2 La Iglesia Madre: Jerusalén

La iglesia en Jerusalén era la «iglesia madre» de todas las verdaderas ... Una iglesia que establece una misión hoy puede ser llamada la. «iglesia ... La victoria.
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UNA IGLESIA MODELO

Iglesias del Nuevo Testamento

La iglesia en Jerusalén era la «iglesia madre» de todas las verdaderas congregaciones cristianas en el mundo. Una iglesia que establece una misión hoy puede ser llamada la «iglesia madre» de dicha misión, pero en realidad hubo sólo una iglesia madre: la de Jerusalén.

2 La Iglesia Madre: Jerusalén

La iglesia de Jerusalén es un modelo para las iglesias hoy. Su poder, su testimonio, su constancia, su paciencia bajo el sufrimiento y su interés para proclamar el evangelio a cada persona eran notables.

Hechos 8:1-8, 14-17

Pida al Señor que haga que la iglesia de usted sea esa clase de iglesia. No esté contento hasta que su iglesia esté creciendo en su comunidad y extendiendo su testimonio en las comunidades circunvecinas y alrededor del mundo. Así se cumplirá la comisión dada por el Señor Jesús.

PREGUNTAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Antes de la venida del Espíritu Santo, ¿cuántos miembros tenía la iglesia de Jerusalén? ¿Cuántos miembros se agregaron a la iglesia en la primera predicación de Pedro? ¿en la segunda? ¿Cuál fue el secreto del crecimiento de la iglesia en Jerusalén? ¿Cuál era la actitud de los hermanos entre sí? ¿Cuáles actividades realizaban los hermanos de la primera iglesia? ¿A cuáles obstáculos se enfrentó la iglesia primitiva? ¿Por qué Dios permitió la persecución? ¿Qué puede hacer usted para que su iglesia sea más espiritual?

Hechos 8:1-8, 14-17 1

Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. 4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. 5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. 6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. 7 Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8 así que había gran gozo en aquella ciudad. 14

Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.

La Lección en Resumen Los miembros de las iglesias deben ser fieles a las responsabilidades que Dios les ha encomendado. «Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio» (Hechos 8:4).

En Su ascensión al Padre, Jesucristo dejó una iglesia en el mundo. Era un grupo de creyentes en Jerusalén. La iglesia en Jerusalén puede propiamente ser llamada «la iglesia madre» porque era la primera congregación cristiana en el mundo. De ella salieron las demás verdaderas iglesias en todas las edades desde los días de Jesús en la tierra. El crecimiento y las experiencias de aquella iglesia primitiva son de gran interés. Su crecimiento rápido, su fidelidad en la tribulación, el poder manifestado en su testimonio por Cristo y el hecho de que era la primera iglesia la hacen digna de un estudio serio. Piense en la iglesia de usted y relacione con ella las verdades estudiadas aquí.

UNA IGLESIA QUE CRECÍA El crecimiento de la iglesia en Jerusalén era asombroso. Al principio, sólo había ciento veinte identificados con ella (Hechos 1:15). En pocos días eran más de tres mil (Hechos 2:41). Pronto se añadieron cinco mil hombres más (Hechos 4:4). Creció tan rápido esta iglesia que la Biblia ya no da números específicos. Sólo dice: «Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres» (Hechos 5:14). Eso no era un tipo de crecimiento temporal de una semana de avivamiento. «Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén…» (Hechos 6:7). Probablemente la iglesia en Jerusalén alcanzó una membrecía de cerca de cien mil. ¿Cuál es la explicación de tal crecimiento en esa iglesia? Una iglesia creciente tiene poder del Espíritu Santo. La iglesia en Jerusalén no ganó ni siquiera una sola persona en el tiempo entre la ascensión de Jesús y la venida del Espíritu Santo. Al llegar el Espíritu Santo el día de Pentecostés, los seguidores de Cristo comenzaron a proclamar el evangelio. Dios bendijo su testimonio. (Véase Hechos 2:1-41.) La victoria espiritual no se gana por medios físicos. Viene sólo por el Espíritu Santo de Dios. Una iglesia creciente es consistente. Los miembros de iglesia en Jerusalén «perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hechos 2:42). Cada uno de ellos creía la verdad y la compartía en amorosa devoción por Jesucristo. Una iglesia creciente testifica. Lo que más caracterizó a la iglesia de Jerusalén era su incesante testimonio vibrante sobre Jesús. Pedro y Juan sanaron a un hombre cojo, en el nombre de Jesús, al entrar al Templo. Este hecho trajo una multitud alrededor de los apóstoles, quienes usaron la ocasión para hablar del Cristo viviente (Hechos 3). Arrestados y llevados ante el concilio judío, de nuevo hablaron de «Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos…» (Hechos 4:10). No es extraño que la iglesia creciera, pues el hablar de Jesús era su gran actividad. Sin juntas directivas que elegir, ni auxiliares que asistir, ni edificios que construir y reparar, tenían todo el tiempo que necesitaban para hablar de Cristo Jesús. Dios bendijo su testimonio, añadiendo miembros a la iglesia diariamente (Hechos 2:47). Una iglesia creciente ora. Las amenazas contra sus personas y el encarcelamiento de sus líderes causaron que la iglesia orara. No se oraba por la liberación de los problemas, sino que su petición era: «Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra» (Hechos 4:29). La iglesia que ora por las almas alcanzará almas para Jesús.

