LOS MITOS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO...
1. EN ISRAEL En Israel, los redactores de la Biblia se inspiraron en dos relatos cosmogónicos, uno de los cuales da inicio al AntiguoTestamento.
No se puede hablar del nacimiento del mundo según Israel, por supuesto, sin mencionar el Génesis bíblico. Sin embargo, actualmente, en un plano histórico, está establecido que dos relatos fueron el origen de la Biblia, la cual, más que un mito, constituye una convicción religiosa profunda muy arraigada en la mentalidad de los judíos y los cristianos del mundo entero, que tienen un común referente en el Antiguo Testamento. La Biblia contiene, pues, dos relatos de la Creación, el más antiguo de los cuales es el Yahvista, que dataría del siglo VIII antes de nuestra era, mientras que el más reciente es el Elohísta, denominado ''Código sacerdotal'', para aludir así el espíritu original del judaismo que aflora en los textos que contiene. Este dataría del siglo VI antes de nuestra era. El nombre del texto llamado Yahvista proviene del que recibe el Dios de Israel, es decir, Yahvé. En cuanto al texto llamado Elohísta, su apelación procede de Elohím, que designa a Dios, al que los hebreos llamaron Elohím, ''el Hombre de arriba'', frente a Adán, ''el Hombre de abajo''. UNA LEYENDA JUDÍA SOBRE EL PRIMER DÍA DE LA CREACIÓN DEL MUNDO Pero antes de entrar en el universo Yahvista, y luego en el Elohísta o del código sacerdotal, y antes de subrayar lo que tienen en común y lo que les distingue, quiero que descubras las primeras líneas del relato del primer día de la creación del mundo según una leyenda judía, cuyo origen, muy lejano, fue tal vez contemporáneo, aunque sin duda más bien anterior, a la redacción de los textos de las leyendas Yahvista y Elohísta: ''El primer día de la creación, Dios creó diez cosas: el cielo y la tierra, Tohu y Bohu, la luz y las tinieblas, el viento y las aguas, la duración del día y la duración de la noche''. (Louis Ginzberg, Leyendas judías, 1997.) Las ''diez cosas'' que ''Dios creó'', según este relato, son para mí muy interesantes. Al enumerarlas, observaremos que el cielo y la tierra, es decir, la bóveda celeste y el suelo terrestre, se crearon al mismo tiempo, así como la luz y las tinieblas, es decir la claridad y la oscuridad, el viento y las aguas, la duración del día y la de la noche, es decir, el tiempo. En otros términos, el cielo, la tierra, los 4 elementos, el Fuego , la Tierra, el Aire y el Agua, y el tiempo, se crearon el mismo día, en este caso, el primero de ellos según la leyenda. Finalmente, he
dejado para lo último Tohu y Bohu a propósito, pues, aunque han sido nombres humorísticos atribuidos a islas imaginarias por el escritor Frangois Rabelais, a mediados del siglo XVI, y aunque ahora en francés forman juntos una locución familiar empleada para designar un gran desorden o una gran confusión, no dejan de ser las palabras utilizadas por los hebreos para designar el gran caos original, de donde surgió la creación, según el relato del Elohísta o código sacerdotal del Génesis, escogido para ser el texto con el que empieza la Biblia, del cual sabemos que su redacción es posterior al texto del Yahvista. EL RELATO DEL GÉNESIS YAHVISTA Por mi parte, no seguiré el orden cronológico que figura en la Biblia acerca de la redacción de estos dos relatos, sino el histórico y, en primer lugar, trataré el texto Yahvista. Al leerlo, nos daremos cuenta de entrada de que su introducción presenta muchos puntos en común con los primeros versos del Enuma Elish mesopotámico. No es sorprendente desde el momento en que, históricamente, la cultura del pueblo de Israel proviene de la de los sumerios, akkadios, babilonios y caldeos. ''Cuando Yahvé hubo creado el cielo y la tierra, no existían todavía malezas en las landas, ni había crecido la hierba, porque Yahvé todavía no había hecho caer la lluvia sobre la tierra y no había ningún hombre que trabajara el barro''. (Jean Bottéro, El origen del mundo según Israel, 1959.) Según esta introducción al relato Yahvista, cuando Yahvé creó el cielo y la tierra, esta