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Apoya sus deseos de saber más o de conocer a su familia biológica. En el pasado, la adopción era un tema tabú. Hoy día los especialistas y la mayoría de las.
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DOSSIER

Eslabones de una misma vida OCHO años después de tener por primera vez entre mis brazos a la que ahora es mi hija mayor, sé cosas y tengo vivencias que no tenía cuando inicié la mayor aventura de mi vida, la de ser madre adoptiva de dos niñas nacidas en China. Para mí, entonces, el que hubieran nacido en aquel país lejano era un mero accidente en sus vidas. Sus madres biológicas eran una nebulosa, a las que respetaba pero a las que también ignoraba. Entendía que China era su país de origen, pero que serían andaluzas, como yo, porque era en este Sur donde se iban a criar. Pensaba que mi amor por ellas supliría todo aquello que no habían tenido: unos brazos que les dieran la bienvenida a la vida con una sonrisa en los labios, un pecho que las amamantara y les transmitiera el calor y el amor de una madre, una mirada que cruzara las suyas… y se lo dijera todo sin decirles nada.

Hoy tengo conciencia de que sus vidas no empezaron cuando yo entré a formar parte de ellas. Las primeras vivencias de mis hijas están relacionadas con las experiencias que tuvieron con sus madres biológicas, tanto en sus vientres como en el momento del parto, porque sus vidas empezaron realmente nueve meses antes de nacer. Hoy sé que una parte de esas vidas se quedó en China, porque las experiencias que vivieron en el vientre de sus madres y aquellas otras que no vivieron al nacer, jamás las podrán volver a repetir. Tendrán que aprender a integrar esas experiencias en sus vidas o a vivir sin ellas, por mucho que ahora sean las niñas más queridas del mundo y aunque ahora disfruten de eso que llaman vivir. Lo que sí puedo y quiero hacer es vivir con ellas –desde mi ser más profundo– los

Marga Muñiz Terapeuta familiar, Orientadora educativa y Logopeda. Especialista en Adopción internacional. Autora del libro Cuando l@s niñ@s no vienen de París. Directora de Familias Siglo XXI.

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Ahora sé que sus madres y padres biológicos no son figuras ausentes, y que todos juntos formamos parte de sus vidas. momentos de dolor o de tristeza, de enfado o de rabia que puedan tener. Lo que sí puedo y quiero hacer es enseñarles a reconocer esos sentimientos como válidos y legítimos. Lo que sí puedo y quiero hacer es que se sientan con libertad para expresarlos; pero, al mismo tiempo, enseñarles que tienen que aprender a canalizar esos sentimientos de forma positiva para ellas, para las personas que formamos parte de su universo afectivo y para todas aquellas otras con las que van a coincidir en su caminar por la vida. Puedo y quiero darles recursos, estrategias y herramientas para que entiendan que las heridas de su pasado no tienen por qué condicionar de manera inevitable su felicidad presente y futura, porque ninguno de estos sufrimientos es irremediable: todos pueden metamorfosearse, usando las guías de resiliencia adecuadas. Ahora sé que sus madres y padres biológicos no son figuras ausentes, sino todo lo contrario –porque una parte de ellas y de ellos están en cada una de mis hijas– y yo los respeto,

los honro y los acepto; aunque me duele el destino trágico que les ha impedido poder disfrutar de la vida juntos. Porque no debería existir ningún sistema político ni ninguna situación social en el mundo que permitiera que un solo niño o una sola niña viviera ni un solo día de sus vidas sin el calor y el amor de la familia que les dio la vida. Ahora entiendo que yo puedo continuar lo que ellos no pudieron hacer: mantenerles la vida; y que ellos hicieron lo que yo no pude hacer: darles la vida. Y todos juntos, ellos y yo, formamos parte de sus vidas, de formas diferentes pero iguales, como eslabones de una misma cadena, que son sus vidas. Vidas llenas de sentimientos encontrados por las ausencias y el dolor de lo que no pudieron tener y por la alegría de lo que ahora tienen y pueden disfrutar. Sentimientos encontrados de vacíos irreemplazables… y de plenitud y seguridad sin límites. Vidas llenas de contrastes entre un antes y un después, entre un sin ti y un contigo. Vidas rebosantes de alegría por el calor del nuevo hogar encontrado. Vidas rebosantes de alegría por esa sonrisa en la que se descubren parecidas a ti; por esa mirada feliz y fugaz a través de la cual sientes que se perciben como profundamente ligadas a ti por lazos de amor que son más fuertes que la muerte, que se podrán tensar o enredar, pero que jamás se podrán romper. Vidas selladas por un te quiero y un siempre te querré incondicional e inalterable. Vidas llenas de magia, porque magia es despertar cada mañana y verlas sonreír. familias

