1.-La técnica del cuento en El Aleph La mayoría de sus historias más ...

todo, en la mitología y relatos antiguos, donde tuvo su origen. .... pertenecen al género fantástico: Emma Zunz, varias veces llevado al cine, e Historia del.
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1.-La técnica del cuento en El Aleph La mayoría de sus historias más populares abundan en la naturaleza del tiempo, el infinito, los espejos, laberintos, la realidad y la identidad;mientras otras se centran en temas fantásticos. El mismo Borges cuenta historias más o menos reales de la vida sudamericana; historias de héroes populares, soldados, gauchos, detectives y figuras históricas, mezclando la realidad con la fantasía y los hechos con la ficción. Con un manejo inusual de las palabras, la obra borgiana impulsó una renovación del lenguaje narrativo, resaltando la índole ficticia del texto y amalgamando fuentes y culturas de índole diversa (europeas y orientales,vanguardistas y clásicas) a través de la parodia y la ironía. Sus textos surgen de otros textos previos, y suponen una estrecha familiaridad con ellos. Las tramas se superponen a otras tramas, cada párrafo es la variación de otra escritura o lectura previas. Es difícil no descubrir algunas de sus claves; es casi imposible descifrarlas todas. Su escritura rescata ideas y preguntas que atraviesan el pensamiento occidental desde sus remotos orígenes y las reformula, legándolas a la posteridad. No intenta seriamente solucionar las contradicciones; prefiere resaltarlas, reordenándolas en paradojas, a las que envuelve una y otra vez con diferente ropaje. En sus páginas más características, propone un contexto lúdico y desafía al lector a resolver un enigma. Como en un buen laberinto policial, exhibe todas las pistas necesarias para deducir las respuestas; entre esas pistas se destaca su propia biblioteca clasificada y comentada. Abunda en referencias inexistentes disimuladas entre un fárrago de citas eruditas. Hay frases copiadas traviesamente de obras ajenas, guiños al iniciado, a sus amistades y a sí mismo. Sus mejores cuentos acumulan múltiples significados, ordenados en capas que se tornan alternativamente transparentes u opacas según el punto de vista. El lector vislumbra un reflejo aquí y otro allá, de acuerdo a su experiencia y a sus circunstancias; la comprensión completa, sin embargo, nos está vedada. El único privilegiado es el tramoyista, el que visualiza el universo cifrado, el que urdió la trama, ubicado en el centro del laberinto, reflejado y multiplicado en sus propias palabras: el mismísimo Borges. Borges ofreció dádivas a dos deidades normalmente contrapuestas: la sencillez y lo extraordinario. En muchos textos Borges logró un maravilloso equilibrio entre ambas: lo natural que nos resulta raro y lo extraño que nos es familiar. Tal proeza determinó el lugar excepcional de Borges en la literatura. Ideológicamente, es ante todo un escéptico, que ha renunciado a entender el mundo. El mundo es para él un caos, un laberinto absurdo por el que transita perdido el hombre, pobre criatura incapaz de penetrar su destino o de gobernarlo. Tal concepción presenta algunos puntos de contacto con el existencialismo, pero Borges refrena toda angustia: al absurdo del mundo no opone sino una elegante ironía. Si la temática de Borges tiene no pocos paralelos en la literatura, sus cuentos apenas admiten parangón en cuanto a la originalidad de construcción. A veces comienzan como si se tratara de un estudio erudito; en ocasiones, carecen de anécdota y adoptan la apariencia de un ensayo o una disquisición filosófica; en otras se presentan como falsas confesiones autobiográficas... Se ha llegado a decir que Borges «ha inventado su propio género, a medio camino entre el cuento y ensayo» (L. Harss). El punto de arranque de un cuento de Borges puede ser un párrafo leído en una enciclopedia, o en un libro de Historia, o en un tratado cabalístico... (pero, atención, puede tratarse de un libro imaginario). Otras veces, arranca de un mito (el peso de la cultura se percibe siempre). O de un episodio histórico, de una leyenda antigua, de un suceso... En cualquier caso, lo que importa es cómo “ borda “el autor su tela de araña a partir de cualquier motivo y a dónde nos conduce.

