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crítica a fin de poder discutir las incumbencias éticas de los arqueólogos respecto a este tema. ... Departament de Prehistòria, Facultat de Lletres,.
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BIOARQUEOLOGÍA-2012 TRABAJO PRÁCTICO N° 1 TEMA: Historia de la Ciencia y Filosofía de la Ciencia 1-OBJETIVOS • • •

Familiarizar al estudiante con el vocabulario bioarqueológico a través de la lectura de trabajos de investigación científica. Analizar la estructura epistemológica de un texto bioarqueológico. Valorar las consecuencias sociales y éticas del desarrollo de la ciencia a lo largo de su historia de gestación.

2-INTRODUCCIÓN Según M. Bunge, la ciencia es conocimiento, es decir, un conjunto creciente de ideas que puede caracterizarse como racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. La ciencia constituye una característica específica de la sociedad occidental moderna, nunca antes se había dependido tanto de la ciencia y tecnología como en la actualidad. Recién a principios del s. XX se desarrolló una corriente filosófica que se ocupara de la ciencia de modo especial: la Epistemología o Filosofía de la Ciencia. Cuando hablamos de conocimiento científico, nos referimos a aquel conocimiento producido por la investigación científica. La ciencia no es un sistema dogmático y cerrado, por el contrario, es un sistema controvertido y abierto. La producción de conocimiento científico está asociada a la elaboración y contrastación de hipótesis científicas. Las hipótesis permiten explicar y predecir fenómenos naturales, tienen carácter general y provisorio, además deben ser racionales y objetivas.

3-ACTIVIDADES A-Indique cuáles enunciados tienen carácter científico y cuáles no. Explique qué criterios utilizó para diferenciar estos enunciados.

- La secuencia palinológica del yacimiento arqueológico Carril de Caldereros representa uno de los primeros registros paleoambientales para la segunda mitad del Holoceno en el sureste ibérico semiárido. - El floema, igual que el xilema, es un tejido complejo, heterogéneo, formado por diferentes tipos de células. - Los “espíritus de la naturaleza” (lagos, cerros, etc.) son llamados por sus nombres –

que evocan los “poderes” de estos lugares- a través de conjuros o cantos acompañados del golpeteo rítmico de la “chungana”. - El género Baccharis se halla representado en la Argentina por 96 especies. - La cuenca de México es una unidad hidrológica cerrada de aproximadamente 7.000 km2.

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- El curandero invoca el “poder” o “espíritu” de la planta pidiéndole una visión clara

para que se cumplan los objetivos de la “mesada”. -Entre los Camélidos, las llamas son guanacos domesticados. B-Los textos de Marian Berihuete Azorin y Débora Zurro, corresponden a fragmentos de sus tesis doctorales. Ambas producciones se desarrollaron en el marco de investigaciones bioarqueológicas. Lea estos textos y señale en cada uno de ellos: -Problemática de investigación; -Antecedentes; -Objetivos de investigación; -Hipótesis de trabajo. C-Los textos “Criterios sobre la exhibición de restos humanos en los museos” y “Declaración de Rio Cuarto”, exponen la situación de Argentina respecto a la exhibición pública de restos humanos desde el año 2001. Lea estos textos de manera crítica a fin de poder discutir las incumbencias éticas de los arqueólogos respecto a este tema.

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Tomado de: EL PAPEL DE LOS RECURSOS VEGETALES NO LEÑOSOS EN LAS ECONOMÍAS CAZADORAS RECOLECTORAS: PROPUESTA PARA EL ESTUDIO DE SU GESTIÓN: EL CASO DE TIERRA DE FUEGO (ARGENTINA)

Marian Berihuete Azorin Tesis doctoral Directora: Raquel Piqué huerta Co-director: Ramón Buxó Capdevila Departament de Prehistòria, Facultat de Lletres, UAB, diciembre de 2009

A pesar de que las investigaciones arqueológicas se iniciaron en Tierra del Fuego (Argentina) hace más de tres décadas, hasta el momento no se han realizado apenas estudios arqueobotánicos, al menos de “largo alcance”, ni para conocer las sociedades históricas, ni las prehistóricas. Entre ellos podemos citar los análisis de carbones de sitios costeros relacionados con lxs yámana (Piqué, 1999) o del interior relacionados con lxs selknam (Caruso, 2008), y la aproximación de reconstrucción paleoambiental en el sitio Cerro Onas (Rojas, 2004). Es por esto que la visión que tenemos del uso de recursos vegetales en esta zona sigue basándose en la etnografía. Pensamos que buena parte de este vacío se debe a que no se han implementado las técnicas de recuperación de restos adecuadas, quizás porque guiados por la propia etnografía lxs investigadores han considerado poco probable su recuperación. El resultado es una visión fuertemente parcial de la gestión de recursos y del modo de subsistencia de estas sociedades, que han sido caracterizadas en la zona del interior de la Isla Grande, ocupada por lxs selknam, como “cazadores de guanaco” y en la costa, donde habitaba la sociedad yámana, como “cazadores de lobos marinos” y mariscadores. Con la intención de conocer cómo fue realmente el modo de vida de estas gentes y, por ende su organización social, nos planteamos este trabajo. Pensamos que si no tenemos en cuenta todos los recursos aprovechados no podremos comprender las estrategias de subsistencia de un grupo humano ni acercarnos a su economía y organización social.