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Hablando con nuestros hijos sobre la adopción En un pasado no muy lejano, las familias ocultaban el hecho de que sus hijos habían sido adoptados. De hecho, muchos se enteraban de manera fortuita, por ejemplo, a la muerte de alguno de sus padres. El impacto que a veces producía el descubrimiento en estas circunstancias resultaba realmente traumático. HOY día, la adopción está socialmente aceptada como una forma más de constituir una familia y sabemos que cuanto más cómodas se encuentren las familias hablando de los orígenes de sus hijos y de todo lo que rodeó su adopción, tanto más a gusto y más integrada tendrá el niño su propia historia. Ahora bien, lo importante es saber desde dónde hablamos de la adopción, porque podemos hacerlo desde lo racional o desde lo emocional, desde la empatía o desde el dolor, desde el reconocimiento o desde el juicio; y esto lo van a percibir nuestros hijos. Por ejemplo, podemos hablar de su madre biológica y de su país de nacimiento desde una posición –que consideramos políticamente correcta– de respeto,

de reconocimiento, etc., y a la vez hacerlo solamente desde lo racional, desde la mente, pero no desde el corazón, desde lo emocional. En el corazón podemos abrigar sentimientos de reproche o de resentimiento por haberles, por ejemplo, maltratado, o por tener una política demográfica que discrimina a las niñas. Puede que lleguemos a sentirnos mejores que ellos porque nosotros nunca los hubiéramos abandonado. Quizá se esconda el miedo a que algún día quieran buscar sus orígenes, conocer a su familia biológica, el país donde nacieron… Dicen que muchas familias adoptivas están compuestas por los miembros que son, y uno más: el fantasma de la familia biológica (especialmente el de la madre, a quien ni siquiera saben bien cómo nombrar).

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Los niños perciben y captan mejor los sentimientos profundos que las palabras superficiales, por eso si hablamos sólo desde la razón (que nos dice lo que tenemos que decir, pero no lo que se siente), ellos lo sabrán, percibirán nuestra dualidad y ellos también vivirán esa dualidad entre lo que dicen sentir y lo que sienten en lo más profundo de su ser. Cuando no hay unidad interior entre lo que decimos y lo que sentimos, surgen los conflictos; y nuestros hijos vivirán esos conflictos como propios, porque ellos nos devuelven nuestra propia imagen.

Tus miedos serán los suyos En la consulta lo vemos con frecuencia. Eleonora acude por dificultad en la estructuración del lenguaje. Al cabo de un tiempo, la madre –que ve que evoluciona positivamente– pregunta si la niña repite muchas veces que no sabe o que no puede; en consulta nunca lo ha hecho, pero ella se queja de que con ella lo repite continuamente y que no deja que le enseñe nada. Al confirmar que no lo hace con otros miembros de la familia, la pregunta es evidente: ¿Tú temes que no pueda? Respuesta de la madre: Tengo miedo de que se retrase…de que no llegue… de que no aprenda…

Nuestros hijos no son los únicos que traen mochila, sino que cada uno de nosotros tenemos también la nuestra.

