“Actuar es como dibujar: siempre se puede hacer mejor”

27 jul. 2010 - la dirección de Daniel Tinayre. A los ocho años se imaginaba en el rol de monja y pidió a sus padres entrar en un colegio religioso. “Du-.
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Espectáculos

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Martes 27 de julio de 2010

TELEVISION Gabriela Toscano: una consagrada revelación II Continuación de la Pág. 1, Col. 1

“Es raro. Creo que mi educación actoral viene de criarme en los estudios y de ver a los actores mayores”, resume la intérprete nacida en Montevideo, que a los seis años intervino en La Mary, como una pequeña Susana Giménez, con la dirección de Daniel Tinayre. A los ocho años se imaginaba en el rol de monja y pidió a sus padres entrar en un colegio religioso. “Duré dos años”, dice, y larga su primera carcajada. Muchos años después, pudo cumplir esa fantasía pueril al ponerse el hábito para encarnar el papel de la hermana Luisa Beauvier, en La duda, que en la pantalla grande tomó Meryl Streep. “La escuela no me gustaba para nada. Abandoné el secundario en primer año. Mal hecho”, se lamenta la actriz y madre, que inculca a su hijo, Bruno, el valor de la escuela. Pero, en ese entonces, para la niña que crecía entre decorados, leyendo guiones y obedeciendo a directores, la vida pasaba por otra parte; el tiempo se dividía entre ensayos y horas de grabación; no había timbre ni recreos. “Enseguida me propusieron hacer Los chicos crecen, con Susana Campos, que era mi ídolo en ese momento. Y bueno... Nunca más dejé de trabajar”, dice, con la evidencia de una abultada carrera, que incluye 65 programas de televisión (más de mil apariciones), catorce películas y nueve obras de teatro. “Lo más gratificante de haber empezado de tan chica es que trabajé con muchos y muy buenos actores porque en estos 40 años de carrera he visto la vieja televisión y también el cambio que se produjo”, resalta, mientras corre hacia el costado su flequillo castaño y despeja su amplia frente. Claro que también había momentos duros para la niña precoz y la adolescente que crecía detrás de cámara, mientras se aprendía la letra para la siguiente escena. “En algún punto fue costoso porque en la adolescencia empieza a haber algo interno de duda de «qué es lo que quiero» y «lo elegí o no lo elegí». Pero creo que internamente lo elegí”, reflexiona Gabriela, que recuerda su vergüenza a los 12 años cuando en Una escalera al cielo tenía que actuar de cafetera y grabar en exteriores gritando «¡Café, café!». Todo comenzó a esclarecerse; su vocación y su técnica actoral, a partir de su primer contacto con las tablas. “A

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Toscano, Griselda Siciliani y Celeste Cid como las sufridas hermanas San Juan, cuya desesperada búsqueda de amor es el centro del unitario de El Trece Para vestir santos

“Actuar es como dibujar: siempre se puede hacer mejor” los 27 empecé a sentir una necesidad de cambio. En mis comienzos trabajaba más intuitivamente y eso lo sufría mucho. No podía desarrollarme más allá. Luego empecé a ver que había técnicas y fui desarrollando la mía. Me lo tomé más en serio”, señala, y agranda sus ojos de mirada profunda, como triste.

Entrar y salir Más serios, complejos y densos fueron los roles que compuso para el teatro, de heroínas o víctimas agónicas que luchaban en climas tensos, como su personaje de Masha, en La gaviota, de Anton Chejov, o el de la joven víctima de abuso sexual en Cómo aprendí a manejar, en el que tenía el desafío de los

Andrea Del Boca, en la actualidad, y junto a Raúl Aubel, en Andrea (1973)

LEANDRO ARANDA

La actriz quiere dejar de componer “personajes adorables” para buscar algo “salvaje”

María Valenzuela, junto a Ernesto Bianco, en La película (1975) y durante Son de Fierro

saltos temporales: pasaba de ser la relatora de la historia a una niña de quince años. Toscano, elogiada por la crítica y ganadora del premio Cóndor a la mejor actriz de reparto en La viuda de los jueves, dice que nunca se siente preparada para encarnar un personaje. “Es muy difícil eso. Te das cuenta cuando te empiezan a aparecer pensamientos que no están en el libro. Por ejemplo, ahora, con el personaje de Susy, puedo ponerla en cualquier situación. Entrar y salir enseguida”, aclara la intérprete, casada con el director teatral Carlos Rivas, que la dirigió en La duda, La prueba y Cómo aprendí a manejar. De su conflictuada y voluble criatura en Para vestir santos, Susy San Juan,