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El principal objetivo de este trabajo será pues, avanzar en el conocimiento de cómo fue la gestión de los recursos vegetales por parte de las sociedades fueguinas, con la intención de ir progresando hacia una visión global de cómo organizaban su subsistencia. Además la información obtenida ampliará el conocimiento general de la gestión de estos recursos entre sociedades cazadoras-recolectoras. Asimismo, consideramos que la posibilidad de contrastar la información etnográfica con la obtenida a través de la arqueología nos dará la oportunidad de desarrollar nuevas herramientas de interpretación de los contextos. Saber que estamos comparando sitios ocupados por sociedades diferentes, así como estructuras que responden a actividades de la misma sociedad con funciones diferenciadas es una ventaja con la que normalmente no contamos. De este modo, podremos caracterizar y comparar los conjuntos, en busca de pautas y diferencias que podamos después emplear al enfrentarnos al estudio e interpretación de contextos prehistóricos. Por otro lado, a partir de este registro arqueobotánico intentaremos comprender los procesos que han hecho que los restos formen parte del mismo, tanto los antrópicos (deliberados accidentales), como los no antrópicos, valorando también cómo han afectado los procesos tafonómicos a los materiales. A partir de los trabajos previos veremos que una de las problemáticas habituales al enfrentarnos a los conjuntos arqueobotánicos es la determinación de su génesis antrópica. En este sentido intentaremos recoger las propuestas previas para su identificación y aplicarlas en la caracterización de los conjuntos que estudiamos. Una vez identificado el aporte antrópico, trataremos de reconstruir los procesos productivos que han concluido con la incorporación de los restos a la matriz arqueológica, a partir de los datos arqueobotánicos, etnobotánicos y etnográficos. Nuestra intención es profundizar en los modos de obtención y consumo de los recursos vegetales, especialmente de aquellos que sirvieron como alimento. Los datos que expondremos prueban sobradamente la utilidad de las plantas como recurso y su uso generalizado por parte de diferentes comunidades humanas; la propuesta de análisis que presentamos pretende facilitar la interpretación de cómo se produjo su explotación. Por último, a nivel de cada yacimiento nuestro objetivo es emplear todas las posibilidades de interpretación a nuestro alcance, para de este modo tratar de verificar la idoneidad de la metodología empleada y extraer así el máximo de información que nos permita caracterizar las sociedades estudiadas. Nos interesa también demostrar el potencial del análisis de los conjuntos arqueobotánicos como generadores de

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información sobre una sociedad, su modo de subsistencia y su sistema económicosocial. El marco metodológico en que se inscribe este trabajo es el de la arqueobotánica. Dentro de esta disciplina, nos centraremos en el estudio de la gestión de los recursos vegetales no leñosos por parte de sociedades cazadoras-recolectoras; es decir los que no fueron usados como combustible, o las maderas. Serán pues nuestro objeto de estudio los frutos y semillas, principalmente, aunque nos encargaremos también de revisar el resto de macrorrestos vegetales. A lo largo de las páginas siguientes emplearemos generalmente el término arqueobotánica, aunque no descartamos la palabra carpología, para concretar que nos referimos al estudio de frutos y semillas. Creemos que ambos términos son válidos para referirse a nuestro trabajo y pensamos que la discusión sobre las diferentes posibilidades terminológicas ya se ha llevado a cabo en otros escritos (por ejemplo, Rodríguez, 2008: 51 y ss.; Valamoti, en prensa). En definitiva, aunque nuestra investigación será complementaria y paralela a la de los demás restos recuperados, se centrará en los vegetales y su función como fuente de alimento, medicina, y otras materias primas. En cuanto al papel de las plantas en la economía de cazadores-recolectores, podemos decir que es variable y depende de factores múltiples, como los sociales, o los climático –ambientales. Como expondremos más adelantes, etnográficamente se conoce una amplia gama de modos de aprovechamiento de recursos vegetales entre sociedades caracterizadas por un modo de producción cazador-recolector. En cuanto a su relación con los recursos vegetales, todas ellas coincidirían en que explotarían especies silvestres, sin intervenir sobre sus ciclos reproductivos. Vemos pues que dentro de este modo de explotación de recursos hay un margen muy amplio de acciones, pero que es a la vez relativamente concreto en cuanto a su definición. Entre las sociedades cazadoras-recolectoras históricas, no se conoce ningún caso de aprovechamiento nulo de recursos vegetales (incluso sin tener en cuenta el combustible). Dicho de otra manera, no se conoce ninguna sociedad que no emplee alguna de las especies vegetales que conoce como recurso. Quizá uno de los casos más conocidos es el de la sociedad Chyppewa, que durante años se utilizó para ejemplificar una economía en la que los recursos vegetales no tenían ningún papel. Un estudio más profundo de su subsistencia y sus costumbres ha demostrado que esto no es cierto, y que muchos de los vegetales disponibles eran empleados de diversas maneras. En toda