Tu miedo puede ser a que no aprenda, a que sea discriminada, a que algún día pregunte por su madre “verdadera”, a que quiera conocer la historia de por qué la abandonaron… Tus miedos serán los suyos, porque en el fondo ellos son nuestros espejos; pero también, si queremos, son nuestros maestros porque nos muestran aquello que tenemos que trabajarnos nosotros mismos si queremos que nuestras propias carencias no se reflejen en ellos. familias

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Es importante tomar conciencia de que nuestros hijos no son los únicos que traen una mochila, sino que cada uno de nosotros tenemos también la nuestra, y que dependiendo de lo consciente o inconsciente que seamos de ello, de lo que nos hayamos trabajado a nosotros mismos o no, hablaremos con ellos de una forma o de otra; y no sólo de la adopción, sino de cualquier otro tema relacionado con la forma de vivir la vida, porque la podemos vivir desde el miedo o desde la valentía, desde la tristeza o desde la alegría, desde el dolor o desde la superación de ese dolor. Carmen está preocupada por el comportamiento de su hija. Las notas de la profesora son constantes. Empiezan los diagnósticos: déficit de atención, hiperactividad, problemas de aprendizaje… Empieza el peregrinaje por los especialistas: medicación sí, medicación no. Cada vez es mayor la desorientación de la familia. Cuando trabajamos con la madre, observamos que en realidad la niña repite su guión. De pequeña, en el colegio se burlaban de ella por su poca estatura y la llamaban enana (de su hija se burlan y la llaman china); su madre, aunque cuidaba físicamente de ella, no la acompañaba anímicamente cuando se quejaba de alguna injusticia en el colegio o de las burlas (“Algo habrás hecho tú…”); tampoco tenía mucho tiempo para escucharla activamente: lo hacía de paso, porque estaba muy ocupada entre la tarea de casa y el trabajo. Ahora, cuando ha tomado consciencia de su propia mochila, ella es capaz de reconocer que tampoco “escucha” a su hija (“Cuando vuelvo del trabajo tengo tanto que hacer… llevarla a la logopeda, preparar la comida del día

Tus miedos serán los suyos, porque en el fondo los hijos son nuestros espejos; aunque también pueden ser nuestros maestros. siguiente… estoy cansada… lo que le pasa a la niña es que tiene ganas de llamar la atención…”). Esto es lo que dicen que hace la niña en el colegio: llamar la atención; y es lo que también hacía ella cuando se portaba mal en el colegio y la apartaban del grupo, como hacen ahora con su hija.

Nuestros hijos son nuestros espejos En realidad, muchas veces nuestros hijos son nuestros propios espejos. Por eso tenemos que mirar dentro de nosotros mismos para saber qué están reflejando y tomar conciencia. Desde esta posición, esta madre no puede hablar con su hija de cómo asumir las diferencias y las burlas, si ella misma las ha sufrido y no las ha elaborado ni las tiene superadas, porque todavía le duelen aquellos recuerdos.

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Esto explica por qué unos niños, a pesar de que sus familias han hablado desde el principio con ellos sobre su adopción, no terminan de asumirlo; mientras que otros sí lo hacen y lo viven como algo positivo. Puede estar ocurriendo lo mismo que con los gérmenes, que no poseen la capacidad de crear las condiciones que necesitan para sobrevivir, sino que tienen que encontrar el entorno adecuado. El simple hecho de hablar con ellos sobre la adopción no es suficiente. Lo importante es desde dónde se hable. Tenemos que tomar nuestra propia fuerza. Si no lo hacemos, ellos tampoco tendrán fuerzas para gestionar la diferencia, el desarraigo, la soledad, la rabia, etc. y siempre dependerán de

