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(Uruguay) y candidatas a magíster en ciencia política por la misma institución. Formas de contacto ... valores de género han tenido en la opinión pública uruguaya en la última década, así como explorar qué ... de los partidos políticos, por los medios de comunicación, y hasta por el propio electorado cuando evalúa un ...
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DIME QUIÉN ERES Y TE DIRÉ QUE TAN IGUALITARIO/A ERES: VALORES DE GÉNERO EN URUGUAY

Verónica Pérez y Daniela Vairo1

Documento preparado para el 21º Congreso Mundial de Ciencia Política, Santiago de Chile, 12 al 16 de julio de 2009. Versión borrador. Por favor no reproducir sin autorización de las autoras. 1

Las autoras son licenciadas en ciencia política por la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República (Uruguay) y candidatas a magíster en ciencia política por la misma institución. Formas de contacto [email protected], [email protected]

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Resumen El género refiere al comportamiento que se espera de las personas según su sexo, es entonces socialmente construido y aprendido y define lo que hombres y mujeres deben o no hacer en el marco de una sociedad y un tiempo determinado, y en virtud de las normas sociales compartidas. Utilizando datos del Estudio Mundial de Valores, se analizan los cambios que los valores de género han tenido en la opinión pública uruguaya, en un conjunto de aspectos enfatizando en lo que refiere a la participación de hombres y mujeres en política en la última década. El trabajo busca explicar qué factores están operando en la conformación de valores más igualitarios de género. Se encuentra que las mujeres, las personas menos religiosas, quienes se autoidentifican como de izquierda y aquellos que son más tolerantes a conductas como la homosexualidad muestran valores más igualitarios.

Palabras claves: valores, género, igualitarismo.

1- Introducción El estudio de las características y determinantes de las (des) igualdades de género ha estado presente en forma creciente en la agenda y producción académica en las últimas dos décadas. La igualdad de género, en tanto uno de los elementos del desarrollo humano, se vincula con la calidad de la democracia entendida no sólo como el goce de los derechos formales de participación y asociación, sino también como la ampliación de las oportunidades de participación efectiva para las personas. Así, algunos estudios han mostrado que el énfasis en la igualdad de género y la tolerancia hacia los grupos excluidos ha surgido primero en las sociedades industriales avanzadas a través de un proceso de reemplazo intergeneracional de valores. Los cambios a nivel societal producidos en las últimas décadas (ingreso creciente de las mujeres al mercado de trabajo, su acceso creciente a la educación universitaria y a cargos de decisión política, cambios en las pautas reproductivas, en los arreglos familiares, etc.) han sido producto del cambio de valores, pero a su vez han contribuido a modificar las percepciones sobre los roles de género en una relación que puede calificarse como dialéctica (Inglehart y Norris 2003, Inglehart y Welzel 2006). En este contexto, este trabajo tiene como objetivo analizar los cambios que los valores de género han tenido en la opinión pública uruguaya en la última década, así como explorar qué factores están operando en su conformación. Para ello, se utilizan datos del ∗ Estudio Mundial de Valores en los años 1996 y 2006 . El trabajo encuentra movimientos hacia valores más igualitarios al tiempo que identifica como principales factores influyentes en este tipo de valores al sexo, la creencia o no en dios, la autoidentificación ideológica y la tolerancia a conductas como la homosexualidad. ∗

Este trabajo ha sido posible gracias a la generosidad de Equipos MORI quien proporcionó las bases de datos para el análisis.

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2- Revisión de la literatura existente en valores de género El género es ante todo una construcción social y designa las relaciones sociales entre los sexos, o el conjunto de ideas y valoraciones sobre lo masculino y lo femenino. Género es distinto de sexo, aunque ambos términos están relacionados: mientras el sexo refiere a lo biológico, el género refiere al comportamiento que se espera de las personas según su sexo. El concepto de género es socialmente construido y aprendido y define lo que hombres y mujeres deben o no hacer en el marco de una sociedad y un tiempo determinado, y en virtud de las normas sociales compartidas por los miembros de esa sociedad. A partir de las concepciones de género se derivan entonces estereotipos, es decir, modelos de conducta asignados a hombres y mujeres2. En este sentido, en general, lo masculino ha estado históricamente ligado a la esfera pública y a las tareas de la producción de bienes, mientras que lo femenino se ha relacionado con la esfera privada y las tareas de la reproducción biológica y social (tareas del cuidado). Por lo tanto, concibiendo a los valores en general como un mapa mental en el sentido de cosmovisiones a partir de las cuales los individuos se interpretan y comprenden a sí mismos y al mundo que los rodea (Yeric y Todd 1996), aquí se designará como valores sustentados en concepciones de género (valores de género) al conjunto de ideas y prescripciones sociales que determinan los derechos, deberes y recompensas que corresponden a hombres y mujeres en las distintas esferas de la sociedad y delinean sus actitudes y conductas. En este sentido, valores más igualitarios de género son señalados como uno de los factores que influyen en el ingreso de más mujeres en cargos de poder político. Inglehart y Norris (2000 y 2003) han encontrado que la prevalencia de valores más igualitarios de género influye positivamente sobre la tasa de presencia de mujeres en los parlamentos nacionales. Como señalan los autores, los valores de género podrían estar influyendo en este fenómeno sobre dos niveles: por un lado, sobre la oferta de candidatas, es decir, sobre el grado en que las mujeres están preparadas psicológicamente para competir por un cargo público. Dado que los valores predominantes en cada sociedad determinan los derechos, recompensas y poderes para hombres y mujeres en las distintas esferas, entre ellas la esfera pública, las explicaciones desde el lado de la oferta sostienen que en donde prevalecen actitudes tradicionales, las mujeres no sólo están limitadas por la sociedad, en cuanto a las oportunidades que persiguen, sino también por ellas mismas. Pero por otro lado, los valores de género también influirían sobre la demanda, es decir, sobre el grado en que las mujeres son “requeridas” en la actividad política, ya sea por quienes seleccionan candidatos dentro de los partidos políticos, por los medios de comunicación, y hasta por el propio electorado cuando evalúa un liderazgo3.