Desde el punto de vista de la estructura narrativa, cada cuento de Borges es una obra perfecta. El relato avanza con una seguridad absoluta; casi siempre con un ritmo lento, pausado, inconfundible. Y así, los enigmas que nos presenta van haciéndose más y más densos, más y más inquietantes, hasta que nos envuelven con singular fuerza. A veces, es un solo hilo que va devanándose inexorablemente; otras veces, la historia se ramifica o se rompe en facetas contrapuestas. Y casi siempre, el desenlace nos sorprende en el último párrafo. En suma, nos hallamos ante un magistral arte de contar. El estilo de Borges, tras una primera etapa de retorcimiento barroco, se fue depurando hasta alcanzar perfiles inconfundibles. «Precisión, limpidez e intemporalidad son las cualidades estilísticas a las que aspiraba» (J. Franco). Así, ya en su madurez -a la que corresponden sus cuentos- logra una prosa aparentemente desnuda, fría, pero cargada de sentido y poderosamente sugeridora. La caracterizan, entre otros rasgos, las notas de sutilísima ironía, la andadura lenta e impregnante de las frases, la presencia de fórmulas lapidarias con cierto aire de máxima filosófica, el gusto por las paradojas. Pero también nos depara repentinos hallazgos poéticos: insólitas asociaciones de palabras y conceptos, enumeraciones meteóricas, etc. Y, por encima de todo, hay en Borges un ajuste admirable entre el tono y la índole de sus contenidos. La técnica del cuento en El Aleph se caracteriza por la utilización constante del juego, la ironía o del mundo fabuloso y fantástico. Se interpolan la realidad, la sátira y la fantasía. Otras veces pueden arrancar de un mito, de un episodio histórico, de una leyenda antigua, de un suceso… Lo que es realmente importante es el desarrollo utilizado por este autor a partir de cualquier motivo y a dónde nos conduce. El avance de sus relatos es absolutamente seguro, siendo cada uno de sus cuentos una obra perfecta de Borges. En definitiva, podemos decir que el arte de narrar de Borges es absolutamente magistral. En cuanto al estilo, con el tiempo se fue depurando hasta alcanzar perfiles inconfundibles. Es un cuento narrado en una perspectiva en primera persona particular, identificándose así la voz del narrador con el autor y el protagonista del cuento. Así logra confrontar al lector con una representación ficticia de sí mismo. Por otra parte sugiere la indefinición de los márgenes que separan lo real y lo fantástico, en el cual, abunda la maldad. Esta obra recoge en todos sus puntos el concepto de infinito. Cualidades estilísticas a destacar son: -La precisión, limpieza e intemporalidad. Es en su madurez cuando Borges logra una persona desnuda, fría, pero sobre todo cargada de sentido y poderosamente sugeridora. -Entre otros rasgos, esta prosa está caracterizada por notas de sutilísima ironía, por una hondura lenta e impregnante de frases; así como por la presencia de fórmulas lapidarias con aire filosófico y gusto por las paradojas. -Pero también podemos contemplar una serie de hallazgos poéticos, entre los que se encuentran las insólitas asociaciones de palabras y también de conceptos. -Asimismo, se muestran enumeraciones meteóricas. Borges nos deja ver un ajuste realmente admirable entre el tono y la índole de sus contenidos. También emplea el juego en el lenguaje y la erudición, como es en el caso de los epígrafes iniciales.