última era todavía virgen o desértica. EL RELATO DEL GÉNESIS ELOHÍSTA O CÓDIGO SACERDOTAL El primer texto que abre el relato Elohísta y que constituye, pues, las primeras frases de la Biblia, no contradice el texto precedente, sino que aporta indicaciones suplementarias: ''Al principio, Elohím creó el cielo y la tierra. Ahora bien, la tierra estaba desierta y vacía: las tinieblas cubrían el haz del Abismo y el Espíritu de Elohím se cernía sobre las Aguas''. (Jean Bottéro, El origen del mundo según Israel, 1959.) A propósito de este famoso ''Al principio'', que ha suscitado ríos de tinta, precisaré que, según la interpretación que le dan los cabalistas, la palabra que se tradujo del hebreo, es decir, Bereshit, la primera palabra de la Biblia, sería intraducibie. Según ellos, resume toda la tradición de la Torah y tal vez podría leerse Brit-Esh, lo que puede traducirse por ''alianza de fuego''. Se trata, si queremos, de una representación simbólica y arquetípica de la vida, fuente y origen de toda vida. Por supuesto, en su traducción pierde todo el sentido y ya no se puede percibir desde este punto de vista. Sin embargo, es interesante destacar que, aunque el primer relato del Génesis parezca un texto inspirado en la tradición oral, más poética y más legendaria, el segundo, que es a su vez el primero de la Biblia, es un texto principalmente escrito. Se puede suponer que fue redactado en una época en que el paso del lenguaje oral al escrito fue un hito importante para la historia de la humanidad, y en que aún se sentía la necesidad de preservar un sentido oculto e iniciático de las palabras, del método y de la tradición, que los cabalistas han sabido conservar a lo largo de siglos y milenios.
Además, también observaremos que en el primer párrafo que abre el relato Yahvista del nacimiento del mundo, de entrada se menciona al hombre, aunque solamente sea para precisarnos que todavía no está presente. Mientras que en el relato del nacimiento del mundo del Elohísta, el hombre, personificado en Adán, no aparece hasta el segundo párrafo. En ningún momento aparece antes.
2. EN GRECIA Antes de que apareciera el Olimpo, sede de los dioses y morada de Zeus, reinaba el Caos, origen de toda creación. Al menos ésta es la versión griega del nacimiento del mundo.
Desde el Renacimiento, el pensamiento, la filosofía y las bases ideológicas de la civilización griega ejercieron una gran influencia sobre el espíritu científico y político de los occidentales. La literatura, la escultura y el espacio pictórico de los griegos marcaron el imaginario europeo, a pesar de las prohibiciones de la Iglesia, que hizo lo imposible para que la ciencia griega permaneciera oculta, escondida, ridiculizada y olvidada. Los romanos se inspiraron mucho en el modelo griego y, seguidamente, las naciones de Europa, e incluso del mundo, que al adoptar el sistema democrático, las asambleas parlamentarias y el senado, imitaron a los griegos. Sin embargo, desde hace algún tiempo, los historiadores tienden a mirar el mundo griego con menos admiración y con más espíritu crítico. Simultáneamente, su curiosidad les lleva a investigar con más rigor la cuna o, para ser más exactos, las raíces de esta civilización. Normalmente, al estudiar y analizar los cuentos y leyendas de la gran mitología griega; de la cual se puede decir que es parte integrante de nuestra cultura occidental, y al remontarnos hacia sus fuentes, nos damos cuenta de que los pensadores y artistas griegos obtenían su inspiración de los mitos y creencias de las tradiciones mesopotámicas, egipcias y tal vez incluso de ciertas tribus africanas. EN LOS ORÍGENES DE LA MITOLOGÍA GRIEGA La mitología griega ha ejercido tal influencia en la mentalidad occidental, que durante mucho tiempo se ha creído que simbolizaba a la mitología en sí misma. Ahora bien, sabemos que los mitos, los símbolos y las leyendas que les acompañan, forman juntos una constante en la historia de los hombres y las mujeres, que hallamos en todas partes, en todas las épocas, bajo formas distintas, pero que siempre cuentan más o menos las mismas