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Sanbonmatsu (2003) define los estereotipos como estructuras cognitivas basadas en creencias y expectativas sobre los grupos sociales en virtud de las cuales la gente caracteriza al resto, en parte porque al hacerlo se aseguran una buena parte de información a bajo costo. 3 No obstante esto, debe tenerse presente que los factores culturales no son la única variable que influye sobre la composición por sexo de los órganos políticos, ni su influencia es lineal. Una vasta literatura ha señalado la multicausalidad del fenómeno en el que variables de distinta naturaleza actúan en forma interrelacionada. Así por ejemplo, Norris (2004 y 2006) ha mostrado la importancia de los incentivos introducidos por las reglas electorales en la elección, por parte de los partidos políticos, de candidatos “óptimos”. Por otro lado, Norris (2004) también ha señalado la relación positiva entre altos niveles de desarrollo socioeconómico de las

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Pero ¿qué factores actúan en la configuración de valores más o menos igualitarios de género? Como ya se mencionó las ideologías de género están ancladas socialmente, en un tiempo y espacio determinados. En este sentido, la teoría del cambio cultural desarrollada por Ronald Inglehart coloca a los valores igualitarios de género dentro de los denominados valores de autoexpresión, relacionados con la autonomía personal y la libertad de elección. El viraje hacia valores de autoexpresión se traduce, por ejemplo, en cambios en el comportamiento sexual y reproductivo, en el cuestionamiento a la autoridad, en el surgimiento de nuevas formas de expresión y participación política no ligadas a las estructuras partidarias tradicionales, así como en la flexibilización de los roles tradicionales de género y en una mayor tendencia a la aceptación de la diversidad humana, así como en el surgimiento de movimientos anti-discriminación en varios frentes. Este cambio de valores es producto de procesos de modernización socioeconómica de las sociedades. En este sentido, cuando la supervivencia no está garantizada las personas se apoyan en valores y normas tradicionales –como los roles de género o los modelos tradicionales de familia- de forma de maximizar la predictibilidad de un mundo incierto. En estas sociedades los roles de género son rígidos y colocan al hombre como principal proveedor de bienes y a la mujer como principal cuidadora y encargada de las funciones de la reproducción biológica y social. La crianza y cuidado de los hijos e hijas es concebida como metas centrales y principal función en la vida de las mujeres y su principal recurso de satisfacción personal (Inglehart y Baker 2000: 28). Sin embargo, la asociación entre modernización socioeconómica y valores igualitarios de género no es perfecta: algunas sociedades avanzadas como Noruega, Finlandia y Alemania Occidental muestran mejores puntajes de lo que se esperaría, en tanto otras, como Estados Unidos y Japón puntúan peor. No todas las sociedades responden al cambio de igual manera y en la misma dirección sino que otros factores están mediando en la relación como las creencias religiosas y los legados históricos e instituciones políticas (Inglehart y Norris 2003). De este modo, Steel y Kabashima (2008) en su estudio sobre los países asiáticos y en especial sobre Japón, han señalado que pese a que estas sociedades han alcanzado un estadio avanzado de desarrollo socioeconómico, muestran valores de género tradicionales, incluso en mayor grado que países de regiones menos desarrolladas como América Latina. Steel y Kabashima sostienen que los procesos de modernización no son idénticos de una sociedad a otra, y eso hace que ciudadanos/as de diferentes regiones no compartan los mismos valores por más que se encuentren en sociedades con un mismo estadio de desarrollo. Según los autores, en los países de Asía del Este los procesos de modernización incorporaron las desigualdades de género y por lo tanto, los valores del público reflejan las normas desigualitarias promulgadas por sus gobiernos. Por otro lado, Inglehart y Norris (2000 y 2003) también han encontrado que las mujeres tienen valores de género más igualitarios que los hombres, en la medida en que rechazan el dominio del estereotipo masculino en política en mayor medida que aquellos, tanto en los países ricos como en los pobres, no obstante, estas diferencias en las sociedades menos avanzadas es pequeña. La influencia del sexo en la configuración de las opiniones hacia la presencia de hombres y mujeres en ámbito político ha sido señalada por otros trabajos en donde se ha sociedades y el surgimiento de valores más igualitarios de género, lo que luego repercutiría sobre las tasas de representación de mujeres en los parlamentos.

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encontrado que las mujeres tienen mayor “conciencia de género” en la evaluación de los candidatos o representantes mujeres, de tal forma que prefieren ser representadas por una persona de su propio sexo, lo que es asociado a su subrepresentación crónica en la esfera pública, hecho que las haría más sensibles al sexo de los candidatos (Dolan y Sanbonmatsu 2008). Sin embargo, en la literatura no existe acuerdo absoluto sobre la dirección y fuerza del sexo en la configuración de estos valores. Así, Inglehart y Welzel (2006: 367) observan que los hombres de los países ricos rechazan el hecho de que los hombres sean mejores líderes políticos en una proporción mayor que las mujeres de los países de renta baja, por lo cual esto sugiere que las creencias sobre los roles de género no siguen linealmente el interés racional (auto-interesado) del sexo entrevistado, sino que en culturas patriarcales tanto hombres como mujeres tienen orientaciones relativamente tradicionales, y a la inversa, en culturas más modernas, incluso los hombres tendrían orientaciones relativamente igualitarias. Por último, otro factor central en la teoría del cambio de valores está constituido por el peso del reemplazo generacional: los jóvenes muestran una tendencia menor a creer en la superioridad masculina que las generaciones más viejas, al tiempo que estas diferencias son también mayores que las diferencias de género de tal modo que los varones jóvenes de las sociedades más avanzadas tienen orientaciones de género más igualitarias que las mujeres mayores de estas mismas sociedades. La importancia que cobra el reemplazo generacional en el cambio de valores explica por qué la cuestión social del género ha cobrado prominencia sólo recientemente: los cambios culturales son lentos pues las personas adquieren los valores en las etapas formativas, permaneciendo aquellos relativamente estables a lo largo de la vida. Esto hace que una transformación en los valores de una sociedad necesite que una generación reemplace a la anterior (Inglehart y Norris 2003, Inglehart y Welzel 2006).