Si somos capaces de ver a nuestros hijos como semillas que tienen dentro la capacidad de crecer y de superar los problemas, encontrarán dentro de ellos mismos la fuerza para hacerlo. 1 (Marzo 09)..indb 51

los demás, de su aceptación, de su valoración y de su reconocimiento. Si, por ejemplo, en nuestro fuero interno los vivimos como víctimas, por las penalidades que han pasado, ellos se vivirán a sí mismos como víctimas. Si somos capaces de verlos como seres con potencial, como semillas que tienen dentro la capacidad de crecer y de enfrentar y superar los problemas, encontrarán dentro de ellos mismos la fuerza para hacerlo. Si nosotros sentimos la libertad de expresar nuestros sentimientos, ellos aprenderán a hacerlo también. Si nosotros no hemos elaborado nuestros propios duelos, difícilmente podremos ayudarles a ellos a elaborar los suyos. Si nosotros mismos hemos sufrido abandono anímico en nuestras propias familias de origen, ese abandono resonará en nosotros y –a menos que nos trabajemos a nosotros mismos– será difícil que podamos trabajar con ellos su propio abandono. En conclusión, tenemos que hablar con nuestros hijos sobre su ser adoptivo, sí; pero lo importante es desde dónde lo hacemos. Si lo hacemos desde nuestro propio dolor, desde nuestras propias carencias, desde nuestra propia mochila o desde lo racional, difícilmente los podremos ayudar, porque nuestras palabras no llegarán más allá de sus oídos. No les llegarán al corazón, porque son muy perceptivos y copian lo que hacemos o sentimos y no lo que decimos. La clave está en hablar desde la empatía, desde una valoración de su ser más profundo, y desde la potencialidad y la fuerza que cada uno llevamos dentro de nosotros mismos –de la que tenemos que tomar conciencia– sabiendo que la solución no está fuera sino dentro, tanto de nosotros mismos como de nuestros hijos e hijas. familias

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Los retos de las adopciones interétnicas La mayoría de los estudios realizados sobre adopciones interraciales han arrojado resultados marcadamente positivos en lo que se refiere a la adaptación y vinculación afectiva entre padres e hijos. Las principales dificultades están más relacionadas con factores como la edad del niño en el momento de la adopción, las circunstancias en que fue abandonado y el tiempo que pasó en el orfanato, que con la presencia de diferencias raciales o étnicas. LO anterior no significa que adoptar niños de otros países, o de otra raza, no requiera el estar dispuesto a asumir una serie de retos, tanto por parte de la familia como del propio adoptado: nuevas costumbres, alimentos, idioma, reacción del entorno familiar, efectos de la larga estancia en orfanatos, etc. Lo importante es que desarrolle una identidad étnica saludable. En otras palabras, que pueda interactuar e incluso identificarse con personas de su mismo grupo étnico –con el que comparte una historia y una cultura determinadas– aunque sus creencias, preferencias y afinidades puedan estar más próximas a la cultura en la cual se ha criado. Desarrollar esta identidad étnica positiva será la mejor herramienta para saber cómo integrarse y sentirse parte de una sociedad (diferente a la suya de origen, pero en la cual

se ha criado), sin sacrificar su propia identidad étnica. El reto para los padres es que sean capaces de integrar como parte de sí mismos la dualidad origen-crianza.

Modelos de relaciones familiares frente a las diferencias Según investigaciones realizadas por expertos, para enfrentarse a las tareas específicas que conlleva la adopción, las familias desarrollan estrategias que se pueden agrupar en tres modelos o patrones de relación que giran alrededor de su actitud frente a las diferencias: aceptación, rechazo e insistencia. Los tres modelos confluyen frecuentemente de manera simultánea en una misma familia, si bien predomina uno u otro de acuerdo con el ciclo evolutivo de la familia y del niño adoptado.

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permite a los padres y a los hijos explorar los sentimientos de ser diferentes y tratar esas diferencias que estarán presentes a lo largo de la vida, facilitando en el niño el desarrollo de la propia identidad y del sentimiento de pertenencia familiar.

Las principales dificultades en las adopciones interraciales están más relacionadas con factores como la edad del niño en el momento de la adopción, las circunstancias en que fue abandonado y el tiempo que pasó en el orfanato, que con la presencia de diferencias raciales o étnicas. No existen modelos absolutamente buenos o malos, sino que cada uno de ellos puede ser más funcional que otro dependiendo del momento.

