener esta historicidad pues nos ayuda a reconocer ciertas repeticiones, en este caso de madre e hija, respecto a sus elecciones de pareja y familia. Ambas eligen tempranamente parejas de color blanco siendo ellas «morenas»; salen tempranamente de casa y son acogidas por las nuevas familias, las de sus parejas, de las que recibirán desprecios, entre otras cosas, según señala la protagonista, por el color de su piel. Posteriormente son recogidas por la abuela materna. Ella convive con su padre biológico y su madre hasta los 7 años; por lo tanto, algo de lo ocurrido debe saber. Sin embargo, su madre no quiere hablar de ello y es su abuela la que le relata el trato recibido por su madre, tanto de su marido como de la familia de este. Nombra a su padre, ese señor al que dice no parecerse y se pregunta si realmente lo es, y que le buscaba cuando estaba «tomado». Porque, por otro lado, «él prefiere a sus otros hijos». Cuando su madre emigra a España comienzan sus fugas. Dice haberse sentido mal ante esta separación, aunque quedaba con su abuela, a la que reconoce que le ha criado. Se fuga del colegio y finalmente de casa. ¿Adónde?, con sus amigas y con su novio. Estas fugas hablan de un malestar tanto interno como externo, amparándose en los lugares importantes para una adolescente, sus iguales y el otro sexo. Elige a un novio blanco, como su padre, con quien comienza y repite la historia de su madre. Hay una relación ambivalente con su abuela, a la que le da un valor como mujer, pero le decía cosas «feas» y le trataba como una chacha. De la que quería escapar y, sin embargo, sin ella, no se encuentra. También se repite la sensación de que su abuela y tío prefieren a otras nietas y sobrinas que vienen de otro país. Su tío, el hombre de la casa, aparece como un lugar de confrontación y de malos tratos difícil de valorar. 122
Ella dice algo que habría que escuchar: «Yo siempre he querido hablar con ellos y darles a entender lo que siento, pero no captan lo que yo les quiero decir; entonces con reñirle a uno me apartan a un lado y me hace tenerles miedo». Su emigración a España ha supuesto una ruptura, provocada desde ella misma como una huida de la situación que vivía en su país. Pero también es cierto que sus vínculos afectivos estaban allí. Tras la muerte de su abuela cuando ella está en España, estos duelos se complican un poco más. Tiene sueños que parecen apuntar a alejarse de lo que le ha hecho daño, ser independiente y estar sola, sin un hombre, sin reproches, con lo suyo. Va alternando su vivencia y su esperanza, y si por un lado dice «tener todavía los problemas ahí», por otro, expresa: «Yo ya no veo lo pasado, yo ya veo para adelante». Hay que tener fe, perseguir un sueño y saber que Dios aprieta pero nunca va a ahorcar. Julia lleva poco tiempo viviendo en España, y el vínculo con su madre, una persona menos reprochadora y que parece entender mejor su situación vital, está por hacer. Pesa todavía el pasado y su lugar de origen, también los duelos. Pero, como ella dice, es fuerte; y aun sintiéndose sola, parece tener apoyos importantes y nuevas perspectivas de futuro. Salvando las dificultades LA CHICA DE LOS CARAMELOS Silvia tiene 16 años y estudia en un instituto la ESO. Vino hace tres años con sus dos hermanos para vivir con sus padres en Zaragoza. Una de sus mayores preocupaciones se refiere a las discusiones entre los padres. Silvia viene de una región compuesta por muchos pueblos. Vivía en uno de esos pueblos con sus abuelos, recuerda feliz su vida. Pasaba muchas horas estudiando, dice que el nivel de estudios es mayor allí: «Todos los días con mis abuelos, todos los días al instituto y vuelve a comer y vuelve a clase, salir, volver y todos los días así». «Yo nunca salí de mi pueblo, soy muy ingenua». Su padre emigró a Europa cuando ella tenía un año, y su madre, cuando cumplió 6; ambos se reunieron e instalaron en España. Así que desde los 6 años hasta los 13, que llegó a España, vivió con sus abuelos y sus hermanos. A esa edad su padre regresó una vez a su país. Era para ella un desconocido, cree que se sintió contenta, pero no sabe. Su madre aún no ha regresado desde que partió; volvió a verla ya en España. «Mi madre me dijo una cosa: que cuando ella se fue a Europa no lloré, no sé por qué…; yo no le entendía, yo era muy pequeña y no sabía qué era salir o no, creo que salir del pueblo solo ha comprar caramelos y luego vuelve». 123
Ese día su tía la llevó a su casa en otro pueblo, así que estaba feliz con la novedad. Durante dos años apenas hablaron por teléfono. Al cumplir los 9 años sus conversaciones fueron más frecuentes; hablaban cada semana. Cuando iba a casa de sus amigas, sentía envidia porque estas tenían a sus padres en casa, los padres de sus amigas siempre fueron afectuosos con ella: «Mis amigas tenían padres pero no estaban en Europa. Cuando iba a sus casas con sus padres me llevo muy bien, lo que también me daban muchos caramelos y galletas (se ríe traviesa). Sí, por eso antes tenía envidia, pero después no; yo tengo abuelos, también me llevo muy bien, no espero mucho más». «Yo soy (era) pequeña pero tengo autoridad en casa… Yo puedo (podía) mandar a mis hermanos… Soy la pequeña pero nos llevamos muy bien; entonces yo les puedo mandar: “¡Yo quiero caramelos y tú tienes que comprarme caramelos!”, y van». «En mi país solo coger escoba para limpiar en instituto. En casa yo soy muy perezosa, como yo tengo a mis abuelos, yo solo hago nada. Pero recuerdo que mi profesora me mandó de ejercicio: lavar las piernas de mi abuela y después hacer una redacción…; me quedó muy bien, mi abuela muy contenta, y me dio propina». Con trece años viajó con sus hermanos mayores a España. Su primer contacto con extranjeros fue en el avión, se sorprendió, se puso nerviosa, le parecieron feos. «Luego cuando luego vengo a España y veo la televisión y las revistas veo otra cosa… Ahhh, qué guapa!!!, siiiiiii alguna chica que lleva bikini, digo uhaaaa, me gusta más mirar, pero solo mirar, una mujer muy guapa, un chico nada». Al llegar a Zaragoza le pareció una ciudad extraña, con tantos árboles pero sin montañas alrededor; los ríos le parecían sucios, cuando en su pueblo las aguas eran transparentes. Las personas le daban miedo: «Las personas me daban miedo porque no entender el idioma, pero ahora ya no». Apenas tenía recuerdos de sus padres, aunque en su país veía fotos de ellos, eran fotos de jóvenes. El reencuentro con sus padres fue algo extraño, los vio un poco viejos: «¡Ya tienen 40 años, sabes!». Su madre al principio se mostró muy cariñosa y muy buena, les preparó buena comida, lavó la ropa, pero al día siguiente esto se terminó: «Ahora tú tienes que hacer todo»… «Aunque mi madre está en la casa, ella es más perezosa y no sabe mucha cocina, le gusta charlar con sus amistades; en estos dos años, las cosas de la casa son cosa mía tres veces al día». «Sí, mi madre antes trabaja mucho, le gusta mucho el dinero, ahora tiene que descansar». Le gusta esta ciudad y, en general, ve a la gente amable, pero también siente el desprecio. Cuando algunos le insultan, ella suele responder, no se queda callada: «Si me dicen… yo digo y tú españolita». Cree que por el desconocimiento del idioma los menosprecian; en clase algunos se sorprendían de las buenas notas que sacaba, se siente victoriosa. 124
En cuanto al hecho de haber vivido sin sus padres durante años, hace referencia a una amiga con una experiencia parecida. Sus padres vivían en el extranjero, pero ambos estaban separados, algo poco común en su país. Esta amiga vivía con los abuelos paternos: «Sus padres están fuera pero separados, y sus abuelos y sus tíos siempre le están diciendo que su madre es mala… Yo sí conozco a su madre, y es una mujer muy comprensiva y muy guapa… Ella también está triste porque su hija no quiere hablar más con ella. Porque la abuela, claro, cree que su hijo es bueno y la nuera mala… Esto le decía la abuela a mi amiga cuando era pequeña; eso es lo que escuchaba». «En mi país normalmente no se separan, pero ahora, cuando ellos están viviendo en Europa, esto es normal (hay un silencio), como mis padres, ¡seguro no!»… «Aunque no existe amor, ¡¡ellos seguro no se separan porque tienen tres hijos muy guapos!!». Aunque hace bromas para tapar la preocupación, es algo que han hablado entre los hermanos. La madre les pregunta a menudo con quién querrían vivir si se separaran; si sucediera, ellos piensan que serán mayores para vivir por su cuenta, para ser independientes, no querrían estar con ninguno. El ambiente en casa es crispado, su madre grita mucho, se pelea con su padre a menudo y su padre la ignora y duerme porque en su país «no es de hombres pelearse con una mujer; le mirarían con cara de desprecio». Cree que en España la mujer siempre sale ganando, porque allí las parejas pelean muy fuerte pero es algo privado, nadie interviene. También cree que en España hay mucha inseguridad porque la policía es muy buena, no hay castigo y se cometen más delitos. Dice que lo de los novios no le interesa pues es pequeña; además, considera que si se tiene novio, se pierde libertad, hay que andar dando explicaciones. A las chicas compatriotas las ve caprichosas con los novios; con 15 años tienen novios que les duran dos días. Eso lo ve mal, pero por otra parte, cree que es importante que cuando una pareja esté junta sea porque hay sentimiento. «Mi madre no es muy abierta, y piensa que una mujer solo puede tener un marido y un novio… A mí por sentimiento, si no me gusta, no puedo seguir con él; si sigo con él, todos los días tristes y luego vieja, sí, tú hacer viejo más rápido». «Cuando antiguo, ellos no buscan como nosotros un chico que me gusta, son dos casas y si sus padres les parece bien un chico, pues los casan». A sus padres no los imagina separados, cree que ambos son adecuados el uno para el otro, los ve caprichosos, a menudo discuten, discuten en broma, discuten en serio, discuten por dinero. Dice que a los hombres chinos les gusta mucho el juego, mientras ganan no pasa nada, cuando pierden las mujeres les gritan. Le parece que los chicos de su país y los españoles son iguales, aunque observa que aquí en España los chicos consumen mucha droga; ha visto enfermar a alguno, y eso 125
le llamó mucho la atención. Otra diferencia que observa es que los chicos compatriotas manejan bastante más dinero; cuando salen juntos, cada vez un chico paga las rondas, mientras que entre españoles cada cual paga lo suyo o lo ponen en común. Cuando salen un chico y una chica de su país, el chico siempre paga todo: «Esa es la costumbre de allí», pero cree que hay muchas chicas que van rechazando esto porque no quieren estar en deuda, quieren sentirse dueñas de sí mismas y responsabilizarse de lo suyo. Ella no quiere opinar sobre esto porque no sale demasiado, el año pasado no salía de casa, siempre iba con una amiga. Ve a las chicas españolas muy abiertas y resalta la ropa que llevan: «Que lleva una ropa, joooo, que sale tripa y que sale tanga, las chicas de mi país, aunque alguna es abierta que no mucho…, si les gusta así es bien…Yo no me gusta llevar falda, ni vestido ni pantalón corto, me gusta llevar pantalón largo… Es muy horrible cuando llevo falda». Tiene amigos y amigas españoles, «para conocer amigas y ellas no pueden pronunciar muy bien, pues nosotras nos ponemos nombre de español, yo me llamo Silvia». Cuando acabe ESO no querría hacer bachillerato; dice que le gustaría entrar en el Ejército: «¿Sabes por qué quiero hacer ejército?... ¡Porque me tengo que proteger! Porque cuando llevo un bolso, aunque no llevo bolso, pero te digo ejemplo, cuando llevo un bolso, piensan que tengo mucho dinero o una cosa y viene un ladrón, ¿qué debo hacer? No puedo protegerme…». Considera, sin embargo, que sus padres no lo aceptarán. Su padre le bromea con lo pequeña que es de estatura para ir al Ejército. Respecto a las expectativas o lo que sus padres esperan de ella dice: «Mi madre no le gusta mucho lo que aprendo en el instituto, a ella le gusta que aprenda el idioma, sobre abogado, justicia, médico, para ayudar a mis amigos, mi tía y al resto de la familia…»; «y mi padre, ¿qué espera? Uhmmmmm, que esté todos los días alegre». Se ha sentido muy apoyada por algunas profesoras. Nombra a varias con las que tiene muy buena relación y que le ayudaron a superar las dificultades con el idioma. Una profesora le anima a seguir estudiando, pero ella se hace la perezosa. Por otra parte dice: «Me gustaría viajar, ver países, aprender idiomas, escritora, camarera, abogada… Todavía no pienso porque soy pequeña, ¿quién sabe el futuro?». Su abuelo tiene actualmente 80 años y su abuela, 74. «Yo creo que las personas cuando viven en un pueblo la vida es más larga, viven mejor, también pueden ir a la montaña». «Ahora hablo cada semana con mis abuelos por teléfono… Mi madre (abuela) es una mujer muy buena, y casi siempre me preguntan cuándo vuelvo allí. Es que mis abuelos no tienen ningún nieto ni nieta allí, ni hijos tampoco… Siempre me preguntan cuándo vuelvo, llorando…, porque todos los días cuando estaba y volvía a casa los llamaba y decía: “Ya vuelvo abuelo” y ahora noooo». Su abuelo, cuando escucha la voz de una niña que llama, la recuerda llamándoles al volver de la escuela. Espera ir a visitarlos el año que viene y llevarles regalos. 126
Sus consejos para otros chicos/as que viven la experiencia de emigrar los dirige no tanto a ellos como a sus padres. «Ellos tienen que ser más responsables, no pueden todos los días discutir; si lo hacen así seguro que influye en los niños y los chicos todos los días alegre y ya está». «Cuando los padres todos los días así, discutir o pelear, los niños están mirando, no lo puedo explicar… Un niño entonces no quiere hablar con una persona, y tampoco no quiere jugar con una persona, solo le gusta estar sola. Y también, algún chico es malo… mis padres así, pues yo también así; por eso los padres tienen que mejorar su relación». Pero también tiene un mensaje para los chicos: «Aquí también tienen que aprender a ser responsables, no pueden muy egoístas». Comentarios La entrevistadora describió a Silvia con un acento y una entonación graciosos, su hablar era entusiasta y espontáneo, con abundantes toques de humor. Varios aspectos destacan en su relato desde nuestro punto de vista: cómo entiende la separación de su madre siendo niña, su preocupación por las discusiones parentales y el sentimiento de desprotección al que alude cuando habla de una profesión futura. Silvia nos explica cómo «ir a comprar caramelos y volver» fue para ella una manera de entender o simbolizar la ausencia de su madre, convirtiéndose los caramelos en un significante y objeto que la calmará de la posible angustia e incomprensión de la desaparición de su madre (con la que no hablará en dos años). Manda a sus hermanos a comprar caramelos «cuando ella quiere», ratificando que, aunque hay ausencia, van a volver. También le gusta que en casa de sus amigas sus padres le den caramelos y galletas. De otra «amenaza» de separación nos habla que parece preocuparle, la de sus padres. Como ejemplo nos remite a una amiga que ha vivido el divorcio de los suyos. Seguidamente relatará las discusiones entre sus padres, y aunque su madre les va preguntando con quién se quedarían ella y sus hermanos si se separasen, si con su padre o con ella, Silvia dice: «Aunque no haya amor no se separarán, porque tienen unos hijos muy guapos». Sin embargo, describe muy bien qué les ocurre a los hijos cuando los padres gritan y discuten; de hecho, habla de ello en sus consejos, que sorprendentemente dirige a los padres. Se describe ingenua y pequeña, pequeña de estatura y pequeña para pensarse como adulta, ya se verá en el futuro. La responsabilidad y ese cambio tan brusco que ha vivido al venir a España, parece que es algo grande para ella, siendo su sentimiento, tras la separación de sus abuelos y llegada a este nuevo país, de desprotección (no sabemos si ya existía antes). Por ello, cuando habla de su independencia y futuro, remite, aunque sea en la fantasía, a su incorporación al Ejército que claramente expresa como una manera de protegerse. 127
Sus padres tienen distintos deseos sobre ella. Su madre alberga proyectos de futuro hacia la autonomía y crecimiento, aunque sea para ayudar a los suyos, que aprenda el idioma, que sea abogado, médico... Su padre no le impulsa tanto al futuro, desea que siempre esté contenta. Ella no sabe, es pequeña. Sin embargo, sí hace por relacionarse con otros chicos y chicas, también de este país. Va viendo cosas bonitas, frente a la fealdad que experimentó en el paisaje y en las personas al llegar aquí. Y se hace llamar con un nombre español para que los españoles no tengan problemas al pronunciarlo. Una resolución parcial del duelo en el «como si» «YO ME PROPUSE HACER COMO QUE VIVO EN MI PAÍS… AL HACER ESO TODAS LAS COSAS ME GUSTAN» José creció en un pueblo de otro continente; tiene 15 años, y llegó a España con 12 años. Recordar qué edad tenía cuando llegó le resulta confuso; esa dificultad para recordar le sorprende y le incomoda, se repite durante toda la entrevista. Su padre llevaba cuatro años viviendo en España cuando les reagrupó a él y a su hermana. Venía hacía lo desconocido, con la inquietud de reencontrarse con su padre, y la tristeza de abandonar su lugar de origen y a parte de su familia. Al año de estar él aquí, «cuando salieron los papeles», vino su madre y el resto de las hermanas y hermanos que quedaron allí. Él no participó en la preparación de la marcha: «Mis padres me trajeron; compró el pasaje y yo no me podía quejar»; y aparece la división en la familia: «No, no sé, también mi hermana sí quería irse, no quería quedar, porque yo me quería quedar pero…». «Si se llega a quedar mi madre o algún hermano, yo me hubiera quedado, pero se vienen todos y me quedo solo». Su primera migración la vivió dentro de su país, cuando abandonaron el pueblo para instalarse en una ciudad; ese fue un gran cambio. Aquella ciudad y Zaragoza, salvando las diferencias, tenían aspectos de la vida urbana que los ve parecidos. De su experiencia allí dice no acordarse, vivieron con su abuela y primos: «Como tenía doce años se me olvidó un poco». Le costó despedirse de sus amigos; allá no le queda familia, la mayoría emigró a otros países. Cuando llegó a Zaragoza se ahogaba, le dolía el pecho, pues supuso un gran cambio de altitud. Ahora viven todos en España, pero siente que no están juntos: su padre está trabajando junto a su hermano en Lérida, su hermana mayor vive con su propia familia, así que «ya estamos solo tres en casa». «Y acá está bien, normal»; «es muy distinto la forma de vivir sí, de cultura y todo eso, pero ya me voy acostumbrando, bueno, poco a poco, aunque me ha tardado un año acostumbrarme, me voy acostumbrando…». 128
El verano anterior pudo regresar a su pueblo, vio a la gente igual que siempre, igual de pobres: «Igual, así pobres, así más o menos, que no les va bien, sí, en el pueblo no había cambiado nada, las casas así de chabolas, no ha cambiado nada». El vivir en otros lugares, con otra calidad de vida, le hacía percibir mejor cada detalle de la pobreza, de la organización social, de la política. Ve muchas diferencias entre esta sociedad y aquella, pero le cuesta mucho explicarlas; nombra la falta de desarrollo económico en su país, el paro. Él ha vivido en diferentes lugares y puede comparar; piensa que el que no ha vivido en otros lugares no lo entiende. Cuando llegó a España le costó empezar a situarse: «Estaba más o menos unos cinco meses sin tener amigos ni nada, con mi hermana»; y hasta que no arregló sus papeles no se inscribió en el instituto. La entrada en el instituto fue difícil; llegó muy motivado a clase y se esforzaba mucho, pero hacer amigos le costó un poco más. Al tener amigos se relajó, y es ahora cuando los estudios se le complican. Va viendo que hay que esforzarse mucho más. Al llegar al instituto escuchaba y observaba. Aunque a él no le insultaron directamente, sí lo hacían a otros chicos extranjeros; piensa que al haber más diversidad, eso ha dejado de pasar y se está aceptando mejor la entrada de gente de otros países. Tuvo bastantes problemas para hacer los trámites de regularización administrativa; él mismo se resistía a hacerlos. Lo que lo convenció para colaborar fue que si no lo hacía, era inviable viajar a su país y volver a España. Tiene amigos «de todas partes, de acá de España, Rumanía, Ecuador, Venezuela, Argentina, hay de muchos lugares, incluso de Irán». Le gusta conversar de política, de economía. Se informa de cómo va la vida en su país y en otros lugares y tiene amigos de distintas nacionalidades a través de Internet. No participa en ningún grupo religioso. En su tiempo libre le gusta ir al cine con los amigos, salir al parque a charlar, jugar al futbol… «Lo que cualquier chico normal». Este verano puede que vaya a trabajar con su padre de prueba. A él le motiva por ganar dinero y volver a su país; su madre también quiere volver este verano. Aunque no conoce España y el resto de Europa, no tiene especial interés; piensa que es todo lo mismo. Para poder ver diferencias, cree que hay que ir a África o América. Él tiene curiosidad por seguir conociendo su país, visitar el distrito donde vivía con su abuela, cerca del mar. Este lugar le gustaba, es uno de los distritos de clase media emergente de la ciudad donde vivía, con grandes zonas verdes y varias universidades, un lugar tranquilo y no conflictivo. Cuando hablamos de las diferencias entre los chicos y chicas de aquí y los de allí, comenta aspectos de su cultura, le parece que especialmente en las zonas rurales la gente es muy cerrada y religiosa, hay muchas cosas que se interpretan como propias 129
de pecadores, a él le gusta una sociedad más abierta, aunque no le agradan algunos hábitos que ve en algunos jóvenes, como el fumar. Cree que la relación con los padres aquí es más complicada, y los chicos y chicas españoles más desobedientes. A sus padres los ve bien en España. Respecto a su madre, cree que está mejor que allí; tal vez pensaba demasiado, tenía más preocupaciones y algún problema de salud que aquí fue mejorando. A pesar de ello, el hecho de estar todo el tiempo en casa y no trabajar fuera no le va bien. Su padre intuye que está mejor, pero no lo tiene muy claro. Sus hermanos mayores prefieren vivir en España, les gusta más esto, y también a los pequeños; al tener menos años cree que se integran con más facilidad. Así, él es el diferente de la familia. Dice gustarle España y las cosas que no le gustan no las considera importantes, pero le gusta más su país. Sin embargo, es tan difícil explicar por qué… «No sé, la forma de vivir, los amigos y todo eso. Es que es distinto. La forma de comportarse allá es más… Es distinto que aquí, y me gusta y bueno, no sé». Hay mucha confusión, no está claro su proceso de adaptación. «Sí, es como, es que… es que yo me propuse hacer como que vivo en mi país, o sea, me mentalicé, ahí, como… o sea… cómo se dice… y no sé, al hacer eso, todas las cosas me gustan y no sé, más normal. Se lleva mejor». Con sus hermanos pequeños no tiene mucha relación, no habla mucho, sabe que todos quieren estudiar, pero él teme el fracaso escolar. Ahora está en trámites para sacarse su DNI de allí; parece que le hace ilusión. Quiere continuar algo más en España, continuar sus estudios, y cuando consiga buena formación, le gustaría volver. No ve claro su futuro aquí, ni su orientación profesional; hubo un tiempo que incluso estuvo barajando la posibilidad de volverse a estudiar allí, con su abuela. Ahora cree que, al haber apostado por quedarse, tiene que afrontarlo para tener algo; si no, se queda a medias. Piensa en volver a los 25 o 30 años, y lo poco que consiga aquí a nivel profesional, tendrá mayor valor en su país. A la petición de algún consejo para los chicos y chicas que vivan esta experiencia, no sé siente capaz de dar consejos, pero comenta: «No sé, es que la gente se va dando cuenta de las cosas, entonces ya según eso, va haciendo las cosas que quiere hacer, y las otras cosas pues no sé, igual las deja de lado, no sé, pues…, consejos no se dar ahí». Comentarios La entrevistadora señala la dificultad de José para hablar durante su encuentro: el muchacho repite las expresiones «no sé», «no sé explicarlo», «no me acuerdo». Al 130
intentar pensar en su pasado se pone nervioso, está confuso con las fechas, se bloquea. A veces confunde el aquí y allí. Sus padres le trajeron, él no quería venir, pero tampoco quedarse solo. Cree que es el que peor se encuentra de su familia; sus hermanos y hermanas sí quieren estar en España. Sin embargo, su interés está en su país, quiere seguir conociéndolo, no así Europa. Tampoco tiene prisa en regularizar sus papeles, salvo cuando sabe que ello le va a permitir viajar mejor a su país, y ahora que está consiguiendo el DNI de su país, está ilusionado. Realiza un juego mental para poder estar mejor aquí, hacer como que está en su país; entonces ya todas las cosas le gustan. Si esto le ayuda de momento, también le crea una confusión respecto a los lugares, acontecimientos y personas de aquí y de allí, que aunque propia en los primeros momentos de llegada a un nuevo lugar, parece alargarse en el tiempo. En José parece prevalecer el duelo por lo dejado, por lo que no va a poder hacer y bastante confusión. Su dificultad en los estudios puede tener que ver con esto. Pero como él dice: «Me voy acostumbrando». La fantasía de resolución del duelo por medio de la repetición de una situación anterior «CON EL CHALÉ NOS VA A CAMBIAR LA VIDA» Estefan tiene 15 años y vino con 13 a España, para reencontrarse con sus padres, de los que se separó a los 9 años. Ha estado solo allí y solo aquí. Quiere tener un buen futuro. Estefan vivía en una ciudad, y tenía 9 años cuando su padre, invitado por su tío, se decidió a migrar hacia España; al año sería su madre la que partiría. La migración de sus padres la vivió con mucha dificultad: «Cuando vino mi padre a España al principio estábamos un poco felices porque nos cambiaríamos de ciudad, teníamos más dinero, como se gana bien». Pero fue más duro cuando también emigró su madre y quedó solo con la abuela. «Le llamó a mi madre, vino mi madre y me quedé con mi abuela, me quedé como que sin padres, con eso, fue un poco difícil al principio, porque bueno, sin padres y sin eso, sin mamá no es igual». Desde niño sufría una enfermedad en su país, por la que le intervinieron quirúrgicamente: «Me operaron a los 9 años, por ahí». Esta operación se repitió hasta seis veces; la última fue un año antes de que partiera su madre. Quedarse solo con su abuela, que era muy mayor, tenía una ventaja para él: hacía lo que le daba la gana. «Con mi abuela hacía lo que me daba la gana, venía a las dos o las tres de la noche a casa, no me decía nada». Sus padres le enviaban dinero, con lo cual era un niño bastante solvente, podía ir a discotecas, aunque esas ventajas iban acompañadas de soledad; no podía contar con la ayuda de sus padres, los echaba de 131
menos, no podía contarles las cosas que le pasaban, había que esperar al teléfono. Por otra parte, él ayudaba a su abuela en algunas tareas. «Sí, de la casa y estaba pequeño con 10 años, y no podía hacer muchas cosas como niño, ni de mayor ahora, estoy peor…». Deseando el reencuentro, se acercaba el momento de venir a España. Habían pasado tres años desde que su madre marchara, pero a la ilusión se sumaban los temores, las dudas y la tristeza por lo que dejaba atrás. «Después, mis padres me dijeron que… no entendía, creí que vengo a España, pero después... al transcurrir el tiempo…si vengo a España no conozco a nadie de ahí, no hablo el idioma, tengo mis amigos, mi… y todo eso detrás». La despedida no fue fácil, despedirse de sus amigos, de su abuela, de su casa. El viaje lo recuerda con dureza, fue un viaje en autobús, largo e incómodo y agravó los síntomas de su enfermedad: «Tenía unos problemas; en el autobús no hice mis necesidades y todo eso y cuando llegué a España lo pasé fatal, una semana hasta que mi cuerpo se… ». Al llegar a España se sentía un poco bien: «Porque conozco nueva gente, como es ciudad»; y un poco mal: «Cuando vine me quedaba solo en casa, no… Si llamaba alguien a la puerta, llamaba a mis padres, “que llaman, ¿qué le digo?”, ¿sabes?... No sabía». Sus padres no tenían mucho tiempo de acompañarlo: «Lloraba por la noche en la cama, me decía: “¿Qué hago yo en España sin saber nada?”. Dejé todo, el chalé, mis amigos y todo eso»…; «dormía mal, mis padres me ayudaban poco porque se iban a trabajar y eso, no podían cuidar de mí cada día». Al poco de llegar se incorporó a la ESO: «No sabía nada, me perdía, en el colegio me decían tonterías, ¿sabes? Y eso, bueno, me sentí mal, marginado, como no tenía ningún amigo»… «Por no saber hablar, los amigos españoles me insultaban, me hacían decir cosas que no estaban bien como insultar a la gente, a los profesores también». A esto hubo que añadir que su enfermedad empeoró: «Ahora estoy bien, también me operaron aquí, en el hospital Clínico, tuve un problema de colon con el clima y eso, ahora ya estoy bien, ya no más problemas». El tiempo más difícil para él fueron los tres primeros meses; poco a poco fue aprendiendo el idioma y eso le hizo sentirse un poco más como los demás: «Aprendí a leer español y después ya dije las cosas como todos». Le apoyaron unos primos, le contaban que habían pasado por lo mismo y que cuando aprendiera español se resolvería. Su padre también lo pasó mal al principio, no tenía «papeles»; hay gente que llega y no tienen dónde dormir, van trampeando por trabajo día a día, no podía conseguir crédito para abrir su negocio… Dice que a él le ayudó a estar mejor tomar distancia con su país, hacer amigos españoles, no ver la televisión ni escuchar música de su país, hablar con menos 132
frecuencia con su abuela, huir de los sentimientos de pérdida, de la nostalgia, «y así me acostumbré a la vida de mis amigos y todo eso». Siente que al venir a España ha perdido libertad, ya no solo por vivir con sus padres, sino porque la vida allí es distinta. «Muy mal, teníamos más libertad allí los chicos. No íbamos al colegio y nos dejaban; jugábamos al fútbol, nos gustaba jugar al fútbol, teníamos unos patios hechos detrás de un bloque para jugar y todo eso». Al principio le deslumbró la tecnología, juegos originales de la play, las grandes superficies, pero ahora se da cuenta de que aquí no hay tiempo, ni apenas lugares para jugar, y a eso añade que la policía controla mucho lo que se hacen en las calles. «La poli te dice: “¿Por qué fumas?”, o si tienes drogas y eso, en mi país no pasaba esto, te ibas detrás del cole y fumabas». Piensa que aquí multan por todo. La relación con sus padres también ha cambiado: cuando vivían en el chalé con un patio donde reunir a todos los amigos de sus padres, sentía que todos estaban más unidos. Su madre entonces no trabajaba. Aquí se siente solo, le faltan esas relaciones y a sus padres los ve poco a lo largo del día, los ve por la noche: «Me iba al colegio, no encuentro a mis padres en casa porque trabajan, o si los encuentro es por la noche, están cansados y se meten en la cama y ya no hablamos tanto». Espera que el sacrificio que sus padres están haciendo trabajando tanto sirva para ahorrar. Tienen la ilusión de comprar un chalé que han visto en un pueblo, cerca de sus primos, y espera que eso les permita recuperar algo del estilo de vida que tenían en su país. «Sí, eso nos va a cambiar la vida, seguro, porque vamos a dar fiestas y eso, como hacíamos en nuestro país». Comenta que esta vida no es compatible con la convivencia con los vecinos en un piso. Él seguiría acudiendo a clase y bajando a Zaragoza en el coche con sus padres cuando ellos fueran por la mañana a su negocio. En relación con los estudios, quiere continuar. Sus padres dan más importancia a sus estudios al estar en un país extranjero y le transmiten que hay que hacer un mayor esfuerzo. En relación con cómo le están educando sus padres dice: «Pues como no tienen tiempo más o menos bien, ¿sabes? Aunque algunas veces si saco malas notas me dicen: “Hijo mío, no pasa nada, pero tienes que estudiar más para sacar buenas notas, que estás en un país extranjero”»; aunque pasan poco tiempo juntos, dice que le apoyan. En su tiempo libre le gusta salir con sus amigos; la mayoría son españoles, aunque también tiene amigos de su país: «Salgo con mis amigos, más con españoles, es que con los de allá no me gusta salir porque… no sé, los españoles los veo más educados y nos vamos a muchos lugares. Con mis amigos, por ejemplo, nos reunimos en un sitio y nos quedamos ahí toda la noche, pero con los españoles te vas a Gran Casa, juegas al billar, al bowling… Es más diversión con los españoles». Le pesan las generalizaciones que se hacen y los prejuicios, culpabiliza de ello a sus compatriotas que cometen delitos en España. Tiene buena relación con sus amigos 133
españoles, los cuales también son amigos de los extranjeros, pero observa que muchos consumen drogas desde muy pequeños. Las drogas están presentes en el instituto; algo que dice no sucede en su país. A él no le gusta, por eso ha encontrado un grupito de amigos que no consumen. La relación con las personas ancianas es difícil: tiene una vecina que le insulta en la escalera, que rechaza a los inmigrantes. Este rechazo lo siente a menudo de este tipo de población, aunque también ve gente distinta. Sus padres tienen muchos clientes y algún trabajador español. A las chicas españolas las ve más infantiles en sus relaciones con los chicos que a las chicas de su país, sobre todo a la hora de expresar sus sentimientos hacia ellos. Al principio en el colegio se encontró con algún chico nazi; le amenazaban al salir de clase: «Hay chicos racistas, nazis, te pegan y, aunque sean de tu clase te pueden decir: “Cuando salgas espérame, que te voy a dar una paliza”, o no sé qué…». Él sabe defenderse, dice que no le pegarán más de una vez, y finalmente han dejado de molestarle. Reconoce que hay racistas de diferentes nacionalidades, que no solo son racistas algunos chicos autóctonos. Cada semana habla con su abuela, sus tíos y sus primos. En un futuro tal vez le gustaría volver a vivir a su país: allí tiene más amigos, conoce mejor la ciudad, una ciudad de bastantes habitantes; echa de menos las costumbres, añora el invierno con nieve y las celebraciones en las que participaban los vecinos. Le gustaría estudiar Informática, trabajar con los ordenadores, «porque de pequeño mis padres me compraron un ordenador, pues ahí me… dije esto es mi vida, mi ordenador». Quiere aprender lo más posible para tener más opciones en la vida. Se imagina de mayor «con mucho dinero, como mis padres que ahora ganan mucho dinero y todo eso. Me veo con un futuro… no al alcance de todos ¿sabes?, un futuro más desarrollado, más de ricos, porque a mí de pequeño me gustaba ser famoso, como futbolista..., pero bueno, yo mi futuro, bien, porque mis padres me ayudan en todo y…». Su consejo para los chicos que emigran es que no fumen ni beban, cree que te acostumbras; conoce compatriotas alcoholizados; tiene un amigo cuyo padre está alcoholizado, maltrata a su madre y tiene una orden de alejamiento; piensa que al venir a España empiezan a beber por ser el alcohol más barato. Según él, se debería ampliar el número de profesores y horas de español en los centros de estudio, y así ayudar a los chicos inmigrantes a entender. Tampoco debería haber discriminación para los inmigrantes en el acceso a créditos bancarios y otros recursos. Le gustaría que hubiese empleo más estable y que quienes llegan tuvieran cubiertas sus necesidades básicas. 134
Comentarios Estefan añora su vida anterior, antes de que sus padres se fueran. Tenían un chalé donde hacían fiestas y se juntaban familiares y amigos y podía estar más con sus padres. Poco antes de que sus padres comenzaran a emigrar, a los 9 años, vivió varias operaciones por una enfermedad que terminó con una última intervención en España. No sabemos mucho sobre las huellas físicas y psíquicas que estas intervenciones pudieran haberle acarreado, solo nombra el peligro sobre su vida si bebe o fuma, y que es una cuestión de adaptación al clima. Remite de nuevo al pasado al plantearse el futuro, estudiará Informática, pues le gusta, y recuerda cómo sus padres le regalaron un ordenador cuando era pequeño. Él será rico, como sus padres, y alcanzará un nivel económico donde todos no pueden llegar; enlaza este sueño con sus deseos de niño por ser alguien famoso, un famoso futbolista o jugador de baloncesto. Para este muchacho, la emigración de sus padres supuso un corte. Se quedó según sus palabras «sin padres», lo cual cuenta afectado; no podía hablar con ellos sobre lo que le ocurría, y tampoco podía pedirles ayuda para sus tareas escolares. Suponemos que su madre estaba bastante con José en su país, pues no trabajaba fuera de casa; también deberíamos considerar que solo un año antes había sufrido varias operaciones. Al quedarse solo con su abuela (es hijo único) las exigencias cotidianas disminuyeron, pues dice: «Hacía lo que me daba la gana», tanto en sus horarios de vuelta a casa, como los lugares a donde iba (discoteca). Tampoco en la escuela parecía haber mucha exigencia, faltaba a clase, era más sencillo sacar buenas notas. Había más libertad, tiempo y lugares donde jugar. Cuando va a venir a España duda, tiene sus temores. Va a perderlo todo; perdió el chalé pero también va a perder a sus amigos, a su abuela… Y lo que encuentra quizás no es lo esperado. Sus padres pueden estar poco con él, y vive ese primer tiempo de soledad, desconocimiento del idioma, lugares y personas que le hacen sentirse perdido. Relata cómo llora por las noches preguntándose qué hace aquí. En su esfuerzo por estar mejor en España, decide no ver programas de su país ni hablar tanto por teléfono con su abuela y familiares. Va conociendo amigos españoles y compatriotas, padece los insultos, y esas «cosas que hacen» para reírse de uno. Palpa la opinión pública negativa sobre las personas que proceden de su país, pues algunos roban y distribuyen droga. Y a pesar de todas estas dificultades, domina ya bien el castellano (la conversación es muy fluida y agradable según el entrevistador), y tiene bastantes amigos, y, aunque dice que algunos se drogan o beben, él ahora no lo hace, rehuyendo ir a los lugares 135
donde esta práctica es más frecuente. Todos estos temas le preocupan, pues habla mucho de ello. También dedica sus consejos a los muchachos compatriotas e incluso adultos para animarles a no hacerlo, por los problemas de salud y de convivencia que conllevan. Apunta bien a las ayudas y necesidades que deberían darse a las personas que vienen de otro país. Sigue añorando lo que perdió, que tiene que ver también con pérdidas de la infancia, y cree que todo volverá a ser como antes (quizás mágicamente), cuando vuelvan a tener un chalé. Con un gran contraste cultural y dificultades externas importantes y una preponderancia del duelo migratorio «AQUÍ NO HAY NADA… ES MUY DIFÍCIL» Arin vino en patera a España cuando tenía 15 años, y, aunque se esfuerza en dominar el idioma, formarse para trabajar y conseguir sus papeles, le está resultando muy difícil. Ya lleva dos años en España y la añoranza sigue siendo un sentimiento muy fuerte. Arin forma parte de una familia de seis hermanos que vivía en un pequeño pueblo. Estudió solo algunos años, trabajaba en el campo y, para él, vivir allí era difícil. Con sus padres siempre tuvo confianza; echa de menos especialmente a su padre, a su hermano y montar a caballo. Montaba caballos de carreras, ríe recordándolo, son sus recuerdos más alegres, aunque también resalta que montar era difícil: «Allí los caballos son fuertes, saltan… (ríe y gesticula)». Tenía 15 años cuando decidió que era el momento de probar suerte y partir hacia España; conocía a gente que había emigrado: «Hay más gente que viene por aquí porque más dinero en España, y yo también venir para aquí para ganar más dinero y eso». Su hermano, cuatro años mayor que él, ya estaba en la Península. Compartió su decisión con sus padres, ellos no querían que marchara: «Muy difícil, muy difícil, no te vayas, quédate». Intentaron convencerle de que se quedara, pero él les dijo que ya había tomado la decisión de irse; sus padres no consiguieron hacerle cambiar de opinión. Primero fue a una ciudad cercana a Melilla, desde donde tras una espera de diez días saldría en patera rumbo a España. Nada cuenta de ese viaje. Su deseo era trabajar, ganar dinero y tener coche, pero las cosas no son fáciles, repite. Llegaron a España en 2005; la policía tardó un día en detenerles, prácticamente no habían salido de la playa: «Yo como soy pequeño me dejan entrar aquí en España; los mayores los devuelven allí». Entró en un centro en el que permaneció pocos días; en España tenía conocidos y se fue moviendo por varias ciudades españolas. «Luego me voy con él, me quedo con él una semana o por ahí, luego entra la policía y me 136
coge, nos cogen a los dos, me traen a Zaragoza y me meten en una cárcel o por ahí, quedo una noche por ahí, y yo entro en centro». Estuvo varios meses en el COA (Centro de Observación y Acogida de Menores del Gobierno de Aragón); después pasó a una vivienda tutelada en la que reside en la actualidad, pudiendo pasar a los 18 años a un piso de emancipación. «Sí, en el COA, me quedo ahí (silencio) tres meses, tres meses, cuando me quedan tres meses me dan un piso de ahora, ahora me dan el piso. Hasta que yo tenga los dieciocho años yo tengo que estar». En la vivienda están varios chicos y chicas; resalta que antes estaban divididos y ahora están unidos y que siempre hay un educador: «todos los días, está siempre, un “pesao”». Sus amigos son del mismo país; su amistad se remonta a cuando vivían en su pueblo. Los chicos con los que comparte piso son también algunos de sus mejores amigos. En su tiempo libre los visita en sus casas: «Quedo con mis amigos, veo la tele, música, salimos un rato fuera»; hablan de la vida, de sus planes, de qué harán o en qué van a trabajar, y también salen a divertirse. Los amigos que no viven en el piso con él llevan cinco años en España, trabajan y están bien aquí. No le gustan las drogas, dice que no consume por su bien y por su religión. «No, a mí no me gusta ni fumar, ni alcohol, ni porros, ni nada»; sus amigos tampoco consumen, pero dice que ha conocido muchos chicos que sí: «Sí, en el COA muchos lo hacen, pero no voy con ellos” El aprendizaje del idioma ha sido una de las cosas más duras para él. «No sabía nada; a la gente yo no entendía nada». «Duro, ahora tengo que estudiar, tengo que estudiar, estudiar español, tengo poco». A pesar de ir terminando el curso de albañilería, de estar en una vivienda tutelada, ve las cosas muy difíciles aquí, sus papeles no están resueltos, tiene mucha dificultad con el idioma y, sobre todo, echa de menos a su padre y a su hermano. «Aquí no hay nada», repite. No ve claras las posibilidades y tampoco sabe explicar las dificultades; sus expectativas no se han cumplido, transmite decepción y desánimo, pero tiene claro que su opción sigue siendo quedarse en España y seguir adelante. No se ve volviendo a su país salvo de vacaciones, y espera que sus padres puedan venir aquí: «No, más que nada, mis padres y eso vendrán aquí». La buena relación que tiene con sus padres le ha ayudado a estar mejor, puede hablar con ellos por teléfono: «Les cuento todo que me ha pasado, todo…». Cuando está mal les llama, pero hay cosas que prefiere guardarse: «Sí, cuando se me ha roto una mano yo llamo y no se lo cuento». Sus padres le dicen «que tengo que aprender, trabajar y no quedarte fumando y borracho y todo, y hacer la vida bien y eso». Tampoco les cuenta sobre sus novias no musulmanas; conoce chicas, va teniendo sus novias, pero con ellas no piensa en casarse, aunque «si me quedo aquí, sí; si no, no». Cuando piensa en la posibilidad de formar una pareja cree que es mejor que sea 137
con una chica de su país: «Si es con una chica de allí mejor, luego vienen mis padres, hermanos. Si es musulmana mejor». Considera que las chicas de allá y las españolas son distintas: «En mi país te hacen caso y las españolas, no», pero por el momento él se relaciona con chicas de otras nacionalidades. Su relación con españoles es escasa; en el centro donde estudia ha conocido algún chico español. Ve con cierta indiferencia a los autóctonos: «Ni bien ni mal, no me han dicho nada, no he tenido ningún problema». Con el dinero que gana en las prácticas de albañilería: «Mando algo o le compro algo a mi hermano». Su deseo, además de tener un buen trabajo y coche, es poder ayudar a sus padres y cree que si él está bien lo conseguirá. En cuanto a sus creencias religiosas dice que practica «como siempre», va a la mezquita, conoce la de Oliver, la del Casco Viejo y la de Delicias. Su consejo para otros chicos que viven la migración es que han de tener paciencia: «Poco a poco, la prisa mata». Comentarios Esta entrevista conllevó cierta dificultad para el entrevistador. Comenta problemas para conseguir una conversación con Arin, pues respondía con muchos monosílabos, sobre todo sí y no, respuestas cerradas, había muchos silencios y cierta dificultad para expresarse en castellano. Arin se muestra tranquilo, habla despacio y pensando lo que dice. Por otro lado, según el entrevistador, no parece transmitir emociones, apareciendo el silencio cuando se refiere a la familia y aspectos de su país, tiempo en el COA, etc. «Es como si no pudiera poner palabras a su historia», nos dice. Sí capta un tono apesadumbrado en determinados momentos. Interpretar estos signos no es fácil, debemos tener en cuenta su situación. Como menor no acompañado, está tutelado por la Diputación General de Aragón y depende de sus instituciones y profesionales para todo lo que tiene que ver con su supervivencia y consecución de papeles y trabajo, sueño que claramente expone. Seguramente ha sido entrevistado muchas veces y suponemos en él cierto cuidado con lo que dice; la desconfianza y/o precaución también serían entendibles ante los grandes contrastes culturales y las dificultades para poderse entender en castellano y conseguir lo que vino a buscar. Es difícil que un menor no acompañado confíe y hable acerca de su historia, sobre todo en lo referente a momentos y experiencias dolorosas. La privacidad es especialmente importante para estos chicos (varones en este caso), y su confianza suele ser mayor con personas del propio país. En todo caso se ha podido construir un relato en el que Arin nos muestra algo de su recorrido y la situación en la que se encuentra. Su vivencia subjetiva queda reflejada en la respuesta que da cuando se refiere a lo que ha encontrado en España: «No hay nada». 138
Y así debemos aceptarlo, por mucho que se le de manutención, lugar donde estar, formación, dinero, y tenga amigos… su vivencia es de «nada». Aquí no encuentra nada, y además «es muy difícil». Con la palabra difícil describe la despedida de sus padres, poder entenderse con españoles en su idioma, estudiar, conseguir sus papeles de residencia y trabajo, o una actividad que le proporcione el suficiente dinero para poder traer a sus padres (y tener un coche). Él tenía un futuro proyectado que no sabe si se va a poder realizar. Cuando venía estaba seguro de poder conseguirlo; ahora su respuesta es «no sé». Apenas se relaciona con chicos españoles; sus amigos vienen del mismo pueblo, él quisiera estar como algunos de ellos, con trabajo. Aparentemente, su situación no parece tan mala y, sin embargo, la vivencia, sí. Quizás tenga que ver con que pronto cumplirá los 18 años y siendo mayor de edad puede dejar de ser tutelado por DGA. Pero no lo sabemos, porque no dice nada sobre esto. Si atendiéramos a Arin, tendríamos que escuchar esta apreciación subjetiva de «no hay nada» y lo que es «difícil» para él y ver qué puede desplegar en su decir a partir de estos significantes. «ES DIFÍCIL ESTUDIAR COMO LOS CHICOS ESPAÑOLES» Ayoub nació en un pequeño pueblo. Emigró con su familia a España cuando tenía 13 años, y, aunque tenía ilusión por venir, echa de menos al resto de su familia. Habla de sus contradicciones, dificultades y contrastes entre su cultura y la que encuentra en España. El padre de Ayoub vino a España cuando él tenía un año, y hasta que no legalizó su situación no pudo volver a su país; entonces Ayoub ya tenía cinco años. Estos cuatro años sin su padre, fueron años de espera, vivía con su madre y su padre estaba presente a pesar de su ausencia; estaban siempre esperando su regreso. No se acordaba de él, pero cuando volvió «estaba muy contento», porque la vida sin su padre era difícil: «Pues un poco mal, sí, solo con mi madre y eso, es que si no tienes control tu padre, no puedes hacer nada, pues, es que estoy esperando y mi padre ha quedado cuatro años…». A partir de ese momento volvía con ellos una o dos veces al año. Su madre estaba bien, «pero no es normal que tu padre que… que no está tu padre, que no está tu padre, es que…». Las familias, materna y paterna, vivían en ciudades diferentes. Vivió una primera migración cuando tenía 9 años. En el año 2000 dejaron su pueblo para ir a vivir a una ciudad cercana; la vida en el pueblo no era muy cómoda para su madre, no había tiendas y el mercado era dos días a la semana. Al principio lo pasó muy mal, pensaba en sus amigos, pero conforme fue pasando el tiempo… le gustaba, era una ciudad grande, tenía de todo, le gustaba vivir allí. 139