UNA IGLESIA QUE SUFRÍA A pesar de su progreso, la iglesia en Jerusalén pasaba por gran sufrimiento. Crecía a pesar de la oposición, no por falta de ella. La religión corrupta con frecuencia se opone a una verdadera iglesia. En los días del Nuevo Testamento, ciertos líderes de la religión judía arrestaron y encarcelaron a los apóstoles. Al día siguiente los llamaron ante el concilio y los juzgaron como si hubieran sido

criminales. No había base legal para la acusación contra ellos. Aun así, el concilio mandó a los apóstoles que no hablaran más en el nombre de Jesús y, después de azotarlos, los dejó ir. ¿Rompió eso el espíritu de la iglesia? No. «Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo» (Hechos 5:41, 42). La disensión interna puede hacer sufrir a una iglesia. Había dos grandes clases de gente en la primera iglesia de Jerusalén, divididas por una barrera de lenguaje: unos hablaban griego; otros, hebreo. El crecimiento en la membrecía de la iglesia causó que los doce apóstoles no pudieran cumplir con todas sus responsabilidades. Las viudas de habla griega fueron desatendidas en el ministerio diario. Surgió la disensión. La iglesia eligió a siete hombres (diáconos) para encargarse de ese ministerio. Los apóstoles regresaron al ministerio de la Palabra. La Palabra de Dios aumentó, y el número de discípulos se multiplicó grandemente. (Véase Hechos 6:1-7). Observe eso en la iglesia de usted. Si está haciendo bien, Satanás tratará de levantar disensión en ella. No deje que Satanás use a usted para causar un problema para su iglesia. El martirio de sus líderes hace sufrir a algunas iglesias. Esteban era uno de los primeros diáconos. Era un hombre «lleno de fe y del Espíritu Santo» (Hechos 6:5) que hablaba de Jesús. Tan bendecido era su testimonio que los enemigos no pudieron resistir sus palabras y lo acusaron falsamente de blasfemar. Esteban fue llevado ante el concilio. Cuando se le dio la oportunidad, no se defendió, sino que habló de la redención en Cristo. Dios usó su mensaje para mostrar que los que se oponían a la fe eran los culpables. En vez de arrepentirse, sacaron a Esteban de la ciudad y lo mataron. La iglesia, claro, fue severamente lastimada por esta pérdida. La muerte de un gran líder no detuvo el testimonio de la iglesia, sin embargo. (Lea el relato entero en Hechos 6:1–8:2). La dispersión de los miembros de una iglesia causa gran sufrimiento. La muerte de Esteban señaló un brote de oposición contra la iglesia en Jerusalén. Parece que la persecución fue dirigida por un joven llamado Saulo. Su oposición fanática a los seguidores de Jesús asolaba la iglesia, devastándola. Los miembros de la iglesia de Jerusalén huyeron. Fueron esparcidos por toda Judea y Samaria. Sólo los apóstoles, con unos cuantos creyentes, se quedaron en Jerusalén. La iglesia de Jerusalén sufrió como si hubiera sido sometida a una operación quirúrgica sin anestesia. Sufrió, pero no murió.

UNA IGLESIA QUE SE EXTENDÍA Una iglesia esparcida continúa testificando. Una iglesia no tiene que estar reunida en confort y comunión para ministrar. Cuando la persecución esparció a los miembros de la iglesia de Jerusalén, siguieron testificando de Jesús. «Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio» (Hechos 8:4). Dondequiera que iban, hicieron a Jesús el tema de su conversación. Habían sido echados de sus hogares por testificar de Jesús, pero continuaron testificando de Él en su dispersión. Una iglesia fiel extiende el evangelio. Todos los que huyeron de la furia de Saulo eran testigos de Cristo. Testificaron en diferentes regiones. Felipe testificó en Samaria. Entró a la ciudad y «les predicaba a Cristo» (Hechos 8:5). Los samaritanos oyeron su mensaje, observaron sus milagros en el nombre de Jesús y se convirtieron a Cristo. Surgió una congregación de creyentes. Era la primera iglesia que existía fuera de Jerusalén. La iglesia en Jerusalén oyó de ella y se interesó por ella. Envió a Pedro y a Juan para investigar lo que estaba pasando. Estos llegaron, observaron la obra, pidieron las bendiciones de Dios sobre los hermanos, oraron por ellos para que recibieran el poder espiritual y luego regresaron a Jerusalén. ¡Qué ejemplo! El sufrimiento de la iglesia de Jerusalén no disminuyó su interés por otros. Envió a dos de sus líderes en una época difícil para investigar y animar la obra de misiones. Eso es lo que se espera que haga una verdadera iglesia.