El modelo de insistencia en las diferencias, es el que más riesgo de disfuncionalidad puede presentar, por dificultar el proceso de identificación y sentido de pertenencia a la familia. En este modelo, la familia da mucha relevancia a la historia previa del niño y a sus antecedentes genéticos (especialmente en momentos conflictivos), con lo cual “envían” al hijo, de forma más o menos implícita, mensajes peyorativos sobre su familia biológica, su etnia o su cultura. Es por ello que en este modelo relacional, el hijo adoptado puede sentirse tratado como un extraño y no identificarse con su familia adoptiva.

El modelo de negación de las diferencias suele ser más funcional cuando el niño que se ha adoptado es muy pequeño, así como en los inicios de la relación paternomaterno-filial, ya que en esos momentos es de primordial importancia el desarrollo de un vínculo afectivo fuerte y la presencia de unos modelos de identificación que le sirvan al adoptado para desarrollar un sentido de pertenencia a su familia.

Este modelo, sin embargo, puede aportar cierta utilidad al adolescente, que al abordar la crisis relacionada con su identidad (¿quién soy? ¿quiénes son los míos? etc.), contaría con una gran presencia de elementos sobre sus orígenes étnicos y culturales, ayudándole a desarrollar una fuerte identidad étnica. Para ello es necesario que se utilicen las diferencias en sentido positivo, pues al contrario llevaría a una identidad confusa, negativa o problemática.

Una vez pasada la etapa inicial, el modelo que mejor funciona es el de aceptación de las diferencias, ya que permite al niño adoptado un espacio en la familia en el que pueda reconocer, expresar, sentir, preguntar acerca de sus orígenes, etnia, cultura, etc. Este modelo

Es lo que ocurre en aquellas familias que usan este patrón en momentos de disfuncionalidad familiar, para asociar determinados comportamientos del hijo adoptado a estereotipos ligados a su cultura o etnia de origen. familias

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Estrategias que ayudan a desarrollar una identidad étnica y cultural positiva

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Reflexionar sobre nuestros propios prejuicios, actitudes y estereotipos

Es importante tomar conciencia de nuestros propios prejuicios raciales, a veces sutilmente transmitidos a través de expresiones del lenguaje (trabajar como un negro; tortura china, etc.) o de chistes, cuando no a través de estereotipos sobre determinadas culturas o etnias. De esta forma estamos transmitiendo el concepto de que unos grupos o etnias son inferiores a otros. Es necesario también reflexionar sobre la idea que tienen algunos padres que adoptan niños de otras etnias, del “bien que le han hecho al adoptarlo”, porque le han salvado de una vida de penurias. Es casi inevitable pensar que se les ha salvado de cosas terribles como la miseria, la explotación e incluso la muerte. Pero también es cierto que esta idea se sustenta, a veces, en actitudes más o menos discriminatorias respecto de las diferentes culturas o modos de vida. Por ejemplo, pensar que es

mejor vivir en occidente en una familia de clase media, que en oriente en una clase humilde. El riesgo que tiene esta idea es que, si los padres consideran al hijo adoptado como víctima al que “han rescatado”, van a conseguir que él a su vez también se sienta víctima,

estereotipos, puede que estemos influidos por la sociedad que nos rodea mucho más de lo que pensamos. Por eso es importante que las personas que van a adoptar o han adoptado interétnicamente hagan este trabajo de reflexión interna sobre sus propios prejuicios, estereotipos y temores.

2 y además sentirá que está en deuda permanente con sus padres por haberle salvado (deuda que nunca podrá pagar, pero que sí puede hacérsele muy pesada, debido a que no fue quien tomó la decisión de ser adoptado). Es necesario tener en cuenta que todos, absolutamente todos, estamos sometidos a un bombardeo continuo de estereotipos étnicos, raciales y culturales; y aunque creamos que adoptamos interétnicamente porque estamos libres de todos estos

Ayudar a nuestros/as hijos/as a abordar los prejuicios, actitudes y estereotipos de los demás

Hay una realidad que innegablemente está presente en la adopción de niños procedentes de etnias diferentes, y es que –casi irremediablemente– ese niño va a tener que hacer frente a los prejuicios de los demás. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el 49% de los españoles manifiesta conductas racistas frente a los extranjeros. Quizás esta conducta se ha puesto de manifiesto mucho más debido al fenómeno de la inmigración,

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que lleva aparejados otros problemas sociales como marginación, prostitución, delincuencia, etc.

y los recursos institucionales que la sociedad pone a su disposición cuando sufren una discriminación.

