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1 EL PODER DEL CENTRO (Este texto ha sido tipeado del original y no cuenta con las ilustraciones) Rudolf ARNHEIM Introducción Este libro dimana de una sola idea, a saber, que nuestra visión del mundo se basa en la interacción de dos sistemas espaciales. A uno de estos sistemas se le puede llamar cósmico, al otro local. En el plano cósmico comprobamos que la materia se organiza en torno a unos centros, que suelen venir señalados por una masa dominante. Tales sistemas aparecen dondequiera que sus vecinos les dejen libertad suficiente. En la inmensidad del espacio astronómico, las galaxias en rotación y a escala más reducida los sistemas planetarios solares son libres de crear estos esquemas centrados, y en el reino microscópico lo son los átomos con sus electrones que giran en derredor de un núcleo. La materia orgánica goza en ocasiones, incluso en el atestado mundo de nuestra experiencia directa, de libertad suficiente para seguir sus inclinaciones y formar estructuras simétricas – flores, copos de nieve, criaturas voladoras o acuáticas, los cuerpos de los mamíferos organizados en torno a un punto central, un eje central, o cuando menos un plano central – La mente humana inventa también formas centradas, y nuestros cuerpos llevan a cabo danzas centradas a menos que determinados impulsos y atracciones modifiquen esta tendencia básica. La tierra, con todo lo que transporta, es uno de estos sistemas espaciales concéntricos, como recuerda Paul Klee, que tenía un don especial para visualizar los fundamentos de la naturaleza en imágenes de sencillez arrolladora. En el diagrama que he utilizado en la figura 1, nos presenta un modelo cósmico de nuestro planeta en el que las fuerzas gravitatorias convergen radialmente hacia el centro. También nuestros cuerpos se atienen a esta centralidad radial. No hay dos personas una junto a la otra ni dos edificios cuyas verticales sean estrictamente paralelas. Pero no es el mundo que vemos cuando estamos inmersos en él. En la perspectiva localista de sus pequeños habitantes, la curvatura de la tierra se endereza hasta constituir una superficie plana, y los radios convergentes se convierten en paralelas. Paul Klee acude de nuevo en nuestro auxilio (figura 2), poniendo de relieve que nuestra visión del mundo no es una mera distorsión de la realidad, sino que posee un orden propio, el orden más sencillo y perfecto que pueda buscar la mente. El paralelismo y la perpendicularidad constituyen el sistema de referencia más conveniente para la organización espacial, y nunca nos felicitaremos lo bastante para vivir en un mundo que, en la práctica puede disponerse con arreglo a una cuadrícula de verticales y horizontales. Imaginemos las dificultades que hubiera tenido Descartes para construir una geometría analítica básica en un sistema de referencia de radios convergentes; y recordemos que hizo falta un Einstein para que pudiéramos hacernos a la idea de un universo que no se atiene a la cuadrícula cartesiana.