Ayoub oía hablar de España, todo lo que oía era bueno: «Que ahí la mujer más buena que aquí, que ahí la gente, todo está bien, trabajando muy bien, que cobrando más que aquí, y la vida en España es mejor que aquí y eso… Que en España hay menos problemas, que hay trabajo…». Y la idea de venir también le ilusionaba, le agradaba pensar que aquí tenía más expectativas de futuro: «Pensaba que muy bien, me va a salir muy bien aquí, me voy a encontrar mejor aquí que allí»; «es que allí te vas a hacer mayor y no encuentras trabajo y si lo encuentras no te pagan mucho, aquí más fácil…». Tiene amigos en su país con la expectativa de emigrar, pero es difícil para ellos porque no tienen familia en España. Otros amigos suyos habían emigrado antes que él, y viven en Zaragoza y en Barcelona. A su madre la idea de venir a España no le gustaba; ella hubiera preferido quedarse con la familia: «La mujer está mejor ahí, su familia y todo, es que a ella le daba igual venir, a nosotros no». Su ilusión es hacerse una casa en su país y volver para montar un negocio. Todos los hermanos querían venir a España: son cuatro, la pequeña ha nacido aquí. Todos estaban tan contentos como él cuando supieron que iban a venir a España. Sin embargo, al llegar lo pasó muy mal: «Fue muy mal; es que estoy pensando en mi país y eso, al principio siempre te va a salir muy mal, que además cuando vamos el verano de vacaciones allí, y volvemos aquí pues también… Cuando vas te vas contento, pero cuando vuelves no te vuelves contento, es que dejas a toda la familia ahí y estás pensando en ellos y todo…». Pero España le gustó; le gustó todo. Llegaron a Málaga, donde vivían familiares de su madre, tanto a su madre como a él les hubiera gustado quedarse a vivir allí, pero su padre tiene el trabajo en Zaragoza y es aquí donde se han instalado. Se decepcionó al llegar a Zaragoza; no le gustan las calles del Casco Viejo. Son estrechas, sucias: «Creía que en España no había eso y sí que lo había. Que no hay basura en la calle ahí, que todo está limpio. En algunos sitios sí, pero en algunos sitios no, como por ejemplo en el Casco Viejo y eso, no está bien»… «Huelen mal, hay mucha gente que no respeta, borracha». «En Casco como hay mucha marcha, ecuatorianos, muchos rumanos, moros y eso, todo, muchos gitanos». Lo más duro para él era desconocer nuestro idioma, no sabía hablar castellano y así no podía hacer nada, no podía salir, no podía hablar con nadie, tenía que quedarse en casa, solo con la familia. «Luego cuando vino un amigo de Sevilla aquí también, vinieron con nosotros así; y estaba también hace dos años y él sabe español muy bien, nos ha enseñado un poco, en mi casa y todo, y luego salimos siempre con él, íbamos en Zaragoza todo, en Zaragoza, dando vueltas». «Mi amigo y estudiar en colegio te ayuda a aprender español; hay profesores que solo aprender para aprender, y todos los profesores me ayudaron y toda la familia». Al llegar a Zaragoza, estuvo esperando un tiempo hasta que pudo entrar en la escuela, y ya casi era final de curso. Al año siguiente empezó de nuevo; no se sintió mal en la escuela, se centró en el idioma, aprovechó la enseñanza que se impartía en 140
la clase con solo extranjeros y dice que estuvo muy bien; no obstante, repitió los dos cursos. Estuvo tres años acudiendo a clase, pero le resultaba muy difícil estudiar, sobre todo por el idioma: «Difícil estudiar como los chicos españoles…». Quiere orientarse a formación profesional para poder trabajar. Le llamó la atención lo respetuosa que es la gente aquí, aunque en su país hay de todo, en general, cree que aquí las personas se respetan más, hay menos peleas y es más difícil que surjan problemas: «Aquí que toda la gente es muy buena, no busca hacer problemas, no como allí». Ayoub se siente cómodo por la calle. Cuando vuelve de vacaciones, a sus amigos les cuenta solo las cosas positivas, que en España todo está bien, que hay mucho trabajo, que se gana bien. Su madre no habla español, no sale de casa, solo a veces, y siempre con mujeres compatriotas. Hablan en su propio idioma. Quería haber ido a aprender, pero al tener la hija pequeña… «No puede ella, ¿cómo va a hacer?». Cuando tiene que acudir a citas médicas le acompañan unas chicas jóvenes que eran de su ciudad y que llevan más tiempo en España. Antes escuchaba a su madre decir que quería volver a su país, donde tiene a su familia, pero ahora ya no le escucha decir nada; tiene una amiga con la que va al parque. Uno de los cambios que ha vivido la familia, es que ahora el padre se hace cargo de pensar lo que falta en casa para ir a comprarlo. Su madre hace algunas compras, a las que va acompañada por su amiga o por su hijo pequeño que habla español. Ayoub es musulmán, y observa que hay mucha diversidad en el modo en que se comportan las personas de su religión; hay algunos musulmanes que al llegar a España dejan de comportarse como tales, al igual que otros incrementan su práctica religiosa, y también están los que siguen funcionando como lo hacían en su país. Él, en su país, no rezaba, al llegar aquí empezó a ir a la mezquita pero ha dejado de hacerlo. Su padre va a la mezquita en fechas señaladas y su madre reza en casa, no va a la mezquita de mujeres. Aunque sus padres le dicen que vaya a rezar, él no les hace caso y se siente culpable por ello. No se considera un buen musulmán. Con respecto a la relación entre padres e hijos, le parece que aquí hablan más entre ellos. Para él, los hijos no tienen que hablar de ciertas cosas con sus padres, no tienen que contarles lo que hacen en su vida o lo que piensan, esas cosas se hablan cuando se es mayor, pero de jóvenes no. Por lo demás le parecen similares. Sale solo con un amigo compatriota que estudia también en el CSL. Cuando salen van a jugar al fútbol en el equipo del colegio al que iba antes; el equipo está formado casi íntegramente por chicos extranjeros, marroquíes y ecuatorianos, pero a pesar de jugar juntos luego salen por separado. Sobre las relaciones con chicas musulmanas comenta que las hay que intentan verse con el novio a escondidas, mintiéndoles a los padres. Ve normal que esto pase: «Es que los padres no le dejan salir si no tienen papeles de casarse», y sabe que algunas 141
chicas tienen problemas si se enteran en su familia. Ellos pueden salir con alguna chica musulmana si tienen intención de casarse. Algunas chicas de su país salen como las españolas, sin que los padres lo sepan. Cree que cuando un hombre sale con una chica sin casarse, puede suceder que luego no se case con ella. Él no se relaciona con las chicas como amigas. Esto es propio de los españoles; entre los musulmanes no existe «solo amiga», o es tu novia o tu mujer. Para él, todo esto tiene que ver con la religión. En la entrevista expresa sus contradicciones: le parece bien que un chico y una chica puedan ser amigos, pero si lo piensa desde la religión no lo ve normal; además, cree que si son solo amigos, nadie va a creer que esto sea así. Espera estar mejor los próximos años: su proyecto de futuro sigue siendo un sueño, el que traía de allí: «Que voy a comprar un coche, que voy a comprar una casa, que voy a casar y voy a vivir feliz con todo». Espera tener el suficiente dinero como para poder montar un negocio en su país e ir allí y venir a España cuando le apetezca. Ayoub se ha sentido bien recibido por los españoles; dice no haber vivido racismo en España. Y como consejo para chicos que vengan aquí dice: «Que mis compatriotas respeten como respetan los españoles, que no roben, que dejen de hacer las cosas que hacían allí». Comentarios Ayoub ha vivido varias separaciones y migraciones. Resalta que sufrió el cambio del pueblo a una ciudad en su país, sobre todo por dejar a sus amigos, aunque con el tiempo llegó a estar bien. Su venida a España iba acompañada de grandes expectativas que todavía hoy espera conseguir. Sin embargo, no es tan fácil, aunque no quiera decírselo a los amigos de su país: el nuevo idioma y el gran contraste cultural entre las creencias y formas de relacionarse de los musulmanes y los españoles marcan una distancia que de momento parece insalvable. Se ve limitado, según su relato, a pocas relaciones y estas tienen sus mismas creencias. Tampoco parece que pueda desarrollar muchas actividades lúdicas salvo el fútbol y pasear. Él es musulmán pero no se cree un buen musulmán; se siente culpable por ello. También vive contradicciones entre lo que dice su religión y lo que él cree o le gustaría hacer, aunque no lo exprese abiertamente. Describe bien cómo se encuentra su madre, desconocedora todavía del español y aislada en los quehaceres en su casa; ella desea volver con su familia. También lo permitido y no permitido en las relaciones con las chicas, con las que no puede relacionarse como iguales o amigas, sino como futuras esposas. Quizás le gustaría que fuera de otra manera, pues su discurso proviene sobre todo de lo que los padres y la tradición dicen y no puede cuestionarlo. Describe pero no opina. Conviene resaltar de nuevo que el sentimiento de culpabilidad parece un aspecto muy presente en Ayoub. La figura del padre es importante y las conversaciones con él 142
sobre lo que uno hace o sobre la propia vida no deben darse hasta la edad adulta; de pequeños esas cosas no se hablan con él. Valora y le gustan algunos aspectos de la nueva cultura, como el respeto, no habiendo vivido, según dice, actitudes racistas hacia él. Más bien cuestiona a algunos de sus compatriotas que roban a los españoles y se pelean. A pesar de ello, se percibe una gran distancia entre su mundo y el que le ha tocado vivir. «CON LOS ESPAÑOLES CUESTA MUCHO MÁS» Manuel tiene 16 años y lleva cinco en Zaragoza. A pesar del tiempo transcurrido añora su país de origen. Conoce las dificultades de otros jóvenes compatriotas y alerta de los peligros que ha ido conociendo en esta nueva sociedad. No tiene apenas recuerdos de cuando su padre vino a España; Manuel tenía entonces cinco años. Nadie le dijo dónde iba cuando se despidieron, solo que iba en busca de trabajo. Pasado el tiempo, su familia le comunicó que su padre se había ido a España. Notaba la ausencia de su padre: «Ves a los chicos con los otros padres; te pones un poco triste». Cuando él se fue, dejaron la casa familiar y se mudaron a vivir con los abuelos paternos. En su vida cotidiana, iba al colegio y, por la tarde, al salir de clase, jugaba con sus amigos en las calles de su ciudad hasta que se ponía el sol. A España llegó cuando tenía once años con su madre y un hermano, entonces de siete años. Para él, fue muy duro separarse de la familia: «Es muy fuerte, llorando, dejar a la familia allí». Sigue pensando en ella: «No vives feliz, he dejado allí, pensando en la familia aquí». Fue criado por su abuela, pasaba mucho tiempo con ella: «Hablaba con mi abuela siempre, yo me he criado con mi abuela, y me quedé mucho tiempo con mi madre solo»…; «venía del colegio y me iba a casa de mi abuela, no a la nuestra»…; «fui muy dolido cuando vinimos aquí a España». Él lloraba, pero a su abuela no quería que la vieran llorar, le dijo: «Sé un buen chico y estudia». Estaba nervioso, triste e ilusionado por venir. Pensaba en España como un mundo diferente, donde podría jugar a muchas cosas de electrónica, ordenadores, play station... Había oído de este país cosas buenas y malas. Sabe que su padre cuando llegó: «Lo pasó muy mal, no es como vine yo. Sin trabajo, sin esto, en la calle durmiendo… y lo pasó muy mal». «Hasta que tuvo papeles y pudo trabajar de albañil; también hizo otros trabajos, trabajó en la fruta…». Al llegar a Zaragoza, le impactó ver pobreza: «Yo pensaba que no hay pobreza, o gente que pide dinero, yo pensaba que todo el mundo era rico, de poder comprar y eso…». «Aquí en España si tienes trabajo puedes comprar cosas… En mi país no hay trabajo, solo vivir, pero allí no te quedas en la calle». Conoce a gente de su país que no pueden vivir aquí porque no tienen trabajo: «Y no pueden comer… Al menos allí te 143
pueden ayudar, aquí no, porque la gente desconfía de ti, no te conoce…»; «… muchos sin casa, sin dinero, sin trabajo, no pueden comer bien». Al principio se sentía muy mal, no podía respirar, como si le faltara oxígeno: «Pues viendo la gente diferente, hablar otro idioma y tú también querías hablar ese idioma pero no puedes, se te da un ataque… Que no puedes hablar ese idioma o no conoces…, como si fuera, como si no hay oxígeno, es como… Se cambia mucho, se cambia frío y eso». Le impactó el frío, un frío al que ya se está acostumbrando. Pasó un tiempo hasta que se matriculó en la escuela; allí dice haber vivido desprecio y rechazo en muchas ocasiones y sentirse diferente a los españoles. «En colegio un árabe no es como un español»… «Veía a la gente hablar y yo solo, en un rincón solo». «No salía de casa, salía muy poco, solo a veces con los amigos de mi país». Le costó un año empezar a estar bien: «Vivía muy mal, quería volver a mi país, en mi mente ya no quería venir aquí…». Le ayudó ir haciendo amigos en el colegio; la mayoría eran extranjeros como él, sentía que le comprendían; con los españoles cuesta mucho más, cree que tienen que conocerte y pasar mucho tiempo para que confíen en ti. Empezó a jugar a fútbol al salir de clase; los chicos con los que juega son todos extranjeros, se mezclan en el juego pero después cada uno se va con los de su cultura. Para él, pocos son los españoles que se mezclan, y los que acuden es porque no tienen otro lugar donde ir. Dejó la escuela: «Me costaba mucho hablar español, y eso de verbos y eso, ya no podía y he venido aquí a aprender», refiriéndose a un centro sociolaboral en el que está aprendiendo un oficio. A Manuel le gusta más su país; aquí la gente está trabajando todo el día aun cuando hay fiesta. A la gente española la percibe más cerrada pero no necesariamente mala, pues en todas partes hay gente buena y gente mala. Piensa que los españoles no comprenden a los inmigrantes y tienen desconfianza hacia ellos: «Piensan que eres extranjero». Le parece que hay pocos españoles buenos que ayuden a la gente; la mayoría viven su vida. A los cuatro años de estar en España, volvió a su país el mes de vacaciones, pero su familia se había mudado de ciudad; solo pudo pasar por donde vivía antes y saludar. Sus amigos también se habían hecho mayores, no todos estaban en la casa, o como antes, jugando en las calles. La vida de sus padres en España es muy diferente a la que tenían en su país, su madre no sale, a pesar de haber estudiado español durante dos años; la ve encerrada en casa, no se relaciona con el vecindario. Las relaciones que tiene con mujeres árabes también son superficiales, apenas hablan, se saludan y poco más. «Mi madre no sale con la gente, ¿entiendes?, no es como allí, tener vecinos, hablar con ellos. Aquí no hay vecinos, hablas con ellos solo cuando ven, “hola, hola”, nada más. Allí, viene a tu casa, vas a su casa, eso no es como aquí, solo en la casa. Mi padre también, no descansa, siempre trabajando. Y ya van acostumbrando y ya está». 144
Económicamente, a sus padres les ha ido bien, pero sufren cuando pasan malas épocas y no pueden enviar dinero a su país. Manuel cree que sus padres no son felices en España. Al hablar de sus iguales se centra en los chicos y chicas árabes, con los cuales él se relaciona más. «Allí las chicas no pueden decidir si trabajan o no, lo decide el padre. A partir de los 14 o 16 años apenas salen a la calle para jugar, pueden salir a la escuela». Su opinión es favorable a que puedan trabajar si lo deciden ellas, pero no lo es respecto a las salidas, cree que no deberían salir por la noche, pues puede ser peligroso: «Malo para ella, porque es chica, la pueden coger en la calle, violarla o algo así». Mientras que a las chicas los padres les pueden obligar, a los chicos no se les puede obligar, pero sí aconsejar y ellos deciden si quieren hacer caso al padre o no. Él no sale por la noche porque le parece que eso solo trae problemas. Nunca ha ido a una discoteca. Piensa que los jóvenes de aquí lo tienen todo; tienen más dinero y eso favorece el consumo de drogas. Prefiere alejarse de las drogas pues le parecen perjudiciales, ha visto a amigos que no consumían y que ahora sí lo hacen y le preocupa; procura aconsejarles para que lo dejen. Cree que hay que cuidarse, ir con quien te aconseja bien y no ir con gente mala. El punto de vista de Manuel ha cambiado durante estos años. Al principio veía las cosas de otra manera; no le parecía mal que los chicos se juntaran a fumar y a vivir, no creía que por eso fueran malos, pero ahora sí, ahora lo ve mal. Cree que se vuelven egoístas al llegar a España y que ya no se preocupan por los demás. Opina que esto está relacionado con el tipo de vida que se hace en España: los padres no están en casa, son más permisivos dejándolos salir de noche, les dan mucho dinero y no les prestan suficiente atención porque trabajan muchas horas y están cansados. Los padres pierden autoridad y los hijos hacen lo que quieren. La madre es secundaria en esto, los chicos han de temer al padre. Conoce chicos que han sido enviados de vuelta a su país por sus padres porque les daban muchos problemas, por ejemplo, un amigo siempre estaba pidiendo cosas a sus padres, luego robaba y, finalmente, lo mandaron de vuelta. Opina que la pérdida de autoridad sobre las hijas y los hijos tiene que ver con las leyes que hay en España: «Aquí no se puede pegar»... En los últimos minutos de entrevista comenta que a él siempre le han pegado: «No me duele, pero cuando te pegan te hace un poco de… daño, pero no mucho, como si eres pequeño y eso». Dice que su padre lo hacía porque le quiere, para que no hiciera cosas malas, que no robara, que fuera a la escuela... Los castigos aquí le parecen insuficientes, de manera que no se respeta a los padres: «Allí, si no se les respeta, te echan de casa»… «Desde que en mi país ha salido una ley contra el maltrato físico, también en la escuela, ya no te pueden pegar y los chicos ya no estudian nada». 145
«Toda la gente allí quiere emigrar a España». Habla de jóvenes que quieren salir de su país porque creen que allí no les va a servir de nada estudiar, de chicos que vienen solos para no ser controlados por los padres, de padres a los que según su opinión no les importa nada dónde están sus hijos. Algunos chicos en su país se escapan de la casa porque les pegaban; al llegar a España, llaman a su padre, y los padres les dicen: «No vuelvas a hablar conmigo, no vuelvas a la casa…»; otros, sin embargo, son alabados por sus padres por haber conseguido llegar a España. Del mismo modo hay chicos a los que les importa su padre, y otros se olvidan. Esto le preocupa. Le parece que aquí la vida de un musulmán es mala; allí iba mucho a la mezquita, pero aquí no. «Muy mal, no es como vivir allí, siempre allí escuchas la gente rezar, a la mezquita rezar, tiene tiempo para rezar y eso. Muchos aquí no puedes, aquí no puedes, cuando llegas aquí ya no puedes rezar, ves mucha gente que antes rezaba y eso, y ahora viene aquí y ya, se pone, se va a discoteca y a vivir y eso. Pero hay algunos que antes vivían allí y no rezaban y vienen aquí y rezan». Estuvo yendo unos meses a una mezquita, pero no le gusta porque cree que hay mucha gente que no reza por convicción, que solo rezan «para que confíen en él…»; por eso reza en casa. Él dice respetar todas las religiones, pero no le gusta que los musulmanes dejen de practicar y pierdan su religión; por eso suele aconsejar a sus amigos que sigan. Según Manuel, aquí las mujeres musulmanas cambian muchísimo, las chicas se olvidan de su pasado, de cómo vivían en su país. «No es como los chicos», pues para él los hombres mantienen su religión; las mujeres, no tanto, ven a las españolas y quieren ser como ellas. Las mujeres que fuman en su país son las que están fuera del control de los maridos. Él, de mayor, se casará con una buena mujer de su país, con buenas referencias. No ve claro su futuro aquí; cree que la dificultad con el nuevo idioma le ha limitado mucho para poder seguir estudiando. Se imagina viviendo en su país; es allí donde le gustaría estar. A los chicos que vengan a España les aconseja que estudien para encontrar un oficio, una profesión, que no se metan en la droga y también da un consejo a los padres en general: «Que la gente que… musulmanes, toda la gente, controle sus hijos, de salir por la noche y ver con quién anda». Comentarios Manuel desarrolla un discurso con pocas dudas o grietas, quizás por ello podemos hablar menos de aspectos relacionados con su subjetividad. El relato, sustentado en la propia experiencia, toma como referentes principales las propias costumbres y tradiciones, lo que está bien y lo que está mal. Antes de venir a España echaba de menos a su padre, pero estaba con su abuela, principal vínculo al que se refiere al hablar de su pasado y del dolor en la despedida. 146
Su ilusión era encontrar un lugar en el que todos eran ricos y felices, aunque algo conocía de las dificultades de su padre para establecerse aquí: «Dormía en la calle y no tenía trabajo». Quizás por ello lo primero que nombra por llamar su atención al llegar a Zaragoza es la pobreza que encuentra, la gente que pide y no tiene dinero, o debe dormir en la calle. Destacaría, sin embargo, la descripción que realiza de sus primeros momentos en España, pues parecen determinar actitudes y posibilidades posteriores. Su gran malestar, manifestado en el propio cuerpo por su dificultad para respirar y la falta de oxígeno, lo relaciona con no entender el idioma castellano, quedando solo y diferenciado de los españoles. Tras ello repite en varios párrafos la desconfianza que manifiestan los españoles hacia los árabes, debiendo pasar mucho tiempo para que esta desaparezca. Entre otros aspectos, la dificultad con el idioma, la desconfianza (que seguramente también habita en él) y firmes apoyos en las propias costumbres y religión decantan a este muchacho a una realidad e interpretación de la misma, limitada a un ámbito y relaciones con personas sobre todo de su propio país y extranjeros. Si al inicio había alguna apertura, el tiempo le ha ido afianzando en las propias costumbres y religión. A sus padres, aunque les va bien económicamente, no los ve felices, y él no se imagina ni viviendo ni trabajando aquí. Quiere volver a su país. Es de destacar también la descripción y crítica que realiza sobre la situación de compatriotas jóvenes que vinieron solos o que, aun teniendo a sus familiares, observa que estos se ocupan poco de ellos; sobre las dificultades de los musulmanes para rezar, sobre los cambios de las mujeres musulmanas al venir aquí, la educación, etc. Y la necesidad de control y atención de los padres hacia los hijos. «YO SOY AFRICANO RAPERO» Con 18 años vino él solo para encontrarse con su padre, al que no conocía, y con un proyecto: trabajar para ayudar a la familia. Lleva en España dos años. Destaca su sentimiento de identidad mantenido a lo largo del tiempo. Benjamín tiene 20 años; llegó a España hace dos años. En su historia hasta venir aquí hay muchos movimientos por varios países de su continente, que comienzan cuando él tiene 3 años. Vivió con una familia extensa y estudió árabe y el Corán. Durante tres años estuvo preparando sus papeles para venir a España en 2005. De España no sabía nada, apenas hablaba español, había visto españoles en la capital de su país, porque el turismo estaba aumentando allí. No sabemos de esa experiencia de ir de lado a lado, de sus soportes económicos y afectivos al vivir en diferentes países; lo que sabemos es que Benjamín tenía a su padre en España desde que él nació. El motivo de su viaje a este país era reencontrarse con él y ayudarle económicamente; su responsabilidad familiar era venir a trabajar, porque 147
allí las cosas son muy difíciles para ganar dinero y poder montar un negocio: «Como padre solo, como muchas familias tiene mucha gente aquí, nuestro padre está un poco mayor y no trabaja, nos falta para llegar; entonces su hijo tiene que trabajar, mandar dinero…»; «allí no pagan nada, para hacer negocio tienes que tener mucho dinero, y si no tienes no puedes hacer negocio, y vienes aquí para buscar dinero y pagar la vida». Recuerda con ánimo su viaje. Vino en avión a una isla española; allí pasó la noche y llegó al aeropuerto de Madrid. Estaba contento por estar en España, le impresionó la cantidad de gente que había en las ciudades, lo grandes que eran, la cantidad de coches que había, no entendía la lengua pero se defendía preguntando. Hasta llegar a Madrid pasaron muchas horas de espera; en el aeropuerto tuvo que pedir ayuda para comer algo a otro compatriota que se la negó; por fin alguien le ayudó. Le recibió su hermano y más familia, que vivían en Guadalajara, pasó con ellos una semana, hasta que por fin llegó a Zaragoza con su padre. En Madrid había muchos compatriotas y gente de otras nacionalidades. A él siempre le ha gustado el rap; se siente rapero y ha sido algo que le ha unido a otras personas: «En Madrid hay muchos africanos, más que aquí. Soy africano rapero y me juntaba con ingleses raperos. Es que en mi país hay muchos raperos». En Zaragoza se siente mejor que en Madrid. El reencuentro con su padre fue bien, aunque al principio tenían problemas: «Sí, sí, al principio tenía problemas; él dice que aquí hay muchos de los nuestros que se van a perder». De esos primeros tiempos recuerda con placer cuando iba conociendo la ciudad; estaba contento de ir a aprender español, entró en un centro tres meses para ese fin, y enseguida se puso a buscar trabajo. Le chocó el ritmo de vida en España: «Aquí no se puede dormir, aquí levantarse y buscar dinero, aquí no es como África, allí trabajar un poco y ya y casa, luego a hablar con los amigos, jugando, nada, aquí diferente, descansar poco». Su padre decía: «Aquí no como África, que aquí buscar dinero, no tengo dinero, nada». «Yo esperaba que aquí todo dinero». Inició la búsqueda de trabajo por un pueblo de la provincia de Zaragoza. Su padre y algún amigo conocían gente allí; sin saber español era lo mejor que podía hacer, así que se encontró con el mundo del campo, con los trabajadores de diferentes nacionalidades que van y vienen por los campos, que están con y sin «papeles». Se quedó allí solo. Aunque había quien pensaba que podía ser peligroso si tenía que dormir en la calle, también le decían: «No pasa nada, no volver a Zaragoza, tú has venido aquí a trabajar; si tú no quieres trabajar, tú gente flojo». Deambuló por las calles del pueblo, buscando gente, buscando información; finalmente tuvo que dormir en la calle. Era su primera vez; para él esta fue una experiencia dura, se quería ir a casa, se quería ir a su país; pasó frío, miedo, durmió con cartones al pie de la carretera, mientras pasaban los camiones. La incomprensión de lo español, la tristeza, el ruido, no le permitieron pegar ojo: «Lloré hasta las 6 de la mañana»... Aquellos con los que compartía la noche se enfadaron con él: «¿Qué hacer?, ¡o dormir aquí o vete a Zaragoza andando!». 148
El día no fue mejor: lo más urgente era resolver el hambre; buscaron kilómetros adelante y atrás, en todas las direcciones. Buscaban un campamento de mujeres africanas que cocinaban para sus compatriotas y trabajaban en los campos. Nadie sabía, todo era deambular y deambular. Otro muchacho con el que iba se fue desesperando como él: «Él pensar estar muy cansado, y yo andar mucho, y dicen: “Allí trabajar mucho…”, todo el día y toda noche y no encontrar nada». Él ha perdido todo su dinero del bolsillo, sus papeles de residencia de España, perdió todo, dice: «Mira, si una cosa pasa, mejor volver a mi país». Finalmente un español les acercó a la entrada de Zaragoza, donde pudieron coger el autobús. Cuando por fin llegó a su casa: «Mi padre casi no he visto, llorando, llorando, no lo sabe, es increíble, así, eso es». Tras esta aventura siguió con las clases de español. Poco a poco se fue haciendo a estar en España, aunque durante un tiempo quería regresar; en su país se sentía más libre. «Ahora estar muy bien, ahora me gusta, pero antes quería volver, mejor me quedo allí libre, pero aquí siempre así». En España siempre existe la presión económica, hay que buscar algo de trabajo, allí hay más escasez pero se necesita menos para vivir. «Aquí ahora estoy libre, poco trabajo, aquí estudiar»; en el centro donde estudia ha aprendido muchas cosas, visitado lugares, está satisfecho con la experiencia. Viven en un piso y, aunque dice que su padre está casado en España, no nombra a su madrastra. Dice que muchas mujeres se separan de sus maridos en su país cuando emigran los maridos, y los solteros acechan: «Solteros muy peligrosos, se separan si se ven con chicos como yo, cuando una mujer deja a su marido»… «Se separa, no meter, pero separar y mandar al marido a la calle, siempre hay muchos compatriotas que viven con sus amigos». Tiene muchos amigos de su país y en su centro se relaciona con chicos de otras nacionalidades; no tiene relación con españoles. En su tiempo libre, va con amigos de su centro de estudios al parque a jugar al fútbol. Allá disfrutaba más, cuenta que, cuando apretaba el calor, se refugiaban en lugares frondosos, tomaban té, bebían refrescos, escuchaban música en la calle, se sentaban novios y novias. Aquí le parece que todo está muy organizado: «Aquí no vas a ningún sitio, siempre viendo tele, con nadie hablar como estar pensando, estar contento con novia, aquí no tengo nada». Allí era más fácil relacionarse con chicas, flirtear, tenía muchas novias; aquí hay pocas africanas, muchas blancas, y las relaciones con ellas son distintas: «Pocas chicas, hay muchas chicas también, blancas, si no sabes entrar... poco a poco conocer y luego entrar». Siente racismo en la calle: «Siempre cuando pasear por la calle te están mirando, así, insultan, pero sobre todo aquí, yo soy de este barrio, aquí centro cuando sales a la calle, insultando, molestando, hablando, pero yo no escuchar. Yo venir aquí a buscar mejor vida». Cree que en general a la sociedad española no le gustan los extranjeros, piensan que hay demasiados extranjeros y negros a su alrededor; él observa ese rechazo 149
más en la gente joven que en la gente mayor; con los mayores él sabe relacionarse, los saluda, les muestra respeto, eso les gusta. La relación es especialmente difícil con la población gitana: «Muchos gitanos, peligroso, mal, yo conozco uno aquí y ese bueno, pero más mal». Con los españoles payos no tiene relación ninguna, sí con chicas que acuden al centro donde estudia, para él eso es lo mejor: «No, conocer pocos payos, yo mejor mujeres sí, tengo muchas amigas, hombres no». Sin embargo, la situación de las mujeres en España no la entiende, no entiende que sean iguales, no le parece bien los derechos que tienen, sobre todo porque le produce miedo, temor a sentirse indefenso. «Sí, yo he pensado (en tener novia española), pero tengo miedo, cuando estás con novia en su casa entrar cosas malas, mandar a la calle, quedar dinero y casas, y yo pensando, ¡buf!, volver a mi país y casar». Piensa que en España las mujeres tienen más derechos: «Aquí mujer África tiene derechos como hombres iguales, pero aquí mentira, mujeres diferentes. Hombre tienen fuerza más que mujeres, hombre trabajan más que mujeres, ahora los hombres matan mujeres aquí. Si eres musulmán no te gusta, sí, pero no sé, español hombre-mujer son iguales pero al revés, mujer tiene más derechos, yo no quiero mujer dejar en la calle…». Él conoce experiencias en España de parejas que han comprado piso y al separarse la mujer se ha quedado en el domicilio conyugal y ha seguido con su vida iniciando otras relaciones. Esto no le parece bien. «Los derechos de las mujeres como musulmanas y católicas, los musulmanes siempre tiene derecho de mandar sobre mujeres, quieres mujeres se queda en su casa y no puede trabajar, hombres salen buscar dinero y vivir sus hijos y tener dinero, cocinar, limpiar, ropa y todo, limpia casa, su marido siempre busca dinero». Benjamín es una persona muy religiosa, es musulmán practicante, no bebe alcohol, no fuma, no come cerdo y va a la mezquita, como su padre: «Aunque si tú no vas a la mezquita no pasa nada». El temor de su padre a la pérdida de la propia identidad que ve en algunos compatriotas al vivir en España, el menor respeto, la distancia con el islam, con su país de origen, esos miedos de su padre, hacen que tengan bastantes diferencias sobre cómo ha de vivir él aquí. Su padre no ve bien que salga mucho a pasear, pero él es joven, quiere vivir, no quiere quedarse aislado en casa, no era así como vivía en su país. Su padre piensa que puede pasear pero solo con buenas personas, no con amigos que fuman hierba y no quieren trabajar. Él ve que aquí muchos compatriotas viven trabajando lo menos posible, tirando de alquiler en alquiler sin pagar mensualidades; eso le parece mal, su padre lo reprueba: «Muy mal, si tu estar aquí, trabajar como español». A su padre tampoco le gusta su ropa de rapero, no le gustan sus cosas, sus amigos: «Casi siempre hablando tú quedar en casa, paseando no. Tus cosas no me gustan, tu ropa, déjame. Si tú no cuidado yo mandar a África hasta que seas mayor». «Ten cuidado con los españoles»… «Pero poco a poco yo cuidar y conocer gente de 150
otros países, yo conocer mala gente y yo no cambiar, yo puedo estar con la gente fumando hierbas y malas cosas, y yo no tomar, yo puedo estar». Y refiriéndose a su país: «Ahí no mucha gente trabaja… Los jóvenes fumando y tomando… pequeña Jamaica». Le gusta ir a discotecas, frecuenta los bares sin que su padre lo sepa, dice que los chicos españoles tampoco cuentan a sus padres lo que hacen. Algún día le gustaría ir a EE. UU.; cada vez migran más conocidos suyos hacia allí. Se comunica a menudo con su familia y amigos: «Cada sábado, fin de semana hablar con mi madre, hermanos y amigos y a veces novias». En el futuro se ve trabajando, ganando dinero y mandando a su familia, querría volver allí con la opción de que, si no está bien por el paro que hay, se quedará en España para seguir buscándose la vida. Su advertencia para otros jóvenes que emigran es que «se pasa muy mal». Y cree que lo que ayuda es: «Cada uno tiene su padre o madre aquí, te tienes ver controlar sus hijos para no ser mala gente, y controlarlo cuando salir, qué hacer, siempre se lo dejas libre. Yo al principio cuando me deja libre, yo vas a hacer cosas que no gusta, robar, no me gusta trabajar y así. Si no trabajo a tomar por culo, mejor casa, dejar hacer cosa mala, cada uno tiene que trabajar y hacer cosas que no gustan. Si dejas tu hijo libre y no control…». Y cree que si no se tiene a los padres, los buenos amigos pueden hacer esa función de apoyo, conoce compañeros que así lo hacen. Comentarios El entrevistador señala la dificultad que ha tenido para poder entender bien lo que Benjamín iba narrando; sin embargo, destaca su gran interés y la extensión de sus intervenciones. El humor, aunque no aparezca reflejado en el relato, es muy utilizado por él cuando habla de momentos difíciles y/o dolorosos. Se presenta con una indumentaria de rapero; va a la última en moda «afro-rap». Hay tres significantes que al leer la transcripción de la entrevista aparecen insistentemente: nada, buscar y pasear. Nada en relación con su conocimiento del idioma, dónde hay trabajo o cómo llegar a los sitios. Buscar para conseguir un trabajo y dinero. Y pasear de un lugar a otro con sus amigos compatriotas. Pasean, juegan a fútbol y van a bares y discotecas. Él esperaba que aquí «todo dinero». Pero no es así. Tiene miedo a no tener nada, y así lo manifiesta cuando se refiere a los matrimonios que se separan en España (incluso matrimonios africanos) y la mujer se queda con todo, con la casa. Su identidad es de rapero africano (mantenemos la alusión al área geográfica de origen sin especificar país), que ya fue adquirida en su país de origen. Allí, según dice, los jóvenes no trabajan tanto y están hablando, bebiendo y fumando. Aquí ha venido 151
a buscar dinero para ayudar a su familia, pero parece que todavía no ha trabajado durante estos dos años. Quizás empiece dentro de un mes. La amenaza de su padre es clara: «Si tú no cuidado, yo mandar a África hasta que seas mayor». ¿Es una dificultad para hacerse mayor? ¿Demasiado contraste con su lugar de origen y cultura? Allí parecía tenerlo todo, libertad, tiempo, familia, amigos… hasta que su padre ya mayor tiene que dejar de trabajar y no puede enviar dinero. Él también estaba ilusionado por venir a España para ganarse la vida. Pero sus inicios fueron muy duros cuando intentó buscar trabajo en el campo, y después, según refiere en sus consejos, hizo cosas que no gustan, como robar… Rescata a las figuras paterna y materna, los cuales tienen que controlar a sus hijos en cuanto a sus salidas y qué hacer, para que no sean mala gente. Esto entra en contradicción con lo que hace, sale con sus amigos todos paisanos (puede estar con gente que hace cosas malas pero no hacerlas él), y al mismo tiempo estudia para poder trabajar. Mantiene un espacio transicional semejante al que vivía en su país, aunque con algunas nuevas actividades. Debe convivir con los desprecios de algunos autóctonos por su color negro y condición de extranjero. Otros también le ayudan. Pero con hombres españoles no mantiene relaciones de amistad y no sabemos muy bien por qué. ¿Su futuro? No sabe dónde, quizás en EE. UU., quizás en su país, quizás en Zaragoza. «EN MI PAÍS HAY UNA MEMORIA MUY GRANDE» Los españoles le parecían raros: «Esos ojos, esa nariz… y la boca», al igual que algunas comidas crudas: «El jamón, el chorizo…». Vino con 10 años y ya tiene 15; sigue añorando el reencuentro con su abuela en su país. Cheung nació en un pequeño pueblo, recuerda que era feliz, vivía con su abuela, jugaba con los amigos, iba a la escuela y no tenía tiempo de aburrirse. En la misma casa vivían catorce personas distribuidas en dos habitaciones. De esas catorce personas nueve eran niñas y niños: «Había muchas camas, cabía mucha gente». Muchos tenían padres que se habían ido; además de su padre, había emigrado su tío, dejando allí a sus tres hijos. Su padre salió cuando él tenía 5 años. Vivió en otros países europeos hasta llegar a España. A sus 8 años partió su madre para reencontrarse con su marido. No recuerda qué sintió al irse su padre; era muy pequeño y no pensaba en eso, tampoco en lo que suponía para su abuela que los hijos marcharan. Fue más consciente cuando se fue su madre: «Poco triste el primer día, estaba solo y poco a poco, en unos tres meses ya fue igual, como siempre, cuando se fueron un poco triste nada más». Al principio notó mucho la ausencia de la madre, hablaban una vez por semana y ella le contaba que España estaba bien, que no entendía nada el español y estaba triste y sola con su marido. Sus conversaciones duraban unos minutos. 152
Un día les comunicaron que ya iban a venir a aquí. «Que ya vamos a España, a ver a tu madre. Bien, y al siguiente fue a una ciudad de mi país y ya vamos a España. Pero cuesta mucho salir para España, ¿eh?». «Mucho, para hacer los papeles un año como mínimo, si falla tienes que hacerlo otra vez y cuesta mucho dinero». Antes emigraron otros hermanos. La espera por ver a los padres se alargaba; la incertidumbre por cuándo se va a partir, también. Ante la noticia del viaje él se puso contento de poder ver a su madre: «Contento de ver a mi madre y nada más». «Estaba contento, no pensaba en otra cosa». Hacía tres años que no la veía. Pero lo cierto es que no tenía muchas ganas de venir a España, por conocerla un poco, sí, pero… «Con tantos niños, mis hermanos, pasamos muy bien el día». Allí se sentía feliz aunque le faltara su madre. Cuando llegó aquí tenía 10 años; sus padres vivían en un pueblo de Tarragona. A su padre casi no lo conocía. «Cuando vino ya no lo conocería y me ha dicho: “Eres mi padre”, y me he asustado un poco». «Cuando tenía un examen, me llama “un señor que viene a buscarte” y yo salí fuera y no sé quién era, estaba fuera y mi hermana me dijo: “Es tu padre”». En ese momento se sintió contento. Al llegar aquí veía raros a los españoles, sobre todo sus rasgos físicos: «Ojos, esto, la cara, las narices». También las cosas que comían: «Sí, comían jamones y yo al empezar: “¿Qué es esto?”… Porque donde vivía yo, mi abuela solo comía arroz, nada más, o fideos de estos; con jamón y chorizo, nada de esto y pensaba: “¿Qué es esto?”». Él quería probar y finalmente le gustó. Le gustó la gran cantidad de coches que encontraba; en su pueblo apenas había tráfico y los pocos que pasaban eran muy viejos y precarios. Todo le parecía «más moderno». Sus padres trabajaban durante muchas horas, de siete de la mañana a siete de la noche; su lugar de trabajo estaba muy lejos e iban en bici, el clima era muy frío. Cheung se aburría a pesar de estar con sus dos hermanos: se sentía solo, se quedaba en casa, no entendía nada y se dedicaba a dormir y a dejar pasar el tiempo. Al comenzar la escuela empezó a estar menos horas solo. Tras un año de estar aquí fue sintiéndose algo mejor; considera que un año es lo que se necesita para comprender el idioma. Salía con amigos, hizo un amigo compatriota y amigos españoles; eso le ayudó. Su único amigo compatriota llevaba muchos años en España y hablaba muy bien español y catalán; ahora vive en Gerona; con él ya no le resultó tan difícil: «Poco a poco, acostumbrado, en el colegio, en casa y estaba con mi madre también». Los chicos y chicas españoles tienen otras libertades: «Los españoles cuando tienen 18 años pueden salir y nosotros no; tienen que dar permiso del padre, no pueden salir muy tarde». Él no sale de noche, su padre no le da permiso pero dice que 153
no le importa, le gusta estar en casa y se siente más tranquilo. Dice que hay demasiada gente borracha por la calle los fines de semana. También percibe otras diferencias; cree que los españoles tienen poca memoria: «Los españoles se olvidan mucho de las cosas, los españoles dijo esto y no se acuerdan, y en mi país se recuerda para siempre. Hay una memoria muy grande». En Tarragona estudió Primaria; aquí en Zaragoza estudia 1.º de ESO: «Ahora estoy en 1.º de ESO pero casi no entiendo nada». Por ello a menudo se aburre en clase llegando a quedarse dormido, pues se acuesta muy tarde jugando al ordenador: «Mis padres me echan la bronca pero que no, como estoy solo en la habitación no lo saben». Aun así dice que le gusta ir al instituto porque se encuentra con los amigos. En Zaragoza la mayoría de sus amigos son compatriotas (aunque conoce un guineano de clase de español) y suelen jugar a baloncesto. Apenas se mezclan, cree que a los otros no les gusta jugar con ellos: «A ellos no les gusta jugar con nosotros, a mí tampoco, jugamos nosotros juntos»; a veces, algunos chicos les insultan: «Algunos dicen cosas raras, insultan un poco y eso… Yo también les insulto y pasamos así, nada más»; se meten con ellos llamándoles extranjeros. En los estudios encuentra diferencias; en su país se pueden sacar aunque no apruebes las asignaturas, basta con pagar por curso. Allí los chicos no hacen «pirola», porque no tienen dónde ir; sin embargo, en España se aburren mucho en clase y van al cíber para divertirse; además, los padres no se enteran. Dice que esto ahora ha cambiado, pues la policía controla los cíber para vigilar el absentismo escolar. Su vida en Zaragoza, según dice, es fácil: «Me levanto a las 8, vuelvo del colegio y voy a casa a comer; voy a tienda a ayudar un poco y voy a casa, ya está. Tan fácil». Las expectativas de sus padres aquí son ganar dinero y cuidar de sus hijos, vienen de una zona muy pobre. Allí todos trabajaban muchas horas en el campo; su madre está sin alfabetizar, y su padre lee y escribe con dificultad, y, aunque sabe algo de español, van acompañados por la hija en muchas circunstancias. No se relacionan con españoles. Su madre se apoya sobre todo en su hermana, con la cual habla por teléfono. Cree que el motivo para que no se relacionen es el miedo, así los españoles tienen miedo de ellos porque no les entienden, pero sobre todo, su madre, tiene miedo de los españoles. Él no lo entiende muy bien, pero cree que sus padres se preocupan por lo que puedan hacer, temen que pierdan su cultura, que se olviden de sus principios, creen que los chicos españoles salen mucho por las noches y no se portan bien. Muchos chicos procedentes de su país cambian y sus padres no quieren que esto les pase a sus hijos. Piensan que, si salen por las noches, beberán y desobedecerán. Le parece normal que los chicos beban, pues forma parte del consumo y si allí no ocurre es porque no hay dinero para consumir. 154
Sus padres esperan de él que estudie, y consiga un trabajo distinto al negocio familiar: «Que busque otro trabajo porque la tienda es solo de mis padres». Las chicas españolas le parecen muy alegres y abiertas. «Sí, da alegría, hablan de todo, se ponen esto… como se llama, esto... pírsines; en mi país no se ponen nada de esto, ni tatuajes». Lo de las pintas le parece un poco raro; no le gustan demasiado los adornos, el pelo teñido… A las chicas compatriotas las ve más serias y formales; hay muchas cosas que no se pueden hablar con ellas: «No se puede hablar de sus familias y esto, de algo importante». No sabe bien qué le gusta más. Con algunos chicos españoles las relaciones son bastante difíciles, él, aun así, tiene un amigo español, ha ido a su casa en alguna ocasión. Le gustan sus casas, dice que son «más limpias y mucho más luminosas». Observa que los suyos son más dejados dentro de casa :«Sí, la casa de los españoles está muy bien, son grandes y cuidan muy bien las casas, todo limpio, y los de mi país son un poco más vagos, trabajan mucho fuera pero dentro trabajan poquito». En su casa quien se ocupa de todo lo doméstico es la madre, y en su defecto la hermana; él solo se hace de comer cuando está solo, aunque lo normal es que coma fuera de casa. La tienda está abierta de 7 h de la mañana a 12 h de la noche todos los días de la semana; todos se turnan, sus padres descansan cuatro horas y vuelven, y él se incluye en los turnos. Reconoce que el día resulta muy cansado, y que si sus padres trabajan tanto es porque eran muy pobres: «En mi familia se trabaja mucho, trabajar, trabajar. Mis padres trabajan porque no tenían para comer; allí es difícil». Casi todos los chicos compatriotas que conoce estudian y trabajan en tiendas. «Los fines de semana casi no estudio; dejo la mochila en casa y a trabajar»; y «de la tienda a casa a ver películas de mi país, aquí son muy cortas, allí duran 100 h, las historias son muy largas». De hecho, dice que la tienda no le gusta; son muchas horas. Le gustaría volver a su país con sus abuelas porque son muy mayores; por teléfono les cuenta: «Nada, sí, bien todo, que parece aburrido aquí solo». Cheung no daría ningún consejo a los chicos que emigran a España: «Yo no diría, no hablar de esto en España, de qué tal vivís». «No daría consejos, si yo conozco a un chico le voy a ayudar». Comentarios Cheung presentó su experiencia, según nos indica la entrevistadora, de manera un tanto forzada. Así nos lo subraya él mismo cuando, al preguntarle por los consejos que daría a otros adolescentes, le responde: «Yo no diría, no hablar de esto en España, de qué tal vivís». «Si yo conozco a un chico, le voy a ayudar». 155
Acerca de su subjetividad hay dos significantes que se repiten: solo y aburrido. No está del todo solo gracias a sus amigos, antes españoles en su mayoría, ahora compatriotas o procedentes de otros países. Y soporta el aburrimiento con Internet y largas películas. Sus padres viven largas jornadas de trabajo, quienes le transmiten preocupación por su porvenir, que no quieren sea como el suyo, y tampoco desean que pierda sus propios valores. Sobre los españoles, tras sus primeras impresiones de «raros», valora sus casas luminosas y limpias, unas relaciones más abiertas con las chicas, más alegría. Y aunque en principio lo rechazaba, como quería probar, también le gusta el jamón. Sin embargo existe un distanciamiento: «A ellos no les gusta estar con nosotros»; «a veces dicen cosas raras, nos insultan». Y ubica en algún momento esta distancia en el miedo provocado por el desconocimiento… del idioma. Así su madre tiene miedo, y también los españoles; para él no pueden relacionarse porque no se entienden. Cheung vive entre dos mundos, puede valorar y apreciar aspectos de ambos, pero persiste el aburrimiento, y una añoranza por reencontrarse con su abuela.