3- Desigualdades de género en Uruguay ¿Bajo qué contexto específico se configuraron (y configuran) los valores de género en Uruguay? En Uruguay, las mujeres fueron incorporadas tempranamente al modelo de desarrollo en comparación con otros países latinoamericanos y del resto del mundo. El batllismo, la fuerza política impulsora de las características más sobresalientes del Estado moderno, tuvo especialmente en cuenta a las mujeres como uno de los colectivos sociales que necesitaba de la protección del Estado. Por ello impulsó una serie de medidas legislativas y articuló un discurso dirigido a promover la “liberación femenina”. La ideología reformista y humanista que inspiró al batllismo suponía que la acción del Estado debía compensar las desigualdades económicas y sociales producidas por el orden vigente. El Estado tenía la obligación de favorecer a aquellos que no podían defenderse por sí mismos. El Estado batllista se concibió a sí mismo como “protector de los débiles”, incluyendo aquí componentes de edad (viejos), clase (trabajadores) y género (las mujeres)4.

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La política hacia las mujeres era parte del “país modelo” que el batllismo intentaba promover. Así lo expresaba el diputado Domingo Arena en referencia al proyecto de ley de divorcio por la sola voluntad de la

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Como han señalado Sapriza y Villamil (1984: 45-46), en la actitud del batllismo respecto a las mujeres coexistieron dos vertientes aparentemente contradictorias. Por un lado, una postura paternalista que se expresó sobre todo en la legislación laboral y en la seguridad social, impulsando medidas protectoras de la mujer en su rol maternal (considerado como sagrado) o mediante regímenes especiales de jubilación5. Pero por otro lado, una postura que buscaba promover a la mujer reivindicando sus derechos, capacidades y posibilidades como ser humano e impulsándola a salir del estado de subordinación en el que se encontraba. Bajo esta última concepción se creó, por ejemplo, la Sección Femenina de Enseñanza Secundaria (“Universidad de las Mujeres”) en lo que puede calificarse como la primera medida de acción afirmativa tendiente a mejorar la situación de las mujeres. Si bien Uruguay ya contaba con un sistema secundario de educación gratuita mixto, los prejuicios de la época hacían que ante la predominancia de varones en este nivel, muchas familias sintieran recelo de seguir enviando a sus hijas a estos establecimientos. Por lo tanto, era común la interrupción de la educación de las mujeres al alcanzar el nivel secundario y preparatorio. La Sección Femenina de Enseñanza Secundaria era la forma de compensar estas desigualdades: “No se trata de separar a los dos sexos, sino de reconocer un hecho, que justificable o no, impide que la mujer adquiera la misma cultura que el hombre”6. También bajo esta postura el batllismo impulsó numerosos proyectos de ley destinados a consagrar la igualdad civil y política de las mujeres, entre los que deben mencionarse las iniciativas relativas al divorcio, las modificaciones del Código Civil y los proyectos sobre derechos políticos. En relación a este último aspecto, el primer proyecto sobre extensión de los derechos de ciudadanía política a las mujeres fue presentado en 1914 por el diputado Héctor Miranda. Como señalan Sapriza y Villamil (1984) aunque esta iniciativa no prosperó, fue importante en la medida en que, por un lado, abrió formalmente el debate sobre el tema, y por otro se insertó de manera coherente dentro del primer impulso reformista del batllismo. El proceso que condujo a la extensión de los derechos políticos a las mujeres abarcó las primeras tres décadas del siglo XX y no estuvo exento de dificultades debido a la fuerte oposición conservadora y a factores vinculados a razones de estrategia político-electoral por parte de quienes lo impulsaban7. La ley que otorgaba los derechos políticos a las mujeres se aprobó finalmente el 16 de diciembre de 1932 y Uruguay se convirtió en el primer país de América Latina en consagrar los derechos políticos femeninos: antes lo habían hecho Ecuador (1929) y Chile (1931) pero con restricciones y acotamientos. Los derechos civiles llegarían en 1946. Pero luego de este promisorio comienzo ¿cuál es la situación actual de Uruguay en materia de desigualdades de género? Según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) 200720088, Uruguay ocupa el lugar 46 en el mundo y la tercera posición en América Latina, mujer: “Hagamos una ley esencialmente feminista que asombre al mundo, que atraiga sobre nuestro bello y próspero país la simpática atención de toda la humanidad.” (citado en Sapriza y Villamil 1984: 78). 5 También puede mencionarse aquí la llamada “Ley de la Silla”, que obligaba a los propietarios de talleres o fábricas a colocar sillas para que sus empleadas pudieran tomar asiento cuando sus tareas se lo permitieran. 6 Exposición de motivos del proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo que creaba la Sección Secundaria Femenina (citado en Nahum 1996: 56). 7 Ver Sapriza y Villamil (1984). 8 Es elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), combinando indicadores en salud (esperanza de vida al nacer), educación (tasa de analfabetismo y tasa de matriculación en los tres niveles educativos) e ingresos (PIB per cápita)

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siendo superado por Argentina (lugar 38) y Chile (lugar 40), principalmente debido a un mayor ingreso per cápita de estos países. Cuando esta medida es controlada según las desigualdades entre hombres y mujeres, se obtiene el Índice de Desarrollo Relativo de Género (IDG). En este indicador la posición de Uruguay mejora respecto a la posición obtenida en el IDH: ahora está en el lugar 45, en tanto en América Latina sólo es superado por Argentina que se ubica en la posición 369. No obstante la situación cambia cuando lo que se consideran son recursos de poder. Además del IDG, el PNUD elabora el Índice de Potenciación de Género (IPG), una medida que resume el desempeño de las mujeres en cuatro variables: escaños parlamentarios ocupados por mujeres; mujeres legisladoras, altas funcionarias y en puesto directivos; mujeres profesionales y trabajadoras técnicas, y relación de ingresos estimados entre hombres y mujeres. Cuando se considera este índice, la posición relativa de Uruguay empeora: ocupa el lugar 59 en el mundo, siendo superado ahora por 11 países latinoamericanos10. La mala performance en este indicador obedece, casi exclusivamente, a la baja tasa de representación femenina parlamentaria. En este sentido, según los últimos datos disponibles en la Clasificación Mundial de Mujeres en los Parlamentos que elabora la Unión Interparlamentaria clasificando a los parlamentos en orden descendente según la tasa de presencia de mujeres en las cámaras bajas o únicas, Uruguay se encuentra en el lugar 91 de 188 países y en América Latina ocupa el lugar 17 de 19 países.

