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viernes 13 de marzo del 2015 Gestión
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Espionaje y el vínculo económico con Chile Opinión Javier Illescas Economista
E
n el reciente caso de espionaje a favor de Chile, posiblemente corresponde, como señalan algunos, una respuesta chilena que sea satisfactoria y dentro de los canales diplomáticos. Sin embargo, algunos políticos han propuesto llevar la protesta al ámbito económico, proponiendo suspender los acuerdos bilaterales en diversos campos comerciales –e.g. tratados de libre comercio, el aéreo o el sanitario –, ignorando que estos muchas veces pueden ser útiles en contribuir con el tiempo a la eliminación de las diferencias históricas existentes. Con relación a esto último, en el ámbito económico, hay tres razones básicas que no harían conveniente, desde el punto de vista de la viabilidad de la relación de largo plazo de las dos naciones, llevar el conflicto por espionaje a este terreno. En primer lugar, desde antes incluso de la existencia del acuerdo bilateral de liberalización del comercio de bienes en 1996 entre Chile y el Perú, ya se manifestaba la intensidad creciente de un comercio de factores de producción mutuamente beneficioso: la emigración de mano de obra peruana a Chile (legal e ilegal) en busca de mejores oportunidades de ingresos y el influjo de capitales de inversión chilena al Perú. La suscripción del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los dos países en el 2006 no varió de modo sustantivo esta tendencia, dado que, del lado del movimiento de personas, este no incluyó un capítulo que liberalizara de manera específica dicho movimiento y, del lado del flujo de capitales, en general consolidó los niveles de liberalización unilateral ya preexistente de
los mismos. Actualmente, de acuerdo al censo poblacional de Chile del 2012, hay unos 104,000 residentes peruanos y de acuerdo a cifras oficiales peruanas, a diciembre del 2014, el saldo de inversión directa extranjera proveniente de Chile fue de US$ 1,486 millones –el sector finanzas con US$ 654 millones-, el cuarto origen, luego de España, Reino Unido, Estados Unidos y Países Bajos.
“A diciembre del 2014, el saldo de inversión directa extranjera proveniente de Chile fue de US$ 1,486 millones”. En segundo lugar, si bien los acuerdos comerciales mencionados tuvieron como objetivo directo el fomentar comercio mutuamente beneficioso, para países con historia bélica, estos acuerdos pueden también ayudar al objetivo indirecto de generar intereses económicos y sociales nacionales lo suficientemente fuertes como para que la posibilidad de una guerra se vea altamen-
te costosa en esos mismos términos. Es el caso de Francia y Alemania, que lideraron la creación de la Comunidad Europea con el Tratado de Roma en 1957, con la idea de crear lazos comerciales, sociales y políticos fuertes, de manera que el riesgo de más guerras en el continente europeo sea mínimo. Si esto fue posible en Europa, luego que la Segunda Guerra Mundial dejara más de 70 millones de muertos y destruyera innumerables ciudades, entonces debe ser posible entre el Perú y Chile que en su conflicto tuvieron entre 14,000 y 23,000 muertos y mucho menos ciudades destruidas. Finalmente, ambos países participan de la Alianza del Pacífico con Colombia y México, un bloque de integración comercial basado en libertades económicas y democráticas comunes de gran importancia estratégica, en contraposición al enfoque de otros países de la región latinoamericana estatistas, proteccionistas y poco democráticos. Frente a estos tres aspectos y las evidentes ganancias de crecimiento y bienestar de los dos países en las últimas décadas, el propugnar la suspensión de los acuerdos comerciales entre los dos países no haría sino perjudicar los canales que mejor podrían contribuir a una convivencia pacífica y positiva de los dos países en el largo plazo.
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BUZÓN
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Pequeña empresa y competitividad La mayoría de las personas considera que la competitividad es algo vinculado exclusivamente a las grandes corporaciones empresariales, a los proyectos gigantescos y que por lo tanto es ajena a su realidad cotidiana. Puede sorprender a primera vista si decimos que la competitividad está mucho más cerca de cada uno de nosotros. La competitividad debe ser considerada un estilo de vida. Por lo general, suele entenderse como sinónimos a la competitividad y la competencia. Tienen íntima relación pero no son lo mismo. Yo puedo competir competitivamente y también ser competitivo para competir. De igual manera, puedo competir aniquiladoramente, es decir, buscando aniquilar o eliminar a mis competidores. Sin embargo, este accionar no es competitivo. Ser competitivo significa competir dentro de un espíritu de coexistencia, respetando al otro, dentro de un clima de juego limpio. ¿Y qué es lo que tienen que
hacer, un país, una dependencia pública, una empresa privada o una persona para ser competitivos? En primer lugar, querer serlo y asumir ese compromiso con todas sus consecuencias. En segundo término, trabajar todos los aspectos que le permitan encaminarse hacia la cima de la competitividad, escalando sin desmayo cada uno de sus niveles en la búsqueda de la plenitud. En ese contexto, la conducta competitiva tiene que ver con: fijar una visión positiva de servir, el establecer metas productivas, el uso racional de los recursos físicos, el desarrollo y aplicación de tecnologías ecológicas, la inversión sostenida en la formación y perfeccionamiento de las capacidades humanas, el manejo de diferentes modalidades de cooperación empresarial, la aceptación de la responsabilidad social; todo ello, en un marco de principios éticos. Eduardo Lastra D.
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Estimado Eduardo: Ser competitivos es un reto permanente.
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La pregunta de hoy:
¿Se debería aumentar el impuesto a los cigarrillos? Si la recaudación anual por impuestos al tabaco es del orden aproximado de US$ 120 millones y los gastos sanitarios directos para tratar las enfermedades ocasionadas por el tabaquismo son cercanos a US$ 823 millones (Tabaquismo: la situación de La-
tinoamérica - 2014), de ninguna manera debemos de tener un producto que mata a dos de cada tres fumadores habituales (OMS) y ocasiona enormes pérdidas en nuestra economía. Carlos Farías
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La pregunta de mañana: ¿Percibe que el empleo formal crece más que en gobiernos anteriores?