2.3. Relatos en los que se da un distanciamiento del propio país Por experiencias negativas previas a la migración EL ABUELO, YO Y LA BICICLETA Con 16 años y viviendo en España desde hace seis años, este muchacho nos relata su complicada historia, enriquecida por numerosos recuerdos que, aunque penosos algunos, retiene en su memoria. Cuando le pregunté a Alberto cómo vivía allí, lo primero que señala es el abandono de sus padres y su confusión por cómo se comportaban. «La primera vez que me acuerdo vivía con mi abuela. Desde pequeño mi padre y mi madre me han dejado; se han separado cuando yo ya era muy pequeño. Me cuidaba mi abuela y luego, cuando me cuidaba mi abuela y mi abuelo, luego, me querían mis padres coger… pero mi abuela y mi abuelo no dejaron y se pelearon por mí» Por entonces tendría 5 años. «Me acuerdo de eso…, de lo mal que lo pasaba ahí… mi vida era una mierda, no me gustaba nada, pero aquí está mucho más mejor». Recuerda la vida en su país cargada de problemas, un niño saturado por las discusiones familiares, que lo llevaban de un lado a otro, la continua preocupación por salir adelante, los problemas familiares, económicos… A él lo iban colocando continuamente en casa de unos y otros. Incluso el ambiente escolar le parecía conflictivo, lleno de peleas. «No me gustaba, no me gusta. Vas al colegio ahí, peleas, vas a casa, discusiones por papeles, por trabajo, buah, esas cosas. Vas ahí, «tienes que 156
ir a trabajar», mi abuelo, buah, «voy», vuelve, «tienes que comprar esto», «hay dinero para esto, para esto». «… Lo que había más, son problemas». Sobre su pueblo dice: «Parecía un manicomio, no había luz, me aburría». Su viaje comenzó emigrando con sus abuelos a Italia. Allí las cosas no fueron bien, hubo problemas de dinero y volvieron a su país. Sus abuelos se vinieron después a España (él tenía 7 años); al poco también unos tíos. Alberto se quedó con una tía en su país… «Yo no pensé nada, buah, me quedo aquí solo y porque me dijo mi abuela: “Tú te vas a venir, pero más tarde, cuando salgan euros, los asuntos, porque ahora no tenemos ni dónde vivir”. Así pues yo digo: “Vale, abuela” y me quedé con mi tía ahí». Para sus abuelos fue difícil salir adelante en España; no tenían dónde vivir, dormían en la calle y tampoco tenían para comer; poco a poco encontraron algún trabajo. Su tío llegó a trabajar en el campo y, cuando tuvo sus papeles, consiguió un trabajo mejor; ahora gana mucho dinero, más de lo que él hubiera imaginado; incluso ha podido comprar una casa en un pueblo. Cuando sus abuelos le comunicaron que iba a venir a España sintió alivio. Por fin iba a salir de ese país en el que lo pasaba tan mal; se aburría de esperar. Habían transcurrido tres años, ahora él ya tenía 10 años. Habla sobre los trámites para poder salir y la cantidad de dinero que necesitaron. Viajó con sus primos y recuerda el viaje, largo y dificultoso: «Los niños lloraban y no podías dormir»… «Ya me hartaba, yo digo buah, tengo ganas de llegar a mi país (España)». Cuando llegó, su abuela no lo reconocía: «Como mis primos son más grandes pensaban que yo era uno de ellos. Pero cuando me vio dijo: “¡Ahí va!”, porque mis primos son una cosa muy grande, y luego salgo yo, el enano, y dijo: “Hostia, mira dónde está, ni te reconozco, ¿eh?”. Y luego mis primos se fueron al pueblo y yo me quedé aquí en Zaragoza». Acompañó a su abuela a su trabajo, vio muchos ordenadores y dijo: «Buah, qué bien se está en España»; El reencuentro con su abuelo fue más impactante: «A las doce ha venido mi abuelo para verme y ni lo he reconocido, porque era muy flaco, porque ya estaba enfermo, de una enfermedad que no sé cómo se llama. Y estaba muy mal mi abuelo. Y yo digo: “¿Ese es mi abuelo, abuela?”, y me dice que sí: “¿Que no lo reconoces?”. Yo digo: “Ese no es mi abuelo”. Luego le he dado un abrazo a mi abuelo, porque sí que le reconocí». Su abuelo también le llevaba a su trabajo. Le compraban todo lo que quería, estaba feliz. «Cuando me compraron la bicicleta, porque en mi país quería yo mucho una bicicleta, y cuando he visto una bicicleta que le costaba mi abuelo 200 euros, le digo a mi abuelo: «En mi país eso no me lo compraban ni en plan coña, ni en broma me lo compraban». Dice mi abuelo: «Pues sí que te lo compro y, si quieres, dice, te compro una minimoto de gasolina». Y entonces no entendía lo que significaba eso… 157
Era muy pequeño pero con su bicicleta comenzó a moverse con confianza por la calle, «y yo no paraba de ir al parque; estaba todo el día con la bicicleta en el parque». Se relacionaba con chicos en el parque aunque prácticamente no sabía hablar; alguna vez se perdió. A diario se juntaba allí con otros chicos españoles que hacían «pirola» en el colegio. Se sentía feliz en España, sobre todo, por el reencuentro con toda la familia, y por poder hacer cosas que allí eran imposibles por sus condiciones económicas. También relata que aquí, a pesar del reencuentro con la familia, en muchos momentos se sentía solo, así, hasta que pudo hacer amigos. «Yo antes, cualquier persona que veo, le digo: “Hola, hola, hola”, me dicen algunos, tienes que conocer a esa persona y decirle hola; yo a cualquiera que pasa: “Hola, hola, hola”, a todo el mundo. Eso me decía mi abuela: “Cuando conozcas a una persona le dices ‘hola’, o ‘cómo estás’, pero no les digas ‘hola, hola, hola’”. Estaba así todo el día». Su abuelo murió al año de llegar Alberto. «Vino aquí, aprendió el idioma, empezó a trabajar y se murió». Entonces su abuelo tenía 40 años: «Me quería mucho. Él hizo todas las cosas, él me cogió al venir a España, estuve un año de fiesta porque no sabía el idioma, me decía mi abuelo: “Pues como no sabes el idioma prefiero que estés conmigo, no hagas nada, puedes ir al parque, si necesitas cualquier dinero ni nada, ni vas a trabajar ni nada”». No le obligaba a ir al colegio. En su país Alberto ayudaba a su abuelo con los ladrillos y le pagaban; era muy pequeño, pero hacía lo que podía. Apenas sabía leer y escribir cuando vino aquí. «Justamente empezaba a leer, a más o menos las letras así, me llaman y me cogen para mi país (España)». Su abuela también trabaja mucho, en limpieza de casas, colegios, donde la llaman, ganando suficiente dinero para ambos; él sabe que su abuela trabaja más por él y siempre procura darle todo lo que quiere. Siente vergüenza al pedirle dinero para salir y procura ayudarla en la casa. Con ella empezó a hablar español. Cerca de casa de su abuela vive su madre con su padrastro y sus dos hermanos pequeños (hijos de otra pareja anterior de la madre). Él va a ambas casas con libertad; tiene llave de las dos y dice que su madre y su abuela ahora no discuten. Su padre también vino a vivir a España; vive en un pueblo y trabajaba de albañil, pero ahora está de baja. Su padre tiene otra familia, tres chicos y una chica con otra mujer, pero él apenas les conoce. Durante un tiempo tuvo unos amigos españoles que robaban en las tiendas; al principio se burlaban de él con por no conocer el castellano. Un día los llevaron a comisaría por algún robo, y como menor no tuvo problemas, sus amigos sí; a partir de ahí se separó. Ha visto muchos chicos que consumen droga; él no ha probado ni quiere probar, no entiende su consumo. 158
Ahora tiene dos amigos: «Son buenos, que ni roban ni nada», con los que se compra cosas, van a pasear y a ver a las chicas en la calle Independencia, ven películas... Uno de sus amigos, al cual admira porque estudia mucho, le ayuda; el otro «no hace nada, está todo el día en el parque, jugando, haciendo el tonto, haciendo peleas…, con ese me junto poco». Y le siguen gustando las bicicletas: «Estoy con los amigos siempre, con bicicletas y motos, pero nada más que eso. Ahora nos hemos comprado otra bici y la estamos arreglando. La semana que viene hemos quedado a hacer mi bicicleta, el sillín, unas cosas, también a comprar otras cosas, se me ha roto, y quedamos para hacerla». Al año de llegar a España, se fue a vivir al pueblo con sus tíos: «Sí, porque, no, mis tíos también me querían, entonces: “No te lo voy a dejar”, y dice: “No, que se queda aquí”, “que no, que lo cogemos”, y me han cogido y a mí no me gustaba nada, ¿sabes? Porque en el pueblo son racistas». Me decían: «Vete a tu puto país, extranjero de mierda», y nos juntábamos muchos de mi país y les pegábamos». Aquello no funcionó, no le gustaba, habló con su tío y volvió a Zaragoza con la abuela. En Zaragoza también estuvo escolarizado, fue al colegio e iba aprobando pero faltaba mucho a clase; venía con un nivel muy bajo y tenía dificultad con el idioma. En los centros de Zaragoza encontró chicos no racistas, y una profesora de apoyo que le ayudó mucho; aun así, no llevaba bien las bromas que le hacían, no las entendía, se sentía extraño. Dice no aguantar a los chicos racistas; si tiene amigos que son racistas con los negros, él se aparta, no quiere seguir con ellos, considera a todas las personas iguales, le gusta relacionarse con todo el mundo, disfruta siendo abierto. Pero muchas veces está a la defensiva, se ha peleado a menudo por malentendidos. «Una vez un amigo negro: “Cómo estás”, y yo digo: “De puta madre”, y él entendió: “Tu puta madre”. Y me saltaron cuatro o cinco negros». Del instituto le derivaron a un centro sociolaboral. Le está costando mucho hacerse a otra vida, pues no tiene mucha disciplina en el estudio, ni hábito de levantarse a diario y se siente mal estando encerrado en un sitio durante tantas horas… En el centro no le van a permitir el absentismo y está haciéndose a la idea de que ha de acostumbrarse, porque al salir del centro tendrá que trabajar y sabe que al trabajo no se puede faltar. En su familia sigue habiendo peleas y problemas. Últimamente ha faltado unos días a clase porque tenía que hacerse cargo de sus hermanos de 3 y 6 años que estaban enfermos; su madre trabaja muchas horas. Normalmente, él los cuida a partir de las cinco y le dejan mucho dinero para que se compre lo que quiera. A veces, también está la abuela, pero ahora han discutido de nuevo su madre y ella. Su madre está pensando en mandar a los pequeños a su país con su padre, al menos en los períodos vacacionales; para él sería mejor, pues no tendría que cuidarlos, pero también le da tristeza. «También quieren ver a su padre y a su otro hermano. Ayer han hablado con él, le quieren también mucho…; pero luego volverán, se van a ir 159
cuando hay fiestas y hay vacaciones, y al año que viene vuelven… Pero mis hermanos no saben hablar el idioma de su país, saben, pero muy poco». Además dejó allí un hermanastro de otra pareja de su madre; este le llevaba bastantes años, lo protegía. Cuando consiga algo de dinero, hace planes para ayudarle a venir a España, las cosas están muy mal allí y va pensando en todo: casa, idioma, papeles, trabajo, piensa en ayudarle; para él es muy importante. Le gustaría volver unos días pero le ha caducado el pasaporte, refiere haber tenido problemas con su padre para la renovación del documento, no hizo unos trámites determinados: «Que mi padre no quiere ir y ya está, y ahora le he dejado, a tomar por culo. Es que él…». Alberto teme a la enfermedad, teme ser mayor, le preocupa la salud, ha visto mucho a su alrededor; se imagina trabajando, teniendo solvencia económica y paseando por España con su hermanastro y con un tío al que quiere mucho. Sus consejos a otros adolescentes inmigrantes son: que no sean violentos y respondan a la defensiva cuando no entiendan bien por un desconocimiento de la lengua, y que se inscriban pronto en el colegio para aprender el castellano y estudiar: «Cuando entré en el colegio sabía más cosas que mi abuela, al segundo o tercer día, ya sabía mas español que ella. Y donde se aprende más fácil, cuando están en el comedor, o algo así. Se aprende mucho más fácil cuando tienes amigos; aunque vas ahí, unos días cuando vienes y empieces a hablar con ellos o a jugar al futbol, sí tienes amigos y puedes quedar con ellos, y aprender más fácil español. Y otro consejo, cuando unas semanas que se queden en casa y luego que vayan al instituto, que es lo mejor, es donde se aprende más el idioma, no en casa, ni saliendo por ahí, en el colegio». Termina comentando que conoce chicos que venden droga y faltan al respeto a sus padres, los cuales no tienen ninguna autoridad sobre ellos; son chicos con los que procura romper. Cuidarse y elegir las relaciones, sería otro de sus consejos. Comentarios Alberto adopta al nuevo país donde va a vivir como propio, antes de llegar a él («mi país», España). De su pasado utiliza algunas de estas palabras: problemas, manicomio, mal, sin luz, peleas, solo, aburrido… En el trajín de ser «cogido» y «dejado» por sus padres y familiares en distintos lugares y con distintas personas, son los abuelos quienes posibilitan que este muchacho pueda tener un sentimiento de pertenencia. Quienes se hacen cargo estando o no con él, haciéndolo bien o regular. En este sentido su abuela es un vínculo afectivo importante que perdura, marcando algunas normas y orientando en algunas de las dificultades con las que se encuentra el muchacho. 160
Y es su abuelo quien le regala una bicicleta que le permitirá conocer la ciudad y perderse; también relacionarse con otros muchachos al llegar. Este objeto, anhelado cuando vivía en su país, y primer regalo significativo en el encuentro con su abuelo, perdurará en el tiempo de tal manera que en la actualidad dedica parte de su ocio a construir bicicletas con sus amigos. Podemos quizás considerarlo su objeto transicional, que transita desde el pasado al futuro, posibilita un encuentro con lo no familiar y está impregnado de lo familiar. Alberto realiza a lo largo de la narración una rectificación en relación con lo que su abuelo hizo con él (seguramente en su deseo de mantenerlo a su lado). Entre los consejos que da a otros chicos inmigrantes, les alienta a su incorporación rápida al colegio, lugar donde aprenderán el español y podrán hacer amigos. Esto no le ocurrió a Alberto, pues su abuelo en su país lo llevaba a trabajar y aquí prefirió que estuviera con él y sin demasiadas obligaciones (como el colegio). Las dificultad más importante se refiere al conocimiento del nuevo idioma que posibilitaría a su entender, más y mejores relaciones con los demás. Son abundantes las referencias a los malentendidos, y cómo, en sus inicios escolares, los compañeros y nuevos amigos se burlaban de este desconocimiento. Poco sabemos de otras dificultades añadidas en sus habilidades interpersonales y/o de personalidad que podrían existir a sabiendas de una historia de continuos abandonos, reencuentros y disputas, o, como él dice, «problemas». «ME FUI DIRECTAMENTE; NO ME DESPEDÍ DE MIS PADRES NI NADA» Hassan vino a España con 10 años bajo un camión. Ahora, con casi 18 años, nos relata su itinerario donde abundan fugas y lugares en los que ha vivido. Su proyecto de vida está todavía por realizar. Hassan vivía con sus padres y hermanos; es el tercero de seis hermanos. Su nombre está vinculado a un hermano que no llegó a conocer. «Tengo un hermano que murió ya antes de que voy a nacer yo, que se llamaba Hassan también… Mi madre estaba preocupada… cuando nació una chica… Y estaba preocupada y quería un hijo, no quería una hija, nació otra hija y luego nací yo. Cuando me nací yo, le ha dicho mi hermana: “¿Cómo lo vas a llamar?”, pues le dice: “Lo voy a llamar Hassan, como el otro hijo que se ha ido de la vida”, y me llamaron Hassan y al final se puso bien, se puso contenta cuando me nací». Pero aquel niño tan deseado por la madre no tenía una vida fácil; cuando solo tenía 10 años se lanzó a la aventura de emigrar: «Me fui directamente, no tenía un papel ni nada, me salí de mi casa, no me despedí de mis padres ni nada». Fue algo no planificado: «Porque me sale de repente, me fui con unos colegas para poder entrar a aquella ciudad, y no me ha dado tiempo de despedirme de ellos». Tenía motivos que le impulsaron a marchar y no despedirse, el principal fue la violencia intrafamiliar que vivía: «Porque mi padre que me pegaba mucho y no quería, no soportaba de 161
estar siempre con él, porque mi padre es un borracho y siempre venía borracho y me pegaba a mí, y a mis hermanos, y a mi madre. No me gustaba ver a mi madre sufrir porque estaba sufriendo mucho, no me gustaba verla ahí. Y dije: “Yo me voy”, porque yo no quería quedarme; por eso yo no les dije nada que me iba, que me iba a venir a este país». El viaje tampoco fue fácil. De nuevo se encontró con el mal trato: «Había aduana… y cuando me pillaban me pegaban y tal, y yo otra vez intentaba pa entrar y al final, cuando lo conseguí por la noche, entré por las vallas… que me corté unas vallas y entré por ahí, desde ahí me fui a la comisaría de la policía local y me llevaron a un centro de menores». Allí vivió unos meses hasta que decidió dar el salto a la Península. Esta vez el viaje aun era mucho más peligroso: «Fui en domingo al puerto y cuando vi un camión en la entrada, me subí al muro y me metí debajo del camión. El barco salía lunes a las 8 h». Subido en él, entró en el barco; cuando se dio cuenta ya estaba en una ciudad española. Fueron muchas horas de temor que parecen haber sido borradas: «De repente, cuando me subo así arriba y veo que estoy en…, y desde ahí me cogieron la policía, me llevaron a la comisaría, me llevaron a un centro de menores; tenía 10 años». Aguantó un tiempo, pero su viaje no había terminado, se encontró con colegas de su país que conoció en el camino y le ayudaron a marchar a Valencia, donde vivía una hermana de su madre. En ese viaje también temió por una detención y repatriación; se había escapado del centro, pero llegó a destino. Por fin, llamó a su casa para decir que estaba en España. Habían pasado cuatro meses desde que desapareció: «Le dije: “Mamá, que estoy en España, no sé qué, no sé cuántas”, y ya está, y se han quedado emocionados. Vamos, que estoy aquí, y empezaban ahí a llorar y tal, se han estado preocupaos, y, como estaba solo, que me va a pillar la policía, me van a repatriar, estaban muy preocupados». Con su tía y primos vivió un año, pero no era lo que él esperaba: «No me gustaba quedarme con ella, porque siempre: “Eso no lo hagas…”. Como ella trabaja y tenía tres hijos más, me decía: “Me tienes que fregar la casa, me tienes que hacer la comida, así, que eso no es bueno”... A mí no me gusta: yo vine a España pa buscarme la vida, poder trabajar y tal, no esas cosas». Cogió su ropa y se marchó de nuevo a otra ciudad; pasó por el albergue y dos centros de acogida para menores. Sobre el último dice: «Un centro donde te hacen los papeles, te buscan un curso o… Y ahí había también mucha gente y bueno, pasábamos el tiempo con los chavales de ahí». Todos no eran iguales: «En los centros primeros de acogida te quedas ahí todo el día, no te hacen nada, ahí haces lo que te da la gana y no te vas ni a escuela ni a aprender nada, te dejan hacer. Pero cuando me llevaron al otro centro ahí hacen talleres de aprender y esas cosas, te enseñan». 162
Sin embargo, no aprovechó bien su estancia. «Estuve tres años en ese centro, y no me han hecho papeles ni nada; como yo iba escapando y empezaba a hacer tonterías…». Se fue de allí y marchó a vivir con otros chicos: «Pues empezaba a robar y… a robar a los ingleses, y les quitaba los bolsos, sí a los extranjeros, y desde ahí me comía con ese sueldo; cogía, encontraba los móviles y el dinero, los móviles los vendía y tal, pa poder comer, comprarme ropa…». Hace dos años eligió Zaragoza para intentarlo de nuevo; tenía 15 años. «Me fui directamente a la comisaría y me llevaron al COA (Centro de Observación y Acogida de Menores del Gobierno de Aragón)». Desde entonces ha vivido en diferentes centros en Zaragoza, actualmente está en el reformatorio. «Desde el COA me quedé ahí, me empezaban a enseñar a escribir, me empezaban a enseñar a ahorrar; como yo no sabía nada de español y bueno, algunas palabras. Luego me llevaron a una residencia, me apuntaron a un curso de mecánico; pues ahí, como me enseñó mi padre un oficio de mecánico, y empezaba a seguir haciendo el oficio, estaba haciendo uno de ocho meses, y al final cuando trajeron a un chico, era también de mi país, que lo trajeron nuevo al centro, pues desde ahí empezamos a robar». Sucesivos robos le condujeron al reformatorio. Entretanto, fueron tramitando sus papeles, pero su comportamiento, como él señala, no le ha ayudado demasiado: «Me iban a contratar, faltaba una semana para recoger mis papeles, el permiso de trabajo y el contrato, me iban a mandar a un taller, pues me pillaron robando y ya me llevaron directo y me cortaron las prácticas y el permiso de trabajo». Dice que su conducta actualmente es buena y espera poder retomar pronto el curso y las prácticas: «De momento, estoy bien y estoy pagando por mi condena, porque me lo merezco». Para él han sido muy importantes los chicos con los que se ha ido juntando; ahora se lleva bien con sus compañeros, se respetan y no hay conflictos. Ve diferencias entre los chicos españoles y sus compatriotas que llegan a los centros: «Yo prefiero tener un amigo español, porque mis compatriotas na más cuando vienen aquí dicen: «Vamos a robar, no sé qué, no sé cuántos», y hay algunos españoles que no te dicen eso. Luego están todos los días de juerga…; les gusta solo robar, meter drogas y esas cosas y a mí no me gustaría meterme eso, porque yo nunca me he metido rayas ni eso, solo el alcohol y los porros, nada más, y tabaco, ni coca, ni rayas, ni disolvente, ni esas cosas». Sin embargo, su mejor amigo, con quien tiene una relación fraternal, es un chico de su país: «Lo conocí en el COA, tiene sus papeles y está trabajando. Vive en un piso de la DGA; es mi mejor amigo. Siempre se preocupa por mí, siempre estoy con él; cuando estoy en el reformatorio siempre me llama y me regala cosas, y siempre preocupao por mí». 163
Le gustan los chicos españoles: «Yo tenía amigos aquí en Zaragoza y eran muy majos, siempre iba con ellos…; empezamos a hablar y tal, se preocupan por mí; si tengo algún problema les cuento, y ellos también me cuentan, bien, me parece bien»… «Con las chicas lo mismo también…, hay algunas que se quieren salir conmigo si le gustas, o te quedas con ella». Ha tenido novias españolas, y dice que no le importaría casarse con una chica que no fuera de su país, pero que ahora no está para pensar en bodas: «No sé, de momento no tengo idea de buscarme novia para casarme, estoy pensando de mis padres y esas cosas, porque como aún soy pequeño y no tengo la edad de buscarme la chica y casarme con ella…». Piensa que sus padres no pondrían ningún problema, sobre todo porque no tienen ninguna autoridad sobre su vida: «No, no, no tendría ningún problema, mis padres no me van a decir nada porque es mi vida, no se van a meter conmigo de lo que tengo que hacer o no tengo que hacer». Ve muy distintas las relaciones hombre-mujer entre España y su país; él dice creer en la igualdad de derechos entre ambos y respeta el acceso de las mujeres al empleo, la no dependencia del marido y la colaboración en la economía familiar, pero para él esto pasa porque sea una relación de confianza. Su tiempo libre casi siempre ha ido marcado por sus actividades de supervivencia cuando estaba fuera de los centros, o por las actividades que le marcaban dentro de los mismos, muchas veces no exentas de conflictividad. «Me gusta mucho el fútbol; antes no me gustaba pero, cuando llegué al reformatorio, pues ya empezó a ser deporte obligatorio, pues ahora ya me gusta más el futbol, pues por lo menos te diviertes y los compañeros son buena gente, no es como algunos que les haces una falta y te empiezan a gritar y esas cosas, aquí no, no sé cómo decirte...». Cuando piensa en su vida con un trabajo y un ritmo más corriente, cree que le gustaría «salir con mis amigos a tomar algo y a pasarlo bien. De momento que solo los voy a ver los fines de semana, porque los días normales estaría trabajando. Pues a pasarlo bien con mis amigos, ir a bailar, ir a tomar algo y a disfrutar de la vida, porque la vida es muy corta». Dice no haber sentido rechazo en España, pero «los menores de 18, sí. Alguna vez me he tenido peleas con ellos y… pero eso no sirve para nada, el pelearme, lo que importa es hablar, si no te gusto como soy tu vas por tu lado y yo por el mío». Y ha sentido otro tipo de rechazo: «Algunos de mi país sí que me rechazan, hay algunos que se creen que son guapos. Dicen: “Venga, yo me voy, conmigo no te vienes ni desde aquí ni hasta allá”, porque era feo. “No sé qué, que eres sucio”, y yo qué sé, y se creen que son algo, yo qué sé». Hay varias cosas que le producen dolor, aquellos que quería y a los que dejó, los hermanos que no ha visto y no los ha visto crecer, a su madre a la que no ha podido 164
ayudar por el momento. «Nunca, como no podía trabajar ni nada, no teniendo ni trabajo ni nada, y de momento aún no les mandé nada y aún me están esperando y tal». Le gusta estar en España: «A mí me ha gustado estar en España porque he conocido muchos amigos aquí; tengo muchos colegas aquí en Zaragoza, en Valencia también y mis hermanos también están ahí». Una hermana y un hermano fueron recibidos por su tía y ya están trabajando: «Un día fui a ver mi hermano, estaba jugando al parchís con mi tío, no me conoció, mi tío rio y le dijo que es tu hermano. Desde ahí me cogió, me abrazó y estaba llorando, y yo también estaba llorando. Como ya le caí de una sorpresa y sí, se quedó, vamos, no sé cómo explicarte, empezaba a llorar y tal, no sé, me fui con él a tomar algo por ahí, empezamos a hablar de nuestros padres y todo». Mantiene contacto con sus hermanos: «Sí, me hablo con ellos; me llaman ellos también, se preocupan por mí, yo me preocupo por ellos». Sus planes de un futuro próximo son: «Cuando salgo de libertad pa poder trabajar, pa poder coger una habitación pa alquilar, y ahorrarme un sueldo, y así pa poder ayudar a mis padres. Poder comprarles una casa, poder ayudarles, y también pa poder casarme pa tener hijos y sacar mis cosas adelante». No quiere volver a vivir a su país: «Porque aquí yo me encuentro mejor, quiero ir a visitarles cada año, visitarles y volver otra vez. Porque yo siempre voy a estar aquí en España, pero ir a visitarles por lo menos un mes o dos y volver otra vez. Depende de las vacaciones que me den en el trabajo, podré ir a visitarlos y acompañarlos a ver cómo están, y preocupar por su salud, porque mi madre está enferma». Comentarios Hassan relata cómo fue deseado y significado antes de su nacimiento: su madre le llamaría «como al otro hijo que se ha ido de la vida». Y él también se irá, primero de su casa y después de sucesivos centros, la casa de un familiar, nuevos centros… hasta llegar a uno del que no se puede escapar. Dice que se fue porque no soportaba a su padre, que le pegaba a él, a sus hermanos y a su madre. Pero, sobre todo, no soportaba ver sufrir a su madre. Eligió estar fuera del entorno familiar, tanto allí como aquí. Prefirió buscarse la vida, bien con otros compañeros en la calle, bien en la convivencia con iguales y educadores, tutelado por la Administración Pública. En Zaragoza le trataron bien, no había tanta gente en los centros, se ocupaban de su formación y papeles, pero hizo «tonterías» que truncaron el camino programado. Repetidamente los robos que va realizando con sus compañeros obstaculizan su proyecto; es una repetición que le resulta difícil evitar, y es posible que también algunas confrontaciones y peleas. Cuando las cosas parecen ir bien, actúa sin pensar. ¿Qué son estos robos para Hasan? ¿Qué hay tras de estos actos sin pensar? 165
Mantenerse durante un tiempo en un lugar cerrado del que no se puede ir, junto a la cercanía de su mayoría de edad, quizás han facilitado una rectificación en algunos aspectos de su vida. Pero, también, la confrontación con algo de lo que ya no era tan fácil escapar: sus pensamientos, recuerdos y escenas del pasado. Por identificación con iguales pertenecientes a una cultura distinta a la propia y a la autóctona «SOY DEMASIADO PEQUEÑO… MIS AMIGOS SON TODOS MÁS ALTOS…» Con 15 años de edad, se identifica más con chicos de culturas latinas a pesar de no proceder de allí, y sus sueños de futuro no sabe si están en España o en su país. Cristian había oído a su familia hablar sobre emigrar a Europa, pero a él esa idea no le gustaba, no la entendía («ahora ya crecí y ya lo…»). La familia había tenido diferentes negocios pero no iban bien. Tenía 7 años cuando marchó su padre; en la despedida todos lloraban menos él, su madre, su hermana… Confiaba en verlo pronto y pensaba que volvería a por ellos. La vida sin su padre seguía igual, aunque notaba su ausencia. Cuando iba a pedirle algún consejo, él no estaba y buscaba algún otro referente masculino, como su tío o sus amigos. Apenas tenía noticias de su padre, su madre no le contaba y él no preguntaba. Su padre llamaba por teléfono, quería hablar con él, pero casi nunca estaba en casa. Se aburría de esperar y pensaba: «Así tendré más ganas de verle». Por entonces dice que pasaba mucho tiempo fuera de casa, vivía en una ciudad, pero el entorno era prácticamente rural, pasaban el tiempo jugando en la calle. Cuando su padre volvió, él se fue a casa de un amigo y se pintó el pelo de azul: «De repente me fui con el amigo a su casa, estábamos ahí y tenía como champú o así, y nos pintamos el pelo de azul y él también, es rubio. Íbamos los dos así y mi padre ahí. Empezó a reír y se lo tomó bien, como había venido…». A los dos años de emigrar el padre, marchó su madre; no tiene recuerdos de esa despedida; tampoco recuerda si en los meses en que ella no estaba hablaban por teléfono; tenía 9 años, pero sabía que tenía que volver antes de tres meses. La abuela acudió para cuidarles, y su madre les pidió que se portaran bien. No siempre se portaba bien, dice, se pegaba con su hermana. Le hubiera gustado tener un hermano, aunque, al tener una chica en casa, ha de ocuparse menos de los trabajo domésticos, pues los hace ella. Recuerda que su madre lloraba, pero él no, él nunca lloró: «Tal vez sea menos sensible». «Mi abuela también llora por teléfono y mi madre le dice: “No llores, pronto volvemos ahí”». 166
Cuando Cristian tenía 10 años vinieron para acá. La idea de venir no le gustaba; dejar a todos sus amigos, sus familiares, le daba mucha pena. Le costó separarse especialmente de sus amigos; él les anunciaba que se iba a España, pero no lo creían. Vivían unos cerca de otros y se veían diariamente. Aún sigue teniendo relación con ellos, pues los ve cada año. A todos los ve mayores y muy altos; sin embargo, él se ve bajito, que no crece y esto le preocupa: «Soy demasiado pequeño, no crezco mucho, mis amigos son todos más altos, no sé si daré el estirón». Cuando llegó estuvo seis meses en los que apenas salía de casa. Vino en verano y no conocía el lugar; le daba vergüenza no saber el idioma, pensaba que no podía salir, pues no sabía nada. Se sentía solo y, según dice, «marginado». Piensa que todo hubiese sido más fácil si hubiera tenido algún amigo aquí. Tras cuatro meses en el colegio aprendió más o menos el idioma español y todo fue mejor, haciendo amigos hasta llegar donde está ahora, en un centro sociolaboral (CSL). Señala que fue bien recibido en la escuela. Establece un antes y un después que parece tener que ver con su infancia y adolescencia marcada por la migración: «Cuando era pequeño comía más comida que ahora…; ahora no suelo comer mucho». Antes colaboraba más en la casa, ahora… antes le daba menos pereza hacer las cosas, ahora… Le cabrean sus padres, le cabrea su hermana. Esta le reprocha que no haga las cosas de la casa. Su hermana terminó los estudios secundarios, empezó a trabajar y ahora está en el paro. Sus padres no la dejan salir mucho, así que no tiene muchos amigos. Él dice que no toleraría que sus padres le hicieran esto. Alardea de ser más rebelde. No querría volver a vivir en su país, dice tener su vida aquí, sus amigos; le parece que en su país él vivía mejor, pero aquí se puede tener más acceso al consumo, se gana más dinero y hay más trabajo. Ahora, tras cinco años, «ahora de estar aquí me da pena ir para allá, porque tengo a mis amigos aquí también, y se está mejor también». Ve a sus padres cansados de vivir en España, y piensa que querrían volver dentro de 5 o 6 años; cuando eso suceda, se quedará si es mayor de edad, y si es menor, tendrá que volverse con sus padres, pero volvería después de cumplir los 18. Podría estar bien en los dos lados, «mientras tenga a mis amigos y salud». Parece estar en conflicto con padres y tutores: «Mi madre llega a veces cabreada y me empieza a gritar. Me muero de rabia». Le cansan sus padres, los ve como a sus jefes. Tampoco le gusta la coordinadora del centro, dice que le amenaza con ir al reformatorio si no acude al centro. En el instituto se ausentaba frecuentemente de clase: «La experiencia, bien, como en los estudios, y eso a mí me dan igual, porque yo ya tenía pensado venir a un cursillo de estos, me daba igual estudiar. Me llevaba un bocadillo, mi cocacola y a dormir». Tampoco le gusta estar en casa, todo el tiempo que puede está fuera, ve poco a sus padres. Al salir de clase se va a buscar a otros amigos que estudian en otros sitios. 167
Piensa que la relación con sus padres es normal: «Verlos, saludarlos, ahí, pedirles dinero… y ya», no le gusta estar con ellos, dice que no es porque no los quiera, pero que se aburre con ellos. Están pendientes de él, de si estudia, pero no tenían muy claro que fuera buena idea ir al CSL. Los ve anticuados, siente que no le entienden, que no se adaptan a los cambios, que no aceptan, que no confían en él. Le reprochan que no pase más tiempo en casa y no les gusta que esté tanto en la calle; les preocupa lo que pueda hacer. Tampoco le dejan tener moto, a él le cabrea, pero es consciente de que si la tuviera no acabaría bien. Es muy joven. Aunque le agobian, tiene la idea de que hay que respetar a los mayores. Conoce chicos que faltan al respeto a sus padres, le parece que eso tiene que ver con el consumo de drogas, para él estos chicos suelen acabar mal. Pone el ejemplo de un conocido árabe muy joven, que van a repatriar por múltiples delitos; sus hermanos también llevaban el mismo camino y han cambiado. Ha tenido algún amigo que entró en el grupo Latin King y al salirse le amenazaban durante meses; a él no le gustan las bandas, le parecen peligrosas. Le molestan los chicos que tienen una actitud desafiante y prepotente. En su tiempo libre jugaba al fútbol en un equipo, pero llegó un momento en que le aburría y además no podía salir los viernes. Ahora se junta con amigos a beber, hablar y jugar al fútbol. Hace un año bebía bastante, ahora solo ocasionalmente; prefiere estar sano. Lleva un par de meses sin «probar». Pasa también de consumir otras drogas; es aprensivo a ellas. Aquí en España no se lleva muy bien con sus compatriotas, y congenia mejor con los latinos, especialmente ecuatorianos; tiene en común con ellos la música (hip-hop, rap), el humor y el retarse físicamente. Le gusta mucho bailar, hacía break dance, pero se cansaba, y eligió otro baile donde se escenifica más y no hace falta tan buena forma física, pero le da vergüenza bailar; a veces beben para desinhibirse. Se siente mal mirado por la gente mayor; cuando lleva ropa rapera tiene la sensación de que desconfían de él y que piensan que les va a robar; entonces a él le sale la vena agresiva. Pero no es de esos…, se junta con chicos y chicas que consumen de todo: alcohol, pastillas, cocaína, pero, según él, solo tiene un amigo de verdad entre todos esos chicos y chicas. Además de ecuatorianos, se junta con algún español y algún africano. Todo menos chinos. Cree que, para la policía, «son chicos malos» y por eso los vigilan. Han tenido problemas con algún neonazi por ser inmigrante y también ha visto confrontaciones entre gitanos y negros; teme a los gitanos, aunque se lleva bien con algunos. La vida le parece fácil salvo por este tipo de complicaciones. En el futuro «me gustaría tener mi casita, pero bueno, aquí no la voy a tener, o no lo sé, ya veré. Primero a los 18, 19, por allá más tarde, cogeré un piso con un amigo 168
y nos iremos a vivir los dos. Ya lo tengo planeado, cogerme un perro, un coche, a lo mejor me voy por ahí, me busco una novia, me caso, tendré hijos y así». No sabe dónde imaginarse, si en España o en su país: «La verdad es que no lo sé, no lo sé, ni idea. A lo mejor dentro de tres meses me muero, o ahora salgo y me atropella un coche, ¿sabes? Ojalá no sea». Su consejo: «Que sean ellos mismos y que sigan el camino que ellos quieran, que no se metan en las drogas porque… bueno, tampoco lo sé, pero que por lo que dicen mis padres, y algunos amigos que han estado en eso, no es bueno para nada, eso te puede traer problemas; y en las peleas, que no se metan y todo eso, porque van a salir perdiendo ahora, o más tarde». Comentarios Llama la atención la verbalización respecto a su ausencia de llanto: «Quizás soy menos sensible». El duelo respecto a las diversas separaciones, consecutivamente, de su padre, de su madre y de su abuela, queda velado y sobrellevado con la ayuda de sus amistades, con las cuales se relaciona en la calle, tanto aquí como allí. Su preocupación se refiere al cuerpo en cuanto a su baja estatura en comparación con otros chicos, y elige como semejantes a muchachos de una cultura diferente a la suya, latinos (sobre todo ecuatorianos), donde el reto y la hombría muchas veces demostrada por la fuerza son aspectos importantes. También el break-dance y la ropa rapera. En relación con la anterior preocupación por el cuerpo, señala un antes y después en cuanto a su apetito, al igual que en sus ganas de hacer cosas: antes más y ahora menos (acompañado de aburrimiento). Dicho punto de inflexión está marcado por el momento de la emigración. La salud, para él, es importante, pues está la inquietud de que en cualquier momento, quizás mañana o dentro de tres meses, uno puede morir. Hay un sentimiento de rabia, también, confrontación y cuestionamiento de sus padres, tutores, policía… Ser uno mismo y seguir su propio camino es un objetivo a conseguir muy acorde con su condición de adolescente; aunque, como también dice, y de ello debe ser conocedor, hay que cuidarse de drogas y peleas. Su preocupación por la salud y el vínculo que aún parece tener con sus padres pueden ayudarle a salvaguardarle de ese destino del que le previene la tutora: «el reformatorio».
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2.4. Relatos donde hay claras incorporaciones de la/s nueva/s cultura/s, manteniendo la identidad de origen Nuevas normas y valores CORAZÓN BLANCO Thabo, de 16 años, salió de su casa a los 10 años, con el siguiente mensaje de despedida de su familia: «Cuídate mucho, que te vaya bien y nosotros cuando podamos vendremos también con vosotros, también iremos toda la familia juntos a España porque buscarnos más la vida, mejor en España que aquí». También venía con la ilusión de conocer a su padre, el cual vino a España el mismo año de su nacimiento. Fueron necesarios dos años para conseguir salir del continente y llegar a España; entonces ya tenía 12 años. Thabo vivía con su madre, hermanos y abuelos. La vida allí es dura, se dedican a los campos de cacahuete, seis meses trabajan en el campo y seis meses descansan, seis meses son de calor, seis de lluvias. Salir de su país fue complicado: el visado se tramita con más facilidad desde otro país; por eso durante un tiempo tuvo que estar entre su país y el otro, con el coste y las idas y venidas que eso implica. Su padre es el que se encargó de todos los trámites; vivía en España desde 1991. La despedida en su pueblo fue para él muy triste: «Pasamos por ahí e iremos donde mi abuela y abuelo, y todos hacen que te vaya bien y eso, todos llorando, la familia. Y tú vas jovencito: “Cuídate mucho, que te vaya bien y nosotros cuando podamos vendremos también con vosotros, también iremos toda la familia juntos a España porque buscarnos más la vida, mejor en España que aquí”». «Allí hay poco dinero y muchos musulmanes», resalta, aunque señala que conviven muchas otras religiones. Esto lo nombra porque observa el desconocimiento que hay en España acerca de su país. Hizo su viaje en avión, con su hermano y más gente de su pueblo; la madre se quedó en el país de origen. Estaba muy emocionado con el viaje: «Casi estoy loco, jodo, voy a España y digo: “¡Qué contento estoy!, contento voy a ver a mi ma… a mi padre y a la mujer de mi padre, y mis hermanos que también están aquí”, y digo: “Jodo”, contentísimo, casi lloras». El avión hacía escala en Portugal; gracias a su inglés no se perdieron, hubo dificultades y temía que lo regresaran, pero consiguieron llegar. Llegó a un pueblo de Murcia, donde vive su padre con su otra mujer. Para él esto es normal; lo lleva bien: «¿Por qué no iba a llevarlo bien?». «Todo lo mismo si me cuida como mi madre, claro». Thabo no conocía a su padre, pues emigró cuando su madre estaba embarazada de él. Tenía 12 años. «Jo, qué fiesta cuando encontramos a mi padre, y abrazados y 170
gente de mi pueblo, todo gente de mi pueblo y fiesta. Todos contentos, luego llamamos a mis abuelos y mi madre, y digo, ya he llegado, chavales, aquí estoy con los chavales». En Murcia vivió dos años y pico; su padre trabajaba bien, su hermano, también; encontró pronto trabajo, y él jugaba al futbol en la calle: «Yo llegué aquí con muchas ilusiones. Porque tres años sin trabajar, sin ir a la escuela, porque yo no entra a ninguna escuela, yo solo aquí, me he pegado tres años nada, solo jugar al futbol, parque, cuando venía la mujer de mi padre comía y luego al cuarto a escuchar música. No pensaba en nada más que en ir a jugar, como niño pequeño de 5 años, hasta que cumplo 15 y digo esto no puede ser». Pensó ya en la necesidad de trabajar para ayudar a su madre; su padre trabajaba y enviaba dinero a la abuela, él tenía que trabajar para enviar dinero a su propia madre: así son las cosas. En una visita de su tío a Murcia, le planteó a su padre irse con él a Zaragoza para ver si podía acceder a algún curso de formación. Su padre no lo veía claro: «“¿Qué vas a hacer en Zaragoza?, ¿qué conoces ahí?”… Digo: “Hay cursillos ahí, ya encontraré a ver qué hay, a ver si es maja Zaragoza”. “¿Tienes dinero para el autobús?”. Le digo: “Sí”, “pues vale, cuídate”. Llamé a mi tío, “que voy en unas horas”, me explica dónde está la calle, digo: “Vale”, llego ahí y a mi habitación». En Zaragoza se sintió muy bien recibido, el profesorado del centro le ha ayudado mucho: «Me han tratado bien, la profesora, siempre que estoy cabreado, si me echan de clase de D. me dice: “Cálmate, tranquilízate y búscate la vida”, y te relajas y después, la semana que viene, es como si estuviera aquí cuatro o cinco años. Vamos, todo bien. Me he encontrado aquí muchos morenos que no conocía antes; me encuentro muchos gitanos y payos». Se siente afortunado por haber podido hacer soldadura y trabajar; está haciendo las prácticas y aprecia a su jefe: «Tengo trabajo, tengo una buena empresa, buen jefe, se cuida bien, todo lo que falta y se hace todo». Hace amistad con españoles mayores que él, con los que trabaja. Le invitan a tomar algo al final del trabajo, pero él se siente cansado y les dice que no puede, que tiene que descansar; trabaja nueve horas todos los días. A su padre no le gusta demasiado que vaya con españoles. «A veces no gusta con los payos porque no son hermanos, yo le digo: “Papá, yo no bebo cerveza, yo voy a pasear con ellos y no iremos a ningún sitio, solo pasear y no tomar algo que no pueda tomar con la religión”». Su padre le centra en sus obligaciones y le recuerda que él es diferente, que tiene otro origen, otra historia y otras responsabilidades. «Pues vale, me dice, porque tú saber a lo que has venido, tú vienes aquí a trabajar y ganar dinero, pero ellos en su país y pueden hacer lo que quieran, pero tú tienes que hacer cuidado y no lo que quieras como ellos, y hacer como viniste, y tienes a tu madre allí, tener que ayudarle también». Sus amigos son del centro donde estudia. Ha conocido una chica; es una amiga pero siente algo más. Es algo que no puede contar: «Si me pillan…». Su madre ya le 171
ha dicho que ha de buscarse una novia; para él es un poco pronto: «Hombre, para mí también, y voy a vivir como los demás, pero de momento a mí me gustaría seguir así, con mi chulería e ir por la calle». En su país ya tendría que tener novia formal; aquí se puede demorar un poco: «No sé como es, es muy fuerte esto, la diferencia que hay aquí a mí, aquí puedes tener novia y no te tienes que casar con ella, se está un año y pico, entendiéndose poco a poco, al final te vas a casar. En mi país la diferencia que hay es que te tienes que casar; mis padres te dicen te vas a casar con esta, te guste o no te guste, te vas a casar». Él se relaciona con chicas de diferentes nacionalidades; en Murcia tenía una novia de Rumania. Ve cómo chicos compatriotas quieren casarse con mujeres de su mismo país, pero tienen amigas y novias de todas nacionalidades. «Los chicos cuando vienes de nuestro país… aquí te gusta chulería y la calle con las chicas, y se pilla una chica y le dices: “Vamos a tomar copa”… y se compra una copa de champán, y se vienen y ya está». Él la familia la concibe como en su país: «Bueno, a mí me gusta siempre nuestro, las chicas siempre cuidan la casa, y los chicos se buscan la vida, buscan comida, dinero». Sin embargo, aunque en estos momentos no se hace cargo de las tareas de la casa, no todo son aspectos tradicionales: «Barrer, fregar, de momento ella lo hace (su madrastra), pero cuando fuera de ahí, yo tendré que hacer todo; si no tengo una novia y aunque sea como novia tendrá que repartir porque…». Cree que habrá que repartir tareas y aunque eso le parece raro… «Será raro, pero si te gusta tu mujer y ella también gusta, hay que repartir, aunque sea de mi país, se puede repartir». Le parece que los jóvenes españoles disfrutan bien de la vida; también ha visto a alguno que falta al respeto a su madre y eso no le gusta: «Porque madres de españoles a sus hijos payos los cuidan bien, se dan dinero y van a discotecas y se portan bien, pero algunos no respetan a su madre, eso…». A los españoles adultos los ve a todos iguales: «Veo a todos igual, buscan su interés», y considera que hay racismo: «Algunos son racistas, ayer me peleé con uno en el autobús, es uno que conozco, entramos en el autobús y dice: “¡Negros, me cago en la puta!”. Y le digo: “¿Tú qué dices?”. Me dice: “¡A ti no, a él!”, y le digo: “¿Por qué a él si somos iguales?”. Y me dice: “Yo conocerte a ti hace mucho tiempo, perdón, perdón”. Casi todos los payos son racistas. Los viejos, mucho, y sin fuerza no puedes hacer porque te metes en problemas». En su país reconoce que también hay racismo; él mismo cree que lo era con gente de fuera. Thabo les llama la atención a sus compatriotas cuando se quejan de que hay racismo: «Yo le explico que no es así, que hay turnos. Igual que en tienda a comprar cuatro o cinco adelante, yo tengo prisa, yo tengo prisa, que tú tienes más prisa que Zapatero o qué, hay que respetar eso. Lo mismo con la parada de autobús, corren detrás y no les abre aunque seas blanco; él mira cien metros antes y si no hay nadie no para, y dicen que, como soy negro, es racista. No, no, hay que ir antes a la parada». 172
Lo que le preocupa hoy en día es encontrar piso para emanciparse y no seguir viviendo con su tío y su tía, «porque a veces mi tío se aburre en casa, dice: “Tú vienes tarde en la madrugada a casa y despertar yo también”, y le digo: “Bueno, hay que aguantar hasta que trabaje”». De las cosas de la casa se ocupa su tía; no tiene que hacer nada y nada falta en el día a día. Cuando llama a su país por teléfono: «Hablo con todos, con mi abuelo, con mi tío y hermana de mi madre o amiga de mi madre, con quien esté ahí, yo hablo con ellos». Procura llamar todas las semanas, ellos le preguntan por todos los que están aquí, y le piden ayuda: «Nos falta un saco de arroz, azúcar, aceite, falta, a ver si puedes…». En Zaragoza se siente más centrado, pero ha habido cambios en él que le confunden, como, por ejemplo, los tres años que estuvo un poco perdido: «Sí, estaba todo rodeado de negros, ahora mismo con negros estoy como así (con la mano hace regular); los que no estudian solo quieren llegar aquí y trabajar, y yo estoy como yo, y totalmente no soy como blanco, pero mi corazón es blanco, porque yo como hacen las cosas a mí me gusta, y yo como hago las cosas no les gusta». Espera poder seguir trabajando con la empresa en la que está haciendo las prácticas con su jefe. Además, «si encuentro una novia buena, no querría volver donde mi madre». Si todo va bien, su idea es montar un negocio en su país y poder llevarlo desde aquí: «Quiero ser jefe». Si alguna vez le han preguntado cómo está… «Es muy fuerte, ¿sabes?, siempre me dijeron cuando estábamos haciendo una formación básica: “¿Tú, qué sientes?”» (y gesticula como un no saber qué decir y hace silencio). Su consejo a otros chicos que vivan la experiencia migratoria: «Es que como lo que he hecho es un poco fuerte, buscarse la vida; hay que tener buena cabeza para no pensar mucha cosa. Si piensas mucha cosa, tener que tener novia, tener que tener trabajo, tener que tener así, y no puede así todo el mundo. Hay que tener unas cosas serias… buscar trabajo, que se trabaja como un negro para cobrar como un blanco». Cree que no hay que dar lo que se puede, que uno ha de exigirse más a sí mismo. Comentarios Thabo se presenta como un muchacho entregado en la entrevista y alegre. Sobresale su sentido del humor. Su entrevistador se pregunta sobre el talante de esta conversación: «Es como si todo fuera demasiado bien». Estuvo mucho tiempo preparando su salida, existiendo bastantes precedentes de migración en su familia. Sus expectativas eran que en España viviría mejor y que su salida facilitaría la de más familiares a un país próspero. Por lo tanto, venía con mucha ilusión y estaba muy contento, tan contento que «casi llora». El mismo viaje y su preparación no estuvieron exentos de problemas que consiguieron capear. 173
Tras su llegada aparece un tiempo necesario de espera (tres años), en el que tiene sustento y va conociendo e incorporando a su nueva familia y a amigos, «negros» como él. Lo relata como un tiempo en el que «solo pensaba en jugar, no pensaba en nada, como un niño de 5 años». Rescatamos de esta frase el significado de pensar en su negativa: «No pensaba en nada». Este término se repetirá cuando alude a la dureza de su experiencia y aconseja a otros chicos inmigrantes: «Hay que tener buena cabeza para no pensar mucha cosa». Es posible que él haya pensado mucho, y nos dice por dónde iban algunos de sus pensamientos: hacen referencia a su deber respecto a los imperativos familiares y lo que «tiene que hacer»: tener novia, tener trabajo, mandar dinero a su madre… Son cosas serias, que cuando vino no pudo pensar, pues era muy joven para ello, y después, cuando ya decide iniciar su andadura como adulto, se convierten en exigencias difíciles de llevar para un muchacho de 16 años. De su malestar sabemos por su expresión «es muy fuerte», con la dificultad de ponerlo en palabras al preguntarle por cómo se siente; también por esos enfados en clase, donde acertadamente la profesora le dice: «Tranquilízate, ve a relajarte y vuelve». Y luego, cuando vuelve, es como si siempre hubiera estado allí (no parece haber represalias). Aun así, con contradicciones, compagina la tradición y los mensajes familiares con nuevas normas y maneras de relacionarse en la sociedad occidental. Es agradecido y sabe utilizar tanto los apoyos familiares en España como los de algunos de sus profesores y jefe, este último importante referente y quizás figura de identidad y de sostén en su tránsito al mundo laboral. No en vano, en el futuro él quiere ser jefe. Habla de lo interesada que es la gente blanca y los comentarios racistas, sobre todo, de personas mayores. Pero también señala actitudes racistas en su propio país respecto a los de afuera, y la utilización por parte de sus compatriotas de justificaciones que hacen referencia al racismo para no entender o aceptar determinadas normas que son para todos, blancos y negros. De hecho, dice estar «regular» con los negros. En las relaciones con las chicas e iguales, también se palpa esta vivencia contradictoria que él parece saber sobrellevar. No muestra en su discurso los duelos y alusiones a lo dejado y perdido, a pesar de haber vivido bastantes separaciones. Quizás es lo que se silencia, lo que crea ese malestar; no lo sabemos. Thabo tiene un proyecto de futuro, y es un ejemplo de integración e incorporación de nuevos aspectos y afectos de la nueva cultura en la propia; también de la construcción progresiva de la propia identidad utilizando estas nuevas incorporaciones, y así dice: «Totalmente no soy como blanco, pero mi corazón es blanco». 174
Actividades que permiten la interrelación entre lo de allí y lo de aquí UNAS LARGAS VACACIONES Está en España desde hace cinco años con sus padres y hermano. Con 18 años, es buena estudiante y trabajadora, y desarrolla múltiples proyectos. Se imagina volviendo joven a su país joven, para trabajar como periodista, y formar parte de un grupo de música. Esther llegó con 14 años a España; venía de su país a pasar el verano, su papá había emigrado hacía un año a España y las animó para que vinieran a pasar las vacaciones. Llegaron su mamá, su hermano de 10 años y ella. Sus padres no les habían contado gran cosa de España, eran pequeños y no compartían con ellos las dificultades; la dificultad para encontrar trabajo, vivienda, son cosas que descubrirían por sí mismos. Se despidió hasta septiembre de los amigos, los familiares de parte de su padre, sus abuelos; sin embargo, la despedida de su mejor amigo fue más efusiva de lo habitual, más larga y cuidada de lo que se podía esperar para una despedida vacacional. Cuando su madre se puso a buscar instituto en España tomó contacto con la realidad, no pensaban volver: «A mí me dijeron que veníamos de vacaciones y hasta hoy ¡seguimos estando aquí de vacaciones!». Piensa que no lo habían querido hablar directamente porque sabían que ella no quería quedarse; tenía demasiadas cosas en su país. «Ellos sabían que yo no quería venir. Me costaba dejar todo, todo ahí». «Mi madre a la semana ya sabía que no íbamos a volver, y a mí me lo dijeron cuando ya mi madre fue a buscar instituto y, pues, no puedo hacer nada». Con el tiempo se dio cuenta de que no estaba viviendo tan mal como había pensado: «Yo qué sé, también estaban aquí mis primos, y aunque eran más pequeños, pero… tampoco al final me importaba mucho», aunque echaba de menos a sus amigos y tocar en la orquesta en la que ella estaba integrada. Los tres primeros meses vivieron en el piso de sus tíos, allí compartían la casa dos familias, en total diez personas, eran muchos, pero el piso era nuevo. Enseguida encontraron una vivienda para la familia en la misma zona. El reencuentro con su padre no estuvo exento de problemas; se habían acostumbrado a vivir sin él, tuvieron que aprender a tenerle en cuenta y respetar su autoridad: «Al estar un año solo con mi madre, pues nos costaba un poco al principio hacerle caso a lo que decía mi padre. Pero al final se resolvió el problema». Señala que la relación con sus padres es buena. Al principio esperaba de España otra cosa, no sabe muy bien qué; al poco le pareció que todo era normal: «Era normal, como en mi país más o menos, solo que al principio me costó mucho entender a la gente, porque habla muy rápido, pero al final me acostumbré con eso». 175
Recuerda el primer día de clase en 1.º de ESO; su tutor, un hombre muy agradable que cursaba su último año antes de jubilarse, la invitó a sentarse junto a un chico que a ella le pareció un tanto extraño. Una chica argelina le invitó a sentarse a su lado; ambos serían posteriormente sus amigos. Sus primeros amigos fueron del instituto; después también haría otros de su país que vivían cerca. Entretanto, la distancia con algunos amigos de su país se hacía mayor; unos amigos pasaban a ocupar el lugar de los otros, salvo el lugar de los más íntimos: «Escribía muchas cartas a mis amigos de allí, pero luego ya, al tener amigos aquí, me di cuenta de que tampoco podía funcionar una amistad a distancia como si estuviera cerca. Pero los que fueron mis mejores amigos lo siguen siendo y seguimos en contacto, hablamos». También mantiene por Internet el contacto con sus primos y primas. Nunca ha sentido rechazo en España; a pesar de que se considera una persona atenta a la discriminación, la relación con los chicos/as de clase siempre fue buena; ella cree que tiene que ver con que tampoco era la única chica extranjera. Que la muchacha extranjera sacara desde el principio unas notas estupendas no cuadraba a algunos de sus compañeros: «Cuando había exámenes, pues estudiaba, porque no sabía al principio cómo eran los exámenes y todo eso, y sacaba de las mejores notas de clase y entonces, claro, después de salir del examen me decían enchufada, enchufada (lo cuenta riendo)». Sus padres le dicen a menudo que no están en España para que se ponga de manera temprana a trabajar, que lo que tiene que hacer es sacarse un buen nivel de estudios, y para eso están aquí. Le gustaría estudiar periodismo, trabajar en radio, televisión o como traductora. No tiene muy claro si aquí tiene más oportunidades que en su país; cree que para unas cosas sí y para otras no; piensa que allí también hubiera seguido estudiando. Echa de menos la orquesta, salir con sus amigos, pues hacía bastantes viajes a conciertos. Entre semana no acostumbra a salir; en clase se relaciona con sus compañeros. Tanto con sus compañeros como con el profesorado se encuentra muy bien, suele estudiar y hacer tareas, y los fines de semana se reencuentra con su gente. «Los fines de semana somos los amigos de mi país, que nos conocemos desde que hemos venido aquí y claro, después de cinco días de estar entre gente que no es de tu país… Pues hay veces que, yo que sé, te viene bien salir los fines de semana con los de tu país y acordarte de cosas que hacías allí o lo que pasa últimamente allí, hablar de eso…»; hay algunas veces que amigos de distintas nacionalidades y españoles se juntan y salen a sitios comunes. Tiene muchas inquietudes y aficiones: sigue tocando el violín en un grupo, colabora con una revista de jóvenes de su país aportando información de lo que ocurre en España, colabora igualmente con una radio de su país, ha hecho un curso de fotografía, procura ir al gimnasio, está en el grupo de solidaridad del instituto. 176
Todos los veranos ha vuelto a su país; siempre tiene ilusión de volver, se reencuentra con sus amigos con los que comparte aficiones. Allí aprovecha para ver conciertos, para hacer excursiones a la montaña. La mayoría de sus amigos ni bebe ni fuma; sus amigos en España son más de salir de noche e ir de discotecas, de consumir más alcohol y más fiesta. No nota grandes diferencias entre los chicos de allí y de aquí; los chicos y chicas españoles le parecen muy abiertos, gente sociable que se preocupa por echar una mano si lo necesitas. También opina que a su edad disfrutan más de la vida, se divierten y se preocupan menos por responsabilidades, y eso que es algo que a ella le gusta también. Lo que observa como menos positivo: «¿Lo que no me gusta? Pues que son un poco niños, algunos», pero en general no encuentra muchas diferencias. De las chicas españolas destaca: «La mayoría tiene buena relación con el sexo opuesto y son personas que también se preocupan por… sobre todo por las chicas que vienen de otro país». Considera que el reparto de tareas en su casa es bastante equitativo: todos hacen dependiendo del trabajo que tienen, y aunque hay diferencias en las tareas que se le mandan a su hermano y a ella, hay cosas que las tiene integradas como algo natural: «A él nunca le pedirán planchar, en cambio, a mí, sí, pero no, diferencias no hacen y bueno es que eso, como es algo desde siempre, pues tampoco me parece raro. No soy la única que lo hace». En su casa comen comida de su país y española, según el día. Celebran las mismas fiestas aunque de un modo distinto; para las celebraciones se reúnen en un local alquilado para su comunidad. Se imagina volviendo a su país joven, estando en un grupo de música allí, trabajando como periodista. Sus consejos para otros chicos y chicas que vengan a vivir a España son: «Pues si vienen aquí, que intenten acomodarse a la situación de aquí y a la cultura de aquí y a la gente, y que no vengan a decir que sus ideas son buenas, que acepten también a los demás, pues los que irían a su país harían lo mismo». Comentarios Esther es un ejemplo de una buena adaptación e integración al nuevo país, sin perder por ello su propia identidad respecto al lugar de procedencia. Aunque no deseaba venir a España para vivir, transcurrido un tiempo, se dio cuenta de que no lo pasaba tan mal. Echaba de menos a sus amigos y algunas actividades, y el diferente idioma era al principio un inconveniente, pero su recuperación fue rápida. Esta rapidez habla de una buena capacidad en esta muchacha de recomponerse, a pesar de los contrastes y aspectos desconocidos que pudo encontrar. Podía ir disfrutando de lo que aquí encontraba, sin que se diera una ruptura, una separación drástica; más bien se aprecia una continuidad entre el aquí y el allí. 177
Su capacidad de disfrutar con múltiples actividades y hobbies, y también con distintas personas (ya existente en ella con anterioridad a la migración), muestran lo que Winnicott denomina capacidad de juego creativo con los otros, en un espacio potencial, de interjuego, que da continuidad a la relación entre el yo y su mundo. También señala este autor que la capacidad de jugar está directamente relacionada con la capacidad de simbolizar. Así observamos en Esther buenas aptitudes para manejarse con el lenguaje y la comunicación. Desea ser periodista o redactora, trayendo noticias de allí aquí, rellenando así en el tiempo y la distancia lo que en principio podría ser para ella un escollo entre su país y este. Destaca la sensación de continuidad en su relato y la riqueza cultural que desarrolla. Podemos rescatar algunos significantes que se repiten en su relato: es «normal», «como allí», «no hay muchas diferencias». Es decir, minimiza los contrastes, encontrando en lo extraño algo familiar. Las fiestas son iguales aquí, aunque se celebran de distinta manera; en su casa a veces comen comidas de aquí y otras veces de su país; sus amigos españoles son iguales que los de allí, salvo que se divierten más y tienen menos responsabilidades, etc. Sin embargo, Esther ha hecho un esfuerzo, que manifiesta en los consejos que da a otros muchachos y muchachas inmigrantes: «Que intenten acomodarse a la situación de aquí y a la cultura de aquí y a la gente, y que no vengan a decir que sus ideas son buenas, que acepten también a los demás, pues los que irían a su país harían lo mismo». Ella ha realizado un esfuerzo para incorporar a lo propio los nuevos juegos, costumbres y aportaciones de la gente que ha ido encontrando en el nuevo país. Su agradecimiento por la ayuda que le han podido proporcionar y la valoración positiva que hace de sus conocidos muestran una actitud abierta y poco susceptible que facilitan su gran sociabilidad. Pero todo no es igual, hay matices que diferencian, por lo que espera estar por fin, los fines de semana, con sus amigos compatriotas. Y en un futuro no muy lejano, cuando todavía sea joven, quiere vivir en su país; quizás cuando terminen esas «largas vacaciones». La adquisición de un nuevo idioma «¿POR QUÉ NO TE ENFADAS?» A pesar de las dificultades como el desconocimiento del idioma y su poco tiempo libre, Xiaomei se ha esforzado con tesón para conseguir integrarse en este nuevo país. La infancia de Xiaomei se desarrolló en un pueblo donde vivía con sus abuelos, pues sus padres tenían lejos sus negocios. Tras los primeros cursos en la escuela, sus padres la enviaron a estudiar a una ciudad que estaba a dos horas en coche. En su país, cuando no hay parientes en la ciudad donde estudian los chicos, se quedan a veces a vivir en casas de profesores; así ellos vigilan el aprendizaje, los deberes. Sus padres la dejaron en casa de un pariente. 178
De vez en cuando la llevaban con ellos a la ciudad donde tenían una tienda, pero la mayor parte del tiempo lo pasaba ella sola, en la ciudad donde estudiaba; a pesar de estar con familia, ella siente que sus padres estaban juntos y ella estaba sola. Al decidir su padre emigrar a España, su madre deja de trabajar y vuelve a la ciudad donde ella estudia; pasó a cuidar de ella y de su hermano. Cuando su padre vino a España, ella tenía 12 años; no le dieron ninguna explicación, pero ahora piensa que su padre, de profesión comerciante, vino a España porque los negocios no iban muy bien y tenía amigos que le contaban que las cosas en España iban mejor y se ganaba más dinero. Cuando su padre partió veía a su madre mal. Su padre volvía una vez al año, para la fiesta de primavera; según ella, «no tenía excusa», pero esos tres años separados fueron mucho para su madre. Al hablarse por teléfono y decirles su padre que estaba preparando los papeles: «No sé, no sé…no quería venir. Es que era una situación, me ponía en una situación muy difícil: por una parte, tenía los amigos y luego los abuelos, tíos, primos, todos. Por otra parte, mi padre. Es que pesan lo mismo»… «Es que claro, mi infancia, pasé mucho tiempo con mis abuelos, que nos llevábamos muy bien». «Incluso pasé menos tiempo con mi padre; mi padre tenía negocios fuera, trabajaba fuera y yo…». Así que la espera de la resolución de los papeles le producía una mezcla de sentimientos. Sus abuelos no estaban contentos, no les gustaba que se fueran tan lejos; ella lloraba muchísimo, no quería venir, la única razón para venir era que estaba su padre; ella pensaba: «¿Para qué ir tan lejos?». Aunque veía que encontrar un buen trabajo allí era difícil, ella no quería venir. En clase de Geografía se hablaba de España, del clima mediterráneo, de lo habladora que era la gente. Aunque tenía una imagen positiva, sentía que no sabía nada de España ni de cómo les iría. Su madre tenía muchas ganas de venir a España, pues estaba contenta de reunirse con su marido. Si para Xiaomei la partida fue difícil y lloró muchísimo, esto continuó así un año más, lo pasó muy mal, cree que en gran medida por no hablar español, lloraba y lloraba. Nada más llegar tuvo problemas de salud durante una semana «por el agua: me sabía muy distinta, me tuvieron que llevar al hospital». Fue la única de la familia que enfermó. Cuando llegó compartían piso con otra familia. Estuvieron así seis meses. Para ella, esto era muy difícil, inexplicable… No podía hacer comentarios, ni protestar por las faltas de respeto en la convivencia; al final su padre decidió que vivirían solos aunque tuvieran que pagar algo más, y la otra familia se mudó; esto le alivió mucho. Al llegar, con 15 años, entró en 4.º de ESO, se refugiaba en el despacho del jefe de Estudios del centro. No podía hablar, le decía: «No entiendo nada». No quería entrar a las clases; los estudios le resultaban muy difíciles; lloraba y lloraba. El profesor según 179
dice: «Me tranquilizaba. Me acuerdo que una vez yo lloraba muchísimo y luego me trajo una tarta de… Me tranquilizó, me dijo que no me preocupe, que no pasa nada, que eso pasa a todo el mundo primer año, que no entendía español, que es lógico que los estudios me resultaran tan difícil». Cree que este profesor la ayudó a sentirse mejor, le hablaba y le hablaba aunque ella no entendiese. Entendía sus gestos que la tranquilizaban; eso y aprender español le iban haciendo sentirse más segura; también los amigos que aunque sabían que no entendía la llamaban. En la calle ha escuchado comentarios insultantes y sabe que amigos suyos compatriotas han vivido lo mismo: «A ver… la mayoría muy amables; de verdad es muy amable, la mayoría más que nosotros, digo de verdad. Si pasa por la calle… los chicos entre 14 y 17, cuando pasan por la calle, te dicen algo… Igual piensan que no hablas español, te dicen algo malo». Pero ella no solía mostrarse ofendida, dice que le daba igual, pero sus amigos la interpelaban: «¿Por qué no te enfadas?». En un principio le llamaron la atención muchas cosas: en su país había más disciplina; aquí veía las clases más libres, las jóvenes no vestían igual, allí no se pintaban las chicas… «Aquí cada uno se pone lo que le da la gana, eso me ha sorprendido bastante». No le gustó la falta de disciplina, que las chicas fumasen en el instituto. Los horarios también le sorprendieron, la hora de desayunar, comer, acostarse; sigue sin acostumbrarse a estos horarios. Cuando empezó a salir más, también observaba las diferencias en el ocio de los jóvenes: el botellón allí inexistente, el gran número de discotecas y locales. Allí hasta los 18 años los padres apenas dejan salir; ella nunca había salido hasta tan tarde como ha salido aquí. No le gusta demasiado salir, y aunque a veces sus amigos le invitan y va a alguna discoteca, no bebe alcohol y eso le condiciona. Comenta que las chicas compatriotas en general tampoco fuman. La que bebe y fuma es mala chica; no puede ser una buena estudiante: «Es una mentalidad muy de allí, pero ahora yo cambio un poco porque también veo gente que es… Mucha gente lo hace y ya lo veo normal, antes no». Piensa que las cosas de las que hablan chicos y chicas aquí y en su país son similares; los centros son mixtos y hay grupos de amigos y amigas mezclados; considera que en los estudios, allí se estimula mucho la competición, y eso, aunque era una buena estudiante, no le gustaba. También le sorprendió el contacto físico que hay aquí; allí los chicos y chicas no se tocan, la familia no se saluda besándose; ella nunca lo ha hecho con su familia. Aunque lo veía en el cine y sabía que existía tal costumbre, le chocaba mucho, le resultaba incómodo. «Me resultó un poco incómodo al principio. Me acuerdo en el recreo de instituto, unos chicos… me resultó un poco curioso que una chica china ahí, se acercó ahí a saludarme, no le dejé». 180
En su país, si se encuentran por la calle con personas que solo son conocidas no se saludan, y esto puede ser interpretado por los españoles de mala educación. «Un español me dijo que tiene un vecino de mi país que cada vez que lo ve por la calle no le saluda, y no lo entiende…; con las Olimpiadas el Gobierno de mi país, como vienen muchos extranjeros, obligaba a la gente a saludar en las tiendas, ja, ja, en la tradición no había esa costumbre». Hoy en día saludarse entre la familia le gusta mucho; le parece una muestra de cariño. Su padre tiene amigos en España, pero ella apenas se relaciona con los hijos de estos; conoce pocos chicos/as compatriotas. El hecho de que su padre trabajara en un negocio distinto a la hostelería hizo que ella no frecuentara los restaurantes, lugar donde dice se relacionan muchos de ellos. Además dedicaba casi todo su tiempo a estudiar, sobre todo, el idioma español. Quería aprenderlo cuanto antes, pues, como no entendía el español, sentía que los demás se reían de ella: «Pasaba como una tonta que no sabía por qué se reían». Ahora sale un poco más: «No me gusta mucho salir, por lo del idioma, pero también porque no tengo costumbre, pero ahora yo creo que me integro, yo creo que me integro un poco más, pero no suficiente, un poquito». «A veces me siento un poco distinta, no sé». También dice que se inhibe de participar en clase; no se atreve a hablar «por el acento». Su padre montó al poco tiempo de venir un negocio. Lo consiguió gracias a sus ahorros y al apoyo económico de amigos de su misma nacionalidad. Valora la solidaridad que tienen entre ellos y considera que se da por el conocimiento que todos ellos tienen sobre las dificultades que se viven al venir de fuera. Ella ayuda de vez en cuando, el negocio lo lleva su padre, que trabaja mucho, y otra chica. La madre apoya y se hace cargo de las cosas de la casa; la ve bien aquí. «Una cosa es que aquí lo que no me gusta, como cada familia tenemos un negocio, tenemos que ayudar en casa, eso no me gusta, no, no. En mi país no hacía nada, solamente estudiar, luego salir con los amigos, pero aquí es que, si no ayudo, no me parece bien, porque mis padres trabajan mucho». Cree que tener que trabajar mucho dificulta en general a sus compatriotas la posibilidad de relacionarse más. El trabajo también es el motivo por el que mandan a los mayores y pequeños a su país, al no poder atenderlos. Otra razón para viajar a su país es el temor de algunos de sus compatriotas a ir a médicos en España; cuando es algo importante, temen que haya confusiones con el idioma, les preocupa no entender bien, confían en la medicina tradicional de allí. Ha elegido estudiar Empresariales y a su padre le parece estupendo; eligió esta carrera porque piensa que tiene futuro y puede ponerle en relación con su país. Sus padres esperan de ella que termine la Universidad y encuentre un buen trabajo. De su hermano esperan lo mismo, pero reconoce que los chicos suelen estudiar 181
menos y jugar más al ordenador, a su padre le enfada esto de su hijo. En definitiva, sus padres, dice, esperan más de ella. Su hermano apenas estudia, pasa el tiempo libre en casa jugando en el ordenador, tiene amigos en clase y fuera de clase, pero no son de la misma nacionalidad. Ella mitad y mitad, mitad españoles, mitad compatriotas. Conforme va conociendo mejor a la gente de aquí, va viendo más cosas comunes entre los chicos y chicas de ambos países. Cosas que tenía allí también las ha ido encontrando aquí: «Las cosas parecidas, los amigos también se preocupan por ti: si un día no vaya clase, me mandan mensajes porque estabas malita. Son iguales, no sé. Es que no veo mucha diferencia» En su tiempo libre va a la biblioteca, a la Casa de Juventud a bailar, le gusta mucho nadar, pasear. Entre los adultos, considera que aquí hay personas que pasan mucho tiempo en los bares. También opina que hay muchos divorcios; cree que eso tiene que ver con que se sale más de casa, hay más libertad, se conoce a más gente y se va encontrando a alguien mejor. Durante un tiempo mantuvo contacto por el Messenger con sus amigos y amigas, pero con el paso del tiempo se ha distanciado: «Ahora ya resulta difícil, hablan de los chicos que no conozco, hablan de cosas que yo no sé, es distinto, la distancia separa, no hay tema común». Le preguntan poco por su vida aquí, pero sí sobre cuándo va a volver, a lo que ella no puede responder. Al año de estar aquí, entre toda su clase prepararon una carta con fotos, interesándose sobre su vida en España; al poco dejó de contestar a las cartas. Al hablar sobre esto aflora la tristeza; echa de menos especialmente a los amigos: «Es que vine justo la edad, la gente empieza a salir, yo vine aquí, o sea, no he podido salir bastante allí, eso me da mucha pena, si no, no sé cómo sería» Comenta que le hubiera gustado ir a la Universidad en su país; allí hay muchas actividades, pero, por otro lado, dice haberse librado allí de la selectividad, que es más dura que en España. Cree que posiblemente idealiza lo que no puede tener… Se muestra abierta a encontrar pareja de distinta nacionalidad a la suya, pero señala que hay pocas relaciones en las que se dé la mezcla, quizás porque las mujeres de allí no salen casi. Considera que la población vive un poco cerrada en su círculo, sus padres no tienen amigos españoles, aunque se pasan el tiempo relacionándose con españoles por el negocio; sin embargo, la gente joven se va abriendo más. La decisión de sus padres dice que fue correcta, porque aquí se gana más dinero. Aunque este tema le parece una cuestión difícil: ¿dónde te gustaría vivir de aquí a unos años?, se imagina viviendo allí, siente que ahí tiene su familia, se imagina trabajando para empresas que le permitan viajar a España o al revés; estar entre un lugar y otro, porque también le gusta España. 182
Su recomendación a otros chicos/as inmigrantes es: «Yo creo que hay que esforzarse, integrarse, aunque al principio muy, muy difícil. También lo veo muy mal, pero esforzarse, aunque al final no da resultado pero al menos intentarlo, y la verdad muy bien, todo va a salir muy bien. Eso… yo creo que sí, yo intenté y yo considero que he conseguido lo que quería, hasta hora, pues eso». Comentarios Xiaomei expresa muy bien su deseo de integración que para ella pasa por el lenguaje, el aprendizaje del nuevo idioma. Lleva en España solo dos años, y ha dedicado mucho tiempo a su estudio, lo cual le ha facilitado poder cursar bachillerato e iniciar estudios universitarios y relacionarse con chicos y chicas españoles. Sin embargo, no ha escondido su dolor y tristeza por dejar su país, familiares y amigos y venir a un lugar donde «no entendía nada». Insiste en su llanto allí, cuando iba a venir, y su llanto aquí, cuando inició el curso académico. Tuvo un buen encuentro, el jefe de Estudios, el profesor, que acogió a esta muchacha en su despacho, le permitió llorar y le hablaba y hablaba, aunque ella no le entendiera, intentando tranquilizarla; le tranquilizaban sus gestos, su voz y el interés que mostraba hacia ella. No cabe duda de que este fue un buen espacio para Xiaomei, donde encontró una persona digna de confianza. Sus compañeros, aunque ella no entendiera, también la llamaban. Estos encuentros, junto al progresivo aprendizaje del castellano, dice, le hicieron estar más segura. A pesar de encontrar personas que quizás dicen algo malo, o se ríen de ella porque piensan que no habla español (así lo interpreta), Xiaomei no entra en su juego, los ignora o sonríe, hasta tal punto que sus compatriotas le dicen: «¿por qué no te enfadas?». Su solución vuelve al dominio del idioma, intentando que su acento no le haga sentir diferente. Describe muy bien costumbres de su país y diferencias que ha encontrado en España. Puede opinar, cuestionar e incorporar algunos aspectos que encuentra valiosos aquí, como la expresión de afecto por medio de los saludos. Hay cosas que inicialmente vivía mal y que ahora ve más normales o le gustan. Progresivamente, dice, va encontrando más similitudes que diferencias entre las personas de su país y las españolas; las cosas son más parecidas porque «los amigos también se preocupan de ti». Consciente de lo que ha perdido al venir a España: relaciones, la posibilidad de vivir la adolescencia y salir con sus amigos en su país, estudiar en la Universidad de allí, etc., mantiene una continuidad entre su anterior mundo y el actual. Por ello su proyecto es o vivir entre ambos, o allí, pero con las nuevas adquisiciones que le va proporcionando su gran esfuerzo por estar integrada en España.