historias, las mismas peripecias y los mismos prodigios. Sin embargo, el éxito que ha tenido la mitología griega a lo largo de los siglos se ha debido seguramente al hecho de que pone en escena una historia de dioses y hombres muy bien construida, con una jerarquía divina rigurosa, unos relatos fantásticos y espectaculares, que impresionan las conciencias pero, sobre todo, que se hacen eco de las costumbres, debilidades y emociones humanas. En efecto, los sentimientos y actos de dioses del Olimpo se parecen a los humanos hasta el punto de confundirse entre sí. Freud y los psicoanalistas no se equivocaron al ver en los mitos griegos, sino los arquetipos de todos los comportamientos y hábitos intelectuales, morales y afectivos de hombres y mujeres, al menos los moldes en los que fueron moldeados. En otros términos, los acontecimientos que protagonizan estos grandes dioses representan una sublimación o exageración, según el caso, de las situaciones o circunstancias más
banales, sin dejar de ser dramáticas o divertidas, en las que los hombres se han visto sumergidos. Pero para comprender cómo los griegos se imaginaron el nacimiento del mundo o, para ser más exactos, de su mundo, hay que admitir que su civilización vivió casi siempre en estado de guerra, que el pueblo griego en general era racista y segregacionista, elitista y bárbaro, lo que tal vez explique que sus artes hayan sido tan ricas, evolucionadas, refinadas y buscaran la perfección. En efecto, esta aspiración por lo bello, lo maravilloso, la pureza estética y el idealismo que aflora en todo el pensamiento griego, no hubiera podido tal vez prevalecer sin la historia sangrienta y atormentada que fue la de las grandes ciudades griegas. LA TEOGONÍA O LA COSMOGONÍA SEGÚN HESIODO En primer lugar, si nos remitimos a los mitos súmenos y akkadios, egipcios y hebreos, nos damos cuenta de que el mito del nacimiento del mundo según los griegos se inspira forzosamente en los citados, puesto que hallamos reminiscencias de los mismos. De tal manera que podríamos decir que al principio no había el caos, sino Caos, una personificación del Vacío absoluto y primordial. Caos, pues, engendra totalmente solo a Erebo, es decir, las Tinieblas infernales, y a Nix, la Noche. El dios-demonio Erebo y la diosa Nix, hijos de Caos, consecuentemente, hermano y hermana, tuvieron a su vez dos hijos más: Æther, o el Éter, o bien la Atmósfera, un dios, pues, y Hémera, o el Día, una divinidad femenina, puesto que en griego el día es un nombre femenino. Aquí doy la versión de la cosmogonía griega llamada hesiódica, establecida por Hesiodo, un poeta griego del siglo VIII antes de nuestra era, que compuso una teogonia, es decir, un largo poema describiendo la cosmogonía o creación del mundo según sus contemporáneos (para mayor información, leer de Hesiodo Los trabajos y los días y la Teogonia). Como podemos constatar, en este estadio de la creación del mundo, el Cielo y la Tierra todavía no habían hecho su aparición. En cambio, Nix, la Noche, engendra sola y, esta vez, sin su hermano Érebo, todo tipo de entidades extrañas, que desempeñarán un papel importante en la historia de los dioses del Olimpo y en la vida de los hombres más adelante. Se trata, entre otros, de Éride (la Discordia), de las Hespérides (las ninfas de la Noche o del Durmiente), de Hipno (el Sueño), de Ceres (una especie de genios o de demonios guerreros que acompañan a los héroes en las batallas), de las Parcas (la personificación del destino atribuido a cada individuo), de Momo (el Sarcasmo), de Moro (la Suerte), de Némesis (que representa la Venganza divina), de Filotes (la Ternura), etc. Hasta más tarde no aparecerán Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra), que engendrarán un número incalculable de hijos, los más celebres y más importantes de los cuales son los 6 Titanes y las 6 Titánides, y entre ellos Crono (el Tiempo) y Rea (considerada la más antigua divinidad de la Tierra y madre de los dioses según los griegos), los cuales serán el padre y la madre de Zeus, que se convertirá en el dios de los dioses del Olimpo.