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sociedad, cada alimento tiene su papel en la dieta y cada recurso su rol en la economía y, a menudo, no es posible establecer una jerarquía por orden de importancia (que en todo caso sería variable en función del aspecto escogido para realizar la ordenación). En el caso de sociedades cazadoras-recolectoras prehistóricas, no podemos asegurar que esto fuese así, pero sí que pensamos que es muy probable que la mayoría de ellas empleasen los vegetales para diversas funciones. Es habitual que cuando pensamos en qué significaban los recursos vegetales para sociedades cazadoras-recolectoras nos venga a la mente el combustible y un puñado de bayas, como mucho un cesto lleno de bayas. Sin embargo, como destaca Nancy Turner (1998) en latitudes como la que habitaron lxs indígenas selknam los recursos vegetales se convierten además en algo tan primordial como la materia prima para sus medios de transporte (canoas), herramientas y contenedores, todas ellas necesidades vitales para esta gente. Otros usos como esencias, ornamentales, agentes limpiadores o repelentes de insectos están documentados, así como también usos lúdicos de las plantas (Turner, op. cit.: 15). En el caso fueguino sin embargo, a pesar de contar con abundante información etnográfica y si hacemos caso de estas fuentes, parece ser que la importancia de los recursos vegetales sería mucho menos trascendental, excepto en el caso de la leña y la materia prima de las estructuras y canoas. Incluso en la única obra exclusivamente etnobotánica (Martínez, 1968) son relativamente pocas las especies documentadas como útiles (tan sólo 50). No obstante, pensamos que esta situación puede obedecer a que no se prestó especial atención a estos aspectos, bien por considerarse poco importantes en el caso de la etnografía, o bien debido a que estos conocimientos ya estaban perdiéndose, como consecuencia de la disolución y extinción de estas sociedades y sus modos de vida tradicionales, en el caso del trabajo arriba citado. No hay que olvidar que el exhaustivo conocimiento sobre la rica variedad de empleo y funciones de recursos vegetales en Canadá y Norte América, se debe a un gran y creciente interés por el conocimiento de los modos de vida indígena y de la sabiduría tradicional, que ha llevado a su profundo estudio y a progresivas medidas de protección, si no del modo de vida en sí, al menos de la consignación de su legado, circunstancia que no se dio en el caso selknam y yámana. Es por ello que en este trabajo nos gustaría reivindicar la consideración justa del papel que los vegetales tuvieron en las economías y modos de vida fueguinos, que de hecho fue crucial, aprovechándose todo el abanico de posibilidades que este reino ofrecía:

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calefacción, luz, materias primas para estructuras, herramientas, ropas y objetos cotidianos, alimento, medicina, pigmentos y probablemente otras que se nos escapan. Durante mucho tiempo se pensó que era imposible recuperar los restos de vegetales del sedimento arqueológico, especialmente en sitios de cazadores-recolectores. Si bien es verdad que desde el punto de vista tafonómico son los vegetales los restos menos susceptibles de preservarse, también se ha demostrado que la aplicación de las técnicas adecuadas permite su recuperación. Además, entre estos, a parte de la leña son las semillas las que por sus características morfológicas más posibilidades de conservarse tienen, en comparación con otras partes útiles, como flores, hojas, tallos o raíces (Wing y Brown, 1979: 142). A nivel teórico, pensamos que hay una desconexión entre el estudio de las sociedades pasadas y los conjuntos arqueobotánicos que generaron, que se refleja en la interpretación del mismo. Es frecuente que tras un estudio arqueobotánico los resultados se limiten a exponer una lista de taxones identificados y, con suerte, a interpretar su uso en función de los usos actuales conocidos. Pocas veces encontramos un intento de inferencia de los procesos productivos que los restos llevan implícitos, y que creemos podrían ayudarnos a conocer mejor el modo de subsistencia de una sociedad. Por ejemplo la necesidad del uso de herramientas específicas, técnicas de preparado o conservación. En el caso de sociedades agrícolas, esta tendencia no nos parece tan marcada, sobre todo porque etnográfica y experimentalmente se conocen mejor los procesos de trabajo involucrados en la explotación de estos recursos (cuando leemos en una lista el trigo común, Triticum aestivum, automáticamente pensamos en toda una secuencia de procesos que van desde la siembra, hasta el pan en la mesa, pasando por toda la secuencia agrícola y el tratamiento posterior del grano. Sin embargo, en el caso de las especies silvestres vemos el nombre y, como mucho, pensamos en el entorno en que se movía ese grupo o en que se consumieron algunos frutos cuando se han recuperado sus restos, pero no en toda la secuencia productiva que llevan detrás. Creemos pues que esta vía interpretativa no se ha desarrollado aún lo suficiente, por lo que no disponemos todavía de una cantidad comparable de información para apoyar nuestras interpretaciones. Es posible que en el estudio de la gestión de vegetales influyan incluso nuestros prejuicios, marcados por nuestra cada vez más pobre cultura culinaria en la que los vegetales han quedado casi relegados al papel de guarnición y el comer verduras

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hervidas o ensaladas se ha convertido en una extravagancia de personas preocupadas por su figura o por sus niveles de colesterol y triglicéridos. La globalización está haciendo grandes estragos en las cocinas tradicionales, pero en todas ellas hay multitud de platos que no contienen productos animales o que se basan en los vegetales o que mezclan ambos. No olvidemos que los seres humanos pocas veces comen los alimentos tal cual los extraen del medio, sino que generalmente son necesarios una serie de procesos para hacerlos aptos para el consumo, entre los que destaca el cocinado de los mismos.

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Tomado de:

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NI CARNE NI PESCADO (CONSUMO DE RECURSOS VEGETALES EN LA PREHISTORIA) ANÁLISIS DE LA VARIABILIDAD DE LOS CONJUNTOS FITOLITOLÓGICOS EN CONTEXTOS CAZADORES-RECOLECTORES

Débora Zurro

Tesis Doctoral Julio 2010 Departament de Prehistòria UAB

Los cambios que quienes nos dedicamos a la Arqueología identificamos a múltiples niveles (tanto físicos y químicos como desde una perspectiva cuantitativa o cualitativa) en la composición de los conjuntos arqueológicos son el epifenómeno, el único referente (empírico) a partir del cual vamos a poder detectar otro tipo de cambios (diacrónicos, históricos) o bien especificidades que nos permitan comparar diferentes sociedades entre sí y, consecuentemente, sus respectivos desarrollos históricos. Y estos cambios, ya sean de tipo coyuntural o estructural, no son más que movimiento; cambio social o lo que denominamos devenir histórico, que en última instancia nos conduce hasta el presente.

Así, la Arqueología no busca una mera descripción de la materialidad procedente de los yacimientos arqueológicos, sino que esta materialidad, entendida como indicio, nos ha de servir para inferir cuáles fueron los procesos sociales que la generaron (Estévez et al. 1984, Lull 1988, Lumbreras 1990). Identificar estos procesos tiene como finalidad, precisamente, entender y explicar el presente, a todos los niveles.

Para la investigación del cambio a través de la Arqueología (en el presente caso en relación a la Prehistoria) es necesario el uso de metodologías específicas y de conceptos instrumentales que nos permitan llegar a conocer la organización social. En consecuencia, el elemento clave de la presente propuesta y del marco teórico en que se desarrolla es el análisis de las estrategias organizativas de las sociedades del pasado o estrategias de gestión de los diferentes recursos consumidos (Terradas 1996, Barceló et al. 2006). Éstas se materializan en la forma en que se construyen las relaciones entre agentes productivos; es decir, la división del trabajo y las diferentes formas de participación de la producción y el consumo (Lumbreras 1981)1.

El análisis de las estrategias de gestión de todo tipo de recursos es factible desde la Arqueología. Estas estrategias son aprehensibles, en primer lugar, mediante la identificación de los recursos consumidos. En segundo lugar, lo son mediante el análisis de su significación arqueológica y su variabilidad. Esta variabilidad incluye cambios en el tipo de recursos que se consumen, en la proporción en que se produce este consumo, el cuándo, el cómo así como por parte de qué agentes sociales y en beneficio de quién. También incluiría en qué casos cada una de estas variables es determinante de las modalidades de gestión, y en qué casos no lo son.