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Valores relacionados con la igualdad entre hombres y mujeres «YO SOY MÁS FEMINISTA» Miriam vino con su madre hace tres años para encontrarse con su padre. Tiene ahora 17 años, y estudia bachillerato. A pesar de algunas malas experiencias, sigue pensando que cada persona puede ofrecer algo. Miriam recuerda el momento en el que se fue a la quiebra la fábrica en la que trabajaba su papá. Le dieron una buena indemnización, que depositaron en el banco, pero el banco también quebró y se quedaron sin nada. Por aquel entonces, por su edad, encontrar trabajo no resultaba fácil y el dinero no alcanzaba. Un familiar le habló de la posibilidad de emigrar a España; tras valorarlo, tramitó el visado y en seis meses pudo marchar; atrás quedaban su mujer y cinco hijos. Miriam, que entonces tenía 14 años, es la pequeña de la familia, «Mi papá venía porque una empresa de España los iba a contratar y al final no los contrató». Su padre venía con un primo que ya tenía a su familia en España. Sentía que su padre se fuera, pero también suponía una liberación: «Como era tan autoritario, pues mi madre dirigiendo la casa y solo con mis hermanos, pues fue..., estuvo muy bien». Sin embargo, la situación económica era precaria, su padre no siempre podía enviar dinero y a veces se veían apuradas. Poco después sería ella la que dejaría el país: «Estuvo aquí un año y luego ya nos…; ya quería que nosotras le acompañáramos, que no quería estar solo…, porque primero estaba en un piso compartido, y ya estaba solo y no quería estar así». Su despedida fue muy dolorosa, la familia quedaba dividida: «La despedida fue muy triste, porque, como mis hermanos eran mayores y tal, pues no sé, teníamos ese mismo miedo, que no sabíamos dónde íbamos a ir. En la despedida lloramos mucho, porque los cinco éramos muy apegados a mi mamá, entonces pues, se quedaban mis hermanas y mis hermanos que ya eran mayores ahí…; lloraron mucho, porque no sé, mi mamá ha sido todo el apoyo que han tenido». Separarse de las abuelas, los amigos, todo resultaba difícil: «También para la despedida vino mi abuelita, la mamá de mi mamá, y yo la quiero mucho y no paraba de llorar porque, no sé... me daba mucha pena dejarla, porque yo que sé...; ella era uno de los recuerdos bonitos que tenía de mi infancia». Tenía grandes amigos y una amiga del alma cuya familia sentía como propia; separarse de su gente era romperse por dentro, no podía parar de llorar. Con 15 años llegaba a un pueblo de Huesca donde finalmente se instaló su padre al encontrar trabajo; llegaba con ilusión porque su padre la motivaba diciéndole que aquí iba a tener un futuro mejor y más posibilidades para estudiar. El piso en el que vivían tenía un balcón que daba a una plaza siempre animada, con vecinos y vecinas tomando algo. Le gustaba disfrutar del atardecer desde el balcón, rememorando películas españolas que tenía como referencia y escuchando aquel acento tan distinto al suyo. 184
Pero pronto le resultó un pueblo pequeño, la pena iba por dentro; aunque le correspondía entrar en 3.º de ESO, entró en 2.º, algo que no entiende; quiso hacer amigos, pero no hizo ninguno: «Yo al principio quería tener amigos y tal, entonces decía cualquier cosa y me dirigía a ellos, les decía cualquier cosa y se iban, era como que yo… tenía algo y no sé. Entonces siempre me hacían el vacío». Le costó unos meses hacerse a la idea; vivía aquello como un mal sueño del que quería despertar. «El primer año en el pueblo fue… como más triste, porque al principio llegaba y decía: “¡Es mentira!, mañana me despierto y estoy en mi país”… y no, era verdad». Su prima, que llevaba más años en España, no le supuso una ayuda; tenía su vida muy hecha y no tenía muy en cuenta a la recién llegada. El reencuentro con su padre tampoco fue fácil: Miriam sugiere que el cambio en la organización familiar contribuye a que su padre no pueda situarse igual ante ella y su madre, si bien su madre siempre trabajó en la casa y en el campo, es al tener un trabajo asalariado cuando las decisiones se toman de un modo más compartido. «Aquí fue diferente, porque mi madre también trabaja y aquí él no decide por todos; las decisiones han de tomarse por consenso, él ya no puede decidir ni por mi madre ni por mí; entonces mi madre también ha cambiado en eso, también le ha servido mucho porque mi madre también era, es como las mujeres son así… Está la figura autoritaria del padre, luego la del marido; entonces mi madre en eso también, como que se ha dado cuenta que no estaba bien, y aquí en España ha cambiado mucho». Pero las tensiones se mantienen: «Siempre he notado que los nuestros son países machistas, y a mi padre siempre lo veo como que siempre ha sido machista, y a veces hace comentarios machistas; yo con mi padre siempre me enfrento porque soy todo lo contrario, soy como más feminista». Y a veces también el temor al maltrato, aunque en este sentido la preocupación ha ido a menos: «Ya no me da preocupación dejarla con mi padre a ver si la está hablando o la está diciendo cualquier cosa, porque sé que mi madre ya no se deja como era allí». Piensa en cómo su padre les ha educado a todos; observa cómo se resiste a perder autoridad sobre ella; cree que tiene miedo a la pérdida de control sobre las hijas; ya vivió como un fracaso que su otra hija se casara a los 18 años y se fuera de casa. Ve a su esposa e hija como aliadas, y a veces dice que «no pinta nada». «Él ha sido siempre de «la letra con sangre entra» (ríe) entonces…, pero ahora hablo con él, y cuando me enfado con él yo no hablo gritándole, le trato de hablar las cosas con serenidad y dialogar con mi papá, que entienda que hay que hablar y… se le ha pegado un poco, y ahora cuando cualquier cosa me quiere decir, pues lo hablamos». Siempre educaron a sus hijos de forma desigual según sexos: las chicas no pueden salir, las chicas hacen los trabajos de la casa. En España son normas que ella no acepta y él negocia con su hija y consigo mismo: «Le cuesta, pero como yo también tengo mucho carácter… y a veces cedo, y en ese sentido también me da mucho gusto ver 185
que mi padre ya acepte eso. Por ejemplo, si mi madre se pone mala, ya no se viene la casa abajo». Con su madre la relación es mejor, es una relación basada en la confianza, pero con ella también ha de conversar a menudo para que se produzcan cambios. «Allí las mujeres hacíamos todo; entonces aquí no me gusta y con eso mi madre también… Yo soy la que más presiono a mi madre para que le… eso ya se acabe»; siente que su mamá tiene miedo y le falta costumbre para pedir ese tipo de cambios, que su padre se implique en las tareas domésticas es una lucha especialmente suya, y es una lucha continua en la que solo hay frutos si hay presión. Al año de vivir en el pueblo la familia se trasladó a Zaragoza, cuando su padre encontró un trabajo en la ciudad. Miriam se incorporaba a tercero de la ESO; esta vez encontró chicos más abiertos, que se dirigían a ella y le bromeaban, piensa que tal vez en el pueblo tienen más temor a conocer otras culturas. La impresión que le dieron los chicos y chicas españoles fue de inmadurez: el trato, las bromas, le parecían infantiles en comparación con las de los chicos y chicas de su edad en su país, sin embargo, le gusta la manera de vivir, el sentido del humor, la positividad: «Saben ver el lado positivo y son muy graciosos también, según… Son así muy infantiles, pero son muy graciosos también». Le llamó la atención cómo las chicas se situaban frente a los chicos: «Ver a una chica que se le ponía encarada a un chico pues, no sé, era como que tenía mucho genio y estaban igual; eso me gusta mucho». No le gusta cómo utilizan muchos jóvenes el consumo de alcohol para divertirse. Defiende la libertad en las relaciones afectivas, la libertad para que cada cual haga lo que quiera con sus cuerpos y sus vidas, pero le produce extrañeza la ligereza con la que se toman los noviazgos, las relaciones fugaces; en eso se siente más convencional. Dice haberse encontrado con los prejuicios y cierto rechazo, pero no por parte de la gente joven, y que es en las miradas de la gente mayor donde observa este rechazo. En Zaragoza sus padres y ella compartieron piso con unos chicos de otra nacionalidad, con los que siempre han tenido muy buena relación. En el instituto hizo pronto amigas, y se integró bien en el grupo de clase; hizo una amiga croata, otra marroquí, pero el resto son sobre todo amigas y amigos españoles: «Tengo mis amigas fijas; somos muy buenas amigas y con ellas cuento para todo, ellas son españolas, todas las que tengo son españolas y… me aceptan muy bien. A sus familias también las conozco y conocen ellos y ellas a mis padres… Y ahora son mis amigas definitivas». Escucha principalmente música española pop. «Según qué reguetón también me gusta, pero es que las letras de las canciones no me gustan». Participa en muchas actividades extraescolares, y sale con sus amigos y amigas a bailar, al cine, al parque, van a ver exposiciones... Es una chica muy activa, «antimodas», y movilizada por la solidaridad; ha hecho un curso de mediadores interculturales en el instituto. 186
Le gustaría estudiar Filosofía o Psicología. Su madre la apoya para que siga estudiando, su padre, aunque no dice ni sí ni no, cree que también apoyará en su decisión de ir a la Universidad. No sabe cuál hubiera sido su evolución allí; se plantea si hubiera seguido el camino de sus hermanos que eran militares, le cuesta pensar en esa posibilidad, le es difícil imaginarse allí. «Por la situación que está mi país…, siempre en todos está la idea de ir a otro país… Por eso creo que tampoco me hago una idea fija de lo que hubiese hecho». Miriam volvió de visita a su país después de tiempo; durante ese mes se reencontró con sus amigos, hermanos. Fue muy feliz y disfrutó de un reencuentro que por otro lado le producía temor; seguía habiendo mucho afecto a pesar de los cambios. Miriam siente que tiene su vida en España y es feliz aquí; no querría volver a vivir allí: «No, porque yo dejé con quince años a mis amigos, mi familia y lo pasé muy mal y… no me siento dispuesta a dejar otra vez a mis amigos aquí, otra vez, para ir allí a empezar. A mí me costó mucho empezar una nueva vida, y estoy muy a gusto como estoy aquí, y no sé, mis amigos allí siguen sus vidas, se han casado o se van a casar y yo no, mis amigas aquí las quiero mucho y no las quieran dejar, y ellas no quieren que me vaya». Sin embargo, le parece que sus padres se sienten solos en España, especialmente su padre. Para ella, él es una persona muy apegada a la familia, acostumbrado a la familia extensa y aquí le notan la tristeza. «Aquí como solo estamos los tres… Allí los fines de semana se hacía una comida, y todos en familia y riéndonos y contándonos cosas de lo que nos ha pasado… Yo creo que a mi padre le cuesta mucho, está aquí muy solo, se siente solo…». Su madre echa de menos especialmente a sus otros hijos, porque el resto de su familia ya la tenía bien lejos cuando estaba allí. Su consejo para otros adolescentes emigrantes es: «Que la primera impresión no es la que cuenta siempre, a veces te has quedado muy impresionado porque dices: “¡Esto yo no lo hago!”, o lo que sea. Te quedas muy sorprendida porque dices: “¡Qué chicos más inmaduros!”, o lo que sea y dices: “Yo ya me alejo de esto y ya está”. ¡No! Que hay que darles una segunda oportunidad y dártela a ti misma, porque si te cierras y ya no quieres abrirte a otras personas, a conocer otras personas, pues es algo que te pierdes; porque cada persona te puede ofrecer algo, entonces no sé, que tampoco sean cerrados en decir: “Es que no quiero relacionarme con personas de otro sitio, yo prefiero gente de mi país”; ¡no! Que se abran un poco más, que cada persona le puede ofrecer algo. Es mi consejo que les daría». Comentarios Entre otros factores, la idea previa de migración que plantea Miriam quizás ha facilitado su buena integración en España. Al hablar de la despedida de su abuela, sitúa a la misma entre sus recuerdos bonitos de la infancia, es decir, en el pasado. Y a los amigos que dejó allí, y con los que sigue comunicándose, les ve con vidas diferentes a la suya. Su afecto hacia todos ellos tampoco ha cambiado. 187
Aunque habla de tristeza y llanto y un primer año difícil, donde estar aquí le parecía un mal sueño, parece haberse recuperado de ello; no hay añoranza y/o tristeza, sino más bien una gran riqueza social y proyectos de futuro en este país. Ella aprovecha y agradece los nuevos y buenos encuentros y oportunidades que ya su padre le anunció: aquí tendría, al menos, más oportunidades para estudiar. El apoyo más importante para Miriam, además de su familia, son sus amigas y amigos, con los que tiene muy buena relación afectiva. A pesar de unos inicios desafortunados en el pueblo, donde los compañeros le hicieron el vacío, con el tiempo ha podido realizar una elaboración de esta experiencia y encontrar una explicación: quizás en el pueblo tenían temor a conocer gente de otras culturas, no siendo así en la ciudad. Incide en este aspecto cuando da consejos a otras y otros adolescentes inmigrantes: «¡Que hay que darles una segunda oportunidad y dártela a ti misma, porque si te cierras y ya no quieres abrirte a otras personas, a conocer otras personas, pues es algo que te pierdes; que cada persona le puede ofrecer algo». Sobresale en el relato la alusión a la cultura machista del país de donde procede y a una relación conflictiva con su padre en relación con este tema. Miriam, desde sus propias convicciones y apoyándose en esta nueva cultura, es una agente de cambio, que intenta inducir a unas relaciones más igualitarias y de respeto entre sus padres; también la posibilidad de decidir y negociar entre los que componen la unidad familiar, sin la necesidad de acudir al autoritarismo. A pesar de lo crítica que es con su padre, intenta entablar un diálogo y hablar de sus diferencias; es consciente y sensible al sentimiento de soledad y añoranza de su padre respecto a su país y a la familia que dejó allí. Para Miriam, sin embargo, su vida está proyectada en este nuevo entorno donde valora sus nuevas relaciones y oportunidades, sobre todo, porque «no me siento dispuesta a dejar otra vez a mis amigos aquí, otra vez para ir allí a empezar; a mí me costó mucho empezar una nueva vida y estoy muy a gusto como estoy». Mayor libertad «QUIERO VIVIR MÁS CON LIBERTAD» Esta joven de 18 años nos relata su historia y nos hace partícipes de lo que conoce, de lo que ha vivido y de las condiciones y dificultades con las que se encuentran sus compatriotas al llegar a España. Tiene muchos recuerdos de su país natal, pero quiere vivir aquí, estudiar y tener una vida con más libertad. Quine viene de un pueblo que poco a poco se está despoblando y donde van quedando las personas mayores, pues los jóvenes han ido emigrando a América, Europa... Este hecho era bastante triste para ella: todos se iban y quedaban sobre todo personas mayores. No solo era la migración económica a otros países, la gente joven 188
también se iba a otras ciudades a estudiar o trabajar. Entre sus amigas, entre sus familiares, muchos se habían ido, al igual que su padre. El primer destino de su padre fue EE. UU., y hacía ya muchos años que salió de su país. Ella quedó con su madre y sus hermanas. Recuerda que pasaron momentos muy difíciles durante su infancia; casi todo el tiempo que su padre estuvo fuera no envió mucho dinero a la familia, ya que gran parte de lo que ganaba se lo jugaba. Vivían con algunos ahorros de su madre: «Pues nada, es que casi todos los hombres que emigran están solos, se aburren mucho y solo pueden jugar y luego se quedan sin dinero siempre…». Tenían el apoyo de su abuela materna y algunas tías que les ayudaban económicamente. Tiene recuerdos muy hermosos de su pueblo, de los edificios tradicionales, de las fiestas, de sus amigas, pero se empañan rápidamente por la dureza con que vivió las experiencias, tal vez por la dureza de lo que aún vive aquí: «Bueno, ahora me gusta más España, tampoco es que me olvide del pasado, pero es que hay gentes que cuando no tenías dinero, ¡pues te jodías!» (dice esta palabra casi llorando). Ella conoció a su padre poco antes de venir a España. Cuando vinieron a Zaragoza, montaron dos tiendas y eso les ha permitido, trabajando mucho, mejorar su situación. Su padre sigue jugando todos los días: «Mucho, casi todos los padres, mis amigos me lo cuentan también que sus padres juegan en casino, máquinas, es muy normal, hay gentes en mi país que no juegan, pero al venir aquí se aburren, no tienen nada que hacer y empiezan a jugar». Este es un motivo de conflicto aún hoy día en su casa. Cuando planeaban venir a España su madre no tenía nada claro. «Pues al principio no tenía idea muy segura, pensaban qué hacer, mi madre dice que no, pero había que hacer muchos papeles, mi madre quería que viniéramos juntas…, y también…, yo tenía miedo…. bueno… (silencio), tampoco es miedo, un poco nervioso… A lo mejor yo tenía miedo de mi padre». «¡Es que mi madre siempre me dice que cuando era pequeña yo como mucho y es gorda, y mi padre siempre me odia!». «Un poco es que allí en aquella época siempre se quería tener chico, y la primera hija chica, segunda chica… Al principio no le gustaba, pero ahora está bien». Nombra las «hijas regaladas», aquellas hijas que se entregan a otras familias para seguir en el deseo de tener un hijo varón, sin tener que pagar un plus y que se entregaban para que realizaran las tareas domésticas de su nueva «familia». Ella no conocía personalmente chicas en esa situación, solo de vista, pero aquello le parecía injusto. El menor valor de la chica también tiene que ver con que al casarse pasa a formar parte de la familia del marido; «hija casada, agua tirada», dice ella. Al preguntarle si quería venir: «Pues no sé, porque tenía 14 años y en mi país los estudios muy duros y también me quiero salvar. Como tenía un amigo que había venido a España antes que yo, él me hablaba que estaba en casa aburrido estudiando el idioma, y que el español es parecido a dibujar…, y que él estaba dibujando siempre en casa, y yo digo: “¡Qué fácil, qué guay!, ¿no?”. Y preparábamos pinturas, pues como 189
pensaba que iba a estar dibujando en casa, quería preparar pinturas. Es que en mi idioma pronunciación y pintura es muy parecido, por eso…». Llegó a España a los 14 años; el viaje, además de temor y tristeza, suponía escaparse de unos estudios que cada vez se complicaban más; por conversaciones con amigos que vivían en España se había hecho a la idea de que aquí era más fácil. Despedirse de su abuela materna fue muy doloroso; desde entonces, hace ya cinco años, no la ha vuelto a ver, aunque se comunican por Internet. Sus primeros días en España fueron muy extraños para ella; su padre les fue a recoger a Madrid y, como estaba montando una de las tiendas, tenían que ir a las calles de venta al por mayor, aquellas calles estrechas, abarrotadas de rostros extraños, con paredes llenas de pintadas, chicas que vestían ligeras de ropa, pelos de colores…; todo lo que vio le causó temor, se sentía amedrentada. Cuando llegaron a Zaragoza, estuvieron viviendo en un piso compartido, su padre no había preparado un espacio para ellas. La casa siempre estaba llena de amigos de su padre, vivían en malas condiciones…; tardaron unos meses en alquilar un piso. Este piso estaba vacío y no tenían nada, dormían en el suelo, sentía la pobreza, pero poco a poco fueron llenando la casa. Su padre la trataba mal: «Al principio mal, si hago algo mal me insulta, pero ahora no, ahora bien»; cuando se enfadaba con ella le pegaba, ese maltrato duró dos años: «Ahora ser lista y ya, si enfadas o algo pues me aparto»; no transmite haberse sentido defendida por su madre, «pues es que mi madre al principio siempre salía con mi padre por ahí, algún sitio con amigos de mi padre…». No recuerda haber enfermado en esos primeros tiempos, pero sí que, cuando lloraba, porque discutía con su padre, le decían que la iban a enviar de nuevo a su país. Al principio quería volver con su abuela, le costaba mucho estar aquí, pero sabía que tenía que quedarse. Quine no se sintió bien recibida por los españoles: «Al principio, como estás siempre sola, defendiéndote, y ahora estás más abierta, mis amigas me ayudan mucho»… «Costaba mucho aprender; es que no sabemos comunicar y siempre estás como tonta». Sentía el racismo no solo de niños españoles, también de chicos y chicas de otras nacionalidades, cree que por desconocimiento… «Hummm... un poco de racismo y pues, cuando andaba en la calle me chillaban: “¡Chino!, ¡china!”, o así, y me dolía un poco, además de los otros países, negros o ecuatorianos también nos llamaban: “¡Chino!, ¡china!”. Tenemos nombre, no queremos que la gente nos llama china». Le parecía una barbaridad el desembolso económico que había que hacer para comprar unos libros que no iban a lograr entender, al menos en un año (sobre todo cuando pensaba en la cantidad de dinero que suponía), y comenta que eso es algo que no entiende, no entiende que el profesorado te exija ir con los libros a clase. Cree que hay algún profesor muy exigente, que no entiende las circunstancias que viven los 190
chicos inmigrantes, y eso contribuye a que traten de saltarse la clase y terminen con un absentismo mayor. Le ha costado unos tres años empezar a estar bien; su mejor apoyo han sido sus amigas y alguna profesora, que es un buen referente para ella. Ahora dice que ya se ha acostumbrado, tiene amigas y se siente contenta en España. Su proyecto es matricularse en bachillerato de Bellas Artes para estudiar diseño. Le gustaría independizarse de sus padres; querría vivir con varias amigas compartiendo piso y trabajar en un negocio que no fuera el de la familia, tener un horario y días libres: «Estoy bien, pero quiero vivir más con libertad». Todas sus amigas y sus hermanas trabajan en diferentes negocios, apenas coinciden siquiera en el tiempo libre: su hermana mayor trabaja en una tienda, la pequeña en un restaurante, y ella en otra tienda. Transmite mucha soledad, y el instituto y sus amigas son sus grandes apoyos. En la tienda sigue percibiendo racismo; dice que especialmente las mujeres mayores les tratan como si fueran tontos, pero cree que ahora, al manejar bien el español, puede defenderse mejor. Entre las diferencias que ve entre los chicos y chicas compatriotas y españoles es que los primeros son más trabajadores; tiene una amiga española a la que su madre siempre la pone de ejemplo de aplicación, a las amigas de su mismo origen; ellas comparten esto con humor. Le parece que los jóvenes españoles son más abiertos, aunque esto también está cambiando en su país. Le extrañaba cómo muestran su afecto en clase las parejas jóvenes, pero dice que se está acostumbrando… Y también le extraña cómo se habla de sexualidad. A sus padres los ve medianamente abiertos, no obstante, cree que esperan de ella que si se enamora y tiene novio, se case con él. «Siempre piensan que puedes tener marido mejor que el novio que tienes ahora». En su familia, la expectativa de un buen marido para la hija sigue presente. Ella cree estar en desventaja en relación con los chicos y chicas de su edad que viven en su país, aquí tiene la responsabilidad de trabajar, cosa que allí no sucede. También es diferente si se compara con los chicos y chicas españoles: «Los fines de semana los españoles a jugar y yo no, aquí no, que no es igual, cuando vine solo tenía 14 años y ya empezaba a trabajar y ellos aún están jugando». Partiendo de ahí, de lo central que es el trabajo en su vida, considera que le gustaría vivir como una española: «Pues de momento veo que la más positiva es la de España. Es más abierta…, es una forma de vivir la de los españoles más cómoda, los nuestros trabajan mucho y viven muy cansados, pues…, quieren ganar más dinero, y aquí pues cada año siempre tienen vacaciones, más positiva para nosotros». Le parece que en España las mujeres tienen más libertad para decidir cómo quieren vivir. Cree que ahora las mujeres son más independientes: «Hay que ser fuerte; ahora hay chicas fuertes y eso no parece extraño, es normal». El horario escolar allí es mucho más amplio, más duro, están mañana y tarde, el horario español dice que hace compatible el estudiar y trabajar, y eso en parte le gusta. 191
En relación con la continuidad en los estudios de sus compatriotas aquí, observa que son más las chicas frente a los chicos las que continúan estudiando; ello lo achaca a una cierta irresponsabilidad por parte de los chicos y al deseo de tener dinero pronto. «Bueno, los chicos no quieren estudiar, prefieren más jugar, y algunos chicos prefieren trabajar antes, como estudian mucho aquí y repetían curso, es mayor ya, y se ve estúpido con los niños pequeños, sí, por eso dejaban de estudiar». Para ella España presenta ventajas, especialmente para los niños y niñas nacidos aquí o que vienen muy pequeños, son los que aprenderán bien el idioma, terminarán con más facilidad los estudios, se sentirán más a gusto con la cultura española y podrán decidir en mayor medida, si vivir de una profesión propia, que les podría dar más libertad y calidad de vida, o formar parte de los negocios familiares. Comenta que el hecho de que hoy día se vean más niños y niñas de su país en España tiene que ver con que los padres, que ya llevan años aquí, tienen mayor solvencia económica. Además, ya tienen algún hijo mayor que mandaron allí para ser criado, ha vuelto, y participa en la economía familiar, con lo cual es más fácil que haya un miembro de la familia que no trabaje y cuide de los más pequeños. Además dice que los padres temen que, si mandan a sus hijos a su país, no puedan estudiar al volver por la dificultad que conlleva el idioma, experiencia ya vivida con alguno de sus hijos. Cuando se comunica por Internet con amigos de allí, a estos les preocupa sobre todo el trabajo; Quine piensa que tienen una idea equivocada de España, que solo ven lo positivo; piensan que se tiene más futuro en España y ello hace que deseen emigrar; pero no ven, ni quieren entender, las dificultades que se pasan al llegar y lo duro que es; se siente incomprendida y, a veces, se enfada con ellos. Le angustia mucho la presión de su familia allí para que envíen dinero; lo vive como muy injusto. Se enfada porque incluso aquellos que nunca les ayudaron, especialmente la familia del padre, se sienten con derecho a pedirles dinero, no le gusta, le enfada y es fuente de conflictos en la familia. Las tres mujeres de la casa, si piensan en apoyar a alguien, es a la familia materna, la abuela, la hermana de su madre, que fueron su apoyo en los momentos de necesidad. Desarrollan estrategias para controlar los trámites administrativos, puentean al padre, que controla en menor medida el español; las mujeres son las que realizan las gestiones y si ha de venir alguien a España, harán que sea en primer lugar aquellas por las que sienten respeto, aprecio y a quienes sienten deben apoyo. De momento no tiene muchas ganas de volver, le pesa el resentimiento y también la nostalgia. Echa de menos los alrededores de su pueblo, los ríos y las montañas...; quería ir para el Año Nuevo, pero coincide con clases y no puede perderlas, tampoco podrá ir en el verano, porque la expectativa de más trabajo se lo impide… Entretanto, su padre va cada año a celebrar la fiesta del barco del Dragón… «Ayer me preguntó un amigo también si quería volver a… a desarrollar, pero he dicho que no, porque mi 192
familia está aquí, además quiero elegir profesiones aquí». Le gustaría estudiar diseño publicitario, de ropa; no lo ha hablado con sus padres pero cree que le apoyarán. Su consejo a otros chicos y chicas que vivan la experiencia de migrar es: «No abandonéis de estudiar; si estudias más, con el título al final, tienes buen trabajo y puedes desarrollar aquí, y ya no es como los nuestros que tienen que trabajar mucho y muy duro». Comentarios Quine realizó dos entrevistas, y este relato es una elaboración de las mismas. Abundan en determinados momentos expresiones emocionales de tristeza (llanto) y rabia. Tristeza al recordar a su abuela y tías maternas, a su país al que de momento desearía pero no puede ir, y rabia al pensar en las personas que allí no le apoyaron y que ahora les exigen dinero, en su padre cuando gastaba el dinero en el juego y no les enviaba, en las discusiones en casa y en los insultos y malos tratos del padre, al cual ya sabe cómo evitar. Al principio de su estancia aquí destaca la soledad y estar «defendiéndose», aspectos siempre presentes al inicio del proceso migratorio, pero actualmente se describe más abierta y sirviéndose del apoyo de sus amigas de instituto. Sin embargo, la entrevistadora señala la transmisión de mucha soledad que capta al referirse la muchacha a su tiempo de trabajo en la tienda, no coincidiendo con sus amigas y hermanas en horarios. Dice: «Es como vivir un poco sola». No en vano, han transcurrido cinco años: dos necesitó para conocer el idioma y tres para comenzar a estar bien. A pesar de las serias dificultades familiares, económicas y de integración por el idioma, mucho trabajo y ciertos aspectos en la acogida negativos y desagradables, Quine está con la mirada en el futuro, y tiene fortaleza y capacidad para incorporar nuevos valores, diferentes algunos a los de su propia cultura. Así se decanta por la apertura, relaciones afectivas más abiertas, independencia y fortaleza de las mujeres y mejoras en la jornada laboral. Como ella dice: «Eso es normal». Está claro su consejo: «Estudia… Puedes desarrollar aquí y ya no es tan duro como los nuestros…». La transmisión por parte del amigo que está en España de un equívoco, en el que aprender español es dibujar (=pronunciar), fue importante para el futuro de Quine y su vinculación a la nueva cultura. Trajo las pinturas de su país dispuesta a dibujar, y encontró que su quehacer era pronunciar castellano; pero en este desplazamiento de significantes algo queda: anhela dedicarse al dibujo, al diseño publicitario de ropa, para poder trabajar en un empleo como los españoles. Pocos testimonios describen con tanta riqueza la situación de los inmigrantes que provienen de determinada cultura y situación socioeconómica; también sus dificultades personales y familiares. Los duelos están todavía vivos, pero ella se sitúa en una perspectiva de cambio y de futuro. 193
Construir entre tanta diversidad la propia identidad «SOY MUY AMIGUERA» Dolores ha vivido múltiples separaciones, la de sus padres cuando se divorciaron, la de su madre cuando emigró y la de su padre y familia extensa cuando vino a España a reencontrarse con su madre y hermanos después de tres años. Vino con ilusiones, como conocer gente nueva, cuidar a su madre y llegar a ser alguien. La mamá de Dolores vino a España cuando ella tenía 8 años; su madre tenía familiares en Zaragoza, y, aunque cuenta que allá las cosas no les iban mal, quiso emigrar para trabajar, ganar más dinero y dar mejor futuro a sus hijos. Marchó con tres de sus hijos y Dolores quedó con su padre y la familia de este. Previamente, sus papás se habían separado cuando ella tenía 6 años, y desde entonces vivía con su padre, su abuela y abuelo, otras hermanas, y sus tíos y primos; eran una familia extensa. A pesar de la separación de sus padres, relata que visitaba a menudo a su madre. Cuando su madre le dijo que se marchaba a España no la creía: «Pensé que era mentira, que me estaba mintiendo, que ella va a hacer otras cosas, que no se va a ningún lado, lo que quiere es no verme a mí, entonces claro, ya que se fue me quedé con mi padre. Yo le decía que me lleve siempre, y no me creía que estaba ahí, decía: “Mamá, ¿tú estás de verdad ahí?”; “¡que síiii!” (respondía su madre) y decía: “¡Mentira!”. Luego mandaba dinero, siempre se preocupaba por nosotros, me daba todo lo que yo quería, porque yo quería esto, me compraba, me mandaba en Navidad regalos, dinero para el uniforme, para el colegio, me mandaba de aquí ropa y todo, y eso». Hablaban por teléfono cuatro o cinco veces por semana: «Mi madre siempre me llamó, siempre estaba pendiente de nosotros… Yo le contaba todo». Estando su madre en España, la hermana de Dolores tuvo un problema grave de salud; su madre lo vivió con mucha impotencia, por lo que se apresuró a reagrupar a sus hijas, pues no quería volver a pasar por algo parecido. Esto provocó muchas discusiones entre sus padres. Cuando con 11 años su madre le preguntó si quería venir a España, ella no sabía qué decir; desde que marchó le insistía en que la llevara a España; sin embargo, en ese momento se sentía dividida: por un lado, quería volver a ver a su madre, pero, por otro, no quería separarse de la familia con la que se había criado. Tomó la decisión de venir y en una semana tenía los pasajes. Cuenta que la despedida fue muy dura, le dolió mucho despedirse de su abuela, de su tío, de su padre, de toda la familia. «De quien más me costó separarme fue de mi tío y de mi abuela, más que de mi padre, porque más iba yo con mi tío, mi padre estaba ahí, pero mi tío siempre andaba para arriba para abajo, vamos aquí…; y mi abuela… que yo siempre estaba con mi abuela, siempre andaba con mi abuela, iba a trabajar con ella y todo, entonces...». Tenía sentimientos contradictorios. «Yo digo: “Papá, tranquilo, que vuelvo 194
pronto”; y ahora veo que son seis años ya y nada; me sentía triste porque yo no sabía. Digo, igual estando yo allí le pasa algo a mi padre. Entonces no quería despedirme, no quería, no quería; decía: “Ojalá esto fuera un sueño”, pero, claro, estaba entre la espada y la pared, o mi padre o mi madre, que hacía mucho tiempo no la veía». Pero no solo la acompañaba el dolor de la separación y el deseo de reencontrarse con su madre y demás familia, confiaba que en España tendría más posibilidades de estudiar y obtendría un mejor futuro, le ilusionaba conocer otro país, otra cultura, otras gentes: «Quería conocer gente nueva, por llegar a ser yo alguien, para estar orgullosa, por cuidar a mi madre, por mis hermanas, y por mí misma». Cuando el viaje se hizo realidad no lo podía creer; tantas veces se habían hablado de esa posibilidad que cuando la vivió estaba teñida de irrealidad: «Decía que no, es mentira y no me lo creía ni estando allí en el avión». El viaje lo hicieron las tres hermanas solas. Dolores era la mayor de las tres que viajaban y como tal se comportó, tratando de consolar a sus hermanas que lloraban, mientras ella oscilaba entre la tristeza y la alegría, el temor y la ilusión. Estaba nerviosa por el reencuentro; le producía temor pensar cómo sería vivir en ese desconocido país: «Tenía miedo por saber cómo voy a estar aquí, si me voy a acostumbrar, si voy a poder estar bien, si mi abuela, mis tíos, mi padre estarían bien o no, y eso era lo que más me preocupaba». Al aterrizar se sentía extraña; la multitud en el aeropuerto le hizo sentirse abrumada. Su madre las esperaba en Madrid acompañada por la que entonces era su actual pareja; ella lo intuyó enseguida, aunque se lo presentara como un amigo, y guardó silencio. El viaje a Zaragoza la reconfortó: el paisaje le era familiar, la sucesión de montes y campos le recordaba a su tierra; al llegar le gustó la ciudad, su barrio, el parque, se sentía ilusionada. El reencuentro con sus hermanos fue muy emocionante: si en ese momento tenía 11 años, no vivía con sus hermanos desde los 6; intercambiaron muchos abrazos y palabras. Estaba alegre de ver a su madre: «Por una parte, me sentía muy a gusto, muy todo, porque total es mi madre, y aunque no había vivido mucho tiempo con ella, pues me sentía muy alegre cuando la he vuelto a ver». Se encontró con la primera sorpresa cuando supo que, efectivamente, el amigo de su madre era su pareja y vivía en la misma casa: «Yo le cogí manía desde el principio; yo no quería saber nada porque dije: “¡No!, con ese señor, vivir en mi casa también”; claro que lo pasé mal, yo no quería ver a ese señor; al principio le ponía malas caras, mi madre me habló: “Tú no tienes por qué portarte así; tú no puedes elegir lo que yo quiero”». Entró pronto en la escuela. Allí se sentía observada, que la miraban, sus compañeros se acercaban a ella y le hacían preguntas. A pesar de lo ajena que se sentía, le pareció ser bien recibida, tanto por compañeras españolas como por otras proceden195
tes de otros países; en el centro había mucha diversidad, así que los que llevaban más tiempo la acogieron. Al principio, todo le resultaba difícil y distinto: el nivel de estudios, los contenidos de las materias, las relaciones, los hábitos, el lenguaje, lo que se dice y cómo se dice, la comida española, a la que no conseguía acostumbrarse… «Mi madre me hacía comida española para que me acostumbrara, y los fines de semana me daba la comida de mi país». Los primeros meses se sentía muy extraña. «Me quería volver con mi padre y decía:”Yo no quiero estar con mi madre aquí, que no, que no”, porque, claro, al tiempo de no ver a mi madre, también ella había cambiado, y yo tampoco…, ya no tenía la misma confianza, ni nada y claro, ya no era lo mismo. Ella había cambiado mucho, y tenía mal genio, ya allí tenía mal genio, pero aquí peor, y yo estaba acostumbrada a unas cosas con mi abuela y mi padre, y aquí mi madre me las cambió, entonces…». Cree que su madre está peor porque no tiene amigas; no le gusta salir y esto se debe a que está todo el día trabajando. «Me regaña: “¡Es que no haces nada en casa, yo estoy trabajando y vosotros no hacéis nada!”; yo le digo que para ella nada está bien hecho, nada es suficiente, ahí fue cuando lo pasé más mal». Con su abuela, Dolores tenía reconocida más autoridad con sus hermanas; con su madre es al contrario. Allí tenía un lugar que ahora perdía, su madre le exigía cosas y, cuando las hacía, pensaba que no eran valoradas, según dice: «Había cambiado todo» y además, «mi madre tenía un novio y yo no quería que tuviese novio». En alguna medida dice que se fue acostumbrando a la situación familiar. «Sí, porque mi padre también yo sé que ya… Sí, ya no están juntos, tienen que hacer sus vidas». Y seguidamente dice: «Aunque, claro, con mi padre estoy ahora un poco enfadada, porque tiene otras… Tiene una hija más mayor con otra señora de antes de con mi madre, y ahora que nosotros vivimos aquí, resulta que tiene dos hijos, uno con una señora y otro con otra, entonces cuando yo me enteré de eso… Y mi padre les da todo a ellas y a mí, a nosotros, no nos manda nada para aquí… Ni nos llama siquiera». Al llegar a España fue perdiendo el contacto con su padre, fue dejando de llamarlas para finalmente comunicarse solo con su madre: «Hablan por teléfono, pero para decir quiero el divorcio, o para decir quiero ver a mi hija, para nada más». En el colegio todo fue mejorando, se esforzó para que todo fuera bien: «Todos los chicos fueron muy amables, los profesores también, me ayudaban en todo, siempre me han explicado todo muy bien. Todos se abrieron, querían ir conmigo y me preguntaban cosas de mi país, y como había gente ya ahí ecuatoriana, colombiana...». Asimismo, valora y reivindica que también ha hecho un gran esfuerzo por conocer y acostumbrarse a lo de aquí. Se relacionaba con chicos de todas las nacionalidades, pero con quienes compartía especialmente era con los chicos y chicas latinos que sentía habían vivido lo mismo que ella. 196
Cree que los españoles lo han tenido muy fácil y no valoran del mismo modo el esfuerzo. A pesar de esto, también observa diversidad en los chicos y chicas con los que se relaciona, independientemente de la nacionalidad. Ve cómo otros chicos compatriotas cambian al llegar aquí: «Ellos desean ser algo, muchas cosas; en cambio, al venir aquí pues les da todo igual…». En el instituto ve faltas de respeto del alumnado hacia el profesorado. Es algo que no le gusta. Los chicos y chicas españoles le parecen muy liberales, y los de allí machistas y demasiado conservadores; querría encontrar, dice, un punto intermedio. Poco a poco empezó a salir, pero, según cuenta, las estrictas normas de su madre, desiguales entre hermanos y hermanas, no le dejan disfrutar: «Mi madre me dejaba como mucho de 6:00 a 8:00 h, entonces, claro, no podía ir al cine; al final, no podía salir con mis amigos, no salía, los veía solo en el colegio, porque no podía salir». Opina que su madre trataba de forma diferente a su hermano: «Mi hermano, cuando vivía conmigo, no hacía nada, su habitación la hacía la novia, a veces la hacia porque su novia le decía, le regañaba, pero no hacía nada en casa»; además de menos trabajo, veía que el varón disfrutaba de más libertad y eso le enfadaba. Ve también diferente su vida en relación con la de chicas españolas de su edad: «Mi madre está metida como nos criaron allí, como somos allí claro; me dice que tengo que hacer lo de allí. Por ejemplo, mi madre está trabajando y yo tengo que cocinar, cuidar de mis hermanas, tengo que hacer las cosas de mi casa y todo tengo que hacerlo yo, entonces claro. A la vuelta aquí, en cambio, las españolas no les hacen cocinar ni nada, y yo desde los 14 años he tenido que cocinar y todo mientras mi madre trabaja…, y pues mi madre dice que una señorita no tiene que estar a las tantas de la noche por ahí; pues, sin embargo, aquí la mayoría están por ahí». Por otra parte, es crítica en cuanto a cómo se divierten, y algunas de las cosas que hacen aquí las chicas/os: «Aquí hay mucho libertinaje... Ahora la gente lo único que piensa es estar por ahí, beber, salir; si tu no sales, o si no fumas, o si no esto, pues no te la pasas bien, en cambio allá... Aquí las chicas salen por la noche, están por ahí con amigos, en mi país no, eso se ve mal». Y además: «Yo veo todos los españoles y así, tienen más libertad, les dejan más y, en cambio, a mí no me deja, y yo me he vuelto rebelde, quiero también salir; pues a veces no me deja, me escapo, voy por ahí con mis amigas y se enfada, me dice: “¡Tú quieres ser como las españolas!”». También piensa que las familias españolas, al dar mayor libertad a sus hijos e hijas, favorecen relaciones de confianza, lo cual, piensa, no le ocurre a ella: «Yo creo que mi madre debería abrirse más; yo nunca hablo de novios ni eso». Y al tiempo cree que en las familias españolas hay menos respeto hacia los padres y menos autoridad. Su mejor amiga es otra chica compatriota, pero también tiene buenas amigas españolas; se relacionan en el instituto, en el parque, se siente una más, pero a veces encuentra quien le señala lo contrario: «Yo me siento como una más, no, nada más…, 197
aunque claro que a veces hay uno que otro que tú escuchas por la calle que te dice algo, o lo que sea, pero yo paso de eso». Le parece que los medios de comunicación sacan lo peor de su país y que se producen muchas generalizaciones: «Creo que los españoles tienen que aprender a conocer a una persona antes de hablar de ella». Se siente una más y diferente a la vez; explica que le resulta más fácil relacionarse con chicos de su misma cultura y que, sin embargo, ellos también cambian en sus relaciones con las chicas al llegar aquí; con mucha confusión cuenta: «Los chicos allí son más machistas, más cariñosos»… «Allí se respeta a las chicas, aquí son más sueltos»…, «pero cuando llegan aquí los chicos también se sueltan...», «cada uno está acostumbrado a lo suyo». Observa que los hombres de su cultura tratan de ejercer poder sobre sus parejas; dice que no quiere eso, relata lo siguiente: «Las españolas cuando están con los nuestros lo pasan mal… en cambio, los españoles… son más calmados, son más fieles, no son tan machistas...»; «allí un chico manda, pues tú tienes que estar en casa, o si son pareja, pues mira tú haces esto, es muy celoso pues esto, tú tienes que hacerle caso y todo. Sin embargo, aquí yo veo los españoles, así las parejas normales, que no, que yo los veo bien, ni el uno ni el otro manda, están bien los dos». Así que finalmente afirma que preferiría tener un novio español, aunque de nuevo aparece la necesidad de acostumbrarse: «Yo pienso que sí. Acostumbrarme yo, no sé, tendríamos que acostumbrarnos los dos, porque yo sé que uno de mi cultura quieras o no es un machista, y sé cómo son, entonces no quiero, además he venido a otro país, también prefiero otra persona». Dice que en España las mujeres tienen más posibilidad de promoción social y más autoridad: «Pienso que aquí de ser mujer tienes más oportunidades, te dan más cosas, allí, sin embargo, te las tienes que buscar tú misma». Para ella, los españoles y españolas planifican mejor su vida, la maternidad, pero cuestiona la libertad que tienen las mujeres: «No me parece bien que vayan tanto a bares y salgan tanto, porque yo estoy acostumbrada a lo mío; pero, por un lado, también tienen que salir, pero hay mucha gente que no sale…, en salir deja sus hijos en casa, no se acostumbra a su casa». Cree que aquí se tienen relaciones sexuales antes y que los jóvenes tienen más información, pues según Dolores hay más educación sexual en la escuela y más comunicación en las familias. Esta falta de información piensa es uno de los motivos para que las chicas, en su país, sean madres más jóvenes. Esta maternidad temprana la observa como una pérdida de oportunidades: «En todo, porque ya no pueden estudiar, no pueden nada, tienen que dedicarse a su hijo y ya nada». A pesar de las desavenencias con su madre, esta le ayudó mucho; también le ayudaron a estar mejor en España sus compañeros, profesorado, pero lo que más le ayudó, en su opinión, es su actitud abierta; ella se define como «muy amiguera». También le ayudó acudir a un centro de 198
tiempo libre: «Eso ayuda mucho también, porque ya te relacionas con más gente, no estás solo en casa, te relacionas con más gente, juegas más, conoces más cosas». Cuando llega alguien nuevo a su instituto, ella se acerca con sus amigas, sabe lo que es estar sola, sentirse extraña, pero a veces se encuentra con actitudes defensivas y de desconfianza por parte de esa persona y piensa que esas son actitudes que dificultan la integración. Cree que el carácter condiciona mucho cómo se afronta la experiencia, y, así, su hermana, más tímida y retraída, dice haber tenido más problemas. Por las tardes, después de clase, le gusta salir con su novio, y los fines de semana va con sus amigas al cine, al parque, al parque de atracciones; también le gusta mucho escuchar música y cuida de sus hermanas. Antes practicaba fútbol y baloncesto pero, al tener que estudiar más, dejó el deporte. Añora las fiestas de su país, los muñecos de serrín y papel de periódico que se queman junto a hojas de eucalipto en Nochevieja, los Carnavales... añora la comida. Se ha distanciado de la religión, cree que venir aquí le ha cambiado; al llegar le molestaba mucho escuchar blasfemias, allí dice son muy religiosos y ella tenía la Biblia muy presente; cuando su abuela le pregunta si sigue leyendo la Biblia, ella le contesta que no, que aquí es diferente. Desde que vino a España no ha regresado a su país, le gustaría volver de visita. Añora el paisaje y querría reencontrarse con la familia; dice que su madre ya no quiere estar allí, que si va es por ver a su abuela. Ella también dice estar acostumbrada a España y quiere vivir aquí. Este año estuvo a punto de viajar, pero su madre hizo un desembolso económico importante para la fiesta de los quince años de su hermana —donde se celebra el paso de niña a adulta—. Ella también tuvo su celebración de los quince en España, invitó a su fiesta a amigos españoles, que, según comenta, estaban encantados. Como al principio de su viaje, sigue pensando que en España hay más oportunidades para que los jóvenes estudien, y en un futuro se ve continuando lo estudios, con su novio, con su familia. Cree que venir ha sido una buena experiencia y ha tenido suerte. Le ha proporcionado muchos aprendizajes, entre otros, a valorar a sus padres y el esfuerzo. Sus consejos para otros jóvenes inmigrantes son: «Que se acostumbre, que hay de todo, hay gente buena, gente mala, pero la mayoría te ayuda; y que se tiene que acostumbrar a lo que hay aquí, y que estás en otro país, y que claro que le costará un poco adaptarse, pero que poco a poco puede ir adaptándose, eso es lo que le diría yo». Y también: «Que no sea tan cerrada, que sea más amigable, porque si no…». «Que tenga mucho cuidado, que sepa con qué gente se tiene que llevar, y que no se lleve con la primera que venga, que tiene que mirar bien antes de estar con una persona, eso le diría yo». 199
«Mi experiencia de venir ha sido muy buena, porque he aprendido muchas cosas. He aprendido a valorar más cosas, a valorar a mis padres, he conocido a gente nueva, he conocido otra cultura. Y más adelante yo me veo como no me había visto antes, porque si me hubiese quedado en mi país, no creo que me hubiese visto, por ejemplo, con carrera, o con algún buen trabajo, no como, por ejemplo, mi madre. Antes allí pues no podía. Yo pienso que la gente que viene aquí tiene que aprovechar, porque aquí se tienen más ayudas que allá; aquí, si quieres, con tu esfuerzo lo puedes conseguir; y me ha gustado eso porque he vivido bien, porque a mí, por ejemplo, no me ha pasado como a otras personas que las han rechazado, hasta ahora no he tenido problemas de eso, he tenido buena suerte y eso es lo que veo yo». Comentarios Dolores nos relata de manera locuaz su vivencia del proceso migratorio, donde podemos leer los diversos momentos y sentimientos que van surgiendo durante este proceso. Presenta la emigración de su madre y la suya con la expresión «es mentira». Será que su madre no la quiere ver y por eso se ha ido; será que ella misma va a volver de nuevo a su país en el mismo avión con el que parte. Ante situaciones o acontecimientos difíciles no es extraña una primera reacción de negación, pero la experiencia le muestra que no hay una mentira. Ella pedía partir desde que su madre se fue, aunque tenía importantes vínculos afectivos en su país, y su madre se hallaba presente por medio de sus continuas llamadas telefónicas, envíos de dinero, regalos y preocupación por sus hijos. Sus mayores preocupaciones al emigrar fueron si podría acostumbrarse al nuevo lugar y si la familia que dejaba estaría bien y no le ocurriría nada. Acompañaba a esto la ilusión del reencuentro con su madre y hermanos y el proyecto de poder «ser alguien», por lo que va a buscar su lugar en España. Además de unos primeros momentos en que aparece el significante «extrañeza», muestra los conflictos y contradicciones que surgen ante los diferentes referentes culturales (los propios y los nuevos) en la relación con su madre y su manera de educar, en cómo se comportan los hombres y las mujeres, en las formas de relacionarse y lo que hacen las chicas y los chicos de su edad, en la concepción de la libertad y el esfuerzo, etc. Las contradicciones y conflictos propios de su edad adolescente se entremezclan con las coyunturales al encuentro con diferentes costumbres y referentes, y así su identidad se va forjando con ideales y reconocimientos transmitidos desde diversas culturas. La buena acogida que ha recibido de las personas que ha ido encontrando, su disposición abierta y agradecida —su «ser amiguera»—, le han permitido ir «acostumbrándose» a estar aquí, aunque también nos avisa sobre la necesidad de conocer a las personas que eliges, pues, como ella dice: «Hay gente buena, hay gente mala, aunque la mayoría te ayuda». 200
Finalmente, señalar cómo en su salida Dolores se plantea elegir entre «su padre y su madre», pues los padres están separados, acompañado de un sentimiento de estar «entre la espada y la pared». Dividida entre uno y otra, aquí conoce la nueva pareja de su madre, y sabe de otras relaciones de su padre. Se enfada con ambos, pero finalmente parece aceptar: «Yo sé que ya, si ya no están juntos, tienen que hacer sus vidas».