4- Los datos Los datos utilizados en este documento provienen del Estudio Mundial de Valores11 (WVS, World Values Survey) de los años 1996 y 2006, para Uruguay. Las muestras incluyen un total de 1000 personas encuestadas de 18 años y más para cada año. Lo primero a destacar en el caso uruguayo es un movimiento hacia valores de género más igualitarios entre 1996 y 2006. Particularmente, la proporción de personas que consideran que “los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres” se redujo casi a la mitad (de 35% a 18%). Lo mismo ocurrió con quienes dicen que “la educación universitaria es más importante para los hombres que para las mujeres” (pasó de 13% a 6%). Por último, las personas que están de acuerdo con la frase “cuando los trabajos escasean los hombres tienen más derecho a ellos que las mujeres” son 7% menos que en 1996 (de 28% a 21%).

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Chile continúa en el lugar 40. Por encima de Uruguay se encuentran: Argentina (17), Costa Rica (24), Cuba (26), Perú (32), Ecuador (43), México (46), Honduras (47), Panamá (49), República Dominicana (53), Venezuela (56) y El Salvador (58). 11 El Estudio Mundial de Valores es una investigación global sobre cambios socioculturales y políticos. Las entrevistas se han llevado a cabo a muestras representativas a nivel nacional de más de 80 países en los 5 continentes, conteniendo información de diverso tipo como socioeconómica, política, demográfica, etc. Se han realizado un total de 4 olas desde el año 1981, por más información ver: http://www.worldvaluessurvey.org/ 10

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GRÁFICO 1: Cambios en valores de género: Uruguay 1996-2006 (% en acuerdo con la frase) 34,6 27,5 21,2 18,4 12,5 6,3

Los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres

La educación universitaria es más

Cuando los trabajos escasean los

importante para los hombres que para las hombres tienen más derecho a ellos que mujeres 1996

las mujeres

2006

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 1996 y 2006

No obstante, si bien se observan cambios importantes, aún alrededor de una de cada cinco personas manifiesta en 2006 que los hombres son mejores líderes políticos y que tienen más derecho a trabajar cuando los trabajos escasean. En cuanto a la educación universitaria, allí sí se observa que es tan sólo una pequeña minoría que mantiene valores no igualitarios de género. Algunos fenómenos ocurridos en los últimos años pueden haber contribuido a este movimiento hacia la autoexpresión en los valores de género de la opinión pública uruguaya. Así, es posible que el creciente acceso de las mujeres a cargos de decisión política haya contribuido a “normalizar” su rol en esta área, y por lo tanto la apreciable baja en la percepción que el público tiene sobre la actuación de las mujeres en un ámbito ligado tradicionalmente a lo masculino. Más allá de la escasa presencia de mujeres en el parlamento uruguayo (desde 1995 hasta ahora la tasa de representación femenina parlamentaria creció sólo 4 puntos porcentuales), en la última década el tema del acceso de las mujeres a cargos de poder político ha estado cada vez más presente en el debate y en la agenda internacional. Un número creciente de mujeres ha ingresado a los parlamentos nacionales, hecho que es particularmente apreciable en varios de los países de la región. Asimismo, debe destacarse que durante este período varias mujeres alcanzaron o compitieron por candidaturas presidenciales con grandes chances de salir electas (Soledad Alvear y Michelle Bachellet en Chile y Cristina Fernández en Argentina) o posicionándose como una de las principales figuras de la oposición (Elisa Carrió en Argentina). Finalmente dos de ellas alcanzaron la presidencia (Bachellet y Fernández). En Uruguay en tanto, los mayores cambios se produjeron a nivel del gabinete ministerial: durante la administración del Frente Amplio iniciada en 2005, cinco mujeres fueron designadas ministras, hecho que contrasta con los cuatro gobiernos anteriores que se sucedieron desde la redemocratización,

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durante los cuales sólo se cuentan dos mujeres ministras y para distintos períodos de gobierno12. En el mercado de trabajo, la participación de las mujeres uruguayas en la población económicamente activa (PEA) también se ha incrementado pasando del 44% en la década del ’90 al 53% en la actualidad. No obstante siguen persistiendo problemas a la incorporación plena de las mujeres en este ámbito como los altos niveles de desempleo en relación a los hombres y la brecha salarial por igual tarea desempeñada13. Por último, en relación al mercado educativo, como se observa en el Gráfico 1, sólo una pequeña proporción acepta la frase de que la educación universitaria es más importante para los hombres. Posiblemente, la temprana incorporación de las mujeres uruguayas a este ámbito, como la masiva matriculación universitaria femenina que se registra desde hace algunos años esté contribuyendo a esta valoración.

5- Descripción de los valores de género Pero podemos preguntarnos también si los valores de género son compartidos de igual manera por todo el público o existen sectores de la población más igualitarios que otros. Con el objetivo de indagar en este punto realizamos primero un análisis descriptivo de nuestras tres variables de interés (“los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres”, “la educación universitaria es más importante para los hombres que para las mujeres”, “cuando los trabajos escasean los hombres tienen más derecho a ellos”) según una serie de variables socioeconómicas y sociodemográficas relevantes de acuerdo con la teoría. Como se observa en los gráficos, en todos los indicadores elegidos, las mujeres muestran valores de género más igualitarios que los hombres. Lo mismo sucede con las personas más educadas respecto a las menos educadas y con las personas de mayor nivel de ingresos. En cuanto a la región (Montevideo-Interior) como un indicador de modernización, aunque las diferencias son pequeñas, quienes habitan en Montevideo tienden a expresar valores más igualitarios que quienes residen en el interior del país.