El concepto de estrategias de gestión se entiende como el conjunto de pautas que aseguran una toma de decisiones relativa a la producción (entendida como ciclo general de la producción) con el fin de la reproducción biológica y social. Así, lleva implícita la organización social del trabajo y comprende, necesariamente, toda una serie de cuestiones como el conocimiento de la localización de los recursos, de sus ciclos naturales, la movilidad necesaria para obtenerlos, los conocimientos y aplicación de las técnicas para la obtención, transformación, conservación de los mismos, etc. (Terradas 2001).

Respecto al significado de la variabilidad, éste es uno de los puntos clave de la Arqueología. Los principios de asociación y recurrencia son los pilares sobre los que se asienta la práctica arqueológica; “(…) principios básicos a los que se acude en los procesos de ordenamiento de los datos arqueológicos para inferir sus alcances sociales.” Argelés et al. 1995, 506.

Es necesario establecer una secuencia teórico-metodológica que permita dotar de significado arqueológico (socioeconómico) (Lumbreras 1981, Vila y Wünsch 1990, Vila 1998) a los restos considerados en el registro arqueológico, una vez “eliminados” en lo posible los efectos de los procesos tafonómicos (Estévez 2000).

En lo que concierne a los recursos consumidos y a su análisis como medio de abordar las sociedades del pasado, existen toda una serie de recursos cuyo consumo e importancia relativa han sido considerados secundarios en la investigación arqueológica, siempre de forma acrítica y arbitraria (Zurro 2002, 2006, Berihuete y Piqué 2006, Moreno y Verdún 2006, Piqué et al. 2008).

Consecuentemente, su posible consumo ha sido ignorado en la explicación socioeconómica, obviándose de este modo no sólo la esfera vegetal, sino también el consumo de otros recursos como moluscos, pequeños mamíferos, aves y reptiles, huevos de diferentes especies, etc. En este sentido es especialmente “destacada” la infrarrepresentación que se da en el caso de los recursos vegetales, por diversos motivos. En primer lugar, porque el abanico de posibilidades de

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uso que ofrece el mundo vegetal cubre necesidades de todo tipo, desde la alimentación a la medicina, pasando por elementos condicionantes y de mantenimiento de la vida como es el fuego o la construcción de viviendas. En segundo lugar, porque ya conocemos cuáles son los métodos y las técnicas necesarios para solventar este problema de invisibilidad y, a pesar de ello, estos mecanismos no son aplicados de forma sistemática.

A partir de la experiencia arqueológica acumulada de que disponemos así como de los datos y análisis etnográficos realizados hasta el presente, podemos inferir que existe un consumo de recursos vegetales en las sociedades cazadoras-recolectoras que debemos tener necesariamente presente a fin de obtener una imagen real del ciclo general de la producción de las sociedades prehistóricas y de las estrategias que implementaron para reproducirse a todos los niveles. Así, la reivindicación de la existencia de un consumo generalizado de los recursos vegetales en la Prehistoria, en el marco del nivel actual de desarrollo de la Arqueología y de la Prehistoria, resulta repetitiva y poco aporta al desarrollo de nuestra disciplina como ciencia.

Por ello, para comprobar esta hipótesis debemos desarrollar en primera instancia un método que permita identificar este consumo. Dado que si éste se produce, necesariamente se genera en el marco de ciertas estrategias de gestión de estos recursos, es necesario, también, desarrollar un método que nos permita identificar, en la medida de lo posible, cómo se produce y consume, cuándo, en qué proporción respecto a los otros recursos, por parte de quién y en beneficio de quién. Es decir, caracterizar la gestión o lo que es lo mismo, los procesos de trabajo involucrados en la misma.

El presente trabajo se desarrolla en el marco de las siguientes hipótesis generales: • existe un consumo de recursos vegetales por parte de las sociedades cazadoras–recolectoras prehistóricas cuyo conocimiento es esencial para su caracterización socioeconómica (la caracterización del ciclo general de la producción) • es posible caracterizar arqueológicamente este consumo

La presente propuesta se basa en que ambas hipótesis pueden ser contrastadas por medio del análisis de fitolitos, desarrollado metodológicamente y aplicado específicamente para responder a este tipo de encuesta arqueológica. En el presente trabajo me centraré especialmente en el primero de los dos aspectos.

De estas preguntas surge esta Tesis, que pretende visibilizar el consumo de ciertos recursos, pero también que esta información permita obtener una imagen más ajustada de las estrategias organizativas del pasado. Es necesario remarcar que al hacerlo visibilizamos también toda una

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serie de procesos de trabajo que formaron parte de las economías de estos grupos y que en muchos casos condicionaron muchos otros. Estas producciones a las que me refiero, y que tradicionalmente han sido descritas como secundarias, generalmente se han interpretado como trabajos femeninos (ver Primera Parte). Aunque exista esta motivación subyacente al trabajo, ello no supone situar esta tesis dentro de lo que se ha denominado Arqueología de las mujeres, sino en el marco de una Arqueología social y holística que necesariamente incluye estos aspectos.