2.5. Relatos donde la emigración comenzó en una edad temprana Habiendo vivido múltiples migraciones, se siente perteneciente a dos culturas «ESTO NO ES EL OMBLIGO DEL MUNDO. EN ESPAÑA TE RECORDABAN QUE ERES NEGRA» Tina tiene 17 años. Salió de su país con dos años y medio, y se estableció en España a los 10 años, tras sucederse otras dos migraciones. Abierta a relacionarse con chicos y chicas de diversos países y culturas, reivindica con orgullo su color de piel y procedencia. El papá de Tina trabajaba en la mar; un terrible naufragio, del que se salvó, y el naufragio al que los políticos y militares llevaban al país le hicieron decidir emigrar a España donde vivía su hermano. «Mi país no es pobre, es el Gobierno, la política, el dinero está mal repartido, mis padres se fueron por eso, hasta que no muera el que está ahí…, está amargando mucho a la gente». Él se adelantó a España; al poco tiempo de tener trabajo marchó su mamá y con dos añitos y medio viajaría ella. Tina nunca ha vuelto a su país, ha vivido otras migraciones a lo largo de su vida. Cuando tenía 6 años, a su padre le ofrecen un trabajo en Italia y la familia se trasladó. Allí vivió hasta los 10 años, cuando, de nuevo, retorna a España. Se siente nacional y extranjera. Cree que el color de su piel la determina; es una joven negra que, aun no habiendo vuelto a su país desde muy pequeñita, se siente de su país de origen. Al principio, no hacía muchas amigas en la escuela, vivió varios cambios de escuela e iba perdiendo las pocas amigas que hacía; sentía rechazo, alguna niña, según dice, trataba de marginarla: «Había una niña que transmitía a los demás que no me hablaran porque era negra». Se evadía de todo esto mediante el dibujo, procuraba abrirse a jugar con niños de otras clases para no sentirse sola. Aunque le producía rabia, ella era cabezota y respondía con orgullo: «¡Pues yo tampoco!». Cree que el hecho de ser pequeña y de tener mucha atención de sus padres le ayudó a no ser demasiado consciente de aquello. Ahora le duele y le afecta más. En esa primera etapa en España hizo una gran amiga que ha mantenido hasta hoy. Recuerda que en Italia vivía tranquila con respecto a su color, y que era una sociedad multicultural, en contraposición a su vivencia en España: «Yo de pequeña 201
era muy peleona, discutía; aquí en España era más extraño ver gente extranjera, y te recordaban que eras negra…; aunque no es malo que te lo recuerden porque lo eres, de esa manera despreciativa, sí... En Italia no sucedía así, había gente de muchos países. Había rumanos… muchos rumanos, y se está bien, con gente de muchos lados, es mejor». Cuando volvió de Italia a España, sentía a la gente más próxima, pero su orgullo y el resentimiento la distanciaban: «Cuando regresé de Italia, los demás se acercaban más, pero yo no quería; si no habían sido amigos antes, pues ahora, por interés, tampoco. Empecé a juntarme con gitanos, también con mi amiga Luisa. Hablaba con todos pero nada más; me invitaban a los cumpleaños pero yo no iba, dejaron de invitarme», postulando que ella no celebraba su cumpleaños porque era en período vacacional, y añade: «Además, ni mi madre tenía relación con otras madres, ni yo con los otros hijos». Cuando entró en el instituto fue muy distinto al colegio: encontró chicos y chicas de otros países con los que rápidamente congenió, de Ecuador, Portugal, Colombia y de Guinea; eso le hizo estar muy bien. A pesar de haber seguido sufriendo insultos por ser negra, considera que el mayor rechazo lo ha observado hacia personas que no hablan el castellano: «Rechazo, rechazo… sobre todo lo he visto con otras personas, sobre todo con los que no saben hablar español, personas que no podían defenderse con la palabra». También observa más rechazo hacia algunos grupos culturales: «A los moros sí que les tratan mal, y no sé por qué»; cree que pesan los estereotipos y generalizaciones, pero que esto va cambiando con el tiempo y al aumentar la inmigración. Ahora se siente afortunada, tiene a su mejor amiga de Guinea, un grupito de amigas ecuatorianas y, por primera vez, amigos españoles con los que sale por ahí. «Amigos españoles he tenido siempre, pero salir con ellos es la primera vez, son muy majos». Cree que es española: «Sí, prácticamente he vivido aquí casi siempre», pero también se siente e identifica de su país. A pesar de no tener recuerdos de allí ni memoria de la tierra, en su casa se guarda el sabor y se transmiten los recuerdos; se come como allí, se escucha la música, se relacionan y se organizan como allá. Ella se construye una imagen a partir de lo que vive en su casa y de las fotos que ve: «No es que haya mucha diferencia, sobre todo es diferente el paisaje, las casas, los niños están todo el día en la calle, pero es igual, el padre trabaja, la madre en casa con los hijos, en mi casa es así. Las comidas son las que se comen allí». Su padre volvió a su país el año pasado después de 16 años; quiere construir allí una casa. De momento ella y su hermano no han viajado; aquello es duro y cree que tal vez no toleren bien esas condiciones de vida. «Mi hermano y yo somos débiles, enfermamos rápido y allí puede picarnos un mosquito y llevarnos a la tumba; mi padre pilló paludismo bebiendo un poco de agua del grifo y vino muy delgado; dice que hasta 202
que no tenga casa para nosotros, pues nada. No nos gusta estar con mucha gente en una casa, somos un poco pijillos en eso, nos gusta estar cómodos». Tiene confianza con su madre, le cuenta las cosas que le suceden, pero con su padre no puede contar; llega cansado del trabajo y lo que quiere es descansar. Aun así, a veces hablan de temas como el sexo; sin embargo, lo de los novios es algo que solo se puede compartir con la madre; a ella le divierten las cosas de su hija, y la anima a que se cuide. «Con mis padres me llevo bien, a veces no me entienden… o yo a ellos, soy un poco testaruda, de normal, bien, a veces discuto con mi hermano pequeño, que tiene 6 años». Dice que les respeta y procura aceptar sus condiciones. Como todo adolescente, negocia con sus padres la paga mensual. Su paga se ha visto aumentada al trabajar su madre por las noches: «40 euros al mes; ahora les he pedido más, porque mi madre trabaja de noche, y como hago más tareas, se lo he pedido». Le llama la atención que otras chicas de su país cambian a su edad: «Cuando llegan a los 17 años se desmoronan un poco, empiezan a desobedecer y hacer lo que quieren». Estudia 3.º de ESO, le gustaría ser azafata de vuelo y llevar traje y corbata, o hacer Enfermería: «No hay muchas cosas que me motiven; mi madre ha estado en la hostelería mucho tiempo y ha sufrido mucho, creo que no me dejaría trabajar en eso». Le gusta ver televisión en su tiempo libre, pasea con su hermano, acuden a un centro de tiempo libre, a la Casa de Juventud, baila en un grupo y, además, pasa tiempo al ordenador. Los lugares que frecuenta cuando sale dependen de con quien se mueve: «Con amigas latinas voy a la disco latina, con mis paisanos a discotecas de mi país; con los españoles nos quedamos por el barrio, ellos salen más tarde por el Casco y yo a las once de la noche estoy en casa». Se relaciona más con chicos españoles; reconoce que los encuentra bastante maduros y que se puede hablar muy bien con ellos, aunque también los conoce intratables. Las conversaciones son muy diferentes según las culturas y el sexo. «Los chicos de mi país son creídos, chulos…; los españoles también, pero son más tranquilos, muchas veces esperan que la chica dé el primer paso». En las dinámicas que se dan entre chicos y chicas cree que muchas chicas actúan como los chicos; a ella le parece que las españolas se dejan influir más y las compatriotas tienen más carácter: «Van detrás de los chicos y se enrollan porque sí, aunque no les guste mucho, solo porque lo hacen todas, aunque ellos también hacen lo mismo solo para fardar». Piensa que las chicas tienen que hacerse respetar más. Su consejo en relación con las migraciones lo dirige a los chicos y chicas españoles: «¡Que no se lo tengan tan creído porque ellos estén en su país y vengamos nosotros, no es porque necesitamos de ellos, solo necesitamos de otras personas. Venimos porque tenemos algún problemilla, no porque nuestro país no nos guste; hay mucha gente a 203
la que no le gusta España, esto no es el ombligo del mundo. Y no es por el sitio, es por la gente, porque te tratan mejor; también depende de con qué tipo de personas te encuentres. Y sobre todo los jóvenes, ellos no son los que le dan el trabajo a mis padres y tampoco porque lleven la ropa de marca son los mejores; ¡yo también llevo lo que quiero!». Comentarios Tina no representa la población elegida para este estudio, pues, aunque viene por segunda vez a España a los 10 años, su migración comenzó cuando ella tenía dos años y medio. No tiene recuerdos de su país pero sí abundantes costumbres y valores transmitidos por sus padres y familiares. Su sentimiento de pertenencia es hacia su país y España, aunque si le dan a elegir, ella se identifica con su nacionalidad de origen, dignifica su procedencia y color. Hemos mantenido este relato para mostrar un ejemplo de la vivencia de una muchacha que en este caso sería de segunda generación. Parece no haber tenido experiencias importantes de separación, pues siempre ha ido acompañada por sus padres y hermana, sin nombrar una especial repercusión por la separación de amigos y amigas ni cuando va a Italia ni cuando vuelve a España. Centra gran parte de su decir en la relación que mantiene con otros semejantes, marcando sus desencuentros, sobre todo, por el color de su piel. No le molesta que le llamen negra, pero sí que se utilice de forma peyorativa. Si durante la infancia, tiempo en el que había pocos extranjeros en España, le fueron más difíciles las relaciones, encontrar en Italia y después aquí un mayor número de personas procedentes de otros países le ha permitido relacionarse con más chicos y chicas y estar mejor. Se adapta a diversos lugares y actividades en función de las personas con las que está; en la actualidad ya le gustan los chicos españoles y sale con ellos. Ha adquirido, pues, una buena capacidad para relacionarse con adolescentes procedentes de muy diversas culturas, sin por ello renunciar a sus rasgos de identidad que de manera contundente reivindica: orgullosa, peleona, testaruda y «gambiana» (este es un ejemplo ficticio de nacionalidad). Su proyección laboral apunta a esta diversidad cuando dice querer estudiar turismo, actividad que requiere viajes y relaciones con personas de múltiples procedencias. La consideración y respeto a lo transmitido culturalmente por sus padres, con los cuales mantiene una buena relación afectiva, prevalece sobre los nuevos valores que pueda haber en el país donde vive (a pesar de las posibles discusiones y diferencias). Lo que conoce como experiencia real es el mundo europeo, pero en su discurso aparece la pertenencia a dos, el europeo y el africano, afianzándose de manera imaginaria a aquello que desconoce pero que le ha sido transmitido de manera simbólica por su entorno familiar. Ella tiene un lugar como mujer «gambiana». 204
Su continua confrontación y reivindicación podemos relacionarla con un posicionamiento especular con los otros y las otras: «Si tú tienes, yo también tengo»; «que no se crean el ombligo del mundo». La emigración de sus padres a España por problemas relacionados con la situación política de su país, dificultades laborales o económicas, etc., parece colocarle subjetivamente en una situación de carencia respecto a los otros españoles, a los cuales supone en una mejor situación. Ello le lleva a una confrontación imaginaria y a estar de vez en cuando en pelea con los que ella cree que tienen: «Y sobre todo los jóvenes, ellos no son los que le dan el trabajo a mis padres y tampoco porque lleven la ropa de marca son los mejores; ¡yo también llevo lo que quiero!». Aunque exista discriminación real en el exterior, en su entorno, su posicionamiento especular destaca esta situación. Es posible que Tina sea especialmente sensible al rechazo cuando perciba actitudes o comentarios que aludan a diferencias entre ella y sus iguales, y considere que tienen que ver con ser mejor o peor, tener más o menos, en relación sobre todo con la discriminación por el color y/o la nacionalidad. Sería interesante conocer cuál es la vivencia migratoria de los padres de Tina y cómo han sobrellevado sus diferencias y experiencias con la comunidad receptora; con ello tiene que ver un cometario de la muchacha: «Ni mi madre tenía relación con otras madres, ni yo con los otros hijos». Extranjera y con múltiples referentes culturales ¿SIN RAÍCES? Susana nació en Alemania, pero tras su nacimiento los lugares donde ha vivido se han ido sucediendo sin parar. Ahora tiene 17 años, y hace casi tres que está en Zaragoza, donde estudia bachillerato y vive con sus padres y hermano. Los padres de Susana salieron de su país en los años ochenta por cuestiones políticas como exiliados. Se conocieron en un país europeo. Tuvieron que volver a su país por problemas con sus papeles, y más tarde, de nuevo, volver a abandonarlo; viajaron juntos a Alemania y allí nació Susana. Vivieron entre Europa y el país de origen de sus padres. Durante un tiempo, el padre trabajó en Estados Unidos, por lo que, afincados entonces en Latinoamérica, solo se veían cada tres meses. Cuando nació su hermano, la familia quiso volver a juntarse y emigraron todos a EE. UU. Allí también tuvieron problemas: «Hubo muchos problemas, fuimos con asilo político pero nos sacaron del país… Venía la policía a casa, jodieron a muchos y nos tuvimos que venir a Europa. Fuimos a Alemania para ver si podíamos conseguir papeles para ser alemanes, pero lo pasamos fatal, lo pasé fatal, fatal. Tuvimos que dormir en la estación de tren; íbamos caminando por el día y mi hermano se nos desmayaba porque no dormíamos, mi madre llorando, mi padre… Al final, vino a buscarnos mi tío y nos fuimos a Inglaterra con él». Allí vivieron varios años pero tampoco se pudieron quedar definitivamente... «Yo iba a acabar allá los estudios, pero ¡no!», las leyes migratorias se habían endurecido y no consiguieron regularizar su situación, así que emigraron a 205
España, después de haber estado en Suecia». «Estuve un año en un pueblo apartado, apartado de todo, no sé un poco…». Llegaron a España hace casi tres años. «Mi padre nos dijo: “¡Nos vamos!”, cogimos las maletas… Es que siempre ha sido así: un día antes, ¡nos vamos!, y nos vamos». Pero él no es el único: «Mi madre siempre piensa en irse a otro lugar, cuando ve que las cosas no están bien, le da y nos dice que nos vamos. Eso pasó cuando acabé el final de curso y me dijo: “Haz las maletas que nos vamos”; y nos fuimos a Madrid, pero las cosas no fueron bien y nos volvimos Zaragoza, y no le había dicho a nadie que me había ido, o sea, que no se enteraron mis compañeros». EE. UU. ha sido el país en el que Susana ha vivido más tiempo, también en Inglaterra; así que el idioma que mejor habla es el inglés. «Hablo español pero cuando vine aquí no lo hablaba muy bien. Escribir se me da fatal; aún se me dan fatal los verbos, es que nunca he podido echar raíces en ningún lugar y eso». Le hacía ilusión venir a España, aunque le daba pena despedirse de todos sus amigos y amigas. «Siempre se me ha dado mal cambiar de lugar, cambiar de país, de lengua… No me gusta mucho». «A mi padre le puede dar por decir: “¡No va muy bien la cosa!”, y entonces mira a su país y considera que está mucho mejor que cuando lo dejamos y entonces dice: “¡Ah, mejor nos fuéramos, así tú estudiarías en la Universidad de allá”, y todo eso…». Cuando Susana escucha a su padre hacer ese tipo de comentarios que presagian otro viaje, calla, sabe que no puede decir nada: «Pues no sé, si mis padres están mejor allá, se van allá, me da igual, es que ya estoy acostumbrada un poco, estaría triste pero ya… No sé». «Yo soy extranjera aquí y soy extranjera allá». Encuentra ventajas a viajar: el aprendizaje, el punto de vista amplio del mundo, pero… «quién sabe dónde terminaré, quién sabe cuánto tiempo estaré en España». Ha ido dejando amigos por todas partes, pero solo se comunica actualmente con los más recientes. «Cuando yo esté sola y no tenga familia voy a viajar, pero para conocer, no para estabilizarme en un lugar como mis padres». Cree que viajar, vivir en otros lugares es una buena vacuna para el racismo y que reduce la incultura. Venir a España le hacía ilusión, pensaba que iba a encontrar menos racismo que en otros países, pero, «desgraciadamente, fue lo contrario». Si a ella le costó adaptarse, a su hermano le está costando mucho más: «Mis padres y mi hermano están cansados, sí, a mi hermano le costó mucho más. Es más pequeño, le cuesta hacerse amigos, es muy tímido. Pero a mí no, pues qué le voy a hacer, para qué me voy a poner triste si no me sirve de nada». Compara a España con Inglaterra, que es su última referencia. Cree que aquí hay menor nivel cultural, menos conocimiento sobre los otros países, más consumo de drogas, menos educación y menor cuidado por las formas en la relación. «Allá había mucha cultura y todo el mundo… no sé, se respetaba, todo el mundo sabía de todo, 206
y era diferente. Es como que recién está empezando la inmigración aquí en España y aún no se ha adaptado la gente del todo». Cuenta que en el instituto le costó hacer amigos: «Pues los vi un poco más maduros que yo, pero todo el mundo se acercó y quiso ser mi amigo, pero como soy un poco cerrada al principio…». Durante el primer curso no se centraba en las asignaturas, tuvo que repetir curso: «Sí, era diferente. Allí digamos que había cogido mis modalidades, y yo vine para acá y había cosas que ya había dejado de hacer, y entonces tuve que repetir un año, porque mis notas no llegaron, no sé qué pasó, y tuve que repetir 3.º y empezar». Ahora se encuentra mejor. Está en un grupo de solidaridad del instituto, tienen amigos y amigas españoles, aunque se siente más a gusto con sus amigos ecuatorianos, colombianos y de otros países. Cree que con los chicos y chicas extranjeros te entiendes mejor porque han vivido más o menos lo mismo. Piensa que, si hubiera más libertad para entrar y salir del centro, habría menos «pirolas», al menos así lo veía en Inglaterra, donde daban libertad para entrar y salir, y la gente se ausentaba muy poco o exclusivamente a determinadas clases. Por otro lado, en Latinoamérica los centros son más estrictos con los comportamientos del alumnado; hay más disciplina. Al llegar le sorprendió que se consumieran drogas en el centro, que en el baño se fumaran porros; ahora lo ve normal, su valoración moral sobre el consumo ha ido cambiando: «Ahora lo veo más normal, no sé si es bueno o malo». Para Susana, las chicas en España se preocupan mucho por la imagen y las marcas de la ropa. Son muy competitivas y a veces, entre ellas, se pelean: «Por lo menos, en este centro siempre hay peleas con chicas»; y en relación con los chicos, para ella en todas partes los chicos son más inmaduros que las chicas. En el centro ve actitudes racistas, especialmente por chicos que vienen identificados como nazis y a los que ella evita. También dice que tiene compañeros que le han ayudado mucho. En su tiempo libre le gusta ir en bici por el parque, charlar en casa de las amigas y salir por el centro de la ciudad; lo del botellón le parece muy bajo, algo propio de borrachos. Respecto a su vida en casa, considera que ahora tiene más libertad: «Sí, porque, además de haber estado en muchos países, hemos estado en muchas religiones y, como ahora no tenemos ninguna, digamos, pues me dejan más suelta». Ella y su hermano no se sienten creyentes, pero se ven siempre influidos por las normas que se aplican en casa, y dependen también del momento de búsqueda y la religión en la que «aterrizan» sus padres. «Mi madre siempre ha sido muy creyente, mi padre no era creyente, pero, cuando estuvo con mi madre, se tuvo que avenir. Mi madre siempre está en busca de la verdad y ha ido mucho a la iglesia, a unas y a otras. En la última eran como más cerrados, y temíamos más, porque no nos dejan hacer cosas ni a mi hermano ni a mí». Finalmente sus padres no han encontrado su lugar en ese grupo 207
religioso, a ella le tranquiliza, dice que no le gustaba su discurso, que era racista y machista. Resume su experiencia diciendo: «Es que ha sido muy fuerte todo… pero hay que tomarlas (las experiencias) a bien». En estos momentos sus padres esperan que ellos puedan completar sus estudios, que no les pase lo mismo que a ellos. Su madre está asustada por las agresiones racistas que se ven en televisión; la imagen de una chica ecuatoriana siendo agredida en el metro, tantas veces repetida por los medios televisivos, le ha dejado atemorizada y tiene miedo de que a sus hijos les pueda suceder algo similar. «Sí, a mi madre le gustaría ahora estar más en su país; ahora con esto de lo de la niña ecuatoriana, que le pegaron y todo eso unos fachas… No le gustó y le da miedo que salga, porque lo de los neonazis es más fuerte ahora, y eso no hay en mi país. Por lo menos, si me pegan, estaré en mi país». Al hablar de sus proyectos de futuro: «Cuando acabe 2.º de bachillerato me gustaría irme a África, encontrarme un lugar… y después venir a la Universidad, no sé en qué país, pero estudiar leyes internacionales, medio ambiente o relaciones públicas. Y ya estudiar, trabajar; casarme no quiero casarme, sí estar con alguien pero sin papeles, porque no me parece bien que un papel te diga que estés casado; y otra, hijos, que tampoco quiero tener… No sé, hay tantos niños por ahí solos que no me voy a poner a hacer hijos yo, mejor adoptar». Su madre le apoya en este tipo de ideas, pero su padre se muestra más temeroso. En otro momento dice: «Bachiller sí, pero la Universidad, no, no creo, no sé, no me veo aquí, igual empezaré y haré un máster en otro país. Además, siempre he querido ir a Japón». Cuando se le pregunta si le gustaría volver a su país: «No me veo, es que no sé en qué lugar voy a estar, yo no sé dónde estaré cuando tenga mi casa, yo no sé si me voy a quedar aquí, es que no lo sé». Sus consejos a otros chicos y chicas que viven la migración son: «Pues, por ejemplo, los grupos estilo Latin King, que no se metan en la misma cosa racista o no sé qué, que no tienen que aferrarse solamente a lo de su país, siempre tienen que querer con todos, hablar con todos y relacionarse con todos, porque eso de un grupo está muy mal, me parece muy mal, por eso hay tantos problemas. Y si vienen a este país, siempre con tus raíces, pero tienes que adaptarte también a este país, porque, si no, no puedes vivir». Observa que hay chicos que, cuando tienen alguna experiencia negativa, especialmente al principio, se cierran, se refugian en su grupo de origen y ya no se abren.
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Comentarios Susana llega a España con 15 años, pero le anteceden muchos cambios de país; aunque nombra como su país a aquel donde nacieron sus padres, ella se siente extranjera aquí y allá, en todos los lugares. Está condicionada por los movimientos migratorios de sus padres, los cuales buscan la estabilidad en un lugar, pero, como exiliados políticos, ni las condiciones laborales ni su reconocimiento como ciudadanos en los distintos países han sido posibles. ¿Por qué está resultando tan difícil? Suele terminar la estancia en un lugar con la huida; esto parece repetirse de manera continuada: cuando algo va mal, uno se va. Ocurre no solo cuando hay una dificultad para conseguir su legalización, pues, durante un verano, la madre decide irse a Madrid porque no está bien; tampoco le gustó esa ciudad y volvieron a Zaragoza. Es llamativa esta repetición. Comentamos en el apartado dedicado al proceso migratorio la concepción de trauma y la tendencia, a veces, a repetir dicho acontecimiento (en este caso la huida de su país), colocándose de nuevo de manera inconsciente en la situación traumática, que es lo que parece acontece a los padres de Susana (sin excluir las razones para su salida de cuestiones políticas, legales y laborales). A ello se añade una búsqueda de la verdad a través de diversas religiones que impone nuevas creencias con consecuencias en sus relaciones y vida cotidiana. Susana parece aceptar esta situación, pues para ella lo más importante es que sus padres estén bien; por lo tanto, conoce el sufrimiento y esfuerzo de estos y quisiera que ellos encontraran su lugar. Pero dice que no ha podido echar raíces en ningún lugar; se le da mal cambiar de país, lengua, amigos… Que ha sido muy fuerte, pero hay que tomarlo a bien. A la par piensa en un futuro donde no buscará estabilizarse como sus padres, sino viajar para conocer; habla de África, de Japón… tener pareja sin papeles, no tener hijos y, en todo caso, adoptarlos. ¿Es esto una contradicción? Ante su malestar por los cambios, las dificultades para entablar nuevas relaciones y adaptarse a los nuevos centros y materias académicas o dejar a sus amigos, Susana plantea de nuevo ir a otros países, «cuando esté sola y no tenga familia» o cuando termine bachillerato. Salir de donde uno está, confrontarse de nuevo a las dificultades que conllevan los nuevos encuentros es algo repetido en su historia personal, donde ha aprendido a relativizar y respetar los múltiples referentes culturales y costumbres. Queda por conocer si estas salidas no serán una repetición de huida o intento de separación «fallida» donde el duelo no termina de realizarse. Sus raíces de momento son su familia, con la que parece tener una buena relación afectiva, compartiendo con ella toda una historia que le antecede.
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Parte IV Una mirada al conjunto que incluye la perspectiva de género Isabel Meléndez, Reyes Moreno, Teresa Yago, Concha Ramo y Sara Zapatero
Esta investigación ha pretendido, fundamentalmente, potenciar espacios de escucha de las vivencias propias, particulares, de cada adolescente migrante. Han querido y han podido compartir su experiencia con nosotras un número muy elevado de jóvenes, chicos y chicas que participaron en los iniciales grupos de discusión y en las entrevistas individuales. En la parte III, «Una mirada a la subjetividad», se han presentado veintiocho relatos, y a través de sus historias y del análisis realizado, centrado en su subjetividad, nos ha sido posible conocer a estos/as adolescentes y compartir, en cierto modo, su experiencia migratoria. En este capítulo, partiendo de las entrevistas personales y en algún aspecto también de los discursos grupales, extraemos factores culturales, sociales, familiares y personales que han condicionado y/o influido en el proceso migratorio, y aplicamos la perspectiva de género para poder establecer cómo este proceso ha sido modulado por los condicionantes de género. Los condicionantes de género, en definición de Sara Velasco, son aquellos roles asignados a mujeres y hombres por los modelos culturales de género, las actitudes procedentes de los imperativos de género a cumplir, la necesidad de responder a modelos e ideales de género y las posiciones psíquicas de feminidad y masculinidad, construidas subjetivamente a partir de aquellos modelos interiorizados. Son relaciones y actitudes de poder/subordinación y de actividad/pasividad de los sexos (Velasco, 2009). Como se ha señalado en el apartado de «Metodología» (parte I), lo más importante para el equipo era que el proceso de investigación fuera útil para los chicos y chicas que participaban y que, en ningún caso, se sintieran presionados a hablar, contestar o profundizar en sus recuerdos. Esta prioridad ha ocasionado que no todas las personas entrevistadas pudieran hablar de lo mismo, porque para unas algunos temas eran más importantes que para otras, y también porque percibimos que algunas evitaron nombrar ciertos aspectos de su vida. En este capítulo pretendemos considerar a las personas entrevistadas como un conjunto, y presentar los resultados de este modo. En la lectura de estos resultados 213
será necesario tener en cuenta que no todas las variables —condiciones vitales— que nos han interesado a las investigadoras podemos conocerlas en todos los sujetos, por lo anteriormente expuesto. El análisis se ha centrado en el contenido de las entrevistas, en los datos cuantitativos obtenidos tras realizarlas (anexo 2), y hemos incorporado también el discurso de los grupos de discusión (51 chicos y 38 chicas) para presentar la opinión que tienen de la sociedad española y los consejos o recomendaciones que nos dan. Creemos que teniéndolas en cuenta, será más fácil la integración de otros/as jóvenes que vengan a nuestro país y trabajar por el bienestar de los que ya están.
1. CONCEPCIONES TEÓRICAS PREVIAS AL ANÁLISIS En el marco teórico presentado en la segunda parte, se hace referencia a las concepciones teóricas sobre la población investigada con dos subapartados, uno sobre adolescencia y otro sobre proceso migratorio. En la tercera, se presentan las concepciones teóricas que sustentan el análisis de los relatos que se ha realizado. En este apartado vamos a referirnos al marco teórico que sustenta la inclusión de la perspectiva de género en la investigación.
1.1. Perspectiva de género y migraciones En la década de los noventa comienzan a hacerse visibles en España las migraciones femeninas, que anteriormente o bien eran negadas o bien asociadas a la reagrupación familiar, debido a los estereotipos de pasividad, inmovilidad y dependencia atribuidos a las mujeres. Es también en esta década cuando las mujeres inmigrantes comienzan a ser objeto de las políticas e intervenciones institucionales relacionadas con las migraciones. A esa visibilización contribuyeron las propias mujeres y las asociaciones de mujeres inmigrantes ya existentes en aquellos años, así como la aparición de investigaciones con perspectiva de género47 en torno a los flujos migratorios feminizados de carácter laboral que se produjeron en los años ochenta. Estas investigadoras ofrecen un marco analítico en el cual la diferencia de género era considerada como un principio estructural en el análisis de las causas y del impacto de las migraciones (Gregorio, 2009).
47 Carmen Gregorio Gil, 1998; Laura Oso Casas, 1998; Dolores Juliano, 1998; Natalia Ribas, 1999; Teresa del Valle, 2000; Adriana Kaplan, 1998.
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La perspectiva de género aporta dos cuestiones clave al estudio de las migraciones; por una parte, hace visibles situaciones de desigualdad y mecanismos adaptativos que quedan silenciados en los análisis tradicionales del proceso migratorio, y, por otra, huye de la generalización incluyendo la diversidad existente de mujeres y hombres migrantes (Yago 2002). Esta mirada con el género como categoría de análisis trata de superar una visión etnocéntrica y homogeneizadora, teniendo en cuenta las críticas a la estructura dualista del sistema sexo-género y a la visión universalista de los géneros. Son diversas las autoras48 que a partir de la década de los setenta interpelan a Occidente en relación con el lugar que esas otras-otros tienen en las sociedades occidentales, sociedades cuyos sistemas socioeconómicos fueron nombrados como «sistemas capitalistas patriarcales racialmente estructurados» (Kum-Kum Bhavani y Margaret Coulson, 1986). Como señala Amaia Pérez Orozco (2002): «El género deja de ser visto como una variable monolítica que indica una recodificación cultural de una realidad biológica y pasa a entenderse como una marca de subordinación que está cualificada por otras poderosas variables incorporándose a los análisis las variables de clase social y etnia», y citando a Engleton nos refiere: «Nuestro entendimiento mismo de lo que es masculino o femenino varía constantemente a lo largo de tiempo, de las culturas y de los grupos sociales». «Esta ruptura con una concepción universalista de los géneros», nos dice, «va ligada a otros dos puntos: el énfasis en las diferencias entre las mujeres —y entre las personas en general— y la conceptualización que se desarrolla sobre el poder», y cita a Braidotti: «Si también es poder aquel que se encuentra difuso, que se ejerce de forma fragmentada en las relaciones interpersonales, pero emanado de sistemas colectivos de jerarquización social; si el género está determinado por otras variables normativas, entonces, no existe un lugar fuera del poder: todas/os estamos en él, en todo momento, aunque de formas disimétricas, jerárquicas y, a menudo, fatales». En relación con los análisis de género en la integración social de los/as inmigrantes, creemos que se van superando dos mitos a los que Natalia Ribas hacía referencia. El primero es aquel que parte de un punto de vista etnocéntrico y evolucionista. El segundo mito se asociaría con la victimización de la mujer inmigrante y su orientalización (Ribas, 1999). Las aportaciones de los estudios de los movimientos poblacionales, que incluyen la perspectiva transnacional, son muy relevantes para nuestro estudio sobre migración
48 Autoras del feminismo poscolonial, entre otras: Gayatri Chakravorti Spivak, Chandra Talpede Mohanty, Silvia Rivera Cusicanqui, Gloria Anzaldúa, Bell Hooks y Sophie Oluwele (ver más en Celia Amorós, Ana de Miguel (eds.), Teoría feminista de la Ilustración a la globalización: de los debates sobre el género al multiculturalismo, Madrid, Minerva, 2005).
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y adolescencia. Laura Oso Casas aborda la problemática del género, migración y hogares transnacionales en el marco de la producción científica internacional y señala que de analizar las causas de la migración en el lugar de origen y la inserción posterior de los y las inmigrantes en el país de acogida, se fue pasando a estudiar las dinámicas transnacionales, adquiriendo los hogares un protagonismo privilegiado en tanto unidades de análisis para el estudio del transnacionalismo. De hecho, el grupo doméstico empieza a tenerse en cuenta en la literatura sobre migraciones cuando las mujeres adquieren protagonismo (Oso, 2008). En estas dos últimas décadas, los estudios de las migraciones desde la perspectiva de género han transitado, en opinión de Carmen Gregorio Gil, por dos vías complementarias que nunca llegan a cruzarse: por un lado, la visibilización de las mujeres inmigrantes trabajadoras en los circuitos del mercado —servicio doméstico, trabajo sexual y, en menor medida, agricultura y comercio— en algunos casos destacando su posición como únicas «jefas de hogar», y, por otro, su visibilización como «madres transnacionales» dentro de las denominadas «cadenas mundiales de afecto y asistencia» (Gregorio, 2009).
1.2. Género, identidades y migraciones En esta mirada al conjunto que proponemos, consideramos el género desde dos perspectivas inseparables, como construcción simbólica y como relación social, construcciones que conforman el imaginario colectivo y los significados de lo femenino y lo masculino, así como las relaciones sociales. En materia de subordinación o de autonomía relativa de las mujeres y del correspondiente poder de los hombres hay enormes variaciones entre países y dentro de un mismo país. La creación social del género da lugar a significados asociados a lo femenino y lo masculino múltiples y diversos, y se constata así que estas ideas pueden cambiar en el tiempo y el espacio (Mac Dowell, 1999). Observamos el género como elemento clave en la conformación de subjetividades y en la constitución de la identidad de la persona; una de las ideas centrales de la perspectiva de género es que los modos de pensar, sentir y comportarse de ambos géneros, más que tener una base natural e invariable, se deben a construcciones sociales y familiares. Por medio de tal asignación, a partir de estadios muy tempranos en la vida de cada niño o niña, unas y otros incorporan ciertas pautas de configuración psíquica y social que dan origen a la masculinidad y la feminidad. Tal diferenciación es producto de un largo proceso histórico de construcción social que produce diferencias entre los géneros masculino y femenino, condiciona las expectativas que los demás tienen sobre mujeres y hombres y crea un sistema desigual. Consideramos, pues, las divisiones de género como un eje fundamental de la diferenciación social, así como una categoría principal en la constitución del sujeto (Mac Dowell, 1999). 216
La construcción de las identidades es un proceso continuo, inacabado, en constante transformación. Las identidades, en este mundo globalizado en el que fluyen valores, modelos, ideas, de un lugar a otro, presentan elementos de uno y otro lado. Así, las identidades se construyen entre lo tradicional y lo moderno; son identidades sincréticas49. Además, tenemos en cuenta que las identidades no solo son una construcción cultural, sino que se modulan también a través de la propia historia, de las relaciones con los otros-otras y por las elecciones personales que cada cual va haciendo a lo largo de su vida. El propio sujeto también construye su identidad. Estos elementos diversos, cultura, relaciones familiares y personales y elecciones individuales, los vamos a observar en los discursos de los y las adolescentes inmigrantes de la investigación. Porque, cuando les escuchábamos y cuando leíamos sus historias personales, nos preguntábamos sobre sus identidades, sobre la construcción cultural que les ha moldeado y sobre las transformaciones vividas en esa experiencia migratoria, realizada en un momento tan clave para la identidad como es la adolescencia. Chicos y chicas señalan las transformaciones sufridas en las sociedades, tanto en las de origen como en las de destino, en la línea señalada por López Mondéjar (2003), acerca de la tendencia a la individualización y a la consecución de logros personales frente a modelos convencionales que priman los lazos afectivos y el reconocimiento de la dependencia y la autoridad otorgada a los mayores. Por otra parte, aluden también a la cultura de consumo que ha ido incluyendo de forma acelerada a niños y adolescentes, lo que puede ser causa de conflicto para algunos/as poniendo en crisis su identidad: cómo soy, cómo me ven los demás y cómo debería ser, con significados diferenciados para chicas y chicos. Analizando los mandatos e ideas que conforman las representaciones sociales de género podríamos decir que la identidad femenina continúa estando representada por la dependencia emocional, la comprensión y el cuidado de los otros. Las mujeres son socializadas en roles comunales, pasivos y de subordinación; por tanto, el establecimiento de la autonomía de las mujeres se opone a la socialización de género y al ejercicio de sus roles tradicionales. Y la identidad masculina, en correspondencia complementaria, está asociada a la autosuficiencia, la racionalidad, el control emocional, la fuerza, el dominio y la competitividad (Yago, 2011). Las representaciones sociales de género estarán en mayor o menor grado interiorizadas en estos/as adolescentes; observamos que chicos y chicas se sitúan de manera diferente en la adquisición de la identidad —que puede ser más polarizada o más inclusiva— según el peso de su entorno, de sus relaciones familiares y del peculiar y personal modo en el que lo han interiorizado.
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Este concepto es utilizado por Marcela Lagarde en Claves feministas para la autoestima de las mujeres. Ed. Horas y Horas, serie Cuadernos inacabados, Madrid, 2000.