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La Dra. Adela Reta había sido Ministra de Educación durante el período 1985-1990, y la Dra. Ana Lía Piñeyrua se desempeñó como ministra de Trabajo y Seguridad Social entre 1990-1995. 13 Ver por ejemplo Amarante y Espino (2008).

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GRÁFICO 2: “Los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres 2006” por variables básicas (% en desacuerdo con la frase)

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

En cuanto a la condición de actividad económica, esta variable no parece arrojar diferencias significativas salvo por el hecho de que por lo general los estudiantes aparecen como el sector de la población con valores más igualitarios de género, lo que probablemente esté asociado a la edad, como se verá enseguida. Las amas de casa, en tanto, no parecen mostrar valores de género más conservadores que los sectores activos de la población. GRÁFICO 3: “La educación universitaria es más importante para los hombres que para las mujeres 2006” por variables básicas (% en desacuerdo con la frase)

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

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Tampoco es significativa la asociación con el estado civil o situación de convivencia, no verificándose el hecho de que las personas solteras o quienes están en unión libre, exhiban valores más igualitarios de género que las personas casadas. La única categoría que parecería discriminar es “viudo/a”, en donde en todos los casos se observan valores menos igualitarios que en el resto. No obstante es posible que esto esté asociado con la edad en la medida en que las personas viudas suelen ser también las personas de mayor edad. GRÁFICO 4: “Cuando los trabajos escasean los hombres tienen más derecho a ellos que las mujeres 2006” por variables básicas (% desacuerdo con la frase)

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

Por su parte, la religión también parece influir: las personas que dicen creer en Dios muestran valores de género algo menos igualitarios que quienes dicen no creer -salvo en la variable “la educación universitaria es más importante para los hombres que para las mujeres” donde esto no se verifica-. Por último, como ya se adelantó, las personas de mayor edad exhiben, en general, valores menos igualitarios que las franjas etarias más jóvenes. Asimismo, las variables seleccionadas como indicadores de valores de género fueron también observadas según un conjunto de variables que aquí denominamos de “opinión” o “actitudinales”, y que eventualmente podrían generar varianza en nuestro caso de estudio (Gráficos 5 a 7). Como se observa en los gráficos, la variable autoidentificación ideológica (en el eje izquierda-derecha) parece estar asociada con los valores de género, de forma que quienes se ubican hacia la izquierda exhiben valores más igualitarios que quienes se ubican hacia la derecha. Esta tendencia parece razonable si se tiene en cuenta el eje definidor de la izquierda y la derecha. En este sentido, como señala Bobbio (1995), aún cuando se asuma que la izquierda no es una categoría absoluta ni fija en el tiempo, el parte aguas entre la izquierda y la derecha (o entre las izquierdas y las derechas) sería la diferente actitud que

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asumen las personas frente al ideal de la igualdad14. De esta forma, parece coherente que si las personas de izquierda tienden a priorizar la igualdad como valor en general, expresen también su adhesión a valores más igualitarios respecto al desempeño de mujeres y hombres en temas como el acceso a puestos de poder, la educación o la participación en el mercado de empleo. Como se observa de la comparación de los gráficos, la asociación más clara entre ser de izquierda y mostrar valores más igualitarios de género, se aprecia en la variable “los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres”. 15 GRÁFICO 5: “Los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres 2006” por actitudes (% desacuerdo con la frase)

74

71

Importancia vivir en democracia

Interés por la política

Autoidentificación ideológica

68

73

Justificación homosexualidad

Mater/posmat

Total

60

Posmaterialista

Derecha

Centroderecha

Centro

Centroizquierda

Izquierda

Muy o algo interesado No muy o nada

59

69

Indefinido

73

Materialista

69

86

80

Se justifica

78

Intermedio

83

No se justifica

73

Es importante

67

Intermedio

No es importante

60

76

total

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

Por otra parte, se observa también que las personas más politizadas (medidas según el grado de interés por la política) presentan valores más igualitarios de género que las más alejadas de la política. Sin embargo, este dato debe leerse a la luz del anterior ya que en Uruguay por lo general las personas más interesadas en política se autoidentifican más como de izquierda que aquellas a las que les interesa menos. 14

Bobbio señala que en virtud de esto, quienes se declaran de izquierda, darán más importancia a las formas de atenuar o reducir las desigualdades como resultado de concebir que éstas son sociales, y por lo tanto, enfatizarán las políticas “que tienden a convertir en más iguales a los desiguales”. Por el contrario, quienes se declaran de derecha consideran que las desigualdades son naturales y por lo tanto un dato ineliminable. 15 Esta tendencia en la opinión pública uruguaya concuerda con lo encontrado por otros estudios a nivel del sistema político en los cuales se señala que la izquierda partidaria en Uruguay (Frente Amplio) muestra indicadores que harían pensar en la existencia de una cultura más igualitaria de género que en los partidos tradicionales (Partido Nacional y Partido Colorado). Esto se manifestaría en una oferta electoral más equilibrada entre hombres y mujeres, en una mayor incorporación de los “issues” de género en las plataformas programáticas, en la inclusión por parte de algunas de sus fracciones de cupos de género para la integración de los órganos de dirección y listas electorales, así como en una composición más equilibrada del gabinete ministerial respecto a los gobiernos de los otros dos partidos que se sucedieron desde 1985 hasta ahora (Ver Johnson 2001, 2005 y 2008, así como Pérez 2005 y 2006).

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GRÁFICO 6: “La educación universitaria es más importante para un hombre que para una mujer 2006” por actitudes (% desacuerdo con la frase) 96 92

91 89

86

Autoidentificación ideológica

Se justifica

Intermedio

No se justifica

Derecha

Centroderecha

Centro

Centroizquierda

Izquierda

Es importante

Intermedio

No es importante

Muy o algo interesado No muy o nada Interés por la política

91

84

83

Importancia vivir en democracia

91

90

Justificación homosexualidad

Mater/posmat

Total

89

91

Posmaterialista

89

90

Indefinido

91

Materialista

90

90

total

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

Por otro lado, actitudes más pro democráticas también parecen estar asociadas con valores más igualitarios de género, aunque esta relación no aparece con claridad en el caso de la variable “la educación universitaria es más importante para los hombres que para las mujeres”. Por último, dos actitudes están relacionadas con los valores de género: la tolerancia frente a la homosexualidad y los valores más altos en el Índice de materialismoposmaterialismo16. Ambas asociaciones aparecen como razonables en la medida en que todas las variables refieren a valores de autoexpresión, enfatizando en un caso actitudes antidiscriminación y en el otro, las oportunidades de participación.