La implementación de técnicas específicamente dirigidas a responder este tipo de cuestiones supone un esfuerzo en investigación de tipo metodológica, dirigido a determinar umbrales de representatividad, significación de la variabilidad, etc.

Para responder a estas preguntas se trabajarán muestras (en su mayoría de niveles de ocupación cazadores-recolectores) procedentes de varios yacimientos (ver Anexos 2 al 7); • yacimientos paleolíticos (El Mirón, Cantabria; Dzeravá Skala, Eslovaquia; Dolni Vestonice The Brickyard y Bohunice, Chequia) • yacimientos mesolíticos (La Bauma del Serrat del Pont, Catalunya) • yacimientos de cazadores-recolectores subactuales (Túnel VII, Argentina).

También para obtener estas respuestas se han incluido muestras procedentes de niveles neolíticos de alguno de estos yacimientos, (a fin de mostrar una posible especificidad de los conjuntos fitolitológicos procedentes de contextos cazadores-recolectores frente a los procedentes de una economía agrícola) así como muestras no antropizadas que permitan llevar a cabo una exploración sobre lo que el input antrópico de vegetales puede suponer.

En cuanto a la elección de los yacimientos; en algunos casos se dio la posibilidad de llevar a cabo muestreos diseñados ad hoc para la resolución de mis preguntas específicas mientras que en otros se contaba ya con un muestreo de sedimentos que permitía llevar adelante el trabajo en la dirección deseada.

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Criterios sobre la exhibición de restos humanos en los museos La mayor parte de los restos humanos indígenas que se hallan en los museos del mundo fueron colectados en el siglo pasado, cuando aún esas poblaciones no eran consideradas en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos. El reconocimiento de los derechos de los pueblos nativos en el mundo es ahora una realidad reconocida como un derecho humano básico (Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Viena, 1993) y, en la actualidad, algunos países como Australia, Canadá y Estados Unidos estimulan a los pueblos originarios a participar en la gestión y control del patrimonio de sus antepasados. El Acuerdo de Vermillion (1990), alcanzado entre los arqueólogos y los pueblos indígenas en el marco del Congreso Mundial de Arqueología, estableció lineamientos éticos con relación al tratamiento de restos humanos indígenas, sirviendo de antecedente a la reconocida ley de los Estados Unidos: The Native American Grave Protection and Repatriation Act, 1990 . Esta norma ordenó a los museos públicos poner a disposición de las comunidades indígenas los inventarios de colecciones de restos humanos y otros ítems culturales, a efectos de que dichas comunidades puedan reclamar la repatriación de los mismos -una vez probada la filiación cultural- la propiedad o el control de dichas colecciones por parte de las tribus involucradas, contando con amplios medios de prueba para ello, incluyendo la información científica y la tradición oral. Cabe destacar que esta ley si bien obliga sólo a las instituciones que reciben fondos públicos, ha provocado un fuerte impacto y cambio de actitud en los museos e instituciones académicas en general, comparable al generado décadas atrás con el reconocimiento de los derechos civiles de los afroamericanos en dicho país. La normativa de nuestro país tampoco es ajena a estas cuestiones. En el 2001, se sancionó la ley 25.517 que establece que: “ Los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen” (art.1). Y agrega: “ Los restos (...) que no fueren reclamados por sus comunidades podrán seguir a disposición de las instituciones que los albergan, debiendo ser tratados con el respeto y la consideración que se brinda a todos los cadáveres humanos” (art. 2). El artículo75 inciso17 de la Constitución Nacional establece que el Congreso de la Nación reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, garantizando -concurrentemente con las provinciasel respeto a su identidad y “ asegurando su participación en la gestión de los intereses que los afecten ”. Argentina, además, ratificó por ley 24.071/92, el Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales que establece que los Estados Miembros deben garantizar una amplia participación de las comunidades indígenas en todos los asuntos que los atañe, incluyendo los aspectos culturales y el respeto a sus tradiciones, creencias y costumbres (arts. 2,4,5,6,7, y conc.). Es abundante la doctrina científica sobre el tratamiento ético de los restos humanos. Las asociaciones profesionales de museos comenzaron a considerar en sus estándares éticos a esos restos y a los objetos sagrados como “materiales sensibles” que merecen un trato cuidadoso y respetuoso siguiendo el criterio adoptado por el Código de Etica Profesional de ICOM (1986, revisado en 2001 y 2004). Este Código, en el capítulo III titulado “Conducta profesional”, punto 6, titulado “Responsabilidades profesionales respecto de las colecciones”, contiene un inciso dedicado a “los restos humanos y piezas con carácter sagrado”, en el cual incluye lo siguiente: “ Las investigaciones sobre dichos objetos, su instalación y conservación, así como cualquier reproducción de ellos, deberán realizarse de forma aceptable, no sólo para los colegas de la profesión, sino también para todos aquellos que profesen una creencia, en particular los miembros de la comunidad o de grupos étnicos o religiosos interesados. Aunque a veces pueda ser necesario utilizar material delicado en exposiciones interpretativas, ello deberá realizarse con mucho tacto y respeto hacia los sentimientos de la dignidad humana de todos los pueblos. Además, el museo tendrá que responder con diligencia, respeto y sensibilidad a las peticiones de que se retiren de la exposición al público restos humanos o piezas con un carácter sagrado. También se responderá de la misma manera a las peticiones de devolución de dichos objetos. En la política de los museos se debe establecer claramente el procedimiento para responder a esas peticiones ”. Siguiendo los criterios del ICOM, Gran Bretaña creó su propio código en 1997 y la American Association of Museums y sus similares de Canadá y Australia reconocen el genuino interés de las comunidades indígenas respecto de los restos de sus antepasados. Estas disposiciones limitan el traslado de los cuerpos y la investigación científica a un acuerdo entre las partes. La revista argentina Ciencia Hoy (No.51, 1999) estimó en su editorial titulada: Ética, Ciencia y Divulgación ,

