POLÍTICA
Alemania: dominio sin imperio La reelección de Angela Merkel como canciller muestra la clara voluntad germana de continuar por la misma senda de indeterminación frente a los problemas económicos del Viejo Continente. SALVADOR MARTÍNEZ MAS
Las elecciones generales alemanas del pasado 22 de septiembre no han supuesto para Europa cambio alguno. Que Angela Merkel se asegurara en esos comicios su tercer mandato como canciller es una señal de la clara voluntad germana de seguir, al mismo ritmo, por el camino emprendido hace tres años en la resolución de los problemas económicos del Viejo Continente. La Unión Cristiano Demócrata (CDU) y su hermana bávara, la Unión Socialcristiana (CSU), rozaron en las últimas elecciones generales alemanas la mayoría absoluta. Esta circunstancia da cuenta de cuán fortalecido sale de esos comicios el conservadurismo alemán bajo el liderazgo de Angela Merkel. De hecho, solo poco después de registrarse semejantes resultados
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electorales se escucharon en las instancias europeas voces con temor a que haya que estar bajo un revigorizado Diktat procedente de Berlín. Así, en Bruselas, se califica en off a Angela Merkel como “la número uno de Europa”, el “auténtico” e insustituible “jefe del Consejo Europeo” que dice al resto lo que hay que hacer1. Ese miedo al excesivo dominio que ejerce Alemania en el paisaje continental está marcando la política europea desde que estallara la crisis de la deuda soberana en Europa. Observa el sociólogo Ulrich Beck, afincado en Múnich, que en los países europeos meridionales, como Grecia, suele asociarse Alemania a una nueva suerte de “imperialismo”2. En España, esta idea del predominante poder alemán se manifiesta cuando, por ejemplo, se habla del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como un “virrey” al servicio de una “emperadora” llamada Angela Merkel. Dejando al margen los países que más sufren la crisis, en el mundo anglosajón, lo que más se suele reprochar a Alemania es lo poco que se sirve de su poder. Desde hace ya años, en el Reino Unido se hace referencia al gigante centroeuropeo como una potencia “hegemónica reticente”3. Otra denominación allí para Alemania es la de “imperio accidental”4. Esta expresión alude a las azarosas condiciones que han permitido a Alemania, tras las crisis de 2008, erigirse como el país más relevante de la Unión Europea. Así, según Brendan Simms, historiador y profesor en la Universidad de Cambridge, pese a que con la creación del euro se trató en su día de “controlar el poder económico alemán, nadie, ni siquiera los alemanes, imaginaron que a través de la moneda única Alemania acabaría haciéndose más fuerte”. En cualquier caso, la fortaleza no es algo que se asuma abiertamente dentro de las fronteras germanas. A los líderes políticos ale1
Citado en ‘Zum Diktat’, Süddeutsche Zeitung, 25-9-2013. Beck, Ulrich, Una Europa alemana, Ed. Paidós, 2013, Barcelona, pág. 91. Ver, por ejemplo, William E. Paterson, ‘The Reluctant Hegemon? Germany Moves Centre Stage in the European Union in 2010’, Journal of Common Market Studies (JCSM), Vol. 49, september 2011, págs. 57-75. Más recientemente, ver ‘The reluctant hegemon’, The Economist, 14-6-2013. 4 Ver la serie de artículos sobre Alemania del diario británico The Guardian. 2 3
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manes les cuesta hablar del poder de su país. Es tan raro imaginar que desde el Ejecutivo alemán se pueda afirmar la capacidad de liderazgo de Berlín como resulta fácil encontrar críticas fuera de Alemania al modo en que las elites germanas gestionan las capacidades de la “locomotora europea”. De hecho, desde el Gobierno alemán incluso se niega que alguien deba liderar en Europa. “La idea de que alguien debe –o puede– liderar en Europa es errónea”, ha expuesto el influyente ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble5. En junio de 2012, cuando el euro aún acusaba las turbulencias de la crisis, la propia Angela Merkel afirmaba en el Bundestag que la fortaleza alemana no es ilimitada6. Limitado, excesivo, pasivo, todo esto es el poder alemán en función de dónde se analice cuanto hace o deja de hacer el gabinete de Merkel. La disparidad de estas apreciaciones obliga a reconocer cuánta razón tenía el politólogo estadounidense Joseph Nye Jr. cuando hablaba de hegemonía. “El poder es como la meteorología”, pues “todo el mundo habla de él, pero solo pocos lo entienden”, indicaba este investigador de la Universidad de Harvard en una de sus reflexiones más célebres7. Para muchos, la expresión que mejor describe la situación germana en Europa es la de prima inter pares –el primero entre iguales–, pero por muy consensual que resulte este calificativo entre los expertos europeos, en Alemania, parece que ir en cabeza por méritos económicos no cuenta a la hora de liderar el continente. ¿IMPERIALISMO ALEMÁN? Puede que en los últimos años la Alemania de Angela Merkel haya recibido apelativos de potencia hegemónica o imperial, asociados por lo general al dominio que todavía ejerce Estados Unidos en la esfera internacional8. Sin embargo, las afirmaciones de los líderes