2.-El género fantástico en El Aleph. El género fantástico, comúnmente llamado fantasía, es un género artístico de ficción en el cual los elementos principales del argumento son imaginarios, irreales y sobrenaturales. En su sentido más amplio, el género fantástico se halla presente en la literatura, cinematografía, historieta, videojuegos, juegos de rol, pintura, escultura, drama y, sobre todo, en la mitología y relatos antiguos, donde tuvo su origen. Se caracteriza por no dar prioridad a una representación realista que respete las leyes de funcionamiento del mundo real. En ese sentido se suele decir que el género fantástico es subversivo, pues viola las normas de la realidad. Generalmente se distingue de otras formas artísticas como la ciencia ficción –en la que también se subvierten los mecanismos de funcionamiento de la realidad conocida– aduciendo que la causa de los fenómenos observados en obras de corte fantástico siempre tienen que ver con fuerzas sobrenaturales mientras que en la ciencia ficción hay causas “cientifizadas”, con explicaciones que buscan la racionalidad dentro de su ruptura con el orden conocido. Los rasgos del género fantástico se basan en la inclusión de elementos fantásticos en la coherencia interna. Dentro de esa estructura, cualquier tipo de elemento fantástico es posible: puede tratarse de fenómenos ocultos en un mundo aparente real, puede trasladar a los personajes de un mundo con tales elementos, o puede que el argumento se produzca totalmente en un mundo fantástico, donde estos elementos son parte del mismo. Aunque los elementos irreales e imaginarios sean la base de la trama, esta debe tener su propia coherencia, ya que si no,pertenecerá al género surrealista y no al fantástico. El cuento fantástico es uno de los productos más característicos de la narrativa del siglo XIX, el que más nos dice sobre la interioridad del individuo y de la simbología colectiva. El elemento sobrenatural en el centro de estas historias aparece siempre cargado de sentido, como la rebelión de lo inconsciente, de lo reprimido, de lo olvidado, de lo alejado... El cuento fantástico nace entre los siglos XVIII y XIX sobre el mismo terreno que la especulación filosófica; su tema es la relación entre la realidad del mundo que habitamos y conocemos y la realidad del mundo del pensamiento que nos dirige. El problema de esta realidad, de lo que se ve : son caras extraordinarias que tal vez son alucinaciones proyectadas por nuestra mente, cosas corrientes que tal vez esconden una segunda naturaleza inquietante, es la esencia de la literatura fantástica. Algunos autores sostienen que lo que distingue a lo "fantástico" narrativo es la perplejidad frente a un hecho increíble, la indecisión entre una explicación racional realista. Este hecho increíble que narra el cuento fantástico debe dejar siempre una posibilidad de explicación racional. En cambio lo "maravilloso" se distingue de lo ``fantástico´´ por presuponer la aceptación de lo inverosímil y de lo inexplicable. En este género no es tan importante la maestría en el tratamiento de la palabra, sin que es más relevante la evidencia de una escena compleja e insólita. Y el elemento ``espectáculo´´ es esencial en este tipo de narraciones. En definitiva ,el cuento fantástico es en el que lo sobrenatural es invisible, más que verse se siente, entra a formar parte de una dimensión interior, como estado de ánimo o como conjetura ; en muchos cuentos se ponen en juego elementos espectaculares, con imágenes de la vida cotidiana. También cabe destacar que a principios del siglo XIX lo fantástico ``visionario´´ predomina con claridad , mientras que a finales de este siglo predomina lo fantástico ``cotidiano´´.