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Este índice está construido en base a dos preguntas que solicitan al entrevistado que diga qué es lo más importante y lo segundo más importante de una lista de cuatro ítems: “mantener el orden”; “luchar contra el alza de precios”; “dar oportunidad a la gente a participar en decisiones gubernamentales importantes”, y “proteger la libertad de expresión”. Si la persona nombraba las primeras dos opciones como las dos más importantes era clasificado como “materialista”, si elegía las segundas dos opciones, era clasificado como “posmaterialista”, en cambio si elegía una opción de cada uno de los grupos (por ejemplo, mantener el orden y proteger la libertad de expresión) se clasificaba como “indefinido”.

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GRÁFICO 7: “Cuando los trabajos escasean los hombres tienen más derecho a trabajar que las mujeres 2006” por actitudes (% en desacuerdo con la frase)

Interés por la política

Justificación homosexualidad

Posmaterialista

Mater/posmat

Total

68

66

Indefinido

59

Se justifica

Derecha

Autoidentificación ideológica

78

75

57

Intermedio

57

No se justifica

57

Centroderecha

68

Materialista

71

Centro

75

Centroizquierda

66

72

Izquierda

Intermedio

Importancia vivir en democracia

70

Muy o algo interesado No muy o nada

60

Es importante

60

No es importante

69

TOTAL POB

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

6- Explicando los valores de género en Uruguay Para conocer en profundidad los factores que explican los valores de género, se estimó un modelo probit con homlid como variable dependiente y el resto de las variables mencionadas anteriormente como variables independientes17. Con respecto al sexo, la variable binaria mujer toma el valor uno en el caso de que la persona sea de este sexo, y cero en caso de que sea hombre. De acuerdo con lo encontrado por otras investigaciones esperamos que los hombres expresen valores menos igualitarios de género en el ámbito público que las mujeres. En relación a la edad, se construyeron tres variables binarias que recogen diferentes tramos de edad elegidos para estudiar su posible efecto. Tomando en cuenta que se trata de una muestra de personas mayores de 18 años se toman los tramos 18-29, 30-64 y 65 y más. En la estimación se omite el tramo de personas mayores (65 y más) de manera de estudiar las diferencias en los valores de género a medida que las personas envejecen. Se espera que las generaciones más jóvenes presenten, al igual que las mujeres, valores más igualitarios de género. Otra de las variables que resulta de interés es el nivel educativo en la medida en que puede ser tomado como un indicador de modernidad. En este sentido, es esperable que las personas más educadas tiendan a exhibir valores de autoexpresión en mayor medida que las menos educadas, y por lo tanto, se espera que también exhiban valores más igualitarios de género. En este sentido, se construyeron tres variables binarias que recogen el máximo nivel En el modelo probit, la probabilidad de que la variable binaria y (homlid) tome valor 1, condicional a un vector de variables x queda caracterizada por la ecuación: P(y=1| x) = Φ( β’x). Donde Φ(.) es la función de distribución normal estándar. 17

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educativo alcanzado por las personas entrevistadas: bajo, medio y alto tomando el valor uno en caso de que la persona no haya recibido educación formal o haya alcanzado un nivel de educación primaria, secundaria o respectivamente. En la estimación se omite el nivel bajo (primaria). Por otro lado, se construyeron una serie de variables, también binarias, que dan cuenta del nivel de actividad de las personas: ocupado, amas de casa, estudiante, desocupado y jubilado. En el modelo se omite esta última y se espera que las personas ocupadas y los estudiantes muestren valores más igualitarios del género que el resto. Asimismo, se definieron tres variables que dan cuenta de la declaración del nivel de ingresos: bajo, medio y alto. La categoría omitida es bajo. En tanto los ingresos son un indicador del nivel de bienestar socioeconómico de las personas, se espera una relación positiva entre mayores niveles de ingreso y la expresión de valores de género más igualitarios. Con respecto al estado civil, se determinaron cinco variables binarias: casado, unión libre, separado/divorciado, viudo y soltero que toman el valor uno según el estado civil declarado. En las estimaciones la categoría omitida es viudo. También, se incluyó una variable vinculada a la religiosidad: creencia o no en Dios. Esperamos que las personas que no creen en Dios expresen valores más igualitarios. En el modelo se omite creyente. Como forma de tener un indicador de tolerancia a la diversidad se incluyó la variable justificación de la homosexualidad recategorizada en tres variables binarias: justifica homosexualidad, justifica en forma intermedia y no justifica. En la medida en que la tolerancia a la diversidad es uno de los valores de autoexpresión, se espera que las personas que más justifican comportamientos como la homosexualidad tiendan a estar más en desacuerdo con el hecho de que los hombres son mejores líderes. En el modelo se omitió la variable no justifica. Por otro lado, se incluye también la variable auto-identificación ideológica como otra variable independiente de tipo actitudinal. A los efectos del estudio de su influencia se crean un conjunto de variables binarias (izquierda, centroizquierda, centro, centroderecha, y derecha) que capturan dicho autoposicionamiento en una escala del 1 al 10, donde 1 implicaría la posición más a la izquierda posible, y 10 la más a la derecha. En la medida en que el parte aguas clásico entre la izquierda y la derecha es la diferente actitud que asumen las personas frente al ideal de la igualdad-libertad (Bobbio 1995), priorizando la izquierda la primera parte del término y la derecha la segunda, esperamos que las personas que se autoidentifican como de izquierda adhieran a valores más igualitarios respecto al desempeño de mujeres y hombres en temas como el acceso a puestos de poder que quienes no lo son, aunque más no sea por priorizar la igualdad como valor en general. Asimismo se introdujo la variable importancia en la democracia a partir de tres variables binarias: demócrata, demócrata intermedio y no demócrata. Se espera encontrar una relación positiva entre las personas que asignan más importancia a la democracia (demócratas) y aquellas que expresan valores más igualitarios de género. Por último, el modelo también incluyó el interés por la política a través de dos variables binarias: interesado en política y no interesado. En el modelo se omiten a los no interesados. Se espera que los más interesados sean los más igualitarios.