del país centroeuropeo no dejan ver, en modo alguno, algo parecido al “destino manifiesto” estadounidense del que hablara por primera vez en el siglo XIX el periodista John O’Sullivan9. En este sentido, el profesor estadounidense de la Universidad Americana de París, Philip S. Golub, que ha dedicado años de estudio al dominio imperial de su país10, mantiene que “Alemania no está construyendo un imperio” ni es un “poder imperialista”. “No existe un relato contemporáneo de imperio para Alemania”, pues “hace ya mucho que el país abandonó la voluntad de ejercer el poder, el militarismo y la weltpolitik que llevaron a los sucesivos desastres de la primera mitad del siglo XX”, añade. Desde Múnich, Stefan Kornelius, periodista del diario progresista Süddeutsche Zeitung y autor de un reciente volumen sobre la política exterior del Gobierno de Angela Merkel11, confirma que en ningún momento “Alemania ha querido jugar un papel de líder en Europa”. “Los alemanes son reacios a utilizar el poder en la escena internacional. Dos veces en la historia hubo demasiado poder alemán en Europa y aquello acabó en guerra. La idea de poder está ausente de los genes en la gente de este país”, agrega Kornelius. En Berlín, otros investigadores entienden el poder alemán como una realidad con fecha de caducidad. “Alemania ahora parece tener más poder que en el pasado, pero esta situación es algo que no durará, porque los factores que le confieren ese poder fluctúan”, señala Almut Möller, directora del Centro para Estudios de Política Europea Alfred von Oppenheim en el Consejo Alemán para las Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas en alemán). Los factores a los que se refiere Möller son, esencialmente, de orden económico. Por eso Ulrike Guérot, investigadora del think tank Open Society for Europe, afirma que “el poder de Alemania es el poder
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Schäuble, Wolfgang, ‘Wir wollen kein deutsches Europa’, Süddeutsche Zeitung, 20-7-2013. Kanzleriwarnt vor Überforderung Deutschlands’, Deutscher Bundestag, 14-6-2012. Nye Jr., Joseph, 8 Ver Mallaby, Sebastian, ‘The Reluctant Imperialist: Terrorism, Failed States and the Case for American Empire’, Foreign 6‘ 7
Inadvertent Empire,
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págs. 5-10, pág.2. 10 De su trabajo de investigación en esta temática es fruto el libro Imperial Expansion, 11 Kornelius, Stefan,
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del dinero”. Su país “está utilizando el poder económico para dictar las reglas”, aclara, antes de señalar que actualmente en Europa “quien paga, dirige”. Sin embargo, no es raro que axiomas como ese se diluyan en la incertidumbre económica de una coyuntura europea que también preocupa en Alemania. Así, Stefan Gehrold, que dirige la sede en Bruselas de la Fundación democristiana Konrad Adenauer, afirma que “Alemania tiene sus propios problemas de deuda, que representa más del 80% del PIB anual, y también hay que considerar una complicada situación europea de crecimiento débil”. Por eso, él no sabe “qué pasará en Europa en cuatro o cinco años”, ya que “Alemania puede encontrarse en una situación similar a la de los países que ahora tienen problemas”. “De hecho, ya lo estuvo no hace mucho, en 2004 y 2005, con el paro por las nubes y otros malos indicadores económicos”. Lo cierto es que hay debilidades en la comúnmente percibida como robusta y modélica economía alemana. Esta acusa una excesiva dependencia de las exportaciones, los efectos negativos de una inversión pública germana bajo mínimos durante lustros, una demografía decreciente, la extensión de la precariedad laboral, la profundización de las desigualdades sociales y un sector bancario todavía debilitado por la crisis financiera de 2008. Pero por encima de estas realidades, el economista Peter Bofinger ve en la obsesión germana con la inflación el gran lastre para el futuro económico de su país12. Para Bofinger, profesor de la Universidad de Wizburgo y miembro del Consejo Alemán para los Asuntos Económicos, institución que asesora al Ejecutivo germano, el pánico al aumento de los precios es incluso más determinante en Alemania que la extendida afiliación al ordoliberalismo que existe en su país. “Los alemanes piensan que una de las causas de la inflación es la deuda del Estado. En 1933 y después de la Segunda Guerra Mundial hubo grandes periodos de inflación debidos a grandes deudas del Estado, y por eso están pre-