Si El Aleph de Borges era "el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos", haciendo uso de la metáfora podemos describir a la literatura como el espacio único e ilimitado que reúne el fruto de todos los escritores de cualquier época. La literatura fantástica posee además la facultad de contener en sí misma todas las posibilidades surgidas de la imaginación vigorosa, visiones científicas, épicas, distópicas, apocalípticas, góticas, terroríficas, oníricas, surrealistas... Todas ellas conforman nuestro particular aleph literario. Jorge Luis Borges retoma en este libro sus temas favoritos dándoles un imprevisto y deslumbrante planteamiento. En cada relato arriesga una nueva visión del universo fantástico. Quienes buscan al escritor brillante de los interminables juegos mentales se entusiasmarán con El Zahir, Los dos reyes y los dos laberintos y Los teólogos. Quienes prefieren al narrador de otras culturas encontrarán páginas amigas en Abenjacán, el bojarí muerto en su laberinto y en La busca de Averroes. Tampoco faltan la historia y la tradición: Biografía de Tadeo Isidoro Cruz y La otra muerte. De los diecisiete cuentos que componen este volumen, dos de ellos no pertenecen al género fantástico: Emma Zunz, varias veces llevado al cine, e Historia del guerrero y de la cautiva, que narra dos hechos verdaderos. El libro se cierra con El Aleph, obra maestra del género. Los relatos de este libro plantean un universo fantástico. Se mezcla en él juegos mentales, culturas exóticas y la tradición argentina. En sus diecisiete historias el lector se reencontrará con un universo imprevisto, lleno de excitación. En cada relato arriesga una nueva visión del universo fantástico. Quienes buscan el escritor brillante de los interminables juegos mentales se entusiasmarán con El Zahir, Los dos reyes y los dos laberintos y Los teólogos. Quienes prefieren al narrador de otras culturas encontrarán páginas amigas en Abenjacán, el bojarí muerto en su laberinto y en La busca de Averroes Tampoco faltan la historia y la tradición: Biografía de Tadeo Isidoro Cruz y La otra muerte. De los diecisiete cuentos que componen este volumen, dos de ellos no pertenecen al género fantástico: Emma Zunz, varias veces llevado al cine, e Historia del guerrero y de la cautiva ,que narra dos hechos verdaderos. El libro se cierra con El Aleph, obra maestra del género.

3.-Explica los principales temas de El Aleph. Los rasgos más sobresalientes de la narrativa borgiana Los cuentos de Borges se caracterizan, ante todo, y salvo excepciones, porque nos ponen en contacto con lo excepcional, con lo insólito. No es, sin embargo, un simple autor de «cuentos fantásticos», aunque muchos de ellos puedan ampararse bajo tal etiqueta, y así lo ha hecho su propio autor. Su verdadero objetivo es proponernos sutiles juegos mentales, invitarnos a complejos ejercicios de imaginación y ponernos ante abismales problemas metafísicos. Frecuentemente, todo ello consigue producir en el lector un auténtico vértigo intelectual. No es difícil enumerar sus temas predilectos: el mismo Borges ha dicho que «hay pocos argumentos posibles»; y es que, en el fondo, sus cuentos son variaciones sobre unos temas obsesivos. He aquí los que parecen centrales (conéctense con lo dicho sobre su concepción del mundo): - La identidad humana. Es decir, la personalidad del hombre, su consistencia o su inconsistencia, sus extraños desdoblamientos y la posible identidad de todos los hombres. ¿Somos uno o varios? ¿Son todos los hombres un mismo hombre? ¿Somos simples criaturas soñadas por otro, por Dios tal vez? - El destino del hombre. ¿Somos libres? ¿Estamos acaso desempeñando un papel escrito de antemano? ¿Estamos repitiendo sin cesar una misma historia? Por este camino, las meditaciones de Borges desembocan en unas inquietantes preguntas sobre el destino de la civilización. O sobre la fatalidad. - El tiempo. Pasado, presente y futuro se entrelazan con frecuencia en estos cuentos, como para poner aún más en entredicho el destino del hombre y el sentido de la historia. ¿Es el tiempo una ilusión? Lo que va a suceder, ¿ha sucedido ya en otros niveles que sólo aparentemente