que la exhibición de los restos de las momias de Llullaillaco, provincia de Salta, constituyen: “...falta de consideración, rayana con el desprecio por la humanidad de los integrantes de una antigua cultura indígena”. En nuestro país, el Foro entre arqueólogos y pueblos originarios, convocado en cumplimiento de una resolución adoptada en el Plenario del XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, reunido recientemente en la ciudad de Río Cuarto, recomendó, entre otras disposiciones, lo siguiente: “ Hacer extensivo lo aprobado en el XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina con relación a la no-exhibición de los cuerpos de Llullaillaco a todos los restos humanos que se encuentren en colecciones de museos del país, tomando como precedente la política desarrollada por algunos museos, como es el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Sensibilizar al público en general acerca de las razones que fundamentan la decisión de no exhibir restos humanos. Respetar la sacralidad ancestral de los restos humanos y sitios indígenas, y adecuar las técnicas y procedimientos arqueológicos para hacerlas compatibles con ese respeto .” Se debe tener especial cuidado en no oponer a la ciencia con la sacralidad y sobre todo no hacer uso de la sacralidad para satisfacer la curiosidad de los turistas que visitan los museos. En ese sentido, el Código de Etica del ICOM, adoptado por la República Argentina por resolución de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación , así como la Carta de Turismo Cultural ICOMOS 1976 son claros indicadores de cuál debe ser la conducta responsable de un museo. Esta última carta limita los alcances del turismo y privilegia el respeto al patrimonio cultural y natural por encima de cualquier otra consideración, ¨...por muy justificada que ésta se halle desde el punto de vista social, político o económico¨. Se invita a los científicos y técnicos con responsabilidad en el ámbito del patrimonio cultural, a extremar su empeño por respetar el cumplimiento de las normas legales así como las disposiciones éticas recomendadas por las entidades profesionales. Américo Castilla Director Nacional de Patrimonio y Museos