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Es necesario tener en cuenta que aunque habitualmente al adolescente no se le incluye en la decisión de partir, el deseo más o menos consciente —especialmente en las chicas— de mejorar, de cambiar los roles y las relaciones de poder/subordinación puede estar presente en esta experiencia migratoria, así como la aspiración a tener mejores expectativas de futuro desligadas de los condicionantes de género. Con ello no queremos contribuir a la idea de que si se avanza en la igualdad es únicamente debido a los cambios que se van dando en las sociedades de destino y a que los discursos sobre la igualdad vayan calando en mayor o menor medida en los/las adolescentes. En todos los contextos se producen transformaciones y en todas las sociedades coexisten modelos más tradicionales con otros más igualitarios. Esta diversidad de modelos influye en los chicos y chicas y en sus familias, sin olvidar los deseos de cambio personales y familiares que puede provocar el enriquecimiento generado por la propia experiencia migratoria. Por otro lado, hay que señalar que entre adolescentes autóctonos, a pesar de los cambios sociales producidos, también coexisten modelos y prácticas sociales de roles de género tradicionales e igualitarios, con un machismo social no superado (Martínez, 2008). Es habitual escuchar que aquí las personas inmigrantes se van a encontrar con una socialización dentro de la igualdad y con unas expectativas más liberadoras en contraste con su cultura, en la que perviven los fundamentos del patriarcado. Podemos trasladar al resto de la sociedad la aportación que el Colectivo IOÉ (2007) hace en un análisis acerca de estos discursos en la comunidad educativa: las mentalidades y prácticas que fundan la supuesta subordinación de las alumnas obedece a rasgos inalterables de las culturas de origen, que convierten en una amenaza a sus portadores; en consecuencia, las actitudes del profesorado son defensivas ante estos grupos que aparecen como una amenaza para la escuela, que es presentada como el «reino de la igualdad». Aquello que impulsa al adolescente hacia la autonomía estará inscrito en esa configuración de valores y posiciones de subordinación/poder en el que se sustenta el sistema de género, con las variaciones que pueda suponer venir de una cultura y encontrarse con otra, con sus aspectos comunes y diferentes. El cuestionamiento que chicas y chicos hacen de los mandatos familiares, que habitualmente reproducen los mandatos de género imperantes en la sociedad, tiene que ver con la ruptura con las figuras de referencia de la infancia para poder empezar a ser ellas y ellos mismos. Pero no podemos pasar por alto que el conflicto entre madres/padres e hijos/as, cuando se cuestionan algunos de esos mandatos de género, puede responder a la no aceptación del legado del patriarcado, como reflejan algunos discursos más tarde analizados, especialmente de algunas chicas. Y esto es algo que iguala a chicas y chicos de aquí y de allí, que se rebelan ante algo que no les parece justo y les hace sufrir, y desean cambiar,
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aunque en ocasiones se interprete como un rechazo al vínculo por parte de madres, padres o figuras significativas50. La vida social, familiar y personal de los y las jóvenes que han participado en nuestro estudio está en continua transformación. Cierto es que están actualmente aquí y forman parte de hogares reconstituidos en España, pero en su mayoría han estado años siendo parte de hogares transnacionales; aún hoy en día muchos de ellos siguen teniendo en el lugar de origen familiares directos con los que han crecido y con los que pueden mantener mayor o menor relación. La perspectiva transnacional nos permite superar dicotomías anteriormente instaladas en los discursos y observar cómo chicos y chicas construyen su identidad en varios espacios nacionales, estableciendo relaciones, circulando y moviéndose entre esos espacios (Catarino y Morokvasic, 2005, citadas por L. Oso, 2008). En nuestra búsqueda teórica para nutrir este capítulo hemos encontrado que una de las líneas de investigación de los hogares transnacionales aborda el impacto de estos en el bienestar de los hijos e hijas. Sin embargo, la producción científica centrada en la población adolescente migrante con el género como categoría de análisis es reducida51. Pedone (2008) ha trabajado en esta línea y nos señala que aún son escasos los estudios que abordan el tema de las reagrupaciones familiares en la complejidad y dinámica de los grupos domésticos involucrados en la migración transnacional y las profundas transformaciones que implica la migración en las relaciones familiares. En esta reestructuración de la familia se adquieren diversas responsabilidades y nuevas formas de convivencia que conducen a muchos niños y niñas a sentirse responsables del bienestar de abuelas y abuelos, hermanos y hermanas menores, sobrinos y sobrinas, como lo expresan algunos testimonios... Las familias migrantes han transformado sus estructuras, redefinido roles y han construido estrategias para gestionar la vida cotidiana en los actuales contextos migratorios transnacionales. Cambios y transformaciones que no se han estudiado en profundidad y donde prevalecen en muchos casos estigmatizaciones. Una mirada sesgada y estereotipada no permite comprender la multidimensionalidad de los procesos migratorios que encierran una serie de estrategias, negociaciones, cambios y apropiación de roles familiares que involucran a todas
50 Diana Sartori hace una bella aportación en «Un vínculo sin legado» sobre las relaciones entre generaciones de mujeres y los conflictos con la autoridad en la relación con la madre, que nos resulta esclarecedora para entender algunos discursos de las adolescentes entrevistadas por nosotras. Artículo publicado en Duoda. Revista de estudios feministas, n.º 22 (2002), pp. 57-74. 51 Ver el libro de ponencias de las Jornadas Familias, niños, niñas y jóvenes migrantes. Rompiendo estereotipos, celebradas en Madrid, el año 2008. Grupo Interdisciplinario de Investigador@s Migrantes (coord.). IEPALA, Madrid, 2010.
219
las generaciones de los grupos domésticos relacionados con esta problemática. Por ello, las experiencias de los hijos e hijas de las familias migrantes nos ofrecen una lente particularmente poderosa a través de la cual observar los procesos de construcción de identidades. En el apartado «Resultados» presentaremos la diversidad de experiencias migratorias que han vivido las personas entrevistadas y detallaremos los cambios sufridos en las estructuras familiares y las interrelaciones entre sus miembros.
1.3. Perspectiva de género en la investigación Incorporar una mirada de género en el análisis al conjunto de entrevistas realizadas, implica poner el acento en aquellas circunstancias vitales que están determinadas e influidas por el modo en el que las sociedades establecen la atribución de significado y valor a la feminidad y a la masculinidad. Adriana Kaplan (2000) señala que cuando queremos observar si la migración modifica o influye en las relaciones de género: «Se debe partir desde lo que culturalmente traen, desde ese bagaje y contenido étnico que transportan, desde lo que son y desde lo que quieren ser, y, a partir de aquí, los cuestionamientos, negociaciones y continuidades que van a dar lugar a los procesos de transformación de su identidad étnica y de género en un proceso más amplio como es la integración social». Por tanto, teniendo en cuenta que el género es una construcción cultural y también un elemento que conforma la subjetividad, observaremos tanto similitudes como diferencias en los discursos de los y las adolescentes, y algunas contradicciones que son reflejo de la diversidad de modelos culturales que coexisten y de la lógica evolución de cada persona. Es posible el cambio, la modificación de roles y costumbres, y esta evolución se observará en los discursos. No obstante, también hay prescripciones de género que permanecen invariables y es de vital relevancia atender a diferencias entre hombres y mujeres que se convierten en mecanismos de opresión (Maynard, citada por A. Pérez Orozco, 2002). Como planteamos en el capítulo de «Metodología», la guía o esquema para realizar las entrevistas en profundidad (Anexo 2) ha tenido en cuenta los dos elementos clave para poder realizar una investigación con perspectiva de género: en primer lugar, diferenciar el sexo de la persona entrevistada, y, en segundo lugar, incluir variables con potencial explicativo de género, para posteriormente poder realizar este análisis (Ariño, 2011). Hemos considerado relevante tener en cuenta: 1) la cultura de origen de la población entrevistada porque incluye una determinada conceptualización de lo femenino y lo masculino; 2) la modalidad de migración vivida, las modificaciones sufridas en la estructura familiar, porque cuando se producen cambios se reorganizan las relaciones, la distribución de funciones y las relaciones de poder; 3) los modelos de relación entre hombres y mujeres que han observado en su ámbito familiar, tanto en su país como 220
en el país de acogida, porque estos modelos, que son similares y diferentes, pueden ser causa de conflicto, que revierte en dolor, en acomodación o en transformación. Todo esto va a condicionar, junto a la estructura, contenido y actitud de la sociedad de acogida, su bienestar y sus proyectos de futuro.
2. PRESENTACIÓN DE LOS RESULTADOS La mirada al conjunto se orienta al análisis de los factores que favorecen o dificultan el proceso migratorio, al conocimiento del proyecto migratorio de la familia y al análisis de los condicionantes de género que atraviesan la vivencia de la migración de las personas que integran la muestra. Los discursos de los chicos no son homogéneos entre sí, al igual que ocurre con los discursos de las chicas; la característica general es la diversidad. No obstante, considerados en su conjunto, hay diferencias entre los discursos de ellos y los de ellas. Hablan de cosas diferentes y de modo diferente, tanto en lo relativo a sus relaciones familiares como en lo relativo a sus opiniones y percepciones. De igual modo, los discursos de las personas que proceden de una misma zona geográfica no siempre son homogéneos, aunque, considerados en su conjunto, también apreciamos algunas similitudes en los patrones migratorios de las familias, dependiendo del lugar del que proceden. La presentación de resultados se organiza en los siguientes apartados: 1) Comenzamos con la descripción de la muestra. 2) Describimos cómo inciden en la población adolescente entrevistada algunos factores generales que influyen en el proceso migratorio: su deseo de emigrar, el idioma, la reacción de la sociedad de acogida y la relación con el grupo de pares. 3) Para enmarcar la vivencia migratoria de los y las adolescentes, es necesario hablar del proyecto migratorio de sus progenitores, ya que, en la mayoría de los casos, la emigración en la adolescencia es consecuencia de la migración realizada por su padre y/o por su madre. Así, conoceremos cuál fue el motivo que los llevó a emigrar, cuál es la relación existente entre ellos y el trabajo que realizan en España en el momento de realizar la entrevista. 4) En tercer lugar, hablamos de los patrones migratorios que han vivido estos/ as adolescentes: orden de salida del país de origen, estructuras familiares en origen y destino y características de las relaciones parentofiliales. Teniendo en cuenta la zona de procedencia de la familia y el género. 221
5) De la familia pasamos al análisis de los roles de género que los/as adolescentes de nuestra muestra tienen interiorizados. Analizaremos los principales determinantes de género: roles y tareas, igualdad de derechos y características de las relaciones de pareja. 6) Cerramos este apartado con una apreciación general sobre el tipo de integración que han conseguido y sobre el nivel de bienestar que tienen ahora. Conoceremos sus expectativas de futuro y si desean retornar a su país. Hacen una valoración de esta sociedad, y concretan unas recomendaciones, fruto de su experiencia, con la ilusión de que puedan ser de utilidad para otras personas.
2.1. Descripción de la muestra52 Durante los años 2007 y 2008 realizamos 48 entrevistas a jóvenes que habían emigrado a España durante su adolescencia. Un 58 por ciento son mujeres y un 42 por ciento hombres53. Las personas entrevistadas tenían dos características: haber venido a España a partir de los 10 años y estar entre 14 y 19 años en el momento de ser entrevistadas. No se excluyó a nadie con la pretensión de tener el mismo número de mujeres y de hombres en la muestra, nuestro interés era escuchar a todos y todas que quisieran contarnos su experiencia migratoria. La proporción mayor de mujeres puede estar en relación con la distribución de chicas y chicos en los distintos centros educativos a los que accedimos (institutos, centros sociolaborales), con la captación en la consulta del Centro Municipal de Promoción de la Salud y, también, con la respuesta que obtuvimos a nuestra oferta de participar en el estudio de investigación (tabla I).
Sexo
N.º
%
Mujer
28
58
Varón
20
42
TOTAL
48
100
Tabla I: Sexo de las personas entrevistadas
Entrevistamos a adolescentes de diferentes edades, los menores tenían 14 años y los más mayores, 19, siendo el grupo más numeroso el de 17 años, con un 33 por
52
Tablas y gráficos elaborados por Sara Zapatero Molinero.
53 En la provincia de Zaragoza el porcentaje de mujeres y hombres entre 15 y 19 años es prácticamente el 50 por ciento para cada sexo. Informe 2007 del Gobierno de Aragón.
222
ciento, seguido del de 19 años, con un 16 por ciento; el grupo menos numeroso era el de 14 años (tabla II). Años
Mujer
Varón
TOTAL
%
14
1
0
1
2
15
2
5
7
15
16
3
7
10
21
17
9
7
16
33
18
7
0
7
15
19 y 20
6
1
7
15
TOTAL
28
20
48
100
%
58
42
100
Tabla II: Edad de las personas entrevistadas
La edad media es de 17 años, un poco más elevada para las mujeres (17,43) que para los varones (16,30). La mayoría de los chicos se encuentra en el subgrupo de edad 16-17 años, y solamente se entrevistó a un adolescente de más de 17 años. La muestra de mujeres se encuentra mayoritariamente entre 16 y 19 (gráfico 1).
Sexo y edad 35 30 25 20
% mujer
15
% varón
10 5 0
14+15 16+17 18+19
Gráfico 1: Sexo y edad de las personas entrevistadas
223
El país de procedencia de la población entrevistada sigue un patrón similar al que encontramos en el conjunto de la población inmigrante de Zaragoza, con un predominio de personas de Ecuador, Rumanía y Marruecos. Entre las personas entrevistadas hay un elevado porcentaje, 13 por ciento, de población china, seguido de un 6 por ciento de gambianos/as y de colombianos/as. También hay algún chico o chica de República Dominicana, Guinea Ecuatorial, Argelia, Bulgaria, Perú y Chile (tabla III). País de procedencia
N.º
%
Ecuador
11
23
Rumania
9
19
Marruecos
6
13
China
6
13
Gambia
3
6
Colombia
3
6
República Dominicana
2
4
Guinea Ecuatorial
2
4
Argelia
2
4
Bulgaria
2
4
Perú
1
2
Chile
1
2
48
100
TOTAL
Tabla III: País de procedencia de las personas entrevistadas
Agrupándolos según su área geográfica de procedencia, predominan los/as latinoamericanos, y, dentro de este grupo, son más las mujeres que los hombres, al contrario de lo que ocurre en el subgrupo que proviene del norte de África-Magreb (6 hombres y 2 mujeres). El 23 por ciento procede de Europa del este y un 13 por ciento son chinos. De la zona África subsahariana proceden tres chicos de Gambia y dos chicas proceden de Guinea Ecuatorial54 (gráfico 2).
54 En la provincia de Zaragoza, la población extranjera de este grupo de edad procede el 61,19 por ciento de Latinoamérica, el 16,21 por ciento del norte de África, el 9,44 por ciento de África subsahariana, el 7,62 por ciento de países del Este y el 5,53 por ciento de Asia. Informe 2007 del Gobierno de Aragón.
224
Área geográfica de procedencia y sexo 30 25 20 % mujer
15
% varón
10 5 0
África Latinoamérica subsahariana
Norte de África
Países asiáticos
Países del Este
Gráfico 2: Área geográfica de procedencia y sexo
El 61 por ciento de las personas entrevistadas vino a España entre los 10 y 13 años, un 27 por ciento tenía 14 o 15 años cuando llegaron y el 12 por ciento restante (cinco chicas y un chico) entre 16 y 18 años, lo que responde al objetivo de este estudio: entrevistar a adolescentes cuya experiencia migratoria hubiera tenido lugar en esta etapa de la vida (tabla IV). Edad 10 11 12 13 14 15 16 17 18 TOTAL %
Mujer 5 2 4 4 3 5 3 1 1 28 58
Varón 5 3 2 4 1 4 0 0 1 20 42
TOTAL 10 5 6 8 4 9 3 1 2 48 100
% 21 10 13 17 8 19 6 2 4 100
Tabla IV: Edad al venir a España y sexo
El tiempo de estancia en España es un dato fundamental en el proceso migratorio. El 43 por ciento de las personas entrevistadas llevaba cuatro o cinco años en España en el momento en el que se entrevistan; un 32 por ciento entre 2 y 3 años, y es menor el número de adolescentes con poco tiempo, o con más de cinco años, en España. 225
Para relacionar esta variable con el sexo, hemos agrupado en dos bloques, los que llevan hasta tres años en España y los que hacía más de tres años que vivían en España en el momento de realizarse la entrevista. Hay un número mayor de personas que vinieron hace más de tres años a España en ambos sexos. Proporcionalmente, el número de hombres y mujeres está más o menos igualado en los dos grupos: hasta 3 años, hay 11 mujeres (41 por ciento de ellas) y 8 varones (40 por ciento de ellos). Más de 3 años hay 16 mujeres (59 por ciento de ellas) y 12 varones (60 por ciento de ellos) (gráfico 3).
Tiempo en España y sexo 40 35 30 25
% mujer
20
% varón
15 10 5 0
Hasta 3 años
Más de 3 años
Gráfico 3: Tiempo de estancia en España y sexo
En cuanto al nivel de estudios, de las 48 personas entrevistadas, solamente cuatro no estaban estudiando en el momento de realizar la entrevista (buscaban formación y empleo). Un 33 por ciento estaba en centros sociolaborales (CSL), y el resto, por igual, estudiando Educación Secundaria Obligatoria (ESO), o bachillerato/estudios superiores. El número de chicos que estaban formándose en los CSL es mayor que el número de chicas, y, de modo inverso, es mayor el número de chicas que cursan estudios superiores55 (tabla V).
55
226
En la provincia de Zaragoza, un 73 por ciento de adolescentes inmigrantes estudian ESO (48 por ciento mujeres y 52 por ciento hombres), un 9 por ciento, bachillerato (65 por ciento mujeres y 35 por ciento hombres), un 13 por ciento, grado medio y superior (54 por ciento mujeres y 46 por ciento hombres), y un 6 por ciento, Garantía Social (39 por ciento mujeres y 61 por ciento hombres). Informe 2007 del Gobierno de Aragón.
Estudios
Mujer
Varón
TOTAL
%
Centro Sociolaboral
2
14
16
33
ESO
8
6
14
29
14
0
14
29
4
0
4
8
TOTAL
28
20
48
100
%
58
42
100
Bachillerato y Universidad No estudian (buscando formación y empleo)
Tabla V: Estudios y sexo
Analizado en relación con el área geográfica de procedencia, la mayor parte de las personas entrevistadas que estaban estudiando en los CSL eran africanas; en Secundaria predominaban las personas procedentes de Latinoamérica y países del Este. De los trece adolescentes que estaban estudiando bachillerato, tres eran de países del Este, tres asiáticos y siete latinoamericanos56 (tabla VI).
CSL
ESO
Bachillerato y superiores No estudian
TOTAL
%
África subsahariana
4
1
0
0
5
11
Norte de África
6
0
0
2
8
17
Países del Este
4
4
3
0
11
23
Latinoamérica
2
6
7
2
17
36
Países asiáticos
0
3
3
0
6
13
TOTAL
16
14
13
4
47
100
%
34
30
28
9
100
Tabla VI: Estudios y área geográfica de procedencia
56
En la provincia de Zaragoza, entre la población procedente de — Latinoamérica, el 74 por ciento estudia ESO, el 8 por ciento, bachillerato, el 14 por ciento, grado medio o superior y el 5 por ciento, Garantía Social. — Países del Este, el 71 por ciento, ESO, el 14 por ciento, bachillerato, el 10 por ciento, grado medio y superior y el 5 por ciento, Garantía Social. — Norte de África, el 68 por ciento, ESO, el 3 por ciento, bachillerato, el 15 por ciento, grado medio y superior y el 14 por ciento, Garantía Social. — Resto de África, el 57 por ciento, ESO, el 7 por ciento, bachillerato, el 20 por ciento, grado medio y superior y el 16 por ciento, Garantía Social.
Informe 2007 del Gobierno de Aragón.
227
Si atendemos al tiempo que llevan en España, observamos que hay una incidencia mayor de alumnado en centros sociolaborales en el subgrupo que lleva menos tiempo en España, y, cuando se trata de alumnado que hace más de tres años que reside en España, hay un porcentaje mayor de estudiantes de bachillerato (tabla VII). Hasta tres años
Más de tres años
%
Centro Sociolaboral
7
9
33
Educación Secundaria (ESO)
6
8
29
Bachillerato y estudios superiores
4
10
29
No estudian
2
2
8
TOTAL
19
29
100
%
40
60
Tabla VII: Estudios y tiempo de estancia en España
2.2. Algunos factores generales que influyen en el proceso migratorio El deseo de emigrar El 27 por ciento de las personas entrevistadas no quería emigrar cuando se les informó de que tenían que salir de su país y viajar al extranjero. En el 52 por ciento de los casos manifiestan que sí deseaban emigrar, fundamentalmente, por reencontrarse con su familia y algunos porque querían trabajar. Entre otras razones también nombran el deseo de conocer un nuevo país y las oportunidades que pueden encontrar en él. Un llamativo 10 por ciento (5 de los 48) no sabe decir si deseaba o no dejar su país de origen, y otro 10 por ciento no responde (tabla VIII). Deseo de emigrar
N.º
%
Sí
25
52
No
13
27
No sabe
5
10
N/C
5
10
48
100
TOTAL
Tabla VIII: Deseo de emigrar
228
Podemos pensar que el deseo más claro de emigrar es el de los que vinieron solos a España. En esta situación estaban cuatro adolescentes: una chica magrebí, otra de Europa del Este y dos varones del Magreb. Las chicas dejaron a su familia en el país de origen, emigraron sin sus padres y hermanos, salieron del país con algún otro familiar y fueron acogidas en casas de familiares. Los chicos magrebíes vinieron solos. Los problemas de relación con sus padres y el deseo de vivir solas son las razones que expresaron estas dos chicas para emigrar. Una de estas chicas cree que la reacción de los padres no es la misma cuando el que se va es un hijo. Lo atribuye a que desconfían de las capacidades de una mujer para desenvolverse de manera independiente y a que ellos creen que las chicas tienen menos conocimiento del mundo, menos fuerza física y que están más indefensas. Así, piensan que las chicas que emigran pueden meterse en «algo malo», y, sin embargo, el que los chicos lo hagan es algo lógico. Estos estereotipos los relaciona con los mandatos culturales que las mujeres tienen en su lugar de origen. Los dos chicos que vinieron a España solos también lo hicieron por motivos diferentes. En un caso se nombra una situación de violencia ejercida por el padre hacia la madre e hijos y, en el otro, se nombran cuestiones económicas y socioculturales, como los motivos que le empujaron a la migración, ya que es «lo que los otros chicos hacen». El idioma es un factor que interviene claramente en la integración en el país de acogida. Es necesario conocer el idioma para integrarnos en distintos ámbitos sociales: escolarización, relaciones de amistad y mundo laboral. Y, de hecho, casi la mitad de las personas entrevistadas ha tenido importantes dificultades con el idioma y todas señalan que esta dificultad es una dificultad central, que condiciona su vida. Todos los chicos y chicas asiáticos entrevistados creen que, para poder sentirse menos diferentes y ser menos rechazados, deben aprender el castellano. Para todos ha sido fundamental el aprendizaje del idioma, remitiendo también a la dificultad de sus padres que, en su opinión, por sus largas jornadas laborales, no tienen tiempo de establecer relaciones con españoles y asistir a cursos que les permitan desenvolverse en castellano. Los insultos de «chinita, chino», que algunos refieren, creen que están en relación con esta dificultad. Por tanto, el aprendizaje del idioma castellano es un objetivo prioritario para todos los chinos, pero sobre todo lo recalcan las chicas. Y es prioritario tanto para estudiar como para trabajar. Entre el colectivo entrevistado hay más varones que suelen tener un mayor absentismo escolar y dificultades en el aprendizaje del idioma castellano. Su perspectiva de futuro es trabajar, aunque todavía son muy jóvenes y deben cursar estudios de la ESO. Algunas chicas son conscientes del sacrificio que supone el negocio familiar, por lo que su aspiración es poder conseguir «un trabajo como los españoles», y para eso, es necesario tener un buen nivel de castellano. La importancia que dan al aprendizaje del idioma para integrarse y prosperar en España ha condicionado, en parte, una modificación del patrón migratorio familiar, 229
ya que en la actualidad se reagrupa a los niños y niñas a edades más tempranas para aminorar esta dificultad con el idioma. Y esto es posible porque las madres o alguna hermana mayor pueden ocuparse del cuidado de los/as pequeños. En segundo lugar, en cuanto a la dificultad que supone el idioma, están los árabes. Ellos también insisten en la necesidad de conocer bien el nuevo idioma para poder llevar a cabo sus estudios y achacan a ello el no poder seguir el mismo ritmo académico que los españoles. Para los chicos y chicas del Este también ha supuesto una dificultad, aunque quizás no durante tanto tiempo como les ocurre a chinos y árabes. En los relatos hay alusiones a bromas de compañeros que no les traducían bien y a malentendidos que podían desencadenar discusiones y peleas. No obstante, aunque al principio de su llegada a España pudo suponer un problema, en tres o seis meses (dependiendo de su escolarización) la dificultad se ha solventado. Las dificultades que encuentran los subsaharianos tienen que ver tanto con el aprendizaje del castellano, como con el bajo nivel académico que tenían, siempre referido a la pequeña muestra de la población entrevistada. Aunque los latinos y latinas comparten con nosotros el mismo idioma, también tienen dificultades por las diferencias existentes entre nuestros modos de hablar. Para estas personas, los españoles hablan muy rápido, y su forma de expresarse es más bien dura, imperativa, directa, de tal manera que «parece que estén insultando o enfadados». También usamos diferentes giros lingüísticos e incluso significados distintos para las mismas palabras, lo que puede provocar obstáculos en la comunicación y malentendidos en los primeros encuentros con la población autóctona y en las relaciones escolares. La respuesta de la sociedad de acogida La respuesta de la sociedad receptora a la llegada de nuevas ciudadanas y ciudadanos es un factor clave en su proceso de adaptación e integración en la sociedad. En las entrevistas nos hemos interesado por conocer si estos/as adolescentes han vivido o sentido actitudes de rechazo por parte de su grupo de iguales y de la sociedad en su conjunto. También hemos indagado, a través de preguntas directas, si han conocido o experimentado expresiones de racismo. A la pregunta de si habían vivido o sentido rechazo por ser inmigrantes, el 44 por ciento contesta afirmativamente, siendo ligeramente superior entre las mujeres (65 por ciento de ellas nombran esta vivencia). Algunos varones manifiestan haber notado desconfianza hacia ellos, sin catalogarlo de rechazo. El 31 por ciento no se ha sentido rechazado. A esta cuestión han contestado 42 personas de las 48 entrevistadas, siendo mayor el porcentaje de varones de los que no se tiene información (tabla IX).
230
Vivencia de rechazo
Mujer
Varón
TOTAL
14
7
21
44
Poco
3
1
4
8
Desconfianza
0
2
2
4
No
9
6
15
31
N/C
2
4
6
13
TOTAL
28
20
48
100
%
58
42
100
Sí
%
Tabla IX: Sentimiento de rechazo y sexo
En las entrevistas relatan que estas vivencias se refieren, sobre todo, al primer tiempo de llegar a España y que, generalmente, los responsables de este rechazo y/o racismo eran personas muy mayores y jóvenes de su edad. Los muchachos y muchachas que sobresalen en contestar que han percibido rechazo, provienen de Latinoamérica y países asiáticos. Estos últimos, todos, contestan que han vivido este rechazo, de una u otra forma. Las respuestas de los/as que provienen del norte de África son variadas: unos dicen que sí y otros que poco o nada. Algunos perciben desconfianza hacia ellos por ser árabes. Dos subsaharianos negros dicen que el rechazo que han sentido tiene un matiz de racismo, porque lo consideran relacionado con el color de su piel. Casi un 60 por ciento del subgrupo de adolescentes procedentes de países del Este no se han sentido rechazados y pensamos que puede estar relacionado con su mayor similitud con los autóctonos en rasgos físicos y culturales. Aunque no hay que infravalorar el dato de que un 26 por ciento sí que ha sentido rechazo y de un 17 por ciento no sabemos, porque no contestan (gráfico 4). Rechazo y área geográfica 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0
% África subsahariana % Norte de África % Latinoamérica % Países del Este % Países asiáticos
Sí
Poco Desconfianza No
N/c
Gráfico 4: Sentimiento de rechazo y área geográfica de procedencia
231
Si analizamos estos datos en relación con los estudios que están cursando: el alumnado de Secundaria destaca en el grupo que responde afirmativamente a haberse sentido rechazado, seguido por aquellos que cursan bachillerato y estudios universitarios. Los alumnos de CSL tienen la mayor frecuencia en la respuesta «no han sentido rechazo», aunque también los hay que dicen haberlo vivido, y dos de ellos nombran la desconfianza de los demás hacia ellos. Entre aquellos que no estudian y están buscando formación o empleo, tres dicen que no lo han vivido y uno que sí (gráfico 5).
Rechazo y estudios 20 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0
% CLS % Secundario (ESO) % Estudios superiores (bachillerato, empresariales) % No estudian (no, buscando formación y empleo)
Sí
Poco Desconfianza No
N/c
Gráfico 5: Sentimiento de rechazo y estudios que cursan
Durante el transcurso de las entrevistas y la realización de los grupos de discusión hubo denuncias de situaciones específicas de rechazo, agresión o racismo. Se desveló que dos chicas eran sometidas a acoso escolar. Una era una chica latinoamericana que estaba en un instituto y que lo relató en la entrevista, y la otra era una chica árabe que, en un grupo, denunció sufrir acoso constante por el hecho de llevar velo. Se denunciaron algunas actitudes y estereotipos impregnados de racismo y sexismo: una chica refiere la asociación existente en España entre mujer musulmana y víctima sometida a la voluntad del varón y se rebela contra esta idea. Otras han observado que se asocia mujer extranjera con prostitución y creen que los medios de comunicación tienen responsabilidad porque promueven estos estereotipos: «La gente al no conocerme pues decía..., que si era una puta, claro porque veían la televisión y pensaban que todo el mundo era igual». «Mi madre me contaba que entraba en un bar y creían que era una prostituta». Ellas mismas, dependiendo de la experiencia vivida, se hacen eco de estos estereotipos: «Casi todas las mujeres de Guinea Ecuatorial vienen a trabajar de putas». 232
Una de las chicas relata de un modo que resulta escalofriante cómo un chico de su colegio, con total impunidad, estuvo meses amenazándola: «Creía que me iba a matar, viví un infierno»; «él era un nazi y me decía: “Negra de mierda, me voy a follar a tu madre”». Esta chica, según cuenta, vivió una total indefensión: «Mi madre fue a hablar con el director y el director le dijo que eran cosas de críos, que era un chico con muchos problemas y que ya se le pasaría», hasta que aparece la figura de un amigo, un hombre protector, y después el padre reagrupado, que pudo acompañarle al colegio hasta que empezó a trabajar. La experiencia de rechazo no es la única que han vivido al llegar a España. De hecho, la mayoría de los y las adolescentes entrevistados se ha sentido apoyada por otras personas en su experiencia vital y migratoria. El apoyo nombrado más frecuentemente es el de los amigos (84,64 por ciento de 44 chicas y chicos de los que tenemos información), y, en segundo lugar, aluden a la familia como fuente de apoyo (72 por ciento). En tercer lugar, un 30 por ciento, refiere que el profesorado ha sido importante para mejorar su integración en el ámbito escolar y recuerdan gratamente a quien ejerció esta tarea, al profesor o profesora concreto que les ayudó (13 de 44). Relación con el grupo de pares El bienestar o malestar de un adolescente depende, en parte, de las relaciones establecidas con sus pares y de sentirse integrado y aceptado en un grupo. Hemos rastreado en las entrevistas cómo y con quién se relacionan, si solo tienen amistad con personas de su país de origen o de cultura similar o si entre sus relaciones están adolescentes de otros países, extranjeros o españoles. Creemos importante señalar elementos que nombran y que en nuestra opinión también pueden condicionar relaciones que establecen, como, por ejemplo, la configuración social y cultural del barrio en el que viven, del centro de estudios y espacios de relación a los que acuden; el entorno puede ser más o menos multicultural. Con respecto al entorno familiar y cómo este condiciona con quién se relacionan, hay que recordar que, en general, la familia refuerza el mantenimiento de la propia cultura, siendo en algunos chicos y chicas un elemento que condiciona en gran medida sus relaciones, observándose peculiaridades en los mandatos recibidos tanto en relación al sexo como por lugar de origen. Un 63,54 por ciento de una muestra de 44 personas dice que establece relaciones de amistad con españoles, pero no es así en el 36,46 por ciento restante. Entre los que se relacionan con españoles hay algunos varones que tratan con chicas españolas, pero no con chicos españoles (tres casos). Por otro lado, en las chicas la variabilidad puede ir desde una sola amistad con una chica española a que todas sus amistades sean españolas, aunque esto no es lo más frecuente. A menudo priorizan sus relaciones de amistad con compatriotas o con extranjeros. Así, un 54 por ciento dice relacionarse sobre todo con compatriotas, aunque tam233
bién pueden mantener relaciones con españoles y extranjeros. Y un 18 por ciento de chicos y chicas dice tener amistades sobre todo con extranjeros, valorando el hecho de que sus amigos y amigas hayan vivido la migración, un proceso similar al suyo, porque, según expresan, eso facilita un mejor entendimiento. Tres personas (dos chicas y un chico), de distintas nacionalidades de origen, señalan que no desean relacionarse con compatriotas.
2.3. Proyecto migratorio de los padres Motivo de la emigración El 90 por ciento de los/as adolescentes entrevistados ha venido a Zaragoza por el proyecto migratorio de sus padres. Bien es cierto que en estas edades, el que un 10 por ciento haya decidido emigrar por su propio deseo es un dato muy llamativo: vinieron solos cuatro adolescentes: una chica magrebí y otra de Europa del Este y dos varones del Magreb («menores no acompañados»). En general, casi todos los/as adolescentes dicen que el motivo por el que emigraron tanto los padres como las madres era económico; creen que el deseo de encontrar trabajo y mejorar la situación en la que se encontraban en su país de origen fue lo que les impulsó a viajar. Una única familia de este colectivo es exiliada. La hija, que ha vivido múltiples migraciones entre países europeos, entiende que a veces los motivos son complejos y difíciles de definir, por la complejidad del ser humano. Y, aunque la familia emigra por cuestiones políticas, su madre, con la frase: «Tú no te preocupes por trabajar; estudia, que para eso hemos venido, para que podáis estudiar», le indica que también desea un futuro diferente para su hija. Las chicas, cuando se refieren al motivo de emigración de sus madres, además de reconocer el deseo de progreso económico para que sus hijos e hijas tengan mayores posibilidades, también sugieren otras causas. El bienestar de los hijos puede ser efectivamente un motivo para traerlos a España, pero no siempre es el único motivo. Una chica cree que el motivo principal que llevó a su madre a emigrar fue la necesidad de interponer distancia con su pareja, y ella lo vincula con la dependencia de las mujeres hacia los hombres que se da en su país. Otra piensa que está relacionado con la falta de lugar en el mercado laboral de la sociedad de origen para una mujer como su madre, sin nivel de estudios y mayor de 45 años. Otra cree que el motivo que hizo migrar a su madre es que deseaba estar con el padre. Ella no quería venir, porque no lo echaba de menos, pero su madre se sentía sola sin pareja y quiso reagruparse trayendo también a sus hijos. Este es otro ejemplo que nos muestra que las chicas perciben deseos e intereses de sus madres que condicionan su emigración, a pesar de que no tengan que ver con los de los hijos e hijas. 234
Cuando es la madre la que emigra en primer lugar y el padre queda en el país de origen, parece que tengan que justificarlo, quizás porque va en contra del estereotipo sociocultural que asocia feminidad a dependencia y pasividad. Así, algunas chicas dicen que «no fue por voluntad propia»; «mi mami es la más arriesgada»; «fue de mi madre la idea de viajar»; «ella tomó la decisión»..., frases que no se repiten cuando es el padre el que inicia el proyecto migratorio familiar, porque lo ven más natural. Sin embargo, es reseñable el hecho de que las chicas valoran con cierta admiración esta iniciativa de las madres. Solo se cuestiona esta decisión en un caso en el que la pareja se separa posteriormente y la hija cree que tal vez si no hubieran emigrado la separación no hubiera ocurrido, a pesar de que el motivo principal, según su testimonio, fuera la infidelidad del padre. Para una de las chicas cuya madre migró en primer lugar, la migración posterior del padre fue fruto de un proyecto familiar consensuado: «Después fue mi papá que vino para luchar junto a mi mami». Los motivos aducidos por las chicas son muy diversos y, también, la interpretación y sentido que les dan. Observamos que los estereotipos de género están presentes en el modo en que valoran la emigración del padre y de la madre. Ellas nos descubren muchos más matices en las causas de la migración y de la reagrupación que los chicos. En el caso de los chicos, todos relacionan la migración iniciada por el padre y su propia migración con cuestiones económicas, deseo de trabajar, tener oportunidades para estudiar y promocionar socialmente. Los chicos de nuestra muestra no cuestionan la migración de los padres; solo uno dice que no entiende bien por qué lo hicieron, porque en su país, según dice, no les faltaba de nada. Aun cuando el bienestar de los hijos e hijas es puesto en el centro y esto condiciona lo que se espera de ellos/as, los motivos más profundos de padres, madres y otros familiares que los traen están por indagar. Actividad laboral Podemos pensar que, en parte, el deseo que motivó la migración parece haberse cumplido, al menos en el momento en el que se realiza la entrevista (anterior a la crisis económica global actual). La mayoría de sus padres estaban trabajando cuando se realizó la entrevista. La actividad laboral estaba relacionada, en gran medida, con la construcción y con los gremios dependientes de ella. En segundo lugar, con el ámbito industrial o empresarial, trabajando por cuenta ajena o de forma autónoma, creando su propio negocio de hostelería, tienda o taller. Es casi excepcional que los padres trabajen en el ámbito doméstico o de cuidados. En esta muestra, no hay ningún padre en paro laboral (tabla X). 235
ÁMBITO DE LA ACTIVIDAD
Construcción
Industrial y Empresarial (por cuenta ajena)
Número de entrevistas
%
Albañiles, obreros, etc.
9
19
Gremios: carpintería metálica, ebanista, escayolista, fontanero, pintor, soldador y yesero
7
15
Fábrica
6
13
Publicidad
1
2
Pastor
1
2
Camionero
3
6
Cuidado de niños/as
1
2
Empresa limpieza
1
2
Negocio propio (bar, tienda y taller)
9
19
No se sabe la actividad
1
2
No están en España
8
17
47
100
ACTIVIDAD LABORAL DEL PADRE
Trabajos de cuidados
Empresa (por cuenta propia)
TOTAL Tabla X: Actividad laboral de los padres en España
Las madres que vinieron con su propio proyecto laboral, lo están llevando a cabo; solamente están en paro dos madres de toda la muestra. Más de la mitad de estas mujeres están trabajando en actividades relacionadas con el cuidado de las personas57: mantenimiento del hogar, cuidado de ancianos, etc. La proporción de mujeres emprendedoras, autónomas, es ligeramente superior que la de los hombres (21 por ciento frente a 19 por ciento). Hay un número menor de mujeres que trabajan por cuenta ajena, en sectores varios: auxiliar enfermería, carnicería y hostelería. Un pequeño porcentaje se encontraba en el paro (tabla XI).
57 Véase A. Pérez, y S. del Río, «La economía desde el feminismo: trabajos y cuidados». Rescoldos. Revista de diálogo social, 7 (2002), pp. 15-37.
236
ÁMBITO DE LA ACTIVIDAD
Trabajo de cuidados
ACTIVIDAD LABORAL DE LA MADRE
Número de entrevistas
Ama de casa
5
12
Cuidadora
2
5
Servicio doméstico
5
12
Residencia de ancianos
1
2
12
29
Negocio propio (bar, tienda y taller)
9
21
Auxiliar de enfermería
2
5
Carnicería
1
2
Hostelería
1
2
Paro
2
5
No están en España
1
2
No se sabe la actividad
1
2
42
100
Limpieza Empresa (por cuenta propia) Empresarial (por cuenta ajena)
%
TOTAL Tabla XI: Actividad laboral de las madres en España
Relación de convivencia de la pareja parental La estructura familiar, tanto en origen como en el país de acogida, así como el tipo de reagrupación, está condicionada también por la situación de convivencia de los padres. El 25 por ciento de los padres estaban separados o divorciados en el momento de realizar la entrevista, y solo dos de ellos se habían separado tras la migración, lo que hace pensar a sus hijos que de no haber emigrado quizás sus padres no se habrían separado (tabla XII). Relación entre los padres
N.º
%
Separados o divorciados
11
25
Matrimonio/pareja
33
75
44
100
TOTAL Tabla XII: Relación entre los padres
Parece que casi todas las separaciones o divorcios han sido previos al proceso migratorio, y que, a pesar de los cambios, las parejas que iniciaron el proyecto migratorio estando unidas, en su mayoría se han mantenido. No hay padres separados o 237
divorciados entre los/as adolescentes entrevistados procedentes de los países asiáticos ni del Magreb, y sí aparecen más divorcios o separaciones en personas (sobre todo mujeres), que provienen de Latinoamérica (gráfico 6).
Padres separados o divorciados y área geográfica 25 20 Sí
15
No
10
N/c
5 0
África subsahariana
Norte de África
Países del Latinoamérica Este
Países asiáticos
Gráfico 6: Padres separados o divorciados y área geográfica de procedencia
2.4. Patrones migratorios vividos por los/as adolescentes A lo largo de su infancia y de su adolescencia, los chicos y chicas que participan en el estudio han debido afrontar el hecho de separarse de su madre, de su padre o de ambos, conviviendo temporalmente con otros familiares. El afecto y los roles funcionales se han redefinido con motivo de la migración. De igual modo, los patrones culturales se han modificado, han vivido en sociedades en las que los valores, las costumbres, la lengua y el modo de relacionarse hombres y mujeres son diferentes; y de algún modo también se ha producido una redefinición de estos patrones con motivo de la migración. Como señala Pedone (2008), «han vivenciado la reagrupación en destino, retornos a origen o promesas incumplidas de viajes, de tiempos para el reencuentro o regreso de sus padres. Todas situaciones familiares y personales no exentas de contradicciones, conflictos donde se ha empleado una gran variedad de estrategias para consensuar nuevos roles negociados a través de la distancia. Una distancia espacial y temporal que se ha visto reforzada por la nueva estratificación del mercado de trabajo a nivel planetario, por las restricciones jurídicas que limitan el libre movimiento de los y las migrantes y cercenan el derecho a vivir en familia». Por tanto, será necesario considerar tanto los hechos como las valoraciones subjetivas de los mismos, al menos la vivencia personal que los/as adolescentes han querido expresar al equipo investigador. Los hechos que vamos a exponer son el orden de 238
salida del hogar del país de origen y la modalidad de reagrupación, que denominamos «pauta migratoria», y las personas que se responsabilizan del cuidado de estos niños y de estas niñas en el hogar de origen, cuidado que incluye el sustento económico y el soporte afectivo y normativo. Una vez realizada esta descripción, analizaremos, primero en las chicas y luego en los chicos, la valoración que hacen de estos hechos, qué funciones atribuyen al padre y a la madre y cómo es su relación afectiva con ellos. Pauta migratoria El proceso migratorio de estos/as adolescentes está cuajado de separaciones y reagrupaciones. En los relatos individuales hemos podido leer cómo han sido estas vivencias de separación de sus padres y en qué momento de su vida se producían. Ahora vamos a extraer y agrupar estas vivencias individuales para hacernos una idea de conjunto, partiendo de las entrevistas y de los resultados estadísticos. La primera experiencia de separación tiene lugar cuando uno de sus progenitores o ambos abandonan el hogar familiar y el país de origen. A veces el primero en marchar fue el padre; en otros casos, la madre; a veces la migración era simultánea en ambos y, en otros casos, consecutiva. Temporalmente, se constituyen dos núcleos familiares, uno en el país de origen y otro en el país de acogida. Pasados los años, cuando la familia se reagrupa, tiene lugar otra separación, esta vez de la familia que les cuidó en el país de origen. Y es necesario, de nuevo, adaptarse y reajustarse a la familia reagrupada. Las pautas migratorias que observamos son muy diversas, tanto las referidas al orden de salida de los miembros de la familia como a las características de los hogares en el país de origen y en el de acogida. No obstante, presentamos los datos agrupados, en primer lugar, en relación con la zona geográfica de procedencia y, en un segundo lugar, en relación con el sexo de la persona que lo relata, con la intención de ver si hay algún patrón migratorio en relación a dichas variables. Pauta migratoria y zona geográfica de procedencia La pauta migratoria más frecuente entre las familias que proceden de Latinoamérica es que la madre sea la primera que sale del país, bien sola, bien con sus hijos/as. Posteriormente reagrupan a su pareja pero no en todos los casos, ya que la mayoría estaba separada o divorciada antes de iniciar el proyecto migratorio. La separación entre los progenitores y sus hijos/as suele ser en la segunda infancia y en la pubertad, no en edades tempranas (entre 8 y 11 años la mayoría). Entre las familias procedentes del norte de África (Magreb) la pauta migratoria es totalmente diferente: entre las ocho familias que forman este subgrupo no hay ningún ejemplo en el que sea la madre la que emigra en primer lugar; hay tres adolescentes que vinieron solos y, en los demás casos, es el padre el que emigra cuando los hijos son pequeños y, pasados bastantes años, son reagrupados junto a su madre. 239
Respecto a las tres familias que provienen de África subsahariana, coincide que en dos de ellas es el padre el que emigra en primer lugar, cuando su mujer estaba embarazada, y reagrupan a los hijos cuando son adolescentes. En España habían formado una nueva pareja. La tercera familia de este subgrupo emigra unida. Entre las familias que proceden de los países del Este no hay ningún caso en el que la madre emigre en primer lugar. Emigra la familia unida o la pareja, reagrupando al cabo de poco tiempo a los hijos. La separación se produce cuando los hijos tienen entre 7 y 13 años. Hay una chica que emigró sin su familia nuclear. Todas las familias procedentes de China tienen el mismo patrón migratorio: el padre emigra en primer lugar, cuando los hijos/as son muy pequeños (a excepción de un caso), y posteriormente reagrupa a la familia, en una o dos fases. Cuando los hijos/ as vienen a España ha transcurrido mucho tiempo desde que el padre partió, ya que son reagrupados en la preadolescencia (tabla XIII). Pauta migratoria Orden de salida 1.º Madre 1.º Padre
Zona geográfica de procedencia
Reagrupación
Latinoamérica
Pareja e hijos
2
Hijos/as
7*
Pareja e hijos
4
Hijos/as
1
Toda la familia
1
Hijo/a solos
0
África del Norte
África subsahariana
China
Países del Este
6***
7**
5 2 1 3
3 1
Otro modelo * Incluye tres casos en los que madre e hijos ya salieron juntos del país. ** En cuatro casos, la reagrupación se hace en dos fases: primero viene la madre y luego los hijos. *** Incluye cuatro casos en los que la reagrupación se produjo en dos fases, en la primera vino a España solo la madre, y posteriormente, los hijos.
Tabla XIII: Pauta migratoria y zona geográfica de procedencia
Pauta migratoria y sexo Analizando el patrón migratorio en función del sexo de la persona entrevistada, observamos algunas diferencias, que señalamos a continuación. Entre las chicas hay dos modelos predominantes: que sea la madre la que emigre en primer lugar o que sea el padre. Difieren en el tipo de reagrupación; en el primer caso, solo en la mitad de los casos la mujer reagrupa al padre, y en el segundo caso, prácticamente todos los padres reagrupan a las madres. 240
Hay dos chicas que vinieron con otros familiares y solamente en un caso vino a España toda la familia a la vez. Entre los chicos, a excepción de los dos que vinieron solos, fue el padre el que emigró en primer lugar en todos los casos (acompañado por la madre en algunos casos, y posteriormente los hijos fueron reagrupados, en una o en dos fases). Algunos chicos dejaron en su país de origen a su madre y vinieron a España a reencontrarse con su padre y su nueva familia constituida aquí. Uno de estos adolescentes fue reagrupado por sus abuelos (tabla XIV).
Pauta migratoria Orden de salida
Chica
Chico
Pareja e hijos
5*
-
Hijos/as
6
-
Pareja e hijos
8**
Hijos/as (nueva familia)
1
3
1.º Ambos padres/luego hijos
1
2
Hijo/a solos
2
2
1.º Madre
1.º Padre
Reagrupación
Adolescente inmigrante
Otro modelo: reagrupado por los abuelos
10***
1
* Incluye un caso en el que migran la madre y la hija, en primer lugar, y reagrupan al padre, y otro en el que la madre reagrupa a familia extensa. ** Incluye dos casos en que la reagrupación se produce en dos fases: primero viene la madre y luego las hijas. *** Incluye seis casos en que la reagrupación se produce en dos fases: primero viene la madre y luego los hijos.
Tabla XIV: Pauta migratoria y sexo del adolescente
Núcleos familiares, en origen y en destino Nos relatan una primera separación de su padre, su madre o de ambos. Hay un tiempo en el que estos/as niños/as y púberes quedan al cuidado de otros familiares, en el núcleo familiar de su país, del que también se separarán posteriormente, al emigrar. Así, la experiencia de separación vuelve a vivirse y también la necesidad de volver a adaptarse a un núcleo familiar diferente ya en el país que les acoge. Este dato lo hemos extraído de treinta y tres relatos individuales, los demás no hacen referencia a este aspecto durante la entrevista. De los treinta y tres, en un 42 por ciento de los casos, el núcleo familiar en el país de origen, tras la migración del padre, estaba constituido por la madre, hermanos y abuelos. Un 45 por ciento quedó al cuidado de la familia extensa, donde quien se hace cargo es la abuela (27 por ciento), 241
la tía (18 por ciento), el padre apoyándose en la abuela (9 por ciento) o una hermana mayor (tabla XV). Núcleo familiar tras la migración de progenitor/es
Nº
%
9
27
Madre y hermanos, abuelos
14
42
Padre, hermanos y abuelos
3
9
Tía, tíos, abuelos
6
18
Solos los hermanos
1
3
33
100
Abuela, abuelos
TOTAL (no hacen referencia a esta información el resto de personas entrevistadas)
Tabla XV: Núcleo familiar que permanece en país de origen
El cuidado de los hijos e hijas, sobre todo en las familias procedentes de Latinoamérica, es tarea de las mujeres: de la madre o de otras mujeres de la familia extensa. Incluso en una familia que quedó el padre en origen, es ayudado por la abuela en esta función de cuidado. Tanto los chicos como las chicas relacionan el cuidado con cualidades femeninas, de las madres o de sus «sustitutas». Las tareas de la figura materna, a la que se asigna la función de sostenibilidad de la vida, han sido sustituidas en todos los casos por otra mujer, cuando la madre emigra o incluso en situaciones previas a la emigración (por maternidad no responsable, en familias extensas con reparto de funciones, etc.). Algunos chicos cuentan que convivían con su abuelo, pero también nombran a figuras femeninas como responsables del cuidado. Esto nos habla de un reparto de las tareas de crianza y cuidado que se mantiene segregado por sexo. Como pone de manifiesto Parreñas, las familias transnacionales traen consigo construcciones contradictorias de género. Por un lado, a través de la migración las mujeres adquieren mayor poder económico, pero, por otro lado, las prácticas de cuidado de las familias transnacionales reproducen las ideologías de género convencionales. No hay, por tanto, una real transformación de las relaciones de género: el trabajo de mantenimiento de los hogares transnacionales recae finalmente en las tareas de tías, abuelas, madres y hermanas (Oso, 2008). En nuestra investigación se hacen visibles de nuevo las cadenas globales de cuidados58, reflejo del trabajo segregado por sexos tanto en origen como en el país de
58
242
Para más información sobre las «cadenas globales de cuidados», véase Gregorio Gil (2010) y Pérez Orozco (2006).
acogida y que vemos reflejada igualmente en la tabla de empleos de las madres en España (tabla XI). Los progenitores también pueden mantener los vínculos afectivos, las tareas de cuidado y de sostenimiento económico en la distancia. De hecho, en algunas familias el contacto en la distancia con las personas que han emigrado suele ser frecuente, por teléfono o Internet. Se mantiene el vínculo, se intercambian fotografías y se envían dinero y regalos al país de origen. Casi todas las personas entrevistadas manifestaron que deseaban reencontrarse con quien emigró, deseaban que se produjera la reagrupación, pero también sintieron dolor por dejar a la familia de su país de origen, a esas personas que se encargaron de cuidarles durante los años que transcurrieron desde el inicio del proceso migratorio familiar hasta el reencuentro. Las relaciones afectivas con familiares y amigos que quedaron «allá» son muy importantes para ellos y ellas, aunque este sentimiento no siempre se traduce en un deseo de retorno. Las situaciones son variadas. De hecho, una chica nos relata que no quería venir a España, a pesar de echar mucho de menos a su familia, y que el motivo principal para la reagrupación familiar fue la soledad de sus padres que estaban separados. Varias de las chicas y chicos adolescentes lo expresan explícitamente, hablan de vínculos afectivos importantes con las mujeres que les cuidaron en su país, pero también hay quienes no cuentan nada respecto a estas cuidadoras e incluso una de ellas, habla de cómo iba cambiando de familia, un tiempo aquí, un tiempo allá, y que no le costó despedirse de la familia del padre y de su hermanastro, con los que convivía. Tras exponer los patrones migratorios y con quién quedaron en el país de origen, a continuación exponemos cómo se ha configurado el núcleo familiar en destino, aquí en Zaragoza. Los modelos familiares presentan particularidades, tanto si se analizan según la zona geográfica de procedencia como si se hace por razón de género. De las chicas procedentes de Latinoamérica, seis viven con ambos progenitores y hermanos/as (también vive con ellos la abuela en un caso y en otro, personas de otro país), cinco viven con la madre y con hermanos/as (en dos casos también hay otro familiar en la casa), una vive con su madre, padrastro y hermana, otra vive con su pareja y otra chica entrevistada vive con su pareja, la hija de ambos, suegros y cuñados. De los chicos procedentes de Latinoamérica, tres viven con ambos progenitores y hermanos/as y uno vive con su padre, madrastra y hermanastro. Es decir, el 50 por ciento viven con ambos progenitores y un 27,7 por ciento en hogares monoparentales con solo la madre y un 11 por ciento en hogares reconstituidos. Cuatro de las chicas procedentes de países del Este viven con ambos progenitores y hermanos/as, una vive solo con su madre y otra con sus tíos. De los chicos procedentes de países del Este, cuatro viven con ambos progenitores y hermanos/as, y uno vive con la abuela. 243
Tanto los chicos como las chicas procedentes de China viven con sus padres y hermanos. De las personas que proceden del Magreb, una chica vive con ambos progenitores y hermanos/as y otra con su tío, tía, primos y hermano. De los chicos, cuatro viven con ambos progenitores y hermanos/as, y dos viven tutelados por Servicios de Protección de Menores (uno vivió antes en otra ciudad con tía y primos). Hay dos chicas procedentes de África subsahariana (África Central): una vive con sus padres y hermanos y la otra solo con la madre y hermanos. Los chicos procedentes de África subsahariana (África Occidental): uno vive con su padre y madrastra, otro solo con su padre, y el tercero con tíos, aunque previamente había vivido en otra ciudad, con su padre, madrastra y hermanastro. Relaciones parentofiliales Al centrar el análisis en las relaciones familiares, poniendo especial énfasis en los aspectos modulados o dependientes del género, hemos observado la diversidad existente en los modelos y vivencias de la población entrevistada. Exponemos los modelos familiares que tienen en España y presentamos el significado que atribuyen las chicas y chicos entrevistados a las figuras del padre y de la madre y a la relación que mantienen con ellos. También extraemos información acerca de la redefinición de las relaciones familiares en la distancia. Es necesario recordar que esta descripción no tiene como finalidad generalizar los resultados a la población adolescente inmigrante; hablamos exclusivamente de lo que hemos escuchado y observado en las personas entrevistadas. Hemos descrito en el apartado anterior los modelos familiares en los que se integran los chicos y chicas que han participado en esta investigación. Resumimos estos datos para adentrarnos en el apartado «Relaciones parentofiliales», con las diferencias que se presentan por género. El 57,1 por ciento de las chicas viven con ambos progenitores y hermanos/as. Una cuarta parte de las chicas viven en hogares monoparentales (solo con madre) 59.