son distintos de aquel en el que estamos? La vieja idea del tiempo circular o del «eterno retorno» es materia esencial de los cuentos de Borges. - La eternidad y el infinito. Son el reverso de las meditaciones sobre el tiempo y la inconsistencia del mundo. La eternidad (o abolición del tiempo), ¿es una salvación o una condena? La idea del infinito, ¿es un consuelo o una pesadilla? - El mundo como laberinto. Todos los interrogantes con que -inevitablemente- hemos resumido la temática de Borges, confluyen en una visión laberíntica del ser del mundo y del existir del hombre. Es el laberinto de no saber qué es real y qué es ilusorio; de no saber cómo escoger ante esos «senderos que se bifurcan» en el espacio o en el tiempo. - La muerte, que inevitablemente espera al hombre al final del sendero o del laberinto. Es la coronación de los destinos. Es condena o alivio. ¿O acaso es otra apariencia, y seguimos viviendo para repetir nuestra historia o para vivir otras historias, para vivir toda la historia? De nuevo desembocamos en temas antes señalados: la identidad, el tiempo circular, la eternidad. (con referencias al mito de la transmigración de las almas). Recapitulando: tiempo cíclico, laberintos que simbolizan el universo, bibliotecas como conocimiento inaccesible, espejos como imagen del desdoblamiento en la personalidad del hombre, la muerte, etc. Se interpolan tres planos: la realidad, la fantasía y la sátira. Sugiere más que dice y adecua el lenguaje con un tono filosófico e irónico. En la lectura de cuentos de Borges, se ve cómo se presentan y se entrecruzan los temas señalados (o cómo se desglosan en otros, formando complejas constelaciones). Los distintos cuentos son variaciones de unos «pocos argumentos posibles».

Estamos, evidentemente, ante una narrativa de alcances metafísicos, Pero una temática como la de Borges, ¿significa que nos hallamos ante un filósofo que escribe cuentos? Responder afirmativamente sería una equivocación y una banalidad. Es cierto que en sus cuentos se esconden sus inquietudes y sus interrogantes, y hasta su angustia por los absurdos del mundo y los enigmas del vivir humano. Pero nada más lejos de su intención que construir un sistema filosófico (él, que tanto ha ironizado sobre los sistemas).

4.-Explica las características del universo borgiano en El Aleph. Leer y estudiar la obra de Jorge Luis Borges es caminar un infinito laberinto, para acertar con espléndidas salidas ficticias. Detrás de las palabras hay – según nuestro escritor – “ sentimiento y pasión ”. Ese sentimiento y esa pasión que fluyen del íntimo centro borgiano, nos tienden los acertijos. En las obras de Borges distinguimos diversas clases de laberintos. La palabra laberinto, para Borges, es la prisión en que está encerrado el hombre; es el lugar donde encontrará la muerte. Nuestro escritor explica cuándo surge en él la idea del laberinto: “Recuerdo un libro con un grabado de acero de las siete maravillas del mundo; entre ellas estaba el laberinto de Creta. Un edificio parecido a una plaza de toros, con unas ventanas muy exiguas, unas hendijas. Yo, de niño, pensaba que si examinaba bien ese dibujo, ayudándome con una lupa, podría llegar a ver el Minotauro. Además, el laberinto es un síntoma evidente de perplejidad que me ha acompañado a lo largo de la vida que hace que muchos de mis propios actos me sean inexplicables, elegí el símbolo del laberinto o, mejor dicho, el laberinto me fue impuesto, porque la idea de un edificio construido para que alguien se pierda, es el símbolo de la perplejidad”. El espejo refleja la apariencia del mundo, reproduce una realidad que no está en el, en forma invertida. En su niñez Borges siente “el horror de los espejos”: “... yo tenía miedo a que algunos de esos reflejos se pusiera a vivir por cuenta propia”. Para el contienen la revelación de nuestra identidad. Si bien la poesía fue uno de los fundamentos del quehacer literario de Borges, el ensayo y la narrativa fueron los géneros que le reportaron el reconocimiento universal. Dotado de una vasta cultura, elaboró una obra de gran solidez intelectual sobre el andamiaje de una prosa precisa y austera,a