la mayor de las tres hermanas solteras, adelanta: “En el fondo, va a ser la más terrible de todas. Creo que se deja llevar por la desesperación. Una parte de ella no quiere ser la perdedora y por eso se mete en lugares que no quiere”. En la accidentada y desorbitada búsqueda por encontrar el amor la acompañan Griselda Siciliani (Virginia) y Celeste Cid (Malena). “Hay esperanza para ellas. Están buscando y, mientras tanto, encuentran”, acentúa la actriz, que participa de esta historia de trazos dramáticos, pero que también roza el humor negro. A Toscano le gustaría dejar de componer personajes tan encantadores para la pantalla y sumergirse en la intricada psicología que revisten sus papeles teatrales. “Mis personajes son generalmente encantadores. Hay una veta que me gustaría explotar más. Tengo más carácter y soy algo más salvaje. Puedo desarrollarlo en el teatro, pero no en la TV ni en el cine. Quisiera cruzar esa línea y hacer personajes más dramáticos en los que me siento más cómoda”, asegura la intérprete, que se lució en el papel de la dubitativa Cathy, de La prueba, junto a Pablo Rago, en 2004. Si pudiera resaltar una de las mayores ventajas que conlleva la actuación, la artista que puso su toque distintivo y subió la vara actoral en programas como Amas de casa desesperadas, Culpables y Los machos elige la posibilidad de corregirse en los detalles. “Es como un dibujo: siempre se puede hacer mejor”, compara Toscano, que volverá a cruzarse con Alfredo Casero en la ficción, como lo hicieron en Culpables, donde ella era Daniela Trimarco de Fishini, su esposa, al borde de la locura, y entre ambos acaparaban todas las miradas y se sacaban chispas por la impecable composición de un matrimonio desbordado. Ahora, Casero se acercará al personaje de Susy como un policía y su participación en el unitario de El Trece durará sólo tres capítulos. “Todos” son los desafíos pendientes, según responde esta actriz, que cumple 40 años inventando y sumergiéndose en realidades oscuras y dramáticas –sus preferidas–, pero también en las románticas, superficiales y con toques de humor. El próximo es volver al set en la piel de Susy, un papel que la consagra e instala como una de las actrices de mayor peso del momento.

Pablo Codevilla, en sus épocas de joven pecoso, y ahora, como gerente de El Trece

Famosos de pequeños y también de grandes Son pocas las figuras que han logrado hacer la transición: entre las más exitosas, Andrea Del Boca, Pablo Codevilla, Gloria Carrá y Celeste Cid El unitario de Pol-ka, Para vestir santos, tiene la curiosidad de que tres de los protagonistas empezaron su carrera artística en la edad en que es más común jugar a las muñecas que hacer de otro frente a cámaras. A la precoz Gabriela Toscano se le suma Gloria Carrá, que en 1983 formó parte de Señorita maestra (para sumar coincidencias, la primera había formado parte de una versión anterior de la historia de Abel Santa Cruz, Jacinta Pichimahuida, a los 10 años) y Celeste Cid, que en 1997 debutó en Chiquititas a los 13 años. Encontrar famosos que empezaron su carrera de pequeños y la continuaron de adultos no era una cuestión común en los años 60. Por ese entonces, Andrea Del Boca tenía prácticamente el monopolio de la actuación infantil: hizo su bautismo de cámaras cuando tenía sólo cuatro meses, época en la que apareció como un bebe varón en una telenovela. Pero su debut oficial

fue a fines de los 60, con sólo cuatro años, en la novela Nuestra galleguita. La fama le llegó con su participación en la telenovela Papá corazón, en 1973, junto a Laura Bove y Norberto Suárez, y no la abandonó hasta nuestros días. Pero la cantera de talentos que debilitó la exclusividad de la actual protagonista de Alguien que me quiera fue, por aquel entonces, la mencionada Jacinta Pichimahuida. De allí salieron Toscano, María Valenzuela y Pablo Codevilla. Este último, gerente de programación de El Trece, luego de su participación en la novela de Santa Cruz, se convirtió en una figurita infaltable en las telenovelas de Alberto Migré y de María Herminia Avellaneda, cosa que también le pasó a María Valenzuela y que, en el caso de ella, se extendió hasta la vida adulta (su más reciente protagónico fue Son de Fierro). Otros chicos que fueron famosos

Gabriela Toscano, en su primer trabajo televisivo, en Música en libertad

por aquella época son Marcelo Marcote y Claudio María Domínguez. El primero, luego de ser estrella infantil de varios programas exitosos, se retiró de la actuación, estudió medicina y hoy es un pediatra de renombre. Domínguez, por su parte, fue la estrella de Odol pregunta, a principios de los 70, donde ganó contestando sobre mitología griega. Luego, en los 80, el ex niño prodigio participó de La máquina de mirar, un programa de interés general que conducía Cacho Fontana, y en los 90 escribió La marca del deseo, un unitario de alto contenido erótico. Actualmente, conduce los domingos, por C5N, un programa de autoayuda espiritual, Hacete cargo. La segunda cantera de talentos infantiles fueron las sucesivas versiones de Chiquititas. De allí salió la citada Celeste Cid, quien luego creció en su profesión con otro producto de Cris Morena, Verano del 98, y consiguió su consagración en el protagónico

de Resistiré, junto con Pablo Echarri. Pero el semillero de ese ciclo infantil también incluye, entre otras, a figuras como Benjamín Rojas, Felipe Colombo, Camila Bordonaba y Luisana Lopilato. Estos cuatro nombres integraban el grupo musical Erreway, que surgió de la tira juvenil Rebelde Way, programa que tuvo mucho éxito aquí, pero también en toda América latina, en varios países de Europa y en Medio Oriente. Por su parte, el éxito de Erreway traspasó la pantalla televisiva con los tres discos que el grupo sacó a la venta (Señales, en 2002; Tiempo, en 2003, y Memoria, en 2004) y un cuarto recopilatorio que se editó en España en 2006, trabajos que superaron las 100.000 copias vendidas en cada caso. Estos números muestran que cuando los chicos crecen, su fama y el negocio que generan, también.

Ricardo Marín