ocupados por la deuda. Es una inquietud casi neurótica”, sostiene Bofinger. De ahí viene, entre otras cosas, la oposición germana a la creación de Eurobonos, títulos de deuda que estarían avalados por los miembros de la UE y a menudo descritos como una de las soluciones más eficaces para sacar de la crisis al Viejo Continente. Sobre esta solución, Merkel ha dejado una negativa para la posteridad: “No mientras yo viva”13. Lejos del Bundeskanzleramt, sede del Gobierno alemán, los ciudadanos anónimos del país también están marcados por una historia económica donde la hiperinflación de los años treinta y la sufrida después de la Segunda Guerra Mundial fueron “experiencias traumáticas”, según Kai-Olaf Lang, director de estudios europeos en el Instituto Alemán para los Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán). “Mi abuelo siempre me decía que en los años treinta llegó a sacar todo el dinero que tenía en el banco para comprar una bicicleta, una gran inversión por aquel entonces. No quería perder su dinero. Hay muchas historias así en todas las familias, pues el problema se repitió tras la victoria aliada en 1945”, agrega. Consecuencia de estos traumas es que el electorado germano castigue a los políticos que priorizan el ocuparse de realidades económicas que no sean la inflación. Prueba de ello, por ejemplo, es que una de las derrotas que registrara antes de ser canciller en los años setenta el socialdemócrata Helmut Schmidt se debiera en gran medida a su famosa frase “prefiero un 5% de inflación a un 5% de paro”14. LA DEBILIDAD DEL RESTO FORTALECE A ALEMANIA Que se hayan buscado soluciones a los problemas económicos de Europa esencialmente centradas en la austeridad promovida desde Berlín tiene mucho que ver con la debilidad de aquellos socios europeos que hubieran preferido otras medidas anticrisis. Desta-
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Keine Eurobonds solange ich lebe’, Bild, 27-06-2012.
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Ver Dullien, Sebastian, ‘A German model for Europe?’, Ed. Seuil, 2013, Paris.
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Ed. Routledge, 2013, London, pág. 359.
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ca Francia entre los países que han tratado de echar un pulso al rigor germano. Pero el esfuerzo galo ha resultado vano. Porque el país de François Hollande, que ha jugado tradicionalmente con Alemania un papel de motor en la integración europea, se encuentra “devaluado” por sus malos indicadores económicos15. Así lo entiende el editorialista del diario progresista francés Le Monde Arnaud Leparmentier16. Él, de hecho, mete a Francia en el grupo de “países del Sur”, los “que creyeron que con la creación del euro todo era posible”, olvidándose de la competitividad de sus economías. Con la apreciación de Leparmentier están de acuerdo Almut Möller, la investigadora del DGAP, y Tanja A. Börzel, directora de investigaciones del Centro para Estudios Europeos de la Universidad Libre de Berlín. La consecuencia que extraen ambas es que el “poder del Gobierno alemán en Europa está fortalecido por el decaimiento del poder de otros Estados europeos con problemas”, según los términos de Börzel. Ella no solo alude a Francia, pues también se refiere a las dificultades económicas de España e Italia. Solo en una ocasión han sido esos tres países capaces de doblegar las intenciones germanas de dar a la crisis soluciones basadas en la consolidación fiscal. Ocurrió con la aprobación del plan de relanzamiento de la economía europea de junio de 2012. Se pusieron entonces sobre la mesa 130.000 millones de euros para hacer crecer a Europa, una decisión que no era “del gusto de los alemanes”, reconoce Thobias Etzold, otro investigador del SWP. “Francia, España e Italia se opusieron a los planes de Alemania y lanzaron sus propias ideas que luego Alemania tuvo que aceptar”, añade. Ahora bien, Etzold constata que, poco después, los países mediterráneos han tenido que integrar en sus agendas la austeridad por lo que él llama “falta de margen de maniobra”. 15 En 2013, el paro en Francia terminó cerca del 11%, un récord histórico. El año pasado, la economía permaneció estancada, con apenas unas décimas de crecimiento económico. 16 Suyo es un esclarecedor ensayo sobre la implicación francesa en la crisis del euro: Ed. Plon, 2013. Paris.