través de la cual manifestó un irónico distanciamiento de las cosas y su delicado lirismo. Sus estructuras narrativas alteran las formas convencionales del tiempo y del espacio para crear mundos alternativos de gran contenido simbólico, construidos a partir de reflejos, inversiones y paralelismos. Los relatos de Borges toman la forma de acertijos, o de potentes metáforas de trasfondo metafísico. Entre sus intereses intelectuales destacan la mitología, la matemática, la teología, la filosofía y,como integración de éstas, el sentido borgiano de la literatura como recreación — todos estos temas son tratados unas veces como juego y otras con la mayor seriedad. Borges vivió la mayor parte del siglo XX, por lo que vivió el período modernista de la cultura y la literatura, especialmente el simbolismo. Su ficción es profundamente erudita y siempre concisa. En otro sentido, la obra ficcional borgiana se inclinó a temas recurrentes, como son lo fantasmal de la vida, el combate singular como reconocimiento del otro en el acto de darle muerte, el espejo como cifra de las apariencias mundanas, la lejanía y la desdicha vinculadas con la relación amorosa, o la busca del nombre de los nombres, el prohibido nombre de Dios, donde se realicen las fantasías de perfecta adecuación entre las palabras y las cosas. Se replegó hacia una actitud estética de apariencia neoclásica, aunque en él pervivieran los tópicos del infinito y de lo inefable, recogidos en sus juveniles frecuentaciones de Schopenhauer y de los poetas románticos alemanes. El afán de tersura en la expresión, la relectura de los clásicos y su cita constante, la concisión que exigen los géneros breves, son todos gestos de su neoclasicismo en el que la razón intenta ordenar, jerarquizar y clarificar hasta los límites admisibles de su poder sobre el lenguaje, siempre resbaladizo, engañoso y ambiguo. Borges en esta etapa vuelve sobre algunos episodios costumbristas de ambiente campesino o suburbial, que había tratado en su juventud, como el duelo a cuchillo, para repasarlos en un contexto de mitología universal. Así,sus gauchos y compadritos de las

orillas se entreveran con los héroes homéricos, los teólogos medievales y los piratas del mar de la China. No son ya el motivo de una exaltación peculiarista ni se los encara como emblemas de un universo cultural castizo y cerrado, sino que se los relativiza en un marco de ambiciones eclécticas y cosmopolitas.

5.-Explica el tratamiento del tiempo y del espacio en El Aleph. Como señala Anderson Imbert, sus «cavilaciones metafísicas» son inseparables de sus «intuiciones poéticas». «Lo que a Borges le interesa es la belleza de las teorías, mitos y creencias en que no puede creer. [ ... ] Es radicalmente escéptico, pero cree en la belleza de las teorías, las colecciona y, al estirarlas hasta sus últimas consecuencias, las reduce al absurdo.» Nada más exacto. Borges es, ante todo, un creador, un poeta. Y como tal se apasiona por las ideas, ya sea la filosofía idealista, ya las corrientes esotéricas (la Cábala, en particular), ya los posibles sentidos de los mitos clásicos. La noción de espacio es tratada en el cuento de dos formas diferentes. En la primera parte, el enfoque es tradicional, el espacio se “representa” . En la segunda –que coincide con la primera mención del aleph y su visión- el espacio (infinito) se traslada al texto como tal. Cuando el personaje Borges visita la casa de la recientemente fallecida Beatriz Viterbo, la casa de la calle Garay que continúa frecuentando en cada aniversario de su muerte, la ubicación espacial es muy precisa, como lo son, con lujo de detalles, las descripciones de “la abarrotada salita” y los múltiples retratos de Beatriz en diversas épocas y situaciones, suerte de síntesis de su vida. El recurso de la enumeración-en este caso limitada y “realista”- anticipa la enumeración caótica utilizada en la segunda y bien diferenciada parte del cuento, en el desesperado intento por transmitir la visión del sorprendente aleph. Enumeración de infinitas cosas y acontecimientos de diversos niveles y dimensiones que deben ser dichos al modo del lenguaje, uno detrás de