2 La cuadrícula cartesiana es el segundo de los dos sistemas espaciales a los que me he referido. Es útil para el cálculo matemático, pero también para la orientación visual: los objetos artificiales no se hallan dispuestos con arreglo a las coordenadas vertical y horizontal por pura conveniencia de carpinteros, constructores e ingenieros. Los ángulos rectos de nuestros sistemas vitales, de las cajas y las láminas propician un orden visual gracias al cual nuestras vidas son más sencillas de lo que serían, pongamos en una selva virgen. Y en aras de ese orden, está también presente la cuadrícula cartesiana, factual e implícitamente, en nuestras obras de arte. Pese a todas sus virtudes, el sistema de referencia de las verticales y horizontales tiene un grave defecto: carece de centro, y por ello no hay modo de definir una posición determinada. Por sí solo no es más que una extensión ilimitada en la que no puede distinguirse un lugar contiguo. Por esta razón no resulta completo para usos matemáticos, científicos y artísticos. Descartes hubo de forzar la implantación de un centro, el punto en que se cruzan un par de coordenadas, en un análisis geométrico. Al obrar así estaba inspirándose en el otro sistema espacial, el centrado y cósmico. Un sistema concéntrico se organiza por definición, en torno a un centro, Podríamos decir que la cebolla cósmica se expande indefinidamente hacia el exterior pero llegua a un alto definitivo hacia el interior. Ese punto central posibilita la orientación. Frente a la homogeneidad de la cuadrícula de ángulos rectos, en el sistema concéntrico cada capa queda definida por su distancia al centro. Se crea una jerarquía. Un sistema concéntrico se despliega en torno a un punto fijo. Esa referencia es indispensable en cualquier enunciado que sobre el espacio que queramos hacer. Pero el sistema concéntrico cada capa queda definida por su distancia al centro. Se crea una jerarquía. El sistema concéntrico se despliega en torno a un punto fijo. Esa referencia es indispensable en cualquier enunciado que sobre el espacio queramos hacer .Pero el sistema concéntrico rara vez basta para organizar lo que decimos y hacemos porque, como he señalado, nuestro espacio vital se ajusta a la cuadrícula cartesiana: Hemos de combinar los dos sistemas (FIG 3) pues conjuntamente satisfacen nuestras necesidades a la perfección. El sistema centrado aporta el punto medio, el punto de referencia de todas las distancias y lugar de cruce de la vertical y la horizontal centrales de la cuadrícula. Y el sistema cartesiano aporta las dimensiones del arriba y el abajo, la izquierda y la derecha, indispensables en toda la descripción de la experiencia humana bajo el imperio de la gravedad. Las estructuras perfectamente esféricas son raras en la existencia terrestre, y lo son también en las obras de arte, que retratan tal existencia. Pero como casi todos los objetos orgánicos e inorgánicos se configuran en torno a un centro, la centralidad es una propiedad estructural indispensable de cualquier composición en las artes visuales. La interacción entre los dos sistemas espaciales genera formalmente la complejidad de la forma, color y movimiento cara a nuestro sentido de la vista; y representa simbólicamente la relación entre la perfección cósmica de la que todo objeto o criatura participa en alguna medida y la lucha entre la atracción hacia abajo y el impulso hacia lo alto que caracteriza el drama de nuestra conducta terrena.

3 El alcance de estas consideraciones me hizo pensar que había dado con una de as claves de la organización espacial en las artes, y la abundancia de revelaciones que se desprendía de las buenas pinturas, esculturas y obras arquitectónicas al aplicar la clave reforzó mi convicción. El propósito de este libro es poner a prueba esta idea ante los profesionales y expertos, artistas y teóricos, y en especial ante el lector corriente. En cierto sentido parto de donde terminó el libro precedente Arte y percepción visual. En ocasiones habré de referirme a temas tratados más explícitamente en el libro anterior. Pero en tanto que en ese estudio más elemental podía inspirarnos en hallazgos experimentales de la psicología de la percepción, los fenómenos perceptuales que examinaré aquí van más allá de lo ensayado en los laboratorios. Tal vez por esta ausencia de pruebas experimentales el libro pueda aparecer menos científico que el anterior y los hechos menos dignos de crédito, pero por el momento no hay manera de evitarlo. La confirmación y la corrección vendrán a su debido tiempo. Mientras tanto cabría recordar que en las ciencias las ideas son necesariamente la primera respuesta a los enigmas desconcertantes que encontramos. Pido disculpas, sin embargo, por seguir sin escribir more geométrico, como decía Spinoza, es decir, por no presentar mi tema de estudio en el orden sistemático al que los tratados y libros de texto se atienen con tanta rigidez. Sé que serían más los alumnos que saldrían con conceptos nítidos y hechos manejables si hubiera normalizado términos, subrayado definiciones y numerado categorías. No va por desgracia, con mi modo de ser. Una vez más he de solicitar a los lectores bienintencionados a que atiendan al fluir de las observaciones que ante ellos desfilan y traten de pescar aquí y allá fragmentos de buen ver. Empero he añadido un glosario de definiciones que detecta y pone de relieve los conceptos principales