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Al tratarse de una variable dependiente binaria, lo que el modelo estima es una probabilidad, es decir, la probabilidad de que las personas entrevistadas estén en desacuerdo con la frase los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. Además de los resultados de la estimación de los coeficientes del modelo se presentan los efectos marginales, como forma de dar cuenta de la magnitud del efecto de las variables independientes sobre la probabilidad de expresar valores igualitarios de género. En primer lugar, observamos que la probabilidad estimada por el modelo de que la variable dependiente tome el valor 1 ( P(y=1| x )) es de 0.821. Al tratarse de una variable dependiente binaria, esta probabilidad significa que en promedio, el modelo estima que un 82% de los entrevistados y entrevistadas posee valores igualitarios de género en lo que respecta a la participación de hombres y mujeres en política (homlid=1). Tomando en cuenta que el porcentaje de personas entrevistadas que efectivamente se encuentran en esa categoría en la muestra es de 73%, dicha medida de bondad de ajuste del modelo es satisfactoria aunque es una medida parcial. El ajuste general del modelo presenta un valor del estadístico de Wald de 65.73, lo cual lleva a rechazar la hipótesis nula de que las variables incluidas son no significativas en conjunto. Para tener alguna medida de la magnitud del efecto de las variables se presentan, además de los coeficientes, los efectos marginales (Cuadro 1), los cuales deben leerse como el cambio en la probabilidad estimada de que la variable dependiente valga 1 dado un cambio en la variable independiente de 0 a 1. De esta forma el modelo encuentra un efecto estadísticamente significativo del sexo. En particular, el hecho de que la persona entrevistada sea mujer tiene un efecto positivo en la probabilidad estimada de que esté en desacuerdo con que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. Con respecto a la magnitud de dicho efecto, se estima un efecto marginal positivo de de unos 14 puntos. Esto debe leerse como que el hecho de que una persona sea mujer aumenta la probabilidad estimada por el modelo de que la variable dependiente tome el valor 1 (desacuerdo), en 13 puntos porcentuales. Con respecto a la religión, se observa un efecto negativo y estadísticamente significativo de creer en Dios respecto a no creer. En este sentido, el hecho de creer en Dios está asociado con una disminución en la probabilidad estimada de poseer valores igualitarios de género de 7 puntos porcentuales. A su vez, se encuentra una asociación positiva con la variable que refiere a cuán justificable se considera la homosexualidad: mientras más justificable considere el entrevistado a la homosexualidad, mayor probabilidad de que la variable dependiente tome el valor 1. El efecto marginal asociado a dicha variable es del entorno de 6 puntos porcentuales para quienes la justifican moderadamente y 14 para quienes la justifican totalmente. También se encuentra un efecto significativo del autoposicionamiento ideológico en el eje izquierda-derecha. Al omitir la variable derecha se encuentra un efecto positivo de autoidentificarse como de izquierda o de centro-izquierda con respecto a considerarse de derecha. La magnitud de dicho efecto es del orden de los 12 puntos porcentuales para el caso de considerarse de izquierda, 11 para quienes dicen ser de centro izquierda y 10 para quienes se autoidentifican como de centro. En contrario con nuestra hipótesis no se observan efectos significativos de la educación.

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Cuadro 1: Resultado de modelo probit: coeficientes y efectos marginales Probabilidad estimada por el modelo= .82117953 Efectos Homlid (desacuerdo) Coeficiente marginales .1229779 Mujer .4607468*** 18_29 años