59 Oso (1998) pone de manifiesto en su investigación «La migración hacia España de las mujeres jefas de hogar» la existencia de varios tipo de hogares transnacionales: 1) en primer lugar estaría la migración de mujeres solas con familiares en el lugar de origen. En este caso entrarían: a) las mujeres casadas que mantienen el hogar transnacional (esposos, hijos, otros familiares); b) las solteras con individuos dependientes a cargo (padres, hermanos); y c) las jefas del hogar monoparental (madres solteras, separadas, viudas y divorciadas). 2) En segundo lugar, tendríamos la migración familiar, que incluiría: a) las pioneras de la migración; b) la migración conjunta de la pareja; c) la mujer reagrupada por su esposo u otros familiares.
244
Una chica vive en una familia reconstituida por la madre (3,6 por ciento). Dos jóvenes ya han constituido sus propios hogares y un 16,2 por ciento forman parte de otro tipo de hogares. También hay diversidad de modelos familiares en los veinte chicos que conforman nuestra muestra: los trece que viven con ambos progenitores y hermanos/as representan el 65 por ciento de esta muestra, dos viven en familias reconstituidas por el padre, uno en familia monoparental (solo con padre); y el resto (20 por ciento) forman parte de otro tipo de hogares, uno vive con la abuela, otro con sus tíos y dos son tutelados por el Servicio de Protección de Menores. Con respecto a las relaciones parentofiliales de las chicas: A. ¿Qué sentimientos tienen nuestras adolescentes hacia su padre? ¿Qué significa para ellas la figura paterna? Entre estas jóvenes hemos podido comprobar que existe mucha diversidad. Para seis chicas su padre es un «padre ausente»; para otras, su padre es afectivo y cariñoso y lo prefieren a su madre (4). En un número no despreciable de casos, las jóvenes se quejan de un padre autoritario (3), sienten rencor hacia un padre no responsable (3), e incluso dos jóvenes sufrieron maltrato de parte de su padre y una vivió el maltrato a su madre y posterior abandono. Una joven es huérfana desde niña. Dos chicas nos cuentan que notaron algo de distanciamiento cuando su padre formó una nueva familia con otra mujer y que les provocó tristeza, incomprensión e incluso rabia. Hay dos jóvenes que vivieron con sus padres antes de emigrar, porque estaban divorciados y posteriormente fueron reagrupadas por la madre; ella era su prioridad aunque sentían tristeza porque sus padres quedaron solos. El proceso migratorio atraviesa, sin duda, la relación paterno-filial, y quizás sí podríamos considerar que existe una diferencia con la población que no ha tenido experiencia migratoria ninguna, ya que entre veintitrés chicas hay tres que no conocían a su padre (las tres son de nacionalidad china). Finalmente, conviene señalar que una chica no nombró a su padre en todo el transcurso de la entrevista. ¿Podemos intuir, a través de sus historias, qué significa para ellas la figura paterna? Para algunas tiene un papel protector, cuidador, por ejemplo, frente a las amenazas que una tuvo en el colegio, o cuando el reencuentro con la madre es difícil y el padre sigue siendo la figura de confianza, más cercano. Un aspecto peculiar sería el reflejado en la expresión de otra joven que entiende que su padre es más temeroso que su madre con respecto a ella, a su futuro, la posibilidad de viajar, experimentar cosas diferentes, vivir una vida independiente...; así, dice: «Mi mami es más como yo, me apoya en mis decisiones». En otros casos, estas jóvenes son reagrupadas y viven maltrato por parte de su padre, que en algunas situaciones es modulado en la sociedad de acogida, y en otros 245
casos, es la joven la que aprende a manejarse mejor con la situación para evitar situaciones violentas. Con el padre hablan de estudios, trabajo, aspectos de la vida cotidiana...; parece que difieren, en algunos casos, de las conversaciones que tienen con su madre. Cuando el padre y la madre trabajan fuera de casa y comparten responsabilidades; hay varias chicas que dicen que las decisiones las toma el padre. La autoridad parece que sigue estando representada por el padre, en mayor o menor medida. Por ejemplo, una chica dice que, a pesar de que los dos trabajan y se encargan de sus respectivos negocios, en su casa la autoridad la ejerce el padre, es quien toma las decisiones y ella lo acepta con normalidad, le parece bien. Se considera natural, ya que es algo que «siempre ha sido así». Pero sí que cree que es injusto que solo el padre tenga libertad para viajar y para estar con amigos. Algunas chicas reconocen que el hecho de acceder a un puesto de trabajo asalariado da poder a las mujeres, y este poder se puede traducir en capacidad de negociación y posibilidad de tomar decisiones sobre ellas mismas y la organización familiar, así como poder acceder a sus propios deseos y proyectos. «Al final mi padre reflexionó y cambió un poco, y como mi madre ahora trabaja pues van a partes iguales». Se producen cambios, y esto hace que no se tolere, por alguna de estas chicas, una actitud autoritaria por parte del padre. «Ya no se está dispuesta a que el padre sea tan autoritario, tenía que cambiar, no podía ser regresar otra vez a lo mismo; yo ya no estaba dispuesta a que mi padre fuera tan autoritario; le costó mucho adaptarse a nuestra forma de ser, se dio cuenta de que ya no podía ser autoritario con las personas, ni con mi madre, ni conmigo, ni con nadie en general, se dio cuenta de que tenía que cambiar». Es muy interesante cómo esta chica asocia varios elementos generadores de cambio: 1) la independencia económica, que puede suponer un avance para la consecución de derechos; y 2) el empoderamiento que para madre e hija supuso vivir el proceso migratorio, porque se vieron reforzadas al luchar por aquello que querían lograr en sus vidas. B. ¿Qué sentimientos tienen nuestras adolescentes hacia su madre? ¿Qué significa para ellas la figura materna? Entre las chicas entrevistadas resaltan dos tipos de relación con la madre, que son totalmente diferentes: nueve de ellas hablan de una relación cercana con la madre, a la que se sienten muy unidas; y seis de ellas consideran que su madre es como una «extraña». Las situaciones vitales son muy diferentes en uno y otro caso. «Con mi mamá hablo más, le explico lo que siento...». «Yo con mi madre lo he pasado muy bien, he tenido una infancia bonita, aunque a veces... nos ha faltado algo, no sé, hemos estado siempre muy juntas». Las expresiones que hablan de comunicación, de afecto, de complicidad entre madre e hija, están presentes en sus relatos. También expresan su reconocimiento hacia ella, aprecian su esfuerzo, y como dice una de estas nueve jóvenes: «Ella se esfuerza mucho por nosotros, por eso yo estudio, me esfuerzo muchísimo porque sé que todo lo que ella está haciendo es por mi hermano y por mí. 246
No me gustaría decepcionarla». El afecto profundo que sienten por su madre tiene otro modo de expresión, quieren protegerla del sufrimiento, quieren evitar darle disgustos, quieren también cuidarla: «Normalmente cuento mis cosas a mi mami, pero hay otras cosas que no le digo porque no quiero hacerle daño o molestarla, entonces hablo con mi conciencia y ella misma me responde». Las seis adolescentes que sienten que su madre es una extraña para ellas, sufrieron largas separaciones; su madre emigró cuando eran niñas y ellas quedaron en su país al cuidado de «otras madres»: tías, abuelas, hermanas mayores... No es infrecuente, igual que luego veremos entre los chicos, que se mantenga una ilusión por reencontrarse con esta madre extraña, aunque esto vaya a suponer sentir un profundo dolor por separarse de estas mujeres que las cuidaron y ejercieron de madres durante su infancia. En la mayoría de los casos nos cuentan que recuperar la relación con la madre ha sido difícil, hay un sentimiento de extrañeza e incluso, en algunas, de desapego hacia la madre biológica60, especialmente cuando ha habido una separación de muchos años y no se pudo conservar una relación mantenida en el tiempo y en la distancia. Tres jóvenes manifiestan una relación ambivalente con su madre; hay afecto pero no hay complicidad, no existe cercanía ni se sienten comprendidas. En general, las chicas no hablan de la relación con la madre del mismo modo que hablan de la relación con el padre. Tenemos la percepción de que, cuando la madre emigra las chicas notan más la ausencia, tienen más sensación de abandono que cuando emigra el padre. Algunas expresan el profundo dolor que les causaba, que hacía que su madre se sintiera culpable e intentara compensarles con regalos. No obstante, también hay algunas adolescentes que no hacen distinción entre el dolor por la pérdida de la madre y la del padre y, en un caso, hay rechazo a ambos por las discusiones existentes entre ellos: «Si se separan a nosotros nos da igual, ya somos mayores, podemos trabajar y ganar dinero, si se separan no querría vivir con ninguno de ellos». En algunos relatos, estas jóvenes nos cuentan experiencias y valoraciones que son expresión del modo en el que actúan los condicionantes de género en las relaciones entre madre e hijas.
60 Claudia Pedone dice en su estudio: «Varones aventureros» vs. «madres que abandonan»: reconstrucción de las relaciones familiares a partir de la migración ecuatoriana: «La maternidad no está predeterminada de una única manera, sino que es una construcción histórica, social y cultural. Para las mujeres entrevistadas que pasaban por la situación de haber dejado a sus hijos muy pequeños en el lugar de origen, a la hora de evaluar los alcances de su migración, la balanza se inclinaba hacia este coste emocional y al temor, la mayoría de las veces fundamentado, del desdibujamiento de su rol como madres».
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Un buen número de chicas se sienten más exigidas que sus hermanos; incluso una dice que su madre le exige mucho, y, aun así, no la reconoce: «Yo le digo que para ella nada está bien hecho, nada es suficiente, ahí fue cuando lo pasé más mal», al contrario de cuando estaba con su abuela, en su país, allí tenía un lugar que ahora ha perdido, allí era reconocida... Había cambiado todo. Varias chicas también hablan de que la madre tiene temor y desconfianza por lo que ellas puedan hacer, lo relacionan con la mentalidad conservadora asociada a la religión y a la cultura de origen; también les influye el temor a esta sociedad y a la influencia que pueda ejercer en sus hijas. Una de ellas dice que su madre le impide experimentar, decidir cómo quiere ser, por lo que cree que así, sin relacionarse y sin experimentar, ella no va a poder hacer un proceso de integración, no va a poder decidir con qué se queda de cada cultura. En general, a lo largo del proceso migratorio, se producen cambios en los integrantes de la familia y también en el rol o función que cada uno realiza; son procesos difíciles para todos. Algunas chicas son capaces de nombrarlo, analizarlo y de expresar cómo les está afectando. Este aspecto no lo hemos observado de igual modo entre los chicos; es mucho menos frecuente que lo expresen, aunque también hay algunas chicas que no lo han relatado en sus historias personales. En cuanto a las relaciones parentofiliales de los chicos: A. ¿Qué sentimientos tienen nuestros adolescentes hacia su padre? ¿Qué significa para ellos la figura paterna? Ocho de los adolescentes entrevistados se reencontraron, al venir a España, con un padre «desconocido o casi desconocido», porque emigró cuando eran muy pequeños e incluso antes de que ellos nacieran. Los cuatro chicos del Magreb y los dos de África subsahariana que se encontraban en esta situación mantuvieron la ilusión de acercarse a él, el deseo de que «la familia esté unida». Estos sentimientos están relacionados con dos factores: con el modo en que se cuidó ese vínculo en la distancia y con el hecho de que existiera o no una figura con función parental en el país de origen (abuelos, tíos y amigos). Pensamos que, de algún modo, también esta ilusión por conocer al padre está sustentada en el valor simbólico que tiene esta figura para estos chicos africanos. Dos chicos chinos que se encontraban en esta situación relataban un sentimiento de temor cuando se reencontraron. Cuando los dos adolescentes subsaharianos vienen a España conocen a su padre y también conocen a la nueva familia que encuentran aquí: la nueva mujer de su padre y los hijos de ambos. De este modo, a la ilusión por el reencuentro se une la tristeza por la separación de la familia que los cuidó, la familia extensa que quedó en su país. Se observa, a través de sus relatos de vida, que los padres mantenían el vínculo con sus hijos de modo diverso: unos mantuvieron la comunicación (verbal, viajes de vacaciones) y otros realmente desaparecieron durante el tiempo que estuvieron se248
parados; en otros casos el vínculo con el padre se mantuvo a través de la madre, ya que entre ellos se compartía la preocupación por sus hijos. Cada muchacho vivió esta distancia, esta ausencia, de un modo personal, por ejemplo, uno rechazaba hablar con su padre por teléfono o preguntar por él porque de este modo mantenía más intacta la ilusión por el reencuentro, y otro culpaba a su padre por estar ausente. La figura materna está más asociada a la afectividad, pero también algunos chicos hablan de los sentimientos de tristeza, dolor y del llanto por la soledad del padre61 en la distancia o la emoción del reencuentro. Los adolescentes varones hablan más que las chicas del control, de la autoridad, de la necesidad de que los padres controlen a sus hijos, y, fundamentalmente, de que sea el padre el que ejerza esta autoridad62. Seis chicos inciden en que la falta de autoridad paterna tiene efecto en los hijos, es necesaria su presencia para que los chicos «no se pierdan». Hay tres chicos que asocian autoridad y violencia, ya que expresan que en España hay pérdida de autoridad del padre porque tiene más dificultad para ejercer la violencia, ya que aquí se rechaza y penaliza. Especialmente los chicos de África subsahariana y Magreb nombran al padre trabajador, las dificultades que pasó y cómo ayudaba a mantener un nivel de vida y consumo en el país de origen. Consideran que el padre es aquel de quien se espera que te aconseje, con quien se pueda dialogar, que te acompañe cuando practicas deporte, etc.; es el padre añorado. También hablan de la realidad que encuentran, de la falta paterna de tiempo, cansancio tras largas jornadas laborales... El padre es el que dicta lo que hay que hacer, el padre es el que indica a los hijos sus responsabilidades, que no deben perder sus orígenes, que han de ser buenos musulmanes, salir a buscar trabajo, y les orienta en cuanto a la profesión que los chicos han
61 Es de señalar que los estudios sobre paternidad transnacional son casi inexistentes. La separación de los padres y de los hijos suele tratarse casi únicamente desde el punto de vista económico (Laura Oso, 2008). 62 El control y la autoridad y su relación con la masculinidad es analizado, junto a otros factores, en el libro de Fadela Amara, Ni putas ni sumisas (2004), que toma el nombre del movimiento de mujeres y hombres jóvenes surgido en las barriadas francesas de extrarradio en 2002-2003, como reacción a la violencia machista sufrida por chicas de entornos musulmanes, violencia ejercida por chicos de su mismo entorno, con la finalidad de mantener lo que ellos consideraban preceptos culturales o religiosos y que «sus mujeres» debían acatar.
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de elegir. También es el que pone las normas y las mantiene sobre el tiempo de ocio, horarios fuera de casa, etc. Y algunos resaltan también una faceta protectora y de apoyo. Casi todos estos adolescentes creen que sus padres tienen dos temores: que «se pierdan», es decir, que no mantengan la cultura de origen, siendo absorbidos por la cultura de acogida, y que no aprovechen suficientemente las oportunidades de formación y progreso que les brinda la migración. B. ¿Qué sentimientos tienen nuestros adolescentes hacia su madre? ¿Qué significa para ellos la figura materna? Para dar respuesta a estas preguntas contamos con menos información, porque los chicos han hablado más del padre que de la madre en las entrevistas, y los sentimientos que expresan son variados: incluyen los dos extremos, desde el desapego, a la sensación de total orfandad tras la separación de la madre. Doce chicos de dieciocho han vivido la separación de la madre, en distinto grado de intensidad y duración; de ellos, siete consideran que la figura de la madre es «más importante» y tienen mayor sensación de pérdida que por la separación del padre. En algún caso, a pesar de saber que tiene más oportunidades de futuro en España y valorar la oportunidad que supone estar aquí, cree que el coste emocional que supone separarse de su madre es demasiado. El resto de los chicos no manifiesta ningún vínculo especial, ni con el padre ni con la madre. De los tres chicos que vienen a España reagrupados por el padre y entran a formar parte de una nueva familia, solo uno hace alguna referencia a la nueva mujer de su padre y, cuando el entrevistador le pregunta acerca de cómo es esta relación, su respuesta es acerca de la función maternal que ella ejerce: «¿Por qué no iba a llevarlo bien si me cuida como una madre?». Es específico de dos chicos de África subsahariana el sentirse responsables de la madre que han dejado en su país, toman una función de proveedores, enviando dinero cuando pueden. A la vez, se mantiene como función materna la elección de la novia para ellos, en el país de origen. Los factores de género, como hemos analizado en este apartado, están estrechamente relacionados con los factores culturales, con los modelos de relación entre los géneros que se construyen en cada sociedad.
2.5. Determinantes de género Chicos y chicas nos han relatado sus experiencias personales y a través de ellas hemos podido saber qué opinan sobre las dos sociedades, la de origen y la de acogida, en relación con el papel que atribuyen a hombres y mujeres en cada una de ellas. Opinan sobre la distribución de roles y tareas, la igualdad de derechos y las relaciones de pareja. 250
Roles y tareas Trabajo doméstico y de cuidados Las chicas hablan sobre el concepto de trabajo remunerado, diferenciado del trabajo doméstico y de cuidados que no es remunerado ni valorado en ninguna de las sociedades. En el caso de una de las chicas cuya madre no trabaja fuera de casa se expresa la desvalorización de esta actividad: «Mi madre no hace nada». Cuando se verbaliza se considera mucho trabajo, pero después se vuelve a considerar no-trabajo en la cultura de acogida: «Mi madre querría trabajar, pero vino por reagrupación y no tiene permiso de trabajo». La dificultad principal en este caso está puesta ahí, no asociando otros factores como, por ejemplo, el hecho de que son una familia de cinco hermanos y que la madre es quien se hace cargo del trabajo de cuidados. La mayor parte de las chicas entrevistadas hablan de que el trabajo doméstico y de cuidado de los pequeños, aquí en España, lo asume una figura femenina: la madre, abuela, hermanas, la novia, ella misma, coincidiendo con lo que cuentan los chicos. Ellos solo se ven en la necesidad de limpiar o cocinar ante la ausencia de las chicas. Así, un chico habla de que al estar de baja su padre y su madrastra estar trabajando en la limpieza de comunidades, ambos se hacen cargo del trabajo de cuidados. Muy pocas chicas nos dicen: «El padre se hace cargo de todo, como padre y madre». Una parece situar este posicionamiento en la ausencia de madre o madrastra, otra como padre cercano y preocupado por la responsabilidad y cuidado de los/las hijos/as a todos los niveles, no solo como sostenedor económico. Un chico cuenta que se encarga del cuidado de las hermanas pequeñas una hora al día y ante la posibilidad de que las niñas se marchen porque la madre no puede conciliar el trabajo con el cuidado de las pequeñas: «A veces me toca cuidar a mis hermanastras, tienen 3 y 6 años, creo que mi madre las mandará a Bulgaria, no puede trabajar con ellas, siempre se ponen malas, a mí me da pena que se vayan pero así no tendré que cuidarlas». Haciendo referencia a que el trabajo doméstico no es trabajo, no obtiene un reconocimiento, uno de ellos explica: «Me he quedado, pero no me gustaba quedarme con ella, porque siempre: “eso no lo hagas”. Como ella trabajaba y tenía dos hijos más, me decía: “Me tienes que fregar la casa, me tienes que hacer la comida”, así que no es bueno. Pero a mí no me gusta, porque yo vine a España p’a buscarme la vida, poder trabajar, no esas cosas». Reparto de tareas En cuanto al reparto de tareas domésticas, varias chicas hablan de que sus hermanos pueden colaborar, aunque suelen reflejar que les cuesta lo suyo, les falta iniciativa, pero en algunos casos, dicen, acaban respondiendo. 251
Aun cuando en algunos casos aluden a que existe reparto en las tareas, ellas cuentan que las funciones asignadas a los chicos suelen ser: comprar, «ayudar un poco» a las figuras femeninas, y en general sus aportaciones se ubican más en la parte propia, «su habitación». Las chicas se encargan más de cocinar, planchar, cuidar de los hermanos pequeños y no se hace referencia a su espacio, a sus cosas, sino al espacio común, en mayor medida. Alguna chica hace referencia a que, aunque los chicos ven a su padre colaborar «en lo que puede», puesto que ambos progenitores trabajan fuera de casa, ellos se siguen mostrando resistentes a asumir esos trabajos. Una de las chicas señala que las madres tienen parte de responsabilidad en el desigual reparto de tareas, porque le exigen poco o nada a los hijos varones: «Yo me rebelo con eso y le digo a mi madre que no me puede exigir más a mí que a mi hermano, que somos iguales y que el estudio es como un trabajo... Yo creo que en el fondo es porque soy chica». Si bien hay chicas que se rebelan ante esta desigual distribución, también encontramos algún caso en el que se observa la naturalización del reparto de tareas, integran bien el trabajo segregado por sexos y no parece crearles conflicto: «Es algo desde siempre, no me parece raro». También una chica hace referencia a cómo la madre, que llevaba varios años trabajando con su padre en España y seguían haciéndolo al llegar ella, tardó un día en traspasarle todo el trabajo doméstico. En correspondencia con lo que relatan las chicas, ellos reconocen su poca colaboración. Un chico cuenta que se siente incómodo en el desempeño de esas tareas, que siente vergüenza: «Me siento incómodo cuando están ahí mi familia, no sé, no estoy acostumbrado a hacer las cosas, si están todos no lo hago, me dedico a mi habitación...». Sobre aprender a cocinar dice: «Hay amigos que me molestan y mis amigas también que me quieren enseñar a cocinar, ja, ja, pero no, no quiero, por el momento, no». Parece que realizar tareas consideradas culturalmente como femeninas pusiera en cuestión la propia masculinidad. Otra chico hace comentarios en la misma línea diciendo que realiza tareas si los demás no le ven. Algunos colaboran en el reparto, sobre todo cuando los adultos (mujeres y hombres) trabajan fuera de casa: «Vivo con mi abuela, ella trabaja mucho, en limpieza de casas, colegios, donde la llaman», ganando suficiente dinero para ambos, él valora este esfuerzo y procura ayudarla haciendo las cosas de la casa. Los chicos entrevistados reconocen el privilegio que obtienen cuando hay una igual (hermana, cuñada...) que se hace cargo de ese trabajo doméstico, y cambiar esa situación no parece estar entre sus prioridades: «Hubiera preferido un hermano, pero si hubiera tenido un hermano me hubiera tocado limpiar más a mi o a él, ja, ja», y dice: «Prefiero tener la hermana que tengo yo; así limpia toda la casa ella y todo eso», incluso uno de estos chicos refiere cómo se da un posicionamiento distinto en relación con estas tareas entre la pubertad y adolescencia: «Antes sí que ayudaba a limpiar más, hace tres años o así ayudaba más a limpiar, me ponía a fregar yo solo, a limpiar 252
a escobar y eso, pero ahora me da pereza...». A veces, algún chico que quedó con la abuela hacía este tipo de tareas, ya que ella es una figura mayor que ha asumido sus cuidados al marchar los padres y a la que hay que ayudar, pero, al llegar a España, esto puede cambiar; aquí se redefinen los roles. Trabajo remunerado En el caso de los chicos reagrupados desde África subsahariana, a diferencia de las chicas, destaca el «rol de sustentadores» que parece tienen que asumir en relación con la madre que dejaron en el lugar de origen. El motivo del viaje de dos de estos chicos era reencontrarse con el padre y ayudar económicamente tanto a los padres como a las madres que quedaron en su país. Sin embargo, también hay que destacar que, en el caso de los chicos que han venido solos, ninguno se sitúa en ese rol. Esto nos indica que, a pesar de que pueda haber roles y prescripciones diferenciadas, no todos las viven igual ni las asumen de igual modo. Los motivos tienen que ver con múltiples factores que no podemos determinar, factores individuales, familiares y socioeconómicos principalmente; las expectativas que traen no suelen corresponderse después con sus experiencias y sus oportunidades en esta sociedad. En relación con el trabajo remunerado, las experiencias laborales de las chicas difieren de las de los chicos, salvo las de los chicos y chicas de China, que de igual modo participan de los negocios familiares, bien sean tiendas, bares, restaurantes, y acompañar a familiares para traducir. El resto de experiencias de las chicas responden al modelo segregado por sexos: camareras y cuidado de niños, fundamentalmente. En el caso de los chicos que tienen alguna experiencia laboral, suele ir vinculada al empleo del padre o en sectores generalmente considerados como masculinos: taller de mecánica, construcción... Igualdad de derechos Machismo y desigualdad En el discurso de las chicas es habitual encontrar referencias a otros temas donde se reflejan las diferencias de género además del desigual reparto en tareas de cuidado. Hay varios casos en los que se asocia el machismo en este terreno con el país de origen: «Allá la mujer tiene que estar en casa, la plancha, la cocina y, si trabaja, lo hace poco tiempo porque el que trae el pan de cada día es el hombre». Para ir hablando de otro tipo de situaciones: «… las mujeres dependen muchísimo de los hombres allí, como es el hombre de la casa, pues lo que diga». Se percibe cierta idealización acerca de lo que sucede en España. Alguna chica hace referencia a la discriminación en su país de origen, nombran elementos de su cultura. Por ejemplo, en China existe la figura de «chicas regaladas», 253
y nos dice que se regalan porque sobran; pueden estudiar pero no trabajar fuera de casa. Esto se valora como algo injusto y lo relaciona con la política del hijo único, con la sobrevaloración de los hijos varones y el abandono selectivo. Sin embargo, también señala que es algo que está cambiando y va sucediendo en menor medida. Varias chicas hablan acerca del diferente nivel de libertad que pueden disfrutar chicos y chicas y del distinto grado de exigencia que sufren. Varias chicas dicen que se les exige más que a sus iguales varones, y que los progenitores ejercen más control sobre ellas, por miedo a los peligros de la calle, a que pierdan su identidad, al desarrollo de su sexualidad: «Mi madre es muy diferente conmigo y con mi hermano, porque mi hermano ha sido muy suyo, que se va y no dice ni para dónde va, y se va y no dice a qué hora llega, nunca»; «los padres sienten desconfianza, creen que pueden salir con chicos, y eso no lo ven bien». Para ellas, los chicos tienen más libertad, se les exige menos, se les consiente más que a las chicas; una chica además comenta que eso es así, «que es lo normal». Acerca de la falta de libertad, los chicos, generalmente, no hablan sobre ellos mismos; solo hacen referencia a algunas situaciones que viven las chicas y coincide con lo que ellas relatan. Algunos chicos del Magreb nombran que en su país hay falta de libertad para que las chicas se relacionen, puedan moverse y hacer actividades más allá de estudiar y volver a casa. En lo que se refiere al ocio y el control que los progenitores ejercen sobre las chicas en este aspecto de sus vidas, los chicos piensan que está relacionado con los peligros que se viven aquí, con su vulnerabilidad e imposibilidad de defenderse. El miedo a que las agredan sexualmente puede llevarles a no dejarlas salir de casa, no siendo esto igual para los chicos. Algunos chicos piensan que las que rompen con este control y desobedecen (salen, fuman, van con chicos... «es que cambian mucho») querrían olvidarse de su pasado, de que son musulmanas. Esta observación acerca de dejar de ser un buen musulmán también lo notan en relación con otros chicos del Magreb. Sin embargo, un chico no pasa a ser considerado un mal hombre por el hecho de salir con sus amigos por la noche, algo que sí sucede en el caso de las chicas. Así, uno de los chicos dice que «mis padres no dejan salir a mi hermana, tiene pocos amigos, es por culpa de mis padres. No sé... tiene que... porque si le pasa algo así... pero como yo soy chico, más derecho». Hacen generalizaciones como: «Allí tenemos que la mujer no trabaja», pero luego matizan: «Sí lo hacen si el padre les deja, si hace falta en casa, si no están casadas, si están casadas y les deja el marido». Siempre con la autoridad del varón. Y en cuanto al ocio en sus lugares de origen aclaran que salen y se divierten las que no son musulmanas, «otras», las que se rebelan. En resumen, ellos relatan que la religión y la dependencia de los hombres, padre o marido, suponen una falta de libertad para las mujeres jóvenes y adultas, pero tanto en origen como en destino hay chicas y mujeres que no siguen las normas. Juzgan a las de la propia cultura y disculpan a las españolas, puesto que ellas no deben seguir la 254
religión. Se observa un discurso muy polarizado, por un lado las buenas y por otro las que se olvidan y pierden la identidad. Podemos observar ciertas estrategias de búsqueda y rebelión a las normas para ir haciendo lo que uno/una desea hacer, negando que esta posibilidad exista en el lugar de origen. Parece que esa uniformidad asociada a la procedencia-cultura que está en el discurso etnocentrista es asimilada y repetida en mayor medida en el discurso de los chavales. Otros chicos hablan sobre los cambios en las relaciones mujer-hombre en España en comparación con sus países del Magreb, viendo positiva la igualdad de derechos, el acceso de las mujeres al empleo, la no dependencia económica del marido y la colaboración en la economía familiar que, en su opinión, se dan en mayor medida en esta sociedad de acogida. Es posible el cambio en los roles también con las mujeres de la cultura de origen; parece que les costara admitirlo, pero uno de ellos dice: «A mí me gusta siempre nuestro, las chicas siempre cuidan de la casa y los chicos se buscan la vida, buscan dinero, comida». Pero piensa que también con las mujeres africanas se puede compartir: «Será raro, pero si te gusta mujer y ella también gusta, hay que repartir, aunque sea de mi país, se puede repartir». Sin embargo, también aparece la idea de que el hombre se queda en situación de indefensión en las sociedades en las que el discurso público y la legislación se desarrollan con los principios de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres: «Aquí una mujer se separa y se queda todo, la casa, dinero, los hijos...». Otras asociaciones desigualdad-cultura de origen son las siguientes: una chica refiere cómo el migrar le ha permitido comparar dos sociedades en relación con los diferentes derechos de las mujeres, y esto, en su opinión, facilita los cambios. Otra chica cuenta que después de haber vivido aquí y observar cómo se reparte el poder entre hombres y mujeres es más consciente de este hecho: «Creo que en Ecuador le dan muchísima importancia a su marido, y que tienen que tomar decisiones juntos, pero es lo que diga él y si él dice que es blanco es blanco, y si él dice que se van a tal hora y ella simplemente pues, mi tía es un poco así y al ver la sociedad aquí te das cuenta, antes no me fijaba en esas cosas, pero esta vez sí me he fijado». Es cierto que lo que ellas no observan es que una se va haciendo consciente de cómo funciona el mundo, su entorno conforme va creciendo, y ellas están en un momento crucial como es la adolescencia, el camino hacia el ser adulta. Una chica habla sobre cómo los españoles asocian el machismo a su religión. Ella habla de su cultura como islámica y considera que, al contrario de lo que se piensa en España, el Corán ha proporcionado libertad a las mujeres. Libertad para formarse y tener independencia y no admite algunos aspectos que para su religión no son aceptables: tener más de una pareja a lo largo de la vida, tener relaciones sexuales antes de casarse, salir por la noche, fumar. Nos habla de libertad dentro de los límites que el Corán expresa y que tienen que ver con el respeto a sus normas. Nos cuenta que ha 255
elegido, al contrario que su madre, ponerse el hijab y se defiende de los estereotipos que parecen anularla. Se siente incomprendida socialmente, alejada de la sociedad que debería acogerla. Estos estereotipos la aíslan: «No puedo salir con ellas porque van a ir a sitios que yo no puedo ir. No lo entienden y te cansas de explicar. Antes me gustaba escuchar música ahora escucho el Corán». Por otra parte, lo que es inadmisible para ella no cree que pueda ocurrir en su país y expresa que todas las personas se comportan obedeciendo las normas del Corán. Observamos esta negación de la diversidad asociada a la cultura de origen de la que antes hablábamos, esta vez en boca de una chica. A otra chica le parece que una mujer tiene más opciones laborales en España, más libertad y que en su país esto es muy difícil, manifestando: «La mujer no trabaja nunca en Marruecos». Otra chica establece comparaciones entre la vida que, en su opinión, tienen las mujeres en su país y en España. Considera que las mujeres en las ciudades españolas tienen una vida más fácil, sobre todo al compararlas con las mujeres del entorno rural en Rumanía, entorno del que procede, y cree que los hombres allí colaboran más en las tareas domésticas, aunque circunscribe este trabajo al cuidado de los animales. Espacio público masculino-espacio privado femenino Incluimos esta división de espacios que, aunque tiene que ver con los roles y tareas que desempeña cada género, lo tenemos en cuanta ahora para observar los logros hacia la igualdad conforme se van desdibujando las fronteras entre uno y otro. A aquellos que les parece positivo que mujeres y hombres tengan los mismos derechos, «puedan trabajar y hacer lo que quieran», hablan de ello como un cambio que se observa al llegar aquí, ubicando la división generizada de espacios públicomasculino, privado-femenino en la sociedad de origen. Pareciera que, para ellos, esta organización social ya estuviera superada en la sociedad de acogida al considerarla una sociedad más igualitaria. Observamos que varios de los chicos hablan sobre sus madres como una manera de aportar información sobre los cambios de la situación de las mujeres en general. La mayoría de los chicos no establecen relación entre esta división de espacios y el poder jerarquizado que supone y la situación de sus madres. En sus comentarios sobre la madre siempre se considera el malestar por la separación de la familia, continuando con esa asociación al espacio privado. También relacionan con este malestar la falta de libertad de movimientos por no conocer el idioma ni tener posibilidad de aprenderlo. Las madres que no se han incorporado al mercado laboral cargan con todo el trabajo doméstico, todavía tienen hijos pequeños, suponiendo en ocasiones aislamiento que refuerza este malestar. Según ellos, sus madres están mejor allí porque tienen su entorno afectivo con ellas y se relacionan más. No conciben como una posibilidad el poder romper con ese aislamiento y que ello contribuya a una mejora. 256
Otro chico sí considera que su madre está mejor desde el momento que tiene un proyecto laboral: «Mi madre no trabajaba, estaba en casa también, por eso supongo vienen los problemas, al estar en casa la mente, no sé... Sí, igual se busca un trabajo y se distrae un poco, no sé». A la pregunta: «¿Quiere trabajar?», responde: «Supongo que sí, porque ahora se ha comprado un bar, bueno, hemos comprado un bar, no está abierto aún pero cuando abra, ella me dijo que trabajaría allí». En el caso de los chicos musulmanes, cuando se refieren a la vida en España, hacen referencia a que las mujeres de su familia que practican la religión no suelen ir a la mezquita, rezan en casa. Pero ellos, en general, sí son interpelados por el padre para que les acompañe a la mezquita. Violencia de género Con relación a la igualdad de derechos, las chicas hacen referencia al maltrato. Una chica hace alusión a que quizás en su país exista más violencia hacia las mujeres, pero luego dice que no encuentra bien la diferencia: «Aquí las matan directamente». Este comentario está íntimamente relacionado con el tratamiento que los medios de comunicación dan a esta problemática. Otra chica nombra algo que observa en las chicas y chicos españoles con los que se relaciona, chicos y chicas de etnia gitana, y que le sorprende mucho: «Ellos tratan de insultarlas, de pegarlas y ellas se dejan, yo no sé por qué ellas se dejan. A mí me hierve». Otra chica hace referencia a que el maltrato es una cosa privada en su país y pregunta a la entrevistadora sobre algo que comenta su padre:« ¿Es verdad que aquí en España si un vecino escucha gritos llama a la policía?»; y «¿es verdad que si la policía viene siempre se llevan al hombre?». Ella explica que en su país son temas privados. La idea de que en España los hombres puedan vivir indefensión frente a las mujeres también se puede percibir, en algún relato de los chicos. Sin embargo, hay un mayor número de chicas que consideran que el hecho de que se produzca menos violencia hacia las mujeres es un indicador del grado de igualdad de derechos en una sociedad: «Puede maltratar a la mujer, aquí no, y aquí hay muchas cosas diferentes. Aquí lo veo mucho mejor, allí lo veo peor». Valoran positivamente el cambio de mentalidad y los dispositivos legales y sociales que pueden frenar la violencia machista. Relaciones de pareja Elección de la pareja Algunas chicas hablan sobre la influencia que puede tener la familia en la elección de la pareja. Creen que esto puede ser porque los padres, en el fondo, quieren lo mejor para sus hijas: «Nunca les gusta el novio porque piensan que sus hijas pueden tener 257
maridos más buenos que el novio que tienes ahora, siempre piensan que hay más mejor, a veces hay que luchar». También puede influir, como mandato paterno, a la hora de elegir la pareja, el deseo de mejorar el nivel socioeconómico y así el chico debe estar en mejor situación. En casi todos los casos se desprende que la última palabra la tienen ellas. Algunas chicas consideran que para las familias españolas el hecho de que sus hijas tengan novios es algo insignificante, en contraste con la cultura de origen donde la familia le da a esto muchísima importancia. Aun cuando la elección de la pareja se haga en libertad, se tienen en cuenta las preferencias de los padres para buscar y presentar a la pareja definitiva. En relación con los cambios en la sociedad de origen dicen: «Y como la chica al final casada con otra persona ya está en otra familia y ya eso no es suyo, bueno las chicas tienen menos valor cuando se casan... Y hay una cosa que se dice en China: “La hija casada es como agua tirada”; ahora las chicas chinas también están cambiando, las mujeres son más independientes y eso no parece extraño, es normal». También estos cambios se manifiestan escondiendo a la familia que sales con un chico, pudiendo tener varias parejas en el tiempo hasta que llega la definitiva y entonces, dicen, ya se puede comunicar. Haciendo referencia a la posibilidad de elegir a la pareja con libertad, especialmente las chicas de China hablan sobre la dificultad para relacionarse, se refieren a la responsabilidad de ayudar en el trabajo a sus padres y el poco tiempo que dedican al ocio. Salen y se relacionan poco, resultando difícil hacer amistades o parejas interculturales o de cualquier tipo, a diferencia de las españolas que, en su opinión, tienen tiempo para salir, divertirse y relacionarse. También encuentran diferencias con sus amigas de China cuyas vidas no giran en torno al trabajo. A la vez esta mentalidad que se asocia a los españoles preocupados tanto por divertirse, viajar, gastar y no ahorrar los convierte, para alguna de ellas, en poco aptos para ser elegidos como pareja, resultando más adecuado buscar entre los más afines (los de la propia cultura) para el matrimonio. Estas chicas de China refieren como diferencia observada entre la sociedad de origen y la de acogida el mayor número de separaciones y divorcios en España; creen que aquí se producen demasiados. Sin embargo, comparten, a excepción de una de ellas, la idea de que el matrimonio para toda la vida, cuando la relación no va bien, no es positiva. Una de ellas relata que hay mujeres chinas que en Europa se separan con mayor facilidad, pero que allí son muy mal vistas. Se nombran las consecuencias que puede tener compartir tu vida con alguien a quien no has elegido: deprimirte, amargarte, ser infeliz y que ese conflicto e infelicidad acabe afectando a los hijos. Sobre la elección de la pareja o llegar al matrimonio, los chicos del Magreb explican que la religión es la que impone relacionarse con las chicas de la misma cultura y determina que el noviazgo finalmente termine en matrimonio. Es llamativo cómo los 258
chicos señalan la imposición familiar en este aspecto: «En mi país la diferencia que hay es que te tienes que casar; mis padres te dicen te vas a casar con esta, te guste o no te guste te vas a casar». Esta cuestión también la encontramos en los chicos de África subsahariana, aunque no todos viven lo mismo. Así, otro chico cuenta que sus padres aceptarán lo que él decida y otro de los chicos de los que han venidos solos dice que sus padres no tienen autoridad sobre su vida en ese sentido. Nombran la elección personal como único criterio, pues la familia respeta el criterio que tenga su hijo una vez que hace su vida, independientemente de la cultura que tengan. La realidad es que la mayoría de los chavales se relacionan con chicas de distintas nacionalidades, como novias y como amigas, aunque alguno explica: «Las relaciones chicas/chicos pueden ser de amistad si se mira como joven, pero desde la religión no existen amigas o es tu novia o es tu mujer. Pero si se tiene otra religión (los españoles/ as) o no la practicas, se admiten otras formas de relacionarse y emparejarse, se puede vivir con más libertad». Anteriormente describíamos como las chicas hacían este tipo de diferenciaciones: si siguen la religión, no salen con chicos; las que salen, fuman o van a discotecas no siguen la religión y esconden sus salidas a sus padres. Los chicos nombran algo parecido: es habitual que oculten a los padres aquello que no se corresponde con el mandato. Así uno de los chicos dice que en España le parece normal relacionarse con las chicas, dice que no se puede siempre ir solo o con chicos. A él le parece normal echarse una novia o tener amigas, ir a las discotecas… pero eso no se lo puede decir a los padres. Señala que en su país las relaciones no son así; por ello él les dice que sale con sus amigos y zanja el tema. A otro de los chicos le llama la atención que muchos chicos africanos tienen novias de diferentes nacionalidades. Él mismo nos cuenta que ha tenido diferentes novias, pero parece que esas relaciones se asocian con el placer, con disfrutar. Otro chico considera que el hecho de migrar le ha permitido demorar la edad de emparejamiento y matrimonio. Podemos pensar en las contradicciones y conflictos que algunos chicos pueden encontrar entre el mandato social que dicta cuál es la «mujer adecuada para el matrimonio», mujeres con las que no se relacionarán en libertad en el día a día si siguen adecuadamente los mandatos que impone la tradición, y las chicas con las que se relacionan en los grupos mixtos, sin restricciones y con las que puede haber deseo, enamoramiento, relaciones. Contradicciones y conflictos que algunos chicos se muestran dispuestos a superar. Estereotipos en los comportamientos de pareja En sus discursos relativos a las preferencias en la elección de la pareja comprobamos que responden a complejas motivaciones, no pudiendo ser ni generalizadas, ni simplificadas; pero también observamos las atribuciones que se hacen a cada una de 259
las culturas: «Los latinos son más cariñosos, saben mejor cómo tratarte; los españoles van más a lo suyo, hay algún español que me gusta pero no sé, yo los veo a ellos como más a su onda, entiendes, ellos van más a sus españolas, entonces si yo me voy a meter con un español voy a sufrir». La mala imagen que para algunos padres tienen los chicos españoles, por la homogeneización que se da de la población autóctona en relación con el consumismo, la falta de valores y la manera en que desautorizan a los padres, influye también en la elección de pareja. Sin embargo, hay chicas que en sus relaciones tratan de superar prejuicios e incluso experiencias traumáticas. Así, una de ellas nos cuenta que a pesar de vivir experiencias racistas ella no generaliza y ha tenido un novio español. Las chicas, en general, observan que, en las relaciones, suelen ser más maduras que los chicos. Algunas, al comparar a los españoles con los chicos de la propia nacionalidad, opinan que estos últimos les parecen más respetuosos, más formales, aunque parece que a lo que hacen referencia es a que tienen más códigos comunes: «Estuve saliendo con un chico ecuatoriano... No sé, me sentía más cómoda, te muestran más el cariño, y eso lo notas mucho». Otras prefieren relacionarse con españoles, al considerarlos más tranquilos, maduros y menos chulos. La madurez en unos casos tiene que ver con chicos que afrontan la vida y las relaciones con más responsabilidad, algo que en su opinión ellos han aprendido en el proceso migratorio, y en otros casos con mostrarse más abiertos y más igualitarios. Alguna chica señala que las españolas «se dejan más: van detrás de los chicos y se enrollan porque sí, aunque no les guste mucho, solo porque lo hacen todas, aunque ellos también hacen lo mismo». Parece que el tener iniciativa en las relaciones por parte de las chicas se interpreta como una pérdida de valor de una misma. Tienen dudas sobre si esto es una cuestión de estar más avanzadas o se debe a la presión del grupo y de la sociedad; tener relaciones puede significar ser más moderna, aunque eso entre en contradicción con lo que una siente. Alguna chica expresa la ambivalencia entre el deseo de poder tener relaciones con los chicos y ser juzgadas de ligeras. El idioma parece que acerca a chicos y chicas a la hora de entablar relación. Y también la religión y las costumbres —«una buena de allí»—. También para los chicos los códigos comunes, la manera de entender las muestras de cariño y de correspondencia en la relación afectiva parece que les hace inclinarse por una pareja de la misma cultura. Algunos nombran las responsabilidades como obstáculo para ligar, flirtear, y dicen dejar para más adelante lo de echarse novia. Y bastantes de ellos distinguen entre el mandato y la realidad, en la que la libre elección se considera deseable: «Si quiero a una chica me da igual de dónde es». Más allá de las relaciones de pareja, bastantes chicas hacen referencia al aspecto de cuidado hacia ellas por parte de sus iguales chicos. Cuidado por parte de hermanos, amigos, chicos cercanos… entendido como protección, responsabilidad, apoyo en algunos casos, que roza el control sobre su persona que ejercen los de su propia 260
cultura y que observan diferentes a los de aquí. Esta protección esperada de los chicos, alentada por la familia, puede vivirse como apoyo y otras veces se relaciona con una actitud machista. A este respecto hay chicas que presentan profundas ambivalencias. Con relación a algunos de estos aspectos y otros como la «ropa atrevida», teñirse el pelo, fumar, beber, salir…: las chicas suelen relacionar estos aspectos con mayor permisividad en las costumbres, pero es habitual que a continuación en su discurso se nombre la falta de respeto hacia los padres, la falta de unión en la familia o la falta de valores en la cultura española. En ocasiones no saben cómo situarse, parece que desearan más libertad en las costumbres, pero no les gusta lo que ellas asocian a la superficialidad con que se vive en Occidente. Varias de ellas hacen referencia a la competitividad entre chicas en relación con estos aspectos, competitividad que tiene que ver con modelos de belleza y consumo, tan vigentes en nuestra sociedad, que son ofrecidos como signo de emancipación, pero que ellas en ocasiones ponen en cuestión. Sexualidad, maternidad y paternidad Las diferencias también se observan en la edad de inicio de las relaciones con los chicos. A unas chicas les parece que aquí se empieza a edades muy tempranas (14-16 años) y, además, las parejas hacen muestras de afecto en público. Y a otra le parece todo lo contrario, porque en su entorno se establecen relaciones, dice, más serias, para casarse o vivir en pareja mucho antes que aquí y comienzan a tener hijos a edades más tempranas. Se hace eco de la contradicción que supone seguir estudiando o formar una familia y, como mujer con derecho a decidir sobre su futuro, se encuentra a caballo entre una decisión u otra, entre una cultura y otra. Hoy en día parece un conflicto superado en nuestra sociedad puesto que la formación y el proyecto profesional-laboral es algo primordial para el futuro de las mujeres jóvenes. Se constata un retraso en la edad para comenzar a tener hijos/as, aunque no en todos los sectores sociales. Algunos, ante la falta de posibilidades, ponen en el centro de su realización la maternidad. Esto nos hace pensar que las diferencias no solo tienen que ver con factores culturales, sino con expectativas de vida para las mujeres moduladas por su procedencia socioeconómica y otras cuestiones identitarias abordadas anteriormente. Así, varias chicas hablan de las diferencias entre españolas y ecuatorianas con relación a la maternidad: «Lo único es que las mujeres españolas no se ponen a tener un hijo aquí tan pronto como allá (…) la vida, no sé cómo decir, que la vida te trata mal, te pones a tener hijos, no sé». A otra le llama la atención que algunas chicas muy jóvenes, entre13 y 14 años, tengan embarazos en España puesto que empiezan, según ella, a tener relaciones sexuales muy pronto y cree que en su país también ocurre, pero lo positivo, nos dice, es que «al menos se casan». Una chica cree que haber tenido un embarazo en España siendo adolescente (16 años) tiene que ver con la distancia de los padres, con el poco tiempo que tienen para estar pendiente de ella: «Yo creo que aquí ellos viven para su trabajo, allá no hay mucha libertad, mis padres están acá, fue el trato, mis padres trabajan, se olvidan, se 261
distancian de los hijos, pues será que eso me dejó embarazada». La joven, con su hijo, pasa a formar parte de la familia de su pareja y nos relata el cambio de vida que supone ser madre joven, la imposibilidad de seguir estudiando con un bebé, el aislamiento que siente, en parte debido a la falta de relaciones con parte de su familia. A diferencia de los chicos, la falta de control parece poner en juego la sexualidad de las mujeres. Peligro, respeto a las normas, a la familia, a la tradición y sexualidad van profundamente asociadas en el caso de algunas chicas. Sin embargo, también aparece asociada a libertad, conocimiento de una misma y del otro, experiencia y elección. También nombran algunas diferencias acerca de hablar sobre sexualidad y tener espacios de asesoramiento para ello, valorando positivamente que «aquí las familias están más abiertas a hablar de eso con sus hijos». En este contexto alguna chica nombra cómo desearía poder compartir con su madre el hecho de tener novio y tener relaciones sexuales con él. Las que nombran hablar de sexualidad en la familia nombran que es algo que se hace con las madres. Varias chicas creen que la sexualidad, cuando hay más educación, se toma con más responsabilidad. Una de ellas habla de la necesidad de estar informada para evitar embarazos no deseados: «Ahí tú tienes que buscarte la vida, entonces por eso muchas veces que gente de allí tienen hijos muy jóvenes, porque nunca le ha sabido explicar su madre, ni ha tenido confianza con su madre para poder decir esto o lo otro con tus padres eso ahí nunca has hablado. En cambio, aquí los españoles saben más porque hablan más con sus padres o tienen más información y todo eso». O bien si una chica o pareja acude a un centro para ser informada se le puede juzgar: «Cuando yo vivía por ahí no había un anticonceptivo, que es que le veían a ella que era una mala, una de estas que no, pero le veían como algo por cómo te digo por tener conocimiento de la sexualidad de ella o de su pareja». Pero también relatan varias cómo se han ido dando cambios en el lugar de origen. Algunos chicos comparan a las chicas de aquí con las de allí aludiendo a que aquí estudian durante más tiempo, y en sus lugares de origen se ponen antes a trabajar y a tener hijos. Otro chico hace referencia al hecho de retrasar la edad de paternidad como una posibilidad que ve más factible en España y que le facilita disfrutar más de la vida. Apenas nombran nada acerca del inicio de las relaciones sexuales, la paternidad asumida siendo muy jóvenes, ni la contradicción entre un proyecto laboral-profesional y el proyecto familiar. Tampoco acerca de los espacios de asesoramiento y educación sexual. Parece que el miedo a un embarazo no deseado y las consecuencias que ello pueda tener en sus vidas y en sus expectativas está mucho menos presente en ellos que en ellas.
262
2.6. Situación actual en la sociedad de acogida Concluimos esta mirada al conjunto preguntándonos cómo se encuentran en Zaragoza, qué modalidad de integración han desarrollado, qué grado de bienestar tienen, qué expectativas de futuro y si existe el deseo de retornar a sus países. Podemos hacernos una idea general sumando diferente información, obtenida a partir de los relatos, de las entrevistas y de los grupos de discusión. Algunas variables las presentamos con datos cuantitativos, otras son consecuencia del proceso de reflexión del equipo investigador y la valoración que hemos realizado. Finalmente, transmitimos las opiniones aportadas por chicos y chicas sobre la sociedad de acogida y sus recomendaciones con relación al proceso migratorio. Modalidad de integración Escuchando sus relatos, hemos conocido el proceso de integración de cada una de las personas entrevistadas, y podemos agruparlos según la modalidad de integración que han tenido, valorando en qué medida se incorporan valores de la sociedad de acogida y permanecen los valores de la sociedad de origen. En un 39 por ciento predomina el mantenimiento de las costumbres del propio país y las relaciones interpersonales se dan fundamentalmente con personas afines culturalmente; en un 7 por ciento se observa que han integrado los valores de la sociedad de acogida y hay cierto rechazo de la cultura de origen. Lo más frecuente, casi la mitad de las personas entrevistadas (48 por ciento), es que se adquiera una identidad mixta, fruto de la incorporación de valores de la nueva cultura sin rechazo de la cultura de origen, integrando en su vida aspectos de las dos culturas. También hemos observado que hay personas que están confusas, que parece que no están bien integradas en la sociedad de acogida y tampoco se sienten bien identificadas con su cultura de origen (7 por ciento) (no se ha definido modalidad de integración en cuatro personas) (tabla XVI). Modalidad de integración
N.º
%
21
48
3
7
Cultura propia
17
39
Nueva cultura
3
7
44
100
Dos culturas (intercultural) Confusional
TOTAL
Tabla XVI: Modalidad de integración
En nuestro colectivo observamos que la proporción de mujeres que mantiene su propia cultura es mayor que en el caso de los varones (39 por ciento de mujeres y 30 por ciento de hombres), y también con una modalidad de integración intercultural o bicultu263
ral (46 por ciento de mujeres y 40 por ciento de varones). Es algo mayor el número de varones que se asimila a la nueva cultura o que está en una fase confusional (tabla XVII). Modalidad de integración
Mujer
Dos culturas (intercultural)
13
N.º
%
8
21
44
1
2
3
6
Cultura propia
11
6
17
35
Nueva cultura
1
2
3
6
N/C
2
2
4
8
TOTAL
28
20
48
100
%
58
42
100
Confusional
Varón
Tabla XVII: Modalidad de integración y sexo
Hemos relacionado el tipo de integración con el área geográfica de procedencia, y de los resultados obtenidos podemos señalar que las tres personas que hemos considerado integradas en la modalidad «nueva cultura» son de países del Este, destacando también la integración intercultural. En las procedentes de África subsahariana predomina la modalidad intercultural y la «cultura propia» en proporciones similares, al igual que ocurre en los subgrupos de personas Latinoamericanas y del norte de África. El subgrupo procedente de países asiáticos se distribuye uniformemente por las distintas modalidades de integración —algo mayor en la propia cultura—, a excepción de «nueva cultura», en la que no hay ningún individuo (gráfico 7).