Es evidente que los padres con niños de otras etnias tienen que prepararles para afrontar prejuicios sociales. Para ello es básico, en primer lugar, ayudar a que los hijos desarrollen una identidad étnica fuerte y saludable; y en segundo lugar, colaborar para que adquieran una serie de estrategias que les capaciten para afrontar los posibles prejuicios de que puedan ser objeto. Por ejemplo, estrategias de “confrontación selectiva” o de “evitación selectiva” (es decir, saber cuándo ceder y cuándo no, y la forma en la que deben afrontar la situación). Igualmente deben conocer sus derechos legales

Veamos algunos planteamientos que nos pueden ayudar cuando surgen problemas. Si observas que tu hijo/a está preocupado/a: • Trata de estar disponible cuando decida hablar, aunque elija un momento poco apropiado. • Trata de no hacer suposiciones ni llegar a conclusiones. Ten una mente abierta. • Ve despacio, sin presionarlo. No le hagas muchas sugerencias sobre lo que está bien y lo que está mal. No pongas palabras en su boca. • Haz preguntas abiertas, que no se puedan responder con una sola palabra.

• Cuando son muy pequeños, se puede descubrir lo que tienen en la cabeza mientras juegas con ellos. • Es bueno hacerles preguntas que demuestren tu interés, pero sin pedirles detalles que puedan ser dolorosos para ellos. • Trata de estar lo más calmado posible. En caso contrario, el niño se ve obligado a manejarse no sólo con sus propios sentimientos, sino también con los tuyos. Si ve que te afecta mucho, puede que no te lo cuente en otra ocasión para no hacerte sufrir. • Céntrate en la necesidad del niño. Tú puedes encontrar el apoyo necesario más tarde y con otra persona, no con el niño. Al mismo tiempo usa un lenguaje que demuestre tu preocupación genuina (por ejemplo: “Me pone triste que tengas que pasar por esto”). • Separa tus propias reacciones de las del niño. Pueden ser bastante diferentes. • Céntrate en sus sentimientos y ayúdale a identificarlos: enfado, resentimiento, etc. Refuérzale que es correcto sentirse así. • Asegúrate de que tu hijo/a tiene claro que de ninguna manera se ha merecido las actitudes o las acciones injustas que haya podido recibir. familias

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• Enséñale a aceptar de una forma apropiada la realidad: “No ofende quien quiere, sino quien puede”. • En ocasiones se puede reorientar el significado de una situación. (Por ejemplo, hay personas que discriminan a otras porque es la única forma de sentirse importantes ellos mismos). • Evita comentarios que acaben con el diálogo, ya sea: - Empleando soluciones fáciles: “Deberías habérselo dicho a la profesora” o “No te preocupes por eso”. - Culpándole: “Te tomas las cosas demasiado a pecho” o “¿Qué le hiciste tú primero?” - Sermoneándole: “Cuando yo era niña...” - Rechazando sus sentimientos: “No deberías sentirte así”. - Minimizando el asunto: “Estoy segura de que no quiso decir eso”. - Excusándole: “Habrá tenido un mal día”. - Reaccionando exageradamente: “Ahora mismo voy al colegio y...” - Haciendo promesas que no puedes cumplir: “No te preocupes, que eso no volverá a ocurrir”. • Considera ocasiones en las que debas tomar alguna acción:

- Informar a la profesora de lo que está ocurriendo. Dependiendo de la edad del niño, incluirlo lo más posible en la decisión, pero sin pedirle más de lo que está dentro de sus posibilidades hacer. - Si la situación incluye amenazas, mensajes telefónicos ofensivos, etc., se puede pensar en tomar medidas legales.