LA MITOLOGÍA GRIEGA FORMA PARTE INTEGRANTE DE NUESTRA CULTURA OCCIDENTAL. EN LA HISTORIA DE LA CREACIÓN DEL MUNDO, LA LUCHA DE DIOSES CONTRA TITANES ES UNO DE SUS NUMEROSOS EPISODIOS.
4. EN EGIPTO Atum, Khnum, Khepri, Amón y Sobek fueron representaciones del mismo demiurgo que, según los egipcios, creó el mundo.
¿Por qué para los hombres tiene que haber siempre un comienzo para todo? Tal vez porque el hombre que, en el fondo, no está muy capacitado para mostrarse objetivo, no puede evitar ver este mundo de una forma subjetiva y parcial. Así pues, ya que el hombre nace un día, según él es lógico que su mundo haya nacido también un día. Puesto que el hombre tiene una madre, es normal que el mundo también tenga una madre, de cuyo vientre nació el hombre, como el mundo nació de la nada y del caos. Y si hubo una madre para dar a luz a este mundo, indudablemente también hubo un padre para engendrarlo. Pero fuera de la madre y del padre míticos, no hay otra especulación posible para el hombre. Puesto que, aunque su espíritu audaz y lleno de recursos no deja nunca de sorprendernos, permitiéndole producir o imitar, a veces de forma muy compleja y otras veces con mucha simplicidad, los fenómenos y prodigios de la naturaleza, su poder mental de concepción y profundización sigue siendo limitado. Supone una barrera que su pensamiento no puede superar, por más evolucionado que esté. Paradójicamente, para no caer en la locura, es decir, para no ser víctima de una desestructuración de su espíritu o yo consciente, poniendo en peligro su capacidad de discernimiento, de análisis y de síntesis, ha optado por una interpretación del mundo que percibe, regido por un orden y una lógica de vida bastante constantes, unas leyes y unas reglas relativamente inmutables y coherentes. Pero en el interior de este sistema bien organizado, si quiere encontrarse, por decirlo de alguna manera, tiene que haber tenido lugar un comienzo, y luego un final, en alguna parte, en algún momento... EL DEMIURGO, CREADOR DEL MUNDO SEGÚN EL ANTIGUO EGIPTO En Egipto, este famoso comienzo se representó mediante un gran demiurgo, que describimos como autógeno, porque parece que fue engendrado por él mismo. ¡Y que todos aquellos que creen o dicen que es realmente absurdo creer que un ser, anterior o superior a todo lo que es, pudo crearse él solo, a partir de la nada, para enseguida producir el universo con toda su riqueza y complejidad, que se lo piensen dos veces! Puesto que no sólo no es absurdo, sino como se dice actualmente, todavía habría que pensar en ello, sobre todo cuando nadie lo había imaginado. ¿Hasta cuándo remonta esta creencia en la probable existencia de un demiurgo? No lo podemos saber. En todo caso, fue sin duda anterior al nacimiento de la civilización egipcia y no hay duda de