DECLARACION DE RIO CUARTO

En la ciudad de Río Cuarto a los catorce días del mes de mayo del año dos mil cinco se reúnen los abajo firmantes en el marco del Primer Foro Pueblos Originarios – Arqueólogos y deciden acordar los siguientes puntos: Considerando: Lo mandatado en Asamblea Plenaria del XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, cuya parte pertinente se adjunta a la presente (ver Anexo I), y en especial, la necesidad de establecer un diálogo sobre la base del respeto mutuo entre pueblos originarios y arqueólogos, y el reconocimiento de, por un lado, la contribución de la arqueología para el conocimiento del pasado indígena y, por otro, el interés legítimo de las comunidades indígenas actuales por el patrimonio cultural que les pertenece y que es sustento del conocimiento, sabiduría y cosmovisión ancestrales; Que los pueblos indígenas no fueron consultados ni están incluidos en la actual ley nacional de patrimonio arqueológico (24.743/03), violando el artículo 75, Inc. 17 de la Constitución Nacional. Recomendamos: Hacer extensivo lo aprobado en el XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina en relación a la no exhibición de los cuerpos del Llullaillaco, a todos los restos humanos que se encuentren en colecciones de museos del país, tomando como precedente la política desarrollada por algunos museos, como es el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Sensibilizar al público en general acerca de las razones que fundamentan la decisión de no exhibir restos humanos. Respetar la sacralidad ancestral de los restos humanos y sitios indígenas, y adecuar las técnicas y procedimientos arqueológicos para hacerlas compatibles con ese respeto. Colaborar mutuamente para lograr la restitución de restos humanos indígenas que estén alojados en colecciones públicas y/o privadas. Promover los mecanismos pertinentes para que la Ley 24.743/03 sea revisada integralmente y modificada luego de un proceso de consulta y debate en el cual participen los pueblos originarios, los arqueólogos y todos los demás actores sociales que tengan un interés genuino en la protección de dicho patrimonio, a fin de tener en cuenta la multiculturalidad implicada en el tratamiento del mismo. Valorar responsablemente las consecuencias sociales y políticas de la investigación arqueológica en relación a los derechos de las comunidades indígenas. Contar con el acuerdo previo de las comunidades indígenas para la realización de investigaciones arqueológicas sobre el patrimonio cultural de dichas comunidades y extremar los recaudos para que éstas y sus autoridades cuenten con la información

relevante para la toma de tal decisión. Hacer entrega de copias de informes y trabajos resultantes a las comunidades en donde los mismos han sido realizados. Finalmente, reconocemos la preocupación de las comunidades indígenas en relación a los diversos aspectos vinculados con la propiedad intelectual sobre el patrimonio cultural y expresamos la necesidad de promover un debate informado y profundo acerca de la cuestión, a efectos de extender los puntos de acuerdo.

Se solicita a todos aquellos que quieran adherir a la presente declaración que agreguen su firma al mismo y que sea enviado a las autoridades del Foro. Apellido y nombre José Antonio Pérez Gollán Daniel Paz Alejandro Haber Germán Canhue Carlos Martínez Sarasola Ana María Llamazares Teresa Lucero María Luz Endere Alberto Rex González Benigno Ramos Laura Roda Matías War Marcela Tamagnini Claudio Martignoni Alicia Lodeserto Marciel Pérez María de los Milagros Maidana María Laura Gili Ernesto Olmedo Norma Figueroa Fermín Acuña Ana María Rocchietti Ana González Graciana Pérez Zavala Norma Ataniya Paula Altamirano Martín Urquiza Fernando Noguera Yanina Aguilar

Documento No. DNI 6.502.760 DNI 17.365.319 DNI 7.670.966 DNI 10.203.307 DNI 5.178.809 DNI 17.427.112 LE 0.651.710 DNI 12.322.015 DNI 2134863 DNI. 26.096.568 DNI 17.077.528 DNI. 14.685.526 DNI 20.570.950 DNI 26.240.049 DNI 30.682.727 DNI 22.415.736 DNI 23.646.787 DNI 20.697.183 DNI 11.098.547 DNI 5.465.010 DNI 11.403.430 DNI 26.572.491 DNI 2.861.794 DNI 29.922.298 DNI 25.088.729 DNI 26.391.874 DNI 26.692.721

Anexo I UNIVERSIDAD NACIONAL DE RIO CUARTO FACULTAD DE CIENCIA HUMANAS FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICO-QUÍMICAS Y NATURALES

XV CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA ARGENTINA ASOCIACIÓN INDÍGENA DE ARTE CULTURA y EDUCACIÓN PUEBLOS INDÍGENAS y ARQUEOLOGÍA

PRIMERAS INSTANCIAS DE RELACIÓN

A partir de la moción aprobada ayer, se efectuó una reunión entre arqueólogos y representantes indígenas por la cual se decidió convocar a un foro entre Pueblos Indígenas y Arqueología a celebrarse en el mes de abril de 2005, en la Provincia de Córdoba con el objetivo de generar instancias para tratar una agenda que considere los motivos de conflictos actuales y futuros en vistas de alcanzar acuerdos y conciliar intereses entre ambos grupos. Las personas encargadas de coordinar dicho foro serán: la Asociación de Juristas Indígenas, una Comisión de Arqueólogos y la Comisión Indígena exponente de la presentación efectuada. Quienes le harán llegar oportunamente la invitación y el temario.

COMISIÓN DE ARQUEÓLOGOS

COMISIÓN DE INDÌGENAS

MARÍA LUZ ENDERE

BENIGNO RAMOS

ALEJANDRO HABER

TERESA LUCERO

MIRTA BONNIN

DANIEL PAZ

ANDRÉS LAGUENS GUSTAVO POLITIS BARBARA MANASSE CLAUDIA COCERES

RÍO CUARTO, 24 de SEPTIEMBRE DE 2004