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Incluye su cultura de origen en su educación

Es importante ofrecerle información sobre su cultura de origen, la situación del país, etc. antes de que se forme una imagen negativa debido a los mensajes que transmiten los medios de comunicación (a veces bastante sesgados en algún aspecto concreto como: pobreza, narcotráfico, delincuencia, etc.)

gran respeto que se tiene allí a las personas mayores, valorando enormemente su experiencia y sabiduría; o la existencia en el sudeste de su país de los Mosuo, la única etnia que tiene un sistema de parentesco matriarcal donde el “poder” lo ejercen las mujeres. Además, también se les puede hablar de su historia milenaria, sus obras de arte, grandes inventos, etc. Todo esto hará que el niño de origen chino sepa qué significa tener un patrimonio étnico y cultural. Esta información puede incluir también aspectos culinarios, espectáculos, películas, libros, etc. Si el niño rechaza su cultura de origen de forma temporal o permanente, no se debe forzar más allá de aquello para lo que está preparado, pero debe tener la oportunidad de elegir.

Esta información debe enfatizar aspectos positivos y valiosos sobre hechos, costumbres, tradiciones, etc. Por ejemplo, en el caso de la cultura china, el

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Frecuentar ambientes étnicos y culturales variados

Es importante estar abiertos a las diferencias culturales, proporcionando a los hijos elementos, perspectivas y conocimientos no sólo de su cultura de origen, sino también de otras culturas, ya que ello ayudará a comprender que ninguna cultura es mejor que otra, que no hay etnias o culturas superiores a otras; simplemente son diferentes, y la diferencia no es sinónimo de inferioridad.

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Apoya sus deseos de saber más o de conocer a su familia biológica

En el pasado, la adopción era un tema tabú. Hoy día los especialistas y la mayoría de las familias sabemos que es un tema del que se debe hablar con toda naturalidad.

En primer lugar, debemos tener claro que el relato de su adopción –y en definitiva de su vida– no comienza en el momento en que nosotros aparecemos en ella. Algunos padres se limitan a explicar la historia de la adopción desde el momento en que ellos entran a formar parte del relato, y esperan con temor el momento en que el niño quiera saber más. Las familias deberían esforzarse por responder (incluso antes de que el niño sea capaz de verbalizar sus dudas) dos cuestiones esenciales: la existencia de los padres biológicos y las razones que llevaron al niño a la adopción. Algunos padres, en su fuero interno, recriminan a los padres biológicos el abandono de sus hijos o se sienten mejores que ellos. Examinar y aceptar nuestros sentimientos es fundamental, porque muchas veces el hijo se siente solidario anímicamente con los padres despreciados, y muestra su enfado contra los adoptivos en forma de rebeldía, mala conducta, etc. Si, por el contrario, los padres biológicos son respetados y honrados por los padres adoptivos (porque le han dado la vida, independientemente de las circunstancias que les

llevaron a abandonar al niño) los hijos adoptados pueden agradecer a los biológicos la vida y a los adoptivos la crianza. Es importante que los padres adoptivos no pretendan ocupar el lugar de los biológicos, porque cuando el hijo tiene resentimiento o algún sentimiento negativo hacia sus padres biológicos, acaban recibiéndolo los adoptivos si éstos pretenden ocupar el lugar de aquéllos. Si, por el contrario, no se consideran más que continuadores de la labor que aquéllos no pudieron llevar a cabo, esos sentimientos se dirigen hacia los biológicos, mientras que el sentimiento bueno va hacia los adoptivos. Cuando los padres adoptivos entienden que su labor es llevar a término lo que los biológicos no pudieron, no hay rivalidad posible, ni miedo a que ellos amenacen la relación con el niño. Muy al contrario, se creará un vínculo no sólo con ese niño, sino con sus padres biológicos, de manera que dos sistemas familiares (aun perteneciendo a países diferentes, con etnias distintas y culturas quizás opuestas en algunas cuestiones), se puedan integrar de manera armónica en una sola vida: la de esa personita que un día llegó a sus vidas. familias

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