otro, aunque sean percibidos simultáneamente, en un “instante infinito”. Confiesa el personaje una vez enfrentado a su visión: “el problema central es irresoluble: la enumeración. siquiera parcial, de un conjunto infinito” (Borges, 2000:191) Y continúa azorado: “En ese instante gigantesco he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es.” (Borges, 2000:191-192). En este momento, pensamos que Derrida tendría también algo que decir a través de su noción de différance (Derrida, 1989:39). Ese neologismo que, aclara su autor, “no es ni una palabra ni un concepto” indica ese movimiento que diferencia y difiere los signos y sus huellas, que espacializa al texto, porque Derrida, coincidiendo con el personaje de Borges, postula que no puede decirse lo simultáneo. Esa indecibilidad es también una indecidibilidad. Porque: ¿qué escoger para mencionar de ese infinito tiempo-espacio? Todo lo no nombrado, está también allí como huella o diferencia”.Borges se anticipa teóricamente más de veinte años a este removedor planteamiento deconstruccionista, que interpela las certezas y las oposiciones jerárquicas de la metafísica tradicional de occidente. El texto es espacio, espacio de diferencias y trazas que admite un entre signos, una temporización, presencias y ausencias que están allí gracias al juego y movimiento de la différance. Es esto lo que se plantea en la enumeración de lo “visto” en ese indecible-indecidible aleph. En el modelo temporal-espacial de T. Hagerstrand, el lugar adquiere significado en función de los cambios experimentados en el espacio y el tiempo, individualmente o por grupos sociales. Es sinónimo de estructura ambiental y está compuesto por una serie de recursos y de alternativas de actividad. En esas estructuras se desarrollan trayectorias o sendas –a diferentes escalas temporales-, poseyendo el lugar el significado de estaciones a lo largo de aquellas. Si algo puede efectivamente subrayarse en este breve aunque densificado texto de Borges es, justamente la coexistencia de “diferentes escalas temporales” marcadas en numerosos pasajes del relato en tiempos que son simultáneos o se distancian: “vi la noche y el día contemporáneos, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala”; “vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos”. Espacios y tiempos diversos que conviven en el texto y en la infinita visión simultánea, así como en la clara vivencia de distintas trayectorias o sendas significativas. Estaciones

en la eternidad, pero a la vez, en el instante. A través de estos elementos “se logra la comprensión intuitiva del universo, se siente la inmanencia total de lo infinito en lo finito. En El Aleph se enriquecen los puntos de vista, se universaliza la visión pero no se multiplican las cosas. El poema de su rival Carlos Argentino Daneri, que pasa revista a la geografía terráquea (tradicional), representa lo cuantitativo o multiplicación de las cosas (...). El poema de Borges que surge de la visión del mismo aleph (¿del mismo?, nos preguntamos ) multiplica y enriquece los puntos de vista sin fragmentación, representa lo cualitativo porque universaliza la visión” (Cedola, 1993:136).

En el manejo del espacio geográfico –del lugar- existen restricciones, que Hagerstrand divide en: restricciones de habilidad –las que imponen límites temporales a los desplazamientos diarios o a lo largo de la vida del individuo, generando tubos o prismas accesibles a la percepción del individuo en el espacio externo, por ejemplo los horarios y el trayecto de una línea del transporte urbano-; restricciones de autoridad -derivadas del control que ejercen individuos o grupos sobre objetos o eventos de una entidad temporal-espacial, por ejemplo el acceso a un espectáculo no gratuito-; y restricciones de unión –derivadas de la necesidad de interacción con otros individuos en el espacio para producir, consumir, intercambiar o comunicarse, por ejemplo las derivadas de los diferentes roles sociales-. A partir de la percepción de los prismas accesibles al individuo, se construye la imagen de distritos o áreas, superficies con bordes delimitados y surcados por las sendas antes citadas.