que sus fundadores se inspiraron en creencias más antiguas. Sin embargo, lo que nos parece digno de interés en este concepto de un demiurgo inicial, que aparece a finales del IV milenio antes de nuestra era, período de la primera dinastía faraónica, es que parece el inspirador del dios único, invisible pero omnipresente, que tomarán como modelo todas las religiones monoteístas, entre las cuales se hallará la de Yavhé, gracias a Moisés, y que será la más representativa. Ahora bien, como es sabido, Moisés o Moshé era tanto hebreo como egipcio. LAS DIFERENTES FIGURAS DEL GRAN DEMIURGO En todo caso, a través de los siglos, las creencias, las ciudades y la larga historia de esta civilización que, como recordaremos, se extendió a lo largo de 3.000 años, aunque el demiurgo se revele como una constante, el aspecto que adoptará para los egipcios difiere. Ciertamente, el que prevalece acaba siendo Ra, dios supremo, porque tarde o temprano todos los demiurgos se asocian a él. Así pues, tenemos a Atum, el progenitor de Shu y de Tefnut. Shu personifica la atmósfera primordial, el aire y el espacio comprendido entre el Cielo y la Tierra, sin los que el hombre no podría respirar ni vivir, Tefnut personifica la humedad, el agua, sin las cuales, como es sabido, tampoco nadie podría vivir aquí abajo. Pero lo que resulta extraordinario, pensándolo bien, es que estos lejanos ancestros, mucho antes de haber creado instrumentos de medida que les permitiesen demostrar científicamente que sin aire, ni agua, ninguna vida podría haber aparecido, ya tenían la certeza de ello. Ahora bien, Shu, la atmósfera, y Tefnut, la humedad, formando una pareja primitiva son los que engendrarán a Nut, la bóveda celeste, el techo del mundo, y Geb, la tierra, el suelo del mundo. Según las leyendas míticas de Heliópolis, de Atum nacieron Shu y Tefnut, a partir del líquido seminal que hizo brotar de su sexo masturbándose, o bien de los salivazos que lanzaba, o bien, por último, de sus lágrimas (el esperma, los salivazos o las lágrimas de Atum-Ra no eran otra cosa que los rayos del Sol). Algo parecido ocurre con Khnum, el dios procreador, origen de toda vida sobre la Tierra, que casi siempre se representaba con aspecto de hombre con cabeza de carnero, dando forma con sus manos en su torno de alfarero a un niño, el primer hombre, y luego evidentemente a todos los hombres. Lo mismo sucede con Khepri o Kheperer, el escarabajo sagrado, que engendra el mundo, la vida, los dioses y los hombres, sometiéndose a una transformación permanente de su propia sustancia, de su existencia, siendo transformación y existencia el doble significado de su nombre egipcio, y que acabará convirtiéndose en el símbolo del eterno retorno, de la metamorfosis y de la inmortalidad. Y lo mismo ocurre con Amón, el gran dios tebano, el más humano de los demiurgos egipcios, ya que se representaba con aspecto de un hombre de cuerpo azul, emulando la bóveda celeste, acompañado de su esposa, Mut, la diosa-madre de Egipto, asociada a la gran diosa-buitre, ave que posee cualidades maternales innegables, y su hijo, Khonsu, el viajero o el errante, asociado a la Luna. Por eso, según este mito, de la unión de Amón-Ra, el Sol, y de Mut, la Tierra, nació la luna, divinidad masculina. También ocurrió lo mismo con Sobek, el dios cocodrilo, ciertamente la divinidad creadora del mundo, pero también temible, voraz y feroz, tanto capaz de procrear como de devorar a su prole, así pues, tanto de dar la vida como de quitarla.
EN EL ANTIGUO EGIPTO, EL DEMIURGO, CREADOR DEL MUNDO, REVISTIÓ FORMAS DISTINTAS, PERO SIEMPRE ACABA ASOCIÁNDOSE CON RA. ATUM ES UNO DE LOS GRANDES DEMIURGOS EGIPCIOS. ES EL TODO, EL CREADOR DE TODO, PERO TAMBIÉN EL INEXISTENTE QUE SE ENGENDRA A SÍ MISMO.