.144049

30_64 años

-.1009166

N. educ. médio

.0907927

N. educ. alto

.1422786

Montevideo

-.1078056

Ocupado

.1315091

Ama de casa

-.1389568

Estudiante

.4943482

Desocupado

.0626749

Ingresos medios

-.0049137

Ingresos altos

-.2383145

Casado

.0497703

Unión libre

-.1006495

Separado/divorciado

-.0487757

Soltero

-.291624

No creyente

.2943841*

Demócratas intermedios

.1829974

Demócratas

.3717283

Interesados en política

-.0134632

Izquierda

.6061339***

.1264865

Centroizquierda

.4949385**

.112101

Centro

.4012205 **

.1005564

.0698226

Centroderecha .3064083 Justifica homosexualidad_intermedio .251116*

.0638214

Justifica homosexualidad

.1393233

Constante

.5716148 ***

-.3920239 * Significativo al 10% ** Significativo al 5% *** Significativo al 1%

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7- La brecha de género Una reflexión especial merecen los hallazgos en relación a las diferencias entre los valores que exhiben hombres y mujeres. En Uruguay –en consonancia con lo encontrado en otros estudios (Inglehart y Norris 2003; Inglehart y Welzel 2006)- las mujeres son más igualitarias que los hombres en temas de género independientemente del resto de los factores que influyen sobre el fenómeno, siendo el sexo uno de los factores que más influye en la configuración de los valores de género. Ahora bien, nuestro modelo incluyó tanto variables sociodemográficas (sexo, edad, nivel educativo, etc.) como variables actitudinales (autoidentificación ideológica, tolerancia a la homosexualidad y creencia en Dios) que suelen explicarse por las primeras. En este sentido, y dados los resultados del modelo, este punto plantea un problema teórico: los estudios clásicos en cultura política (Lipset 1960; Lazarsfeld 1944, entre otros) habían señalado que las mujeres eran más conservadoras en política que los hombres, lo que se traducía, entre otras cosas, en una tendencia a preferir opciones políticas de derecha, así como a estar más influidas por la religiosidad. No obstante, estudios más recientes muestran que la antigua brecha de género se está modificando de tal forma que las mujeres las mujeres de algunas sociedades avanzadas se están posicionando más a la izquierda que los hombres en el eje izquierda-derecha (Inglehart y Norris 2000b y 2003). Si esto estuviera ocurriendo en Uruguay sería una explicación razonable de la asociación entre valores igualitarios de género, sexo y autoidentificación ideológica. Sin embargo, los datos muestran que no existen diferencias significativas en la autoidentificación ideológica de hombres y mujeres, estando incluso las mujeres levemente más corridas a la derecha que los hombres (el promedio es de 5,43 para las mujeres y 4,99 para los hombres). En este sentido, lo que sucede cuando se efectúa un corte por sexo de la variable “los hombres son mejores líderes” y se controla por autoidentificación ideológica, se observa que en todos las cohortes de autoidentificación las mujeres son más igualitarias, brecha que se agranda en la cohorte de derecha. Es posible que esta divergencia de valores se explique por la desventaja crónica que presentan las mujeres y uruguayas en el ámbito público: si un grupo considera que no es totalmente valorado en sus capacidades o encuentra barreras para acceder a ciertos ámbitos tenderá a acentuar -más que otros grupos- valores y actitudes que lo beneficien. Un segundo punto a tener en cuenta en relación a las diferencias de género refiere a la edad. El Gráfico 10 muestra el porcentaje de hombres y mujeres que están en desacuerdo con la afirmación “los hombres son mejores líderes”, según franja etaria. Como muestra el gráfico, los hombres exhiben valores de género relativamente similares en todas las franjas etarias, aunque con una leve tendencia a valores más igualitarios en las franjas más jóvenes. Entre las mujeres, esta tendencia se acentúa: las mujeres jóvenes tienen valores significativamente más igualitarios que las mujeres más viejas, aunque también que los hombres jóvenes. En todos los grupos de edad las mujeres muestran valores más igualitarios que los hombres, pero esta brecha se agranda significativamente en la franja de 18 a 29 años. Si bien no existen mediciones de encuestas que permitan tener una serie extensa en el tiempo de forma de poder estimar la fuerza del cambio generacional, la cohorte por edad podría estar indicando un giro generacional hacia valores de género más igualitarios más profundo entre las mujeres que entre los hombres.

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GRÁFICO 8: Valores de género según sexo y edad

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

Por último, esta diferencia de valores sugiere algunas cuestiones sobre la oferta y demanda de candidatas a nivel político. Si las mujeres están más en desacuerdo con el hecho de que los hombres son mejores líderes, entonces, es razonable deducir que entre ellas existe cierto grado de autoconfianza personal hacia el eventual desempeño de una función asociada tradicionalmente a lo masculino. Más aún, si la variable los hombres son mejores líderes se controla por nivel educativo, se observa que en el estrato más educado, es decir, aquel del que por lo general se nutren las élites políticas, la distancia entre hombres y mujeres es la mayor (Cuadro 2) 18. Desde este punto de vista entonces, los problemas asociados a la oferta de candidatas deberían relativizarse. Cuadro 2: “Los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres” (% en desacuerdo con la frase) según sexo controlando por nivel educativo del entrevistado Sexo

Nivel educativo Bajo Medio Alto

Hombres 63,5 67,1 69,1

Brecha (M-H) Mujeres 66,0 82,2 88,9

+ 2,5 + 15,1 + 19,8

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Mundial de Valores; Equipos MORI, Uruguay 2006

Sin embargo, también se debe señalar, que si bien los valores están en la base de actitudes y conductas, en este caso, poseer valores más igualitarios de género no necesariamente implica, para el caso de las mujeres, su traducción lineal a una mayor 18

La brecha es la diferencia entre el porcentaje de las mujeres y el porcentaje de los hombres de manera que un signo positivo indica que las mujeres expresan valores más igualitarios de género que los hombres.

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predisposición a participar activamente en política. Otros estudios han mostrado que las mujeres están menos interesadas en política que los hombres, son menos ambiciosas y participan menos en las organizaciones que por lo general sirven de trampolín a las candidaturas: sindicatos, gremios, partidos políticos (Inglehart y Norris 2005, Lawless y Fox 2005, Moreira 2001). Pero por otro lado, esta divergencia de género en estos valores debe interpretarse a la luz de la demanda de candidatos para ocupar cargos en un sistema político: si son los hombres quienes en mayor medida piensan que las mujeres no son tan óptimas como líderes políticas en relación a ellos, y a su vez son éstos quienes, por lo general, ocupan los puestos más importantes de las estructuras partidarias y seleccionan a los candidatos, es de esperar que sus expectativas acerca del desempeño de hombres y mujeres en política influya en la selección de las personas adecuadas para ocupar un cargo.

8- Conclusiones Desde el enfoque de la cultura política este trabajo ha intentado centrarse en los factores que influyen sobre la configuración de los valores de género bajo el supuesto que configuraciones más igualitarias influyen en la calidad de las democracias. En Uruguay el sexo es una de las variables de mayor peso en la conformación de los valores de género, de tal forma que, independientemente del peso del resto de las variables, las mujeres muestran valores significativamente más igualitarios que los hombres. Este hecho aparece como relevante en un ámbito donde las mujeres encuentran dificultades para su participación: la esfera pública. En este sentido, si desde un análisis de género uno de los requerimientos a la participación política es el grado de autoconfianza en el desempeño del rol, las mujeres uruguayas no parecen estar afectadas por este problema: entienden que pueden ser tan buenas en el ejercicio del poder como los hombres. A la inversa, son los hombres quienes en mayor medida consideran que aquellas no serían tan buenos líderes como ellos aún cuando se controle por el nivel educativo, variable que suele estar asociada con el surgimiento de valores de autoexpresión. Próximos trabajos deberán indagar más en estas relaciones, intentando verificarlas para otros casos y en especial, explorando qué sucede en sociedades donde la brecha educativa es mayor. Asimismo, es necesario explorar más en profundidad las divergencias de valores y actitudes entre hombres y mujeres en el marco del surgimiento de los nuevos valores de autoexpresión. ¿Hombres y mujeres sólo difieren en relación a los valores de género o existen otras diferencias? ¿Muestran las mujeres más valores de autoexpresión o sólo en relación a algunos temas? Estos puntos requieren mayores profundizaciones.

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