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Puede que Berlín cediera ante ese plan de relanzamiento, cuyos efectos se hacen aún esperar. Pero ese paso atrás alemán no invirtió la tendencia registrada tras la crisis de la deuda griega de 2010 en la que los socios relevantes de la UE han tenido que enfrentarse a importantes dificultades financieras. Paralelamente, Alemania ha sacado provecho de la crisis del euro. Según Golub, “la crisis ha implicado que el capital vaya del sur al norte de Europa, lo que ha abaratado el precio del capital en Alemania”. “De acuerdo con el Ministerio de Finanzas alemán, a finales de 2014 Alemania habrá ahorrado hasta 41.000 millones de euros debido a las facilidades que ha tenido para financiar su deuda”, subraya este investigador. Datos como ese dan cuenta de la fortaleza económica alemana, y de la consiguiente situación ascendente del poder alemán en Europa. Sin embargo, la claridad de la situación dominadora de Alemania frente a sus socios continentales contrasta con los opacos designios que Berlín tiene para la Unión. Buena parte de esa falta de transparencia se debe a la voluntad de ir “paso a paso” de Angela Merkel, un método con el que la canciller ha anestesiado a la población alemana17. Aplicando esa estrategia en Europa, el continente se queda sin horizontes definidos. PASOS SIN AVANCE EN EUROPA Anne-Marie Le Gloannec, del Instituto de Estudios Políticos de París, se compadece de Angela Merkel. “El problema de Europa está en la toma de decisiones en la eurozona. Hablan por la eurozona Mario Draghi, Herman Van Rompuy y Jeroen Dijsselbloem, pero ellos no ejercen de líderes, no deciden, se decide en el Consejo Europeo y allí, ¿qué quiere que haga Merkel cuando ella solo está por la voluntad popular alemana para defender los intereses alemanes?”, dice Le Gloannec. “Su trabajo es decidir lo mejor para los alemanes”, abunda. Para ella, “es fácil criticar a Merkel”,
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Der Spiegel, 9-9-2013.
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pero lo cierto es que si se ve a Alemania con demasiado peso es porque el sistema político de la Unión Europea “está falseado”. Para salir de este impasse, avanzar en la integración política en una suerte de Europa federal es lo que plantea Le Gloannec. Le acompaña en esta reflexión Brendan Simms, el historiador de Cambridge, quien entiende que los problemas de Europa residen en su actual “diseño político”. “La construcción europea ha creado una situación en la que el país más importante económicamente tiene un poder desproporcionado. La demografía y la influencia política de otros actores europeos no puede contrarrestar la influencia alemana”, señala el historiador de la universidad británica. Sin embargo, avanzar hacia una Europa federal no constituye una prioridad en Berlín. Para Angela Merkel “antes hay que salvar el euro y hacer que Europa vuelva a ser competitiva económicamente”, apunta Kornelius, el periodista del Süddeutsche Zeitung. Además, según él, la canciller sabe muy bien que los alemanes “desconfían de las grandes propuestas y de los grandes diseños políticos”. “Merkel no es la persona a la que pedir discursos entusiastas sobre Europa. Ese no es su mundo. Hablar de una visión de Europa realmente unida es algo que no hará nunca porque eso no va a ocurrir mientras ella viva”, analiza Kornelius.
En este contexto, nada hace peligrar el mantenimiento de las políticas de austeridad promovidas desde Berlín. Es más, “Alemania no está sola”, pues “los conservadores de toda Europa están siguiendo esas mismas políticas”, dice Golub, el investigador estadounidense afincado en París. Por mucho que se diga que lo peor de la crisis ha pasado, según el filósofo Jürgen Habermas, Europa se encuentra “en estado de emergencia”19. El riesgo de entrar en depresión económica, el desempleo masivo en el continente y los repuntes del nacionalismo y del euroescepticismo son solo algunas realidades que dan razón al este veterano pensador. Pero lo peor, probablemente, sea que no haya líder en Europa para enfrentarse a estas urgencias.
SALVADOR MARTÍNEZ MAS ES PERIODISTA Y ESCRITOR.
En consecuencia, no debe esperarse de Berlín otra cosa que no sea lo que Merkel llama “método de la Unión”. Así formuló la canciller su manera de concebir Europa en su discurso más revelador sobre cómo entiende la convivencia entre socios continentales18. “Se trata de buscar un mayor papel de los Estados miembros en la Unión, que han de trabajar en comunicación con la Comisión y, de facto, con el presidente del Consejo. Es una Europa por el camino de en medio”, resume Lang, el director de investigaciones comunitarias del SWP. Dicho de otro modo, se trata de mantener el status quo: una Europa ni federal ni claramente intergubernamental. 18
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Pronunciado el 2 de noviembre de 2010 en el Collège de Brugge.
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Habermans, Jürgen, ‘Ein Fall von Elitenversagen’, Der Spiegel, 5-8-2013.
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