Área geográfica y modalidad de integración 9 8 7
Dos culturas o intercultural
6
Confusional
5
Nueva cultura
4
Propia
3
N/c
2 1 0
África Latinoamérica subsahariana
Norte de África
Países asiáticos
Países del Este
Gráfico 7: Área geográfica y modalidad de integración
264
Si tenemos en cuenta el tiempo que este colectivo lleva en España en el momento de realizar la entrevista, observamos que en el subgrupo que lleva menos de dos años en España, no hay ningún individuo que esté en fase confusional ni identificado con la cultura de acogida; predomina la identificación con la propia cultura. Pasados dos años, lo más frecuente es que incluyan rasgos de la nueva cultura o permanezcan con rasgos propios de la cultura de origen. Las tres personas que consideramos han tomado el modelo de la «nueva cultura» llevan ya más de cuatro años en España, así como los que denominamos «confusionales». Las personas entrevistadas que hace más de seis años que están en España (son cinco) tienen todas un modelo de integración intercultural (gráfico 8). Modalidad de integración y tiempo en España 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 0
< 2 años 2-3 años 4-6 años > 6 años
Dos culturas o confusional intercultural
nueva propia cultura
n/c
Gráfico 8: Modalidad de integración y tiempo de residencia en España
En la tabla XVIII y gráfico 9, presentamos los resultados de relacionar la modalidad de integración con los estudios que están realizando en el momento en el que realizamos la entrevista. Se puede señalar que, en el grupo que está cursando bachillerato o universidad, predominan las que tienen un modelo intercultural, y en el que no están estudiando, predominan las que se afianzan en su cultura. En los chicos y chicas que estudian en CSL, hay una tendencia a la integración de nuevos referentes culturales (intercultural y nueva cultura), dándose también un buen porcentaje que se mantiene en la propia cultura. Las tres personas con integración confusional están cursando la ESO. Modalidad de integración
CSL
ESO
Bachillerato y Universidad
No estudian
N.º
%
Dos culturas (intercultural)
6
4
10
1
21
45
Confusional
0
3
0
0
3
6
Cultura propia
5
5
3
3
16
34
Nueva cultura
2
0
1
0
3
6
N/C
2
2
0
0
4
9
TOTAL
15
14
14
4
47
100
%
32
30
30
9
100
TABLA XVIII: Modalidad de integración y estudios
265
Estudios y modalidad de integración 25 20 CSL
15
Secundaria (ESO) Estudios superiores
10
No estudian (buscando formación y empleo)
5 0
África Latinoamérica Norte de subsahariana África
Países asiáticos
Países del Este
Gráfico 9: Estudios y modalidad de integración
Grado de bienestar Hemos valorado el grado de bienestar de estos/as adolescentes, calificándolo de bueno, regular y malo, según la valoración de la persona que ha realizado la entrevista, unida a la impresión que se obtiene tras el análisis en profundidad del discurso producido en ese encuentro. Es una impresión acerca de cómo están anímicamente y en relación con los demás, en relación con su proceso migratorio y con otras consideraciones psicosociales. Nuestra percepción es que el 38 por ciento de las personas entrevistadas se encuentra bien, un 48 por ciento «regular» y un 6 por ciento «mal». En un 8 por ciento de los casos, el equipo investigador no hace esta valoración. Hay que tener en cuenta que se encuentran en la adolescencia, época en la que es habitual tener conflictos y malestares, y que el grado de bienestar no podemos atribuirlo exclusivamente a los avatares del proceso migratorio. Prácticamente la mitad de las chicas nos da la impresión de que se encuentran «bien», frente a un 25 por ciento de los chicos (tabla XIX) (gráfico 10). Grado de bienestar
Mujer
Varón
TOTAL
%
Bien
13
5
18
38
Regular
13
10
23
48
Mal
0
3
3
6
No precisado
2
2
4
8
TOTAL
28
20
48
100
%
58
42
100
Tabla XIX: Grado de bienestar y sexo
266
Grado de bienestar y sexo 30 25 20 % mujer
15
% varón
10 5 0
Bien
Regular
Mal
n/c
Gráfico 10: Grado de bienestar y sexo
El porcentaje de personas que hemos considerado que se encuentran «bien» es mayor en el subgrupo de los que llevan viviendo en España más de tres años (48 por ciento frente a 29 por ciento), como parece lógico, ya que el tiempo puede ser un factor que facilita la adaptación a una realidad nueva. No obstante, entre estos que llevan más de tres años en España, la mitad parece que se encuentra «regular» o «mal». Considerando una estancia menor de tres años, solamente apreciamos que se encuentra «bien» un 26 por ciento, la mitad de estos/as adolescentes nos parece que se encuentra «regular», y dos de las 19 que hay en este subgrupo se encuentran «mal» (tabla XX) (gráfico 11). Grado de bienestar Bien
Hasta tres años
Más de tres años
TOTAL
%
5
13
18
38
10
13
23
48
Mal
2
1
3
6
No precisado
2
2
4
6
TOTAL
19
29
48
100
%
40
60
100
Regular
Tabla XX: Grado de bienestar y tiempo de estancia en España
267
Grado de bienestar y tiempo en España 30 25 20 Hasta 3 años
15
Más de 3 años
10 5 0
Bien
Regular
Mal
n/c
Gráfico 11: Grado de bienestar y tiempo de estancia en España
En la tabla XXI recogemos los datos obtenidos cuando relacionamos el grado de bienestar que les atribuimos con el área geográfica de procedencia. Señalamos que ninguna de las personas procedentes de África subsahariana y de países del Este creemos que se encuentra «mal», si bien no hemos podido precisar cómo se encuentran dos de los cinco subsaharianos por dificultades con el idioma; entre las personas del Norte de África hay una mayor proporción que se encuentra regular o mal. Grado de bienestar
África Norte de Países Subsahariana África del Este
LatinoAmérica
Países asiáticos
TOTAL
%
Bien
2
2
4
7
2
17
36
Regular
1
5
6
8
3
23
49
Mal
0
1
0
1
1
3
6
No precisado
2
0
1
1
0
4
9
TOTAL
5
8
11
17
6
47
100
11
17
23
36
13
100
%
Tabla XXI: Grado de bienestar y área geográfica de procedencia
Entre los/as adolescentes que cursan bachillerato o estudios superiores predominan los que se encuentran bien, y proporcionalmente, son más que en el resto de subgrupos. De los que estudian Secundaria, 8 de 14 se encuentran regular y solo 3 de los 14 se encuentran bien. Entre los que están en los centros sociolaborales observamos diversidad, señalando que 5 se encuentran bien y 9 se encuentran regular o mal (tabla XXII).
268
Grado de bienestar
CLS
Secundaria
Bachillerato
No estudian
TOTAL
%
Bien
5
3
9
1
18
38
Regular
7
8
5
3
23
48
Mal
2
1
0
0
3
6
No precisado
2
2
0
0
4
8
TOTAL
16
14
14
4
48
100
%
33
29
29
8
100
Tabla XXII: Grado de bienestar y estudios
Expectativas de futuro En este punto hemos tratado de recoger qué piensan, qué ilusiones tienen, qué fantasías tienen respecto a su futuro. En nuestro análisis, encontramos que existen expectativas comunes en chicos y chicas de las diferentes nacionalidades, pero también existe diversidad y particularidades relacionadas con el género y la cultura de origen. A una gran mayoría le importa seguir estudiando y conseguir terminar con éxito sus estudios: el 80,5 por ciento lo nombra específicamente. En este sentido, observamos que la migración es, en la mayoría de los casos, un proceso costoso y complejo a nivel psicosocial; se puede favorecer una mayor expectativa de estudio en relación con el país de origen, pero las dificultades inherentes al proceso migratorio también pueden hacer que se rebajen o redefinan esas expectativas. Así, en las entrevistas nos podemos encontrar con chicos y chicas que creen que en su país hubieran seguido estudiando y aquí sienten no pueden hacerlo o han de hacerlo con mayor dificultad. También encontramos chicas que querrían continuar sus estudios en otros países y otros/as que valoran tener en España mayores posibilidades. Entre las dificultades nombradas relativas al entorno de estudios están el momento en el que son escolarizados (a veces transcurre tiempo desde que llegan a España hasta que se incorporan a un centro escolar y esa demora no siempre responde a que coincida su llegada con períodos vacacionales, sino a cuestiones de otra índole), el curso al que se integran en relación con el que cursaban en sus países (los diferentes contenidos y niveles), el idioma, el diferente ambiente escolar, la acogida y la situación administrativa. Es llamativo el caso de una chica que abandona estudios, que después retomará, por temor, porque su situación era irregular. Los chicos y chicas africanos de nuestra muestra han destacado las dificultades en relación con el idioma y el nivel de estudios que traían de sus países como grandes impedimentos para seguir estudiando; a esto hay que sumar que, en el caso de los chicos, sus expectativas están puestas especialmente en trabajar y ayudar a sus familias. 269
Varias chicas refieren la sobrecarga en el trabajo de cuidados como dificultad para seguir estudiando, tratándose de diferentes situaciones como el cuidado de la propia hija, de hermanos pequeños o el cuidado remunerado de otros niños/as. También les interesa acceder al mercado laboral, encontrar un empleo; veinticinco personas entrevistadas centran en ello su idea de futuro (61 por ciento). En el discurso de los chicos relacionado con sus expectativas laborales no aparecen apreciaciones hacia las condiciones laborales de los padres; sin embargo, las chicas relacionan en varios casos sus expectativas de estudio para posteriormente acceder al mercado laboral con los empleos a los que acceden las madres en España, trabajos de cuidados en un porcentaje significativo, tal y como indica la tabla XI, cuyas características tienen que ver con menor protección social, jornadas amplias, irregulares y menor salario: «Yo lo que quiero es poder trabajar en algo que... no trabajar como trabajan la mayoría de los inmigrantes limpiando o así, como mi madre en una residencia, realmente yo no quisiera trabajar así». La sobrecarga de trabajo y el que tengan menos apoyos los modelos femeninos de referencia puede condicionar identificaciones y expectativas. Aunque muchas de las madres tengan un trabajo remunerado, este hecho no parece haber producido un impacto importante en el reparto equitativo del trabajo de cuidados; esto es algo que varias chicas observan. En relación con la población de China nos parece significativo que en nuestra muestra varias chicas se plantean integrarse en nuestra sociedad de un modo distinto al ofrecido por los padres, tratando, a través de los estudios, de acceder a empleos fuera de los negocios familiares, profesiones más satisfactorias mediante las cuales puedan disfrutar de otro tipo de jornada, períodos vacacionales, etc., como los españoles. Esto representa unas expectativas distintas en relación con las de los progenitores. Y son las propias chicas las que llaman la atención sobre el absentismo escolar de sus compatriotas varones. Una de ellas lo comprende y justifica argumentando lo excesivo e innecesario de tiempo y contenido estudiado en la ESO para acceder al negocio familiar y ganar dinero. En cualquier caso es una población, la de nuestra muestra, en la que confluye el deseo-presión y la opción-obligación por participar en el proyecto familiar, incorporándose a los negocios propios y compatibilizándolo con los estudios. En seis entrevistas del total aparece el deseo de ayudar económicamente a la familia; como decíamos anteriormente en el caso de los chicos africanos, esto está muy presente, y, en concreto en el caso de los chicos de África subsahariana, la expectativa de los padres está puesta en la responsabilidad de estos chicos hacia la madre que ha quedado en el país de origen, una exigencia que no viven de igual modo las chicas. Algunos tienen ilusión por formar una pareja y familia (7,3 por ciento). Más a largo plazo, tanto en chicos como en chicas, se puede observar el deseo de conformar una familia como modelo a seguir. Según nuestra percepción, el «matrimonio monogámico indisoluble» sigue operando como ideal de relación en muchos casos y, junto a la descendencia, tiene un lugar importante en cuanto a las expectativas vitales. 270
Sin embargo, en nuestra muestra es mayor el número de chicas que se imaginan viviendo independientes antes de conformar una familia, y el hecho de retrasar la edad de maternidad se relaciona directamente con la posibilidad de concluir estudios y acceder a un mejor empleo. Por otra parte, varias chicas transmiten las expectativas puestas en la constitución de pareja y familia de un modo finalista, pudiéndose observar carencia de expectativas tanto laborales como formativas, algo que no sucede de igual modo en los chicos. La inquietud por independizarse de la familia también está presente en varias entrevistas: tres personas nombran la ilusión a corto plazo de iniciar un proyecto de vida independiente de la unidad familiar en la que conviven. Únicamente en un caso se hace una referencia a viajar como deseo de vida futura, así como, también en un único caso, piensan en traer a su familia. Deseo de retorno En las entrevistas individuales se les preguntaba, una vez terminado su relato, cuando ya nos había contado su trayectoria, si ahora querrían volver a vivir en su país y 15 de 44 respondieron que sí. No quieren volver 24 personas (tenemos aquí en cuenta los/as que dicen solo en vacaciones) y 5 no saben qué contestar (tabla XXIII) (gráfico 12). Relacionando las variables deseo de venir a España y deseo de retorno con el país de origen, podemos decir que entre las 25 personas que querían venir, 14 no quieren volver, 9 sí desean el retorno y 2 no saben. Entre las 13 personas que no deseaban venir, 7 no quieren volver y 6 sí. En relación con el sexo, los varones se reparten entre querer volver y quedarse. Sin embargo, no es así para las mujeres, muchas de las cuales no quieren volver a vivir en su país de origen, aunque irían de vacaciones y son en mayor medida las que no saben qué contestar (gráfico 12). Deseo de retorno/Sexo 14 12 10 8 6 4 2 0
Varón Mujer
No quiere volver
Sí quiere volver
En vacaciones
NS/NC
Gráfico 12: Deseo de retorno/Sexo
271
Con respecto al área de procedencia de las personas entrevistadas, predomina más el no querer volver entre los latinoamericanas/os, y aquellos o aquellas que provienen del norte de África están igualados entre el sí y el no (tabla XXIII). A. Geográfica
Sí
No
No sabe
N/C
TOTAL
%
1
2
0
2
5
11
Norte de África
4
4
0
0
8
17
Latinoamérica
4
11
1
1
17
36
Países del Este
4
6
0
1
11
23
Países asiáticos
2
4
0
0
6
13
TOTAL
15
27
1
4
47
100
%
32%
57%
2%
9%
África subsahariana
100%
100%
Tabla XXIII: Deseo de retorno y área geográfica de procedencia
Valoración de la sociedad de acogida En este punto queremos hacernos eco de su opinión con respecto al país de acogida, lo que valoran y lo que no de nuestra sociedad. Nos interesa trasladar su punto de vista, puesto que creemos puede ser útil tanto a los/as profesionales como a la población adolescente inmigrante que acaba de llegar a nuestra ciudad. Las opiniones acerca de lo que les gusta y no les gusta de nuestro país y de los españoles han sido recogidas en las entrevistas individuales y en los grupos de discusión. En nuestra opinión, el retrato que realizan habla de sí mismos, de cómo es esta sociedad y de la imagen que da de sí misma y de las personas migrantes a través de los medios de comunicación. Hemos percibido que los medios de comunicación son nombrados por chicos y chicas como referentes en la construcción de ciertas ideas. Como podrá observarse, en sus aportaciones hay opiniones encontradas; así, para unos hay demasiada libertad, mientras otros valoran dicha libertad. Estas contradicciones nos hablan de la diversidad de experiencias y de cómo son vividas e interpretadas; también de la diversidad de referencias culturales con las que comparan lo que encuentran aquí. Para algunas chicas latinoamericanas hablamos feo y somos poco cariñosos, mientras que para otras chicas chinas, somos cariñosos y les gusta cómo hablamos. Pero tampoco la procedencia puede considerarse determinante en estas opiniones; a veces predominan aspectos de otra índole. Un chico marroquí o una chica china puede decir que no le gustan los derechos que tienen las mujeres aquí, y otro/a, con la misma procedencia, manifestar que les gusta nuestro sistema democrático y la igualdad entre 272
hombres y mujeres. Hay aspectos que tienen su cara y su cruz; así les parece esta una sociedad consumista, pero, por otro lado, les atrae y desean acceder al consumo. Por tanto, lo que aquí aparece no es generalizable, hay opiniones que son más compartidas y otras más singulares; tratamos de incluir todo lo nombrado y encontramos aspectos de la realidad que podemos reconocer como más o menos frecuentes. Hacen referencia a cómo son acogidas las personas que llegan, las facilidades o dificultades para su integración, los contrastes culturales respecto a la forma de relacionarnos, lo bueno y no tan bueno que encuentran en nuestro sistema socioeconómico, en la forma de educar, en las relaciones parentofiliales, etc. A continuación exponemos todo aquello que han especificado como negativo, que no les gusta y los aspectos que valoran positivamente. Valoran negativamente Sobre las dificultades que han sentido relacionadas con la sociedad de acogida nombran, de un modo especial, las dificultades para conseguir los permisos de residencia y trabajo, que, según expresan, les impiden formarse, trabajar, viajar y reencontrarse con las personas queridas, así como las dificultades y restricciones para las reagrupaciones familiares. Aparecen las dificultades para rentabilizar el bagaje que cada uno/a trae al encontrar múltiples trabas para convalidar estudios, carnet de conducir, así como las dificultades en el aprendizaje y utilización del nuevo idioma y el modo de hablar de los españoles. También se nombra el clima y el cambio del modo de vida rural, con entornos naturales, al modo de vida y paisaje urbano zaragozano. En relación con la sociedad receptora que encuentran, cuestionan el consumo excesivo y el poco ahorro de las familias, el fácil acceso a las drogas (legales e ilegales), la discriminación en el acceso al trabajo en función del aspecto (etnia y procedencia) y el sexo (los trabajos que hacen las mujeres inmigrantes), la explotación que sufren mediante las contrataciones a través de las empresas de trabajo temporal, el trato que reciben en algunos sectores los trabajadores, el estrés y la soledad que supone el exceso de trabajo, la carencia de tiempo libre y cómo esto repercute en la menor relación entre familiares y amigos produciéndose una mayor disgregación, individualismo y menor red de apoyos. Esto también tiene como consecuencia negativa la menor ocupación de las calles, algo que sienten como una pérdida de libertad. Se señala también como aspecto negativo la pérdida de costumbres, y aparece la interpretación de esta sociedad como una sociedad en la que las mujeres tienen mayor poder y derechos que los hombres. También se nombra como algo que llama la atención la violencia de género y otro elemento muy presente en los medios de comunicación, el terrorismo. Y aparece la sorpresa negativa ante la existencia de pobreza, suciedad, deterioro humano y urbano en algunas calles a las que llegan a vivir. 273
Sobre la población española, en general, como aspectos negativos, se señalan las actitudes de rechazo y racismo, la discriminación de trato por origen étnico, cultural o de religión, y concretamente la desconfianza y desprecio sentido de manera significativa por parte de personas mayores. Los prejuicios de sesgo racista-sexista que observan pasan por considerar que la población migrante viene de sus países peor preparada académicamente en todas las áreas curriculares, la identificación que se establece entre jóvenes varones de determinada procedencia y las bandas, la relación indiscriminada de estas con violencia, la desconfianza y asociación con delincuencia de determinados colectivos de migrantes varones y el mayor control policial sobre ellos que se deriva de estos prejuicios; del mismo modo que para las mujeres operan, según procedencia, los estereotipos de sumisa, dependiente o prostituta. Creen que estos estereotipos son reforzados por los medios de comunicación; por ejemplo, siempre señalan la nacionalidad de un persona si la noticia es negativa y la persona es extranjera. Nombran el desconocimiento de los españoles hacia sus países y culturas de origen. En relación con sus pares españoles, algunos destacan que en las interrelaciones entre padres e hijos/as ven pocas muestras de afecto; otros creen que los hijos valoran poco el esfuerzo de los padres y que se preocupan poco por ellos. Nombran la falta de respeto hacia los adultos y personas más mayores, a profesorado y progenitores; a veces escuchan insultos y groserías hacia estos últimos. Hay quienes creen que hay demasiada confianza en su manera de relacionarse. Otros/as consideran que hay poca unión familiar. Además de los aspectos anteriores, como características de la juventud española, nombran la excesiva rebeldía y desobediencia, excesiva libertad y libertinaje, la falta de valores, el fácil acceso a lo material y la poca valoración de lo que tienen. En algún caso perciben en ellos/as la idea de que lo van a tener todo. Se señalan el consumismo y la superficialidad; también en las relaciones entre chicos y chicas, ligues, nombran percibir indiferencia, frialdad, egoísmo, junto a despreocupación y desmotivación; «van a su bola» o «les da todo igual». Creen que hay un uso excesivo de las drogas para divertirse. En las relaciones con ellos, nombran burlas, insultos y bromas procedentes de otros adolescentes españoles. Alguna persona percibe en jóvenes españoles prepotencia, sentimientos de superioridad. Chicos y chicas musulmanes destacan los cuestionamientos que tienen que vivir en torno al islam y los preceptos y posicionamientos que como creyentes asumen. Valoran positivamente Valoran la sociedad receptora por ser una sociedad democrática, moderna y avanzada, abierta, con mayores cuotas de libertad, con mayor seguridad ciudadana y mejo274
res posibilidades laborales, así como empleos más cómodos y gratificantes. Valoran la existencia de un mayor nivel de vida y el aumento de posibilidades de hacer y conseguir cosas, incluyendo la diversión, y el acceso a discotecas y fiestas. Hay quien cree que aquí la vida resulta más fácil. Se valora la sanidad pública y el mejor acceso a tratamientos médicos, la existencia de igualdad y derechos para las mujeres, y se aprecia positivamente la mayor libertad que estas disfrutan, así como las mayores opciones y apoyos con los que cuentan. Se señala mejor nivel de estudios y más medios y ayudas para la formación. A nivel urbano se nombra un menor hacinamiento en las viviendas; puedes estar solo en tu habitación. Para alguna de las personas entrevistadas las viviendas son más limpias y luminosas. Observan las ciudades y sus parques cuidados, limpios, con edificios, lugares y paisajes bonitos. Y hay a quien le gustan los contrastes climáticos que aquí puede sentir al ser este un país con clima estacional. También hay quien aprecia la existencia de ayudas para conseguir los papeles y trabajo. De la población española valoran su respeto a las diferentes razas y religiones, la ayuda que ofrecen y el apoyo que dan a las personas migrantes. Se encuentra a la gente tranquila y respetuosa; hay quien la aprecia como sincera y honesta y quien dice que los españoles son cariñosos, amables y comprensivos. A algunos les gusta cómo hablan los españoles y hay quien señala que ve a la gente más despreocupada (como algo positivo). Hay quien valora que los hombres son menos machistas y que tratan mejor a las mujeres, así como que las mujeres son fuertes y más libres. En relación con sus pares españoles, hay quien los considera más abiertos en las relaciones entre chicos y chicas; especialmente, se señala la mayor apertura y libertad de las chicas. Hay quien señala que, en general, piensan más y mejor las cosas, o que son más abiertos y simpáticos. Algunos también valoran el interés de amigos y amigas por conocer aspectos de su cultura y país de origen. En las relaciones parentofiliales, también se han podido recoger aspectos señalados como positivos, hay quien considera que tienen relaciones de mayor comunicación y confianza entre padres e hijos, que estos dan mayor libertad a sus hijos e incluso hay quien señala que los padres (varones) son más tranquilos. Recomendaciones de los adolescentes Terminamos el capítulo «Una mirada al conjunto que incluye la perspectiva de género» con un conjunto de recomendaciones que las propias personas entrevistadas han realizado, teniendo en cuenta su experiencia personal. En casi todas las entrevistas realizadas se preguntó por consejos que pensaban podrían ayudar a adolescentes que fueran a venir a España. Esta pregunta también la realizamos en los grupos de discusión. 275
Como aparece reflejado en los relatos, los consejos de cada muchacho o muchacha tienen que ver con su propia experiencia, reflejando a menudo las propias dificultades y lo que no ha podido ser pero creen les hubiera ayudado. Pensando en cada uno de estos consejos como las piezas de un puzle, podemos construir un cuadro a partir de ellos que, como veremos, contienen múltiples actitudes y capacidades, experiencias y expectativas inherentes a su proceso migratorio. Tienen que ver con lo que debería ser, con lo que a veces es y otras no es. No perdamos de vista el desajuste entre el ideal del yo y la propia experiencia: aquellos que hablan de ser fuertes seguramente han vivido la debilidad; entre los que comentan no pelearse y ser violentos, los habrá que han protagonizado eventos problemáticos; entre los que aconsejan estudiar encontraremos algunos sujetos con importantes trabas para poder realizar sus estudios. Como capacidades y actitudes recomendadas están: ser fuertes y valientes, luchar, esforzarse y exigirse, aguantar, tener buena cabeza, conocerse, ser uno/a mismo/a, saber estar solo/a, cuidarse, aprovechar la vida y las oportunidades y pensar en el futuro. Saber que va a ser difícil pero pasará o se conseguirá. Entre lo que debe evitarse señalan: la violencia y las peleas, la falta de respeto a los demás, consumir o vender drogas e ir con malas compañías (que propician este tipo de conductas). En su presente y futuro dan mucha importancia al aprendizaje, estudio y trabajo. Por ello aconsejan ir a la escuela cuanto antes, lugar donde pueden aprender el idioma en la interacción con los compañeros y profesores, y formarse con la expectativa de trabajar (un trabajo, para algunos/as, con mejores condiciones laborales que las de sus padres). Aprender el idioma aparece como uno de los aspectos más relevantes. Consideran la adaptación al nuevo país como un proceso en el que es necesario un tiempo (poco a poco). Algunos de los términos que utilizan son adaptarse, acostumbrarse, integrarse, acomodarse. Y, entre las actitudes que la facilitan, sugieren: no aferrarse a lo propio del país y salir solo con compatriotas; evitar pensar siempre en el propio país; no aislarse, ser abiertos, salir fuera y ponerse en contacto y hablar con gente aunque no la conozcan; no esperar que sean los demás los que le integren, sino verlo como algo en lo que uno mismo participa; ser humilde y no despreciar a los de aquí; aceptar la cultura de aquí y pensar que siempre se puede aprender algo en el nuevo país. Ante los rechazos que viven, aconsejan no atender a los primeros insultos o desprecios, a los comentarios que escuchan en la calle. Recomiendan desatender también las primeras impresiones negativas y dar una segunda oportunidad. No generalizar los malos encuentros y evitar pensar que no les caes bien. Esto se acompaña de apreciaciones positivas respecto a los demás, como la idea de que cada persona que encuentran les puede dar y ofrecer algo, que la mayoría (aun276
que haya malas experiencias) apoyan y ayudan, que todos somos personas aunque con diferentes costumbres y es mejor no juzgar sin conocer. Encontrar y «hacer» buenos amigos con los que poder hablar, jugar, salir, es otra de las prioridades. Puntualizan la necesidad de elegir bien los amigos y amigas, por lo que deben darse un tiempo para conocer a la gente y evitar juntarse con malas compañías. Entre las cualidades de sus amistades, esperan que les acepten como son y puedan entenderles. También consideran importante que los/as chicas que vengan a España no olviden sus propias costumbres e identidad, su idioma, la familia que quedó en su país y la religión. Algunos consejos van dirigidos a sus propios padres, como la necesidad de que controlen a sus hijos, evitar las discusiones parentales, pues estas afectan a sus hijos haciendo que se aíslen y tengan peor comportamiento. A los españoles nos piden y aconsejan que intentemos no ser racistas y juzgar sin conocer, a los jóvenes que no sientan y se sitúen con superioridad frente a los chicos y chicas de otras culturas. Demandan que haya más profesorado que ayude en el aprendizaje del idioma y en algunas materias, que proporcionen más créditos bancarios a los extranjeros y un largo etcétera si consideramos todas las dificultades con las que se encuentran, de las que hablan y que son nuestra responsabilidad.
277
Parte V RESUMEN Y RECOMENDACIONES Concha Ramo
A lo largo de este libro, hemos mostrado el contexto social y concepciones teóricas de la población adolescente inmigrante, el marco epistemológico que guía este estudio y el proceso que se ha llevado a cabo en la investigación. También presentamos los resultados de la misma esperando que cumplan nuestras expectativas de análisis, a saber: formas y momentos en cada proceso migratorio, lo singular de cada adolescente, el contexto social y temporal con la descripción y análisis de factores que interactúan en su proceso atendiendo también a condicionantes de género, los consejos que dan a otros adolescentes inmigrantes y reflejan las dificultades en su integración, y su visión de la sociedad receptora. Nuestro objetivo fue conocer cómo están los y las adolescentes en relación con su experiencia migratoria. La orientación que se ha dado a esta investigación sostiene como eje fundamental la inclusión del sujeto investigado atendiendo a su subjetividad. Inmerso este en el lenguaje, hemos podido saber de él a través de su discurso, de sus palabras, también de sus silencios y equivocaciones, dirigidas al entrevistador/a, a las coordinadoras, a instituciones sociales y profesionales y a otros. No fue un hablar al vacío, para nadie, o para nada. Y aquí queremos cumplir nuestro compromiso inicial con quienes participaron, esperando que se sientan reconocidos, en lo posible, entendidos y, sobre todo, escuchados. El hecho de hablar a alguien puede producir un efecto de subjetivación, es decir, qué son las cosas o personas, los acontecimientos, las experiencias, para uno mismo/a. El sujeto en el que centramos nuestro interés aparece cuando hay subjetivación. También suele reconocerse una división, un desajuste, incluso contradicciones, entre lo que decimos que somos y lo que somos, de lo cual la propia persona al hablar puede darse cuenta. Este ejercicio humaniza y da entidad al ser. Permite dar una continuidad a la siempre inacabada, e importante tarea en la adolescencia, de construir la propia identidad, la cual se va transformando con las experiencias, los diferentes roles que se van asumiendo, los diversos y nuevos elementos que se van integrando en la propia estructura psíquica… Y así seguirá buscando en su deseo siempre insatisfecho de completud, de 281
ajuste entre lo que quisiera ser y es; será conocedor de sus límites, de sus carencias y faltas, de las dificultades. En esta búsqueda encontrará nuevos significantes y maneras de estar en el mundo quizás más acordes con sus deseos y necesidades. De aquí partimos para intentar mostrar algo de «la verdad» de cada uno o una, limitada en nuestra investigación, pues se trabaja a partir de una sola entrevista (a veces dos), y está sometida a múltiples interpretaciones, de quienes interactúan, escuchan y acotan, de quienes interpretan. Esta verdad es singular para cada persona y va más allá de sus condicionantes particulares. Así lo hemos comprobado al estudiar en entrevistas de personas que vienen del mismo país parecidas dificultades con el nuevo idioma o la escolarización, un modelo similar de reagrupación, coincidencia en su sexo, etc. Su verdad, su vivencia del otro semejante, compatriota, extranjero o autóctono, del otro familiar o extraño, de lo que pueden incorporar o no respecto a lo que encuentran, de su sensación de bienestar y enriquecimiento o de empobrecimiento y añoranza, de los mecanismos o maneras que utilizan para estar aquí y lidiar las sucesivas separaciones, de sus expectativas de futuro, son diferentes. Cada uno/a hace elecciones y va construyendo, en función de sus características estructurales de personalidad, su historia y el entorno familiar y cultural, de manera consciente e inconsciente. Y estas elecciones no se pueden prever. Qué incorpora del mundo simbólico que le rodea y cómo lo vehicula hacia un destino aparece en lo que a lo largo de este libro hemos denominado «singularidades» y se materializan en los distintos relatos. La escucha se ha mostrado una primera herramienta básica para la investigación e intervención. Acogida y escucha que facilitará el sentimiento de ser importante para el otro y la posibilidad de crear un vínculo con quien interacciona y tiene un interés por él. Es a partir de nuestra adaptación y escucha —con los menos prejuicios posibles, con una «mirada no prevenida»— de sus demandas, deseos, maneras de relacionarse, sufrimientos y quejas como podremos introducir elementos que puedan serle valiosos. Incluimos al sujeto como agente de su propio proceso de cambio, pues no es pasivo y de él o ella depende la aceptación o no de lo que le podamos aportar. La lectura que hagamos de lo que nos transmiten obstaculizará o facilitará los encuentros e intervenciones. Nuestra primera recomendación es atender lo singular que nos presenta cada individuo. A lo largo del libro aparecen conceptualizaciones teóricas acerca del proceso migratorio, las características del adolescente, mecanismos psíquicos relacionados con la constitución del sujeto, del que partimos para realizar esta investigación, y el proceso que se lleva a cabo para incorporar nuevos aspectos del mundo exterior e ir construyendo la propia identidad. Todo ello nos ha ayudado a estudiar y pensar los diversos relatos, a realizar una lectura donde intentamos conocer «algo» de quien narra. Partimos de este material que nos han ofrecido para saber no solo de su vivencia singular, estudiada en el caso por caso, sino también otros aspectos que dan cuenta de 282
las diversas particularidades que acompañan a su condición general de adolescentes inmigrantes. La información que nos aportan es abundante, por lo que se ha intentado «agrupar» en relación con diversas variables o particularidades. A todo ello se refiere el apartado «Una mirada al conjunto, que incluye la perspectiva de género». Los resultados y análisis que contiene pueden orientarnos sobre aspectos a tener en cuenta para programar futuras investigaciones e intervenciones en diferentes ámbitos sociales e institucionales. Por nuestra parte, pensando en propuestas globales, decidimos acotarlas en este resumen fijándonos en los apoyos que estos muchachos y muchachas consideran más importantes. Estos apoyos son personas que pueden llegar a ser confiables y hacer de puente con el nuevo mundo en el que deben vivir. Sus elecciones son los amigos/as, sus familiares y el profesorado que encuentran en su escolarización y formación. Si bien estos pueden ser una fuente de buenos encuentros que facilitan su integración y bienestar, también pueden ser una fuente de conflictos que haga más difícil el ya duro proceso que deben vivir. Nos hablan de los primeros momentos aquí en los que experimentan la soledad, la sensación de estar «encerrados» y perdidos, también la tristeza. A menudo reencuentran madres y padres de los que se separaron tiempo atrás, a los que conocen poco o encuentran diferentes, con nuevas parejas, con poco tiempo para estar con ellos… Y sus amigos ya no están. Por lo tanto, la buena acogida es muy importante, sobre todo de las personas y en los espacios más significativos. Los semejantes o iguales son los apoyos más frecuentemente nombrados y también con los que más se confrontan. Se agruparán a veces por origen cultural, y esto debe entenderse como algo lógico, pues se acercan a personas más afines y con las que comparten referentes y también dificultades. Ante lo inhóspito que encuentran, lo «familiar» y lo «conocido» alivia las sensaciones de inseguridad y peligro. La alarma social que a veces provocan estos agrupamientos no siempre está justificada, y en todo caso es necesario analizar las situaciones que se detecten más conflictivas e incluir a sus protagonistas como sujetos y agentes para la resolución de los conflictos. En nuestro estudio encontramos una gran heterogeneidad de vivencias y situaciones en relación con sus iguales (autóctonos, compatriotas o extranjeros), a veces, buenas, manifestando su agradecimiento por la ayuda y apoyo que les han proporcionado, a veces malas, aludiendo a insultos, desprecios, peleas, etc. Llama la atención que un alto porcentaje no elige como amigos/as o relaciones significativas a autóctonos, a pesar de haber vivido bastante tiempo en España. Las propuestas desde esta perspectiva irán dirigidas a reforzar los mecanismos de acogida e interrelación de adolescentes en sus espacios de socialización, la escuela, los barrios con sus parques, la calle, instalaciones deportivas, Casas de Juventud o ludote283
cas, cíber, etc., adaptándose a las necesidades reales de esta población, en función de sus motivaciones, necesidades, cultura, valores, situaciones particulares, etc. Ponemos como ejemplo la creación de un grupo de solidaridad en uno de los institutos —esto aparece en los relatos— que facilita la interrelación entre adolescentes de múltiples procedencias y autóctonos. Otro aspecto que nombran positivo en su llegada al centro educativo es la presentación y acogida que hacen algunos profesores y alumnos/as a personas que llegan por primera vez al aula y provienen de otro país. El deporte, actividad de ocio que más realizan los varones, es otro lugar posible de relación intercultural y que puede promoverse en los barrios y centros de formación. Este es solo un ejemplo de una actividad que sabemos les motiva y disfrutan, como los bailes, paseos y reuniones. Es importante contar con ellos, con los grupos y asociaciones ya constituidos, en sus espacios, promoviendo actividades e intervenciones flexibles y adaptadas a sus propios intereses. La familia es el siguiente apoyo que enuncian de manera frecuente, aquella con la que conviven en España y la que ha quedado en su país de origen. En la mayoría de los casos son modelos de familias transnacionales que comparten espacios vitales distribuidos en varios continentes o países al mismo tiempo. Se abre una brecha en la unidad familiar que quizás quede abierta, pues a menudo no será posible el retorno para los padres y/o para los hijos, para quienes su vida estará hecha aquí. Muestran gran diversidad respecto a cuándo, quienes y cómo se marchan sus familiares antes de que ellos y ellas emigren. También en el significado que tienen estas separaciones, cómo quedan y se reponen. O en las formas y frecuencias en que mantienen relación con los que se han ido: telefónicamente, por Internet o cartas, con regalos y fotografías. El reencuentro, a menudo anhelado, conlleva un proceso de adaptación, de mutuo conocimiento y a veces también conflictos. Conflictos por su edad adolescente, por el contraste de su vida allí y aquí, por problemas previos… Sus familias les recuerdan que deben mantener los propios valores y costumbres, y en este sentido son verdaderos agentes de cambio. Traen consigo toda una serie de referentes culturales que contrastan de manera continua con los que encuentran en el nuevo país. Viven contradicciones y conflictos internos entre lo de allí y lo de aquí, la presión familiar de mantener las propias costumbres y la presión social cotidiana de incorporar nuevos valores y formas de relacionarse… La construcción de su identidad está atravesada por el proceso migratorio, y ello supone una complicación, pero si es posible un buen proceso donde puedan integrarse lo que se trae y las nuevas adquisiciones que van eligiendo, serán personas más flexibles, mediadoras y puente entre varias culturas y con mayor capacidad de adaptación intercultural. Pero esto también es singular, como puede apreciarse en los relatos. A lo largo de las entrevistas los muchachos y muchachas nos hablan de cómo les fueron anunciadas las sucesivas migraciones, las de sus padres y las suyas. También los 284
conflictos y diferencias en el momento de la reagrupación y en el transcurso del tiempo. No cabe duda de que estos padres y madres se encuentran con situaciones en las que están desorientados y piden o precisan ayuda, como así lo manifiestan las madres en los grupos que desarrollamos con mujeres inmigrantes. Por ello otra propuesta es la creación o facilitación de espacios, donde se puedan escuchar las múltiples situaciones y a sus sujetos, y orientarles en cómo tratar la separación de sus hijos e hijas del país de origen, o afrontar la llegada de los mismos al nuevo país, atendiendo a un proceso que ya conocen y que van a vivir sus hijos. Pero esta tarea se debe llevar a cabo con la cautela y respeto que recomendamos a lo largo de todo este texto, y con un conocimiento previo sobre el proceso migratorio, sus connotaciones psíquicas y sociales, así como las características del adolescente. Sin olvidarnos de que, en su hablar, ellos mismos pueden ir construyendo maneras de hacer e integrar los nuevas vivencias y situaciones concretas de sus hijos. Otras dificultades que nombran en relación con su familia son las largas jornadas laborales de sus padres que no les permiten compartir su tiempo, sobre todo en los primeros momentos. Esto agudiza su sentimiento de soledad y de estar «perdidos». Quedan solos en casa, a veces con sus hermanos y hermanas. Informes del Justicia de Aragón y del Defensor del Pueblo incluidos al inicio de este libro aluden a la poca participación de sus progenitores en las asociaciones de madres y padres en el ámbito educativo, recomendando la planificación de actividades que les acerque a la institución escolar. Pero ello también puede tener que ver, a veces, con las condiciones laborales. El trabajo y la mejora en sus condiciones económicas para el bienestar y oportunidades de sus hijos y familiares aquí y en su país han sido las motivaciones para la migración de estas familias. Los trabajos (en nuestra muestra) no suelen ser muy cualificados y aspiran a que sus hijos puedan tener una formación y trabajo mejor y/o ayuden a la familia. Su situación laboral y falta de tiempo hace que a veces no puedan acompañarles lo que quisieran, o ir a centros para aprender mejor el castellano, o relacionarse más con autóctonos. En aras de cuidar a los que cuidan, y conociendo las múltiples esfuerzos y dificultades de estos padres y madres, las recomendaciones van en este sentido dirigidas a apoyarles en su integración en nuestro país como ciudadanos de derecho, a nivel legal, laboral, acceso a servicios sanitarios y educativos, etc. La acogida y escucha también incluye a estas personas en los distintos lugares de interrelación, desde el barrio y los centros formativos a los diversos servicios e instituciones. Y, como tercer apoyo significativo, aluden a determinado profesorado, que les acogió con un especial interés. Atendieron su tristeza y sufrimiento explicitado en un no poder «entender» por el idioma, en las opiniones de rechazo hacia los inmigrantes que surgían en debates en las aulas o en sus primeros momentos de incorporación a su clase. 285
Las maneras en que estos docentes y tutores se hacen valiosos están bien detalladas en los relatos: les escuchaban, atendían, animaban y hablaban aunque no entendieran lo que les decían, reaccionaban adecuadamente y de manera comprensiva ante determinadas reacciones o conductas de enfado, preparaban a sus compañeros antes de que un nuevo alumno o alumna inmigrante se incorporara al aula y hacían una presentación del mismo/a. También incidían en el aprendizaje del nuevo idioma y en materias para las que estaban peor preparados con clases de apoyo; organizaban actividades y grupos interculturales para todos los alumnos, etc. No siempre encuentran esto; algunos/as muestran experiencias de segregación, insultos y xenofobia en las que no se han sentido protegidos. A veces estas actitudes no solo provienen de compañeros, sino también de docentes u otras personas adultas. Naturalmente, la recomendación es que la institución escolar y el profesorado no se inhiban ante la detección de este tipo de problemas, observados de manera cotidiana si se atiende a cómo se agrupan, con quiénes juegan y están, cómo se desenvuelven y relacionan en los distintos espacios, qué dicen y hacen. Aunque, quizás, simplemente con escuchar y tomar en serio su palabra sería suficiente para detectarlo. La educación intercultural debería ser un objetivo curricular, pues hoy en día el alumnado procede de muy diversas culturas además de la autóctona. Debería posibilitarse la comunicación y el diálogo, donde todos y todas encontrasen significados compartidos en aquellos asuntos que les competen, buscando lo común sin renunciar a las diferencias. Para ello, una formación del profesorado en estos menesteres se hace necesaria. Quizás sería apropiado intentar no solo aminorar los inconvenientes que provienen del adolescente, interviniendo en el apoyo al aprendizaje del castellano u tras materias, sino también capacitar a los educadores para que se adapten a ambientes culturalmente distintos. Para finalizar, quisiéramos traer lo que opinan y las apreciaciones que hacen sobre la sociedad española. Si bien no son generalizables y varían según quién las enuncia, podemos considerarlas emergentes a tener en cuenta. Valoran positivamente, entre otros aspectos, la seguridad ciudadana, la democracia, el acceso a un sistema sanitario y educativo, mejores condiciones económicas y laborales, la mayor igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a distintas ideas y religiones, la confianza entre padres e hijos. Pero valoran negativamente el fácil acceso y consumo de los adolescentes al tabaco, alcohol y otras drogas, la falta de respeto de los jóvenes hacia los adultos y la pérdida de valores, la poca valoración que los jóvenes hacen del esfuerzo de sus padres, la dificultad para conseguir permisos de residencia, trabajo u homologación de estudios, las dificultades para conocer el nuevo idioma, el excesivo tiempo que se dedica al trabajo y el estrés consecuente, los insultos, burlas y prejuicios que padecen por su aspecto y procedencia y la soledad que viven, sobre todo, en los primeros momentos. 286
Nos muestran también, en forma de consejos o recomendaciones a otros adolescentes (pág. 275), lo que consideran importante para conseguir una buena integración y adaptación al nuevo país; es digno de cualquier manual de psicología que se precie. Enumeran las capacidades y actitudes a desarrollar, aquello que debe evitarse, lo que es importante incorporar y aprender, en qué consiste el proceso de adaptación y lo que consideran más apropiado hacer, cómo afrontar las dificultades y las vivencias de rechazo, y todo ello, sin olvidar las propias costumbres e identidad, el idioma, la familia de su país de origen y la religión. Esperamos que esta publicación sea un buen «acuse de recibo» de las muchas aportaciones y experiencias que nos han facilitado con generosidad más de cien adolescentes y que dirigimos a otras personas que viven, trabajan, piensan, elaboran y ejecutan programas y leyes con y para ellos y ellas.
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Anexos
ANEXO 1. GUION DE LOS GRUPOS DE DISCUSIÓN Las preguntas que se utilizan son abiertas ya que estas permiten a los sujetos determinar la dirección de su respuesta. La pregunta inicial y la introducción que se realice al inicio del grupo no deben determinar la respuesta, ni el tipo o forma que esta deba tener. Tiene que ser estímulo para el grupo y estar bien formulada de forma que no lleve implícito ningún juicio de valor. De la preparación que se realice antes del inicio del grupo de los temas que tienen que salir en el grupo, en relación con los objetivos de la investigación, depende que la información que se obtenga de estos sea satisfactoria. A) ¿Cómo se encuentran aquí? (compañeros, amigos, familia, escuela, tiempo de ocio…). B) ¿Qué recuerdan de su vida allí? — Cuando se fueron, ¿por qué les apetecía irse? — ¿Cómo fue el viaje? — ¿Cómo vivieron los primeros momentos de estar aquí? C) ¿Qué expectativas traían ellos, imágenes y fantasías? ¿Y sus padres? ¿Coincidían? Proyectos que tienen. D) Diferencias de un país a otro: se les ocurren costumbres que hay allí por conocerlas ellos o porque se las transmiten sus padres y son diferentes a las de aquí: — ¿Cómo ven a los españoles/as? — ¿Cómo debe ser un hombre, una mujer? — Relaciones entre chicos y chicas. — Principios o valores: respeto a personas mayores, padres, maestros/as… — Costumbres en fiestas, casamientos… — Formas de educar… 297
E) ¿Cómo se sienten mirados, acogidos? ¿Cómo viven los de aquí el hecho de que vengan? Elementos que favorecen, elementos que dificultan. — ¿Tienen amigos/as españoles? F) Consejos para otros/as adolescentes.
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ANEXO 2. GUION DE LAS ENTREVISTAS EN PROFUNDIDAD Es un guion orientativo. Las preguntas deben ser abiertas; no es necesario preguntar acerca de todo lo que se encuentra en el guion. Dar prioridad a los temas que elige el adolescente, aunque no estén incluidos en el guion. 1. Salida. — ¿Qué recuerda? — ¿Cuál era su situación de vida allí, la suya y la de sus familiares? — ¿Quién toma la decisión y por qué? (aspectos que han podido influir: económico, enfermedades, situaciones difíciles en el país…). — ¿Con quién se queda si alguno de sus padres emigra antes? — ¿Por qué se elige Zaragoza o España? 2. Despedida y viaje. — ¿Qué recuerda de la despedida? ¿De quién le costó más separarse? ¿Cómo se despidió? — ¿Cómo recuerda el viaje? Ilusión, tristeza. ¿Qué vivencias tenía? — ¿Cómo imaginaba el nuevo país? ¿Qué esperaba encontrar? 3. Llegada y primeros momentos. — ¿Qué recuerda de su llegada aquí? — La nueva casa... Encuentros o no con familiares... Primeros días. — La entrada en la nueva escuela. Primeros contactos y amigos. — Dificultades; ¿qué le ayudó? Sentimientos. — ¿Podía compartirlo con alguien o no? 299
— ¿Cuáles fueron sus reacciones? (problemas con el sueño, desorientación, desconfianza, aislamiento... o no). ¿Qué pensamientos, sentimientos tenía? — ¿Cuánto tiempo cree que duró la sensación de malestar (si la hubo)? — ¿Cuándo empieza a sentirse bien y por qué? 4. Experiencias hasta ahora; proceso. — ¿Cómo están ahora? — En el instituto o CSL. ¿Qué estudian o para qué se preparan? ¿Cómo les va? — Si se vive «diferente» respecto a los demás por su experiencia migratoria, ¿en qué consiste? — ¿Cuáles han sido o son las dificultades mayores? — ¿Cuáles son sus mayores preocupaciones ahora? 5. Relaciones con los padres. — Encuentro con ellos, si estuvieron un tiempo separados. — ¿Qué vivieron en el reencuentro? ¿Cómo fue evolucionando? — ¿Con quién tiene más confianza (madre-padre). — Qué tipo de conflictos hay con sus padres? — ¿Qué rol desempeña cada uno de ellos (trabajo, tareas de la casa, educación, normas…)? — Expectativas que tenían sus padres respecto a el/ella. Si se van cumpliendo o no. — Cambios en la relación desde que eran niños a ahora (madre, padre). — Si contrasta lo que le exigen sus padres respecto a su comportamiento, educación, deberes, lo que se permite aquí a otros chicos. Si ello les crea conflicto (incidir en las diferencias de ser chico o chica…). — Si ha notado cambios en sus padres por el hecho de estar aquí. — Si tiene hermanos/as, del otro sexo al suyo; si encuentran diferencias respecto al trato y a lo que se les exige. 6. Amigos. — Si tiene amigos, ¿cómo los ha conocido? ¿Dónde van? ¿Qué hacen? 7. Aquí y allí. Contrastes. — ¿Qué les parece mejor? — Ventajas e inconvenientes. 300
— ¿Qué conflictos y/o contradicciones les crea personalmente y respecto a su familia y su entorno? — Educación y valores. — Formas de divertirse. — Formas de relacionarse. Entre chicos, entre chicas, entre chicos y chicas. Con los adultos. — Roles hombre-mujer. — Relaciones de pareja. Sexualidad. Cómo se aprende, con quien se habla. — Costumbres. — Religión. 8. ¿Cómo ven a los adolescentes, a los jóvenes españoles? — En general. — A los chicos. — A las chicas. 9. ¿Cómo ven a los adultos españoles? — En general. — Hombres. — Mujeres. 10. ¿Cómo se sienten mirados, acogidos por los autóctonos? — ¿Cómo lo viven esto y qué les provoca? — ¿Cómo lo resuelven? 11. Contactos y relación con su país de origen. Familiares y amigos. — ¿Cómo contactan con ellos? ¿Con quiénes? — Viajes que han realizado tras venir aquí. ¿Qué han vivido? — Si les gustaría volver a su país, ¿cómo y cuando? 12. Sus aficiones. — ¿Cuáles? — Gustos en la música. — ¿Practicas de algún deporte? — ¿Cómo te relacionas con las drogas legales e ilegales? ¿Algún problema por hacerlo? 301
— ¿Participas en alguna asociación, club de tiempo libre, iglesia? ¿Qué buscan o encuentran? 13. Expectativas de futuro. — ¿Cuándo decide venir? Expectativas y sueños. ¿Cómo pensaban que sería? — ¿Qué se ha cumplido y qué no? — ¿Qué cosas nuevas o nuevos encuentros le han ayudado a estar mejor? — ¿Qué sigue añorando y no encuentra aquí? — ¿Cómo se imagina en el futuro? 14. Consejos a otros adolescentes en situación de haber migrado.
PREGUNTAS A TODOS/AS TRAS FINALIZAR LA ENTREVISTA 1. Sexo. 2. Fecha de nacimiento. 3. Edad. 4. Lugar de procedencia. 5. Año de salida de su país de origen. 6. Año de llegada a España y a Zaragoza. 7. Con quién vienen. Si hubo o no separación previa. 8. Con quién vive. 9. Qué estudia. Trabajo. 10. A qué se dedican sus padres.
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Este libro se terminó de imprimir en los talleres de INO Reproducciones, en Zaragoza, en el mes de marzo de 2012. 64 años después de la proclamación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, hoy debemos seguir recordando que «los inmigrantes, con independencia de su condición y circunstancia, en tanto que seres humanos tienen derechos porque los derechos humanos o fundamentales lo son y se poseen en la medida en que se es persona»